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Fui la novia secreta de mis compañeros de cuarto (Parte II)

CAPÍTULO DOS: HUIDA Y CONVICCIÓN
Me agaché y quedé escondida detrás del desayunador. Apenaspodía escuchar lo que decían desde donde estaba, pero era obvio que hablaban dechicas, alcohol y sexo. Y asumo que fue eso porque Julio, el blanco, subió lasescaleras diciendo:
—No sé ustedes, pero yo voy a dormir, me duele la verga delo que me la chupó esa perra en el baño…
Tras eso, escuché que abrió la puerta de su habitación ycerró, listo para desaparecer de la noche. En la sala se quedaron Mateo yLucas, el trigueño y el moreno. Balbuceaban algo, aunque no supe de qué, solologré entender “borracho” y “vómito” y no quise suponer que alguno de elloshubiese acabado así la noche.
De pronto, vi a Lucas subir las escaleras. Iba sin camisay, aunque estábamos en penumbras, pude ver su pecho y su abdomen y… ¡Santocielo! Es un hombre sabroso. Con los cuadritos marcados y los pectorales hechosy derechos. Sinceramente un papacito. Cada minuto que pasaba, Lucas meterminaba demostrando que los negros tienen un poder de otro planeta.
Escuché la puerta cerrarse, supe que ya estaba en suhabitación. Lo que dejaba a Mateo en el camino listo para la huida, y si todosse estaban yendo, solo me quedaba esperar a que él se fuera para escaparme a mihabitación.
Me asomé un poco por el desayunador, aprovechando laoscuridad, y me sorprendí de ver a Mateo tirado en el sofá, roncando. Me agachéy me sonreí de verlo así. Meneé la cabeza para alejar el pensamiento de micabeza y volví a la realidad. Está bien, estaba dormido, era mi oportunidadpara escapar de ahí.
Comencé a sentir algo de frío, estaba semidesnuda, lalencería no es precisamente algo que te de calor en lugares abiertos. Me movíagachada como pude hasta la salida de la cocina que daba hacia las escaleras.Miré hacia arriba, tratando de divisar que no bajara ninguno de los muchachos,luego miré hacia Mateo y este seguía dormido. Era mi oportunidad.
Tomé un respiro y salí disparada hacia las escaleras,corriendo casi en puntillas para no hacer ningún ruido, y cuando llegué alsegundo escalón, se me detuvo el corazón. Escuché un ruido detrás de mí, comosi alguien se estuviese moviendo en el sofá. Me quedé helada ahí mismo, pero,como pude y sin girar mi cuerpo, miré por encima de mi hombro y miré hacia lasescaleras con rapidez. Mateo estaba sentado en el sofá, mirándome.
Me sentí de piedra, no sabía qué hacer. Así que, siguiendocon el riesgo, ya pensando que cualquier cosa podría pasar, continué subiendolas escaleras, pero esta vez meneé suave y sensualmente las caderas, esperandoque Mateo no me reconociera y mucho menos no me siguiera. Si todo salía bien,ahí en mitad de la noche y las penumbras, podría pasar como una ilusión de sucabeza. Y ese pensamiento quedó eclipsado cuando, al llegar al penúltimoescalón, lo escuché roncar de nuevo.
La niña en mí dio brinquitos por dentro y en un arrebato deadrenalina, corrí a mi habitación y me encerré dando un portazo.
—¡Mierda! —solté pegando mi espalda contra la puerta ydejándome caer por esta. Quede con el culo desnudo en la cerámica. Estaba frío,di un respingo, pero volví a quedarme ahí, era lo de menos después de lo quehabía pasado.
Suspiré con alivio y me dejé caer de lado. Estuvo cerca,definitivamente cerca. Casi me descubren, y me pregunto qué habría pasado silos tres se hubiesen dado cuenta en ese momento que, su compañero de cuarto, seviste de putita en secreto porque en el fondo desea ser follada como a unamujercita. Quizás los eventos que pasaron después no se hubiesen suscitado comolo hicieron.
Al cabo de unos minutos, me levanté del suelo y busqué micelular. Eran casi las tres de la mañana, maldije por lo bajo, era tarde e ibaa dormir poco para ir a trabajar al día siguiente. Puse la alarma a las 7:30 amy cerré los ojos con pesar cuando vi que faltaban cuatro horas y fracción paraque sonara la alarma. Dejé el celular a un lado, en la mesita de noche y medispuse a quitarme la lencería.
