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El amor después del amor...

Salía del telo, de garchar con Valentino, cuando recibo una llamada del Capo máximo de la Compañía. Obvio que si te llaman directamente de la Gerencia, no pueden ser buenas noticias, y en efecto no lo eran... ¿o sí?
La llamada era porqué desde hace tiempo se estaba preparando la apertura de una oficina en la capital de una provincia que no voy a mencionar, ya que la noticia fue muy publicitada en los medios locales. La encargada para llevar a cabo toda la logística, era Daniela, una colega que se ocupa de tales menesteres y lo hace muy bien, por cierto. Pero a días tan solo de la gran inauguración, le había surgido un problema personal que le impedía estar presente en ese momento. Por tal motivo me encomendaban a mí la tarea de supervisar que todo estuviera en orden los días previos a la apertura.
La oficina abriría por primera vez un lunes, así que un par de días antes tenía que estar allí para asegurarme de que no hubiera contratiempos, y de haberlos, solucionarlos sobre la marcha.
Obviamente se trataba de un viaje de trabajo, iba a estar ocupadísima ultimando los detalles de un evento que significaba un gran avance para el Broker, pero aunque tendría pocos momentos libres, no estaba dispuesta a pasar ese tiempo sola, por lo que se me ocurrió convertirlo también en un viaje de placer. Y si había alguien con quién deseaba pasar unos días, los dos solos, como en una escapada romántica, ese era Damián, mi pintor de brocha gorda.
Cuando lo llamé para invitarlo, me dijo que sí de inmediato, venía trabajando demasiado y necesitaba tomarse un descanso, desenchufarse de la rutina.
Me despido, y lo primero que hago es cambiar la habitación individual, que ya me había reservado el Broker, por una suite, pagando la diferencia de mi propio bolsillo. Lo segundo es comprarle un pasaje, lamentablemente no conseguí un asiento en el mismo vuelo, pero si uno para más tarde en otra aerolínea.
Llegué a la ciudad el viernes por la tarde, Damián recién llegaría a la noche, así que ni bien estuve en el hotel hice la correspondiente videollamada a casa, para avisar que había llegado sana y salva.
Romi ya estaba dormida, pero el Ro quiere que le muestre la habitación. Se la enseño a través de la cámara, cuidando de no revelar demasiado, por ejemplo, que la cama es de dos plazas y que todo está dispuesto para dos personas.
Corto con mi familia, hago algunas llamadas concertando reuniones de trabajo para el día siguiente, y voy a buscar a Damián.
Apenas lo veo, con su bolso a cuestas, corro para besarlo y abrazarlo. El solo sentir el calor de su cuerpo es suficiente para embriagarme de felicidad.
-¿Vamos a comer algo?- me consulta mientras salimos del aeropuerto para tomar un taxi.
-Te propongo algo...- le digo -Pasamos por el hotel a dejar tus cosas, cogemos y después vamos a cenar... Ya tengo la reserva hecha, pero primero cogeme...-
-La verdad es que ése me parece un plan mucho más interesante...- repone. 
Nos reímos besándonos, sintiendo que aunque ilusoria, aquélla es la vida que nos merecemos, juntos.
En el ascensor del hotel, nos seguimos besando, sin poder despegarnos un instante. 
Cuando se abre la puerta en nuestro piso, salimos caminando los dos casi pegados, él abrazándome por detrás, haciéndome sentir la pija en el culo.
Entramos a la habitación y nos desvestimos, arrancándonos prácticamente la ropa. Damián me levanta en brazos, y así colgada, con mis piernas apretando su cuerpo, me lleva hacia la cama. 
Caemos envueltos en un abrazo interminable, comiéndonos a besos, hirviendo de pasión y calentura. Desprovista de cualquier romanticismo, le agarro la pija, me la acomodo en la entrada, y con un empujón me la meto casi hasta por la mitad, eso es más que suficiente para estallar en un orgasmo que estaba ahí, latente, expectante, desde que decidí compartir con él aquel viaje.
