Bueno, ahí estaba, parada en la ruta como una cualquiera, con la pollera negra cortita, las botas ajustadas y la remera manga larga pegada al cuerpo. La tanga violeta me marcaba el culo, pero qué iba a hacer… si no me quedaba otra. Después de que me rajaran de la tienda de ropa y del restaurante, mi vieja me soltó la posta: *"Si querés plata rápida, Sol, esto es lo que hay"*. Y yo, con la nena viviendo con mi ex porque él podía mantenerla y yo no, agarré viaje.
La primera noche fue un bajón. Me pinté como muñeca barata, me puse perfume trucho y salí a la ruta, cerca de donde siempre laburaba mi mamá. Los autos pasaban, algunos tocaban bocina, otros ni me miraban. Hasta que uno frenó. Un auto negro, de esos que solo manejan los chetos o los viejos con plata.
El tipo bajó el vidrio y me clavó los ojos. Un viejo choto, de como 60 años, con cara de aburrido y anillo de casado.
—*¿Cuánto?*— me tiró, como si estuviera comprando empanadas.
—*Depende…*— le dije, tratando de sonar canchera, pero por dentro temblando.
—*15 lucas si me chupás toda la pija*— escupió, como si me estuviera haciendo un favor.
Yo, necesitada como estaba, asentí con la cabeza. El viejo asqueroso abrió la puerta y me hizo entrar. Ni bien me senté, ya estaba desabrochándose el pantalón. Cuando lo bajó, me encontré con un churrito arrugado, chiquito, medio mustio. Me quedé mirando, sin saber bien cómo agarrarlo.
—*Dale, putita, ¿vas a chupar o vas a mirar?*— me escupió, agarrándome del cogote con una mano.
No me quedó otra. Respiré hondo, agarré esa porquería con la mano y me la llevé a la boca. Al principio fue todo torpe, incómodo, sentía el gusto a jabón y a viejo, pero el hdp empezó a gemir y a apretarme la nuca.
—*Así, bien, putita, hacelo bien…*— me escupía, mientras yo movía la boca, tratando de no vomitar.
La cosa es que, a medida que seguía, el pitito se fue poniendo duro, hinchándose hasta unos tristes 12 cm. El viejo jadeaba, me apretaba más fuerte, y yo ya le había agarrado el ritmo, chupando como si mi vida dependiera de eso (y en parte, dependía).
—*Te voy a llenar la boca, zorra…*— gruñó, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el chorro caliente pegarme en la lengua. Tragué rápido, pero el viejo hijo de puta no paraba, y un poco me salpicó en la nariz.
Me estuvo agarrando de la cabeza un rato, y yo con su pija en la boca
-Dale nenita, déjala bien limpita- me decía, yo accedí a limpiarla toda, y a no dejarle ni una gotita de leche.
El me miró a la cara y vio que tenía un poco de su semen en mi nariz
—*¡Qué asco, nena! Limpiate esa cara de petera sucia*— me gritó, empujándome hacia la puerta.
Y ahí me di cuenta. El hdp no me había pagado.
—*Che, la plata…*— le dije, pero el muy forro ya estaba arrancando.
—*La próxima hacelo mejor, trola*— me dijo, antes de pegar un acelerón y dejarme ahí, con la boca amarga, la nariz manchada y las manos vacías.
Mierda. Mi primer laburo en el oficio, y ya me habían cagado.
Pero bueno… así es esto. No queda otra que aprender. O aguantás, o te morís de hambre.
La primera noche fue un bajón. Me pinté como muñeca barata, me puse perfume trucho y salí a la ruta, cerca de donde siempre laburaba mi mamá. Los autos pasaban, algunos tocaban bocina, otros ni me miraban. Hasta que uno frenó. Un auto negro, de esos que solo manejan los chetos o los viejos con plata.
El tipo bajó el vidrio y me clavó los ojos. Un viejo choto, de como 60 años, con cara de aburrido y anillo de casado.
—*¿Cuánto?*— me tiró, como si estuviera comprando empanadas.
—*Depende…*— le dije, tratando de sonar canchera, pero por dentro temblando.
—*15 lucas si me chupás toda la pija*— escupió, como si me estuviera haciendo un favor.
Yo, necesitada como estaba, asentí con la cabeza. El viejo asqueroso abrió la puerta y me hizo entrar. Ni bien me senté, ya estaba desabrochándose el pantalón. Cuando lo bajó, me encontré con un churrito arrugado, chiquito, medio mustio. Me quedé mirando, sin saber bien cómo agarrarlo.
—*Dale, putita, ¿vas a chupar o vas a mirar?*— me escupió, agarrándome del cogote con una mano.
No me quedó otra. Respiré hondo, agarré esa porquería con la mano y me la llevé a la boca. Al principio fue todo torpe, incómodo, sentía el gusto a jabón y a viejo, pero el hdp empezó a gemir y a apretarme la nuca.
—*Así, bien, putita, hacelo bien…*— me escupía, mientras yo movía la boca, tratando de no vomitar.
La cosa es que, a medida que seguía, el pitito se fue poniendo duro, hinchándose hasta unos tristes 12 cm. El viejo jadeaba, me apretaba más fuerte, y yo ya le había agarrado el ritmo, chupando como si mi vida dependiera de eso (y en parte, dependía).
—*Te voy a llenar la boca, zorra…*— gruñó, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el chorro caliente pegarme en la lengua. Tragué rápido, pero el viejo hijo de puta no paraba, y un poco me salpicó en la nariz.
Me estuvo agarrando de la cabeza un rato, y yo con su pija en la boca
-Dale nenita, déjala bien limpita- me decía, yo accedí a limpiarla toda, y a no dejarle ni una gotita de leche.
El me miró a la cara y vio que tenía un poco de su semen en mi nariz
—*¡Qué asco, nena! Limpiate esa cara de petera sucia*— me gritó, empujándome hacia la puerta.
Y ahí me di cuenta. El hdp no me había pagado.
—*Che, la plata…*— le dije, pero el muy forro ya estaba arrancando.
—*La próxima hacelo mejor, trola*— me dijo, antes de pegar un acelerón y dejarme ahí, con la boca amarga, la nariz manchada y las manos vacías.
Mierda. Mi primer laburo en el oficio, y ya me habían cagado.
Pero bueno… así es esto. No queda otra que aprender. O aguantás, o te morís de hambre.
4 comentarios - Aprendiendo el oficio de mamá