Buenas noches amigos de P! espero hayan tenido un lindo finde. Les agradezco como siempre toda la buena onda, los mensajes, los puntos y los comentarios que me dejan. Ya saben que si quieren charlar, compartir, etc, pueden mandarme un privado si quieren sin problema.
Hoy no tengo mucho que decir, solo que disfruten este nuevo capitulo y que comenten que les parece!
---------------------------------------------- Maru y la leche 14 --------------------------------------------
La luz de la mañana entraba apenas por la cortina entreabierta de la cocina. Ya nos habiamos levantado hace un rato con Maru y estabamos desayunando en silencio, cada uno con su taza en la mano, hasta que Maru dejó la suya sobre la mesa, me miró a los ojos y dijo:
(M:) Che... estuve pensando en lo que hablamos anoche. En eso de jugar... pero también en lo que me pasa últimamente.
(Y:) ¿Y qué te pasa?
(M:) No sé cómo explicarlo sin que suene raro o... muy extremo. Es como una ansiedad que tengo, un deseo. O sea, a veces siento un impulso re fuerte por... vos sabes...por eso que vos sabés que me vuelve loca... por la leche
Me miró, midiendo mi reacción pero yo solo asinti, en silencio. A ver, me gustaba ese costado en ella, aunque a veces me desbordaba y no sabia como enfrentarla.
(M:) Es como... algo físico, ¿entendés? como una sed, pero no sed como de agua, o liquido. A veces me pasa cuando estoy sola o cuando salgo. A ver, no es que quiera hacer nada real. No lo necesito tampoco. Pero mi cabeza... se activa... entendeS? Y ahi empiezo a fantasear con todo.
(Y:) Ok. ¿Y qué querés hacer con eso?
(M:) Quiero usarlo para jugar con vos. Pero también necesito saber que me vas a aguantar si alguna vez... me pica de verdad. Si alguna noche salgo, como esta que se viene, con mis amigas... y me tiento con esa idea. ¿Vas a poder seguir el juego?
Tragué saliva, con esa mezcla de excitación y celos que ella sabía despertar tan bien. Me estaba pidiendo permiso para portarse mal o hacer algo?
(Y:) Pero.. ¿Y vos vas a portarte bien?
Maru sonrió, juguetona, pero con un dejo sincero en los ojos.
(M:) Sí. Quiero portarme bien. Pero si juego un poquito con la fantasía... si invento algo al volver, ¿vas a bancar?
(Y:) Si me lo contás como lo sabés hacer vos… creo que sí.
Ella se acercó, se sentó sobre mis piernas, me abrazó por el cuello y me susurró al oído:
(M:) Entonces, dejame que esa noche juegue, gordi. Vos después me das toda la leche que me falte, ¿sí?
Me empezo a besar despacio y se paro para irse a cambiar. Cuando salió del cuarto, ya lista para irse, se detuvo en la puerta. Tenia esa sonrisa tan peligrosa, que tanto conozco y dijo:
(M:) Me voy a portar bien, amor. Lo prometo. Pero si al volver te digo que se me escapó algo... ¿me vas a creer que fue solo una fantasía?
Y antes de que pudiera contestar, me guiñó un ojo y cerró la puerta tras de sí.
Desde que se fue, el departamento parecía más grande, más silencioso. Esa noche intente hacer la mia: mirar algo, distraerme con la compu, hasta incluso responder unos mails. Pero nada servía. Cada tanto, agarraba el celu y miraba a ver si Maru me habia mandado algun mensajito, pero yo sabia que estaba con sus amigas, que no era una salida distinta a otras, pero… esta vez, el contexto lo cambiaba todo.
Recorde lo que ella me había dicho antes de irse. La forma en que me miró y esa promesa ambigüa: “me voy a portar bien… pero si se me escapa algo, ¿me vas a creer que fue solo una fantasía?”
La cabeza se le llenaba de imágenes, de escenarios imposibles de frenar. ¿Y si sí se tentaba? ¿Y si lo hacía realidad y después venía a contármelo? ¿Iba a poder distinguir lo real de lo inventado? Lo que más lo alteraba de todo esto era que… me gustaba no saberlo. Me acosté en la cama sin poder dormir, con la pija dura y el corazón en la garganta, preso de un deseo que no era solo sexual, era algo más profundo. Era mi novia y su juego. Y yo... ya estaba casi entregado a ellos como un adicto.
Maru mientras se vestía con calma, pero con una intención muy clara, jugar. Eligió una pollera cortita, ajustada, que apenas le cubría esa cola tan llamartiva. Se miró al espejo y se mordió el labio inferior. Le encantaba cómo se veía. Era provocativa sin esfuerzo. Arriba, eligió un top medio escotado, sin corpiño y sabía que con eso bastaba. Un perfume suave, algo dulce, y un toque de gloss en los labios.
Mientras se arreglaba, pensaba en mi. En lo que había dejado instalado en mi cerebro antes de irse. "¿Estará pensando que me voy a portar mal? ¿Estará tocándose?". Esa posibilidad la calentaba mas aun. No necesitaba que pasara nada con nadie, le bastaba saber que yo, el amor de su vida, se volvía loco pensando en lo que podría estar haciendo. Ademas, si a la vuelta ella me contaba algo… ¿cómo reaccionaría?. Esto ya no le daba culpa, le excitaba mas todavia. Era una sensación unica, le gustaba el poder que eso le daba; porque se sentía deseada, libre, poseída por un fuego nuevo.
Llegada la hora, Maru salió con sus amigas, riendo. Por dentro, sabía que esa noche era para los dos. Aunque yo estuviera solo en casa.
Maru ya estaba en esa parte de la noche donde todo se sentía más intenso. El boliche estaba lleno, vibrante. Las luces estroboscópicas hacían brillar los cuerpos sudados, y el bajo de la musica rebotaba en su pecho. Sus amigas la rodeaban, pero ella ya estaba en otro plano. Había tomado un par de tragos, lo justo para relajarse sin perder el control y se sentía liviana, sensual, completamente en su eje… y fuera de él a la vez.
Bailaba con los ojos entrecerrados, rozando su propio cuerpo al ritmo de la música. Sabía que muchos la estaban mirando. Era fácil darse cuenta. Hombres que se acercaban, que le decían cosas al oído, intentando acercarse más de lo permitido. Ella jugaba, respondía con alguna sonrisa ambigüa, y después los sacaba con elegancia. No tenía intenciones de hacer nada. Pero eso no significaba que no se estuviera calentando.
Porque lo hacía. Porque sabía que yo, su novio, estaba en casa, seguramente imaginando todo esto y mas. Pensando si alguno de esos pibes se estaría aprovechando, si alguno habría tocado su culo o si ella estaría dejando que le hablen al oído y le propongan cosas obscenas. Y Maru… sí, dejaba que todo eso pase. Porque cuanto más pasaba, más se excitaba. Más deseaba volver y contármelo todo. Real o no.
Hasta que un tipo, distinto a los demás, se le acercó. Era grande, no tan lindo, pero con una seguridad que la descolocó. No bailó con ella, no insistió, ni la agarro de la manito, no. Sólo se le acercó por detrás mientras ella se movía y le dijo con la voz áspera, casi un gruñido:
—Me muero por llenar esa colita de leche, mamita.
Maru se quedó helada. El cuerpo le tembló de repente al hacerle eco las palabras de este hombre. No contestó nada, solo giró el rostro, lo miró con una mezcla de bronca, sorpresa… y calentura. Pero el tipo ya se estaba yendo, como si no le importara la respuesta. Como si hubiera tirado la bomba y se retirara.
Ella se alejó, necesitaba despejarse y se fue directo al baño. Se miró en el espejo, tenia las pupilas dilatadas como si hubiese fumado, los labios húmedos y sentía la concha palpitando. No le había tocado un pelo este tipo, pero… esa fras... esa vulgaridad dicha con tanta seguridad... “Llenarte la burra de leche”. Le hacia arder el cuerpo.
Y lo peor… o lo mejor… es que pensó en mi. En decirme esto. En contarme como un tipo random, un hombre x, le había dicho lo que le haria en el medio de la pista. En decirme que por un segundo, un solo segundo, se imaginó cómo sería si el tipo lo hubiera hecho realidad. Si la hubiera llevado al baño para cogersela y la dejaba goteando; haciendola volver a la casa con la tanga húmeda para contarmelo entre gemidos.
Maru respiró hondo, se acomodó un poco el top y se lavó la cara. Sonrió, se dio cuenta que con esto, ya era momento de volver.
Salio del baño, caminando sin apuro, como si flotara. El calor humedo del baño todavía le ardía en las mejillas y la frase que le habían dicho hacía unos minutos no dejaba de girarle en la cabeza como un loop adictivo. “Llenarte la burra de leche”. Le latía el cuerpo entero.
El pasillo hacia los reservados que estaba al lado casi, estaba apenas iluminado por luces rojas tenues que apenas marcaban los bordes. Nadie la siguió. Nadie… excepto él.
Una mano apareció de repente, apoyándose con suavidad firme en su cadera, deteniéndola justo cuando pasaba junto a un rincón más oscuro. Ella giró apenas el rostro, sin asustarse, reconociendo la voz enseguida:
(X:) —Pensé que te habías escapado.
(M:) —No me escapé… solo fui a respirar un poco. -dijo nerviosa-
Él se acercó sin invadir, sin presionar, pero con una energía que empujaba el aire. Maru se apoyó contra la pared, los ojos entrecerrados, mirándolo. Tenía esa sonrisa ladina de quien no se va a ir, pero tampoco va a entregar nada.
(X:) —Estás demasiado rica para no querer un poco de accion esta noche.
(M:) —¿Vos sos así de directo con todas?
(X:) —No. Pero vos tenés algo… Esa colita que llevás ahi, moviendola, pide que la llenen. Se te nota, mamita.
Maru tragó saliva. Odiaba y amaba todo lo que le decia, sin filtro, en la misma proporción. Ese descaro. Esa seguridad de macho que no necesita rogar. Bajó la mirada apenas, como si observara algo en su pantalón. Lo tenía bien armado. Lo intuía.
(M:) —¿Y si te dijera que ya estoy llena?
(X:) —Mentís. Estás vacía y se te nota en la cara. Te falta algo. Te falta que te saquen las ganas con una buena pija, quizas en la colita?.
Le deslizó un dedo por encima de la pollera, apenas tocando el borde. No la tocó directamente. Solo lo sugirió.
(M:) —Ah si? y decime... ¿cómo me la darías?
(X:) —Te haría ponerte de espaldas contra esta pared. Te correria la tanga sin sacarte la pollera. Te escupiría el agujerito, pasandote la punta de la pija despacito y después te la metería. Sin preguntar si queres, nada. Despacio al principio, fuerte después. Hasta que te tiemble todo. Hasta que me ruegues leche, y te la dé... toda.
Maru estaba jadeando, sin darse cuenta. Se agarró la pollera con fuerza, como para no caerse. El tipo se le acercó aún más. No la tocó, pero el aire entre ellos ardía. Su respiración le llegaba al cuello, húmeda, densa.
(M:) —¿Y después?
(X:) —Después me voy, sin decir nada. Como un hijo de puta. Te dejo llena. Sucia. Caliente todavía, con ganas de mas.
Ella no respondió. El hombre sonrió con soberbia, como si supiera que había ganado, aunque no hiciera nada.
(M:) —¿Y si te dijera que no puedo? Que me están esperando…
(X:) —Te creería. Pero no significa que vos te volverias a tu casa, con tu novio o marido, llena. O no significa que no puedas pensar en mí mientras te la cogen despues...
