4 meses llevaba en mi nueva comunidad. Por azares del destino, había conseguido un alquiler asequible, en una urbanización con piscina, en la zona sur de Madrid. Con 32 años era difícil comprar, y con los alquileres por las nubes, más complicado ahorrar para hipotecarse.
Ese alquiler me permitía vivir desahogado, sin preocupaciones. Era una comunidad pequeña, con unas zonas comunes prácticamente deserticas en invierno, pero según fue entrando la primavera ya se podían ver vecinos usándolas y disfrutando.
Poca relación tenía con nadie, ya que básicamente del garaje, subías a casa y eso dificultaba la comunicación con los vecinos.
La templada primavera, dio paso a un verano tempranero y unas temperaturas sofocantemente altas. Esto hizo que para el 7 de Junio abrieran como algo excepcional la piscina.
Era una piscina amplia, rodeaba de grandes zonas verdes, que daban cobijo bajos sus sombras a los usuarios.
Había cogido las costumbre de sentarme en la zona derecha de la pisci, alejado de los chavales que jugaban a la pelota, y asi estar tranquilo y a mis anchas, leyendo un libro, y relajándome.
Esa zona la usábamos varios, vecinos en la misma situación que yo. Solteros y casados, pero si descendencia.
Había ido cogiendo amistad, con algunos vecinos que debido a la repetición y rutina al final acabas charlando.
Un día me llamó la atención una señora y una chica, que parecian madre e hija, que no solían ponerse en nuestra zona adult only..
La señora era una mujer robusta, grande en todos los sentidos, que al igual que su hija, usaban unos bikinis, que no dejaban nada a la imaginación.
Rebosaba carne por todos lados. Llamaba sobremanera, el minusculo tanga bikini, que dejaba sus enormes nalgas al aire.
Por su lado, la que pensaba que era su hija, (que equivocado estaba) era regordeta, de estrecha cintura, y anchas caderas que debido al minúsculo tanga aún dejaban más patentes.
Sonia e Irene eran sus nombres, que había escuchado entre las conversaciones desairadas, de algunos vecinos.
-Ya están aquí estas..
-Y que pintas de guarras, ahí fumando juntas
-Cada año peor, más gordas y con menos ropa. No deben tener espejos en casa...
Cosas como estas salían de la boca de algunas vecinas, sobre esta pareja tan llamativa.
A mi lejos de horrorizarme, adoraba observarlas desdé la lejanía. A veces compartían un pitillo, a medias, cosa que me gustaba ver. Cada vez iba pensando que no eran familia, sino amigas.
Normalmente Irene, según llegaban empezaba muy pizpireta a untar en crema a la señora. Siempre muy despacio, gatuna, bajo la antena mirada de Sonia.
Sonia dejaba caer su peso en la silla, Irene se ponía de rodillas e iba untando en crema desde los pies hasta los muslos. Luego ya se dedicaba a untar la prominente barriga de Sonia, y masajeaba los caídos y grandes sacos que tenía por tetas.
Después se repetía la situación, de la señora a la jovencita. Pero su forma de tratarla no era con tanto miramiento ni cuidado, al untarla los blancos chorretones. Se podía percibir hasta una especie de desprecio en el gesto, que no entendía muy bien.
Hasta para ir al agua, iban juntas. Me encantaba verlas pasar por la ducha, y verlas mojar sus orondos cuerpos
Tenían siempre la misma rutina. Después de la ducha, Irene saltaba de bomba al agua, mientras Sonia bajaba por la escalerilla. Sonia se apollaba en el borde, con los brazos por fuera del agua, mientras Irene bucea y salía. Era muy extraño. Daba la sensación de que Irene se hundía, en el agua para bajar a las zonas bajas de Sonia
Majestuosas. Majestuosas pajas caían cada noche, imaginando, a esas diosas de botero, y las cosas que las haría juntas y separadas.
