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Nosotros y el bartender

Nosotros y el bartender

Salimos del consultorio con ganas de tomar algo. Dejamos el auto y caminamos de la mano cómo hacía mucho tiempo no lo hacíamos, nos perdimos por las calles de Palermo hasta llegar a un bar pequeño y algo escondido.
"El Último Trago" se llamaba el bar. Me senté junto a Lucía en la barra, mis dedos entrelazados con los suyos sobre la madera pegajosa. El bartender -un pibe llamado Seba con tatuajes de serpientes en los brazos- no podía quitarle los ojos de encima a mi mujer.
"Pideme algo dulce, amor", murmuré al oído de Lucía mientras acariciaba su muslo bajo la mesa.
"Un mojito... muy frío para mi y un frente bien cargado", dijo ella, mirándome primero a mí y luego a Seba con esa sonrisa que solo usaba cuando quería algo.
El pibe preparó el trago con manos temblorosas. Cuando lo sirvió, Lucía me apretó la mano.
"¿Puedo...?", susurró, señalando con la mirada el escote que sabíamos que había captado la atención del bartender.
Asentí con la barbilla, bebiendo mi fernet mientras observaba el juego. Lucía se inclinó hacia adelante al tomar su trago, dejando que el vestido se le corriera apenas unos centímetros.
"¿Cómo te llamás cariño?", dijo Lucía con voz melosa. “Seba me dicen mis amigos” contestó el bartender. Ella continuó "creo que se me cayó un aro... ¿Me ayudás a buscarlo?"
El pibe miró hacia mí como pidiendo permiso. Le sonreí y di un sorbo a mi bebida.
"Claro, señora", tartamudeó Seba, agachándose detrás de la barra.
Lucía me miró, sus ojos brillando con malicia. "¿Puedo seguir...?", preguntó otra vez, deslizando un pie descalzo hacia donde el bartender estaba arrodillado.
"Todo lo que quieras, reina", respondí, apretando su otra mano.
Sentí como Lucía movía el pie, y por la expresión del pibe, supo exactamente dónde estaba posicionado. Cuando Seba se levantó, tenía las orejas rojas como tomates.
"¿No lo encontraste?", preguntó Lucía con falsa inocencia. "Quizás si mirás mejor..."
Esta vez, cuando el pibe se agachó, Lucía me miró con ojos suplicantes. "¿Sigo...?"
Asentí nuevamente. Mi mujer se deslizó de la barra y se arrodilló frente a mí, justo al lado del bartender. Con una mano me desabrochó el jean, mientras con la otra bajó el cierre del jean del muchacho y sacó de su encierro la verga palpitante del joven.
Seba emitió un sonido ahogado. Lucía alternaba entre nosotros, su boca ocupada conmigo , me chupaba como una actriz porno, mientras sus dedos jugaban con el bartender, pajeando esa otra verga que estaba bien dura por ella.
"Tengo que... cerrar...", jadeó Seba, aunque no hizo ningún movimiento para detenerla.
Lucía se detuvo y me miró. "¿Podemos ir allá...?", preguntó, señalando hacia la puerta del baño.
Me levanté, tomando a mi mujer de la mano. "Vamos", le dije al bartender, "pero esto queda entre nosotros."
El pibe asintió frenéticamente, siguiéndonos hacia el baño con las piernas temblorosas. Antes de que la puerta se cerrara, alcancé a ver el reloj sobre la barra: las 2:15 AM. El local ya estaba cerrado al público, pero claramente nuestra noche recién comenzaba.
El baño del bar era pequeño, con las paredes llenas de grafitis y el piso pegajoso. El olor a desinfectante se mezclaba con el aroma del cuerpo y del perfume de Lucía. La empujé contra la pared, besándola con hambre mientras Seba cerraba la puerta con llave detrás de nosotros. 
—*¿Estás segura?* —le pregunté entre besos, mis manos ya recorriendo su cuerpo. 
Ella asintió, jadeando, y luego miró al bartender con ojos llenos de deseo. 
—*Quiero sentirlos a los dos…* —susurró, desabrochándose el vestido lentamente hasta dejarlo caer al suelo. 
Seba tragó saliva al verla en ropa interior—un conjunto negro diminuto que apenas cubría sus curvas. Sus tetas a punto de reventar el corpiño y la tanga transparente toda mojada por sus jugos.
—*Dios…* —murmuró el pibe, acercándose como si no pudiera creer lo que estaba pasando. 
Lucía me miró, buscando aprobación. 
—*¿Puedo chuparlo, me gusta y me calienta la verga que tiene?* —preguntó, señalando a Seba.
