Santi no podía sacarse de la cabeza a una mujer. Esta no era otra que la bella madre de su amigo Isidoro. Ya había pasado la fecha de la adolescencia, pero aun así era un joven que seguía conservándose virgen, pese estar cursando estudios universitarios.
Isidoro era uno de sus mejores amigos, resultando por lo tanto normal que ambos frecuentaran sus respectivas casas. Desde los primeros momentos en que al joven le llegó la efervescencia sexual, pese a su gran timidez por manifestar sus sentimientos, devoró toda clase de revistas y pelis de contenido erótico que tuvo a su alcance. En esos momentos se iniciaron sus fantasías con la madre de su amigo. Como hemos señalado en su etapa de estudiante de bachillerato visitaba la casa de Isidoro, para realizar tareas juntos, ya que ambos estaban en la misma clase. Inicialmente se limitaba a visitar la casa para realizar las tareas con su amigo, o para jugar, e incluso en varias ocasiones se había quedado a dormir.
Era una joven bastante inteligente, con unas calificaciones brillantes, aunque algo tímido, e introvertido. En esos momentos, comenzó a interesarse por las historias que le contaban los amigos del colegio sobre sus primeras relaciones sexuales. Se dio cuenta que cuando se masturbaba se relajaba y comenzó a verlo como un acto placentero. Obviamente a espaldas de sus padres.
Igualmente comenzó a ver a las personas del sexo opuesto de forma diferente. Comenzó a interesarte de otra manera por las chicas de su clase, e incluso las de su familia, especialmente sus primas. Pero había una mujer, con la que comenzó a soñar y fantasear ardientemente. Esta era Enriqueta, la madre de su amigo Isidoro, a la que comenzó a observar con detenimiento, siendo objeto de sus fantasías masturbatorias.
Enriqueta, ya había alcanzado los cuarenta y dos años, pero continuaba siendo una mujer joven, sumamente atractiva, de muy bello rostro, cuerpo delgado, y con una anatomía casi perfecta. Era verdad que sus pechos parecían un poco grandes, pero se denotaba que aún conservaban su firmeza. Aquella siempre había acogido a Santi con cariño en su casa, le servía la merienda, e incluso le atendía muy bien cada vez que se quedaba en su casa.
Enriqueta se hallaba casada con Dámaso, un hombre ya cincuentenario, bastante gordinflón, quizás por la gran cantidad de cerveza que consumía. No es que fuera mal parecido, sino que su aspecto un poco descuidado, con su abultada barriga, lo hacía parecer de mayor edad, y desentonaba con la mujer que tenía por esposa. Tenía un carácter tosco, casi grotesco, algo autoritario, que quería que las cosas se hicieran como él decía. No era mala persona, pero no le gustaba que lo contrariaran. Santi ya conocía ese carácter y por ello trataba de no incomodarlo. Percibía el tremendo respeto que Isidoro tenía por su padre, más bien temor. Hasta la propia Enriqueta no escapaba a los improperios del mismo, cuando tenía alguna copa de más, o cuando le contrariaban.
Enriqueta siempre había visto Santi, como un jovencito al que había visto crecer desde casi la infancia, y que era uno de los mejores amigos de su hijo, y que en aquellos momentos se había convertido en todo un joven universitario.
Ella eran la que más instaba a su hijo para que mantuviera su amistad, ya que Santi era muy inteligente y le servía de bastante ayuda al mismo en las tareas escolares. Desde siempre había visto al joven como un joven muy tranquilo, bastante tímido al que le costaba hablar, que se sonrojaba ante cualquier extremo que le pudiera afectar. Isidoro y el eran casi de la misma edad, aunque Santi parecía más corpulento y de mayor estatura que su amigo. A su mayoría de edad, sobrepasaba con creces el 1.80, y continuaba poseyendo su timidez. De nacimiento del habían salido algunas pecas, que, con su piel bastante blanquecina, resultaban, aunque esto no era del agrado del joven.
Enriqueta, desde hacia algún tiempo había pensado que el amigo de su hijo debía tener tendencias homosexuales, ya que le parecía tan tranquilo, introvertido, sonrojándose por cualquier broma que la hicieran sobre las mujeres. Hasta el punto que llegó a preocuparse por su hijo, ya que se les veía muy unidos.
Evidentemente, si la mujer hubiera sabido lo que pasaba por la mente del joven, seguro que no hubiera pensado de aquella forma. Pese haber accedido a la universidad, Santi continuó acudiendo a la casa de su amigo para realizar las tareas, e incluso pasaba gran parte del tiempo jugando o hablando con éste. Enriqueta, como siempre, hablaba con ellos, y les llevaba la merienda. En más de una ocasión observó al amigo de su hijo mirando sus piernas y su trasero, o contemplando sus hermosos pechos que emergían generosos en la blusa que normalmente solía ponerse. Pensó que la observaba cariñosamente, más en sentido maternal, sin sospechar que la estuviera mirando con deseo.
Santi estaba tan ciego por la madre de su amigo, que en una ocasión en que entró al baño de la casa, observó la cesta de la ropa sucia. Sabía que la madre de su amigo se había duchado hacía poco tiempo. Sin pensarlo dos veces, se atrevió a mirar en la misma, observando unas braguitas que dedujo debían ser de Enriqueta. Una vez en su mano, las acercó a su nariz y aspiró el olor de aquellas imitando alguna peli que había visto en internet. Al percibir el olor embriagador de la zona que había estado en contacto con la vagina, noto como se erecto su falo bajo el pantalón.
Había visto pelis eróticas de hombres que se masturbaban oliendo las bragas de una mujer. No se lo pensó dos veces, e intentó imitarlos. Sin pensarlo, se bajó los pantalones, y extrayendo su pene comenzó a masturbarse. Pronto su falo adquirió unas proporciones destacables, hasta que sin poder contenerse eyaculó vertiendo su semen en las propias bragas de la mujer. Al escuchar que su amigo le llamaba, con nerviosismo dejó las bragas en la cesta y salió rápidamente. El problema fue que se acostumbró a realizar esta misma operación cuando iba a la casa de su amigo, y para suerte suya, casi siempre encontraba alguna braga de la mujer, las cuales rebuscaba hasta encontrar, dentro de la cesta de la ropa.
Pero, al realizarlo con frecuencia, motivó que Enriqueta terminara dándose cuenta de ello. Un buen día se percató que sus pantys estaban al principio de la cesta de la ropa, y se dijo que recordaba haberlas dejando casi en el fondo. Al comprobar que otro día ocurrió la mismo, comenzó a preocuparse. Su sorpresa llegó cuando percibió el olor que desprendían las mismas. Tras olerlas, se dijo que aquello no podía ser de su vagina. Es más, las miró con detenimiento comprobando una sustancia viscosa en las mismas y dedujo era semen masculino. Un estremecimiento la envolvió. Varios pensamientos pasaron por su mente, deduciendo que alguien se había estado corriendo en sus bragas. En principio descartó a su marido, ya que no pensaba que éste pudiera llevar a cabo un tipo de acción como aquella. Por otro lado, aquel parecía haber perdido su apetito sexual, ya que sus encuentros se habían esparcido cada vez más.
Terminó por preguntarse si podía ser su propio hijo, Isidoro. No le paso por la cabeza que pudiera ser Santi. Ella deducía que el amigo de su hijo, era más bien algo afeminado, por lo que le costaba asimilar que hubiera obrado de aquella forma. Por ello dedujo que debió ser Isidoro.
Antes estos hechos, decidió comenzar a investigar. Un día que había llegado el joven a su casa, dejó como siempre tras ducharse, las bragas en la cesta de la ropa del baño. Estuvo atenta, para comprobar quien acudía al baño. Pero comprobó que nada ocurrió. Volvió a vigilar de nuevo, especialmente una tarde en que vino a casa el amigo de su hijo. Quedo sorprendida al comprobar que el que accedió al baño fue Santi. Aunque aquello tampoco era una prueba, por lo que decidió esperar. Al ver que pasó cierto tiempo dentro, decidió acudir, tocando en la puerta del baño.
Santi se encontraba en ese momento pajeandome como de costumbre con las bragas de la mujer. En canto oyó que tocaban la puerta del baño, se puso nervioso, y dejó las bragas manchadas con su semen a toda prisa dentro de la cesta de la ropa, saliendo rápidamente, encontrándose en la puerta con la madre de su amigo.
-¿Estabas dentro? Es que me entraron ganas y no sabía quién estaba- le dijo aquella como justificación.
El joven se quedó como electrocutado, enrojeciendo, al comprobar que era Enriqueta quien tocaba en la puerta. Los colores afloraron a su rostro, yéndose a la habitación de su amigo sin apenas contestar a la mujer.
El enrojecimiento del joven hizo sospechar a la mujer. Nada más entrar al baño, se dirigió a comprobar la cesta de la ropa, agitándose al comprobar que sus braguitas estaban nuevamente al inició, constatando que se hallaban impregnadas de semen. Además, verificó que éste había sido reciente. Ya no le quedó ninguna duda de que era el joven amigo de su hijo. Aunque su primera reacción fue la de llamar al joven y darla una reprimenda, se tranquilizó, y decidió pensar cómo actuar.
Las iba devolver a la cesta, deteniéndose. Le entró la curiosidad por oler el semen del joven. Tras acercarlo a su nariz, percibió el fuerte olor a éste, y sin poder evitarlo sintió un estremecimiento. Luego se dijo: ¿En qué estoy pensando? Pero si ese joven es aún un chaval, el amigo de mi hijo.
Lo que había descubierto le dejó preocupada, pero a su vez no pudo evitar notarse excitada. No lo entendía, pero llevaba tanto tiempo sin sentirse deseada por su esposo, que saber que el joven se pajeaba pensando en ella, la altero. Por otro lado, le tranquilizó comprobar que el amigo de su hijo no era el afeminado que ella creía.
En las dos ocasiones posteriores en que el joven visitó la vivienda de su amigo, éste fue cauto y no se masturbó con las bragas usadas de la mujer, pese haberlas visualizado y hasta olido nuevamente. Enriqueta sabía que el joven había accedido al baño y había tomado sus braguitas. Pero, comenzó a entrarle el gusanillo de la morbosidad, y deseó pilar al joven infraganti. Casi sin darse cuenta, comenzó a ver al joven de otra forma, no como el amigo de su hijo, sino como un hombretón, bastante bien parecido, corpulento, alto, aunque de carita casi angelical.
Casi deseó volver a comprobar que el joven volviera a utilizar sus bragas para masturbarse. Cierta tarde, al ver que había llegado con su hijo, retiró la llave de la puerta del baño tras ella ducharse, procurando dejar sus braguitas usadas dentro de la cesta, a fin de que pudieran ser vistas fácilmente por el joven. Luego espero pacientemente a que el joven amigo de su hijo accediera al bañó. Para instar al joven a volver hacerlo, se acercó a la habitación donde los jóvenes estaban estudiando, y le dijo a su hijo: Isidoro voy un momento al Mercado a comprar.
Sin embargo, una vez salió, volvió a entrar rápidamente, y quedó vigilando el cuarto de su hijo. Como preveía, al momento Santi salió de dicha habitación y se dirigió al baño en cuestión, el cual se encontraba en la planta baja. Enriqueta se notó agitada mientras se dirigía al citado baño, consciente de que iba a pillar al amigo de su hijo con sus braguitas.
Dudó un poco, pero al final se decidió, abriendo la puerta del baño de repente, sin llamar. Como no tenía llave, aquella cedió fácilmente, accediendo al interior de éste. Se encontró con el espectáculo que intuía. Tal y como esperaba, el joven había tomado sus braguitas, se hallaba sentado sobre el inodoro, con sus pantalones bajados y con sus genitales al aire. Su agitación fue tremenda. La visión fue electrizante para ella: “el joven se hallaba con su pene en la mano mientas aspiraba el olor de las braguitas, que ella misma se había retirado hacia menos de una hora”. El chico estaba tan ensimismado con la acción, ya que sus pantys le cubrían el rostro, que no se percató de la entrada de la mujer.
Enriqueta decidió no llamar la atención de su hijo, por lo que levemente cerró la puerta del baño, y se quedó mirando la escena. Santi tenía sus braguitas encima de su cara, aspirando el aroma de las mismas, por lo que aún no se había dado cuenta de su presencia. No pudo evitar dirigir su mirada hacia las genitales del joven, que estaba al aire. Un estremecimiento la invadió. Las dimensiones del falo del joven amigo de su hijo la parecieron descomunales. Lo que Santi tenía entre sus manos, no era un pene cualquiera, ya que parecía disponer de unas dimensiones que a ella le parecieron enormes, bastante larga, aunque no tan gruesa. En ese momento, el joven estaba la tenía bien empalmada, y su pene mantenía el glande fuera. Observó igualmente los testículos del joven, igualmente bien proporcionados, a la par con su falo.
Intentó reprimir su emoción para que el joven no detectara de momento su presencia. Pronto, observó impertérrita como el joven amigo de su hijo, comenzó a jalarse su pene con gran maestría hasta que logró ver que iba a eyacular. En ese momento, retiró las bragas de la cara para colocarlas delante de su pene con el fin de lanzar su semen en ellas. Al visualizar la presencia de la mujer, el joven se quedó petrificado, sin saber que hacer. No obstante, su semen ya a las puertas de su pene, salió lanzado, un poco sobre las bragas y parte sobre el lavabo y espejo, ya que, por los nervios, no controló.
Oh … …Enriqueta…. ¿Qué hace aquí? exclamó sin apenas poder articular palabra.
¿Santi que haces con mis bragas en tus manos? ¿Te estabas masturbando con ellas? - le preguntó con enfado la mujer.