Eso la rompió. Esa frase le atravesó el cuerpo como una descarga eléctrica. El tipo se estaba yendo, igual que antes. No la forzaba, no insistía. Solo dejaba bombas atrás, frases imposibles de olvidar. Maru no dijo nada. Lo vio alejarse, desaparecer entre sombras. Se quedó ahí, respirando agitada, con las piernas algo flojas.
Mi novia volvió a la pista con sus amigas, pero no era la misma. Las luces de colores le parecían lentas, lejanas, como si se movieran debajo del agua. Las voces de sus amigas eran apenas un murmullo y todo lo demás se había desdibujado. Lo único que sentía con intensidad era la humedad caliente entre sus piernas y esa frase que le había quedado tatuada en el oído:
"Te dejo llena. Sucia. Caliente todavía."
Bailó un poco, pero ya no se reía, ya no hablaba. Sólo se movía buscando entre la multitud esa silueta que la había dejado al borde del abismo. Caminó hasta la barra para buscarlo sin darse cuenta, pero no estaba ahí. Rodeó los reservados por afuera, esperando encontrarlo fumando o esperando... nada.
Volvió a pasar cerca del baño, pero ya no había nadie en los pasillos. Hasta se animó a asomarse a la salida, mirando entre los taxis, como si él pudiera estar esperándola en uno de esos autos, listo para abrirle la puerta y repetirle todo lo que le había dicho… pero no. No estaba.
Maru sintió una desesperación silenciosa. Como una frustración física, una falta de aire, una necesidad incompleta. Se quedó parada en medio del boliche, apretando las piernas, el pulso desbocado, sintiéndose más caliente de lo que se había sentido en mucho tiempo. Como si el cuerpo le gritara algo que la cabeza todavía no podía organizar.
Se tocó la panza, como para calmarse, pero fue peor. Cerró los ojos. La imagen apareció enseguida: ella contra la pared del reservado, la pija de él empujando, la leche resbalando por sus piernas.
Abrió los ojos rápido, mordiéndose el labio para no gemir. Se sintió ridícula, mojada, llena de fantasías de un desconocido que le había hablado como si la conociera de toda la vida. Como si supiera exactamente lo que necesitaba escuchar.
Y lo peor era que… tenía razón.
Maru lo había deseado. Desde que escuchó esa frase, "me muero por llenarte esa burra de leche", algo se rompió y algo se encendió. Él la había visto. No como la novia buena. No como la estudiante. La había visto como lo que a veces ella también sentía ser: una puta hambrienta. Una que necesitaba leche en lugares que nadie miraba. Una que se iba a dormir húmeda si no se la daban.
Por fin, volvió con sus amigas, les sonrió y fingió estar bien. Nadie lo notó. Pero ella no estaba ahí, no.. ella seguía buscando. No al tipo, sino a la promesa. Esa promesa de que alguien algún día —quizás esa noche, quizás otra— se animara a hacerle eso que su novio, a veces, no se animaba ni a imaginar.
Maru no podía quedarse quieta. Después de recorrer todo el boliche buscando a ese tipo, se dio cuenta de que no iba a encontrarlo. Pero algo dentro de ella se negaba a apagarse. Seguía latiendo, vibrando, pidiéndole más. Se tomó otro trago, un tercero un cuarto, ya habia perdido la cuenta. Eran dulces, fuertes. Sentía el cosquilleo del alcohol bajar por su garganta hasta el estómago… y después directamente a su entrepierna. Le agarró una puntada de calentura, una necesidad urgente de sentirse deseada, de jugar un poco más con ese fuego que había encendido.
Volvió a la pista, sola. Sabía que sus amigas estaban cerca, pero no le importaba. Empezó a bailar como si tuviera las manos de alguien encima. Cerraba los ojos por momentos, ladeaba la cabeza, abría apenas la boca. Se sentía… desatada. Una perra suelta en la noche.
No tardaron en acercarse. Uno primero, medio tímido. Se le pegó de atrás y empezó a moverse con ella. Maru no dijo nada. Siguió bailando, como si no lo notara. Pero se inclinó un poco más, rozando su cola con la entrepierna del tipo. Lo sintió endurecerse al instante. Se mordió el labio. Sí. Eso le gustaba.
Después vinieron otros dos. Uno más atrevido, que directamente la tomó de la cintura y la giró para mirarla a los ojos. Era morocho, tatuado, con barba tupida. Le sonrió como si ya la hubiera cogido.
(M:) —¿Qué mirás así? —le preguntó ella, desafiante, con media sonrisa.
(¿?): —Tenés cara de que necesitás que te hagan compañia, aca o alla en los reservados.
Maru sintió una descarga en todo el cuerpo. ¿Qué le pasaba a los hombres esa noche? ¿Cómo podían leerla tan bien?
(M:) —¿Sí? ¿Y vos podrías?
(¿?): —Obvio, hace rato te veo bailando como gatita en celo. Mirá cómo me ponés, nena —dijo él, tomándola de la mano y llevándosela directo a la pija, por encima del pantalón. Estaba dura.
Maru apretó apenas. Cerró los ojos un segundo.
(M:) —No te conviene calentarme así…
(¿?): —¿Por qué? ¿Te vas a acabar acá en la pista?
Rió. Dio un paso atrás. Lo dejó ahí, solo y se fue a otro lado. Pero seguía buscando.
Cruzó miradas con un pelado en camisa ajustada. Después con uno que la siguió por toda la pista hasta que ella se acercó de golpe y le susurró: “¿Estás buscando algo en especial, vos tambien me queres coger en el reservado o se te perdieron los ojos en mi culo?” El tipo se quedó helado. Ella se rió y lo dejó parado.
Mru jugaba. Se dejaba manosear apenas, sentía manos rozándola, una tras otra. Todas ahí, chocando con su culo, con su espalda, como una promesa muda de algo que no iba a pasar. Y ella seguía bailando, cada vez más mojada, cada vez más caliente. Como si esa noche todo le hablara en el mismo idioma: el de la leche que tanto buscaba, el de la piel, el de los cuerpos que se buscan sin pensar.
En un momento, incluso, se agachó al ritmo de la música, bajando hasta el piso mientras un flaco se le pegaba de atrás. Sintió su bulto entre las piernas, empujándola. No dijo nada. Solo lo dejó hacer. Apenas por un momento. Apenas por el morbo. Pero no dejó que nadie se la llevara. Nadie la tocó en serio.
Solo ella sabía lo que quería. Y nadie estaba a la altura de lo que había imaginado.
Habían pasado casi dos horas desde aquel primer cruce con el desconocido que le había dicho que se moría por llenarle la burra de leche. Maru ya lo había dado por perdido. Se estaba yendo de la pista, sola, cuando se acordó una vez mas de los reservados. Esa zona entre cortinas pesadas, con sillones rotos y sombras que se movían lento, casi imperceptibles. Se metió ahí sin pensarlo. Algo en su interior le decía que todavía quedaba algo por jugar.
Caminó lento, sintiendo el calor denso en el aire. La música se oía amortiguada, los graves palpitaban más de lo que sonaban. Y entonces, lo sintió. Una mano en su cintura.
Se dio vuelta y era él. La miró con la misma intensidad de antes, sin decir palabra. Maru tragó saliva. No sabía si quería que hablara o no. Pero él lo hizo.
(X): —¿Seguís buscando leche?
Maru sintió que todo el cuerpo se le apretaba.
(M:) —Capaz… ¿y vos seguís con ganas de dar?
(X): —No sabés lo que te daria si me dejás.
La tomó de la mano, suave pero firme, y la llevó hasta un rincón oscuro, entre dos cortinas. Nadie los veía. Nadie los buscaba.
(X): —Estás toda mojadita, ¿no?
(M:) —No te voy a decir eso…
(X): —No hace falta. Se nota.
Apoyó su palma entre las piernas de Maru, encima de la pollera. Ella no se movió. No lo frenó. Lo dejó hacer. La presión era suave, pero clara. Un roce que apenas tocaba, pero que encendía todo.
De repente, él se bajó el cierre y sacó su pija, sin vergüenza, sin apuro. Maru miró. Era gruesa, linda y brillaba con liquido preseminal. Se la mostró asi sin decir nada y ella tragó saliva.
(M:) —¿Qué pensás hacer con eso?
(X): —Frotártela hasta dejarte marcada.
Y asi lo hizo. La tomó de la cintura, la giró y le subió la pollerita. Maru no lo frenó. Sentía la música vibrándole en la espalda, las luces bailando a lo lejos que se filtraban como pequeños puntos dentro del reservado. Apoyó las manos contra la pared, temblando. Y él empezó a refregarse contra su cola, contra su espalda baja, contra la tela de su tanga empapada.
(X): —Así te quiero, sucia, apretadita, pidiendo leche sin decirlo.
Maru cerró los ojos. Sentía la pija de él deslizándose por su piel, dejándole rastros húmedos, calientes. Pero él no penetraba, ni la tocaba más de lo permitido, solo la marcaba. La hacía sentir suya sin serlo. De pronto, un dedo atrevido, paso por debajo de la tela, apenas rozando el borde de su colita. Un roce. Nada más. Pero suficiente para que Maru diera un pequeño gemido contenido.
(M:) —Mmmmf.. hijo de puta… me estás dejando loca.
(X): —Entonces me voy.
(M:) —¿Qué?
(X): —Si, si me quedo, no me voy a aguantar. Y vos… todavía no estás lista.
Guardó su pija. Le bajó la pollera y sin decir una palabra más, se fue caminando entre las sombras. Maru se quedó ahí, quieta, con la respiración agitada, con la piel caliente, con la bombacha pegada al cuerpo. No sabía su nombre. No sabía si lo volvería a ver.
Pero ahora, lo deseaba más que nunca.
Volvió a la pista como si nada. Se acomodó la ropa, se pasó los dedos por el pelo para disimular y que nadie notara lo que acababa de vivir. Nadie, excepto ella. Su cuerpo seguía vibrando con ese roce sucio en la cola. Pero no se frenó.
Empezó a bailar con sus amigas, pero algo había cambiado. Sus movimientos ahora eran más lentos, más insinuantes. Cada paso parecía decir “tocame”, “rozame”, “probame”. Y no tardó en suceder.
Un grupo de chicos se acercó. Uno de ellos —alto, barba candado, brazos marcados— se le pegó atrás. Ella no se corrió. Sintió cómo su bulto duro le presionaba justo donde antes había estado la pija del otro. El chabón le puso las manos en la cintura y la acompañó en el ritmo. No hablaron. Solo se movieron juntos.
Maru ahi pensó en mi. En cómo me iba a contar todo esto despuésm en como iba a calentarme hasta enloquecer y sin saber que era real y que no. Eso la excitaba todavía más.
“Le voy a decir que sentí muchas pijas. Que todas se me frotaban. Que estaban duras. Que una se me clavó tanto que sentí que me abría la bombacha.”
El tipo que bailaba con ella, aprovecho y la empezó a besar en el cuello. Maru se dejó, apenas unos segundos, antes de girarse y frenarlo con una sonrisa.
(M:) —No, amor. Estoy comprometida con alguien.
Y se alejó, sabiendo que él se quedó mirándola con cara de “¿qué carajo pasó?”.
Se acercó a la barra, pidió otra bebida. Vodka con pomelo. Bien fuerte. Se la tomó de un saque y volvió a la pista.
Esta vez fue ella la que eligió. Se acercó a otro, uno más chico, con cara de nene pero ojos hambrientos. Lo agarró de la camiseta y empezó a bailar con él. Lo tentó, lo hizo sentirse el rey. Y cuando intentó besarla, ella le dijo al oído:
(M:) —No puedo bebé, sos muy chiquito y yo estoy comprometida.
