Yo no soy un experto en mujeres, ni mucho menos. De hecho ni siquiera puedo llevar muy bien que digamos mi relación con Susan, mi novia. Discutimos y nos amigamos seguido. Pero si tengo experiencia en reconocer y trabajar con la belleza de las mujeres.
La hija de puta de Laura, mi vecina, era naturalmente bella.
Hay mujeres que no son bellas físicamente, pero lo compensan con otras cosas. Hay otras que sí son lindas, pero arreglándose y trabajando su belleza logran realzarla mucho. Y hay otras, las menos, que no importa lo que hagan, tienen la belleza intrínseca. Natural. Indeleble. Laura era una de éstas.
Sólo una vez en mi carrera, una sola, me había cruzado con una mujer así de naturalmente hermosa. Era una modelo negra a quien le hicimos una producción hacía unos años. Era francesa, pero hija de padres de Gambia. Era novia de un jugador de la Ligue 1. Haber visto y trabajado con esa mina… no, perdón, con esa MUJER, fue un antes y un después. No tenía el cuerpo típico de modelo, trabajado y estilizado hasta el último centímetro. Tampoco tenía ninguna cirugía correctora, por más imperceptible que fuese. No era de esas flaquitas escuálidas que priorizan la línea de su silueta ante todo, no. Esa negra, esa Atenea, esa Sheba, esa diosa… tenía su carne bien puesta en los lugares justos, apropiados. Tenía una mirada que te incendiaba el alma, que te daba sed de sexo y de jungla. Y yo le cambiaba la iluminación a cada rato, durante esa producción, porque no podía parar de beber con los ojos cómo le cambiaban los tonos de su piel. Cómo la luz le rebotaba y salía satisfecha luego de haberla tocado, cómo la luz y las sombras hacían de esa piel una antología de poesía.
Salvando las distancias, Laura era igual. No era modelo, por supuesto, pero perfectamente podría haberlo sido. Modelo no de ropa, de perfume o de alguna marca, sino modelo de mujer. No era nada flaca. Tampoco, por supuesto, era obesa. Para nada. Pero los kilos de más que podía llegar a tener los tenía tan, pero tan bien repartidos… en los senos que tenía, grandes y visiblemente pesados, notándose aún bajo su remera suelta. En la curva de sus caderas. En la solidez de sus piernas. Laura no tenía cintura de botella de coca cola, pero no lo necesitaba. La línea de su cintura, como bajaba, era bastante recta y en esa zona abdominal ella tenía una linda pancita que apenas le colgaba, pero qué bien que le quedaba. Que bien le sentaba para terminar de hacer ese pedazo de mujer.
Para mí, que me la pasaba rodeado de esa belleza plástica y estilizada, rodeado de esos productos con patas que eran algunas de las chicas, ver a una mujer como Laura fue como un baldazo de agua fría. Una atracción inmediata, la cual no tenía mucho tiempo para aprender a manejar y no hacer un desastre frente al marido. No se si a ella le pasó lo mismo cuando me vió. Seguro que no, yo no soy ni de cerca lo agraciado como hombre que ella es como mujer. Pero quizás algún chispazo también hubo cuando nos conocimos así más cerca, en persona. Alguna mirada, por ahí. No lo sé.
Lo que terminaba de vender a Laura era su cara. Tenía un cuerpo de señora. De señora hermosa, desde ya, pero de señora al fin. De mujer madura. Pero en su cara siempre llevaba puesta la expresión natural de una adolescente. Hasta me animaría a decir, de una adolescente pícara y traviesa. Se le notaba en la mirada y en sus muequitas, hasta en la voz, que si Laura a su edad ya no era una guerrera (ustedes me entienden) casi que seguramente alguna vez lo había sido. Esas experiencias, esas cicatrices de batalla y de placer siempre quedan y siempre se notan. Tenía un tatuaje en el hombro, y en el tobillo se le vislumbraba otro, lo que me daba la idea que tan santita no era, o al menos no lo había sido en algún momento.
Charlando ahí los tres, mientras mis hamburguesas se hacían, en lo único que yo podía pensar era en QUE MIERDA HACÍA UNA MUJER COMO LAURA CON UN TIPO ASI?! No lo podía entender. El salame de mi vecino tenía guita? Era eso? O la imbecilidad que le brotaba de los poros a mi vecino era una ilusión? Era nada más todo apariencia? No me lo podía explicar.
En la charla les pregunté qué onda, si estaban de vacaciones o qué. Me dijeron que no, que se habían mudado ahí a las afueras de Mendoza, que se habían cansado de estar cerca de Buenos Aires y todo el quilombo. Eso yo lo entendía bien. A Alejandro le había salido un trabajo para asesorar y desarrollar unos campos y un emprendimiento de vinos, en una localidad como a 80 kilómetros de Mendoza capital, así que se mudaron ahí para cambiar un poco el aire y la vida.
Laura era traumatóloga, me dijo, y eventualmente quería buscarse trabajo en alguna clínica u hospital de ahí. Cuando me dijo eso me sonreí por dentro. Eso explicaba bastante de lo que veía en la cara y en las miradas pícaras de Laura. Ya me habían dicho muchas, muchas veces, que los médicos, las enfermeras, los internistas… en esos turnos largos y eternos que tenían, no era inusual que se la pasaran cogiendo. Y Laurita tenía cara, para mi era evidente, que en los hospitales que había estado seguro que la habría pasado muy bien con sus compañeros de turno. En algún momento, cuando nos conocieramos mejor, le iba a preguntar. En la mirada de Laura siempre se veía que había tenido varias, por no decir muchas, batallas en su pasado.
De esas batallas que se ganan a fuerza de chupar verga, quiero decir.
Después de charlar un rato más, mis nuevos vecinos se despidieron, se fueron a su casa y yo me quedé terminando mis hamburguesas. Esa noche, ya tirado en mi cama, no podía dejar de pensar en Laura y en todas las formas que me la quería coger. Era un poco raro porque yo no era de hacer esas cosas. Más allá de un par de aventuritas en mi vida (y sólo un par, realmente) yo no era de andar con minas que estuvieran casadas o de novia. Y nunca le había metido los cuernos a Susan. Pero no podía dejar de pensar en cogerme a Laura. En lo que debía ser sentir ese cuerpo contra el mío, esos labios y esa concha alrededor de mi verga. Como pude me dormí.
Por dos o tres días no los ví a mis vecinos. Cuando volvieron me dijeron que se habían ido a recorrer la provincia, hacer un poquito de turismo antes que Alejandro tuviera que empezar a trabajar. Una noche me invitaron a cenar con ellos a su casa. Yo acepté con gusto y caí con unos vinitos ricos. Me banqué toda la noche el tener que charlar con el pelotudazo de Alejandro, nada más para poder estar ahí cerca de Laura, hablar un poco con ella también. No me estaba gustando mucho la situación. No me gustaba sentir los principios de una obsesión con mi vecina. Por partida doble. Ella estaba casada y yo no tenía por qué ir a joder así a un matrimonio. Y después por Susan. Yo estaba de novio y tampoco tenía por qué engañarla así a ella.
Pero Laura seguía siendo un problema. No podía sacármela de la cabeza. Lo que no ayudaba para nada era que, obviamente, los veía todos los días. Charlaba con ella o con los dos todo el tiempo. Mi cabeza no podía parar de maquinarse. Hubiese sido distinto si yo hubiese notado que Laura no insinuaba nada, o que yo le hubiese dicho algo sugerente y ella lo hubiese rechazado. Pero no, ella nada más se divertía, se reía, la pasaba bien charlando conmigo y entramos rápido en confianza. Más allá de lo linda que era, como persona era una mina muy copada, siempre alegre y picarona. Era un placer compartir algo de tiempo con ella. Me daba mucha bronca que el dientudo de mierda de mi vecino se había ganado la lotería de esa manera. Mucha bronca.