-Lo siento… yo…- el joven no supo cómo reaccionar. Ante la sorpresa, permaneció con la braga en la mano izquierda y su pene aún fuera del pantalón, aun en su mano derecha.
Enriqueta, se sintió confusa, notó que su excitación. Pero al ver la cara del joven, totalmente desencajado al verse pillado, morbosamente quiso ponerlo más nervioso aún. De hecho, se acercó hasta donde se hallaba el joven, retirándole de su mano las bragas, que comprobó habían sido impregnadas de semen, diciéndole: ¡Que sinvergüenza, ha llenado mis bragas con tu su semen! Miró hacia el espejo, y comprobó esparcidos por el mismo los restos de semen. Se dirigió de nuevo al joven recriminándole: ¡has manchado todo el baño, hasta el mismísimo espejo! ¿No te da vergüenza?
El joven estaba tan avergonzado que apenas podía levantar la cabeza. Su nerviosismo era de tal naturaleza, que si quiera tuvo la destreza de meter su pene dentro de su pantalón. De hecho, mantenía este en su mano, el cual había perdido cierta vitalidad. Ello permitió a la mujer comprobar de cerca el vástago del amigo de su hijo. No tenía comparación con el de su esposo. Pese a la edad del joven, disponía de un pene bastante más grande que la media, y eso la tenía excitada.
Cuando el joven se percató de la mirada de la mujer hacia su pene, intentó introducirlo dentro de su pantalón. Sin embargo, la mujer, se adelantó, y no se lo permitió. Enriqueta quería comprobar aquel falo. Por ello, quitándole la mano, le dijo: “¿Que vas hacer?,. Quédate quieto.” A ver que guardas ahí……¡que hijo de puta! ¡Si que tienes un buen pene! – exclamó, alargando la mano, y atrapando el falo del joven sin pensarlo dos veces.
Observó la longitud del mismo, admirando la extrema dureza pese haberse corrido. Lo masajeó manteniéndolo en su mano, diciéndole a la cara al joven: ¿así que tus eras el que ha venido manchando mis braguitas? Añadiendo: ¿Qué dirán tus padres cuando sepan lo ocurrido? ¿lo sabe mi hijo? le reiteró, sabiendo que eso lo iba a poner más nervioso aún. ¿Sabe mi hijo que te corres con las bragas de su madre?
-Lo siento señora…. Su hijo no sabe nada…lo siento…no se lo diga a mis padres por favor….terminó por decirle, sin atreverse a mirarle a la cara a la mujer.
La mujer, sin soltar el pene de su mano, le volvió a preguntar: A ver Santi, quiero que me contestes ¿porque motivo te masturbas con mis bragas?
_Señora yo…
Enriqueta estaba excitada. Tenía al joven completamente a su merced. Mantenía sujeto el pene del joven en su mano, el cual instintivamente lo mantenía sujeto sin soltarlo. No sabía que le estaba ocurriendo, pero se notaba cachonda, acalorada y sumamente agitada. Tanto, que le volvió a preguntar con más atrevimiento: Dime ….¿De verdad te gusta el olor de mis braguitas usadas?
El joven, no supo que responder, sonrojándose, dirigiéndole una mirada y bajando la cabeza de nuevo. Eso terminó de mojar las braguitas nuevas que se había puesto tras ducharse. Sin poder contenerse le dijo: Pero, Santi, no te da asco que estén dando olor a mi vagina. Me las acabo de quitar hacer un momento. Y, más morbosa, insistió: ¿así que te gusta oler las braguitas de la madre de tu amigo?
Santi no se atrevió a contestar tampoco. Estaba atrapado por la madre de su amigo. Aquella continuaba masajeando su pene, sin soltarlo. De hecho, con tanta palabrería, y los continuos masajes de la mujer sobre su falo, este volvió adquirir una buena empalmadura. Se estaba dando cuenta de esta circunstancia, cuando escucho a la madre de su amigo preguntarle: ¿en qué pensaba cuando estaba oliendo mis braguitas? ¿Estabas pensando en el olor de la vagina de la madre de tu amigo?
Enriqueta estaba lanzada y ver como enrojecía el joven con sus preguntas, más la agitaba. Era evidente que la respuesta obviaba. Estaba acalorada, excitada. Sabía que debía acabar. Que aquello no estaba bien, pero algo superior a sus fuerzas le instaba a continuar, e ir más lejos. Al observar aquel joven indefenso, y a su entera disposición, viendo como había vuelto a empinarse su enorme sable, quiso aprovecharse para satisfacer sus deseos. Era consciente que su braguita debía estar complementa encharcada por los fluidos de su tremenda excitación.
Comprobar cómo se endurecía el pene del joven, la puso más enardecida. Alargó su otra mano, y atrapó los testículos del muchacho. Su excitación aumentó al comprobar el tamaño de aquellos. Se percató de que al joven aún le quedaba una buena carga dentro.
¿Así que pensabas en el coñito de la madre de tu amigo? Le volvió a repetir, mientras apretaba los testículos del joven. Y, al comprobar que el falo del joven se endurecía entre sus manos, le dijo:¡Que cabronazo, ¡¡se te está volviendo a poner dura!!.
Sin esperar respuesta, sopesó los testículos del joven diciéndole: ¿Tienes aún bastante lechita en tus testículos eh? Luego, acercando su cara a la altura de la del joven, añadió: ¿No me digas que estás pensando en hacerlo con la madre de tu amigo?
-Señora… claro que no…- exclamó el joven como queriendo disculparse, alarmado ante la pregunta de la mujer. Solo había pensado en masturbarse, sin pensar que jamás pudiera llegar aquella situación.
-¿Cómo qué no? Y ¿porque se te está poniendo dura? Tremendamente excitada, no se contuvo y continuó hostigando al joven: ¡te gustaría meterle ese pedazo de polla a la madre de tu amigo? ¿es eso en lo que estás pensando, verdad cabronazo? No sabía cómo se había atrevido a realizar semejantes comentarios. Si su marido la hubiera escuchado, hubiera creído que era una cualquiera. ¿Y su hijo?, no le volvería a mirar a la cara.
Santi, pese a todo, se dio cuenta que su pene se había envalentonado. Se había vuelto a poner dura como un risco. Pese a su desconcierto, y su falta de experiencia con las mujeres, se dio cuenta que la madre de su amigo estaba cachonda. Aquella mujer, que podía ser su madre, pero tenía su pene en la mano, sobándoselo, y, además, no paraba de acariciar sus testículos. Por primera vez se atrevió a levantar su cabeza y mirar a la mujer a la cara.
Enriqueta al ver el rostro del amigo de su hijo, con aquella carita de niño bueno, que le miraba casi entregado, se terminó de excitar. No sabía porque, pero estuvo tentada de besar al joven en la boca. Bajó su mirada, observando la tremenda empalmadura del mismo, y volviendo a fijar su vista en el joven, le pregunto: ¿te gusta que la madre de tu amigo te coja el pene como lo estoy haciendo?
Pero, esta vez el joven se percató de que no se lo decía recriminándole. Por ello, con su carita de joven asustado, mejillas sonrojadas, asintió con la cabeza.
La mujer se notaba sumamente cachonda. Ante la respuesta del joven le dijo: ¿te gusta la madre de tu amigo? Evidentemente el joven, volvió asentir con la cabeza.
Agitada, se acercó a la carita del joven, y casi al oído, le pregunto: ¿Qué le quieres hacer a la madre de tu amigo? ¿le quieres meter tu polla? No sabía lo que se decía, pero estaba salida como una perra.
Casi se corre, al ver como el joven, exclamó volvió asentir con la cabeza.
Enriqueta se dio cuenta de que la puerta del baño esta sin llave. Soltó el pene del joven, tomó la llave que tenía guardada, y cerró con pasador la puerta. Luego se acercó hasta el joven que aún permanecía con los pantalones bajados y con su pene al aire. Se colocó delante del mismo, y obligo aquel a que se colocara de cuclillas delante de ella. La cara del joven quedó a la altura justa de su entrepierna. Morbosamente, se levantó el vestido que llevaba puesto, mostrando al joven sus muslos. Luego se lo remangó a la altura de su cintura, quedando expuesta a la mirada del joven, quien pudo divisar sus nuevas braguitas que se había puesto tras ducharse.
La mujer se recreó viendo como el joven palideció ante la visión de su entrepierna. Eso la animó a decidirse, y ante la mirada estupefacta del joven, procedió a bajarse muy despacio, la braguita, mostrándole por primera vez la buena pelambrera que rodeaba su vagina. No se cuidaba mucho, por lo que mantenía un espeso manto de vellos esparcidos por todo el monte de Venus, que envolvían su raja. Tremendamente morbosa, contempló la carita embobada del amigo de su hijo, hasta terminar por abrirse un poco de piernas. Luego, apartó sus vellos, dejando que el joven pudiera contemplar por primera vez su vagina, especialmente sus abultados labios vaginales.
Tras permitir que al joven se recreara contemplando su vagina, sin poder contenerse, tomó la cabeza del joven y la acercó a su entrepierna. Anda Santi. Ahora puedes oler directamente mi vagina. ¿no querías oler mi vagina? ¡pues ahí la tienes cabronazo! Vamos huéleme el coño.
El joven sin creerse lo que le estaba ocurriendo, apenas tuvo tiempo de observar mucho la raja de la mujer. Percibió el intenso olor embriagado que emanaba de la vagina de la madre de su amigo, que le trastornaba. Nunca había visto la vagina de ninguna mujer, solo en fotos o pelis de internet.
Ante la presión de la mujer no espero mucho, abrió su boca, para sacar su lengua y comenzar a dar las primeras lamidas, a los ya lubricados labios vaginales de la madre de su amigo. En cuanto la mujer sintió la lengua del joven en su coño, una corriente eléctrica invadió todo su cuerpo: Oh si nene. Así… oh si… lámemelo todo… oh si cabronazo… comételo…siii
El joven no era ningún experto, pero había consumido mucha pornografía en internet, por lo que sabía lo que tenía que hacer. Por ello, puso en práctica sus conocimientos, y tras la primera lamida por los labios vaginales, comenzó a mordisquear el interior de los muslos mientras sus manos tomaron el trasero de aquella.
Ello agitó a la mujer, quien comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, mientras el joven alargaba toda su lengua, recorriendo la raja de arriba abajo, haciéndola estremecer de placer. Oh si nene… oh que bien lo haces oo sigue…
El joven repitió estos movimientos varias veces, viendo que eran de la satisfacción de la madre de su amigo. Pudo observa la vagina, la ranura y hasta el hueco por donde había soñado con meter su polla. Detectó un bultito, que consideró que era el clítoris, y se concentró en el mismo, dándole suaves golpecitos, rodeándolo con su lengua, levantando los gemidos de la mujer que no se esperaba aquello del amigo de su hijo… oh siii ….mmmm oh si nene… siiii,
Enriqueta estaba enloquecida. Aquel jovencito, que ella creía medio afeminado, muy tranquilo y casi tímido, le estaba propiciando una comida de coño en toda regla. Jamás su marido se había atrevido hacerlo. Él era muy conservador.
La lengua del joven alternaba el clítoris, con un repaso completo a toda la raja, penetrándola con la punta de su lengua, succionando a veces los labios, y hasta el propio clítoris. La mujer estaba al borde de la locura, no sabia ni como colocarse. De hecho, se tuvo que apoyar en la cabeza del joven para no desfallecer. Una última concentración del joven sobre el clítoris, el cual succionó intensamente, llevó a la mujer a la locura. Temió que sus gritos fueran escuchados por su hijo.
Su orgasmo no se hizo de rogar. Mucho más, cuando el ávido joven, comenzó a batir frenéticamente su lengua sobre el clítoris: arriba y abajo, derecha e izquierda, repitiendo la acción una y otra vez. El joven no se detuvo pese a la gran cantidad de flujo que emanaba del coño de aquella mujer, que le llenaba toda su boca y basta bajaba por su mejilla. Ahh.., no pares Santi… oh siii…, no pares…- exclamó la mujer, que vio como comenzó a convulsionarse. -Oh nene me vengo… oh siii me corroo…., siiii, sigue, me corroooo… Aaahh.
Presa de auténtica locura, comenzó agitarse, retorciendo su cuerpo de autentico placer, al tiempo que movía sus caderas sobre la propia lengua del joven, buscando alcanzar el máximo placer con la deliciosa lengua del joven. Se agarró fuerte al joven para no desfallecer, mientras se venía estrepitosamente. Tras un soberano orgasmo, la mujer comenzó a flaquear, como si se derrumbara poco a poco, aunque el joven continuó dándole lengua a su agitado clítoris.
Por fin, no pudo más y logró retirarse del muchacho. Observó la cara del mismo, viendo que aún permanecían los restos de su flujo vaginal en sus labios, y hasta parte de su barbilla.
-Oh Santi. Me he corrido en tu boca… ¿Dónde aprendiste hacer esto? - le preguntó la mujer con cierta admiración.
El joven viendo que la mujer se mostraba satisfecha con el trabajito que le había realizado, tomo confianza y decidió ser algo más decidido, perdiendo parte de su timidez, contestándole: Lo he aprendido en internet.
-¿Nunca lo habías hecho con jóvenes de tu edad? ¿Me estás diciendo que es tu primera vez? le pregunto excitada la mujer.
-se lo juro. ¡¡Nunca he estado con nadie!!- le contesto tímidamente el joven. Resultó una confesión clara para la mujer de que el amigo de su hijo nunca había realizado acción similar. ¡Aquel joven permanecía virgen!
