En la habitación del hotel, la penumbra envolvía todo con un manto de intimidad. La única cama, grande y deshecha, ocupaba el centro del espacio, mientras el aire acondicionado susurraba suavemente, creando un murmullo constante que parecía acompañar el silencio cómplice entre Alissa y Tersius. Las cortinas, ligeramente corridas, filtraban una luz tenue que apenas iluminaba la habitación, dejando todo en un tono cálido y misterioso. Alissa dormía con ropa holgada, una camiseta amplia y unos pantalones cortos de algodón, pero sin ropa interior, su cuerpo suave y desnudo bajo la tela. Tersius, fiel a su costumbre, descansaba completamente desnudo, su piel bronceada brillando levemente en la oscuridad. La cercanía entre ellos era palpable, el aire cargado de una tensión sexual que no había sido resuelta.
La madrugada avanzaba, y Alissa comenzó a removerse en la cama, su sueño intranquilo. Sin querer, su mano rozó algo duro y caliente, algo que no esperaba encontrar. Se congeló, su corazón acelerándose al instante. Era la erección de Tersius, firme y palpitante, un recordatorio silencioso de la pasión que yacía entre ellos. Ella contuvo el aliento, sintiendo el calor de su piel y la tensión en el aire. Tersius, consciente del contacto, contuvo la respiración, su deseo creciendo con cada segundo que pasaba. La habitación parecía detenerse, el tiempo suspendido en ese momento de descubrimiento.
Poco a poco, Alissa deslizó su mano sobre su miembro, explorando su firmeza con una curiosidad que no podía ignorar. Sus dedos trazaron la longitud de su erección, sintiendo la suavidad de su piel y la dureza que yacía debajo. Tersius dejó escapar un gemido contenido, su cuerpo respondiendo al toque inesperado. La habitación se llenó de un silencio aún más profundo, roto solo por el sonido de su respiración entrecortada. Alissa se giró hacia él, sus ojos brillando en la oscuridad, y sin decir una palabra, se acercó. Sus labios rozaron los suyos en un beso tímido pero cargado de promesa.
Tersius la atrajo hacia sí, sus manos recorriendo su cuerpo suave con urgencia. Deslizó la camiseta por sus hombros, revelando sus pechos pequeños pero perfectos, sus pezones endurecidos por el deseo. Sus dedos se enredaron en la cintura de sus pantalones cortos, deshaciéndose de ellos con rapidez, dejándola completamente desnuda ante él. Alissa se arrodilló sobre la cama, su aliento caliente en su oído, y comenzó a lamer y chupar su cuello, sus dientes rozando su piel con delicadeza. Sus dedos jugueteaban con su entrada, trazando círculos lentos que hicieron que Tersius arqueara la espalda, su erección palpitando con necesidad.
—Alissa… —murmuró él, su voz ronca de deseo.
Ella no respondió, solo intensificó sus caricias, su lengua explorando cada centímetro de su piel. Tersius la tumbó sobre la cama, su cuerpo pesado pero tierno sobre el de ella. Su erección rozó su coño húmedo, y sin más preámbulos, la penetró con fuerza, llenándola por completo. Alissa gimió, su cuerpo ajustándose a su tamaño, sintiendo cada centímetro de él dentro de ella. Tersius comenzó a mover las caderas con un ritmo constante, embistiéndola sin piedad, su respiración acelerada mezclándose con los gemidos de ella.
La habitación se llenó de sonidos húmedos y carnales, el susurro del aire acondicionado ahora acompañado por los gemidos de placer de ambos. Tersius la miró a los ojos, su expresión intensa, mientras sus caderas se movían al unísono, buscando el clímax. Alissa aferró las sábanas, su cuerpo temblando con cada embestida, su coño apretando alrededor de él en un ritmo que los llevaba a ambos al borde.
—Tersius… —susurró ella, su voz quebrada por el placer.
Él no respondió, solo aumentó el ritmo, sus embestidas más profundas, más desesperadas. En el momento culminante, Tersius se derramó dentro de ella, su semen caliente llenándola, su cuerpo temblando sobre el de ella. Alissa alcanzó su orgasmo casi al mismo tiempo, su cuerpo convulsionando en sus brazos, sus gemidos ahogados en su cuello. La habitación quedó en silencio, solo el sonido de su respiración entrecortada rompiendo la quietud.
Exhaustos, se acurrucaron juntos, el corazón de ambos latiendo con fuerza. Tersius abrazó a Alissa con ternura, su mano trazando círculos en su espalda, mientras ella descansaba su cabeza en su pecho, escuchando el latido de su corazón. En el silencio que siguió, Alissa lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de culpa y deseo. Sabía que este momento lo cambiaría todo entre ellos, que no podían seguir pretendiendo que nada había pasado. Pero en ese instante, no podía arrepentirse de la pasión que los había unido.
—Alissa… —murmuró Tersius, su voz suave pero cargada de emoción.