Un fin de semana largo, por suerte, se vino Susan a Mendoza a pasar unos días conmigo. Me sirvió mucho para calmarme un poco. Va a sonar feo o grosero, pero la visita de Susan no solamente me sirvió para vaciarme los huevos, ya que yo venía permanentemente caliente con Laura ya. También me sirvió para distraerme la cabeza, salir con ella, llevarla a conocer la ciudad o algún paraje turístico. Que me ocupara la cabeza mi novia y no tanto mi vecina. Susan era una mina hermosa. Modelito. Un caramelo. Pero mientras cogíamos no podía evitar pensar que en vez de ese cuerpito flaquito y esbelto, podría estar dándole verga a ese otro. Al que realmente yo quería.
Susan finalmente volvió a Buenos Aires a seguir trabajando. Yo le dije que en dos semanas se venía un fin de semana largo, hermoso de cuatro días, que se volviera a Mendoza. Me dijo muy contenta que sí, que seguro lo iba a hacer. Ahí por esos días fue cuando empezó el bendito tema de la pileta.
Me explico. Mi casa tenía pileta en el jardín de atrás, pero la de Alejandro y Laura no. Tenía sólo jardín. Un jardín muy lindo, que la verdad lo tenían mejor cuidado que el mío, pero sin pileta. Y por esa época empezó a hacer calor. Ya había arrancado el verano. Por más que estuviese tan cerca de la cordillera, durante los días de calor el sol pega que ni te cuento. Hace calor en serio. Yo empecé a usar la pileta todos los días, la verdad que lo disfrutaba. Siempre me venía bien un chapuzón. Los saludaba a Laura o al tarado de Alejandro cuando los veía y no pasaba mas de eso.
Hasta que un mediodía de esos de calor se me ocurrió tirar unos chorizos y un pedazo de vacío a la parrilla para almorzar. Lo mío ya era de completo relax. Ni estaba pensando en Buenos Aires, en el estudio ni en nada de eso. Ya estaba bien desconectado de todo y lo estaba pasando bárbaro. Mientras estaba con el asadito se me acercó Laura de su lado de la cerca y nos quedamos charlando. Yo, por supuesto, encantado. Le ofrecí si quería almorzar y me dijo que no, que ya había comido más temprano. Le pregunté si Alejandro por ahí quería, que no tenía problema en ponerle un par de choris más para él y ella me dijo que no estaba, que se había ido ya a los campos a empezar a organizar el trabajo. Charlamos un rato largo ahí al sol con Laura. La verdad que nos llevábamos cada vez mejor y nos estábamos haciendo amigos, más allá de la calentura inmensa que yo tenía por ella y mis sospechas que si yo apretaba el acelerador en algún momento, por ahí ella también agarraba viaje. Pero eran sospechas nada más y yo no tenía ganas de provocar ningún problema.
Le dije a Laura lo que yo ya le había dicho al forro del marido, que si en algún momento ellos querían usar la pileta que estaba todo bien, que podían, que no era ningún problema. Laura me dejó una sonrisita matadora y me lo agradeció, diciéndome que seguro algún día me pedía usarla. Se despidió para volverse a su casa y yo me quedé ahí, dando vuelta los choris y mirándole bien el pedazo de culo que se le mecía al retirarse.
Gracias a que Alejandro se la pasaba todo el día en los campos, trabajando, y yo ahí en mi casa absolutamente al pedo, charlabamos mas y mas seguido con Laura. Nos hacíamos compañía en cualquier momento. A veces yo me cruzaba a la casa a tomar un café si me invitaba, a veces ella venía a la mía. Inclusive una vez se dió que los dos teníamos que ir a hacer las compras de la semana al super y fuimos juntos en mi auto, ya que Alejandro se había llevado la pickup de ellos al campo.
Durante esas charlas la verdad es que nos llevamos de maravillas. Siempre eran amenas y divertidas, aunque más de una vez nos quedamos charlando de cosas más importantes, como nuestras vidas, nuestras historias y demás. No me animaba a tirarle onda de nada, la verdad. Reconozco que algo de miedo tenía y tampoco era que ella en ningún momento me había insinuado algo. Cuando así charlando ella me decía, “Nene”, me venía a la cabeza la diferencia de edad. Ella tenía 43 años ya y yo 30. Eso me calentaba (todo lo que hacía Laura me calentaba. Eso también), pero al mismo tiempo me daba mucha pausa. Yo pensaba que una mujer así, madura y segura de sí misma, no se andaría con vueltas. Si hubiese querido algo conmigo me lo hubiese dicho. Desde que la conocí a Laura nunca me pareció una mina de esas vuelteras. Para nada.
Si ella hubiese querido hacer alguna travesura conmigo, algo habría insinuado ya o directamente algo habría hecho ya, porque tuvimos un montón de oportunidades para hacerlo mientras el tarado estaba trabajando. Pero nunca lo hizo y yo nunca lo noté. Nada mas la pasabamos muy bien los dos en compañía del otro.
Un día me dijo que se iba a ir ese finde con el marido a Cacheuta, que había unas termas y un spa para visitar. Le dije que buenísimo, yo no lo conocía, que sacara fotos y me dijera que tal estaba para ir yo con Susan cuando viniera ella. Ese viernes se fueron a la mañana y Laura no me mandó ningún mensaje o foto. Claro, no tenía por qué hacerlo, pero me extrañó. Pensé que estarían ocupados disfrutando del lugar, yo no la iba a joder.
Pero el sábado a la tarde me picó el bichito de la curiosidad y le hablé por Whatsapp. Me resultó raro que de repente hubo comunicación cero, ya que charlabamos en persona o nos mensajeabamos todos los días por algo.
“Que haces Lau, como va Cacheuta? Lindo? Qué hacen?”
“Hola Ricky todo bien, nene. Acá de relax, es hermoso”, me llegó su respuesta pero como a las tres horas.
“Todo bien?”
“Todo perfecto, vos?”
“Bien, aburrido, las casas están en orden 🙂 “
“Jajjaja gracias por cuidar!”
“Obvio. Así que lindo las termas?”
“Siiii una belleza, relax puro!”
“Mandame una foto a ver”
Bastante rato después, la foto que recibí de Laura fue ésta:

Yo me quedé mirando un rato la selfie esa con una sonrisita en mis labios también. Que linda que estaba la guacha! Pero por qué me mandó esa foto? Yo pensé que por contexto estaba claro que le había pedido alguna foto del lugar, de las termas, no de ella. Tenía que pensar algo que contestarle.
“Si, muy linda. Es hermosa Cacheuta…”
“Visteeee… jajaja”
“Pero yo te pedí foto del lugar, del paisaje, para ver.”
“Ah, del paisaje, ok…”
“Si”
“A ver ésta…”
Y la muy hija de puta me mandó ésta foto:

Yo me sonreía y no lo podía creer. Definitivamente estaba apretando el acelerador ella. No se si se cansó de los jueguitos, o de notarme interesado y caliente pero que yo no hacía nada. Decidió hacerlo ella. Yo no podía dejar de mirar esa foto, admirándole el cuerpazo de hembra que tenía, que por fin lo estaba viendo y no imaginandomelo debajo de su ropa. Laura verdaderamente era una bomba. Yo no necesitaba esa foto para saberlo, pero si me sirvió de confirmación.
“Y te gusta el paisaje?”, me preguntó en el chat ante la tardanza de mi respuesta.
“Uf… hermoso también. No sé con qué foto quedarme, las dos muy bien.”
“Jajaj no hace falta que elijas una. Cuando vengas a Cacheuta podes tener las dos.”
“Ah si?”
“Claro, por que no?”
“Bueno, lo voy a tener en mente”
“Jajaj, dale nene.”
“Muy en mente.”
“JAJAJAJA….”, me dijo y me remató con un emoji de una carita tirando un beso.
Definitivamente Laura estaba escalando la situación. Y a mí me encantó que fué ella la que dió el primer paso para avanzar la situación. Yo por ahí solo no me hubiese animado a hacerlo.
El domingo a la noche los escuché volver a su casa, oí su pickup detenerse sobre el camino de ripio del frente de la casa, pero ya era medio tarde. Yo estaba tirado en la cama mirando la TV, no tenía ganas de hacer nada en ese momento.