Y mientras me desvestía, a mi mente vino la imagen de Lucassin camiseta subiendo la escalera, con los abdominales y el pecho marcado, consus brazos fuertes y con aquellas manos grandes. Y tuve una erección. Y no sési fue la adrenalina de casi ser descubierta o el hecho de que ese chico estabatan bueno, pero aquello me excitó tanto que, por primera vez en mucho tiempo,me estaba masturbando sin tener que utilizar nada más que mi imaginación.
Me vi de muchas formas. En una estaba en cuatro, con éltomándome de la cintura para darme por el culo toda su verga, la cual imaginégrande, venosa y gruesa, negra y con la cabeza rosada. Luego imaginé que metenía de frente, conmigo en la cama y él en el suelo, mirándonos mientras mepenetraba, tomando mis piernas para abrirme completamente. También vino a mimente la escena de la felación. Me vi chupando y disfrutando su verga conlujuria y pasión, lamiendo hasta sus huevos negros y grandes. Rayos, realmenteme vi de muchas formas con él, me veía como estas chicas blancas teniendo sexocon negros. Fue tan rico que me hizo acabar rápido. Sin darme cuenta, estaba enla cama, acostada, llenando de leche mi abdomen nuevamente, deseando que fuerala suya.
Suspiré al terminar y pensé en lo pecaminosa que estabasiendo. Me limpié con las toallitas húmedas y tiré todo al piso. Pronto elsueño me venció, solo cerré mis ojos y me quedé dormida.
 
Me vi caminando por un pasillo. Había puertas a amboslados, pero ninguna me interesaba más que aquella que estaba al final. Caminécon certeza, sin vacilar. De pronto me sentía con más tranquilidad que decostumbre, más armonía interior. Miré hacia abajo y vi que llevaba un vestidoamarillo, de esos con vuelo que se mueven al viento. Era corto, pero no meimportaba si se levantaba, no entiendo por qué. Y entonces llegué a la puerta ycuando quise abrirla, me desperté.
Estaba en mi cama, mirando el techo de mi habitación. Yentonces pensé en casa, en mis padres, mis hermanos y recordé por qué estabalejos. Sonreí con desilusión y me di vuelta en la cama. En ese momento me dicuenta que todavía tenía puesta la lencería.
—Qué barbaridad… se me va a arruinar —fue todo lo que dijepara mí misma al darme cuenta de que ya tenía más de ocho horas con esa ropapuesta.
 

Fui la novia secreta de mis compañeros de cuarto (Parte II)


 
Miré el reloj de mi celular y vi que me había despertadoantes de que sonara la alarma. Me sentía bien, no cansada ni adormilada, comosi hubiese dormido toda la noche. Y entonces recordé lo de los ciclos de sueño ypensé que eso vendría a reventar tipo tres o cuatro de la tarde. Y sin pensarlomás, me desvestí y fui a bañarme.
Me duché rápido, lavando cada parte de mi cuerpo y salívestida con la toalla hasta mi pecho. Escogí mi ropa y, quizás por todo lo quepasó la noche anterior, puse una tanga junto al bóxer. Vi el reloj y ya habíaun cuarto de hora pasadas las siete. Tenía 45 minutos para llegar a la oficina.Me vestí enseguida y me vi frente al espejo. Ni en un millón de años a alguiense le ocurriría que yo sería una putita deseosa de vergas.
Salí de mi habitación, echando llave a la puerta, y bajépor las escaleras, viendo a Lucas y Julio cocinando algo. Olía rico, y alparecer era Julio el que cocinaba, Lucas solo esperaba y le hacía plática a suamigo.
—¡Hey! ¿Cómo estás? —me preguntó Lucas al verme, sonreíabien lindo. Miré a Julio y este solo saludó con un asentimiento de cabeza.
—Bien, bien, ¿Y ustedes? —les pregunté sentándome en uno delos banquitos frente al desayunador. Dejé mis cosas a un lado.
—Un poco cruditos, pero aquí vamos, listos para comenzarotro día —contestó Lucas con tranquilidad, me gustaba su manera de ser, alegrey simpática.
—¿Querés café? —preguntó Julio tomando una taza y lacafetera con café negro.