Un día entre la gente que nos juntábamos en la piscina, salieron ellas como tema de conversación. Por fin consegui información de buena mano de la extraña pareja.
Irene tenia 22 años, y era íntima amiga de la hija de Sonia. Sonia tenía 55 años y estaba divorciada. Su hija, estaba de erasmus en Holanda, y mientras tanto se traía a pasar la tarde a Irene a refrescarse juntas.
Pero en mi perversa mente, algo no acababa de cuadrar. Una cosa es llevar a una amiga de tu hija a la piscina, y otra la forma y complicidad que tenían las dos.
Los días pasaban, y todo seguía igual. No solían faltar a su bañito diario. Normalmente, a media tarde, Irene iba a los vestuarios, y pasados un par de minutos Sonia seguia sus pasos. A los 10 minutos, volvía, e Irene al momento la seguía con el pelo mojado, después de lo que yo pesaba que era una ducha.
Estaba obsesionado con que pasaba en aquellos vestuarios, que eran compartidos para señoras y caballeros.
Así que teji una estrategia. Cuando Irene se fuera al baño, la seguiría, para estar allí antes de que la gorda señora llegara.
Ya estábamos a primeros de Agosto, y la afluencia piscinil, era casi inexistente. Allí estaba yo, observando nervioso y excitado a la extraña pareja. Fueron siguiendo todas sus labores habituales. Untamiento de cremas, cigarritos compartidos, bañito, y al rato ya vi a Irene levantarse camino al vestuario.
Cauto, deje que avanzara hasta la mitad del camino y seguir sus pasos. Al llegar al vestuario vi que los cambiadores estaban vacíos. Así que Irene debía estar en la unica ducha, que había.
Con los nervios decidí entrar al cambiador, escondido cual gacela, para cazar a su presa. Al minuto escuche la puerta y el pestillo de la ducha. Tenia que ser Sonia. Desde mi posición, no escuche nada, ni ruido de ducha ni conversación. Que hacían allí estas 2 mujeres???
Al cabo de un rato, empecé a escuchar un goteo, que cada vez era mas intenso, como si fuera un grifo, pero no era de la ducha.
Poco a poco fue parando, y un leve gemido, me puso los pelos de punta.
Seguidamente se escucho el pestillo, y escuche salir a las 2 de vuelta a la piscina.
Que había pasado en ese vestuario?. Mi mente elaboró cientos de hipótesis, pero ninguna me daba solución a que había pasado. Dejé pasar unos minutos, sali de baño, y en la ducha tampoco encontré pistas, más allá de un buen charco en suelo.
Salí de allí, volví a la pradera y allí estaban ellas dos, fumando un cigarro y charlando divertidas. Sonia en su silla e Irene tumbada en una toalla con el pelo y bañador mojados..
Traze mi nuevo plan. Al día siguiente repetiría la operación, pero esta vez me metería en el cambiador más cercano a la ducha, con la intención de subirme a la silla que había, y poder ver que pasaba.
Dicho y echo. Repetí la operación al día siguiente siguiendo los pasos del bamboleante culo de Irene. Entre en el cambiador, intentando hacer El mínimo ruido posible. Al poco escuche el pestillo, y pasados unos segundos me aupe para ver que pasaba.
Aquello era más sucio de lo que me hubiera imaginado. Irene estaba de rodillas, en la ducha, mientras Sonia la miraba con gesto serio. La señora se iba acecando despacio a Irene que no se inmutaba. Sonia cogió de la nuca a Irene y metió la cara de la chica contra su tanga.
Irene hacia, como si luchará por apartarse, pero más como gesto, que como realidad. Llegado un momento Sonia se quito el bikini, se separo y le mostró su coño.
Eso no era un coño, era un coñazo enorme y peludo. Tenía unos labios largos y coronados con un critoris del tamaño de un judíon de la granja.