Al otro día ya era lunes y Alejandro se fue temprano a los campos. Sin querer queriendo, como decía El Chavo, ya le había analizado los horarios. Se iba tempranito y volvía al atardecer, pero solo algunos días. Otros días trabajaba desde la casa, en su portátil. O sea que a veces estaba en casa, pero cuando se iba lo hacía por todo el día. Nota mental. Ese día el boludazo se fué y pensé que hoy me tocaba a mí acelerar algo, si es que la situación se daba.
Hacía calor ese día también, así que aproveché la pileta a la mañana, vagueando y relajándome por algunas horas. Después de comer yo estaba tirado a la sombra en el jardín y la ví a Laura acercarse de su lado de la cerca.
“Holaaaa…”, le dije con una sonrisa, “Que hacés, Cacheuta?”
Se rió, “Qué hacés nene, como va?”
“Todo bien”
“Salió pile tempranito?”, me preguntó.
“Y si, sí está hay que aprovecharla.”, le sonreí.
“Desde ya”
“Vos en qué andás, vecina?”, le pregunté.
Se encogió de hombros, descansando un poco su peso sobre la cerca, “Nada, fui a capital a la mañana a comprar un par de cosas, limpié un poco… pero ya está.”
“Aha…”, le dije con una sonrisita, “Y venite a la pile, querés?”
“Ay, Ricky en serio? No sé…”, me sonrió.
“Que no sabés? Dale, che. Vas a estar cagada de calor con la pileta acá? Si ya te dije mil veces que no me jode para nada. Al contrario, es un gusto.”, le dije.
Vi que Laura lo pensó unos segundos y me tiró una sonrisita matadora, “Mmm… bueno, te acepto la invitación, gracias. Me pongo una malla y vengo si?”
“Dale, buenísimo. Después nos hago unos mates”
“Okey… te toco el timbre…”, me dijo, dando a entender que no tenía ninguna pretensión de saltar la cerca.
Al ratito le estaba abriendo la puerta de casa a esa hembra alucinante. Nos saludamos ahí y me agradeció mucho. Llevaba una toalla en la mano y se había puesto una bikini que lo único que hacía era mostrarle el cuerpo y esas curvas increíbles que llevaba. Yo rogaba que no se me parara mucho la verga y que no se diera cuenta, ante semejante espectáculo. Nada más fuimos al jardín, me hice el boludo y me recosté de nuevo en la reposera a la sombra. Tenía el celu en la mano listo para sacarle alguna fotito así de incógnito, cuando ella no se diera cuenta. Si no pasaba nada en ese momento, por lo menos quería quedarme con una fotito para disfrutar después.
Charlamos un rato ahí a la sombra, pero muy poco, mientras ella se preparaba para meterse a la pileta. Cuando se acercó a admirarla y ver que tan honda era, ahí disparé y le saqué una linda fotito.

“Che que linda que está la pile”, la escuché decir de espaldas a mi, “Encima mirá como tenés todos los árboles, no se ve nada… la re privacidad!”
Yo me sonreí, “Nah, no son míos los árboles esos. Están del otro lado de la pared. Igual del otro lado de eso es todo campo hasta los otros módulos… no se ve nada, tranqui.”, le contesté.
“Y por qué no tendría que estar tranqui? Obvio…”, se rió y se metió despacito a la pileta. La vi que se sumergió hasta el cuello solamente, atándose el pelo en un rodete para que no se le mojara.
Yo mientras aparentaba que miraba mi celu lo único que hacía era admirar la foto que le había sacado. Que pedazo de hembra, por Dios. Carne por todos lados y en todos lados bien puesta. Pulposa. Con curvas. Mujer en serio por donde la mirara. Hasta las gomas parecían escapársele de costado cuando estaba de espaldas. La puta madre, cómo me calentaba. Me subieron unas ganas de enterrarme en ese cuerpo y llenarlo de todo lo que llevaba en los huevos…
“Está hermosa el agua, che…”, su voz me devolvió un poco a la realidad fuera de la pantalla del celu, “No te metés vos?”
“Nah, después. Ya me metí antes”, le sacudí la cabeza.
“Ufa… bueno… la disfruto yo sola entonces”, me sonrió desde el agua.
“Dale nomás, es un placer…”, le dije honestamente.
No estábamos lejos así que en el silencio de la tarde calurosa podíamos charlar perfectamente como estábamos.
“Que pena que te tengas que volver a Buenos Aires…”, me dijo. Yo me extrañé.
“Eh? Quien dijo que me vuelvo?”
Laura me hizo una muequita de esas, “No, digo… que estás de vacaciones y no vivís acá… que vas a tener que volver.”
“Ah! Ah, okey… y si, viste. El laburo es el laburo.”, le sonreí.
“Con quién voy a charlar?”
“Y no sé, con algún otro vecino así fachero…”, le devolví la sonrisa.
Ella se rió alegremente, “No hay vecinos así simpáticos”.
Yo la miré fijamente pero igual le sonreí, “Querrás decir… no hay vecinos así que conozco con pileta…”
Laura se cagó de la risa desde el agua, “Nooo… bueno, un poco sí, un poco no. Las dos cosas!”
“Lau, por mí si yo no estoy, usenla.”, le dije, “Mirá si va a ser un problema. Si yo no estoy, qué… nadie la va a usar? Usenla ustedes. A mi que me jode.”
“Ah, pero sos un amor…”, me sonrió.
“Obvio, Lau. Si la limpian de vez en cuando, todo bien”, le devolví el gesto.
Pasó un rato en el que Laura disfrutaba del agua y yo disfrutaba de verla en el agua, charlando de cualquier cosa hasta que salió de la pileta y se acercó. Yo todavía tenía el celu en la mano y de pronto me agarró como un rapto de inspiración, no me pregunten. Ojo de fotógrafo.
“Pará! Pará… no te muevas…”, la miré desde mi reposera.
“Que? Qué pasa?”, me dijo un poco seria, parada ahí cerca mío, pensando que había pasado algo. La miré unos segundos en silencio.
“Estás… estás muy linda con la luz así… te puedo sacar una foto? Va a quedar bien…”
Ella lo pensó por un momento y se sonrió suavemente, “Así? Acá como estoy? Parada?””
Yo le asentí con la cabeza, sin dejar de mirarla, “Sí, así… es perfecta.”
“Bueno, dale… pero la quiero ver eh?”
Yo me reí, “Si, obvio”, no tenía por qué no mostrarla.
Laura se quedó parada ahí, yo tomé el celular y busqué el ángulo, la incidencia y el momento perfecto. No le di ninguna instrucción, no hacía falta. Cuando salió de la pileta se soltó el pelo nuevamente, y eso era todo lo que la foto necesitaba realmente.

Examiné la foto sonriendo y se la mostré para que ella la viera también.
“Ay, que linda… con los árboles atrás… muy buena.”
“Si, viste… perdoná, te vi ahí y me salió el artista de repente..:”, me reí solo.
“Obvio, hay que capturar los momentos”, sonrió Laura, “Me la pasas después?”
“Te la paso ahora si querés…”, le dije. Sin querer me había salido un doble sentido que no sé si lo captó. Y si lo hizo, no se dió por aludida. Le mandé la foto por Whatsapp y se tiró en uno de los colchones de jardín que yo tenía ahí, medio al sol y medio a la sombra, para terminar de secarse.
Fui a la cocina a traernos para hacer mate y tomar ahí a la sombra. El día estaba espectacular para eso, la tarde calurosa y la compañía inmejorable. Así nos quedamos charlando, largo y tendido, tomando mate y comiendo galletitas. La vi en un momento que se había quedado medio colgada mirando la foto de ella que le mandé.
“Que pasa?”, le pregunté, “No te gusta la foto?”
“Eh? No, si, me encanta, Ricky… mas bien”, me dijo, “Es que nunca me sacan fotos así de buenas.”
“Bueno, che, me dedico a ésto… dame un poco de crédito no?”
Laura se rió, “No, nene, obvio…. No lo dije por vos, lo dije por mí.”
