⚠️ Relato 100% ficticio. Esto es una fantasía sexual entre dos hombres chubby (gorditos). Contiene contenido explícito: sexo anal, mamadas, leche, gemidos, sudor, y amor por los cuerpos grandes.
Después del baño público, seguimos caminando por la plaza como si nada. Los dos sabíamos que queríamos más. Estábamos sudando. Y no queríamos esperar.
—Te pido un Uber, —me dijo, sin verme a los ojos.
—Pero que tenga asientos grandes. No quiero espacio… quiero que choquemos.
Nos subimos atrás, uno junto al otro. El aire acondicionado estaba encendido, pero igual sudábamos. El conductor era un señor callado, que ponía reggaetón bajito. No dijo nada cuando notó nuestras piernas pegadas.
Él me puso la mano en el muslo. Después subió un poco más. Me miró y susurró:
—Si te la saco aquí mismo, ¿me dejarías mamártela?
No respondí. Solo abrí el cierre. Y él se agachó.
El conductor hizo como que no veía nada. Pero el espejo retrovisor no mentía.
Él me la chupó con hambre. Con los cachetes vibrando por el esfuerzo, la garganta mojada. Yo lo acariciaba mientras veía las luces de la ciudad pasar. Y cuando estuve a punto de venirme, lo frené.
—No aquí. No todo.
Quiero acabarte dentro. Pero no en este coche. Llegamos. Nos bajamos. Y como si el universo entendiera el deseo, su coche estaba ahí… estacionado, solito.
Entramos atrás. Cerró los seguros. Y se sentó sobre mí.
Las panzas chocaban. El sudor volvía. Y el calor aumentaba.
—Mi marido llega en media hora —me dijo, mientras se bajaba los pantalones—. Así que métemela ya.
Se la metió él mismo, sentándose lento, sintiendo cómo lo abría. Los cristales se empañaban. Nuestros gemidos eran apagados por la música bajita.
Él subía y bajaba. Yo lo empujaba desde abajo. Todo rebotaba. La verga palpitaba. El culo apretaba.
Sudor por los hombros. Saliva en su pecho. Y mi leche a punto de explotar.
—No pares hasta llenarme —me rogó—. Aunque llegue él… no pares.
Y justo cuando sentí que me venía, escuchamos un mensaje llegar a su celular.
Una notificación que decía:
“Ya voy llegando.”
Pero ya era tarde. Mi leche ya estaba dentro. Mi verga temblaba aún. Y él… solo sonreía.
—Aún tenemos cinco minutos.

Pero bueno, eso es todo por hoy, síganme, den puntos, favoritos, comenten y todo eso, recuerden que subo post CASI todos los viernes. Nos vemos en el siguiente post, adiós.
Sobre los grupos de Whats, que mucha gente me ha estado preguntando, creo que Poringa ya no me deja publicarlos, pero si quieren unirse, pueden mandarme mensaje directo
Después del baño público, seguimos caminando por la plaza como si nada. Los dos sabíamos que queríamos más. Estábamos sudando. Y no queríamos esperar.
—Te pido un Uber, —me dijo, sin verme a los ojos.
—Pero que tenga asientos grandes. No quiero espacio… quiero que choquemos.
Nos subimos atrás, uno junto al otro. El aire acondicionado estaba encendido, pero igual sudábamos. El conductor era un señor callado, que ponía reggaetón bajito. No dijo nada cuando notó nuestras piernas pegadas.
Él me puso la mano en el muslo. Después subió un poco más. Me miró y susurró:
—Si te la saco aquí mismo, ¿me dejarías mamártela?
No respondí. Solo abrí el cierre. Y él se agachó.
El conductor hizo como que no veía nada. Pero el espejo retrovisor no mentía.
Él me la chupó con hambre. Con los cachetes vibrando por el esfuerzo, la garganta mojada. Yo lo acariciaba mientras veía las luces de la ciudad pasar. Y cuando estuve a punto de venirme, lo frené.
—No aquí. No todo.
Quiero acabarte dentro. Pero no en este coche. Llegamos. Nos bajamos. Y como si el universo entendiera el deseo, su coche estaba ahí… estacionado, solito.
Entramos atrás. Cerró los seguros. Y se sentó sobre mí.
Las panzas chocaban. El sudor volvía. Y el calor aumentaba.
—Mi marido llega en media hora —me dijo, mientras se bajaba los pantalones—. Así que métemela ya.
Se la metió él mismo, sentándose lento, sintiendo cómo lo abría. Los cristales se empañaban. Nuestros gemidos eran apagados por la música bajita.
Él subía y bajaba. Yo lo empujaba desde abajo. Todo rebotaba. La verga palpitaba. El culo apretaba.
Sudor por los hombros. Saliva en su pecho. Y mi leche a punto de explotar.
—No pares hasta llenarme —me rogó—. Aunque llegue él… no pares.
Y justo cuando sentí que me venía, escuchamos un mensaje llegar a su celular.
Una notificación que decía:
“Ya voy llegando.”
Pero ya era tarde. Mi leche ya estaba dentro. Mi verga temblaba aún. Y él… solo sonreía.
—Aún tenemos cinco minutos.

Pero bueno, eso es todo por hoy, síganme, den puntos, favoritos, comenten y todo eso, recuerden que subo post CASI todos los viernes. Nos vemos en el siguiente post, adiós.
Sobre los grupos de Whats, que mucha gente me ha estado preguntando, creo que Poringa ya no me deja publicarlos, pero si quieren unirse, pueden mandarme mensaje directo
3 comentarios - Fantasía de dos chubby gays Parte 6