El pibe se quedó duro. No supo qué responder. Ella se rió y se fue.
Esa noche, Maru era un huracán. Y cuanto más se excitaba, más pensaba en lo que iba a pasar después. En mi, en mi cara cuando me contara todo. En cómo me iba a poner duro mientras me hablaba de las pijas que no probó, pero si sintió. En la leche que no tragó, pero deseó. En los hombres que la tocaron con los ojos, con el cuerpo, con la intención.
Y en cómo, al final, se guardó todo eso para mi.
Maru estaba en el borde de la pista, con el vaso vacío colgando de su mano, el cuerpo tibio, la mente acelerada. Sentía el ritmo todavía en las piernas, pero algo le decía que la noche ya había dado todo… o casi. Se giró para buscar a sus amigas, cuando lo vio a él. Si a él, al hombre X.
Estaba apoyado contra la pared de los reservados, justo donde antes se habían cruzado mirándola. Con una cerveza en la mano, la camisa abierta y esa expresión que ya conocía: mezcla de lujuria, peligro y deseo contenido.
Maru lo sostuvo la mirada unos segundos. No dijo nada pero caminó hacia él.
(M:) —¿Que pasa, estas muy miron, me estuviste mirando mucho?
(X:) —Toda la noche.
Maru sonrió, ladeando la cabeza.
(M:) —¿Y qué viste?
Él se acercó. Muy cerca. El murmullo del boliche desapareció alrededor de ellos.
(X:) —Vi cómo te frotaban. Cómo te apretaban esa burra como si fuera de ellos. Cómo jugás con la cola, pero no se la das a nadie.
(M:) — Mmmm capaz a vos sí.
(X:) —Ya lo sé.
(M:) —¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo pedís?
(X:) —Porque me gusta más verte pedirmelo vos.
Hubo un silencio. Maru tragó saliva. La música sonaba de fondo, pero ahí, entre ellos, había otra frecuencia. De golpe, él se inclinó un poco hacia ella y, sin tocarla, le susurró:
(X:) —Cuando estés lista para que te la dé entera, vení con menos ropa a bailar y sin miedo. Se te nota a la legua que no te animas... aún al menos...
Ella se quedó quieta, mirándolo fijo. Ni una palabra pudo salir de su boca, solo esa sonrisa de costado que usaba cuando algo le hervía adentro. Él se alejó caminando, tranquilo y sin mirar atrás. Y mi novia se quedó ahí, temblando, sintiéndose deseada, abierta, al borde. Pero sin haber cruzado la línea.
Al menos no todavía.
___________
Esa noche habiamos arreglado que al volver, vendria directo a casa para no despertar a los viejos. Ese finde estaba solo, asi que le di un juego de llaves asi entraba sin problemas.
La cerradura giró con cuidado. Maru empujó la puerta apenas con los dedos, dejando entrar una brisa nocturna que arrastraba el perfume de la calle mojada y su propio sudor seco mezclado con alcohol y cigarrillos ajenos. La ciudad estaba en silencio, pero ella no.
Cerró despacio, se sacó los tacos, y caminó descalza por el pasillo. La pollera apenas le cubría la cola y la remera pegada al cuerpo todavía olía a humo y perfume barato. En su panza, algo latía. Un fuego que no se había apagado. Una ansiedad vibrante.
Maru me encontró en la habitacion dormido de costado, con una pierna descubierta y el pecho desnudo asomando bajo la sábana. La luz tenue de la ventana entraba apenas. Maru me miró unos segundos y se mordió el labio.
(M:) —Ey... gordiii, ya llegue. -susurró bajito, tocándome el hombro-
(Y:) —Mmm... ¿Maru?
(M:) —Sí. Ya volví amor.
Me giré despacio, medio dormido, parpadeando.
(Y:) —¿Qué hora es?
(M:) —Tarde... o temprano, depende cómo lo veas.
Se acostó a mi lado despues de sacarse la pollera y el top, pero no se tapó. La piel caliente chocaba con la frescura del cuarto.
(M:) —¿Querés que te cuente como estuvo la noche?
(Y:) —¿Pasó algo?
Maru sonrió. Se le iluminaron los ojos como a una nena que está por contar una travesura.
(M:) —Depende. ¿Querés escucharlo todo?
(Y:) —Decime.
Ella me acarició el pecho, suave, como si se quisiera abrier paso para meterse dentro.
(M:) —Bailé mucho. Tomé un poco mas... me sentí deseada. Me frotaron bastante amor, pero no hice nada, tranqui. Aunque...
Pausa.
(M:) —Aunque... hubo alguien.
Este comentario me hizo tensar apenas.
(Y:) —¿Cómo "alguien"?
(M:) —Un tipo. Alto, grandote, con una sonrisa de esas que ya te mojan sin hablar. Nos cruzamos en la entrada a los reservados... y me dijo cosas...
(Y:) —¿Qué cosas?
Maru se rió. Bajó la mano hasta mu panza y me la acarició, despacio, como si lo estuviera recordando con el cuerpo.
(M:) —Me dijo que se moría por llenarme la cola de leche. Que me veía provocadora, como si estuviera pidiendo ser usada. Y yo... me mojé entera amor. Ahí, parada... P-pero no hice nada, lo juro. Solo me quedé escuchandolo... necesitaba... no sé, escucharlo hablarme asi. Sentir que alguien más me podía dar leche.
(Y:) —¿Es en serio? ¿Y después?
(M:) —Después me fui. Pero me siguió toda la noche con la mirada. En un momento... volvió a hablarme. Me dijo que cuando yo quisiera, que fuera con menos ropa y sin miedo. Que él me iba a llenar. Toda. Por dentro.
Tragué saliva. Ahora si estaba completamente despierto.
(M:) —¿Querés que te diga lo que imaginé mientras me volvía en el taxi?
(Y:) —Sí...
Ella se inclinó sobre mi, lamiendome el lóbulo de la oreja, mientras una de sus manos bajaba hasta acariciarme la pija por encima del pantalón.
(M:) —Imaginé que ese tipo me agarraba del cuello, me ponía contra una pared, me subia la pollerita y me hacía suya. Sin preguntar. Solo coger y darme leche. Imaginé su leche chorreando por mi cola, mi panza, mi lengua... toda suya. Y después... venía acá. Con vos. Cargada. Llena. Temblando.
(Y:) —¿Fue verdad esto o imaginación tuya?
Ella me miró a los ojos.
(M:) —¿Importa?
Me besó el pecho.
(M:) —Capaz fue todo un juego para que me hagas el amor pensando que estoy llena de otro. Y vos me llenes con tu leche, como si me marcaras tuya de nuevo. ¿Querés?
No llegue a contestar, que ya la tenía encima, temblando.
Maru me montó con suavidad, como si cada centímetro de piel que se encontraban reactivara un hechizo antiguo. La luz de la calle se filtraba por la persiana, dibujando sombras sobre nuestros cuerpos entrelazados. Yo la miraba con los ojos abiertos, esperando respuestas, pero Maru solo me sonrió. Era una sonrisa de bruja, de esas que esconden verdades detrás del deseo.
(M:) —¿Qué te excita más…? ¿Pensar que te lo estoy contando para calentarte… o que fuera real?
(Y:) —No sé… no sé, Maru. Me estás volviendo loco.
Ella se inclinó mas y empezó a moverse, lenta, profunda, como si se masturbara con mi pija. Pero no solo buscaba placer: buscaba el control.
(M:) —¿Querés que te lo diga, amor…? ¿Querés saber si lo dejé?
Le apreté las caderas con fuerza, tironeado entre el fuego y los celos.
(M:) —Ese tipo amor… Dios, tenía la pija tan caliente. No la vi bien, pero la sentí. Me hablaba cerca, me respiraba el cuello… y yo mojada, chorreando como puta en celo. Me decía que me iba a llenar, que me iba a desbordar.
Ella aceleró apenas el ritmo, gimiendo bajito.
(M:) —Me dijo que su leche no era común. Que me iba a dejar temblando. Que iba a sentirla bajar por mi garganta, por mi colita, por la conchita… como si fuera lava.
(Y:) —¿Lo hiciste amor, te dejaste o no?
(M:) —No, bebé… no lo hice… ¿o sí?
Me besó fuerte, con lengua, con hambre. Como si quisiera devorarme entero.
(M:) —¿Amor.. sentiste un gustito raro en la lengua? ¿Y si cuando te besé, tenia aun su leche dando vueltas en mi boca?
Sus palabras eran cuchillos y caricias al mismo tiempo.
(Y:) —Maru, decime la verdad…
(M:) —La verdad es que no sé cuánto más puedo estar sin leche. Necesito más. Mucha. Quiero sentirme llena de todos lados. A veces sueño con eso, ¿sabés? Sueño que me acuesto al lado tuyo, repleta de leche. Pero no tuya… de otros. De varios. Que vos me tocás la panza hinchada y sabés que no es tuya... pero aun asi me decís igual que soy tuya, tu novia, tu amor. ¿Serias capaz de eso?
Yo cerré los ojos, gimiendo, sin poder evitar empujarla más fuerte sobre mipija. Ya no podía distinguir si estaba celoso, enfermo o completamente rendido ante ella.
(M:) —¿Querés que imaginemos que me la tragué toda? ¿Querés que te diga que el tipo del boliche me agarró en el baño, me arrodillé y me llenó toda la boquita como a una buena puta? ¿Querés que te lo diga mientras te hago acabar?
(Y:) —Sí… decímelo… -dije sin pensar en las consecuencias-
Ella bajó, me miró desde abajo mientras me masturbaba lento, con sus labios apenas tocando la punta.
(M:) —Mmmm.. sabes.. ahi en ese baño sucio, amor... mientras vos estabas aca durmiendo, este señor x me la metió en la boca, bien adentro… como si quisiera marcarme desde la garganta. Y cuando acabó, fue tanto, tanto… que sentí que me llenaba el estómago. Por eso volví así… con esta pancita hinchada. Porque la tengo llena de leche. ¿No me ves?
Se tocó el vientre, mientras me seguía masturbando con ritmo sostenido, los ojos fijos en los mios.
(M:) —¿Querés quedarte sabiendo cómo me lleno de otros…? ¿O querés ser vos el que me vuelve a llenar ahora mismo?
(Y:) —Te quiero llenar yo…
(M:) —Entonces hacelo. Pero mirame a los ojos… y pensá en este hombre. Pensá que estoy usando tu pija para quitarmle el sabor de este señor.
No aguanté mucho más. Empece a temblar, se me hincho la pija y Maru, sabiendo lo que se venia, acerco su boca. Acabe, como loco, temblando. Y Maru tragó con los ojos cerrados, como si fuera un rito, sonriendo cada vez que tragaba.
(M:) —Mmmm tan rica siempre! Gracias por la leche, gordi… pero... creo que todavía tengo hambre. ¿Viste que te dije…? Tu leche me calma un poquito… pero no me alcanza.
Maru pasó la lengua por sus labios, lenta, saboreando lo que quedaba de mi como si aún sintiera el sabor en su garganta. Se levanto, subio por encima mio y apoyó la cabeza en mi pecho, pero sin quedarse quieta. Sus dedos ya estaban acariciándose entre las piernas y su otra mano, traviesa, descendía por mi panza, juguetona.
(M:) —No sabés lo que es estar toda la noche caliente amor… sentir que tengo la boca vacía, la colita vacía… y el estómago sin leche. Me fui del boliche pensando en eso, ¿sabés? En lo que habría pasado si me dejaba ir un poquito más... si no tenía miedo...