“Okey…”
Me quedé unos segundos pensando y se lo mandé directamente, “Te jode un poco que te saquen fotos así medio expuesta?”
“Expuesta cómo?”
“Digo, así en malla, con poca ropa y eso…”, la miré. Ella sólo se sonrió.
“Nah, no es eso, no me jode. No es que estoy en bolas”, me dijo, “Nada más es raro verme así en una buena foto.”
“Okey, pensé que era por el tema del desnudo y eso.”, le dije tomando un poco de mi mate.
“Uf… no, Ricky. Soy médica, imaginate.”, se rió, “Las cosas que he visto. Y las cosas que han visto de mí…”
Yo me reí sorprendido, “Cómo las cosas que vieron de vos? Qué vieron?”
“Nada, nada,” se rió, “No soy una santa, nene.”
“No, si, me imagino…”, le tiré una muequita.
Ella frunció las cejas, pero igual se rió, “Ah, y que te imaginas a ver?”
“No, digo… si sos médica y eso. Primero que no te jode ver cuerpos desnudos..”, le dije y me asintió, “Y después… bueh, me dicen que los médicos son re salvajes. Bah, algunos.”
“Salvajes!”, se cagó de risa, “Cómo salvajes?!”
“Digo que todo el mundo dice que a los médicos les gusta mucho darle a la matraca, viste…”, me reí solo.
“Ah! Ah, eso….”, dijo Laura
“Es verdad?”
“Lo de darle a la matraca?”, me miró, “Y ssssi… que se yo… puede ser. Cuando estás tanto tiempo ahí metida en un hospital, tantas horas, tanto estrés… es lógico.”
“Ah, entonces es cierto”, me sonreí.
Ella me devolvió la sonrisa, “Y si, es bastante común. Entre compañeros, viste. Si hay un poquito de onda ya enseguida un lugarcito alejado en el hospital encontrás para… sacarte un poco el estrés y la mala onda…”
Cebé un mate nuevo y se lo pasé, mirándola como se llevaba la bombilla a esos labios divinos, “Y a vos te pasó?”, le pregunté.
Laura me miró sin dejar de sorber, “Si, claro. En su momento.”
“Uh, me tenés que contar alguna historia de esas…”, le sonreí.
“Nooo… no, no. Esas historias, historias quedarán!”, se rió.
“Daleee…”, la animé.
Laura sacudió la cabeza, tratando de sonreír y tomar mate al mismo tiempo, “No me apures, nene… aparte, que? Seguro que vos en lo tuyo tenés cada historia también.”
“En lo de la fotografía?”, le pregunté, “Si, mil historias.”
Laura se sonrió, mirándome, “Ahí seguro que también se da lo de la matraca…”
“A veces sí, pero no te creas que es tan común.”
“Ah, no?”
Sacudí la cabeza y empecé a comer una galletita, “En el estudio estamos a mil laburando. Casi nunca da como para hacer nada.”
“Ah, y los médicos no? Te creés que nosotros en un hospital no estamos también a mil laburando?”, me preguntó.
“Si, pero es distinto, no sé. Yo no tengo ni por asomo el estrés que deben tener ustedes en una clínica. No hay taaanto que descargar. Bah, creo yo.”
Laura lo pensó, “Puede ser. Tenés razón. Pero igual, no sé… me imagino que lo que no tenés de estrés lo tenés de juntar … ehhh… calentura, no sé. Digo, de ver todas esas chicas pasando por ahí, una detrás de otra…”, me tiró una muequita cómplice.
“Nah, no te creas”
“No? En serio?”
Le sacudí la cabeza, “Para nada. Llega un punto que ya no ves. Es como decís vos, ves pasar tantas y estás haciendo fotos todo el tiempo que medio quedás sin sensibilidad. Es un laburo. Como los médicos, no?”
“Si, puede ser…”
“Ves tanto tiempo gente en bolas que ya ni mirás, ni te calienta a veces”, le dije la verdad. O parte de la verdad. Ya no me calentaba ver modelitos. Sí me calentaban mucho las hembras en serio como ella.
“Que loco….”, sólo acotó Laura y bebió más mate.
“Si, a veces hasta cuando hago producciones así más pasadas de rosca, tipo books medio porno donde hay desnudos explícitos y eso, no tanto arte… posta que hasta ahí llega un punto que ni mirás ya.”
“Mirá vos… hiciste muchas de esas?”, me preguntó.
Yo asentí, “Uf… sí, una bocha.”
“Y para quién? Digo, quién te pide hacer eso así porno?”, me preguntó.
Yo me reí, “Che… MEDIO porno dije…”, y se rió alegremente, “No es un puterío mi estudio.”
“Perdón…”, me dijo entre risas.
“Dale, loco… lo hacés sonar como que tengo un Sambódromo de putas en el estudio…”
Laura se descajetó de la risa, junto conmigo. Me miró suavemente con una dulce sonrisa en los labios, “Nooo.. perdón… ay… cómo me hacés cagar de risa, nene. Pero bueh, quién te pide de hacer esas fotos?”
“Tengo un par de clientes que son agencias de actrices del porno, viste”, me asintió, “Y un par de veces alguna modelo o actriz quiere hacer un desnudo artístico, tipo para Playboy y esas cosas. A veces salen laburos así. Pero son la minoría”, le expliqué.
“Mmm. Okey…”, solamente dijo.
Laura me pasó el mate y me cebé uno yo. Mientras vertía el agua se lo tiré directamente, “Querés que te saque una de esas?”
Se le pusieron los ojos como dos platitos y arqueó las cejas, pero no la ví ofendida, “A mi? De esas? De esas cómo?”
“De esas como un desnudo”, le contesté mirándola.
“Jajja, no sé? Para qué?”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y tomé mi mate, “Para vos. Para tener. Lo que quieras, qué problema hay?”
“Ay, no sé Ricky…”
La miré un poco con cara de nada, “Me vas a decir que te da vergüenza?”
“No, pero…”
“Después de la foto que me mandaste el otro día de, comillas Cacheuta comillas?”, le sonreí.
Ella me miró suavemente, creo que los dos teníamos bien presente la foto esa en nuestras cabezas. Yo seguro que la tenía.
“Nene, esa foto…”, empezó a decir algo pero la frené.
“Esa foto es hermosa, porque vos sos una mina hermosa. Es lo único que quiero escuchar de esa foto”, le sonreí.
Laura me sonrió suavemente, mirándome, “No sé… la verdad que no sé.”
“Te pensás que me va a asustar ver algo tuyo?”, le pregunté.
“No, obvio que no…”, me sonrió.
“A ver, no quiero sarparme tampoco, como vos quieras”, le dije, “Pero si estamos acá al pedo, ya tenemos confianza… si querés te saco alguna, para vos, para que tengas.”
Laura lo pensó un momento y sonrió, “Bueno, dale.”
Yo asentí y tomé mi celu, incorporándome un poco y apuntándole, viendo que iba a hacer Laura.
“Pará, qué hago? Cómo querés que haga?”, me preguntó sin saber.
“Yo no quiero que hagas nada, Lau. Hacé vos lo que vos quieras.”, le dije mirándola en la pantalla del celu, “Te voy a sacar una nada más y va a ser para vos, asi que… lo que vos quieras. Te aseguro que si a vos no te jode, a mi tampoco. Bueno, y si a tu marido no le jode, obvio”
Laura se rió, “Ale ni la va a ver”
Yo me sonreí, cómplice, “Bueno, mejor aún entonces. Soltate y dale a la cámara lo que le quieras dar. Ya estamos grandes y es una foto, nada mas”
Laura pensó un momento y sonrió. Sin incorporarse mucho se llevó las manos a su espalda y hábilmente desanudó el top de su bikini, deslizándolo por su cuerpo y tirándolo suavemente a un costado. Me dió un tirón la verga al verle esos pechos, grandes y pesados. Naturales y hermosos, tan hermosos. Se le mecían y colgaban suavemente como dos frutos deliciosos. Se incorporó un poco en sus codos, dejando que se le vieran bien y le dió una sonrisa hermosa a la cámara.