No se lo podía creer. Dirigió su mirada hacia el falo del joven, el cual comprobó con asombro que se había encabritado nuevamente, emergiendo como un fierro apuntando hacia el techo como un verdadero misil. - Vaya veo que sigues en forma. ¡Qué cabronazo se te ha vuelto a poner bien dura!
Ella sabía claramente lo que el joven deseaba. Tenía claro que aquel muchacho deseaba meterle su verga. Pero, ella no estaba preparada para eso. Por otro lado, era consciente de que no se cuidaba. No es que no quisiera clavarse aquella enorme daga juvenil. Es que tenía reparos, y era consciente del peligro.
En ese momento, escuchó que su hijo tocaba a la puerta del baño llamando a Santi. Santi, estas ahí… ¿porque tardas tanto? ¿Te ocurre algo?
-No me ocurre nada. Dentro de un momento voy. Tranquilo- le contestó al joven logrando sobreponerse, ante la cara de intranquilidad de la mujer.
Enriqueta se dio cuenta que la intervención de su hijo había sido bastante oportuna, por lo que decidió dar por terminado aquel encuentro. Por ello, le dijo al amigo de su hijo: debemos vestirnos. Mi hijo puede sospechar. ¡De esto nada a nadie! ¡Mi hijo nunca debe saberlo! Y, antes de salir, le reitero: ¡otro día te dejaré mis bragas usadas en la cesta para que puedas volver a correrte a gusto!
La mujer salió primero, dejando al joven con una tremenda empalmadura.
Tras lo ocurrido, Enriqueta no pudo sacarse de la cabeza al joven. Se había quedado anonadada y sorprendida con el amigo de su hijo. No solo había descubierto que el joven no tenía tendencias homosexuales, sino que, además, le había realizado una comida de coño, que jamás hubiera soñado. Esa nueva e inesperada experiencia con el joven, la había hecho revivir. Notaba que volvía a ser mujer. Sentirse deseada por un muchacho con Santi, era algo que no esperaba, pero que estimulada su ego.
Su actitud hacia el muchacho cambio. En cuando sentía la presencia del mismo en su casa, notaba como su cuerpo se agitaba. Ver al mismo, le hacía desear volver a sentir la lengua del joven en su coño. Notaba como mojaba sus bragas, especialmente pensando en cómo se vino en la boca del muchacho.
Al no tener la oportunidad de volver a estar a solas con éste, le llevó a calmar sus ansias, masturbarse en su dormitorio. Percibía que aquella situación la estaba superando. Sus ganas de volver a estar con el joven, eran tan intensas que sentía que no iba a tener fuerzas para resistir cuando aquel decidiera penetrarla. Su marido continuaba siendo poco activo sexualmente, lo que estimulada más sus pensamientos y deseos de volver a estar con el joven. Esa ansiedad la estaba atormentando. Ella necesitaba más, necesitaba volver a sentirse mujer, sentirse viva.
Recordaba el largo pene del joven, la dureza del mismo en sus manos, ansiaba clavárselo en su coño. Recordó que era mucho más largo y grande que el de su marido. Aunque había dado a luz en una ocasión, tenía la sensación de que su vagina se había vuelto a estrechar. Por ello, tenía ciertos reparos al recordar las dimensiones de aquel nabo juvenil.
Esa voracidad por volver a tener al joven, la hizo comenzar a cometer ciertas locuras, inconcebibles en una mujer casada. Morbosamente, comenzó a colocarse utilizando posiciones algo sugerentes ante el joven, agachándose ante el mismo, para que aquel pudiera contemplar sus braguitas. O, bien, se soltaba algunos botones de su blusa, para que aquel pudiera visualizar parte de sus pechos. De hecho, cometió la locura hasta de no ponerse sostén, con el fin de poder exhibirse mejor ante el joven. Evidentemente todo esto lo hacía a espaldas de su hijo, pero ello no evitó que Isidoro se diera cuenta de que su madre no llevaba sostén.
Cierto día, al ver que había acudido Santi a la casa, Enriqueta comenzó a excitarse, necesitando volver a estar a solas con el muchacho. Por ello, tras pensarlo, decidió mandar a Isidoro de compras al supermercado. En cuanto su hijo salió, buscó al joven y ante el asombro y timidez del mismo, lo llevó de nuevo hasta el baño. Una vez dentro, no se contuvo, y bajándose su braguita, le pidió al joven que volviera a comérselo. Santi, pese a su sorpresa, tampoco esperó mucho, realizando un buen trabajo, incluso mejor que la otra vez, logrando que la mujer alcanzara un nuevo orgasmo.
Enriqueta quedó satisfecha, diciéndole: -gracias nene. ¡Lo comes de maravilla! Pero, tenemos que volver a dejarlo. Isidoro puede llegar de un momento a otro.
El joven se quedó con un palmo de narices. Había abrigado la esperanza de penetrar a la madre de su amigo. Pero comprobó que aquella se había limitado a satisfacer su necesidad, dejando al mismo con una empalmadura a rabiar.
Enriqueta, ante de salir, atrapó los genitales del joven con su mano, aún bajo el pantalón, al tiempo que se acercó por primera vez a la cara del joven amigo de su hijo, y le dio un beso muy suave en la boca. Sabía que aquel aún mantenía el flujo de su vagina en los labios. Le sonrió tras besarlo, marchando fuera del baño.
El joven se lavó y espero la llegada del amigo. Pero, se sintió nuevamente defraudado. Él quería tener su primer encuentro con aquella mujer. Deseaba estrenarse con la madre de su amigo. Tuvo que volver aguantarse. No obstante, cada vez más sus ansias por tener aquella mujer se multiplicaron.
Días después de lo ocurrido, Isidoro le dijo a su madre que al día siguiente Santi se iba a quedar en la casa por la noche. Esa noticia agitó a la mujer. Era una noticia que estremeció todo su cuerpo. Por ello, pensó en como poder verse con el joven en la noche mientras el resto de familiares durmieran. Sabía que era una temeridad, pero su locura por el joven la estaba cegando.
Esa noche esperó a que todos se durmieran. Había comprobado que su marido, como en varias ocasiones que salía con sus amigos, regresó bastante ebrio, quedándose profundamente dormido en la cama. Eso la animó a decidirse. Espero un tiempo prudencial, y se levantó de la cama. Se había colocado a propósito un camisón de dormir bastante sugerente. La tela era tan suave y trasparente que dejaba entrever sus braguitas y su sostén. Se miró al espejo y decidió retirarse el sostén. Se observó de nuevo comprobando como emergía sobre la suave tela del camisón, el relieve de sus grandes pezones, pudiendo detectarse claramente sus pechos. Sabía que eso iba a poner al joven embravecido. Para no levantar sospechas por si la veía su hijo, se colocó un bata por encima y salió al pasillo.
La habitación de su hijo estaba en la planta alta, y sabía que Santi dormía en la misma habitación. Se dirigió a la cocina para calmar su ansiedad. Mientras estaba tomando un vaso de agua, escucho que alguien se acercaba hasta la cocina. Ante la posibilidad de que fuera Isidoro, se ciñó bien la bata. Luego, comprobó con satisfacción que era Santi. El joven solo llevaba puesto un pantalón corto, sin camiseta que cubriera el pecho y tórax del mismo.
Hola Santi, parece que ambos hemos tenido la misma necesidad. Le dijo la misma, sin poder contener su cara de felicidad al verlo.
-Buenas noches señora. Si, me levanté porque tenía un poco de sed.
Ella misma decidió abrir la nevera y sacó una botella de agua fría. En ese momento, de forma disimulada soltó el lazo que ceñía la bata de levantar. Luego tomando la botella se acercó hasta el joven, el cual se hallaba sentado en una silla de la cocina. Al verter el agua en el vaso, se abrió totalmente la bata de levantar, mostrándose ante el joven, quien pudo comprobar que debajo únicamente llevaba el camisón de dormir sumamente trasparente.
Javi, al ver los tremendos pezones de la mujer que emergían bajo la suave tela, y detectar el tamaño de los pechos, al no llevar sostén, notó como su pene emergió sin remedio marcando claramente en el pantalón. ¡No se lo esperaba!
Enriqueta fue consciente de la impresión que causó en el joven su vestimenta. Tras llenar el vaso de agua, se quedó mirándolo, sin ceñirse su bata. Le gustó comprobar como el joven se relamía observando sus hermosos muslos al desnudo, donde igualmente se apreciaba claramente la braguita que llevaba debajo. Le sonrió diciéndole: ¿te gusta mi camisón de dormir?
El joven, le miró sonrojándose, afirmando con la cabeza, ya que no se atrevía articular palabra. La cara del joven era un auténtico poema. Y esa carita de joven asustado, y embobado, más excitó a la mujer.
¿te gustan mis pechos? he visto que no paras de mirarlos. - le dijo de nuevo para excitarlo. Y para aumentar el nerviosismo del joven, se alongó sobre él, para que pudiera tener una mejor visión del canalillo de sus senos.
El joven se limitó a tragar saliva, revolviéndose en la silla, sin saber cómo actuar. Notaba que su pene se había puesto bastante erecto, y marcaba claramente en el pantalón. De ello se percató la mujer, quien morbosamente, se acercó al oído y le susurró. ¿te gustaría ver al desnudo los pechos de la madre de tu amigo?
El joven palideció ante aquella pregunta. Enrojeció, aflorando los colores en todo su rostro. Ese enrojecimiento enardeció más a la mujer, que añadió: Dime Santi. ¿Te gustaría que pusiera mis pechos en tu boquita? ¿Te gustaría saborearlos?
Viendo que el joven continuaba enmudecido, mirando fijamente sus pechos, Enriqueta decidió echarse a un lado una de las asillas del camisón bajando la misma, y mostrando al joven uno de sus pechos al desnudo. Al ver la carita del joven, lo acercó a la cara de éste. Tomo decididamente el pecho en su mano y lo aceró hasta la boca del joven.
No tuvo que decirle nada más, el joven abrió su boca y lamió suavemente el borde del pecho, para luego irse acercando, hasta meter en su boca el pezón, negro y abultado, succionando suavemente el mismo. Oh nene. sí… oh… que boquita tienes… Suave nene… que los tengo muy requintados y me duelen.
Al ver como aquel joven le comenzó a mamar su pecho, decidió hacer lo mismo con el otro, quedando sus dos pechos al descubierto. Santi no era ningún experto, pero supo cómo acariciar los mismos, y como lamerlos, mamándolos despacio y con dulzura. La mujer se percató que comenzó a mojarse, su braga ya estaba húmeda. Aquel nene le estaba mamando sus pechos, con gran delicadeza, produciéndole un gran placer. Tanto, que mientras lo hacía, le acariciaba suavemente la cabeza, diciéndole: Oh si Santi…sigue así… comételos … … oh que bien lo haces…
Al apreciar el tremendo bulto que emergía en el pantalón del joven, no pudo reprimirse, y alargando su mano, la introdujo por encima del corto pantalón, bajando hasta alcanzar el desnudo pene del joven. Un escalofrío volvió a recorrer su cuerpo al verificar la tremenda empalmadura del muchacho. Tenía el falo duro y firme como el palo de una bandera. Lo masajeó, abarcándolo con su mano, acariciándolo todo desde arriba hasta abajo. Vaya Santi… ¿cómo estás? Joder, que dura la tienes.
Excitada, fue más osada, bajando aún más la mano hasta alcanzar los testículos del joven, ansiosa por comprobar la carga seminal del joven. Los apretó en su mano, exclamando: Uhm… Santi, parece que los tienes llenitos.
El joven no paraba de mamar y succionar los hermosos pechos de la madre de su amigo, estremeciéndose al sentir como la mano de aquella acariciaba su desnudo pene y sus huevos. No necesitaba más. Se estaba poniendo como un toro.
Enriqueta igualmente se dio cuenta que se estaba calentado al máximo. Sintió la imperiosa necesidad de tener la polla del joven invadiendo su vagina. Pero no podía hacerlo en plena cocina, era una temeridad. Detuvo al joven, y tomándolo de la mano, lo llevó hasta el fondo del pasillo.
Había una habitación al fondo, alejada del dormitorio matrimonial, que solo se usaba cuando venía alguna persona extrañada o un familiar. La tenía ocupada con bastantes trastos, pero al menos había una cama, y se dijo que aquello podía ser suficiente. Una vez dentro, cerró la puerta con llave.
Luego se acercó al joven, y lo sentó al borde del lecho. Morbosamente se colocó delante del mismo, retirándose la bata de levantar, quedándose únicamente con el camisón de dormir. Viendo la cara de excitación del joven, tiró del corto pantalón y se lo sacó por los pies, haciendo lo propio luego con el slip. Contemplo, admirada el tremendo sable del joven. ¡No era un pene cualquiera! Quedó nuevamente admirada ante el vástago del amigo de su hijo. ¡Qué bien dotado estaba!
El pene emergía entre las piernas del muchacho enfilada hacia el techo con una empalmadura notable. No pudo reprimirse, y comenzó acariciarlo de nuevo, masajeándolo completamente de arriba hasta la misma base, una y otra vez. Al tiempo que volvía acariciar los testículos, notando los escalofríos que producía en el joven. Se notaba excitada con la visión de los genitales del muchacho. Estaba acostumbrada a ver el pene de su esposo, que apenas se le levantaba, y de unas dimensiones raquíticas, comparadas con la del amigo de su hijo, que no podía reprimir sus ganas.