Sus dedos se movían sobre su clítoris con ritmo tranquilo, pero constante. La mirada fija en ña mía.
(M:) —Quiero que me mires mientras me lleno solita amor. Pero no con los dedos… con fantasías. Con leche imaginaria.
(Y:) —Maru, estás enferma…
(M:) —No… estoy despierta. Despierta para todo lo que quiero. Y lo que quiero es sentirme llena todo el tiempo. Ser tuya… pero con el permiso de jugar a que no lo soy.
Se abrió más de piernas, buscando su posición favorita, sin dejar de tocarse. Su voz era un susurro y un látigo a la vez.
(M:) —¿Querés saber cómo sería… si uno de estos tipos de hoy me hubiese agarrado en un reservado.. o quizas este hombre x? Te gustaria saber que me hubiese empujado contra la pared, levantado la pollerita y mientras me clava un dedo en la colita y me dijera: “te voy a llenar esa burra como nadie lo hizo antes”.
Su respiración se aceleraba con cada palabra. La escena se armaba sola en su cabeza, y yo, la miraba… entre la fascinación, el morbo y los celos más incendiarios.
(M:) —Imaginate… que mientras vos dormías, yo me escapaba al baño de un boliche a chuparle la pija a alguien. Que se me venía adentro y yo no lo escupía, al contrario me lo tragaba todo… y volvía, con la lechita todavía caliente en la panza, a besarte.
Se acarició la panza, justo debajo del ombligo, mientras su otra mano no dejaba de moverse en círculos.
(M:) —Quiero estar así, amor… llena. De leche, de la tuya, de ellos, de todos. Quiero tener la colita temblando, el estómago inflado de tanto tragar… y vos sabiendo todo. Siempre sabiendo... sabiendo que soy tuya… pero adicta a otros.
Trague saliva y no pude evitar estar duro de nuevo. Ella lo noto.
(M:) —¿Que pasa amor? ¿Querés darme más? ¿O preferís que esta putita salga otra vez… a buscar lechita en otro lado?
(Y:) —Callate… callate porque te cojo ahora mismo…
(M:) —Dale… pero solo si mientras me cogés, me dejas seguir contándote lo que haría. O lo que hice. ¿Querés saber si alguno de verdad se la sacó y me la frotó por la panza? ¿Querés saber si alguien me puso un dedo donde vos deberías estar ahora?
Para esta altura ya la habia puesto boca abajo, elevando sus caderas y agarrándola de la cintura.
(Y:) —No me importa si fue verdad o no. Pero decímelo. Mientras te cojo, decímelo.
M: —Me imaginaba que uno me agarraba de la cintura y me empujaba contra la barra, otro me metía la mano por abajo de la pollera, y yo, entregada. Abierta. Con la colita lista… para que todos me toquen, me usen
(Y:) —Maru…
M: —No, esperá… dejame contarte bien, amor —le decía mientras bajaba y subia, lenta, acariciando mi pecho con la yema de los dedos—. ¿Sabés qué hubiese hecho si me agarraban entre todos? Me dejaba. Me abría toda. Me sacaba la bombacha en medio de la pista. Hubiese dejado que me cojan, que me llenen. Uno en la boca, otro en la cola, otro más en la concha… quería volver a tu casa así, toda usada, toda ajena…
La agarré mas fuerte de la cintura, girándola, poniéndola boca arriba y sin salir de adentro de ella. No podia decirle nada, sólo la miraba. No sabía si quería que siguiera… o que parara.
M: —¿Qué te pasa, amor? ¿Te duele imaginarlo? ¿Pensás en mí, bailando apretada, sintiendo cómo me bajaban el top por atrás? ¿Cómo se me caía el rimel mientras uno me acababa en la boca? Porque yo sí. Yo lo pensé todo, amor. Con detalles. Imaginé la leche bajándome por la garganta, cayendo a mi pancita como si fuera la tuya. Pero no era tuya. Era de ellos. Y yo… tan feliz.
(Y:) —Estás… estás enferma, Maru… -dije sin parar de cogerla-
M: —¿Y vos? Mirá cómo tenés la pija, amor… estas tan duro, tan celoso… tan caliente. ¿Querés que te diga en qué pensé en realidad cuando te decia todo esto?
Yo no respondía, respiraba agitado por las embestidas. Mis caderas ya se movían solas, buscando entrar una y otra vez en ella.
M: —Ahhh.. ahhh... pensaba en hombre del reservado. Ese que me frenó cuando salía del baño. El que me dijo que quería llenarme la colita de leche. ¿Y sabés qué hice, amor? Me quedé quietita... dejandolo hacer...
(Y:) —¿Y después?
M: —Después no pasó nada. O sí. Quizás me rozó la colita. Quizás me apoyó la pija contra la panza. Quizás me metió un dedo en la colita. ¿O fue sólo mi cabeza? No sé. Pero estaba tan mojada, amor. Y no era por vos esta vez. Era por el morbo.
Nos empezamos a besar como si nuestras bocas se estuvieran peleando. Como si necesitasemos eso para calmarnos o diractamente para incendiarnos del todo.
(M:) —Ahora cogeme amor. Haceme tuya. Pero pensá en eso que te dije... pensá que estuve con él... que vengo usada... que quizás, amor… quizás la leche que tengo en la panza no es sólo tuya.
La apreté contra mí con más fuerza. Sentía el calor de Maru pegado a mi piel, su voz murmurandome en el oído como un veneno dulce. Mi cuerpo temblaba, pero no de frío, sino de deseo, era una rabia celosa que se mezclaba con la lujuria más salvaje. Y Maru… Maru lo sabía.
(M:) —¿Querés saber lo peor de todo, amor? —me susurró al oído mientras se rozaba suave y lenta, como una nena que juega—. Que mientras me coges, con todo ese amor y toda esa entrega… yo fantaseo con este hombre X… imagino que entraba al boliche, que me encuentra bailando, y que me llevaba sin preguntar a los reservados.
(Y:) —¿Ah si? ¿Y vos qué haces?
(M:) —Lo sigo. Me dejo llevar como una puta obediente. ¿Y sabés a dónde me lleva, amor? Al baño de discapacitados. Me apreta contra la pared, me levanta la pollerita y me abre toda con su pija hermosa.
Lo dijo con una suavidad inquietante, como si describiera una escena de película, mientras la clavaba más profundo.
(M:) —Yo me agarraria fuerte del lavamanos, mientras lo miro por el espejo… y le diría: “Dame tu leche, ahora”. ¿Y sabés qué haría él? Me sacaria la pija empapada de mí, me la pasaría por la cara, haciendome olerla, desearla, y me diría: “Ahora vas a tragartela toda, putita”.
Mi cuerpo se tensó. La pija palpitaba dentro de Maru, pero no podia parar de cogerla.
(M:) —Y yo abría la boca, amor. Bien grande. Porque tenía hambre. No esa hambre que sacás con comida... no... hambre de leche. De su leche, de la que no es tuya.
(Y:) —Maru…
(M:) —Y cuando me acabe… ay, amor… me llenaria toda. Tanto que me bajaria por la comisura de los labios, por el mentón, y yo me lo volvería a meter en la boca para limpiar todo. Despues me miraría al espejo, con la leche chorreando y pensaría en vos. En cómo me mirarías si me vieras así. ¿Te gustaría?
Ya no podía hablar, sólo gemía. Y ella se movia como una serpiente bajo mío, lenta, cada vez más profunda, como si su pelvis dibujara círculos de fuego.
(M:) —Mmmm.. amor.. ¿Y si en lugar de en la boca, lo dejaba acabar adentro? ¿Si me ponía en cuatro, en ese baño sucio, con la cara contra el azulejo frío, y le pedía que me llene la conchita? ¿Y si volvía a tu casa con la bombacha toda mojada y un hilito bajándome por la pierna?
Yo gruñí, hundiendo los dedos en su cadera, perdiendo el control, ya.
(M:) —¿Y si no fue fantasía, gordi? ¿Y si pasó en realidad? ¿Y si estás cogiendo ahora una concha llena de leche ajena? ¿Lo sentirías? ¿Te calentraría? ¿o te enloquece?
La empujé hacia abajo, clavándosela hasta el fondo, mientras ella gemía con fuerza.
(M:) —¡Dale, amor! ¡Cogeme fuerte! ¡Llename vos también! ¡No quiero tener adentro la leche de uno solo! ¡Quiero la de todos! ¡Quiero ser tu putita, tu enferma, tu sucia… pero también la de ellos!
(Y:) —¡Callate, Maru! ¡El que te va a llenar voy a ser yo ahora! ¡Yo!
(M:) —¡Sí, llename! ¡Decime que soy tuya! ¡Mentime, amor! ¡Decime que soy tuya aunque sepas que quizás no lo soy!
(Y:) —¡Sos mía, la puta madre… mía!
Y acabé, justo en ese ultimo "mía", con un rugido ahogado, mordiendo su cuello, mientras ella se sacudía tambien con un orgasmo brutal. Nos quedamos abrazados, pegados, respirando como si el aire no alcanzara a llenarnos los pulmones. Un silencio pesado se instaló. Hasta que Maru, aún temblando, soltó una risa suave.
(M:) —¿Estás bien?
(Y:) —Estoy... hecho mierda. Pero sí. Bien.
Nos quedamos en silencio un rato mas. Maru subió la vista, y sus ojos tenían ese brillo ambiguo, entre ternura y picardía. Le encantaba jugar conmigo incluso en la calma.
(M:) —¿Pensás mucho en esto? ¿En lo que cuento? ¿En si pasó o no?
(Y:) —Sí. No puedo evitarlo. Me revienta la cabeza… lo que decís, cómo lo decís. Me destruye. Me calienta. Pero también me da miedo a veces. Pensar que... capaz sí pasó.
(M:) —¿Y si pasó?
(Y:) —No sé. Me volvería loco. Pero... te seguría eligiendo igual. Aunque me muera de celos. Aunque me duela.
Ella subió un poco más y me besó en el mentón, con suavidad. Luego me miró de nuevo, seria por un segundo.
(M:) —¿Querés saber algo?
(Y:) —¿Qué?
M: —No sé qué es peor... si que no haya pasado nunca… o que una parte de mí desee que pase.
Silencio. Yo tragué saliva. Ella lo dijo sin rabia, sin burla, pero con una dulzura inquietante, como si se estuviera confesando de verdad.
(Y:) —¿Y por qué lo desearías?
(M:) —Porque cuando me siento deseada… de verdad deseada… es como si algo en mí se encendiera. Y después cuando vengo y te lo cuento, y veo cómo te pone, cómo te consume… me vuelve loca de felicidad... porque siento que me volvés a elegir igual. Como si fueras capaz de bancarte todo eso, solo para tenerme.
(Y:) —¿Y te gusta eso?
(M:) —Me hace sentir... poderosa. Enferma, pero viva. Y me calienta. No sabés cuánto.
(Y:) —Sos un fuego, Maru. Sos un puto fuego.
(M:) —Y vos sos el único que me banca así, entero. Por eso sos mío y amo provocarte asi, aunque me muera de ganas de provocar a todo el mundo tambien… sos vos el que me conoce, el que me ama, el que me coje, el que me elije.
Cerré los ojos, sin soltarla y ella se acomodó aún más, dejando un suspiro manso escapar de sus labios.
(M:) —No te preocupes por lo del boliche, ¿sí? Me porté bien. Por ahora…
Maru me guiñó un ojo, mordiéndose el labio con esa mezcla de ternura y locura tan suya. Y yo supe que esa historia... todavía no terminaba.