Irene poco a poco se fue acercando hasta que clavo su boca dentro. Era como un león, que llevaba 10 días sin comer. Devoraba con lujuria esa vagina madura sin tregua, chupando lamiendo y degustando la tarea.
De repente Sonia arqueo el cuerpo, y soltó un áspero gémido corriendose como una burra en la boca de aquella chica.
Cuando paso el calambrito Irene volvió a relajarse de rodillas y con las manos en los muslos esperado. Sonia se separó los labios mayores, mostrando aquella maravillosa raja de color rosa y acercándose a la cara de Irene, comenzó a mearse.
Primero eras una leves gotitas, que Irene intentaba recoger, para poco a poco dar paso a un poderoso chorro que iba regandola entera. Yo no sabía donde meterme, aquella situación, me estaba poniendo a tope. Esa dominación que usaba Sonia sobre Irene era increíble.
Irene abría la boca intentando recoger todo el pis posible, para luego dejarlo caer sobre su cuerpo. Sonia iba regandola por toda la cara, pero cuando el chorro ya fue bajando de intensidad, volvió a cogerla de la nuca y se clavo la cara de Irene en su peludo aparato hasta que terminó la poderosa meada.
Yo no podía quitar los ojos de como Irene se restregaba contra aquel coñazo, relamiendo y tragandose flujo y meada, de la señora. De repente algo heló mi sangre. Sonia me miraba fijamente mientras se restregaba la cara de Irene por sus partes íntimas.
Me escondí rápidamente, pero el mal ya estaba echo. Esperaba un grito, una protesta, algo. Pero no paso nada. Al contrario sonó el pestillo, como el día anterior y al momento la puerta al salir Irene.
No sabía donde meterme ni que hacer. Sobre todo por lo abultado de mi paquete. Baraje rápidamente mis opciones. Cuando mi elección bajo lo suficiente sali como si nada, volviendo a mi toalla.
Ellas estaban en su sitio, la única diferencia era que no me quitaban ojo, mientras charlaban y reían.
Esa noche cayeron 3 pajas rememorando lo vivido. En la última mi mente me llevó al sitio de Irene, comiendo y saboreando coño peludo y maduro.
Por trabajo no pude bajar a la piscina los 3 siguientes días al evento pero no me las quitaba de la cabeza. Era viernes cuando por fin las cuestiones laborales me dejaron ir a la piscina. Aproveche y baje pronto deseando ver a mis jamonas favoritas.
Pasaron cerca de dos horas, y me empecé a poner nervioso porque no aparecían. Con la esperanza casi perdida por fin vi a Sonia, pero por primera vez sola.
Hoy llevaba gafas, que lejos de afearla, la daban un aspecto de profesora caliente. Venía pintada, como siempre, sombras azul en ojos, labios perfilados, y con su pelo rubio recogido en una coleta. Se sentó en la silla, mirando hacia mi dirección si quitarme ojo.
Estaba apachangada en la silla, y todo era carne. La respingona barriga era tapada casi a la mitad por las tetas gordas tan caídas.
Aquella mirada y sus formas me estaban poniendo la polla dura, sabiendo lo guarra y viciosa que era aquella inquietante señora.
Decidí ir al agua a nadar y darme un baño. Allí relajandome vi como Sonia entraba en la piscina, y ni corta ni perezosa se dirigía mirándome fijamente hacia mi.
En aquel momento, me temblaban hasta las piernas.
-Hola vecino, que tal.
-Bien, refrescandome un poco.
-Yo soy Sonia, aunque seguro que eso ya lo sabes.
-Encantado yo me llamó Juan.
Nos dimos dos besos de rigor, y un silencio incómodo se apoderó del momento, hasta que Sonia ni corta ni perezosa me dijo lo siguiente
-Y dime Juan, te gusto el espectáculo que viste el otro día???
-ehh, disculpa Sonia, fue un malentendido. Escuche ruido en la ducha y me asome, y ...bueno ya sabes.