—Lo agradecería —contesté cuando se me acercó con ambascosas.
Me serví un poco y él se llevó la cafetera. Lucas me pasóla azúcar y la crema en polvo.
—¿Te dormiste temprano anoche? —me preguntó Lucas mirándomea los ojos.
—Digamos que sí —respondí asintiendo—. Pero los escuché llegar.
—¿De veras? Era relajo el que nos traíamos, ¿Verdad? —contestóJulio dándole vuelta a unos huevos estrellados.
—Je, je, no tanto así, pero sí los escuché.
—El que terminó jodido fue Mateo, todavía está acostado,creo que va a llamar que está enfermo o algo así —dijo Lucas.
—¿En serio? ¿Qué le pasó?
—Tomó bastante anoche, y la cosa es que Mateo tieneproblemas para controlar el alcohol, siempre ha sido un problema desde queestaba en el instituto.
—¿Desde tan joven bebe? —pregunté sorprendido.
—Sí, je, je. Bueno, la cosa es que en su casa no eran losmás recatados, así que, quizás solo aprendió lo que miró todos los días, no sési me entendés —dijo Lucas encogiéndose de hombros.
—Te entiendo.
Y entonces pensé en la noche anterior y en que Mateo me viocon el culo desnudo, o quizás no. No lo sabía. A lo mejor solo y se estabaintentando levantar de la borrachera que tenía, o tal vez solo fue un actoreflejo. Bueno, eso podría saberlo luego, ahora importaba más desayunar e ir atrabajar. Y fue ahí donde pensé en las palabras que dijo Lucas.
—¿Ustedes se conocen desde ya tiempos? —preguntéinteresado.
—Podría decirse. Julio y yo fuimos compañeros en elinstituto, Mateo estaba en otras clases, pero teníamos casi el mismo círculo deamigos, así que sí, nos conocemos.
¡Mierda! ¿Quién iba a esperarse tremendo dato? Esto abríala posibilidad a muchas cosas, todas ellas más malas que las anteriores. ¿Y síMateo si me vio la noche anterior? ¿Y si les cuenta a los chicos? Aunque, consemejante borrachera y en la oscuridad, dudo mucho que hubiese podido ver algo.
—Entiendo —respondí—. ¿Y en qué trabajás?
—En la constructora de la ciudad, la que está haciendo elnuevo puente.
—Oh, entiendo. Está quedando bien bonito, por cierto.
—Je, je, gracias, aunque eso ya es cuestión de los chinos,a ellos se les ocurrió el diseño y todo.
—Cierto… ¿Y vos en qué trabajás, Julio?
Julio terminó de cocinar y sirvió todo en tres platos. Eranhuevos estrellados, tocino y pan tostado.
—Pues… trabajo como electricista para una de las compañíasde la ciudad. Todo tranquilo.
—Interesante. Entonces, constructor y electricista —dijecuando ambos se sentaron en el otro brazo del desayunador.
—Así es, ¿Y vos qué hacés exactamente? Buen provecho, porcierto —dijo Julio tomando un tenedor para entrarle al desayuno.
—Gracias —dijimos Lucas y yo a un son, luego proseguí—.Pues, mi trabajo consiste en ingresar datos, trabajar con tablas de Excel, manejarun sistema de códigos y estar pendiente de cosas que sucedan con el sistema dela empresa para la que trabajo.
—Vaya, ¿Estudiaste alguna ingeniería en informática o qué? —preguntóLucas tras darle un sorbo a su café.
—No, qué va, apenas tengo 21. Solo es algo para lo que nosentrenaron en la empresa, no es cosa de informática ni nada por el estilo, enrealidad tiene que ver con la contabilidad y trazabilidad de algunascuestiones.
—Pues más o menos te entiendo —dijo Julio—. ¿Entonces tenés21?
—Sí.
—¿Cuántos años tenés vos, Lucas?
—Je, je, tengo 27, ¿Y vos?
—26 —contestó Julio.
—¿Tienen 26 y 27 años? —pregunté sorprendido.
—Sí —dijo Lucas—. Me sorprendí cuando dijiste que tenés 21,aunque te ves de la edad que decís.
—Pero ustedes no se ven de esa edad, pensé que teníanmenos.