Sin instrucciones, sin indicaciones. Laura era tan natural como su belleza. La foto prácticamente se tomó sola.
La hija de puta de Laura, mi vecina, era naturalmente bella.
Hay mujeres que no son bellas físicamente, pero lo compensan con otras cosas. Hay otras que sí son lindas, pero arreglándose y trabajando su belleza logran realzarla mucho. Y hay otras, las menos, que no importa lo que hagan, tienen la belleza intrínseca. Natural. Indeleble. Laura era una de éstas.
Sólo una vez en mi carrera, una sola, me había cruzado con una mujer así de naturalmente hermosa. Era una modelo negra a quien le hicimos una producción hacía unos años. Era francesa, pero hija de padres de Gambia. Era novia de un jugador de la Ligue 1. Haber visto y trabajado con esa mina… no, perdón, con esa MUJER, fue un antes y un después. No tenía el cuerpo típico de modelo, trabajado y estilizado hasta el último centímetro. Tampoco tenía ninguna cirugía correctora, por más imperceptible que fuese. No era de esas flaquitas escuálidas que priorizan la línea de su silueta ante todo, no. Esa negra, esa Atenea, esa Sheba, esa diosa… tenía su carne bien puesta en los lugares justos, apropiados. Tenía una mirada que te incendiaba el alma, que te daba sed de sexo y de jungla. Y yo le cambiaba la iluminación a cada rato, durante esa producción, porque no podía parar de beber con los ojos cómo le cambiaban los tonos de su piel. Cómo la luz le rebotaba y salía satisfecha luego de haberla tocado, cómo la luz y las sombras hacían de esa piel una antología de poesía.
Salvando las distancias, Laura era igual. No era modelo, por supuesto, pero perfectamente podría haberlo sido. Modelo no de ropa, de perfume o de alguna marca, sino modelo de mujer. No era nada flaca. Tampoco, por supuesto, era obesa. Para nada. Pero los kilos de más que podía llegar a tener los tenía tan, pero tan bien repartidos… en los senos que tenía, grandes y visiblemente pesados, notándose aún bajo su remera suelta. En la curva de sus caderas. En la solidez de sus piernas. Laura no tenía cintura de botella de coca cola, pero no lo necesitaba. La línea de su cintura, como bajaba, era bastante recta y en esa zona abdominal ella tenía una linda pancita que apenas le colgaba, pero qué bien que le quedaba. Que bien le sentaba para terminar de hacer ese pedazo de mujer.
Para mí, que me la pasaba rodeado de esa belleza plástica y estilizada, rodeado de esos productos con patas que eran algunas de las chicas, ver a una mujer como Laura fue como un baldazo de agua fría. Una atracción inmediata, la cual no tenía mucho tiempo para aprender a manejar y no hacer un desastre frente al marido. No se si a ella le pasó lo mismo cuando me vió. Seguro que no, yo no soy ni de cerca lo agraciado como hombre que ella es como mujer. Pero quizás algún chispazo también hubo cuando nos conocimos así más cerca, en persona. Alguna mirada, por ahí. No lo sé.
Lo que terminaba de vender a Laura era su cara. Tenía un cuerpo de señora. De señora hermosa, desde ya, pero de señora al fin. De mujer madura. Pero en su cara siempre llevaba puesta la expresión natural de una adolescente. Hasta me animaría a decir, de una adolescente pícara y traviesa. Se le notaba en la mirada y en sus muequitas, hasta en la voz, que si Laura a su edad ya no era una guerrera (ustedes me entienden) casi que seguramente alguna vez lo había sido. Esas experiencias, esas cicatrices de batalla y de placer siempre quedan y siempre se notan. Tenía un tatuaje en el hombro, y en el tobillo se le vislumbraba otro, lo que me daba la idea que tan santita no era, o al menos no lo había sido en algún momento.
Charlando ahí los tres, mientras mis hamburguesas se hacían, en lo único que yo podía pensar era en QUE MIERDA HACÍA UNA MUJER COMO LAURA CON UN TIPO ASI?! No lo podía entender. El salame de mi vecino tenía guita? Era eso? O la imbecilidad que le brotaba de los poros a mi vecino era una ilusión? Era nada más todo apariencia? No me lo podía explicar.
En la charla les pregunté qué onda, si estaban de vacaciones o qué. Me dijeron que no, que se habían mudado ahí a las afueras de Mendoza, que se habían cansado de estar cerca de Buenos Aires y todo el quilombo. Eso yo lo entendía bien. A Alejandro le había salido un trabajo para asesorar y desarrollar unos campos y un emprendimiento de vinos, en una localidad como a 80 kilómetros de Mendoza capital, así que se mudaron ahí para cambiar un poco el aire y la vida.
Laura era traumatóloga, me dijo, y eventualmente quería buscarse trabajo en alguna clínica u hospital de ahí. Cuando me dijo eso me sonreí por dentro. Eso explicaba bastante de lo que veía en la cara y en las miradas pícaras de Laura. Ya me habían dicho muchas, muchas veces, que los médicos, las enfermeras, los internistas… en esos turnos largos y eternos que tenían, no era inusual que se la pasaran cogiendo. Y Laurita tenía cara, para mi era evidente, que en los hospitales que había estado seguro que la habría pasado muy bien con sus compañeros de turno. En algún momento, cuando nos conocieramos mejor, le iba a preguntar. En la mirada de Laura siempre se veía que había tenido varias, por no decir muchas, batallas en su pasado.
De esas batallas que se ganan a fuerza de chupar verga, quiero decir.
Después de charlar un rato más, mis nuevos vecinos se despidieron, se fueron a su casa y yo me quedé terminando mis hamburguesas. Esa noche, ya tirado en mi cama, no podía dejar de pensar en Laura y en todas las formas que me la quería coger. Era un poco raro porque yo no era de hacer esas cosas. Más allá de un par de aventuritas en mi vida (y sólo un par, realmente) yo no era de andar con minas que estuvieran casadas o de novia. Y nunca le había metido los cuernos a Susan. Pero no podía dejar de pensar en cogerme a Laura. En lo que debía ser sentir ese cuerpo contra el mío, esos labios y esa concha alrededor de mi verga. Como pude me dormí.
Por dos o tres días no los ví a mis vecinos. Cuando volvieron me dijeron que se habían ido a recorrer la provincia, hacer un poquito de turismo antes que Alejandro tuviera que empezar a trabajar. Una noche me invitaron a cenar con ellos a su casa. Yo acepté con gusto y caí con unos vinitos ricos. Me banqué toda la noche el tener que charlar con el pelotudazo de Alejandro, nada más para poder estar ahí cerca de Laura, hablar un poco con ella también. No me estaba gustando mucho la situación. No me gustaba sentir los principios de una obsesión con mi vecina. Por partida doble. Ella estaba casada y yo no tenía por qué ir a joder así a un matrimonio. Y después por Susan. Yo estaba de novio y tampoco tenía por qué engañarla así a ella.
Pero Laura seguía siendo un problema. No podía sacármela de la cabeza. Lo que no ayudaba para nada era que, obviamente, los veía todos los días. Charlaba con ella o con los dos todo el tiempo. Mi cabeza no podía parar de maquinarse. Hubiese sido distinto si yo hubiese notado que Laura no insinuaba nada, o que yo le hubiese dicho algo sugerente y ella lo hubiese rechazado. Pero no, ella nada más se divertía, se reía, la pasaba bien charlando conmigo y entramos rápido en confianza. Más allá de lo linda que era, como persona era una mina muy copada, siempre alegre y picarona. Era un placer compartir algo de tiempo con ella. Me daba mucha bronca que el dientudo de mierda de mi vecino se había ganado la lotería de esa manera. Mucha bronca.