Hoy no tengo mucho que decir, solo que disfruten este nuevo capitulo y que comenten que les parece!
---------------------------------------------- Maru y la leche 14 --------------------------------------------
La luz de la mañana entraba apenas por la cortina entreabierta de la cocina. Ya nos habiamos levantado hace un rato con Maru y estabamos desayunando en silencio, cada uno con su taza en la mano, hasta que Maru dejó la suya sobre la mesa, me miró a los ojos y dijo:
(M:) Che... estuve pensando en lo que hablamos anoche. En eso de jugar... pero también en lo que me pasa últimamente.
(Y:) ¿Y qué te pasa?
(M:) No sé cómo explicarlo sin que suene raro o... muy extremo. Es como una ansiedad que tengo, un deseo. O sea, a veces siento un impulso re fuerte por... vos sabes...por eso que vos sabés que me vuelve loca... por la leche
Me miró, midiendo mi reacción pero yo solo asinti, en silencio. A ver, me gustaba ese costado en ella, aunque a veces me desbordaba y no sabia como enfrentarla.
(M:) Es como... algo físico, ¿entendés? como una sed, pero no sed como de agua, o liquido. A veces me pasa cuando estoy sola o cuando salgo. A ver, no es que quiera hacer nada real. No lo necesito tampoco. Pero mi cabeza... se activa... entendeS? Y ahi empiezo a fantasear con todo.
(Y:) Ok. ¿Y qué querés hacer con eso?
(M:) Quiero usarlo para jugar con vos. Pero también necesito saber que me vas a aguantar si alguna vez... me pica de verdad. Si alguna noche salgo, como esta que se viene, con mis amigas... y me tiento con esa idea. ¿Vas a poder seguir el juego?
Tragué saliva, con esa mezcla de excitación y celos que ella sabía despertar tan bien. Me estaba pidiendo permiso para portarse mal o hacer algo?
(Y:) Pero.. ¿Y vos vas a portarte bien?
Maru sonrió, juguetona, pero con un dejo sincero en los ojos.
(M:) Sí. Quiero portarme bien. Pero si juego un poquito con la fantasía... si invento algo al volver, ¿vas a bancar?
(Y:) Si me lo contás como lo sabés hacer vos… creo que sí.
Ella se acercó, se sentó sobre mis piernas, me abrazó por el cuello y me susurró al oído:
(M:) Entonces, dejame que esa noche juegue, gordi. Vos después me das toda la leche que me falte, ¿sí?
Me empezo a besar despacio y se paro para irse a cambiar. Cuando salió del cuarto, ya lista para irse, se detuvo en la puerta. Tenia esa sonrisa tan peligrosa, que tanto conozco y dijo:
(M:) Me voy a portar bien, amor. Lo prometo. Pero si al volver te digo que se me escapó algo... ¿me vas a creer que fue solo una fantasía?
Y antes de que pudiera contestar, me guiñó un ojo y cerró la puerta tras de sí.
Desde que se fue, el departamento parecía más grande, más silencioso. Esa noche intente hacer la mia: mirar algo, distraerme con la compu, hasta incluso responder unos mails. Pero nada servía. Cada tanto, agarraba el celu y miraba a ver si Maru me habia mandado algun mensajito, pero yo sabia que estaba con sus amigas, que no era una salida distinta a otras, pero… esta vez, el contexto lo cambiaba todo.
Recorde lo que ella me había dicho antes de irse. La forma en que me miró y esa promesa ambigüa: “me voy a portar bien… pero si se me escapa algo, ¿me vas a creer que fue solo una fantasía?”
La cabeza se le llenaba de imágenes, de escenarios imposibles de frenar. ¿Y si sí se tentaba? ¿Y si lo hacía realidad y después venía a contármelo? ¿Iba a poder distinguir lo real de lo inventado? Lo que más lo alteraba de todo esto era que… me gustaba no saberlo. Me acosté en la cama sin poder dormir, con la pija dura y el corazón en la garganta, preso de un deseo que no era solo sexual, era algo más profundo. Era mi novia y su juego. Y yo... ya estaba casi entregado a ellos como un adicto.
Maru mientras se vestía con calma, pero con una intención muy clara, jugar. Eligió una pollera cortita, ajustada, que apenas le cubría esa cola tan llamartiva. Se miró al espejo y se mordió el labio inferior. Le encantaba cómo se veía. Era provocativa sin esfuerzo. Arriba, eligió un top medio escotado, sin corpiño y sabía que con eso bastaba. Un perfume suave, algo dulce, y un toque de gloss en los labios.
Mientras se arreglaba, pensaba en mi. En lo que había dejado instalado en mi cerebro antes de irse. "¿Estará pensando que me voy a portar mal? ¿Estará tocándose?". Esa posibilidad la calentaba mas aun. No necesitaba que pasara nada con nadie, le bastaba saber que yo, el amor de su vida, se volvía loco pensando en lo que podría estar haciendo. Ademas, si a la vuelta ella me contaba algo… ¿cómo reaccionaría?. Esto ya no le daba culpa, le excitaba mas todavia. Era una sensación unica, le gustaba el poder que eso le daba; porque se sentía deseada, libre, poseída por un fuego nuevo.
Llegada la hora, Maru salió con sus amigas, riendo. Por dentro, sabía que esa noche era para los dos. Aunque yo estuviera solo en casa.
Maru ya estaba en esa parte de la noche donde todo se sentía más intenso. El boliche estaba lleno, vibrante. Las luces estroboscópicas hacían brillar los cuerpos sudados, y el bajo de la musica rebotaba en su pecho. Sus amigas la rodeaban, pero ella ya estaba en otro plano. Había tomado un par de tragos, lo justo para relajarse sin perder el control y se sentía liviana, sensual, completamente en su eje… y fuera de él a la vez.
Bailaba con los ojos entrecerrados, rozando su propio cuerpo al ritmo de la música. Sabía que muchos la estaban mirando. Era fácil darse cuenta. Hombres que se acercaban, que le decían cosas al oído, intentando acercarse más de lo permitido. Ella jugaba, respondía con alguna sonrisa ambigüa, y después los sacaba con elegancia. No tenía intenciones de hacer nada. Pero eso no significaba que no se estuviera calentando.
Porque lo hacía. Porque sabía que yo, su novio, estaba en casa, seguramente imaginando todo esto y mas. Pensando si alguno de esos pibes se estaría aprovechando, si alguno habría tocado su culo o si ella estaría dejando que le hablen al oído y le propongan cosas obscenas. Y Maru… sí, dejaba que todo eso pase. Porque cuanto más pasaba, más se excitaba. Más deseaba volver y contármelo todo. Real o no.
Hasta que un tipo, distinto a los demás, se le acercó. Era grande, no tan lindo, pero con una seguridad que la descolocó. No bailó con ella, no insistió, ni la agarro de la manito, no. Sólo se le acercó por detrás mientras ella se movía y le dijo con la voz áspera, casi un gruñido:
—Me muero por llenar esa colita de leche, mamita.
Maru se quedó helada. El cuerpo le tembló de repente al hacerle eco las palabras de este hombre. No contestó nada, solo giró el rostro, lo miró con una mezcla de bronca, sorpresa… y calentura. Pero el tipo ya se estaba yendo, como si no le importara la respuesta. Como si hubiera tirado la bomba y se retirara.
Ella se alejó, necesitaba despejarse y se fue directo al baño. Se miró en el espejo, tenia las pupilas dilatadas como si hubiese fumado, los labios húmedos y sentía la concha palpitando. No le había tocado un pelo este tipo, pero… esa fras... esa vulgaridad dicha con tanta seguridad... “Llenarte la burra de leche”. Le hacia arder el cuerpo.
Y lo peor… o lo mejor… es que pensó en mi. En decirme esto. En contarme como un tipo random, un hombre x, le había dicho lo que le haria en el medio de la pista. En decirme que por un segundo, un solo segundo, se imaginó cómo sería si el tipo lo hubiera hecho realidad. Si la hubiera llevado al baño para cogersela y la dejaba goteando; haciendola volver a la casa con la tanga húmeda para contarmelo entre gemidos.
Maru respiró hondo, se acomodó un poco el top y se lavó la cara. Sonrió, se dio cuenta que con esto, ya era momento de volver.
Salio del baño, caminando sin apuro, como si flotara. El calor humedo del baño todavía le ardía en las mejillas y la frase que le habían dicho hacía unos minutos no dejaba de girarle en la cabeza como un loop adictivo. “Llenarte la burra de leche”. Le latía el cuerpo entero.
El pasillo hacia los reservados que estaba al lado casi, estaba apenas iluminado por luces rojas tenues que apenas marcaban los bordes. Nadie la siguió. Nadie… excepto él.
Una mano apareció de repente, apoyándose con suavidad firme en su cadera, deteniéndola justo cuando pasaba junto a un rincón más oscuro. Ella giró apenas el rostro, sin asustarse, reconociendo la voz enseguida:
(X:) —Pensé que te habías escapado.
(M:) —No me escapé… solo fui a respirar un poco. -dijo nerviosa-
Él se acercó sin invadir, sin presionar, pero con una energía que empujaba el aire. Maru se apoyó contra la pared, los ojos entrecerrados, mirándolo. Tenía esa sonrisa ladina de quien no se va a ir, pero tampoco va a entregar nada.
(X:) —Estás demasiado rica para no querer un poco de accion esta noche.
(M:) —¿Vos sos así de directo con todas?
(X:) —No. Pero vos tenés algo… Esa colita que llevás ahi, moviendola, pide que la llenen. Se te nota, mamita.
Maru tragó saliva. Odiaba y amaba todo lo que le decia, sin filtro, en la misma proporción. Ese descaro. Esa seguridad de macho que no necesita rogar. Bajó la mirada apenas, como si observara algo en su pantalón. Lo tenía bien armado. Lo intuía.
(M:) —¿Y si te dijera que ya estoy llena?
(X:) —Mentís. Estás vacía y se te nota en la cara. Te falta algo. Te falta que te saquen las ganas con una buena pija, quizas en la colita?.
Le deslizó un dedo por encima de la pollera, apenas tocando el borde. No la tocó directamente. Solo lo sugirió.
(M:) —Ah si? y decime... ¿cómo me la darías?
(X:) —Te haría ponerte de espaldas contra esta pared. Te correria la tanga sin sacarte la pollera. Te escupiría el agujerito, pasandote la punta de la pija despacito y después te la metería. Sin preguntar si queres, nada. Despacio al principio, fuerte después. Hasta que te tiemble todo. Hasta que me ruegues leche, y te la dé... toda.
Maru estaba jadeando, sin darse cuenta. Se agarró la pollera con fuerza, como para no caerse. El tipo se le acercó aún más. No la tocó, pero el aire entre ellos ardía. Su respiración le llegaba al cuello, húmeda, densa.
(M:) —¿Y después?
(X:) —Después me voy, sin decir nada. Como un hijo de puta. Te dejo llena. Sucia. Caliente todavía, con ganas de mas.
Ella no respondió. El hombre sonrió con soberbia, como si supiera que había ganado, aunque no hiciera nada.
(M:) —¿Y si te dijera que no puedo? Que me están esperando…
(X:) —Te creería. Pero no significa que vos te volverias a tu casa, con tu novio o marido, llena. O no significa que no puedas pensar en mí mientras te la cogen despues...