Acercó su boca a la del joven, y lo besó profundamente, metiendo la lengua hasta el fondo de su boca. Se sentía tremendamente caliente, arrecha, con ganas de un polvo. No se lo pensó más, sin mediar palabra, se dirigió al pene del joven, y tras darle unas lamidas a la cabeza, se lo metió enteramente en su boca. Jamás había realizado dicha acción a su marido. Pero, estaba tan salida, que quiso dar rienda suelta a su imaginación. Lo hizo dos o tres veces, con tanto placer para el joven, que éste pensó que se iba a correr al instante. La mujer fue consciente de ello, y sacó el pene de su boca. No quería que se corriera tan pronto, ni tampoco dentro de su cavidad bucal. Miró nuevamente al joven y se dirigió a la boca del mismo y volvió a besarlo, dejando parte de los sabores de su pene.
Estaba tan cachonda que parecía una fulana en busca de macho. Su braguita estaba tan encharcada que hasta sus fluidos descendían por sus muslos. Se dio cuenta que había llegado el momento, necesitaba tener el falo del joven en su coñito. Se dijo que debía haber comprado un condón. Pero, sabía que no estaba en sus días fértiles, y que el peligro era menor, por lo que decidió arriesgarse. Repasó nuevamente con su mano el pene del joven, al tiempo que se fue desprendiendo de su braga. Se pasó la mano por su vagina y la hallo totalmente mojada.
Uf nene. ¡Me tienes bien mojada! Le dijo llevando la mano del joven a su entrepierna para que lo comprobara.
-¿Te has dado cuenta como me has puesto? No debería, pero “vas a tener que meterme tu polla”. Y, mirándolo a la cara, sin parar de toquetear el falo del joven, añadió: ¿quieres clavarle tu polla a la madre de tu amigo? Se detuvo comprobando el efecto que sus palabras causaron en el joven. Luego, viendo la excitación del joven añadió: ¿quieres follartela verdad? Todo ello sin parar de mansear de forma descarada el pene del muchacho, hasta terminar diciéndole: ¡eres un cabronazo! ¡Veo en tu cara que lo estas deseando!
-Oh señora…. Se atrevió a exclamar el joven, tremendamente excitado, sin poder articular más palabras. No se creía lo que le estaba ocurriendo. A fin parecía que iba a poder cogerse a la madre de su amigo. Algo añorado, pero que siempre le había parecido inalcanzable.
- Como “que señora” … ¿te quieres follar a la madre te tu amigo o no?- le recriminó la mujer para terminar de excitarlo.
-si … claro…- exclamó por fin el joven. Temeroso de que aquella se rajara.
La mujer entonces se recostó sobre la cama, abriéndose de piernas, mostrándole toda su vagina al joven, diciéndole: a que esperas. Vamos “clávame esa polla de una vez”.
El joven observó obnubilado la entrepierna de la mujer. Entre la gran maraña de vellos negros, destacaba su vagina, verificando que debía estar suficientemente lubricada por el brillo de sus labios vaginales. Sin pensárselo dos veces, se colocó encima de la mujer, metiéndose entre sus dos piernas, acercando su falo a la vagina de aquella. Estaba tan arrecho y nervioso, que se precipitó en su decisión de clavar a la mujer. Tenía tanto miedo a que aquella terminara por arrepentirse, que, sin mucho miramiento, acercó su falo colocándolo a la entra de la cueva, presionando al instante. La mujer gimió al sentir el largo cáñamo del joven invadiendo por primera vez su vagina. Evidentemente la invasión del joven fue repentina y casi violenta. No estaba acostumbrada a un falo de aquellas características. No obstante, nada le dijo, intentando abrir sus piernas para facilitar la tarea. Pese, a que pronto intentó cerrarlas, al ver como el joven, le ensartaba la totalidad de su pene hasta las mismas bolas. Oh despacio ooo … ¡cómo me abres!…oh … cabronazo…..
Enriqueta quedó agitada al comprobar que el chaval le había endosado la totalidad de su falo casi de una clavada: Oh Santi… .. me la has metido toda…. Vamos, ahora … sigue, no te pares ahora… ¡Ya soy tuya nene!.. .
La mujer presa de auténtica pasión sexual, sintió como su cuerpo comenzaba a revivir con la presencia de aquella enorme verga joven en sus entrañas. Tenía en su vagina un pene muy superior al de su esposo. Era una polla joven y vigorosa, que la llenaba por completo. Las clavadas que le estaba dando el joven, eran cada vez más intensas y profundas, lo que la llevó a saborearlas y disfrutar de aquella cogida. O si Javi… sigue …. Así revienta a la madre de tu amigo… así… mete tu polla …ohh… así…
Exclamó Enriqueta sintiendo como su cuerpo comenzó a colaborar con las penetraciones del joven, retorciéndose de placer mientras el joven, no paraba de bombear ardiente coño. El joven parecía un toro embravecido. La tomó por las caderas, valiéndose de su altura y de la envergadura de su cuerpo, y empujó con toda su fuerza, clavando una y otra vez su pene la ardiente vagina, como si pretendiera reventarla.
Para ser un joven primerizo, la mujer se dio cuenta que la estaba follando con gran maestría. Su largo falo entraba endurecido en su coño, levantando sensaciones de extrema pasión en la mujer. Nada que ver con su esposo. El joven tenía una vitalidad envidiable. Pronto se dio cuenta que la estaba llegando su primer orgasmo. Lo necesitaba, hacía tiempo que no se corría con una polla dentro. Oh si Santi…. sigue así…. oh joder vas hacer que me corra…
El joven, al oír las palabras de la mujer decidió emplearse a fondo, y arremetió con mayor fuerza, clavando una y otra vez su verga en el coño de la madre de su amigo. Su verga se asimilaba a una perforadora, que era clavada sin piedad en el coño de la mujer, a una velocidad cada vez más intensa y profunda.
Ello surtió los efectos deseados, ya que momentos después, las embestidas del joven resultaron suficientes para que la mujer alcanzaba su primer orgasmo de la noche. Enriqueta no reparó en gemidos, y alaridos, intentando que no fueran muy intensos, para evitar ser oída por su hijo o por su marido. Llevaba tiempo sin un buen polvo, por lo que se recreó disfrutando y gozando de las continuas penetraciones que le propiciaba aquel joven, retorciéndose mientras alcanzaba el climax: Oh si me vengo ooooo…
Su cuerpo comenzó a convulsionarse una y otra vez, abriendo sus piernas al máximo, para que el falo del muchacho le entraba más adentro. Con el afán de que la penetración fuera más profunda, entrelazó sus piernas alrededor de las caderas del joven, mientras aquel machaqueaba una y otra vez su abierto coño. Oh nene sigue… me matas….
Enriqueta quedó sorprendida, ya que, pese haberse corrido, el joven continuó perforándola como si nada hubiera ocurrido. La vitalidad de aquel joven la enardeció. Hasta el punto que pronto volvió alcanzar un segundo orgasmo, entregándose completamente al joven, quien martilleaba su coño con fuerza y precisión. La mujer no daba crédito. Aquel joven la había hecho correr en dos ocasiones sin sacarle su pene del coño. Algo que jamás podría igualar su esposo.
Visualizó las gotas de sudor bajando por el rostro del joven, ante el tremendo esfuerzo realizado y mayor excitación le entró. Al propio tiempo se percató de que el muchacho estaba a punto de correrse. Notaba que el joven necesitaba descargar. Por prudencia, pensó en pedirle que lo hiciera fuera. Pero, era la primera vez del mismo. Por otro lado, ansiaba sentir el fluir del semen de aquel joven macho en su coño.
-Oh Santi ¿estas a punto verdad?... le preguntó .. oh nene lo veo en tu cara. ¡¡Cabronazo estas deseando hacerlo dentro!!. Oh ….. sabes que es peligroso. Le comentó. No obstante, se arrepintió y tomó la decisión de dejar que la llenara, diciéndole: Santi no debería dejarte…. Es muy peligroso… pero es tu primera vez …. Vamos …échalo dentro… riega con tu semen a la madre de tu amigo…
Santi que estaba al límite, no esperó dos veces a que se lo repitiera. Al escuchar las palabras de la mujer, su pene se encabritó y comenzó a escupir semen con gran estrépito dentro de la vagina de aquella casada. Era su primera corrida dentro de una mujer. Pese a su inexperiencia, percibió claramente como, mientras la penetraba, iba lanzando lechada tras lechada regando las paredes vaginales de la madre de su amigo. Se estaba viniendo dentro, y eso era algo que jamás había soñado: Oh.. señora.. siiii oooo
El joven pensaba que estaba en otra dimensión. El enorme placer que sintió mientras lanzaba su semen dentro del caliente coño de la madre de su amigo, lo estaba llevando al éxtasis. No supo cuánto tiempo estuvo lanzando semen dentro de aquel ardiente coño. Únicamente era consciente de que aquella mujer lo estaba deslechando. Se había venido tanto, que parecía haber vaciado sus testículos. El placer fue inaudito. Se estaba enamorado de aquella mujer.
Al acabar, aún encima de la mujer, recostó su cabeza al lado de la misma, agotado por el tremendo esfuerzo. Enriqueta acarició la cabeza del mismo, como si fuera un hijo suyo, casi mimándolo, diciéndole al oído: Santi. O nene. ¡Te has portado muy bien! Requeté bien. Me has hecho correr dos veces.
Luego, tomando suavemente su cabeza lo hizo incorporar un poco para poder besarlo, de forma sensual y ardiente. Durante unos minutos ambos saborearon el paladar se sus respectivos fluidos bucales, entrelazando sus lenguas, como dos auténticos enamorados.
La mujer se sintió claramente reconfortada. Había disfrutado de una cogida, que tenía bien merecida. Aún sentía la verga del joven en su vagina, la cual le parecía que no se iba a desinflar nunca. Notaba que el joven, la había regado copiosamente. Jamás su esposo se había corrido de aquella forma. ¡Ni por asomo!
Su agitación aumento al comprobar que el falo del joven, no solo no descendía, sino que volvía a endurecerse dentro de su vagina. Le miró a la cara, sorprendida, agitada. Tomando al joven con sus manos, se revolcó en la cama, logrando quedar encima del mismo. Ahora estaba encima de aquel.
-cabronazo. ¡Se te está poniendo dura otra vez! ¡Oh nene que aguante tienes! ¿Quieres seguir follandome?
Sin poder contenerse, sintiendo completamente dura la verga del joven dentro de su coño, comenzó a realizar los movimientos de subida y bajada, clavándose y desclavándose el pene. Se creía una amazona cabalgando a su macho. Cada vez fue aumentado su cabalgada, realizando al propio tiempo movimientos giratorios con sus caderas, que le producían gran satisfacción. El joven alargó sus manos y tomo las nalgas desnudas de la mujer ayudándola a impulsarse hacia arriba. Sin embargo, la visión de los pechos de la madre de su amigo, lo tenían encelado. Con cierto temor, dirigió sus manos hacia ellos, y los atrapó. Suavemente los acarició, mientras aquella seguía cabalgando su polla. Sus manos rodearon aquellos. Eran tan grandes que casi no le cabían en sus manos. Los acarició con gran placer, masajeándolos y atrapándolos entre sus manos, dejando solo a la vista los duros pezones.
Enriqueta, excitada ante la acción inesperada del joven, le dijo: -¿te gustan mis pechos? Uhm si nene tócamelos, pero despacio … oh cabronazo vas a hacer que me corra de nuevo.
La mujer, al comprobar como el joven tomaba sus pechos en sus manos, los acariciaba y hasta le tocaba con la yema de los dedos los pezones, no pudo más. Al instante comenzó agitarse, hasta que alcanzó nuevamente el orgasmo, el tercero. Se quedó sentada sobre los muslos del joven, con todo el falo dentro, contrayendo sus paredes vaginales al máximo, mientras se venía estrepitosamente. No se lo creía. Se había corrido tres veces.
Observando que el joven continuaba con su pene endurecido, lo miró lascivamente, y colocándose en plan de perrito sobre la cama, le dijo: Anda ..nene, ¿quieres montarme? Vamos, “monta a la madre de tu amigo”. Vuelve a clavarme esa buena polla.
El joven no se hizo esperar. Al ver aquella tremenda hembra colocada en cuatro sobre la cama, instándolo a montarla hizo que su verga creciera aún más. Posicionándose tras la mujer, acercó su falo, presionó, comprobando como, casi sin esfuerzo, su pene entró dentro de la vagina fácilmente, dado lo lubricada que se encontraba. Su excitación al estar follando a la madre de su amigo en aquella posición, le llevó a tomarla por las caderas arremetiendo con fuerza, clavando completamente su daga profundamente en el coño de la mujer. Oh cabronazo… oh si… reviénteme… oh si dame fuerte….
Dicho y hecho. El joven comenzó a embestir a la mujer con todas sus fuerzas, metiendo y sacando su falo una y otra vez. Se la estuvo follando de esa forma durante casi diez minutos demostrando su enorme vitalidad. Hasta que, llegó un momento en que no pudo aguantar más su venida. Enriqueta lo percibió y girando la cabeza hacia atrás, lo animo hacerlo: Vamos machito…. “Vacíate dentro otra vez”. Llena a la madre de tu amigo…. ¡dame de nuevo tu leche!
El cuerpo del joven pareció temblar de placer, mientras soltaba nuevamente su descarga. Hasta el propio joven se quedó sorprendido al comprobar que aún le quedaba en la recarga una buena cantidad de espeso semen. Esta vez le clavó totalmente el falo, dejándolo dentro, profundamente, para luego irse deslechado poco a poco. Quedó agotado recostándose sobre la espalda de la mujer.
Cuando el joven se salió de ella, y se recostaron en la cama, Enriqueta le miró asombrada. Oh Santi… eres un auténtico semental… ¡qué forma de correrse! Menos mal que no estoy en mis días fértiles. Si no, ¡seguro que me preñas!