Un fin de semana largo, por suerte, se vino Susan a Mendoza a pasar unos días conmigo. Me sirvió mucho para calmarme un poco. Va a sonar feo o grosero, pero la visita de Susan no solamente me sirvió para vaciarme los huevos, ya que yo venía permanentemente caliente con Laura ya. También me sirvió para distraerme la cabeza, salir con ella, llevarla a conocer la ciudad o algún paraje turístico. Que me ocupara la cabeza mi novia y no tanto mi vecina. Susan era una mina hermosa. Modelito. Un caramelo. Pero mientras cogíamos no podía evitar pensar que en vez de ese cuerpito flaquito y esbelto, podría estar dándole verga a ese otro. Al que realmente yo quería.
Susan finalmente volvió a Buenos Aires a seguir trabajando. Yo le dije que en dos semanas se venía un fin de semana largo, hermoso de cuatro días, que se volviera a Mendoza. Me dijo muy contenta que sí, que seguro lo iba a hacer. Ahí por esos días fue cuando empezó el bendito tema de la pileta.
Me explico. Mi casa tenía pileta en el jardín de atrás, pero la de Alejandro y Laura no. Tenía sólo jardín. Un jardín muy lindo, que la verdad lo tenían mejor cuidado que el mío, pero sin pileta. Y por esa época empezó a hacer calor. Ya había arrancado el verano. Por más que estuviese tan cerca de la cordillera, durante los días de calor el sol pega que ni te cuento. Hace calor en serio. Yo empecé a usar la pileta todos los días, la verdad que lo disfrutaba. Siempre me venía bien un chapuzón. Los saludaba a Laura o al tarado de Alejandro cuando los veía y no pasaba mas de eso.
Hasta que un mediodía de esos de calor se me ocurrió tirar unos chorizos y un pedazo de vacío a la parrilla para almorzar. Lo mío ya era de completo relax. Ni estaba pensando en Buenos Aires, en el estudio ni en nada de eso. Ya estaba bien desconectado de todo y lo estaba pasando bárbaro. Mientras estaba con el asadito se me acercó Laura de su lado de la cerca y nos quedamos charlando. Yo, por supuesto, encantado. Le ofrecí si quería almorzar y me dijo que no, que ya había comido más temprano. Le pregunté si Alejandro por ahí quería, que no tenía problema en ponerle un par de choris más para él y ella me dijo que no estaba, que se había ido ya a los campos a empezar a organizar el trabajo. Charlamos un rato largo ahí al sol con Laura. La verdad que nos llevábamos cada vez mejor y nos estábamos haciendo amigos, más allá de la calentura inmensa que yo tenía por ella y mis sospechas que si yo apretaba el acelerador en algún momento, por ahí ella también agarraba viaje. Pero eran sospechas nada más y yo no tenía ganas de provocar ningún problema.
Le dije a Laura lo que yo ya le había dicho al forro del marido, que si en algún momento ellos querían usar la pileta que estaba todo bien, que podían, que no era ningún problema. Laura me dejó una sonrisita matadora y me lo agradeció, diciéndome que seguro algún día me pedía usarla. Se despidió para volverse a su casa y yo me quedé ahí, dando vuelta los choris y mirándole bien el pedazo de culo que se le mecía al retirarse.
Gracias a que Alejandro se la pasaba todo el día en los campos, trabajando, y yo ahí en mi casa absolutamente al pedo, charlabamos mas y mas seguido con Laura. Nos hacíamos compañía en cualquier momento. A veces yo me cruzaba a la casa a tomar un café si me invitaba, a veces ella venía a la mía. Inclusive una vez se dió que los dos teníamos que ir a hacer las compras de la semana al super y fuimos juntos en mi auto, ya que Alejandro se había llevado la pickup de ellos al campo.
Durante esas charlas la verdad es que nos llevamos de maravillas. Siempre eran amenas y divertidas, aunque más de una vez nos quedamos charlando de cosas más importantes, como nuestras vidas, nuestras historias y demás. No me animaba a tirarle onda de nada, la verdad. Reconozco que algo de miedo tenía y tampoco era que ella en ningún momento me había insinuado algo. Cuando así charlando ella me decía, “Nene”, me venía a la cabeza la diferencia de edad. Ella tenía 43 años ya y yo 30. Eso me calentaba (todo lo que hacía Laura me calentaba. Eso también), pero al mismo tiempo me daba mucha pausa. Yo pensaba que una mujer así, madura y segura de sí misma, no se andaría con vueltas. Si hubiese querido algo conmigo me lo hubiese dicho. Desde que la conocí a Laura nunca me pareció una mina de esas vuelteras. Para nada.
Si ella hubiese querido hacer alguna travesura conmigo, algo habría insinuado ya o directamente algo habría hecho ya, porque tuvimos un montón de oportunidades para hacerlo mientras el tarado estaba trabajando. Pero nunca lo hizo y yo nunca lo noté. Nada mas la pasabamos muy bien los dos en compañía del otro.
Un día me dijo que se iba a ir ese finde con el marido a Cacheuta, que había unas termas y un spa para visitar. Le dije que buenísimo, yo no lo conocía, que sacara fotos y me dijera que tal estaba para ir yo con Susan cuando viniera ella. Ese viernes se fueron a la mañana y Laura no me mandó ningún mensaje o foto. Claro, no tenía por qué hacerlo, pero me extrañó. Pensé que estarían ocupados disfrutando del lugar, yo no la iba a joder.
Pero el sábado a la tarde me picó el bichito de la curiosidad y le hablé por Whatsapp. Me resultó raro que de repente hubo comunicación cero, ya que charlabamos en persona o nos mensajeabamos todos los días por algo.
“Que haces Lau, como va Cacheuta? Lindo? Qué hacen?”
“Hola Ricky todo bien, nene. Acá de relax, es hermoso”, me llegó su respuesta pero como a las tres horas.
“Todo bien?”
“Todo perfecto, vos?”
“Bien, aburrido, las casas están en orden 🙂 “
“Jajjaja gracias por cuidar!”
“Obvio. Así que lindo las termas?”
“Siiii una belleza, relax puro!”
“Mandame una foto a ver”
Bastante rato después, la foto que recibí de Laura fue ésta:

Yo me quedé mirando un rato la selfie esa con una sonrisita en mis labios también. Que linda que estaba la guacha! Pero por qué me mandó esa foto? Yo pensé que por contexto estaba claro que le había pedido alguna foto del lugar, de las termas, no de ella. Tenía que pensar algo que contestarle.
“Si, muy linda. Es hermosa Cacheuta…”
“Visteeee… jajaja”
“Pero yo te pedí foto del lugar, del paisaje, para ver.”
“Ah, del paisaje, ok…”
“Si”
“A ver ésta…”
Y la muy hija de puta me mandó ésta foto:

Yo me sonreía y no lo podía creer. Definitivamente estaba apretando el acelerador ella. No se si se cansó de los jueguitos, o de notarme interesado y caliente pero que yo no hacía nada. Decidió hacerlo ella. Yo no podía dejar de mirar esa foto, admirándole el cuerpazo de hembra que tenía, que por fin lo estaba viendo y no imaginandomelo debajo de su ropa. Laura verdaderamente era una bomba. Yo no necesitaba esa foto para saberlo, pero si me sirvió de confirmación.
“Y te gusta el paisaje?”, me preguntó en el chat ante la tardanza de mi respuesta.
“Uf… hermoso también. No sé con qué foto quedarme, las dos muy bien.”
“Jajaj no hace falta que elijas una. Cuando vengas a Cacheuta podes tener las dos.”
“Ah si?”
“Claro, por que no?”
“Bueno, lo voy a tener en mente”
“Jajaj, dale nene.”
“Muy en mente.”
“JAJAJAJA….”, me dijo y me remató con un emoji de una carita tirando un beso.
Definitivamente Laura estaba escalando la situación. Y a mí me encantó que fué ella la que dió el primer paso para avanzar la situación. Yo por ahí solo no me hubiese animado a hacerlo.
El domingo a la noche los escuché volver a su casa, oí su pickup detenerse sobre el camino de ripio del frente de la casa, pero ya era medio tarde. Yo estaba tirado en la cama mirando la TV, no tenía ganas de hacer nada en ese momento.