Ahora sí, ya desfogada, me dejo coger a su ritmo, totalmente entregada, disfrutando de aquella, la primera de muchas cogidas que tendríamos ese fin de semana.
-No sabés hace cuanto que deseo estar así... con vos... los dos juntos... sin apuro... sin tener que levantarme para irme a casa- le confieso cuando me acaba adentro, cargado, violento, impetuoso.
Se levanta, la pija oscilando húmeda y pesada entre sus piernas, y acercándose a la mesa, descorcha el champagne que había solicitado para cuando volviéramos del aeropuerto. Llena las dos copas, me alcanza una, y brindamos.
-Ahora sí me muero de hambre...- le digo.
Nos duchamos y nos vestimos para ir a cenar a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, en dónde ya había hecho la reserva un par de días antes. Tras la cena, una copa en un bar cercano y volvemos al hotel caminando por la peatonal, tomados de las manos, inmersos en esa idílica fantasía de la que jamás quisiéramos despertar.
Al llegar al hotel, le pido que me permita un momento, que tengo que llamar a mi marido, que le prometí tener un contacto frecuente. Lo llamo y le digo que recién estoy volviendo de una cena de trabajo, que estoy muerta de sueño, que al otro día hablamos.
-Chau, te amo, besos para los chicos...- me despido, cortando la llamada para volver con Damián lo antes posible.
-Ahora sí, mi amor, soy toda tuya... otra vez- le digo, echándome a sus brazos.
Nos besamos en una forma por demás intensa y apasionada, jugando con las lenguas, capturando uno el sabor del otro.
-¿Sabés? Me acabo de dar cuenta de algo...- le digo, aún refugiada en el calor de su cuerpo.
-¿De qué...?-
-Que todavía no te chupe la pija...- remato, acariciándosela por encima de la bragueta.
-Eso tiene fácil solución...- repone, y bajándose el pantalón, se echa de espalda en la cama, ofrendándome una erección por demás tentadora y suculenta.
¡Cómo no comerse algo así...!
Me saco la ropa, con urgencia, como si quemara y postrándome ante aquella divinidad encarnada, lo primero que hago es frotármela por toda la cara, por la nariz, oliéndola, embriagándome con ese aroma tan único, tan especial.
"Así huele el amor...", pienso, pasándole la lengua a todo lo largo, desde los huevos hasta la punta, soltándole una escupida para que mi saliva se derrame por toda su magnitud.
Abro la boca y bajando la cabeza, no me detengo sino hasta sentir que la verga de mi hombre me atraviesa la garganta. Presiono entonces los labios, y se la chupo con todas mis ganas, como lo que verdaderamente es, el Centro de mi Universo.
Se la dejo toda babeada y entumecida, latiendo de puro placer. Me levanto, me coloco encima, y refregándomela por toda la concha, se la mojo con el flujo que me sale como cascada.
Ahora es él, quién tomando la iniciativa, me agarra de la cintura y con una precisa y fuerte estocada, me la manda a guardar hasta lo más profundo, allí en dónde me gustaría tenerla por siempre.
Los dos gemimos al mismo tiempo, entregados por completo a ese disfrute que no solo involucra lo físico, sino también lo emocional.
-¡Te amo...!- le digo con un dejo triste, melancólico, acomodándome sobre su cuerpo, sintiendo como su verga se desliza y encaja perfectamente en mi húmedo interior.
Él solo me besa, no me dice que me ama, aunque yo sé muy bien que su corazón también me pertenece. Sabe que decírmelo, trastocaría toda mi vida, que sería capaz de dejar mi mundo para estar a su lado.
Aunque no me estoy cuidando, cogemos sin forro, ya que no me importaría, durante aquel fin de semana, quedar embarazada del hombre que amo. 
Me bajo de la cabalgata, le vuelvo a chupar la pija, matizada ahora con mi propio sabor y me pongo en cuatro. Sabe lo que quiero, así que mete primero un dedo, luego dos, dilatándome el ano con suma ternura, como si fuera un cristal que pudiera romperse.