Ambos estaban agotados, derrotados, por lo que se quedaron abrazados durmiendo en la cama durante casi una hora.
Isidoro era uno de sus mejores amigos, resultando por lo tanto normal que ambos frecuentaran sus respectivas casas. Desde los primeros momentos en que al joven le llegó la efervescencia sexual, pese a su gran timidez por manifestar sus sentimientos, devoró toda clase de revistas y pelis de contenido erótico que tuvo a su alcance. En esos momentos se iniciaron sus fantasías con la madre de su amigo. Como hemos señalado en su etapa de estudiante de bachillerato visitaba la casa de Isidoro, para realizar tareas juntos, ya que ambos estaban en la misma clase. Inicialmente se limitaba a visitar la casa para realizar las tareas con su amigo, o para jugar, e incluso en varias ocasiones se había quedado a dormir.
Era una joven bastante inteligente, con unas calificaciones brillantes, aunque algo tímido, e introvertido. En esos momentos, comenzó a interesarse por las historias que le contaban los amigos del colegio sobre sus primeras relaciones sexuales. Se dio cuenta que cuando se masturbaba se relajaba y comenzó a verlo como un acto placentero. Obviamente a espaldas de sus padres.
Igualmente comenzó a ver a las personas del sexo opuesto de forma diferente. Comenzó a interesarte de otra manera por las chicas de su clase, e incluso las de su familia, especialmente sus primas. Pero había una mujer, con la que comenzó a soñar y fantasear ardientemente. Esta era Enriqueta, la madre de su amigo Isidoro, a la que comenzó a observar con detenimiento, siendo objeto de sus fantasías masturbatorias.
Enriqueta, ya había alcanzado los cuarenta y dos años, pero continuaba siendo una mujer joven, sumamente atractiva, de muy bello rostro, cuerpo delgado, y con una anatomía casi perfecta. Era verdad que sus pechos parecían un poco grandes, pero se denotaba que aún conservaban su firmeza. Aquella siempre había acogido a Santi con cariño en su casa, le servía la merienda, e incluso le atendía muy bien cada vez que se quedaba en su casa.
Enriqueta se hallaba casada con Dámaso, un hombre ya cincuentenario, bastante gordinflón, quizás por la gran cantidad de cerveza que consumía. No es que fuera mal parecido, sino que su aspecto un poco descuidado, con su abultada barriga, lo hacía parecer de mayor edad, y desentonaba con la mujer que tenía por esposa. Tenía un carácter tosco, casi grotesco, algo autoritario, que quería que las cosas se hicieran como él decía. No era mala persona, pero no le gustaba que lo contrariaran. Santi ya conocía ese carácter y por ello trataba de no incomodarlo. Percibía el tremendo respeto que Isidoro tenía por su padre, más bien temor. Hasta la propia Enriqueta no escapaba a los improperios del mismo, cuando tenía alguna copa de más, o cuando le contrariaban.
Enriqueta siempre había visto Santi, como un jovencito al que había visto crecer desde casi la infancia, y que era uno de los mejores amigos de su hijo, y que en aquellos momentos se había convertido en todo un joven universitario.
Ella eran la que más instaba a su hijo para que mantuviera su amistad, ya que Santi era muy inteligente y le servía de bastante ayuda al mismo en las tareas escolares. Desde siempre había visto al joven como un joven muy tranquilo, bastante tímido al que le costaba hablar, que se sonrojaba ante cualquier extremo que le pudiera afectar. Isidoro y el eran casi de la misma edad, aunque Santi parecía más corpulento y de mayor estatura que su amigo. A su mayoría de edad, sobrepasaba con creces el 1.80, y continuaba poseyendo su timidez. De nacimiento del habían salido algunas pecas, que, con su piel bastante blanquecina, resultaban, aunque esto no era del agrado del joven.
Enriqueta, desde hacia algún tiempo había pensado que el amigo de su hijo debía tener tendencias homosexuales, ya que le parecía tan tranquilo, introvertido, sonrojándose por cualquier broma que la hicieran sobre las mujeres. Hasta el punto que llegó a preocuparse por su hijo, ya que se les veía muy unidos.
Evidentemente, si la mujer hubiera sabido lo que pasaba por la mente del joven, seguro que no hubiera pensado de aquella forma. Pese haber accedido a la universidad, Santi continuó acudiendo a la casa de su amigo para realizar las tareas, e incluso pasaba gran parte del tiempo jugando o hablando con éste. Enriqueta, como siempre, hablaba con ellos, y les llevaba la merienda. En más de una ocasión observó al amigo de su hijo mirando sus piernas y su trasero, o contemplando sus hermosos pechos que emergían generosos en la blusa que normalmente solía ponerse. Pensó que la observaba cariñosamente, más en sentido maternal, sin sospechar que la estuviera mirando con deseo.
Santi estaba tan ciego por la madre de su amigo, que en una ocasión en que entró al baño de la casa, observó la cesta de la ropa sucia. Sabía que la madre de su amigo se había duchado hacía poco tiempo. Sin pensarlo dos veces, se atrevió a mirar en la misma, observando unas braguitas que dedujo debían ser de Enriqueta. Una vez en su mano, las acercó a su nariz y aspiró el olor de aquellas imitando alguna peli que había visto en internet. Al percibir el olor embriagador de la zona que había estado en contacto con la vagina, noto como se erecto su falo bajo el pantalón.
Había visto pelis eróticas de hombres que se masturbaban oliendo las bragas de una mujer. No se lo pensó dos veces, e intentó imitarlos. Sin pensarlo, se bajó los pantalones, y extrayendo su pene comenzó a masturbarse. Pronto su falo adquirió unas proporciones destacables, hasta que sin poder contenerse eyaculó vertiendo su semen en las propias bragas de la mujer. Al escuchar que su amigo le llamaba, con nerviosismo dejó las bragas en la cesta y salió rápidamente. El problema fue que se acostumbró a realizar esta misma operación cuando iba a la casa de su amigo, y para suerte suya, casi siempre encontraba alguna braga de la mujer, las cuales rebuscaba hasta encontrar, dentro de la cesta de la ropa.
Pero, al realizarlo con frecuencia, motivó que Enriqueta terminara dándose cuenta de ello. Un buen día se percató que sus pantys estaban al principio de la cesta de la ropa, y se dijo que recordaba haberlas dejando casi en el fondo. Al comprobar que otro día ocurrió la mismo, comenzó a preocuparse. Su sorpresa llegó cuando percibió el olor que desprendían las mismas. Tras olerlas, se dijo que aquello no podía ser de su vagina. Es más, las miró con detenimiento comprobando una sustancia viscosa en las mismas y dedujo era semen masculino. Un estremecimiento la envolvió. Varios pensamientos pasaron por su mente, deduciendo que alguien se había estado corriendo en sus bragas. En principio descartó a su marido, ya que no pensaba que éste pudiera llevar a cabo un tipo de acción como aquella. Por otro lado, aquel parecía haber perdido su apetito sexual, ya que sus encuentros se habían esparcido cada vez más.
Terminó por preguntarse si podía ser su propio hijo, Isidoro. No le paso por la cabeza que pudiera ser Santi. Ella deducía que el amigo de su hijo, era más bien algo afeminado, por lo que le costaba asimilar que hubiera obrado de aquella forma. Por ello dedujo que debió ser Isidoro.
Antes estos hechos, decidió comenzar a investigar. Un día que había llegado el joven a su casa, dejó como siempre tras ducharse, las bragas en la cesta de la ropa del baño. Estuvo atenta, para comprobar quien acudía al baño. Pero comprobó que nada ocurrió. Volvió a vigilar de nuevo, especialmente una tarde en que vino a casa el amigo de su hijo. Quedo sorprendida al comprobar que el que accedió al baño fue Santi. Aunque aquello tampoco era una prueba, por lo que decidió esperar. Al ver que pasó cierto tiempo dentro, decidió acudir, tocando en la puerta del baño.
Santi se encontraba en ese momento pajeandome como de costumbre con las bragas de la mujer. En canto oyó que tocaban la puerta del baño, se puso nervioso, y dejó las bragas manchadas con su semen a toda prisa dentro de la cesta de la ropa, saliendo rápidamente, encontrándose en la puerta con la madre de su amigo.
-¿Estabas dentro? Es que me entraron ganas y no sabía quién estaba- le dijo aquella como justificación.
El joven se quedó como electrocutado, enrojeciendo, al comprobar que era Enriqueta quien tocaba en la puerta. Los colores afloraron a su rostro, yéndose a la habitación de su amigo sin apenas contestar a la mujer.
El enrojecimiento del joven hizo sospechar a la mujer. Nada más entrar al baño, se dirigió a comprobar la cesta de la ropa, agitándose al comprobar que sus braguitas estaban nuevamente al inició, constatando que se hallaban impregnadas de semen. Además, verificó que éste había sido reciente. Ya no le quedó ninguna duda de que era el joven amigo de su hijo. Aunque su primera reacción fue la de llamar al joven y darla una reprimenda, se tranquilizó, y decidió pensar cómo actuar.
Las iba devolver a la cesta, deteniéndose. Le entró la curiosidad por oler el semen del joven. Tras acercarlo a su nariz, percibió el fuerte olor a éste, y sin poder evitarlo sintió un estremecimiento. Luego se dijo: ¿En qué estoy pensando? Pero si ese joven es aún un chaval, el amigo de mi hijo.
Lo que había descubierto le dejó preocupada, pero a su vez no pudo evitar notarse excitada. No lo entendía, pero llevaba tanto tiempo sin sentirse deseada por su esposo, que saber que el joven se pajeaba pensando en ella, la altero. Por otro lado, le tranquilizó comprobar que el amigo de su hijo no era el afeminado que ella creía.
En las dos ocasiones posteriores en que el joven visitó la vivienda de su amigo, éste fue cauto y no se masturbó con las bragas usadas de la mujer, pese haberlas visualizado y hasta olido nuevamente. Enriqueta sabía que el joven había accedido al baño y había tomado sus braguitas. Pero, comenzó a entrarle el gusanillo de la morbosidad, y deseó pilar al joven infraganti. Casi sin darse cuenta, comenzó a ver al joven de otra forma, no como el amigo de su hijo, sino como un hombretón, bastante bien parecido, corpulento, alto, aunque de carita casi angelical.
Casi deseó volver a comprobar que el joven volviera a utilizar sus bragas para masturbarse. Cierta tarde, al ver que había llegado con su hijo, retiró la llave de la puerta del baño tras ella ducharse, procurando dejar sus braguitas usadas dentro de la cesta, a fin de que pudieran ser vistas fácilmente por el joven. Luego espero pacientemente a que el joven amigo de su hijo accediera al bañó. Para instar al joven a volver hacerlo, se acercó a la habitación donde los jóvenes estaban estudiando, y le dijo a su hijo: Isidoro voy un momento al Mercado a comprar.
Sin embargo, una vez salió, volvió a entrar rápidamente, y quedó vigilando el cuarto de su hijo. Como preveía, al momento Santi salió de dicha habitación y se dirigió al baño en cuestión, el cual se encontraba en la planta baja. Enriqueta se notó agitada mientras se dirigía al citado baño, consciente de que iba a pillar al amigo de su hijo con sus braguitas.
Dudó un poco, pero al final se decidió, abriendo la puerta del baño de repente, sin llamar. Como no tenía llave, aquella cedió fácilmente, accediendo al interior de éste. Se encontró con el espectáculo que intuía. Tal y como esperaba, el joven había tomado sus braguitas, se hallaba sentado sobre el inodoro, con sus pantalones bajados y con sus genitales al aire. Su agitación fue tremenda. La visión fue electrizante para ella: “el joven se hallaba con su pene en la mano mientas aspiraba el olor de las braguitas, que ella misma se había retirado hacia menos de una hora”. El chico estaba tan ensimismado con la acción, ya que sus pantys le cubrían el rostro, que no se percató de la entrada de la mujer.
Enriqueta decidió no llamar la atención de su hijo, por lo que levemente cerró la puerta del baño, y se quedó mirando la escena. Santi tenía sus braguitas encima de su cara, aspirando el aroma de las mismas, por lo que aún no se había dado cuenta de su presencia. No pudo evitar dirigir su mirada hacia las genitales del joven, que estaba al aire. Un estremecimiento la invadió. Las dimensiones del falo del joven amigo de su hijo la parecieron descomunales. Lo que Santi tenía entre sus manos, no era un pene cualquiera, ya que parecía disponer de unas dimensiones que a ella le parecieron enormes, bastante larga, aunque no tan gruesa. En ese momento, el joven estaba la tenía bien empalmada, y su pene mantenía el glande fuera. Observó igualmente los testículos del joven, igualmente bien proporcionados, a la par con su falo.
Intentó reprimir su emoción para que el joven no detectara de momento su presencia. Pronto, observó impertérrita como el joven amigo de su hijo, comenzó a jalarse su pene con gran maestría hasta que logró ver que iba a eyacular. En ese momento, retiró las bragas de la cara para colocarlas delante de su pene con el fin de lanzar su semen en ellas. Al visualizar la presencia de la mujer, el joven se quedó petrificado, sin saber que hacer. No obstante, su semen ya a las puertas de su pene, salió lanzado, un poco sobre las bragas y parte sobre el lavabo y espejo, ya que, por los nervios, no controló.
Oh … …Enriqueta…. ¿Qué hace aquí? exclamó sin apenas poder articular palabra.
¿Santi que haces con mis bragas en tus manos? ¿Te estabas masturbando con ellas? - le preguntó con enfado la mujer.