-Que mentirosillo, que eres. Vi como seguías a Irene...lo tenías todo planeado. No nos importó que nos vieras, de echo le dio más morbo a la situación. Pero te repito, te gusto lo que viste?
-La verdad que no me quito lo sucedido de la cabeza, desde que vi como usaste a Irene.
-Bien, parece que ya vamos entendiéndonos.
Me contó que Irene, llevaba un par de años tirándola la caña. Que era una chica bisexual y sumisa. La gustaba que la usarán, para los más sucios y guarros juegos. Un día, la pillo desprevenida a la señora y la beso. La fue iniciando en como la gustaba que la dominarán, y poco a poco Sonia se volvió la dueña de la chica.
-Madre mía Sonia, se muy poco de todos estos temas, pero si te puedo decir que ahora mismo no puedo salir del agua sin llamar la atención.
-Jajaja, vaya con Juanito. También le gusta que le usen.
-A ver, siempre he sido muy generoso en la cama. Me encanta bajar al pilón. Y sinceramente tienes un coño que debe saber a gloria.
-Aja...y te gustaría probarlo?
-Que se te pasa por la cabeza
-Hombre que es viernes, Irene está de viaje, y estoy cachonda. Si te apetece, en 10 minutos te espero en mi casa.
Asi de fácil. Después de 4 días, pensando en sentirme usado por aquella rellena señora, parecía que iba a poder vivirlo en mis propias carnes.
Primero salio ella del agua, y cuando mi paquete de recompuso también sali yo.
Fui rápidamente a secarme, y fui a su portal. Llame al telefonillo, y para dentro. La puerta de su casa estába entreabierta, pase y cerré detrás de mi, sin saber que iba a encontrarme.
-Se puede???
-Adelante, pasa Juan
Aquella imagen la tendré grabada para siempre en mi mente. Sonia estaba sentada en pelotas en el sofá, con las piernas abiertas fumando un cigarro.
-Esto es lo que llevas estos días buscando?
Me decía mientras se acariciaba el coñito, delicadamente.
Me fui acercando despacio, hasta quedar de rodillas entre los gordos muslos. La parte interior del roce entre ellos, estaba más oscura, y áspera. Nada que no la hiciera más interesante.
Y en frente aquella vagina. Era muy peluda, con canas y pelos rizados. Acerque mi cara, y la di un tímido lameton a la pelambrera. Estaba muy mojada, y el sabor del flujo era fuerte e intenso.
Con las manos separe los labios, y fui relamiendo todo el interior. Sorbi flujo como si de un helado se tratará.
Relamia, mamába y Sonia empezó a removerse del gusto que la daba.
Pase a comerme aquel inflamado clitoris. Estaba tan hinchado que lo podía sujetar con los labios y darle lenguetazos a la vez.
Fui acelerando el ritmo, y Sonia me cogió de la cabeza apretandome contra su coñazo.
-Si cachorrito, sigue así que me quiero correr en tu boquita, ahhhh
Estas palabras y que me apretara contra su rajita, me hicieron chupar más rápido, más fuerte y una explosión de líquido lleno mi boca.
Menuda mujer era Sonia, y que corrida estaba yo degustando. El sabor del flujo me lleno la boca, y yo solo podía lamer y tragar...lamer y tragar.
Sonia fue relajando su mano, me soltó y se fue abriendo el coño todo lo ancho que podía. El primer chorro no lo esperaba y me dio en la frente, los siguientes en plena cara.
La muy cerda me estaba meando en la cara. Cuando me adapte al chorro metí mi boca contra el coño, para que me llenará como una botella. Poderosas arcadas me nacían, pero no podía quitar la boca de aquella fuente amarilla.
Según me iba llenando lo iba escupiendo, y me goteaba por el cuerpo. El calor era agradable, y cada vez estaba más cachondo.
El chorro fue bajando de intensidad, mientras yo iba relamiendo pelos, coño y todo aquel manjar que tenía delante....
