



Fue un día de semana. Mara había arreglado con Martin para ir a su departamento y yo llegaría más tarde. Cuando llegué, quien bajó a abrirme fue él como si fuera su casa, con esa cara de macho tranquilo y seguro.
Arriba había dos copas de vino empezadas en la mesa. Mara estaba en el baño. Esa espera me puso a mil, sabía que en minutos iba a verla entregada a otro. Cuando salió, me susurró al oído que ya se habían chapado fuerte y que estaba caliente.
En la mesa había una bolsita: adentro, una copa grabada con dos cuernos y la palabra “CORNUDO”. Regalo de Martin. Me serví vino ahí mismo, sintiendo que el título me quedaba perfecto. Me aclararon que no los podía filmar ni sacar fotos esta vez.
Charlamos un rato y de repente él la besó. Primero tranquilo, después con lengua y con hambre. Yo ya tenía la pija dura mirándolos. Los besos se hicieron cada vez más fuertes hasta que fueron al sillón. Mara se dejó desnudar: zapatillas, remera, jean… quedó con la tanga que yo mismo le había comprado para que se la pusiera con otro macho.
Martin se arrodilló, le corrió la tanga y le abrió las piernas. Se la empezó a comer como un animal: lengua, dedos, chupadas profundas. La hacía gemir fuerte, con la concha empapada brillando. Yo miraba todo desde el respaldo del sillón, temblando, y cada tanto me inclinaba a besarla y le ofrecía vino mientras él la devoraba abajo. Dos veces tuvo que frenarlo porque estaba a punto de acabar.
Después la llevó al dormitorio, la acostó boca arriba y siguió comiéndole la concha con los dedos dentro. Ella no aguantaba más y me miró jadeando:
—Amor… andá al living y buscá la billetera de Martin… ahí están los forros.
Obedecí sin decir una palabra. Fui, agarré la billetera, volví y se los entregué como un sirviente. Martin se lo puso y le clavó la pija despacio, hasta el fondo. Ella largó un gemido largo y lo agarró fuerte de la espalda, clavándole las uñas y apretándole el culo peludo para que no la sacara.
Yo me movía alrededor de la cama, vestido, la pija dura, viendo todo de cerca. La pija de Martin entraba y salía de mi novia con fuerza, y yo veía cómo los huevos le golpeaban contra el culo y la concha mojada. El ruido de la piel chocando, los gemidos, el olor del sexo me tenían desbordado.
Mara acabó primero, gritando, retorciéndose bajo él. Luego Mara le dijo a Martin que la siguiera cogiendo hasta que él acabe y así lo hizo, con un gruñido animal. Quedaron los dos tirados en la cama, desnudos, abrazados, besándose, acariciándose.
Yo no podía dejar de mirar el culo hermoso de mi novia, abierto, sudado, recién cogida por otro macho. Esa imagen se me quedó grabada: mi mujer acabada, desnuda, enredada con otro hombre que la acababa de garchar.
Después volvimos al living, tomamos vino los tres, yo no paraba de mirar a mi hotwife totalmente enamorado. Cuando Martin se fue yo me quedé con ella, abrazándola y besándola tiernamente sabiendo que ya no había vuelta atrás: soy su cornudo, y me calienta verla disfrutar con otra pija. Esa noche, ella había arreglado con Martin que no me podía masturbar por 48 horas, y eso me dejaba aún más excitado y sumiso. Dormimos juntos, los dos desnudos, y cada vez que me acercaba a besarla o acariciarla, sentía en su cuerpo el olor a otro hombre, el perfume del sexo que había tenido con Martin, y eso me volvía loco de deseo. Antes de dormir me hizo inclinarme y chuparle la concha, recordándome mi lugar y el placer que podía darle.
8 comentarios - Primera vez viendo crecer mis cuernos