—Ja, ja, ja, gracias por el cumplido —dijo Lucas conelocuencia. De pronto, al saber la edad de ambos, algo en mí comenzó apropagarse por todo mi cuerpo. Si algo me gustaba, es que la otra persona fueramayor que yo. No entiendo por qué.
—De nada, aunque no fue un cumplido.
—Cierto, la verdad es que tampoco estamos viejos, solo sonunos años más de los que vos tenés.
—Eso es cierto —le dije a Julio.
Y era verdad. No estaban viejos y para nada que se mirabanmal, sinceramente estaban en la flor de la vida y vaya que no podían envidiarlenada a nadie.
Terminamos de desayunar, faltaban poco más de veinteminutos para las ocho de la mañana, aun tenía tiempo. Algo que agradecí es quela oficina me quedara como a diez minutos, razón por la cual no estaba apuradoni desesperado por irme, en cambio ellos sí. Me ofrecí a lavar los trastes porel desayuno, dijeron que estaba bien y se despidieron de mí diciendo que nosveríamos al rato. Salieron de uno en uno, cerrando la puerta tras de sí ydejándome solo en la cocina.
Pensé un momento en todo lo que habíamos hablado yconsideré seriamente lo de la noche anterior. Ese tipo de errores no tenía quevolver a cometerlos. No sabía qué podrían pensar de mí y tomando en cuenta todolo que estaba pasando en el mundo, no sabía cómo podrían reaccionar si seenteraban de la verdad. Suspiré con alivio al saber que Mateo no les habíadicho nada todavía, y lo que era mejor, que estaba hasta el techo de alcoholcomo para recordar algo de la noche anterior. Todo estaba yendo de maravilla, oeso creía hasta que escuché un ruido detrás de mí, y manteniendo la compostura,giré mi cabeza lentamente y vi a Mateo sentado frente al desayunador.
—Buenos días —dije con calma y volviendo a lo mío.
—Buenos días —respondió, pero en su cara pude ver queestaba realmente mal. Quién sabe qué tan fuerte estaba siendo la resaca queestaba experimentando.
—¿Cómo estás? —pregunté tranquilo terminando de lavar elúltimo plato.
—No tan bien, hermano, me siento bien mal —dijo recostándosesobre el desayunador.
—¿De veras? ¿Y es que tomaste mucho anoche? ¿Qué te pasó?
—No lo sé, la estábamos pasando bien y todo y de pronto mebebí algo y… bueno, me emborraché demasiado.
—¿Te bebiste algo? —pregunté con curiosidad mientrasordenaba los trastes.
—Sí.
—¿Algo diferente a lo que estaban tomando los demás?
—No… todos estábamos tomando lo mismo, pero… ¿Sabés qué?Mejor así dejemos eso, no quiero hablar de eso ahorita, a lo mejor solo esparanoia mía.
—¿Paranoia de qué? ¿Creés que te pusieron algo en la bebidao algo?
El joven levantó la cabeza y asintió levemente y despuésvolvió a recostarse.
—¿Qué? ¿Pero quién pudo hacerlo? ¿Los chicos lo hicieron?¿No estabas bebiendo con ellos?
—Son muchas preguntas y muy temprano… pero no, no fueronellos, comencé a beber con ellos, pero en cierto momento de la noche me apartéun poco para estar con una muchacha y… no sé si fue ahí…
—¿En serio? ¿Y te acordás de ella?
—No mucho… creo que me robó también.
—¿Qué?
—Sí… pero no importa, porque traía poco dinero, aunque loque me preocupan son las tarjetas y demás… ¡Qué mierda! Me duele la cabeza.
Busqué en la alacena algo para que tomara y encontré unaAlka Seltzer de las negras, aunque vi varias, seguro era para las resacas quetenían seguido. Poco a poco comenzaba a conocer a mis acompañantes. Se laentregué diluida en un vaso con agua.
—Gracias…
—De nada —suspiré—. No sabía que habías tenido una noche tanpesada. Creo que por eso no voy a fiestas.
—Ja… pero no la pasaste mal que se diga, invitaste aalguien a acompañarte…
Sentí un vuelco en el estómago al escuchar eso, ¿Por quéhabía dicho eso? ¿Acaso me vio?
—¿Qué? —pregunté manteniendo la compostura, aun nada estabadicho.