Había caído en las fauces de aquella oronda señora de 55 años, y estaba dispuesto a jugar y disfrutar de todo lo que el destino me estába regalando.
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Ese alquiler me permitía vivir desahogado, sin preocupaciones. Era una comunidad pequeña, con unas zonas comunes prácticamente deserticas en invierno, pero según fue entrando la primavera ya se podían ver vecinos usándolas y disfrutando.
Poca relación tenía con nadie, ya que básicamente del garaje, subías a casa y eso dificultaba la comunicación con los vecinos.
La templada primavera, dio paso a un verano tempranero y unas temperaturas sofocantemente altas. Esto hizo que para el 7 de Junio abrieran como algo excepcional la piscina.
Era una piscina amplia, rodeaba de grandes zonas verdes, que daban cobijo bajos sus sombras a los usuarios.
Había cogido las costumbre de sentarme en la zona derecha de la pisci, alejado de los chavales que jugaban a la pelota, y asi estar tranquilo y a mis anchas, leyendo un libro, y relajándome.
Esa zona la usábamos varios, vecinos en la misma situación que yo. Solteros y casados, pero si descendencia.
Había ido cogiendo amistad, con algunos vecinos que debido a la repetición y rutina al final acabas charlando.
Un día me llamó la atención una señora y una chica, que parecian madre e hija, que no solían ponerse en nuestra zona adult only..
La señora era una mujer robusta, grande en todos los sentidos, que al igual que su hija, usaban unos bikinis, que no dejaban nada a la imaginación.
Rebosaba carne por todos lados. Llamaba sobremanera, el minusculo tanga bikini, que dejaba sus enormes nalgas al aire.
Por su lado, la que pensaba que era su hija, (que equivocado estaba) era regordeta, de estrecha cintura, y anchas caderas que debido al minúsculo tanga aún dejaban más patentes.
Sonia e Irene eran sus nombres, que había escuchado entre las conversaciones desairadas, de algunos vecinos.
-Ya están aquí estas..
-Y que pintas de guarras, ahí fumando juntas
-Cada año peor, más gordas y con menos ropa. No deben tener espejos en casa...
Cosas como estas salían de la boca de algunas vecinas, sobre esta pareja tan llamativa.
A mi lejos de horrorizarme, adoraba observarlas desdé la lejanía. A veces compartían un pitillo, a medias, cosa que me gustaba ver. Cada vez iba pensando que no eran familia, sino amigas.
Normalmente Irene, según llegaban empezaba muy pizpireta a untar en crema a la señora. Siempre muy despacio, gatuna, bajo la antena mirada de Sonia.
Sonia dejaba caer su peso en la silla, Irene se ponía de rodillas e iba untando en crema desde los pies hasta los muslos. Luego ya se dedicaba a untar la prominente barriga de Sonia, y masajeaba los caídos y grandes sacos que tenía por tetas.
Después se repetía la situación, de la señora a la jovencita. Pero su forma de tratarla no era con tanto miramiento ni cuidado, al untarla los blancos chorretones. Se podía percibir hasta una especie de desprecio en el gesto, que no entendía muy bien.
Hasta para ir al agua, iban juntas. Me encantaba verlas pasar por la ducha, y verlas mojar sus orondos cuerpos
Tenían siempre la misma rutina. Después de la ducha, Irene saltaba de bomba al agua, mientras Sonia bajaba por la escalerilla. Sonia se apollaba en el borde, con los brazos por fuera del agua, mientras Irene bucea y salía. Era muy extraño. Daba la sensación de que Irene se hundía, en el agua para bajar a las zonas bajas de Sonia
Majestuosas. Majestuosas pajas caían cada noche, imaginando, a esas diosas de botero, y las cosas que las haría juntas y separadas.
Un día entre la gente que nos juntábamos en la piscina, salieron ellas como tema de conversación. Por fin consegui información de buena mano de la extraña pareja.