Cuando me pone la pija en el culo, tiemblo toda, es solo sentir la punta presionando que me estremezco hasta la médula. Me la empuja firme, certero, llenándome de a poco, haciéndome sentir pedazo por pedazo. 
-¡¡¡Ahhhhhhh... Ahhhhhhhh... Siiiiiiiiiiiii... Sí mi amor...!!!- le digo entre roncos jadeos, tocándome yo misma, sintiendo como mi clítoris se hincha y expande, como si fuera un pequeño pulgar.
-¡¡¡Mmmmhhhh... Qué rico... Sí... Así... Hasta el fondo...!!!- le pido cuando ya tengo adentro casi toda su magnitud.
Un empujón final y... ¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!... Qué delicia. Sentir a tu hombre cogiéndote el culo es una experiencia sin igual, la muestra de entrega y sumisión más completa que puede realizar una mujer. Y es mejor todavía cuando esa entrega es al hombre que amamos.
Me sujeta fuerte de la cintura y me culea con embestidas largas y profundas, haciendo trepidar por mi cuerpo un millar de sensaciones de lo más intensas.
Ni sé cuantos orgasmos tengo, ni me interesa contarlos, solo disfrutarlos, sintiendo que aquella noche será la de la consumación plena y absoluta de nuestro amor...

Sábado:

La noche del viernes dormí mejor que nunca. Feliz al lado de mi hombre, sintiendo su cuerpo, su calor en todo momento. 
Con mi marido acostumbramos a dormir de espaldas, uno en cada extremo de la cama, en cambio con Damián, dormimos abrazados, de cucharita, desnudos, oliendo a sexo, después de haber hecho el amor hasta tarde.
En algún momento de la noche me despierto sobresaltada, sin saber en dónde estoy ni con quién, pero al darme cuenta que Damián duerme a mi lado, vuelvo a sentir ese bienestar, la satisfacción de estar junto al hombre que amo.
Me acomodo aún más contra su cuerpo, dispuesta a seguir durmiendo, pero siento algo duro, vivo, caliente. Una vibrante erección. Aún dormido está al palo. Es solo moverme un poquito, así, para atrás, maniobrando apenas la cadera, y ensartarme en la pija de mi amor, dejándolo entrar en mí como si fuera esa parte que le falta a mi cuerpo para sentirse completo.
Casi en estado de somnolencia, me agarra de la cintura y me da lo que tanto me gusta. Me coge hasta estando dormido, jajaja... Cuando me acaba adentro, nos apretamos aún más el uno contra el otro, sin despegarnos, y ahí nos quedamos, hasta que amanece.
Me despierto cuando siento que se levanta para ir al baño. Se echa un meo, largo, ruidoso, se la sacude y vuelve a la cama. 
Me gusta verlo caminar desnudo, después de haber estado toda la noche conmigo, la pija meciéndose pesadamente entre sus muslos. La mayoría de los hombres tienen la costumbre de recortarse la zona íntima, algunos hasta se afeitan todo. Damián es vieja escuela, ya que tiene una pelambre abundante, recia, oscura.
-¡Buen día, mi amor...!- lo saludo, desperezándome, sintiendo aún entre mis piernas el semen pegoteado de su acabada nocturna.
-¡Buen día, dormilona...!- me corresponde, acercándose y besándome.
Pedimos el desayuno en la habitación. No quería levantarme. Me quedaría todo el día en la cama con él, no solo cogiendo, sino también hablando, compartiendo momentos, pero tenía varios compromisos ya pactados.
Luego de desayunar, nos duchamos, nos vestimos y salimos rumbo a la nueva oficina, que está en la avenida principal de la ciudad. Allí lo presento como mi marido.
Me acompaña un rato, pero cuando empieza el grueso del trabajo, me dice que se vuelve al hotel, a descansar un rato. Así que nos despedimos con un beso, hasta más tarde.
