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Título: Infusiones por detrás
Autora: Aortx
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Sinopsis:
En una pequeña calle de Lavapiés, el herbolario Flor de Medianoche oculta más secretos de los que aparenta. Rosa, su dueña, decide grabar una escena porno dentro de la tienda, mezclando placer, aceites y rituales en un rodaje que lo cambiará todo. Lo que no esperaba era ser descubierta por una vecina curiosa... Una historia intensa, provocadora y real, donde el deseo brota entre plantas y estanterías.
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Relato completo:
El sol del mediodía resbalaba por la estrecha Calle del Olivar, acariciando con timidez los cristales del herbolario Flor de Medianoche. El cartel colgado en la puerta rezaba: “Cerrado por grabación”, y nadie se atrevía a imaginar lo que eso significaba en realidad.
Dentro, entre cajas de infusiones afrodisíacas, aceites esenciales y plantas desecadas, reinaba una humedad distinta, más espesa, más íntima. Rosa, la dueña del local, había bajado la persiana a medias y echado el cerrojo. Estaba nerviosa, pero excitada. Aquella no era una grabación cualquiera. Era su debut. No como dueña de un espacio místico, sino como protagonista de una escena porno que llevaba semanas preparando en secreto.
Vestía solo una bata blanca de lino, abierta hasta la cintura. Su cuerpo brillaba con el aceite tibio de jengibre y cáñamo que ella misma se había untado. La cámara enfocaba desde el mostrador. El actor, un joven de torso firme y mirada salvaje, ya se acercaba desde el fondo, desnudo, empalmado, con la respiración acelerada.
—¿Lista? —le susurró al oído mientras la inclinaba con suavidad sobre la barra de madera.
Rosa respondió con un gemido sordo, alzando las caderas. Una mano firme le separó las nalgas, y pronto el glande resbaló por su entrada más íntima, lentamente, con paciencia… hasta que todo él desapareció dentro.
El primer empujón le robó el aliento. No había vuelta atrás.
La escena ardía. Sus gemidos eran reales, profundos, bestiales. El sonido del sexo llenaba el local como un mantra salvaje. Cada embestida removía frascos, bolsas de tila y cajas de pasiflora que temblaban con el ritmo animal de la penetración anal.
El rostro de Rosa lo decía todo: ojos cerrados, cejas arqueadas, la boca entreabierta dejando escapar jadeos cada vez más intensos. Su expresión mezclaba dolor y éxtasis, sumisión y poder. Tenía el rostro encendido, perlado de sudor, y cada gesto suyo parecía gritar que ese era su lugar, que ese era su deseo más puro.
Lo que ninguno sabía es que desde fuera, entre la ranura de la persiana y el cristal, una vecina los observaba. Primero sorprendida. Luego fascinada. Sacó el móvil. Grabó. Lo compartió. “La herborista, en plena acción… por detrás.”
Mientras tanto, dentro, Rosa se empujaba contra él, mojada, jadeante, con el culo completamente abierto, sintiéndose diosa, planta salvaje, raíz que no se corta. Cuando llegó el orgasmo, fue total. El actor acabó derramando su semen caliente sobre sus nalgas tensas, y la cámara captó su sonrisa final, traviesa, victoriosa, satisfecha.
Aquella tarde, el barrio cambió para siempre. Flor de Medianoche ya no era solo un herbolario. Era una leyenda.
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Título: Infusiones por detrás
Autora: Aortx
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Sinopsis:
En una pequeña calle de Lavapiés, el herbolario Flor de Medianoche oculta más secretos de los que aparenta. Rosa, su dueña, decide grabar una escena porno dentro de la tienda, mezclando placer, aceites y rituales en un rodaje que lo cambiará todo. Lo que no esperaba era ser descubierta por una vecina curiosa... Una historia intensa, provocadora y real, donde el deseo brota entre plantas y estanterías.
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Relato completo:
El sol del mediodía resbalaba por la estrecha Calle del Olivar, acariciando con timidez los cristales del herbolario Flor de Medianoche. El cartel colgado en la puerta rezaba: “Cerrado por grabación”, y nadie se atrevía a imaginar lo que eso significaba en realidad.
Dentro, entre cajas de infusiones afrodisíacas, aceites esenciales y plantas desecadas, reinaba una humedad distinta, más espesa, más íntima. Rosa, la dueña del local, había bajado la persiana a medias y echado el cerrojo. Estaba nerviosa, pero excitada. Aquella no era una grabación cualquiera. Era su debut. No como dueña de un espacio místico, sino como protagonista de una escena porno que llevaba semanas preparando en secreto.
Vestía solo una bata blanca de lino, abierta hasta la cintura. Su cuerpo brillaba con el aceite tibio de jengibre y cáñamo que ella misma se había untado. La cámara enfocaba desde el mostrador. El actor, un joven de torso firme y mirada salvaje, ya se acercaba desde el fondo, desnudo, empalmado, con la respiración acelerada.
—¿Lista? —le susurró al oído mientras la inclinaba con suavidad sobre la barra de madera.
Rosa respondió con un gemido sordo, alzando las caderas. Una mano firme le separó las nalgas, y pronto el glande resbaló por su entrada más íntima, lentamente, con paciencia… hasta que todo él desapareció dentro.
El primer empujón le robó el aliento. No había vuelta atrás.
La escena ardía. Sus gemidos eran reales, profundos, bestiales. El sonido del sexo llenaba el local como un mantra salvaje. Cada embestida removía frascos, bolsas de tila y cajas de pasiflora que temblaban con el ritmo animal de la penetración anal.
El rostro de Rosa lo decía todo: ojos cerrados, cejas arqueadas, la boca entreabierta dejando escapar jadeos cada vez más intensos. Su expresión mezclaba dolor y éxtasis, sumisión y poder. Tenía el rostro encendido, perlado de sudor, y cada gesto suyo parecía gritar que ese era su lugar, que ese era su deseo más puro.
Lo que ninguno sabía es que desde fuera, entre la ranura de la persiana y el cristal, una vecina los observaba. Primero sorprendida. Luego fascinada. Sacó el móvil. Grabó. Lo compartió. “La herborista, en plena acción… por detrás.”
Mientras tanto, dentro, Rosa se empujaba contra él, mojada, jadeante, con el culo completamente abierto, sintiéndose diosa, planta salvaje, raíz que no se corta. Cuando llegó el orgasmo, fue total. El actor acabó derramando su semen caliente sobre sus nalgas tensas, y la cámara captó su sonrisa final, traviesa, victoriosa, satisfecha.
Aquella tarde, el barrio cambió para siempre. Flor de Medianoche ya no era solo un herbolario. Era una leyenda.
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