Eso la rompió. Esa frase le atravesó el cuerpo como una descarga eléctrica. El tipo se estaba yendo, igual que antes. No la forzaba, no insistía. Solo dejaba bombas atrás, frases imposibles de olvidar. Maru no dijo nada. Lo vio alejarse, desaparecer entre sombras. Se quedó ahí, respirando agitada, con las piernas algo flojas.
Mi novia volvió a la pista con sus amigas, pero no era la misma. Las luces de colores le parecían lentas, lejanas, como si se movieran debajo del agua. Las voces de sus amigas eran apenas un murmullo y todo lo demás se había desdibujado. Lo único que sentía con intensidad era la humedad caliente entre sus piernas y esa frase que le había quedado tatuada en el oído:
"Te dejo llena. Sucia. Caliente todavía."
Bailó un poco, pero ya no se reía, ya no hablaba. Sólo se movía buscando entre la multitud esa silueta que la había dejado al borde del abismo. Caminó hasta la barra para buscarlo sin darse cuenta, pero no estaba ahí. Rodeó los reservados por afuera, esperando encontrarlo fumando o esperando... nada.
Volvió a pasar cerca del baño, pero ya no había nadie en los pasillos. Hasta se animó a asomarse a la salida, mirando entre los taxis, como si él pudiera estar esperándola en uno de esos autos, listo para abrirle la puerta y repetirle todo lo que le había dicho… pero no. No estaba.
Maru sintió una desesperación silenciosa. Como una frustración física, una falta de aire, una necesidad incompleta. Se quedó parada en medio del boliche, apretando las piernas, el pulso desbocado, sintiéndose más caliente de lo que se había sentido en mucho tiempo. Como si el cuerpo le gritara algo que la cabeza todavía no podía organizar.
Se tocó la panza, como para calmarse, pero fue peor. Cerró los ojos. La imagen apareció enseguida: ella contra la pared del reservado, la pija de él empujando, la leche resbalando por sus piernas.
Abrió los ojos rápido, mordiéndose el labio para no gemir. Se sintió ridícula, mojada, llena de fantasías de un desconocido que le había hablado como si la conociera de toda la vida. Como si supiera exactamente lo que necesitaba escuchar.
Y lo peor era que… tenía razón.
Maru lo había deseado. Desde que escuchó esa frase, "me muero por llenarte esa burra de leche", algo se rompió y algo se encendió. Él la había visto. No como la novia buena. No como la estudiante. La había visto como lo que a veces ella también sentía ser: una puta hambrienta. Una que necesitaba leche en lugares que nadie miraba. Una que se iba a dormir húmeda si no se la daban.
Por fin, volvió con sus amigas, les sonrió y fingió estar bien. Nadie lo notó. Pero ella no estaba ahí, no.. ella seguía buscando. No al tipo, sino a la promesa. Esa promesa de que alguien algún día —quizás esa noche, quizás otra— se animara a hacerle eso que su novio, a veces, no se animaba ni a imaginar.
Maru no podía quedarse quieta. Después de recorrer todo el boliche buscando a ese tipo, se dio cuenta de que no iba a encontrarlo. Pero algo dentro de ella se negaba a apagarse. Seguía latiendo, vibrando, pidiéndole más. Se tomó otro trago, un tercero un cuarto, ya habia perdido la cuenta. Eran dulces, fuertes. Sentía el cosquilleo del alcohol bajar por su garganta hasta el estómago… y después directamente a su entrepierna. Le agarró una puntada de calentura, una necesidad urgente de sentirse deseada, de jugar un poco más con ese fuego que había encendido.
Volvió a la pista, sola. Sabía que sus amigas estaban cerca, pero no le importaba. Empezó a bailar como si tuviera las manos de alguien encima. Cerraba los ojos por momentos, ladeaba la cabeza, abría apenas la boca. Se sentía… desatada. Una perra suelta en la noche.
No tardaron en acercarse. Uno primero, medio tímido. Se le pegó de atrás y empezó a moverse con ella. Maru no dijo nada. Siguió bailando, como si no lo notara. Pero se inclinó un poco más, rozando su cola con la entrepierna del tipo. Lo sintió endurecerse al instante. Se mordió el labio. Sí. Eso le gustaba.
Después vinieron otros dos. Uno más atrevido, que directamente la tomó de la cintura y la giró para mirarla a los ojos. Era morocho, tatuado, con barba tupida. Le sonrió como si ya la hubiera cogido.
(M:) —¿Qué mirás así? —le preguntó ella, desafiante, con media sonrisa.
(¿?): —Tenés cara de que necesitás que te hagan compañia, aca o alla en los reservados.
Maru sintió una descarga en todo el cuerpo. ¿Qué le pasaba a los hombres esa noche? ¿Cómo podían leerla tan bien?
(M:) —¿Sí? ¿Y vos podrías?
(¿?): —Obvio, hace rato te veo bailando como gatita en celo. Mirá cómo me ponés, nena —dijo él, tomándola de la mano y llevándosela directo a la pija, por encima del pantalón. Estaba dura.
Maru apretó apenas. Cerró los ojos un segundo.
(M:) —No te conviene calentarme así…
(¿?): —¿Por qué? ¿Te vas a acabar acá en la pista?
Rió. Dio un paso atrás. Lo dejó ahí, solo y se fue a otro lado. Pero seguía buscando.
Cruzó miradas con un pelado en camisa ajustada. Después con uno que la siguió por toda la pista hasta que ella se acercó de golpe y le susurró: “¿Estás buscando algo en especial, vos tambien me queres coger en el reservado o se te perdieron los ojos en mi culo?” El tipo se quedó helado. Ella se rió y lo dejó parado.
Mru jugaba. Se dejaba manosear apenas, sentía manos rozándola, una tras otra. Todas ahí, chocando con su culo, con su espalda, como una promesa muda de algo que no iba a pasar. Y ella seguía bailando, cada vez más mojada, cada vez más caliente. Como si esa noche todo le hablara en el mismo idioma: el de la leche que tanto buscaba, el de la piel, el de los cuerpos que se buscan sin pensar.
En un momento, incluso, se agachó al ritmo de la música, bajando hasta el piso mientras un flaco se le pegaba de atrás. Sintió su bulto entre las piernas, empujándola. No dijo nada. Solo lo dejó hacer. Apenas por un momento. Apenas por el morbo. Pero no dejó que nadie se la llevara. Nadie la tocó en serio.
Solo ella sabía lo que quería. Y nadie estaba a la altura de lo que había imaginado.
Habían pasado casi dos horas desde aquel primer cruce con el desconocido que le había dicho que se moría por llenarle la burra de leche. Maru ya lo había dado por perdido. Se estaba yendo de la pista, sola, cuando se acordó una vez mas de los reservados. Esa zona entre cortinas pesadas, con sillones rotos y sombras que se movían lento, casi imperceptibles. Se metió ahí sin pensarlo. Algo en su interior le decía que todavía quedaba algo por jugar.
Caminó lento, sintiendo el calor denso en el aire. La música se oía amortiguada, los graves palpitaban más de lo que sonaban. Y entonces, lo sintió. Una mano en su cintura.
Se dio vuelta y era él. La miró con la misma intensidad de antes, sin decir palabra. Maru tragó saliva. No sabía si quería que hablara o no. Pero él lo hizo.
(X): —¿Seguís buscando leche?
Maru sintió que todo el cuerpo se le apretaba.
(M:) —Capaz… ¿y vos seguís con ganas de dar?
(X): —No sabés lo que te daria si me dejás.
La tomó de la mano, suave pero firme, y la llevó hasta un rincón oscuro, entre dos cortinas. Nadie los veía. Nadie los buscaba.
(X): —Estás toda mojadita, ¿no?
(M:) —No te voy a decir eso…
(X): —No hace falta. Se nota.
Apoyó su palma entre las piernas de Maru, encima de la pollera. Ella no se movió. No lo frenó. Lo dejó hacer. La presión era suave, pero clara. Un roce que apenas tocaba, pero que encendía todo.
De repente, él se bajó el cierre y sacó su pija, sin vergüenza, sin apuro. Maru miró. Era gruesa, linda y brillaba con liquido preseminal. Se la mostró asi sin decir nada y ella tragó saliva.
(M:) —¿Qué pensás hacer con eso?
(X): —Frotártela hasta dejarte marcada.
Y asi lo hizo. La tomó de la cintura, la giró y le subió la pollerita. Maru no lo frenó. Sentía la música vibrándole en la espalda, las luces bailando a lo lejos que se filtraban como pequeños puntos dentro del reservado. Apoyó las manos contra la pared, temblando. Y él empezó a refregarse contra su cola, contra su espalda baja, contra la tela de su tanga empapada.
(X): —Así te quiero, sucia, apretadita, pidiendo leche sin decirlo.
Maru cerró los ojos. Sentía la pija de él deslizándose por su piel, dejándole rastros húmedos, calientes. Pero él no penetraba, ni la tocaba más de lo permitido, solo la marcaba. La hacía sentir suya sin serlo. De pronto, un dedo atrevido, paso por debajo de la tela, apenas rozando el borde de su colita. Un roce. Nada más. Pero suficiente para que Maru diera un pequeño gemido contenido.
(M:) —Mmmmf.. hijo de puta… me estás dejando loca.
(X): —Entonces me voy.
(M:) —¿Qué?
(X): —Si, si me quedo, no me voy a aguantar. Y vos… todavía no estás lista.
Guardó su pija. Le bajó la pollera y sin decir una palabra más, se fue caminando entre las sombras. Maru se quedó ahí, quieta, con la respiración agitada, con la piel caliente, con la bombacha pegada al cuerpo. No sabía su nombre. No sabía si lo volvería a ver.
Pero ahora, lo deseaba más que nunca.
Volvió a la pista como si nada. Se acomodó la ropa, se pasó los dedos por el pelo para disimular y que nadie notara lo que acababa de vivir. Nadie, excepto ella. Su cuerpo seguía vibrando con ese roce sucio en la cola. Pero no se frenó.
Empezó a bailar con sus amigas, pero algo había cambiado. Sus movimientos ahora eran más lentos, más insinuantes. Cada paso parecía decir “tocame”, “rozame”, “probame”. Y no tardó en suceder.
Un grupo de chicos se acercó. Uno de ellos —alto, barba candado, brazos marcados— se le pegó atrás. Ella no se corrió. Sintió cómo su bulto duro le presionaba justo donde antes había estado la pija del otro. El chabón le puso las manos en la cintura y la acompañó en el ritmo. No hablaron. Solo se movieron juntos.
Maru ahi pensó en mi. En cómo me iba a contar todo esto despuésm en como iba a calentarme hasta enloquecer y sin saber que era real y que no. Eso la excitaba todavía más.
“Le voy a decir que sentí muchas pijas. Que todas se me frotaban. Que estaban duras. Que una se me clavó tanto que sentí que me abría la bombacha.”
El tipo que bailaba con ella, aprovecho y la empezó a besar en el cuello. Maru se dejó, apenas unos segundos, antes de girarse y frenarlo con una sonrisa.
(M:) —No, amor. Estoy comprometida con alguien.
Y se alejó, sabiendo que él se quedó mirándola con cara de “¿qué carajo pasó?”.
Se acercó a la barra, pidió otra bebida. Vodka con pomelo. Bien fuerte. Se la tomó de un saque y volvió a la pista.
Esta vez fue ella la que eligió. Se acercó a otro, uno más chico, con cara de nene pero ojos hambrientos. Lo agarró de la camiseta y empezó a bailar con él. Lo tentó, lo hizo sentirse el rey. Y cuando intentó besarla, ella le dijo al oído:
(M:) —No puedo bebé, sos muy chiquito y yo estoy comprometida.