—Sí, es verdad que ayer estaba hasta el techo de alcohol,pero me pareció ver a una linda jovencita en lencería subiendo esas escaleras,creo que se metió en tu cuarto… y por lo que vi, sinceramente era una nenaexquisita… te lo tenías bien guardado, perro, comiste bien mientras noestábamos… ¡Fuck! Qué dolor de cabeza…
—Pero… —entonces ¿No era lo que yo pensaba? ¿Acaso pensóque era alguien más?
—Tranquilo, tranquilo, no le voy a decir a nadie, si eso teinteresa, solo… solo dile que traiga a unas amigas para la próxima… y que nosean tan bandidas… ja, ja… mejor no me río. Me voy a dormir, tené cuidado, nosvemos luego —me dijo antes de levantarse para irse a su cuarto.
Y mientras lo miraba alejarse, no entendía cómo habíapasado todo eso en cuestión de horas. Solo tenía poco menos de un día dehaberme mudado ahí y ya alguien me había visto el culo y en lencería y… ¿Meconfundió con una chica? Aunque, si la cosa era así, podía usarlo a mi favor ydecir que sí, que invité a alguien y que esta persona anduvo por ahí antes deque ellos vinieran. Era la mejor coartada de todas. Le agradecí a Mateo porhaberme dado tal idea, sin saber lo que había hecho, y me fui de ahí. Ya estabasobre el tiempo, era hora de ir al trabajo.
Sin embargo, no recuerdo nada rescatable que sucediera deeso, salvo que me enterase que el jefe estaba cogiendo con una de lasasistentes. Carolina, una de mis compañeras, una chica de veintitantos y conunas piernotas y de ojos verdes, me dijo que detestaba a Laura, otra de laschicas, porque se creía la joya de la corona solo por el trato que le daba eljefe, a lo que Luis replicó diciendo que eso era porque estaban cogiendo. Carolinadebatió que no podía ser cierto ya que el jefe estaba casado, y Luis dijo queera más bien anormal qué el jefe no le entrara a una de las asistentes, ellasoltó un bufido y se apartó de mí, Luis me dijo que mirara a Laura y soltó: “Peroes que, con ese cuerpazo, quien no querría aprovecharse de su nivel en laempresa”. Y vaya que tenía razón. Laura era una de esas chicas de revista paracaballeros, alta, de piernas largas, delgada y con una carita de perratragaleches que ni para que lo cuento.
Me quedé pensando un rato en eso y me pregunté si el jefeera tan bueno en la cama para que hicieran eso o solo era el dinero. Porque feono era y más bien hasta se ejercitaba. Era aseado y olía muy bien. Más allá delhecho de que tuviese plata, realmente tenía buena pinta y podía caerle bien acualquiera. En fin, que tenía una duda existencial sobre eso, misma que seapagó tan pronto salí de la oficina, subí a mi auto y me fui de ahí directo ami casa, no sin antes pasar por un lugar especial.
Antes de mudarme a esta ciudad, hice unas cuantasincursiones por sus calles. Había escuchado que era un buen lugar para vivirpara alguien con mis características, joven, independiente y con ganas de saliradelante. Así que, si lo era, debía comprobarlo. Y en unos fines de semana endonde me perdí por sus calles, encontré dos lugares interesantes, uno para mismovidas salvajes nocturnas y otro para cuando solo necesitas poner freno ydetenerte un momento a orillas del camino. Y ahí estaba.
Me estacioné y tras dejar el auto en un lugar adecuado,bajé y caminé por el estacionamiento hasta la entrada del establecimiento.Tenía unas cuantas gradas que subían hasta una plataforma de madera, la cualfuncionaba de piso para todo el lugar. Desde adentro venía la música pop quetenían de fondo, bastante 2010-2015. Era como un galpón amplio y con paredes demadera y extensos ventanales por los cuales entraba mucho aire, dándolefrescura a unas mesas distribuidas desde la entrada hasta la pared del final. Ami derecha estaba la cocina y la barra, donde uno hacía sus pedidos. Me acerquéaquí y vi a un chico joven y apuesto atendiendo, a su lado estaba una chicablanca y de cabello largo y lacio, muy guapa, despachaba unos pedidos a unapareja.
Miré el menú sobre sus cabezas y se me antojó un caféhelado con unas donas. Hice mi pedido y el chico, con el entrecejo fruncido yun par de ojos que me parecieron dominantes, me dijo que en unos minutosestaría mi pedido, qué tomara asiento. La joven a su lado se fijó en mí y mesonrió. Vaya que era guapa.