Irene tenia 22 años, y era íntima amiga de la hija de Sonia. Sonia tenía 55 años y estaba divorciada. Su hija, estaba de erasmus en Holanda, y mientras tanto se traía a pasar la tarde a Irene a refrescarse juntas.
Pero en mi perversa mente, algo no acababa de cuadrar. Una cosa es llevar a una amiga de tu hija a la piscina, y otra la forma y complicidad que tenían las dos.
Los días pasaban, y todo seguía igual. No solían faltar a su bañito diario. Normalmente, a media tarde, Irene iba a los vestuarios, y pasados un par de minutos Sonia seguia sus pasos. A los 10 minutos, volvía, e Irene al momento la seguía con el pelo mojado, después de lo que yo pesaba que era una ducha.
Estaba obsesionado con que pasaba en aquellos vestuarios, que eran compartidos para señoras y caballeros.
Así que teji una estrategia. Cuando Irene se fuera al baño, la seguiría, para estar allí antes de que la gorda señora llegara.
Ya estábamos a primeros de Agosto, y la afluencia piscinil, era casi inexistente. Allí estaba yo, observando nervioso y excitado a la extraña pareja. Fueron siguiendo todas sus labores habituales. Untamiento de cremas, cigarritos compartidos, bañito, y al rato ya vi a Irene levantarse camino al vestuario.
Cauto, deje que avanzara hasta la mitad del camino y seguir sus pasos. Al llegar al vestuario vi que los cambiadores estaban vacíos. Así que Irene debía estar en la unica ducha, que había.
Con los nervios decidí entrar al cambiador, escondido cual gacela, para cazar a su presa. Al minuto escuche la puerta y el pestillo de la ducha. Tenia que ser Sonia. Desde mi posición, no escuche nada, ni ruido de ducha ni conversación. Que hacían allí estas 2 mujeres???
Al cabo de un rato, empecé a escuchar un goteo, que cada vez era mas intenso, como si fuera un grifo, pero no era de la ducha.
Poco a poco fue parando, y un leve gemido, me puso los pelos de punta.
Seguidamente se escucho el pestillo, y escuche salir a las 2 de vuelta a la piscina.
Que había pasado en ese vestuario?. Mi mente elaboró cientos de hipótesis, pero ninguna me daba solución a que había pasado. Dejé pasar unos minutos, sali de baño, y en la ducha tampoco encontré pistas, más allá de un buen charco en suelo.
Salí de allí, volví a la pradera y allí estaban ellas dos, fumando un cigarro y charlando divertidas. Sonia en su silla e Irene tumbada en una toalla con el pelo y bañador mojados..
Traze mi nuevo plan. Al día siguiente repetiría la operación, pero esta vez me metería en el cambiador más cercano a la ducha, con la intención de subirme a la silla que había, y poder ver que pasaba.
Dicho y echo. Repetí la operación al día siguiente siguiendo los pasos del bamboleante culo de Irene. Entre en el cambiador, intentando hacer El mínimo ruido posible. Al poco escuche el pestillo, y pasados unos segundos me aupe para ver que pasaba.
Aquello era más sucio de lo que me hubiera imaginado. Irene estaba de rodillas, en la ducha, mientras Sonia la miraba con gesto serio. La señora se iba acecando despacio a Irene que no se inmutaba. Sonia cogió de la nuca a Irene y metió la cara de la chica contra su tanga.
Irene hacia, como si luchará por apartarse, pero más como gesto, que como realidad. Llegado un momento Sonia se quito el bikini, se separo y le mostró su coño.
Eso no era un coño, era un coñazo enorme y peludo. Tenía unos labios largos y coronados con un critoris del tamaño de un judíon de la granja.
Irene poco a poco se fue acercando hasta que clavo su boca dentro. Era como un león, que llevaba 10 días sin comer. Devoraba con lujuria esa vagina madura sin tregua, chupando lamiendo y degustando la tarea.