-Lo siento… yo…- el joven no supo cómo reaccionar. Ante la sorpresa, permaneció con la braga en la mano izquierda y su pene aún fuera del pantalón, aun en su mano derecha.
Enriqueta, se sintió confusa, notó que su excitación. Pero al ver la cara del joven, totalmente desencajado al verse pillado, morbosamente quiso ponerlo más nervioso aún. De hecho, se acercó hasta donde se hallaba el joven, retirándole de su mano las bragas, que comprobó habían sido impregnadas de semen, diciéndole: ¡Que sinvergüenza, ha llenado mis bragas con tu su semen! Miró hacia el espejo, y comprobó esparcidos por el mismo los restos de semen. Se dirigió de nuevo al joven recriminándole: ¡has manchado todo el baño, hasta el mismísimo espejo! ¿No te da vergüenza?
El joven estaba tan avergonzado que apenas podía levantar la cabeza. Su nerviosismo era de tal naturaleza, que si quiera tuvo la destreza de meter su pene dentro de su pantalón. De hecho, mantenía este en su mano, el cual había perdido cierta vitalidad. Ello permitió a la mujer comprobar de cerca el vástago del amigo de su hijo. No tenía comparación con el de su esposo. Pese a la edad del joven, disponía de un pene bastante más grande que la media, y eso la tenía excitada.
Cuando el joven se percató de la mirada de la mujer hacia su pene, intentó introducirlo dentro de su pantalón. Sin embargo, la mujer, se adelantó, y no se lo permitió. Enriqueta quería comprobar aquel falo. Por ello, quitándole la mano, le dijo: “¿Que vas hacer?,. Quédate quieto.” A ver que guardas ahí……¡que hijo de puta! ¡Si que tienes un buen pene! – exclamó, alargando la mano, y atrapando el falo del joven sin pensarlo dos veces.
Observó la longitud del mismo, admirando la extrema dureza pese haberse corrido. Lo masajeó manteniéndolo en su mano, diciéndole a la cara al joven: ¿así que tus eras el que ha venido manchando mis braguitas? Añadiendo: ¿Qué dirán tus padres cuando sepan lo ocurrido? ¿lo sabe mi hijo? le reiteró, sabiendo que eso lo iba a poner más nervioso aún. ¿Sabe mi hijo que te corres con las bragas de su madre?
-Lo siento señora…. Su hijo no sabe nada…lo siento…no se lo diga a mis padres por favor….terminó por decirle, sin atreverse a mirarle a la cara a la mujer.
La mujer, sin soltar el pene de su mano, le volvió a preguntar: A ver Santi, quiero que me contestes ¿porque motivo te masturbas con mis bragas?
_Señora yo…
Enriqueta estaba excitada. Tenía al joven completamente a su merced. Mantenía sujeto el pene del joven en su mano, el cual instintivamente lo mantenía sujeto sin soltarlo. No sabía que le estaba ocurriendo, pero se notaba cachonda, acalorada y sumamente agitada. Tanto, que le volvió a preguntar con más atrevimiento: Dime ….¿De verdad te gusta el olor de mis braguitas usadas?
El joven, no supo que responder, sonrojándose, dirigiéndole una mirada y bajando la cabeza de nuevo. Eso terminó de mojar las braguitas nuevas que se había puesto tras ducharse. Sin poder contenerse le dijo: Pero, Santi, no te da asco que estén dando olor a mi vagina. Me las acabo de quitar hacer un momento. Y, más morbosa, insistió: ¿así que te gusta oler las braguitas de la madre de tu amigo?
Santi no se atrevió a contestar tampoco. Estaba atrapado por la madre de su amigo. Aquella continuaba masajeando su pene, sin soltarlo. De hecho, con tanta palabrería, y los continuos masajes de la mujer sobre su falo, este volvió adquirir una buena empalmadura. Se estaba dando cuenta de esta circunstancia, cuando escucho a la madre de su amigo preguntarle: ¿en qué pensaba cuando estaba oliendo mis braguitas? ¿Estabas pensando en el olor de la vagina de la madre de tu amigo?
Enriqueta estaba lanzada y ver como enrojecía el joven con sus preguntas, más la agitaba. Era evidente que la respuesta obviaba. Estaba acalorada, excitada. Sabía que debía acabar. Que aquello no estaba bien, pero algo superior a sus fuerzas le instaba a continuar, e ir más lejos. Al observar aquel joven indefenso, y a su entera disposición, viendo como había vuelto a empinarse su enorme sable, quiso aprovecharse para satisfacer sus deseos. Era consciente que su braguita debía estar complementa encharcada por los fluidos de su tremenda excitación.
Comprobar cómo se endurecía el pene del joven, la puso más enardecida. Alargó su otra mano, y atrapó los testículos del muchacho. Su excitación aumentó al comprobar el tamaño de aquellos. Se percató de que al joven aún le quedaba una buena carga dentro.
¿Así que pensabas en el coñito de la madre de tu amigo? Le volvió a repetir, mientras apretaba los testículos del joven. Y, al comprobar que el falo del joven se endurecía entre sus manos, le dijo:¡Que cabronazo, ¡¡se te está volviendo a poner dura!!.
Sin esperar respuesta, sopesó los testículos del joven diciéndole: ¿Tienes aún bastante lechita en tus testículos eh? Luego, acercando su cara a la altura de la del joven, añadió: ¿No me digas que estás pensando en hacerlo con la madre de tu amigo?
-Señora… claro que no…- exclamó el joven como queriendo disculparse, alarmado ante la pregunta de la mujer. Solo había pensado en masturbarse, sin pensar que jamás pudiera llegar aquella situación.
-¿Cómo qué no? Y ¿porque se te está poniendo dura? Tremendamente excitada, no se contuvo y continuó hostigando al joven: ¡te gustaría meterle ese pedazo de polla a la madre de tu amigo? ¿es eso en lo que estás pensando, verdad cabronazo? No sabía cómo se había atrevido a realizar semejantes comentarios. Si su marido la hubiera escuchado, hubiera creído que era una cualquiera. ¿Y su hijo?, no le volvería a mirar a la cara.
Santi, pese a todo, se dio cuenta que su pene se había envalentonado. Se había vuelto a poner dura como un risco. Pese a su desconcierto, y su falta de experiencia con las mujeres, se dio cuenta que la madre de su amigo estaba cachonda. Aquella mujer, que podía ser su madre, pero tenía su pene en la mano, sobándoselo, y, además, no paraba de acariciar sus testículos. Por primera vez se atrevió a levantar su cabeza y mirar a la mujer a la cara.
Enriqueta al ver el rostro del amigo de su hijo, con aquella carita de niño bueno, que le miraba casi entregado, se terminó de excitar. No sabía porque, pero estuvo tentada de besar al joven en la boca. Bajó su mirada, observando la tremenda empalmadura del mismo, y volviendo a fijar su vista en el joven, le pregunto: ¿te gusta que la madre de tu amigo te coja el pene como lo estoy haciendo?
Pero, esta vez el joven se percató de que no se lo decía recriminándole. Por ello, con su carita de joven asustado, mejillas sonrojadas, asintió con la cabeza.
La mujer se notaba sumamente cachonda. Ante la respuesta del joven le dijo: ¿te gusta la madre de tu amigo? Evidentemente el joven, volvió asentir con la cabeza.
Agitada, se acercó a la carita del joven, y casi al oído, le pregunto: ¿Qué le quieres hacer a la madre de tu amigo? ¿le quieres meter tu polla? No sabía lo que se decía, pero estaba salida como una perra.
Casi se corre, al ver como el joven, exclamó volvió asentir con la cabeza.
Enriqueta se dio cuenta de que la puerta del baño esta sin llave. Soltó el pene del joven, tomó la llave que tenía guardada, y cerró con pasador la puerta. Luego se acercó hasta el joven que aún permanecía con los pantalones bajados y con su pene al aire. Se colocó delante del mismo, y obligo aquel a que se colocara de cuclillas delante de ella. La cara del joven quedó a la altura justa de su entrepierna. Morbosamente, se levantó el vestido que llevaba puesto, mostrando al joven sus muslos. Luego se lo remangó a la altura de su cintura, quedando expuesta a la mirada del joven, quien pudo divisar sus nuevas braguitas que se había puesto tras ducharse.
La mujer se recreó viendo como el joven palideció ante la visión de su entrepierna. Eso la animó a decidirse, y ante la mirada estupefacta del joven, procedió a bajarse muy despacio, la braguita, mostrándole por primera vez la buena pelambrera que rodeaba su vagina. No se cuidaba mucho, por lo que mantenía un espeso manto de vellos esparcidos por todo el monte de Venus, que envolvían su raja. Tremendamente morbosa, contempló la carita embobada del amigo de su hijo, hasta terminar por abrirse un poco de piernas. Luego, apartó sus vellos, dejando que el joven pudiera contemplar por primera vez su vagina, especialmente sus abultados labios vaginales.
Tras permitir que al joven se recreara contemplando su vagina, sin poder contenerse, tomó la cabeza del joven y la acercó a su entrepierna. Anda Santi. Ahora puedes oler directamente mi vagina. ¿no querías oler mi vagina? ¡pues ahí la tienes cabronazo! Vamos huéleme el coño.
El joven sin creerse lo que le estaba ocurriendo, apenas tuvo tiempo de observar mucho la raja de la mujer. Percibió el intenso olor embriagado que emanaba de la vagina de la madre de su amigo, que le trastornaba. Nunca había visto la vagina de ninguna mujer, solo en fotos o pelis de internet.
Ante la presión de la mujer no espero mucho, abrió su boca, para sacar su lengua y comenzar a dar las primeras lamidas, a los ya lubricados labios vaginales de la madre de su amigo. En cuanto la mujer sintió la lengua del joven en su coño, una corriente eléctrica invadió todo su cuerpo: Oh si nene. Así… oh si… lámemelo todo… oh si cabronazo… comételo…siii
El joven no era ningún experto, pero había consumido mucha pornografía en internet, por lo que sabía lo que tenía que hacer. Por ello, puso en práctica sus conocimientos, y tras la primera lamida por los labios vaginales, comenzó a mordisquear el interior de los muslos mientras sus manos tomaron el trasero de aquella.
Ello agitó a la mujer, quien comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, mientras el joven alargaba toda su lengua, recorriendo la raja de arriba abajo, haciéndola estremecer de placer. Oh si nene… oh que bien lo haces oo sigue…
El joven repitió estos movimientos varias veces, viendo que eran de la satisfacción de la madre de su amigo. Pudo observa la vagina, la ranura y hasta el hueco por donde había soñado con meter su polla. Detectó un bultito, que consideró que era el clítoris, y se concentró en el mismo, dándole suaves golpecitos, rodeándolo con su lengua, levantando los gemidos de la mujer que no se esperaba aquello del amigo de su hijo… oh siii ….mmmm oh si nene… siiii,
Enriqueta estaba enloquecida. Aquel jovencito, que ella creía medio afeminado, muy tranquilo y casi tímido, le estaba propiciando una comida de coño en toda regla. Jamás su marido se había atrevido hacerlo. Él era muy conservador.
La lengua del joven alternaba el clítoris, con un repaso completo a toda la raja, penetrándola con la punta de su lengua, succionando a veces los labios, y hasta el propio clítoris. La mujer estaba al borde de la locura, no sabia ni como colocarse. De hecho, se tuvo que apoyar en la cabeza del joven para no desfallecer. Una última concentración del joven sobre el clítoris, el cual succionó intensamente, llevó a la mujer a la locura. Temió que sus gritos fueran escuchados por su hijo.
Su orgasmo no se hizo de rogar. Mucho más, cuando el ávido joven, comenzó a batir frenéticamente su lengua sobre el clítoris: arriba y abajo, derecha e izquierda, repitiendo la acción una y otra vez. El joven no se detuvo pese a la gran cantidad de flujo que emanaba del coño de aquella mujer, que le llenaba toda su boca y basta bajaba por su mejilla. Ahh.., no pares Santi… oh siii…, no pares…- exclamó la mujer, que vio como comenzó a convulsionarse. -Oh nene me vengo… oh siii me corroo…., siiii, sigue, me corroooo… Aaahh.
Presa de auténtica locura, comenzó agitarse, retorciendo su cuerpo de autentico placer, al tiempo que movía sus caderas sobre la propia lengua del joven, buscando alcanzar el máximo placer con la deliciosa lengua del joven. Se agarró fuerte al joven para no desfallecer, mientras se venía estrepitosamente. Tras un soberano orgasmo, la mujer comenzó a flaquear, como si se derrumbara poco a poco, aunque el joven continuó dándole lengua a su agitado clítoris.
Por fin, no pudo más y logró retirarse del muchacho. Observó la cara del mismo, viendo que aún permanecían los restos de su flujo vaginal en sus labios, y hasta parte de su barbilla.
-Oh Santi. Me he corrido en tu boca… ¿Dónde aprendiste hacer esto? - le preguntó la mujer con cierta admiración.
El joven viendo que la mujer se mostraba satisfecha con el trabajito que le había realizado, tomo confianza y decidió ser algo más decidido, perdiendo parte de su timidez, contestándole: Lo he aprendido en internet.
-¿Nunca lo habías hecho con jóvenes de tu edad? ¿Me estás diciendo que es tu primera vez? le pregunto excitada la mujer.
-se lo juro. ¡¡Nunca he estado con nadie!!- le contesto tímidamente el joven. Resultó una confesión clara para la mujer de que el amigo de su hijo nunca había realizado acción similar. ¡Aquel joven permanecía virgen!
No se lo podía creer. Dirigió su mirada hacia el falo del joven, el cual comprobó con asombro que se había encabritado nuevamente, emergiendo como un fierro apuntando hacia el techo como un verdadero misil. - Vaya veo que sigues en forma. ¡Qué cabronazo se te ha vuelto a poner bien dura!