Me senté en una de las mesas cercanas y me quedé mirando lacarretera por las ventanas. De pronto aquel lugar se me hizo muy parecido,aunque no era así, al lugar donde Dominic Toretto y Bryan O’Conner hablaron ycomieron en la primera película de Rápidos y Furiosos. Saqué mi celular y entréa Facebook un rato. Miré las publicaciones de las personas que tenía agregadasy las de algunas páginas. Y entonces recibí un mensaje por WhatsApp.
Al abrirlo, me fijé que no tenía al número agendado. Mepareció extraño, puesto que no me suelen escribir números desconocidos.Generalmente suelo ignorar dichos mensajes, pero quizás fue la espera o queestaba en un momento de desconexión que, en contra de mis principios, entré alchat y contesté.
—Hola, buenas tardes —decía el mensaje.
—Hola, buenas tardes, ¿Quién me escribe? —pregunté en eltono más forma posible que se puede utilizar por mensajes.
—Una amiga —contestó. Tras eso, vi el “escribiendo” debajodel número, y entonces apareció su mensaje—. Una de las chicas que estaba en tucasa cuando visitamos a Mateo, Lucas y Julio.
Fruncí el ceño ante eso. Recordaba a las chicas, pero noentendía por qué me estaría escribiendo una de ellas. Y entonces pensé en lachica que me había guiñado el ojo.
—Oh, ¿Qué tal? ¿A qué se debe el gusto? —contesté.
—Pues… quería saber si podíamos tomarnos algo.
—¿Tomarnos algo?
—Sí, ya sabés, solo salir, tomarnos algo y disfrutar de lanoche.
Alcé una ceja. Realmente esperé que se tratara de algotranquilo.
—De acuerdo, no hay problema. Pero no habrá rollo conJulio, ¿Verdad? —pregunté.
—Oh, no, claro que no. Julio y yo no somos pareja, solosomos amigos. De vez en cuando salimos y así. Entonces… ¿Salimos?
Esperé un momento para responder. ¿Valía la pena hacerlo?La chica no estaba para nada mal. Si la pasaba por el filtro de un jovenheterosexual y bastante caliente, diría que estaba como ella quería. Culoncita,bajita y con unas piernas de encanto. Me la imaginé en lencería y vaya que semiraba exquisita. Y tras comprobar que se trataba de ella, lo pensé bien y vique sería bueno salir un rato con alguien para variar.
—De acuerdo, el fin de semana, porque esta semana la tendréllena de trabajo, ¿Te parece?
—Está bien, así haremos. Yo te llamaré cuando esté lista —dijoy entonces mandó un emoji de beso acompañado de un diablito. Meneé la cabezalevemente y sonreí.
—Bien, ten una linda noche.
—Igual.
Y tras eso, dejó de contestar. De pronto la chica detrás dela barra me llamó por mi pedido y fui a tomarlo. Degusté aquel café como nuncalo había hecho. Y sin poder evitarlo, pensé en casa y en mi familia. Ojalá lascosas no hubiesen salido tan mal como lo hicieron. Si existía el multiverso,deseé que en uno de ellos todos estuviésemos juntos sin ningún problema entrenosotros.
Al terminar, volví a casa sobre las ocho de la noche y, alllegar, miré a los chicos mirando una película. Saludé y ellos respondieron.Preguntaron si los acompañaría y contesté que estaba cansado, que iría adescansar un rato. Aceptaron sin discusión y me dejaron subir. Y mientras lohacía, no dejaba de pensar en el momento bochornoso que pasé esa madrugadacuando subí vestida en lencería y Mateo me observó el culo y pensó que estabalindísima. Sentí una palpitación en el culo y otra en mi pene. Aquello megustó.
Dejé de prestarle atención a ello y continué mi caminohacia mi habitación. ¿Cuánto más duraría aquella segunda vida? ¿Cuánto máspasaría antes de que Mateo dijera algo o descubrieran que esa que chica quesubió las escaleras, era yo? De momento, solo me tocaba huir y convencer.


Continuará...

6 comentarios - Fui la novia secreta de mis compañeros de cuarto (Parte II)

nukissy2390
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Kaely-sissy +1
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