Entre una reunión y otra, y algún que otro percance de última hora, habré terminado como a las ocho de la noche, agotada, luego de un largo aunque fructífero día. Ya estaba todo organizado para la apertura, solo faltaban unos mínimos detalles, de los que me ocuparía al otro día. Ahora, lo único que quería, lo único que necesitaba, era estar con Damián.
Cuando llego al hotel, lo encuentro recostado en la cama, mirando un partido de fútbol.
-Perdón mi amor, pero no terminaba más...- me disculpo por la demora.
-No hay problema, ¿Querés que salgamos a dar una vuelta?- me pregunta, dulce, comprensivo.
-Estoy agotada...- le digo, sacándome los zapatos, y echándome a su lado.
Nos quedamos un momento en silencio, disfrutando de la proximidad de los cuerpos.
-Aunque la verdad, un poquito de energía me queda...- agrego, acariciándole la pija por encima del pantalón.
Ya antes de tocársela, la tiene gomosa, a medio erguir, por lo que apenas son suficientes un par de apretones, para ponérsela en modo actor porno.
-Lo que necesito después de un día como el de hoy, es un buen polvo...- le digo, y sacándome con apenas un movimiento, el pantalón y la bombacha, le ofrezco mi sexo ansioso, anhelante.
-Sus deseos son órdenes, señora- repone, besándome, metiéndome los dedos en la concha, moviéndolos con tanto ahínco, que hasta me sale espuma.
Cuando me la chupa, siento que deliro, llegué cansada, agobiada por la responsabilidad de ocuparme yo sola de la inauguración, pero es verlo y olvidarme de todo. Lo único que existe en el mundo somos él y yo, juntos, amándonos como si no existiera un mañana.
-¡No puedo quererte tanto...!- le digo, mientras, echándose encima mío, me penetra intensa y compulsivamente, reafirmando con cada embestida esa pasión descontrolada que nos domina.
Aunque no me lo dice, sé que para él no se trata solo de sexo, de cogerse a la mujer de otro, he tenido muchas, muchísimas experiencias como para darme cuenta de que también me hace el amor...

Domingo:

Despertar a tu hombre con sexo oral es algo que toda mujer enamorada debería hacer. Nunca lo hice con mi marido, pero con Damián, habiendo pasado la noche juntos, no iba a desaprovechar la oportunidad.
Abro los ojos y levanto la sábana. Está con la pija dormida, reclinada hacia un costado, mucho más relajada después de otra noche de sexo voraz y descontrolado.
Se la toco despacito, tratando de no despertarlo aún, palpando esa turgencia deliciosa, que tantas satisfacciones me ha dado. Me muevo un poquito hacia abajo, y le beso el vientre, muy cerca del ombligo, y de ahí voy bajando hasta perderme en ese matorral húmedo, pegajoso, que todavía huele a semen y a mis múltiples acabadas.
Le paso la lengua a lo largo de la pija, provocándole una sacudida. Me detengo un momento, para que no se despierte todavía, y entonces sigo, lamiéndole ahora los huevos, besándoselos. Ahora sí ya se le está parando, y para cuando reacciona y abre los ojos, soñoliento, ya la tengo metida en la boca, chupándosela con todas mis ganas.
-¡¡¡Mmmm... no pude esperar el desayuno... mmmm...!!!- le digo, soltándola solo un momento, para luego seguir mamando con más fruición todavía.
-Comé lo que quieras...- me dice, las manos bajo la cabeza, contemplando absorto la forma en que le estoy comiendo la chota.
Cuando me acaba en la boca, me trago todo, dedicándole una sonrisa rebosante de satisfacción...
Luego de aquel maravilloso despertar, me ducho, me arreglo y llamo a casa... besos para mis hijos, uno enorme para mi marido... te extraño amor... ya quiero estar con ustedes... pronto nos vemos... y todo lo que se dice en tales circunstancias. 
El día está maravilloso, así que salimos a pasear con Damián, como una pareja en luna de miel, que es lo que parecemos, acaramelados como estamos en todo momento. 