Ella no respondió, solo lo abrazó con más fuerza, como si pudiera mantenerlo cerca para siempre. La habitación del hotel, con su penumbra y su aire acondicionado susurrando, se convirtió en el escenario de un momento que ninguno de los dos olvidaría. Y aunque el futuro era incierto, en ese instante, solo importaba el calor de sus cuerpos entrelazados y el latido de sus corazones al unísono.
La madrugada avanzaba, y Alissa comenzó a removerse en la cama, su sueño intranquilo. Sin querer, su mano rozó algo duro y caliente, algo que no esperaba encontrar. Se congeló, su corazón acelerándose al instante. Era la erección de Tersius, firme y palpitante, un recordatorio silencioso de la pasión que yacía entre ellos. Ella contuvo el aliento, sintiendo el calor de su piel y la tensión en el aire. Tersius, consciente del contacto, contuvo la respiración, su deseo creciendo con cada segundo que pasaba. La habitación parecía detenerse, el tiempo suspendido en ese momento de descubrimiento.
Poco a poco, Alissa deslizó su mano sobre su miembro, explorando su firmeza con una curiosidad que no podía ignorar. Sus dedos trazaron la longitud de su erección, sintiendo la suavidad de su piel y la dureza que yacía debajo. Tersius dejó escapar un gemido contenido, su cuerpo respondiendo al toque inesperado. La habitación se llenó de un silencio aún más profundo, roto solo por el sonido de su respiración entrecortada. Alissa se giró hacia él, sus ojos brillando en la oscuridad, y sin decir una palabra, se acercó. Sus labios rozaron los suyos en un beso tímido pero cargado de promesa.
Tersius la atrajo hacia sí, sus manos recorriendo su cuerpo suave con urgencia. Deslizó la camiseta por sus hombros, revelando sus pechos pequeños pero perfectos, sus pezones endurecidos por el deseo. Sus dedos se enredaron en la cintura de sus pantalones cortos, deshaciéndose de ellos con rapidez, dejándola completamente desnuda ante él. Alissa se arrodilló sobre la cama, su aliento caliente en su oído, y comenzó a lamer y chupar su cuello, sus dientes rozando su piel con delicadeza. Sus dedos jugueteaban con su entrada, trazando círculos lentos que hicieron que Tersius arqueara la espalda, su erección palpitando con necesidad.
—Alissa… —murmuró él, su voz ronca de deseo.
Ella no respondió, solo intensificó sus caricias, su lengua explorando cada centímetro de su piel. Tersius la tumbó sobre la cama, su cuerpo pesado pero tierno sobre el de ella. Su erección rozó su coño húmedo, y sin más preámbulos, la penetró con fuerza, llenándola por completo. Alissa gimió, su cuerpo ajustándose a su tamaño, sintiendo cada centímetro de él dentro de ella. Tersius comenzó a mover las caderas con un ritmo constante, embistiéndola sin piedad, su respiración acelerada mezclándose con los gemidos de ella.
La habitación se llenó de sonidos húmedos y carnales, el susurro del aire acondicionado ahora acompañado por los gemidos de placer de ambos. Tersius la miró a los ojos, su expresión intensa, mientras sus caderas se movían al unísono, buscando el clímax. Alissa aferró las sábanas, su cuerpo temblando con cada embestida, su coño apretando alrededor de él en un ritmo que los llevaba a ambos al borde.
—Tersius… —susurró ella, su voz quebrada por el placer.
Él no respondió, solo aumentó el ritmo, sus embestidas más profundas, más desesperadas. En el momento culminante, Tersius se derramó dentro de ella, su semen caliente llenándola, su cuerpo temblando sobre el de ella. Alissa alcanzó su orgasmo casi al mismo tiempo, su cuerpo convulsionando en sus brazos, sus gemidos ahogados en su cuello. La habitación quedó en silencio, solo el sonido de su respiración entrecortada rompiendo la quietud.
Exhaustos, se acurrucaron juntos, el corazón de ambos latiendo con fuerza. Tersius abrazó a Alissa con ternura, su mano trazando círculos en su espalda, mientras ella descansaba su cabeza en su pecho, escuchando el latido de su corazón. En el silencio que siguió, Alissa lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de culpa y deseo. Sabía que este momento lo cambiaría todo entre ellos, que no podían seguir pretendiendo que nada había pasado. Pero en ese instante, no podía arrepentirse de la pasión que los había unido.
—Alissa… —murmuró Tersius, su voz suave pero cargada de emoción.
Ella no respondió, solo lo abrazó con más fuerza, como si pudiera mantenerlo cerca para siempre. La habitación del hotel, con su penumbra y su aire acondicionado susurrando, se convirtió en el escenario de un momento que ninguno de los dos olvidaría. Y aunque el futuro era incierto, en ese instante, solo importaba el calor de sus cuerpos entrelazados y el latido de sus corazones al unísono.
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