Al otro día ya era lunes y Alejandro se fue temprano a los campos. Sin querer queriendo, como decía El Chavo, ya le había analizado los horarios. Se iba tempranito y volvía al atardecer, pero solo algunos días. Otros días trabajaba desde la casa, en su portátil. O sea que a veces estaba en casa, pero cuando se iba lo hacía por todo el día. Nota mental. Ese día el boludazo se fué y pensé que hoy me tocaba a mí acelerar algo, si es que la situación se daba.
Hacía calor ese día también, así que aproveché la pileta a la mañana, vagueando y relajándome por algunas horas. Después de comer yo estaba tirado a la sombra en el jardín y la ví a Laura acercarse de su lado de la cerca.
“Holaaaa…”, le dije con una sonrisa, “Que hacés, Cacheuta?”
Se rió, “Qué hacés nene, como va?”
“Todo bien”
“Salió pile tempranito?”, me preguntó.
“Y si, sí está hay que aprovecharla.”, le sonreí.
“Desde ya”
“Vos en qué andás, vecina?”, le pregunté.
Se encogió de hombros, descansando un poco su peso sobre la cerca, “Nada, fui a capital a la mañana a comprar un par de cosas, limpié un poco… pero ya está.”
“Aha…”, le dije con una sonrisita, “Y venite a la pile, querés?”
“Ay, Ricky en serio? No sé…”, me sonrió.
“Que no sabés? Dale, che. Vas a estar cagada de calor con la pileta acá? Si ya te dije mil veces que no me jode para nada. Al contrario, es un gusto.”, le dije.
Vi que Laura lo pensó unos segundos y me tiró una sonrisita matadora, “Mmm… bueno, te acepto la invitación, gracias. Me pongo una malla y vengo si?”
“Dale, buenísimo. Después nos hago unos mates”
“Okey… te toco el timbre…”, me dijo, dando a entender que no tenía ninguna pretensión de saltar la cerca.
Al ratito le estaba abriendo la puerta de casa a esa hembra alucinante. Nos saludamos ahí y me agradeció mucho. Llevaba una toalla en la mano y se había puesto una bikini que lo único que hacía era mostrarle el cuerpo y esas curvas increíbles que llevaba. Yo rogaba que no se me parara mucho la verga y que no se diera cuenta, ante semejante espectáculo. Nada más fuimos al jardín, me hice el boludo y me recosté de nuevo en la reposera a la sombra. Tenía el celu en la mano listo para sacarle alguna fotito así de incógnito, cuando ella no se diera cuenta. Si no pasaba nada en ese momento, por lo menos quería quedarme con una fotito para disfrutar después.
Charlamos un rato ahí a la sombra, pero muy poco, mientras ella se preparaba para meterse a la pileta. Cuando se acercó a admirarla y ver que tan honda era, ahí disparé y le saqué una linda fotito.

“Che que linda que está la pile”, la escuché decir de espaldas a mi, “Encima mirá como tenés todos los árboles, no se ve nada… la re privacidad!”
Yo me sonreí, “Nah, no son míos los árboles esos. Están del otro lado de la pared. Igual del otro lado de eso es todo campo hasta los otros módulos… no se ve nada, tranqui.”, le contesté.
“Y por qué no tendría que estar tranqui? Obvio…”, se rió y se metió despacito a la pileta. La vi que se sumergió hasta el cuello solamente, atándose el pelo en un rodete para que no se le mojara.
Yo mientras aparentaba que miraba mi celu lo único que hacía era admirar la foto que le había sacado. Que pedazo de hembra, por Dios. Carne por todos lados y en todos lados bien puesta. Pulposa. Con curvas. Mujer en serio por donde la mirara. Hasta las gomas parecían escapársele de costado cuando estaba de espaldas. La puta madre, cómo me calentaba. Me subieron unas ganas de enterrarme en ese cuerpo y llenarlo de todo lo que llevaba en los huevos…
“Está hermosa el agua, che…”, su voz me devolvió un poco a la realidad fuera de la pantalla del celu, “No te metés vos?”
“Nah, después. Ya me metí antes”, le sacudí la cabeza.
“Ufa… bueno… la disfruto yo sola entonces”, me sonrió desde el agua.
“Dale nomás, es un placer…”, le dije honestamente.
No estábamos lejos así que en el silencio de la tarde calurosa podíamos charlar perfectamente como estábamos.
“Que pena que te tengas que volver a Buenos Aires…”, me dijo. Yo me extrañé.
“Eh? Quien dijo que me vuelvo?”
Laura me hizo una muequita de esas, “No, digo… que estás de vacaciones y no vivís acá… que vas a tener que volver.”
“Ah! Ah, okey… y si, viste. El laburo es el laburo.”, le sonreí.
“Con quién voy a charlar?”
“Y no sé, con algún otro vecino así fachero…”, le devolví la sonrisa.
Ella se rió alegremente, “No hay vecinos así simpáticos”.
Yo la miré fijamente pero igual le sonreí, “Querrás decir… no hay vecinos así que conozco con pileta…”
Laura se cagó de la risa desde el agua, “Nooo… bueno, un poco sí, un poco no. Las dos cosas!”
“Lau, por mí si yo no estoy, usenla.”, le dije, “Mirá si va a ser un problema. Si yo no estoy, qué… nadie la va a usar? Usenla ustedes. A mi que me jode.”
“Ah, pero sos un amor…”, me sonrió.
“Obvio, Lau. Si la limpian de vez en cuando, todo bien”, le devolví el gesto.
Pasó un rato en el que Laura disfrutaba del agua y yo disfrutaba de verla en el agua, charlando de cualquier cosa hasta que salió de la pileta y se acercó. Yo todavía tenía el celu en la mano y de pronto me agarró como un rapto de inspiración, no me pregunten. Ojo de fotógrafo.
“Pará! Pará… no te muevas…”, la miré desde mi reposera.
“Que? Qué pasa?”, me dijo un poco seria, parada ahí cerca mío, pensando que había pasado algo. La miré unos segundos en silencio.
“Estás… estás muy linda con la luz así… te puedo sacar una foto? Va a quedar bien…”
Ella lo pensó por un momento y se sonrió suavemente, “Así? Acá como estoy? Parada?””
Yo le asentí con la cabeza, sin dejar de mirarla, “Sí, así… es perfecta.”
“Bueno, dale… pero la quiero ver eh?”
Yo me reí, “Si, obvio”, no tenía por qué no mostrarla.
Laura se quedó parada ahí, yo tomé el celular y busqué el ángulo, la incidencia y el momento perfecto. No le di ninguna instrucción, no hacía falta. Cuando salió de la pileta se soltó el pelo nuevamente, y eso era todo lo que la foto necesitaba realmente.

Examiné la foto sonriendo y se la mostré para que ella la viera también.
“Ay, que linda… con los árboles atrás… muy buena.”
“Si, viste… perdoná, te vi ahí y me salió el artista de repente..:”, me reí solo.
“Obvio, hay que capturar los momentos”, sonrió Laura, “Me la pasas después?”
“Te la paso ahora si querés…”, le dije. Sin querer me había salido un doble sentido que no sé si lo captó. Y si lo hizo, no se dió por aludida. Le mandé la foto por Whatsapp y se tiró en uno de los colchones de jardín que yo tenía ahí, medio al sol y medio a la sombra, para terminar de secarse.
Fui a la cocina a traernos para hacer mate y tomar ahí a la sombra. El día estaba espectacular para eso, la tarde calurosa y la compañía inmejorable. Así nos quedamos charlando, largo y tendido, tomando mate y comiendo galletitas. La vi en un momento que se había quedado medio colgada mirando la foto de ella que le mandé.
“Que pasa?”, le pregunté, “No te gusta la foto?”
“Eh? No, si, me encanta, Ricky… mas bien”, me dijo, “Es que nunca me sacan fotos así de buenas.”
“Bueno, che, me dedico a ésto… dame un poco de crédito no?”
Laura se rió, “No, nene, obvio…. No lo dije por vos, lo dije por mí.”
“Okey…”
Me quedé unos segundos pensando y se lo mandé directamente, “Te jode un poco que te saquen fotos así medio expuesta?”
“Expuesta cómo?”