—*Sí, pero yo voy primero* —respondí, agarrando su cara para besarla de nuevo. 
Mientras nos besábamos, sentí cómo Seba se acercaba por detrás, sus manos temblorosas desabrochando el corpiño y dejando libres sus grandes y hermosas tetas. Sentí sus manos jugando con los pezones de mi mujer y haciéndola suspirar. Luego bajó las manos posándose en las caderas de Lucía. Ella gimió contra mis labios cuando el bartender comenzó a morderle suavemente el hombro, sus dedos deslizándose bajo las tiras de su tanga.
—*Quitámela* —ordenó Lucía, refiriéndose a su ropa interior. 
Obedeciendo, Seba le bajó la bombacha y yo me arrodillé para sentir su aroma y dejarle un beso ardiente en su muslo interno antes de pararme de nuevo. 
—*Dios, qué hermosa sos* —murmuré, mientras el bartender comenzaba a chuparle los pezones, haciendo que ella arqueara la espalda. 
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Lucía, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, me agarró la mano y la llevó entre su entrepierna. Estaba caliente, mojada, ansiosa, palpitante…
—*Quiero que me toquen los dos…* —susurró. 
Seba no necesitó más invitación. Mientras yo me encargaba de sus labios, el bartender se arrodilló y comenzó a lamerla con lentitud, haciendo que sus gemidos resonaran en el pequeño baño. 
—*Más fuerte, chupame toda…* —jadeó Lucía, enredando los dedos en el pelo de Seba.
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Yo me aparté lo suficiente para bajar mi pantalón, liberando mi erección. Lucía me miró con ojos oscuros de deseo. 
—*Quiero sentirte adentro mío… mientras él sigue lamiéndome* —dijo. 
La levanté con facilidad, apoyando su espalda contra la pared. Seba se hizo a un lado lo justo para que yo pudiera meter mi pija en ella, pero no dejó de lamer su clítoris mientras yo la penetraba. 
Lucía gritó, ahogando el sonido contra mi hombro. 
—*Así… así… no pares…* —gemía, cada embestida mía empujándola contra la lengua del bartender. Acabó sonoramente, gimiendo, gritando…
Seba, ahora con una mano libre, se desabrochó el pantalón y comenzó a masturbarse mientras seguía complaciendo a mi mujer. 
—*Quiero probarlo, por favor…* —murmuró Lucía entre jadeos, mirando al bartender. 
Yo la bajé suavemente y ella se arrodilló frente a Sebas, tomándolo en su boca con un gemido de satisfacción. 
—*Mierda…* —el bar tender cerró los ojos, agarrando el lavabo para no caerse mientras mi mujer rodeaba con su boca y su lengua la punta de su pija comenzando un chupada de antología.
Yo me coloqué detrás de Lucía, penetrándola de nuevo mientras ella seguía chupando a Seba. El baño estaba lleno de sonidos húmedos, gemidos y el roce de nuestros cuerpos. 
—*Voy a acabar…* —Seba apenas pudo avisar antes de correrse en la boca de Lucía, quien lo bebió con un gemido de satisfacción. 
Yo seguí moviéndome dentro de ella, sintiendo cómo sus músculos se apretaban alrededor mío al acabar junto al joven. 
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—*Ahora vos… adentro…lléname de leche la concha* —jadeó Lucía, mirándome por encima del hombro. 
No necesité más. Con unas pocas embestidas más, exploté dentro de ella, dejándola temblar contra mí. 
Nos separamos jadeando. Seba, todavía aturdido, se ajustó el pantalón. Lucía se limpió los labios con el dorso de la mano y me besó, dejándome probar el sabor del bartender en su boca. 
—*Tengo que… limpiar…* —murmuró Sebas, todavía sin aire. 
Lucía se vistió lentamente, disfrutando de las miradas que el pibe todavía le lanzaba. 
—*Gracias por el trago* —dijo con una sonrisa pícara antes de salir del baño. 
Yo seguí detrás, ajustándome el cinturón. 
—*Vamos, amor* —le dije, tomándola de la mano—. *Esto recién empieza.* 
En el bar vacío, el reloj marcaba las 3 AM. Lucía se recostó contra mí mientras caminábamos hacia la salida. 
—*¿Volvemos mañana?* —preguntó, mordiéndome el lóbulo de la oreja. 
No respondí. Pero cuando el bartender nos alcanzó el número de teléfono escrito en un ticket, supe que la respuesta era obvia.

1 comentarios - Nosotros y el bartender

Angie_juan +1
Es una fantasía mía , todo improvisado.
homoeroticus99 +1
Es la forma que debe darse