De repente Sonia arqueo el cuerpo, y soltó un áspero gémido corriendose como una burra en la boca de aquella chica.
Cuando paso el calambrito Irene volvió a relajarse de rodillas y con las manos en los muslos esperado. Sonia se separó los labios mayores, mostrando aquella maravillosa raja de color rosa y acercándose a la cara de Irene, comenzó a mearse.
Primero eras una leves gotitas, que Irene intentaba recoger, para poco a poco dar paso a un poderoso chorro que iba regandola entera. Yo no sabía donde meterme, aquella situación, me estaba poniendo a tope. Esa dominación que usaba Sonia sobre Irene era increíble.
Irene abría la boca intentando recoger todo el pis posible, para luego dejarlo caer sobre su cuerpo. Sonia iba regandola por toda la cara, pero cuando el chorro ya fue bajando de intensidad, volvió a cogerla de la nuca y se clavo la cara de Irene en su peludo aparato hasta que terminó la poderosa meada.
Yo no podía quitar los ojos de como Irene se restregaba contra aquel coñazo, relamiendo y tragandose flujo y meada, de la señora. De repente algo heló mi sangre. Sonia me miraba fijamente mientras se restregaba la cara de Irene por sus partes íntimas.
Me escondí rápidamente, pero el mal ya estaba echo. Esperaba un grito, una protesta, algo. Pero no paso nada. Al contrario sonó el pestillo, como el día anterior y al momento la puerta al salir Irene.
No sabía donde meterme ni que hacer. Sobre todo por lo abultado de mi paquete. Baraje rápidamente mis opciones. Cuando mi elección bajo lo suficiente sali como si nada, volviendo a mi toalla.
Ellas estaban en su sitio, la única diferencia era que no me quitaban ojo, mientras charlaban y reían.
Esa noche cayeron 3 pajas rememorando lo vivido. En la última mi mente me llevó al sitio de Irene, comiendo y saboreando coño peludo y maduro.
Por trabajo no pude bajar a la piscina los 3 siguientes días al evento pero no me las quitaba de la cabeza. Era viernes cuando por fin las cuestiones laborales me dejaron ir a la piscina. Aproveche y baje pronto deseando ver a mis jamonas favoritas.
Pasaron cerca de dos horas, y me empecé a poner nervioso porque no aparecían. Con la esperanza casi perdida por fin vi a Sonia, pero por primera vez sola.
Hoy llevaba gafas, que lejos de afearla, la daban un aspecto de profesora caliente. Venía pintada, como siempre, sombras azul en ojos, labios perfilados, y con su pelo rubio recogido en una coleta. Se sentó en la silla, mirando hacia mi dirección si quitarme ojo.
Estaba apachangada en la silla, y todo era carne. La respingona barriga era tapada casi a la mitad por las tetas gordas tan caídas.
Aquella mirada y sus formas me estaban poniendo la polla dura, sabiendo lo guarra y viciosa que era aquella inquietante señora.
Decidí ir al agua a nadar y darme un baño. Allí relajandome vi como Sonia entraba en la piscina, y ni corta ni perezosa se dirigía mirándome fijamente hacia mi.
En aquel momento, me temblaban hasta las piernas.
-Hola vecino, que tal.
-Bien, refrescandome un poco.
-Yo soy Sonia, aunque seguro que eso ya lo sabes.
-Encantado yo me llamó Juan.
Nos dimos dos besos de rigor, y un silencio incómodo se apoderó del momento, hasta que Sonia ni corta ni perezosa me dijo lo siguiente
-Y dime Juan, te gusto el espectáculo que viste el otro día???
-ehh, disculpa Sonia, fue un malentendido. Escuche ruido en la ducha y me asome, y ...bueno ya sabes.
-Que mentirosillo, que eres. Vi como seguías a Irene...lo tenías todo planeado. No nos importó que nos vieras, de echo le dio más morbo a la situación. Pero te repito, te gusto lo que viste?