El pibe se quedó duro. No supo qué responder. Ella se rió y se fue.
Esa noche, Maru era un huracán. Y cuanto más se excitaba, más pensaba en lo que iba a pasar después. En mi, en mi cara cuando me contara todo. En cómo me iba a poner duro mientras me hablaba de las pijas que no probó, pero si sintió. En la leche que no tragó, pero deseó. En los hombres que la tocaron con los ojos, con el cuerpo, con la intención.
Y en cómo, al final, se guardó todo eso para mi.
Maru estaba en el borde de la pista, con el vaso vacío colgando de su mano, el cuerpo tibio, la mente acelerada. Sentía el ritmo todavía en las piernas, pero algo le decía que la noche ya había dado todo… o casi. Se giró para buscar a sus amigas, cuando lo vio a él. Si a él, al hombre X.
Estaba apoyado contra la pared de los reservados, justo donde antes se habían cruzado mirándola. Con una cerveza en la mano, la camisa abierta y esa expresión que ya conocía: mezcla de lujuria, peligro y deseo contenido.
Maru lo sostuvo la mirada unos segundos. No dijo nada pero caminó hacia él.
(M:) —¿Que pasa, estas muy miron, me estuviste mirando mucho?
(X:) —Toda la noche.
Maru sonrió, ladeando la cabeza.
(M:) —¿Y qué viste?
Él se acercó. Muy cerca. El murmullo del boliche desapareció alrededor de ellos.
(X:) —Vi cómo te frotaban. Cómo te apretaban esa burra como si fuera de ellos. Cómo jugás con la cola, pero no se la das a nadie.
(M:) — Mmmm capaz a vos sí.
(X:) —Ya lo sé.
(M:) —¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo pedís?
(X:) —Porque me gusta más verte pedirmelo vos.
Hubo un silencio. Maru tragó saliva. La música sonaba de fondo, pero ahí, entre ellos, había otra frecuencia. De golpe, él se inclinó un poco hacia ella y, sin tocarla, le susurró:
(X:) —Cuando estés lista para que te la dé entera, vení con menos ropa a bailar y sin miedo. Se te nota a la legua que no te animas... aún al menos...
Ella se quedó quieta, mirándolo fijo. Ni una palabra pudo salir de su boca, solo esa sonrisa de costado que usaba cuando algo le hervía adentro. Él se alejó caminando, tranquilo y sin mirar atrás. Y mi novia se quedó ahí, temblando, sintiéndose deseada, abierta, al borde. Pero sin haber cruzado la línea.
Al menos no todavía.
___________
Esa noche habiamos arreglado que al volver, vendria directo a casa para no despertar a los viejos. Ese finde estaba solo, asi que le di un juego de llaves asi entraba sin problemas.
La cerradura giró con cuidado. Maru empujó la puerta apenas con los dedos, dejando entrar una brisa nocturna que arrastraba el perfume de la calle mojada y su propio sudor seco mezclado con alcohol y cigarrillos ajenos. La ciudad estaba en silencio, pero ella no.
Cerró despacio, se sacó los tacos, y caminó descalza por el pasillo. La pollera apenas le cubría la cola y la remera pegada al cuerpo todavía olía a humo y perfume barato. En su panza, algo latía. Un fuego que no se había apagado. Una ansiedad vibrante.
Maru me encontró en la habitacion dormido de costado, con una pierna descubierta y el pecho desnudo asomando bajo la sábana. La luz tenue de la ventana entraba apenas. Maru me miró unos segundos y se mordió el labio.
(M:) —Ey... gordiii, ya llegue. -susurró bajito, tocándome el hombro-
(Y:) —Mmm... ¿Maru?
(M:) —Sí. Ya volví amor.
Me giré despacio, medio dormido, parpadeando.
(Y:) —¿Qué hora es?
(M:) —Tarde... o temprano, depende cómo lo veas.
Se acostó a mi lado despues de sacarse la pollera y el top, pero no se tapó. La piel caliente chocaba con la frescura del cuarto.
(M:) —¿Querés que te cuente como estuvo la noche?
(Y:) —¿Pasó algo?
Maru sonrió. Se le iluminaron los ojos como a una nena que está por contar una travesura.
(M:) —Depende. ¿Querés escucharlo todo?
(Y:) —Decime.
Ella me acarició el pecho, suave, como si se quisiera abrier paso para meterse dentro.
(M:) —Bailé mucho. Tomé un poco mas... me sentí deseada. Me frotaron bastante amor, pero no hice nada, tranqui. Aunque...
Pausa.
(M:) —Aunque... hubo alguien.
Este comentario me hizo tensar apenas.
(Y:) —¿Cómo "alguien"?
(M:) —Un tipo. Alto, grandote, con una sonrisa de esas que ya te mojan sin hablar. Nos cruzamos en la entrada a los reservados... y me dijo cosas...
(Y:) —¿Qué cosas?
Maru se rió. Bajó la mano hasta mu panza y me la acarició, despacio, como si lo estuviera recordando con el cuerpo.
(M:) —Me dijo que se moría por llenarme la cola de leche. Que me veía provocadora, como si estuviera pidiendo ser usada. Y yo... me mojé entera amor. Ahí, parada... P-pero no hice nada, lo juro. Solo me quedé escuchandolo... necesitaba... no sé, escucharlo hablarme asi. Sentir que alguien más me podía dar leche.
(Y:) —¿Es en serio? ¿Y después?
(M:) —Después me fui. Pero me siguió toda la noche con la mirada. En un momento... volvió a hablarme. Me dijo que cuando yo quisiera, que fuera con menos ropa y sin miedo. Que él me iba a llenar. Toda. Por dentro.
Tragué saliva. Ahora si estaba completamente despierto.
(M:) —¿Querés que te diga lo que imaginé mientras me volvía en el taxi?
(Y:) —Sí...
Ella se inclinó sobre mi, lamiendome el lóbulo de la oreja, mientras una de sus manos bajaba hasta acariciarme la pija por encima del pantalón.
(M:) —Imaginé que ese tipo me agarraba del cuello, me ponía contra una pared, me subia la pollerita y me hacía suya. Sin preguntar. Solo coger y darme leche. Imaginé su leche chorreando por mi cola, mi panza, mi lengua... toda suya. Y después... venía acá. Con vos. Cargada. Llena. Temblando.
(Y:) —¿Fue verdad esto o imaginación tuya?
Ella me miró a los ojos.
(M:) —¿Importa?
Me besó el pecho.
(M:) —Capaz fue todo un juego para que me hagas el amor pensando que estoy llena de otro. Y vos me llenes con tu leche, como si me marcaras tuya de nuevo. ¿Querés?
No llegue a contestar, que ya la tenía encima, temblando.
Maru me montó con suavidad, como si cada centímetro de piel que se encontraban reactivara un hechizo antiguo. La luz de la calle se filtraba por la persiana, dibujando sombras sobre nuestros cuerpos entrelazados. Yo la miraba con los ojos abiertos, esperando respuestas, pero Maru solo me sonrió. Era una sonrisa de bruja, de esas que esconden verdades detrás del deseo.
(M:) —¿Qué te excita más…? ¿Pensar que te lo estoy contando para calentarte… o que fuera real?
(Y:) —No sé… no sé, Maru. Me estás volviendo loco.
Ella se inclinó mas y empezó a moverse, lenta, profunda, como si se masturbara con mi pija. Pero no solo buscaba placer: buscaba el control.
(M:) —¿Querés que te lo diga, amor…? ¿Querés saber si lo dejé?
Le apreté las caderas con fuerza, tironeado entre el fuego y los celos.
(M:) —Ese tipo amor… Dios, tenía la pija tan caliente. No la vi bien, pero la sentí. Me hablaba cerca, me respiraba el cuello… y yo mojada, chorreando como puta en celo. Me decía que me iba a llenar, que me iba a desbordar.
Ella aceleró apenas el ritmo, gimiendo bajito.
(M:) —Me dijo que su leche no era común. Que me iba a dejar temblando. Que iba a sentirla bajar por mi garganta, por mi colita, por la conchita… como si fuera lava.
(Y:) —¿Lo hiciste amor, te dejaste o no?
(M:) —No, bebé… no lo hice… ¿o sí?
Me besó fuerte, con lengua, con hambre. Como si quisiera devorarme entero.
(M:) —¿Amor.. sentiste un gustito raro en la lengua? ¿Y si cuando te besé, tenia aun su leche dando vueltas en mi boca?
Sus palabras eran cuchillos y caricias al mismo tiempo.
(Y:) —Maru, decime la verdad…
(M:) —La verdad es que no sé cuánto más puedo estar sin leche. Necesito más. Mucha. Quiero sentirme llena de todos lados. A veces sueño con eso, ¿sabés? Sueño que me acuesto al lado tuyo, repleta de leche. Pero no tuya… de otros. De varios. Que vos me tocás la panza hinchada y sabés que no es tuya... pero aun asi me decís igual que soy tuya, tu novia, tu amor. ¿Serias capaz de eso?
Yo cerré los ojos, gimiendo, sin poder evitar empujarla más fuerte sobre mipija. Ya no podía distinguir si estaba celoso, enfermo o completamente rendido ante ella.
(M:) —¿Querés que imaginemos que me la tragué toda? ¿Querés que te diga que el tipo del boliche me agarró en el baño, me arrodillé y me llenó toda la boquita como a una buena puta? ¿Querés que te lo diga mientras te hago acabar?
(Y:) —Sí… decímelo… -dije sin pensar en las consecuencias-
Ella bajó, me miró desde abajo mientras me masturbaba lento, con sus labios apenas tocando la punta.
(M:) —Mmmm.. sabes.. ahi en ese baño sucio, amor... mientras vos estabas aca durmiendo, este señor x me la metió en la boca, bien adentro… como si quisiera marcarme desde la garganta. Y cuando acabó, fue tanto, tanto… que sentí que me llenaba el estómago. Por eso volví así… con esta pancita hinchada. Porque la tengo llena de leche. ¿No me ves?
Se tocó el vientre, mientras me seguía masturbando con ritmo sostenido, los ojos fijos en los mios.
(M:) —¿Querés quedarte sabiendo cómo me lleno de otros…? ¿O querés ser vos el que me vuelve a llenar ahora mismo?
(Y:) —Te quiero llenar yo…
(M:) —Entonces hacelo. Pero mirame a los ojos… y pensá en este hombre. Pensá que estoy usando tu pija para quitarmle el sabor de este señor.
No aguanté mucho más. Empece a temblar, se me hincho la pija y Maru, sabiendo lo que se venia, acerco su boca. Acabe, como loco, temblando. Y Maru tragó con los ojos cerrados, como si fuera un rito, sonriendo cada vez que tragaba.
(M:) —Mmmm tan rica siempre! Gracias por la leche, gordi… pero... creo que todavía tengo hambre. ¿Viste que te dije…? Tu leche me calma un poquito… pero no me alcanza.
Maru pasó la lengua por sus labios, lenta, saboreando lo que quedaba de mi como si aún sintiera el sabor en su garganta. Se levanto, subio por encima mio y apoyó la cabeza en mi pecho, pero sin quedarse quieta. Sus dedos ya estaban acariciándose entre las piernas y su otra mano, traviesa, descendía por mi panza, juguetona.
(M:) —No sabés lo que es estar toda la noche caliente amor… sentir que tengo la boca vacía, la colita vacía… y el estómago sin leche. Me fui del boliche pensando en eso, ¿sabés? En lo que habría pasado si me dejaba ir un poquito más... si no tenía miedo...
Sus dedos se movían sobre su clítoris con ritmo tranquilo, pero constante. La mirada fija en ña mía.