Por la tarde, mientras Damián, mi marido para quiénes me conocieron ese fin de semana, me espera en una de las oficinas, me reúno con quienes serán las empleadas de la flamante sucursal, solo para afinar algunos detalles, ya que Daniela había hecho un muy buen trabajo instruyéndolas. Un último contacto con quién será el Productor de Seguros que nos representará en la provincia, y ya sin más trabajo por delante, volvemos al hotel, obviamente a seguir garchando.
Ya se va acercando el final, por lo que quiero aprovechar cada momento, alargar lo más que pueda el epílogo de aquel sueño.
Cuando llegamos a la suite, Damián está tan o más excitado que yo. Me voltea, me abraza, y metiéndome mano por todos lados, me hace sentir su erección entre las nalgas.
-¡Me calienta verte como jefa... dando órdenes a todo el mundo...!- me dice, besándome las orejas, mordiéndome el cuello.
-A vos también te puedo dar órdenes...- le digo, dándome la vuelta para besarlo y apretarle el bulto.
-¿Ah sí? ¿Y que orden me darías?- me pregunta.
-¡Que me cojas bien cogida...!- le digo, mirándolo autoritaria, sutilmente amenazante.
-Eso ni me lo tenés que ordenar...-
-¿Entonces, qué esperás?-
Me agarra, me levanta y sosteniéndome entre sus brazos, me lleva a la cama. Caemos juntos, abrazados, él encima mío, presionando su pelvis contra la mía, haciéndome sentir en pleno una tremenda erección.
Nos desvestimos y hacemos un 69, chupándonos con frenesí, saboreando el uno al otro de todas las formas posibles. 
Con la lengua me recorre toda la brecha, húmeda, caliente, palpitante, siguiendo de largo por la raya del culo, punteándome justo ahí, mientras yo me atraganto con toda su chota, comiéndosela hasta los huevos.
Nos cogemos como si no hubiera un mañana, que por cierto no lo hay. Ya prácticamente es lunes, en pocas horas más será la inauguración de la oficina, y éste sueño de hadas habrá terminado.
En cuatro Damián me somete a un bombeo que me liquida. No me hace acabar, sino que me deja con el orgasmo latiendo, casi a punto, para entonces metérmela en el culo, y ahí sí, hacerme explotar de dicha, de amor, de placer...
Mientras yo quedo estremecida por el impacto, me agarra de los brazos, me levanta y me descose a pijazos. PUM... PUM... PUM... 
Ya habíamos hecho el amor una y otra vez, nos habíamos amado, ahora era el momento de cogernos, de matarnos a polvos.
Una última clavada, violenta, profunda, y me acaba tan profusamente, que la leche me sale a borbotones del culo.
Sin separarnos todavía, con mi espalda pegada a su pecho, llevo mis manos hacia atrás para abrazarlo, y le digo:
-¡Cada vez me cogés mejor...!- certificando mis palabras con un largo y emotivo suspiro.
Nos derrumbamos sobre la cama, y todavía bien ensartados, nos quedamos profundamente dormidos.
A la mañana, mientras él se queda durmiendo, reponiéndose... Jajaja... me levanto, me doy una ducha, y me preparo para salir rumbo a la oficina. Me estaba despidiendo de Damián, cuando recibo una videollamada de mi marido. Le pido que guarde silencio y atiendo, cuidándome de no mostrar el desarreglo que hicimos al llegar la noche anterior, ya que nuestra ropa estaba desparramada por doquier. Incluso mi tanga estaba colgando de uno de los postes de la cama.
Era mi familia deseándome suerte, con carteles y todo. Les agradezco el gesto, les mando muchos besos, y salgo hacia la oficina, para la gran inauguración.
Supongo que ésta es la parte que menos interesa, así que solo diré que todo salió a la perfección, sin demoras ni contratiempos, por lo que mi trabajo ya estaba terminado. 
En unas horas salía nuestro vuelo, así que me despido de todos, prometiendo estar en contacto.
"Saludos a tu marido...", me dicen algunos al despedirse.
"Serán dados...", les digo, volviendo al hotel para encontrarme con mi marido ficticio.