-La verdad que no me quito lo sucedido de la cabeza, desde que vi como usaste a Irene.
-Bien, parece que ya vamos entendiéndonos.
Me contó que Irene, llevaba un par de años tirándola la caña. Que era una chica bisexual y sumisa. La gustaba que la usarán, para los más sucios y guarros juegos. Un día, la pillo desprevenida a la señora y la beso. La fue iniciando en como la gustaba que la dominarán, y poco a poco Sonia se volvió la dueña de la chica.
-Madre mía Sonia, se muy poco de todos estos temas, pero si te puedo decir que ahora mismo no puedo salir del agua sin llamar la atención.
-Jajaja, vaya con Juanito. También le gusta que le usen.
-A ver, siempre he sido muy generoso en la cama. Me encanta bajar al pilón. Y sinceramente tienes un coño que debe saber a gloria.
-Aja...y te gustaría probarlo?
-Que se te pasa por la cabeza
-Hombre que es viernes, Irene está de viaje, y estoy cachonda. Si te apetece, en 10 minutos te espero en mi casa.
Asi de fácil. Después de 4 días, pensando en sentirme usado por aquella rellena señora, parecía que iba a poder vivirlo en mis propias carnes.
Primero salio ella del agua, y cuando mi paquete de recompuso también sali yo.
Fui rápidamente a secarme, y fui a su portal. Llame al telefonillo, y para dentro. La puerta de su casa estába entreabierta, pase y cerré detrás de mi, sin saber que iba a encontrarme.
-Se puede???
-Adelante, pasa Juan
Aquella imagen la tendré grabada para siempre en mi mente. Sonia estaba sentada en pelotas en el sofá, con las piernas abiertas fumando un cigarro.
-Esto es lo que llevas estos días buscando?
Me decía mientras se acariciaba el coñito, delicadamente.
Me fui acercando despacio, hasta quedar de rodillas entre los gordos muslos. La parte interior del roce entre ellos, estaba más oscura, y áspera. Nada que no la hiciera más interesante.
Y en frente aquella vagina. Era muy peluda, con canas y pelos rizados. Acerque mi cara, y la di un tímido lameton a la pelambrera. Estaba muy mojada, y el sabor del flujo era fuerte e intenso.
Con las manos separe los labios, y fui relamiendo todo el interior. Sorbi flujo como si de un helado se tratará.
Relamia, mamába y Sonia empezó a removerse del gusto que la daba.
Pase a comerme aquel inflamado clitoris. Estaba tan hinchado que lo podía sujetar con los labios y darle lenguetazos a la vez.
Fui acelerando el ritmo, y Sonia me cogió de la cabeza apretandome contra su coñazo.
-Si cachorrito, sigue así que me quiero correr en tu boquita, ahhhh
Estas palabras y que me apretara contra su rajita, me hicieron chupar más rápido, más fuerte y una explosión de líquido lleno mi boca.
Menuda mujer era Sonia, y que corrida estaba yo degustando. El sabor del flujo me lleno la boca, y yo solo podía lamer y tragar...lamer y tragar.
Sonia fue relajando su mano, me soltó y se fue abriendo el coño todo lo ancho que podía. El primer chorro no lo esperaba y me dio en la frente, los siguientes en plena cara.
La muy cerda me estaba meando en la cara. Cuando me adapte al chorro metí mi boca contra el coño, para que me llenará como una botella. Poderosas arcadas me nacían, pero no podía quitar la boca de aquella fuente amarilla.
Según me iba llenando lo iba escupiendo, y me goteaba por el cuerpo. El calor era agradable, y cada vez estaba más cachondo.
El chorro fue bajando de intensidad, mientras yo iba relamiendo pelos, coño y todo aquel manjar que tenía delante....
Había caído en las fauces de aquella oronda señora de 55 años, y estaba dispuesto a jugar y disfrutar de todo lo que el destino me estába regalando.
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