Ella sabía claramente lo que el joven deseaba. Tenía claro que aquel muchacho deseaba meterle su verga. Pero, ella no estaba preparada para eso. Por otro lado, era consciente de que no se cuidaba. No es que no quisiera clavarse aquella enorme daga juvenil. Es que tenía reparos, y era consciente del peligro.
En ese momento, escuchó que su hijo tocaba a la puerta del baño llamando a Santi. Santi, estas ahí… ¿porque tardas tanto? ¿Te ocurre algo?
-No me ocurre nada. Dentro de un momento voy. Tranquilo- le contestó al joven logrando sobreponerse, ante la cara de intranquilidad de la mujer.
Enriqueta se dio cuenta que la intervención de su hijo había sido bastante oportuna, por lo que decidió dar por terminado aquel encuentro. Por ello, le dijo al amigo de su hijo: debemos vestirnos. Mi hijo puede sospechar. ¡De esto nada a nadie! ¡Mi hijo nunca debe saberlo! Y, antes de salir, le reitero: ¡otro día te dejaré mis bragas usadas en la cesta para que puedas volver a correrte a gusto!
La mujer salió primero, dejando al joven con una tremenda empalmadura.
Tras lo ocurrido, Enriqueta no pudo sacarse de la cabeza al joven. Se había quedado anonadada y sorprendida con el amigo de su hijo. No solo había descubierto que el joven no tenía tendencias homosexuales, sino que, además, le había realizado una comida de coño, que jamás hubiera soñado. Esa nueva e inesperada experiencia con el joven, la había hecho revivir. Notaba que volvía a ser mujer. Sentirse deseada por un muchacho con Santi, era algo que no esperaba, pero que estimulada su ego.
Su actitud hacia el muchacho cambio. En cuando sentía la presencia del mismo en su casa, notaba como su cuerpo se agitaba. Ver al mismo, le hacía desear volver a sentir la lengua del joven en su coño. Notaba como mojaba sus bragas, especialmente pensando en cómo se vino en la boca del muchacho.
Al no tener la oportunidad de volver a estar a solas con éste, le llevó a calmar sus ansias, masturbarse en su dormitorio. Percibía que aquella situación la estaba superando. Sus ganas de volver a estar con el joven, eran tan intensas que sentía que no iba a tener fuerzas para resistir cuando aquel decidiera penetrarla. Su marido continuaba siendo poco activo sexualmente, lo que estimulada más sus pensamientos y deseos de volver a estar con el joven. Esa ansiedad la estaba atormentando. Ella necesitaba más, necesitaba volver a sentirse mujer, sentirse viva.
Recordaba el largo pene del joven, la dureza del mismo en sus manos, ansiaba clavárselo en su coño. Recordó que era mucho más largo y grande que el de su marido. Aunque había dado a luz en una ocasión, tenía la sensación de que su vagina se había vuelto a estrechar. Por ello, tenía ciertos reparos al recordar las dimensiones de aquel nabo juvenil.
Esa voracidad por volver a tener al joven, la hizo comenzar a cometer ciertas locuras, inconcebibles en una mujer casada. Morbosamente, comenzó a colocarse utilizando posiciones algo sugerentes ante el joven, agachándose ante el mismo, para que aquel pudiera contemplar sus braguitas. O, bien, se soltaba algunos botones de su blusa, para que aquel pudiera visualizar parte de sus pechos. De hecho, cometió la locura hasta de no ponerse sostén, con el fin de poder exhibirse mejor ante el joven. Evidentemente todo esto lo hacía a espaldas de su hijo, pero ello no evitó que Isidoro se diera cuenta de que su madre no llevaba sostén.
Cierto día, al ver que había acudido Santi a la casa, Enriqueta comenzó a excitarse, necesitando volver a estar a solas con el muchacho. Por ello, tras pensarlo, decidió mandar a Isidoro de compras al supermercado. En cuanto su hijo salió, buscó al joven y ante el asombro y timidez del mismo, lo llevó de nuevo hasta el baño. Una vez dentro, no se contuvo, y bajándose su braguita, le pidió al joven que volviera a comérselo. Santi, pese a su sorpresa, tampoco esperó mucho, realizando un buen trabajo, incluso mejor que la otra vez, logrando que la mujer alcanzara un nuevo orgasmo.
Enriqueta quedó satisfecha, diciéndole: -gracias nene. ¡Lo comes de maravilla! Pero, tenemos que volver a dejarlo. Isidoro puede llegar de un momento a otro.
El joven se quedó con un palmo de narices. Había abrigado la esperanza de penetrar a la madre de su amigo. Pero comprobó que aquella se había limitado a satisfacer su necesidad, dejando al mismo con una empalmadura a rabiar.
Enriqueta, ante de salir, atrapó los genitales del joven con su mano, aún bajo el pantalón, al tiempo que se acercó por primera vez a la cara del joven amigo de su hijo, y le dio un beso muy suave en la boca. Sabía que aquel aún mantenía el flujo de su vagina en los labios. Le sonrió tras besarlo, marchando fuera del baño.
El joven se lavó y espero la llegada del amigo. Pero, se sintió nuevamente defraudado. Él quería tener su primer encuentro con aquella mujer. Deseaba estrenarse con la madre de su amigo. Tuvo que volver aguantarse. No obstante, cada vez más sus ansias por tener aquella mujer se multiplicaron.
Días después de lo ocurrido, Isidoro le dijo a su madre que al día siguiente Santi se iba a quedar en la casa por la noche. Esa noticia agitó a la mujer. Era una noticia que estremeció todo su cuerpo. Por ello, pensó en como poder verse con el joven en la noche mientras el resto de familiares durmieran. Sabía que era una temeridad, pero su locura por el joven la estaba cegando.
Esa noche esperó a que todos se durmieran. Había comprobado que su marido, como en varias ocasiones que salía con sus amigos, regresó bastante ebrio, quedándose profundamente dormido en la cama. Eso la animó a decidirse. Espero un tiempo prudencial, y se levantó de la cama. Se había colocado a propósito un camisón de dormir bastante sugerente. La tela era tan suave y trasparente que dejaba entrever sus braguitas y su sostén. Se miró al espejo y decidió retirarse el sostén. Se observó de nuevo comprobando como emergía sobre la suave tela del camisón, el relieve de sus grandes pezones, pudiendo detectarse claramente sus pechos. Sabía que eso iba a poner al joven embravecido. Para no levantar sospechas por si la veía su hijo, se colocó un bata por encima y salió al pasillo.
La habitación de su hijo estaba en la planta alta, y sabía que Santi dormía en la misma habitación. Se dirigió a la cocina para calmar su ansiedad. Mientras estaba tomando un vaso de agua, escucho que alguien se acercaba hasta la cocina. Ante la posibilidad de que fuera Isidoro, se ciñó bien la bata. Luego, comprobó con satisfacción que era Santi. El joven solo llevaba puesto un pantalón corto, sin camiseta que cubriera el pecho y tórax del mismo.
Hola Santi, parece que ambos hemos tenido la misma necesidad. Le dijo la misma, sin poder contener su cara de felicidad al verlo.
-Buenas noches señora. Si, me levanté porque tenía un poco de sed.
Ella misma decidió abrir la nevera y sacó una botella de agua fría. En ese momento, de forma disimulada soltó el lazo que ceñía la bata de levantar. Luego tomando la botella se acercó hasta el joven, el cual se hallaba sentado en una silla de la cocina. Al verter el agua en el vaso, se abrió totalmente la bata de levantar, mostrándose ante el joven, quien pudo comprobar que debajo únicamente llevaba el camisón de dormir sumamente trasparente.
Javi, al ver los tremendos pezones de la mujer que emergían bajo la suave tela, y detectar el tamaño de los pechos, al no llevar sostén, notó como su pene emergió sin remedio marcando claramente en el pantalón. ¡No se lo esperaba!
Enriqueta fue consciente de la impresión que causó en el joven su vestimenta. Tras llenar el vaso de agua, se quedó mirándolo, sin ceñirse su bata. Le gustó comprobar como el joven se relamía observando sus hermosos muslos al desnudo, donde igualmente se apreciaba claramente la braguita que llevaba debajo. Le sonrió diciéndole: ¿te gusta mi camisón de dormir?
El joven, le miró sonrojándose, afirmando con la cabeza, ya que no se atrevía articular palabra. La cara del joven era un auténtico poema. Y esa carita de joven asustado, y embobado, más excitó a la mujer.
¿te gustan mis pechos? he visto que no paras de mirarlos. - le dijo de nuevo para excitarlo. Y para aumentar el nerviosismo del joven, se alongó sobre él, para que pudiera tener una mejor visión del canalillo de sus senos.
El joven se limitó a tragar saliva, revolviéndose en la silla, sin saber cómo actuar. Notaba que su pene se había puesto bastante erecto, y marcaba claramente en el pantalón. De ello se percató la mujer, quien morbosamente, se acercó al oído y le susurró. ¿te gustaría ver al desnudo los pechos de la madre de tu amigo?
El joven palideció ante aquella pregunta. Enrojeció, aflorando los colores en todo su rostro. Ese enrojecimiento enardeció más a la mujer, que añadió: Dime Santi. ¿Te gustaría que pusiera mis pechos en tu boquita? ¿Te gustaría saborearlos?
Viendo que el joven continuaba enmudecido, mirando fijamente sus pechos, Enriqueta decidió echarse a un lado una de las asillas del camisón bajando la misma, y mostrando al joven uno de sus pechos al desnudo. Al ver la carita del joven, lo acercó a la cara de éste. Tomo decididamente el pecho en su mano y lo aceró hasta la boca del joven.
No tuvo que decirle nada más, el joven abrió su boca y lamió suavemente el borde del pecho, para luego irse acercando, hasta meter en su boca el pezón, negro y abultado, succionando suavemente el mismo. Oh nene. sí… oh… que boquita tienes… Suave nene… que los tengo muy requintados y me duelen.
Al ver como aquel joven le comenzó a mamar su pecho, decidió hacer lo mismo con el otro, quedando sus dos pechos al descubierto. Santi no era ningún experto, pero supo cómo acariciar los mismos, y como lamerlos, mamándolos despacio y con dulzura. La mujer se percató que comenzó a mojarse, su braga ya estaba húmeda. Aquel nene le estaba mamando sus pechos, con gran delicadeza, produciéndole un gran placer. Tanto, que mientras lo hacía, le acariciaba suavemente la cabeza, diciéndole: Oh si Santi…sigue así… comételos … … oh que bien lo haces…
Al apreciar el tremendo bulto que emergía en el pantalón del joven, no pudo reprimirse, y alargando su mano, la introdujo por encima del corto pantalón, bajando hasta alcanzar el desnudo pene del joven. Un escalofrío volvió a recorrer su cuerpo al verificar la tremenda empalmadura del muchacho. Tenía el falo duro y firme como el palo de una bandera. Lo masajeó, abarcándolo con su mano, acariciándolo todo desde arriba hasta abajo. Vaya Santi… ¿cómo estás? Joder, que dura la tienes.
Excitada, fue más osada, bajando aún más la mano hasta alcanzar los testículos del joven, ansiosa por comprobar la carga seminal del joven. Los apretó en su mano, exclamando: Uhm… Santi, parece que los tienes llenitos.
El joven no paraba de mamar y succionar los hermosos pechos de la madre de su amigo, estremeciéndose al sentir como la mano de aquella acariciaba su desnudo pene y sus huevos. No necesitaba más. Se estaba poniendo como un toro.
Enriqueta igualmente se dio cuenta que se estaba calentado al máximo. Sintió la imperiosa necesidad de tener la polla del joven invadiendo su vagina. Pero no podía hacerlo en plena cocina, era una temeridad. Detuvo al joven, y tomándolo de la mano, lo llevó hasta el fondo del pasillo.
Había una habitación al fondo, alejada del dormitorio matrimonial, que solo se usaba cuando venía alguna persona extrañada o un familiar. La tenía ocupada con bastantes trastos, pero al menos había una cama, y se dijo que aquello podía ser suficiente. Una vez dentro, cerró la puerta con llave.
Luego se acercó al joven, y lo sentó al borde del lecho. Morbosamente se colocó delante del mismo, retirándose la bata de levantar, quedándose únicamente con el camisón de dormir. Viendo la cara de excitación del joven, tiró del corto pantalón y se lo sacó por los pies, haciendo lo propio luego con el slip. Contemplo, admirada el tremendo sable del joven. ¡No era un pene cualquiera! Quedó nuevamente admirada ante el vástago del amigo de su hijo. ¡Qué bien dotado estaba!
El pene emergía entre las piernas del muchacho enfilada hacia el techo con una empalmadura notable. No pudo reprimirse, y comenzó acariciarlo de nuevo, masajeándolo completamente de arriba hasta la misma base, una y otra vez. Al tiempo que volvía acariciar los testículos, notando los escalofríos que producía en el joven. Se notaba excitada con la visión de los genitales del muchacho. Estaba acostumbrada a ver el pene de su esposo, que apenas se le levantaba, y de unas dimensiones raquíticas, comparadas con la del amigo de su hijo, que no podía reprimir sus ganas.