“Digo, así en malla, con poca ropa y eso…”, la miré. Ella sólo se sonrió.
“Nah, no es eso, no me jode. No es que estoy en bolas”, me dijo, “Nada más es raro verme así en una buena foto.”
“Okey, pensé que era por el tema del desnudo y eso.”, le dije tomando un poco de mi mate.
“Uf… no, Ricky. Soy médica, imaginate.”, se rió, “Las cosas que he visto. Y las cosas que han visto de mí…”
Yo me reí sorprendido, “Cómo las cosas que vieron de vos? Qué vieron?”
“Nada, nada,” se rió, “No soy una santa, nene.”
“No, si, me imagino…”, le tiré una muequita.
Ella frunció las cejas, pero igual se rió, “Ah, y que te imaginas a ver?”
“No, digo… si sos médica y eso. Primero que no te jode ver cuerpos desnudos..”, le dije y me asintió, “Y después… bueh, me dicen que los médicos son re salvajes. Bah, algunos.”
“Salvajes!”, se cagó de risa, “Cómo salvajes?!”
“Digo que todo el mundo dice que a los médicos les gusta mucho darle a la matraca, viste…”, me reí solo.
“Ah! Ah, eso….”, dijo Laura
“Es verdad?”
“Lo de darle a la matraca?”, me miró, “Y ssssi… que se yo… puede ser. Cuando estás tanto tiempo ahí metida en un hospital, tantas horas, tanto estrés… es lógico.”
“Ah, entonces es cierto”, me sonreí.
Ella me devolvió la sonrisa, “Y si, es bastante común. Entre compañeros, viste. Si hay un poquito de onda ya enseguida un lugarcito alejado en el hospital encontrás para… sacarte un poco el estrés y la mala onda…”
Cebé un mate nuevo y se lo pasé, mirándola como se llevaba la bombilla a esos labios divinos, “Y a vos te pasó?”, le pregunté.
Laura me miró sin dejar de sorber, “Si, claro. En su momento.”
“Uh, me tenés que contar alguna historia de esas…”, le sonreí.
“Nooo… no, no. Esas historias, historias quedarán!”, se rió.
“Daleee…”, la animé.
Laura sacudió la cabeza, tratando de sonreír y tomar mate al mismo tiempo, “No me apures, nene… aparte, que? Seguro que vos en lo tuyo tenés cada historia también.”
“En lo de la fotografía?”, le pregunté, “Si, mil historias.”
Laura se sonrió, mirándome, “Ahí seguro que también se da lo de la matraca…”
“A veces sí, pero no te creas que es tan común.”
“Ah, no?”
Sacudí la cabeza y empecé a comer una galletita, “En el estudio estamos a mil laburando. Casi nunca da como para hacer nada.”
“Ah, y los médicos no? Te creés que nosotros en un hospital no estamos también a mil laburando?”, me preguntó.
“Si, pero es distinto, no sé. Yo no tengo ni por asomo el estrés que deben tener ustedes en una clínica. No hay taaanto que descargar. Bah, creo yo.”
Laura lo pensó, “Puede ser. Tenés razón. Pero igual, no sé… me imagino que lo que no tenés de estrés lo tenés de juntar … ehhh… calentura, no sé. Digo, de ver todas esas chicas pasando por ahí, una detrás de otra…”, me tiró una muequita cómplice.
“Nah, no te creas”
“No? En serio?”
Le sacudí la cabeza, “Para nada. Llega un punto que ya no ves. Es como decís vos, ves pasar tantas y estás haciendo fotos todo el tiempo que medio quedás sin sensibilidad. Es un laburo. Como los médicos, no?”
“Si, puede ser…”
“Ves tanto tiempo gente en bolas que ya ni mirás, ni te calienta a veces”, le dije la verdad. O parte de la verdad. Ya no me calentaba ver modelitos. Sí me calentaban mucho las hembras en serio como ella.
“Que loco….”, sólo acotó Laura y bebió más mate.
“Si, a veces hasta cuando hago producciones así más pasadas de rosca, tipo books medio porno donde hay desnudos explícitos y eso, no tanto arte… posta que hasta ahí llega un punto que ni mirás ya.”
“Mirá vos… hiciste muchas de esas?”, me preguntó.
Yo asentí, “Uf… sí, una bocha.”
“Y para quién? Digo, quién te pide hacer eso así porno?”, me preguntó.
Yo me reí, “Che… MEDIO porno dije…”, y se rió alegremente, “No es un puterío mi estudio.”
“Perdón…”, me dijo entre risas.
“Dale, loco… lo hacés sonar como que tengo un Sambódromo de putas en el estudio…”
Laura se descajetó de la risa, junto conmigo. Me miró suavemente con una dulce sonrisa en los labios, “Nooo.. perdón… ay… cómo me hacés cagar de risa, nene. Pero bueh, quién te pide de hacer esas fotos?”
“Tengo un par de clientes que son agencias de actrices del porno, viste”, me asintió, “Y un par de veces alguna modelo o actriz quiere hacer un desnudo artístico, tipo para Playboy y esas cosas. A veces salen laburos así. Pero son la minoría”, le expliqué.
“Mmm. Okey…”, solamente dijo.
Laura me pasó el mate y me cebé uno yo. Mientras vertía el agua se lo tiré directamente, “Querés que te saque una de esas?”
Se le pusieron los ojos como dos platitos y arqueó las cejas, pero no la ví ofendida, “A mi? De esas? De esas cómo?”
“De esas como un desnudo”, le contesté mirándola.
“Jajja, no sé? Para qué?”, me preguntó.
Yo me encogí de hombros y tomé mi mate, “Para vos. Para tener. Lo que quieras, qué problema hay?”
“Ay, no sé Ricky…”
La miré un poco con cara de nada, “Me vas a decir que te da vergüenza?”
“No, pero…”
“Después de la foto que me mandaste el otro día de, comillas Cacheuta comillas?”, le sonreí.
Ella me miró suavemente, creo que los dos teníamos bien presente la foto esa en nuestras cabezas. Yo seguro que la tenía.
“Nene, esa foto…”, empezó a decir algo pero la frené.
“Esa foto es hermosa, porque vos sos una mina hermosa. Es lo único que quiero escuchar de esa foto”, le sonreí.
Laura me sonrió suavemente, mirándome, “No sé… la verdad que no sé.”
“Te pensás que me va a asustar ver algo tuyo?”, le pregunté.
“No, obvio que no…”, me sonrió.
“A ver, no quiero sarparme tampoco, como vos quieras”, le dije, “Pero si estamos acá al pedo, ya tenemos confianza… si querés te saco alguna, para vos, para que tengas.”
Laura lo pensó un momento y sonrió, “Bueno, dale.”
Yo asentí y tomé mi celu, incorporándome un poco y apuntándole, viendo que iba a hacer Laura.
“Pará, qué hago? Cómo querés que haga?”, me preguntó sin saber.
“Yo no quiero que hagas nada, Lau. Hacé vos lo que vos quieras.”, le dije mirándola en la pantalla del celu, “Te voy a sacar una nada más y va a ser para vos, asi que… lo que vos quieras. Te aseguro que si a vos no te jode, a mi tampoco. Bueno, y si a tu marido no le jode, obvio”
Laura se rió, “Ale ni la va a ver”
Yo me sonreí, cómplice, “Bueno, mejor aún entonces. Soltate y dale a la cámara lo que le quieras dar. Ya estamos grandes y es una foto, nada mas”
Laura pensó un momento y sonrió. Sin incorporarse mucho se llevó las manos a su espalda y hábilmente desanudó el top de su bikini, deslizándolo por su cuerpo y tirándolo suavemente a un costado. Me dió un tirón la verga al verle esos pechos, grandes y pesados. Naturales y hermosos, tan hermosos. Se le mecían y colgaban suavemente como dos frutos deliciosos. Se incorporó un poco en sus codos, dejando que se le vieran bien y le dió una sonrisa hermosa a la cámara.
Sin instrucciones, sin indicaciones. Laura era tan natural como su belleza. La foto prácticamente se tomó sola.

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