Él alista su bolso, yo mi valija de mano, y ya estamos listos para partir rumbo al aeropuerto. Miramos en derredor de la suite para asegurarnos de no olvidar nada, y entonces, mirando la hora en el celular, le digo:
-Estamos bastante bien de tiempo...-
Me mira y se sonríe, ya sabe a lo que me refiero. Suelta el bolso, se me acerca y tomándome entre sus brazos, me come a besos... nos comemos... porqué yo también abro la boca, dejando que me meta la lengua hasta la garganta.
Le desabrocho con urgencia el pantalón y bajándoselo apenas, le saco la pija, ya gomosa y encendida. Me pongo de cuclillas y se la chupo, haciendo mucho ruido, ése que a él le gusta, el que demuestra lo mucho que disfruto al comérsela.
Me levanto y me siento sobre el borde de la mesa. Estoy con vestido, así que solo tiene que levantarme la falda y sacarme la bombacha para penetrarme.
-¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhh...!!!- estallo cuando lo hace, hundiéndose todo en mí.
Nos abrazamos y nos cogemos con ganas, con frenesí, y porqué no, con una relativa tristeza, ya que aquel era el final, el epílogo de un sueño maravilloso.
Cada embiste es un martillazo que me estremece las entrañas, que me ciega y obnubila, sumergiéndome en un placer más allá de toda cordura.
Los dos nos movemos, uno contra el otro, en una forma brutal pero exquisita, hasta que... PAMMMM... se derrama dentro mío, cálido, efusivo, caudaloso. 
No me enjuago la concha, me limpio con papel y me pongo un "SiempreLibre". Entonces sí, bajamos, cancelo la cuenta en la recepción y salimos para el aeropuerto. Ésta vez viajamos juntos, el uno al lado del otro, tomados de las manos, besándonos en todo momento. 
Cuando me levanto para ir al baño, me cruzo en el pasillo con una señora que ya habíamos visto en el hotel, Doris, su nombre.
-¿Cómo están los tortolitos, ya de vuelta?- me pregunta, porque siempre que nos la encontrábamos, nos estábamos besando o íbamos abrazados.
-Si, volviendo, se acabó la luna de miel...- le contesto.
A esa misma mujer me la cruzaría más tarde cuando me reencontraba con mi marido y mis hijos, que habían ido a recibirme.
Un rato antes me había visto besando a Damián, al despedirnos, antes de salir al hall del aeropuerto, y ahora me veía ahí, besando a mi marido, flanqueada por mis hijos, que me abrazaban, tratando de abarcar todo mi cuerpo con sus brazitos.
Sin sonrojarme, la saludo y le sonrío mientras pasa al lado nuestro, con cierto dejo de confusión en la mirada.
-Es una señora que viajó al lado mío- le explico a mi marido -Me hizo compañía...-
Como agradeciéndole haberme acompañado, mi marido también la saluda a lo lejos.
Y así volví a casa, tras ese fin de semana junto al hombre que amo. Por último, decir que no pude quedar embarazada de Damián. Y eso que le puse ganas...
Me había acabado adentro varias veces, y en alguna, luego del polvo, mientras él iba al baño, me había quedado con las piernas levantadas, ansiando el encuentro entre sus espermatozoides y mis óvulos, pero no pasó. A los pocos días de estar en Buenos Aires me llegó el período y la decepción. 
Lo amo más que a nadie y no puedo darle un hijo, el destino a veces puede resultar muy cruel...


El amor después del amor...
cuernos

7 comentarios - El amor después del amor...

Desert-Foxxxx +1
Tremenda Marita, quien te dice el tercero ed el vencido y te sale un hijo del cornudo. Esas tetas son un espectaculo para verlas siempre y dan ganas de pasear por tu barrio a verlas.
romance11
che no sos vos la de las fotos, no mientas
as350b3
Que buena aventura saludos Marita
obreroxxx
El flaco sólo quería garchar y unos días de vacaciones y casi lo hacen papá jajaja que loca de m.....