Acercó su boca a la del joven, y lo besó profundamente, metiendo la lengua hasta el fondo de su boca. Se sentía tremendamente caliente, arrecha, con ganas de un polvo. No se lo pensó más, sin mediar palabra, se dirigió al pene del joven, y tras darle unas lamidas a la cabeza, se lo metió enteramente en su boca. Jamás había realizado dicha acción a su marido. Pero, estaba tan salida, que quiso dar rienda suelta a su imaginación. Lo hizo dos o tres veces, con tanto placer para el joven, que éste pensó que se iba a correr al instante. La mujer fue consciente de ello, y sacó el pene de su boca. No quería que se corriera tan pronto, ni tampoco dentro de su cavidad bucal. Miró nuevamente al joven y se dirigió a la boca del mismo y volvió a besarlo, dejando parte de los sabores de su pene.
Estaba tan cachonda que parecía una fulana en busca de macho. Su braguita estaba tan encharcada que hasta sus fluidos descendían por sus muslos. Se dio cuenta que había llegado el momento, necesitaba tener el falo del joven en su coñito. Se dijo que debía haber comprado un condón. Pero, sabía que no estaba en sus días fértiles, y que el peligro era menor, por lo que decidió arriesgarse. Repasó nuevamente con su mano el pene del joven, al tiempo que se fue desprendiendo de su braga. Se pasó la mano por su vagina y la hallo totalmente mojada.
Uf nene. ¡Me tienes bien mojada! Le dijo llevando la mano del joven a su entrepierna para que lo comprobara.
-¿Te has dado cuenta como me has puesto? No debería, pero “vas a tener que meterme tu polla”. Y, mirándolo a la cara, sin parar de toquetear el falo del joven, añadió: ¿quieres clavarle tu polla a la madre de tu amigo? Se detuvo comprobando el efecto que sus palabras causaron en el joven. Luego, viendo la excitación del joven añadió: ¿quieres follartela verdad? Todo ello sin parar de mansear de forma descarada el pene del muchacho, hasta terminar diciéndole: ¡eres un cabronazo! ¡Veo en tu cara que lo estas deseando!
-Oh señora…. Se atrevió a exclamar el joven, tremendamente excitado, sin poder articular más palabras. No se creía lo que le estaba ocurriendo. A fin parecía que iba a poder cogerse a la madre de su amigo. Algo añorado, pero que siempre le había parecido inalcanzable.
- Como “que señora” … ¿te quieres follar a la madre te tu amigo o no?- le recriminó la mujer para terminar de excitarlo.
-si … claro…- exclamó por fin el joven. Temeroso de que aquella se rajara.
La mujer entonces se recostó sobre la cama, abriéndose de piernas, mostrándole toda su vagina al joven, diciéndole: a que esperas. Vamos “clávame esa polla de una vez”.
El joven observó obnubilado la entrepierna de la mujer. Entre la gran maraña de vellos negros, destacaba su vagina, verificando que debía estar suficientemente lubricada por el brillo de sus labios vaginales. Sin pensárselo dos veces, se colocó encima de la mujer, metiéndose entre sus dos piernas, acercando su falo a la vagina de aquella. Estaba tan arrecho y nervioso, que se precipitó en su decisión de clavar a la mujer. Tenía tanto miedo a que aquella terminara por arrepentirse, que, sin mucho miramiento, acercó su falo colocándolo a la entra de la cueva, presionando al instante. La mujer gimió al sentir el largo cáñamo del joven invadiendo por primera vez su vagina. Evidentemente la invasión del joven fue repentina y casi violenta. No estaba acostumbrada a un falo de aquellas características. No obstante, nada le dijo, intentando abrir sus piernas para facilitar la tarea. Pese, a que pronto intentó cerrarlas, al ver como el joven, le ensartaba la totalidad de su pene hasta las mismas bolas. Oh despacio ooo … ¡cómo me abres!…oh … cabronazo…..
Enriqueta quedó agitada al comprobar que el chaval le había endosado la totalidad de su falo casi de una clavada: Oh Santi… .. me la has metido toda…. Vamos, ahora … sigue, no te pares ahora… ¡Ya soy tuya nene!.. .
La mujer presa de auténtica pasión sexual, sintió como su cuerpo comenzaba a revivir con la presencia de aquella enorme verga joven en sus entrañas. Tenía en su vagina un pene muy superior al de su esposo. Era una polla joven y vigorosa, que la llenaba por completo. Las clavadas que le estaba dando el joven, eran cada vez más intensas y profundas, lo que la llevó a saborearlas y disfrutar de aquella cogida. O si Javi… sigue …. Así revienta a la madre de tu amigo… así… mete tu polla …ohh… así…
Exclamó Enriqueta sintiendo como su cuerpo comenzó a colaborar con las penetraciones del joven, retorciéndose de placer mientras el joven, no paraba de bombear ardiente coño. El joven parecía un toro embravecido. La tomó por las caderas, valiéndose de su altura y de la envergadura de su cuerpo, y empujó con toda su fuerza, clavando una y otra vez su pene la ardiente vagina, como si pretendiera reventarla.
Para ser un joven primerizo, la mujer se dio cuenta que la estaba follando con gran maestría. Su largo falo entraba endurecido en su coño, levantando sensaciones de extrema pasión en la mujer. Nada que ver con su esposo. El joven tenía una vitalidad envidiable. Pronto se dio cuenta que la estaba llegando su primer orgasmo. Lo necesitaba, hacía tiempo que no se corría con una polla dentro. Oh si Santi…. sigue así…. oh joder vas hacer que me corra…
El joven, al oír las palabras de la mujer decidió emplearse a fondo, y arremetió con mayor fuerza, clavando una y otra vez su verga en el coño de la madre de su amigo. Su verga se asimilaba a una perforadora, que era clavada sin piedad en el coño de la mujer, a una velocidad cada vez más intensa y profunda.
Ello surtió los efectos deseados, ya que momentos después, las embestidas del joven resultaron suficientes para que la mujer alcanzaba su primer orgasmo de la noche. Enriqueta no reparó en gemidos, y alaridos, intentando que no fueran muy intensos, para evitar ser oída por su hijo o por su marido. Llevaba tiempo sin un buen polvo, por lo que se recreó disfrutando y gozando de las continuas penetraciones que le propiciaba aquel joven, retorciéndose mientras alcanzaba el climax: Oh si me vengo ooooo…
Su cuerpo comenzó a convulsionarse una y otra vez, abriendo sus piernas al máximo, para que el falo del muchacho le entraba más adentro. Con el afán de que la penetración fuera más profunda, entrelazó sus piernas alrededor de las caderas del joven, mientras aquel machaqueaba una y otra vez su abierto coño. Oh nene sigue… me matas….
Enriqueta quedó sorprendida, ya que, pese haberse corrido, el joven continuó perforándola como si nada hubiera ocurrido. La vitalidad de aquel joven la enardeció. Hasta el punto que pronto volvió alcanzar un segundo orgasmo, entregándose completamente al joven, quien martilleaba su coño con fuerza y precisión. La mujer no daba crédito. Aquel joven la había hecho correr en dos ocasiones sin sacarle su pene del coño. Algo que jamás podría igualar su esposo.
Visualizó las gotas de sudor bajando por el rostro del joven, ante el tremendo esfuerzo realizado y mayor excitación le entró. Al propio tiempo se percató de que el muchacho estaba a punto de correrse. Notaba que el joven necesitaba descargar. Por prudencia, pensó en pedirle que lo hiciera fuera. Pero, era la primera vez del mismo. Por otro lado, ansiaba sentir el fluir del semen de aquel joven macho en su coño.
-Oh Santi ¿estas a punto verdad?... le preguntó .. oh nene lo veo en tu cara. ¡¡Cabronazo estas deseando hacerlo dentro!!. Oh ….. sabes que es peligroso. Le comentó. No obstante, se arrepintió y tomó la decisión de dejar que la llenara, diciéndole: Santi no debería dejarte…. Es muy peligroso… pero es tu primera vez …. Vamos …échalo dentro… riega con tu semen a la madre de tu amigo…
Santi que estaba al límite, no esperó dos veces a que se lo repitiera. Al escuchar las palabras de la mujer, su pene se encabritó y comenzó a escupir semen con gran estrépito dentro de la vagina de aquella casada. Era su primera corrida dentro de una mujer. Pese a su inexperiencia, percibió claramente como, mientras la penetraba, iba lanzando lechada tras lechada regando las paredes vaginales de la madre de su amigo. Se estaba viniendo dentro, y eso era algo que jamás había soñado: Oh.. señora.. siiii oooo
El joven pensaba que estaba en otra dimensión. El enorme placer que sintió mientras lanzaba su semen dentro del caliente coño de la madre de su amigo, lo estaba llevando al éxtasis. No supo cuánto tiempo estuvo lanzando semen dentro de aquel ardiente coño. Únicamente era consciente de que aquella mujer lo estaba deslechando. Se había venido tanto, que parecía haber vaciado sus testículos. El placer fue inaudito. Se estaba enamorado de aquella mujer.
Al acabar, aún encima de la mujer, recostó su cabeza al lado de la misma, agotado por el tremendo esfuerzo. Enriqueta acarició la cabeza del mismo, como si fuera un hijo suyo, casi mimándolo, diciéndole al oído: Santi. O nene. ¡Te has portado muy bien! Requeté bien. Me has hecho correr dos veces.
Luego, tomando suavemente su cabeza lo hizo incorporar un poco para poder besarlo, de forma sensual y ardiente. Durante unos minutos ambos saborearon el paladar se sus respectivos fluidos bucales, entrelazando sus lenguas, como dos auténticos enamorados.
La mujer se sintió claramente reconfortada. Había disfrutado de una cogida, que tenía bien merecida. Aún sentía la verga del joven en su vagina, la cual le parecía que no se iba a desinflar nunca. Notaba que el joven, la había regado copiosamente. Jamás su esposo se había corrido de aquella forma. ¡Ni por asomo!
Su agitación aumento al comprobar que el falo del joven, no solo no descendía, sino que volvía a endurecerse dentro de su vagina. Le miró a la cara, sorprendida, agitada. Tomando al joven con sus manos, se revolcó en la cama, logrando quedar encima del mismo. Ahora estaba encima de aquel.
-cabronazo. ¡Se te está poniendo dura otra vez! ¡Oh nene que aguante tienes! ¿Quieres seguir follandome?
Sin poder contenerse, sintiendo completamente dura la verga del joven dentro de su coño, comenzó a realizar los movimientos de subida y bajada, clavándose y desclavándose el pene. Se creía una amazona cabalgando a su macho. Cada vez fue aumentado su cabalgada, realizando al propio tiempo movimientos giratorios con sus caderas, que le producían gran satisfacción. El joven alargó sus manos y tomo las nalgas desnudas de la mujer ayudándola a impulsarse hacia arriba. Sin embargo, la visión de los pechos de la madre de su amigo, lo tenían encelado. Con cierto temor, dirigió sus manos hacia ellos, y los atrapó. Suavemente los acarició, mientras aquella seguía cabalgando su polla. Sus manos rodearon aquellos. Eran tan grandes que casi no le cabían en sus manos. Los acarició con gran placer, masajeándolos y atrapándolos entre sus manos, dejando solo a la vista los duros pezones.
Enriqueta, excitada ante la acción inesperada del joven, le dijo: -¿te gustan mis pechos? Uhm si nene tócamelos, pero despacio … oh cabronazo vas a hacer que me corra de nuevo.
La mujer, al comprobar como el joven tomaba sus pechos en sus manos, los acariciaba y hasta le tocaba con la yema de los dedos los pezones, no pudo más. Al instante comenzó agitarse, hasta que alcanzó nuevamente el orgasmo, el tercero. Se quedó sentada sobre los muslos del joven, con todo el falo dentro, contrayendo sus paredes vaginales al máximo, mientras se venía estrepitosamente. No se lo creía. Se había corrido tres veces.
Observando que el joven continuaba con su pene endurecido, lo miró lascivamente, y colocándose en plan de perrito sobre la cama, le dijo: Anda ..nene, ¿quieres montarme? Vamos, “monta a la madre de tu amigo”. Vuelve a clavarme esa buena polla.
El joven no se hizo esperar. Al ver aquella tremenda hembra colocada en cuatro sobre la cama, instándolo a montarla hizo que su verga creciera aún más. Posicionándose tras la mujer, acercó su falo, presionó, comprobando como, casi sin esfuerzo, su pene entró dentro de la vagina fácilmente, dado lo lubricada que se encontraba. Su excitación al estar follando a la madre de su amigo en aquella posición, le llevó a tomarla por las caderas arremetiendo con fuerza, clavando completamente su daga profundamente en el coño de la mujer. Oh cabronazo… oh si… reviénteme… oh si dame fuerte….
Dicho y hecho. El joven comenzó a embestir a la mujer con todas sus fuerzas, metiendo y sacando su falo una y otra vez. Se la estuvo follando de esa forma durante casi diez minutos demostrando su enorme vitalidad. Hasta que, llegó un momento en que no pudo aguantar más su venida. Enriqueta lo percibió y girando la cabeza hacia atrás, lo animo hacerlo: Vamos machito…. “Vacíate dentro otra vez”. Llena a la madre de tu amigo…. ¡dame de nuevo tu leche!
El cuerpo del joven pareció temblar de placer, mientras soltaba nuevamente su descarga. Hasta el propio joven se quedó sorprendido al comprobar que aún le quedaba en la recarga una buena cantidad de espeso semen. Esta vez le clavó totalmente el falo, dejándolo dentro, profundamente, para luego irse deslechado poco a poco. Quedó agotado recostándose sobre la espalda de la mujer.
Cuando el joven se salió de ella, y se recostaron en la cama, Enriqueta le miró asombrada. Oh Santi… eres un auténtico semental… ¡qué forma de correrse! Menos mal que no estoy en mis días fértiles. Si no, ¡seguro que me preñas!
Ambos estaban agotados, derrotados, por lo que se quedaron abrazados durmiendo en la cama durante casi una hora.

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