(M:) —Quiero que me mires mientras me lleno solita amor. Pero no con los dedos… con fantasías. Con leche imaginaria.
(Y:) —Maru, estás enferma…
(M:) —No… estoy despierta. Despierta para todo lo que quiero. Y lo que quiero es sentirme llena todo el tiempo. Ser tuya… pero con el permiso de jugar a que no lo soy.
Se abrió más de piernas, buscando su posición favorita, sin dejar de tocarse. Su voz era un susurro y un látigo a la vez.
(M:) —¿Querés saber cómo sería… si uno de estos tipos de hoy me hubiese agarrado en un reservado.. o quizas este hombre x? Te gustaria saber que me hubiese empujado contra la pared, levantado la pollerita y mientras me clava un dedo en la colita y me dijera: “te voy a llenar esa burra como nadie lo hizo antes”.
Su respiración se aceleraba con cada palabra. La escena se armaba sola en su cabeza, y yo, la miraba… entre la fascinación, el morbo y los celos más incendiarios.
(M:) —Imaginate… que mientras vos dormías, yo me escapaba al baño de un boliche a chuparle la pija a alguien. Que se me venía adentro y yo no lo escupía, al contrario me lo tragaba todo… y volvía, con la lechita todavía caliente en la panza, a besarte.
Se acarició la panza, justo debajo del ombligo, mientras su otra mano no dejaba de moverse en círculos.
(M:) —Quiero estar así, amor… llena. De leche, de la tuya, de ellos, de todos. Quiero tener la colita temblando, el estómago inflado de tanto tragar… y vos sabiendo todo. Siempre sabiendo... sabiendo que soy tuya… pero adicta a otros.
Trague saliva y no pude evitar estar duro de nuevo. Ella lo noto.
(M:) —¿Que pasa amor? ¿Querés darme más? ¿O preferís que esta putita salga otra vez… a buscar lechita en otro lado?
(Y:) —Callate… callate porque te cojo ahora mismo…
(M:) —Dale… pero solo si mientras me cogés, me dejas seguir contándote lo que haría. O lo que hice. ¿Querés saber si alguno de verdad se la sacó y me la frotó por la panza? ¿Querés saber si alguien me puso un dedo donde vos deberías estar ahora?
Para esta altura ya la habia puesto boca abajo, elevando sus caderas y agarrándola de la cintura.
(Y:) —No me importa si fue verdad o no. Pero decímelo. Mientras te cojo, decímelo.
M: —Me imaginaba que uno me agarraba de la cintura y me empujaba contra la barra, otro me metía la mano por abajo de la pollera, y yo, entregada. Abierta. Con la colita lista… para que todos me toquen, me usen
(Y:) —Maru…
M: —No, esperá… dejame contarte bien, amor —le decía mientras bajaba y subia, lenta, acariciando mi pecho con la yema de los dedos—. ¿Sabés qué hubiese hecho si me agarraban entre todos? Me dejaba. Me abría toda. Me sacaba la bombacha en medio de la pista. Hubiese dejado que me cojan, que me llenen. Uno en la boca, otro en la cola, otro más en la concha… quería volver a tu casa así, toda usada, toda ajena…
La agarré mas fuerte de la cintura, girándola, poniéndola boca arriba y sin salir de adentro de ella. No podia decirle nada, sólo la miraba. No sabía si quería que siguiera… o que parara.
M: —¿Qué te pasa, amor? ¿Te duele imaginarlo? ¿Pensás en mí, bailando apretada, sintiendo cómo me bajaban el top por atrás? ¿Cómo se me caía el rimel mientras uno me acababa en la boca? Porque yo sí. Yo lo pensé todo, amor. Con detalles. Imaginé la leche bajándome por la garganta, cayendo a mi pancita como si fuera la tuya. Pero no era tuya. Era de ellos. Y yo… tan feliz.
(Y:) —Estás… estás enferma, Maru… -dije sin parar de cogerla-
M: —¿Y vos? Mirá cómo tenés la pija, amor… estas tan duro, tan celoso… tan caliente. ¿Querés que te diga en qué pensé en realidad cuando te decia todo esto?
Yo no respondía, respiraba agitado por las embestidas. Mis caderas ya se movían solas, buscando entrar una y otra vez en ella.
M: —Ahhh.. ahhh... pensaba en hombre del reservado. Ese que me frenó cuando salía del baño. El que me dijo que quería llenarme la colita de leche. ¿Y sabés qué hice, amor? Me quedé quietita... dejandolo hacer...
(Y:) —¿Y después?
M: —Después no pasó nada. O sí. Quizás me rozó la colita. Quizás me apoyó la pija contra la panza. Quizás me metió un dedo en la colita. ¿O fue sólo mi cabeza? No sé. Pero estaba tan mojada, amor. Y no era por vos esta vez. Era por el morbo.
Nos empezamos a besar como si nuestras bocas se estuvieran peleando. Como si necesitasemos eso para calmarnos o diractamente para incendiarnos del todo.
(M:) —Ahora cogeme amor. Haceme tuya. Pero pensá en eso que te dije... pensá que estuve con él... que vengo usada... que quizás, amor… quizás la leche que tengo en la panza no es sólo tuya.
La apreté contra mí con más fuerza. Sentía el calor de Maru pegado a mi piel, su voz murmurandome en el oído como un veneno dulce. Mi cuerpo temblaba, pero no de frío, sino de deseo, era una rabia celosa que se mezclaba con la lujuria más salvaje. Y Maru… Maru lo sabía.
(M:) —¿Querés saber lo peor de todo, amor? —me susurró al oído mientras se rozaba suave y lenta, como una nena que juega—. Que mientras me coges, con todo ese amor y toda esa entrega… yo fantaseo con este hombre X… imagino que entraba al boliche, que me encuentra bailando, y que me llevaba sin preguntar a los reservados.
(Y:) —¿Ah si? ¿Y vos qué haces?
(M:) —Lo sigo. Me dejo llevar como una puta obediente. ¿Y sabés a dónde me lleva, amor? Al baño de discapacitados. Me apreta contra la pared, me levanta la pollerita y me abre toda con su pija hermosa.
Lo dijo con una suavidad inquietante, como si describiera una escena de película, mientras la clavaba más profundo.
(M:) —Yo me agarraria fuerte del lavamanos, mientras lo miro por el espejo… y le diría: “Dame tu leche, ahora”. ¿Y sabés qué haría él? Me sacaria la pija empapada de mí, me la pasaría por la cara, haciendome olerla, desearla, y me diría: “Ahora vas a tragartela toda, putita”.
Mi cuerpo se tensó. La pija palpitaba dentro de Maru, pero no podia parar de cogerla.
(M:) —Y yo abría la boca, amor. Bien grande. Porque tenía hambre. No esa hambre que sacás con comida... no... hambre de leche. De su leche, de la que no es tuya.
(Y:) —Maru…
(M:) —Y cuando me acabe… ay, amor… me llenaria toda. Tanto que me bajaria por la comisura de los labios, por el mentón, y yo me lo volvería a meter en la boca para limpiar todo. Despues me miraría al espejo, con la leche chorreando y pensaría en vos. En cómo me mirarías si me vieras así. ¿Te gustaría?
Ya no podía hablar, sólo gemía. Y ella se movia como una serpiente bajo mío, lenta, cada vez más profunda, como si su pelvis dibujara círculos de fuego.
(M:) —Mmmm.. amor.. ¿Y si en lugar de en la boca, lo dejaba acabar adentro? ¿Si me ponía en cuatro, en ese baño sucio, con la cara contra el azulejo frío, y le pedía que me llene la conchita? ¿Y si volvía a tu casa con la bombacha toda mojada y un hilito bajándome por la pierna?
Yo gruñí, hundiendo los dedos en su cadera, perdiendo el control, ya.
(M:) —¿Y si no fue fantasía, gordi? ¿Y si pasó en realidad? ¿Y si estás cogiendo ahora una concha llena de leche ajena? ¿Lo sentirías? ¿Te calentraría? ¿o te enloquece?
La empujé hacia abajo, clavándosela hasta el fondo, mientras ella gemía con fuerza.
(M:) —¡Dale, amor! ¡Cogeme fuerte! ¡Llename vos también! ¡No quiero tener adentro la leche de uno solo! ¡Quiero la de todos! ¡Quiero ser tu putita, tu enferma, tu sucia… pero también la de ellos!
(Y:) —¡Callate, Maru! ¡El que te va a llenar voy a ser yo ahora! ¡Yo!
(M:) —¡Sí, llename! ¡Decime que soy tuya! ¡Mentime, amor! ¡Decime que soy tuya aunque sepas que quizás no lo soy!
(Y:) —¡Sos mía, la puta madre… mía!
Y acabé, justo en ese ultimo "mía", con un rugido ahogado, mordiendo su cuello, mientras ella se sacudía tambien con un orgasmo brutal. Nos quedamos abrazados, pegados, respirando como si el aire no alcanzara a llenarnos los pulmones. Un silencio pesado se instaló. Hasta que Maru, aún temblando, soltó una risa suave.
(M:) —¿Estás bien?
(Y:) —Estoy... hecho mierda. Pero sí. Bien.
Nos quedamos en silencio un rato mas. Maru subió la vista, y sus ojos tenían ese brillo ambiguo, entre ternura y picardía. Le encantaba jugar conmigo incluso en la calma.
(M:) —¿Pensás mucho en esto? ¿En lo que cuento? ¿En si pasó o no?
(Y:) —Sí. No puedo evitarlo. Me revienta la cabeza… lo que decís, cómo lo decís. Me destruye. Me calienta. Pero también me da miedo a veces. Pensar que... capaz sí pasó.
(M:) —¿Y si pasó?
(Y:) —No sé. Me volvería loco. Pero... te seguría eligiendo igual. Aunque me muera de celos. Aunque me duela.
Ella subió un poco más y me besó en el mentón, con suavidad. Luego me miró de nuevo, seria por un segundo.
(M:) —¿Querés saber algo?
(Y:) —¿Qué?
M: —No sé qué es peor... si que no haya pasado nunca… o que una parte de mí desee que pase.
Silencio. Yo tragué saliva. Ella lo dijo sin rabia, sin burla, pero con una dulzura inquietante, como si se estuviera confesando de verdad.
(Y:) —¿Y por qué lo desearías?
(M:) —Porque cuando me siento deseada… de verdad deseada… es como si algo en mí se encendiera. Y después cuando vengo y te lo cuento, y veo cómo te pone, cómo te consume… me vuelve loca de felicidad... porque siento que me volvés a elegir igual. Como si fueras capaz de bancarte todo eso, solo para tenerme.
(Y:) —¿Y te gusta eso?
(M:) —Me hace sentir... poderosa. Enferma, pero viva. Y me calienta. No sabés cuánto.
(Y:) —Sos un fuego, Maru. Sos un puto fuego.
(M:) —Y vos sos el único que me banca así, entero. Por eso sos mío y amo provocarte asi, aunque me muera de ganas de provocar a todo el mundo tambien… sos vos el que me conoce, el que me ama, el que me coje, el que me elije.
Cerré los ojos, sin soltarla y ella se acomodó aún más, dejando un suspiro manso escapar de sus labios.
(M:) —No te preocupes por lo del boliche, ¿sí? Me porté bien. Por ahora…
Maru me guiñó un ojo, mordiéndose el labio con esa mezcla de ternura y locura tan suya. Y yo supe que esa historia... todavía no terminaba.
10 comentarios - Mi novia Maru y la leche (14)
Más . Saludos juli