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esperando el bondi

Estoy parado en la parada del bondi, bajo un sol que quema como la mierda. El 152 no llega nunca, y yo, con la camiseta pegada al cuerpo de transpiración, ya estoy perdiendo la paciencia. De repente, la veo. Pelo castaño suelto, jeans ajustados, una remera blanca que deja poco a la imaginación. Está mirando el celu, pero cuando levanta la vista, sus ojos se clavan en los míos. Me sonríe, y yo, medio boludo, le devuelvo una mueca que quiere ser canchera.
—¿También esperando este bondi que nunca llega? —me dice, con una voz que tiene un toque ronco, de esas que te hacen imaginar cosas.
—Parece que sí. Esto es un horno, che —respondo, rascándome la nuca, tratando de no mirarle tanto las curvas.
Charlamos pavadas un rato: que el calor, que el tráfico, que los bondis en Buenos Aires son un desastre. Pero hay algo en cómo me mira, en cómo se muerde el labio cuando se ríe, que me prende. Y yo, que no soy de irme al frente así nomás, siento que la cosa va por buen camino.
—¿Querés tomar algo mientras esperamos? Ahí hay un kiosco —sugiero, señalando un puestito a unos metros.
—Dale, pero vos invitás —me guiña un ojo y camina adelante, moviendo las caderas de una forma que me deja idiota.
Compramos un par de latas de birra y nos sentamos en un banco medio roto que está al lado de la parada. La charla se pone más intensa, las miradas más largas. No sé en qué momento su mano termina en mi pierna, pero cuando me doy cuenta, mi corazón está a mil. Ella se acerca, y el olor de su perfume me pega fuerte.
—¿Y si nos vamos a un lugar más tranqui? —me susurra, con los labios a centímetros de los míos.
No pienso. Asiento como un nene. Caminamos unas cuadras hasta un telo que está cerca, de esos con luces de neón y nombres ridículos. Adentro, apenas cierra la puerta, me empuja contra la pared. Su boca es urgente, sus manos se meten bajo mi remera. La levanto, la llevo a la cama, y entre risas y jadeos nos sacamos la ropa como si el mundo se fuera a acabar.
Su piel es suave, cálida, y cada roce me enciende más. Me susurra cosas al oído, palabras que no repito ni en sueños, mientras sus uñas se clavan en mi espalda. Nos movemos juntos, perdidos en el calor, en el ritmo, hasta que todo explota en un grito ahogado.
Después, tirados en la cama, con la respiración todavía agitada, me mira y se ríe.
—Che, al final el bondi nunca llegó.
Y yo, todavía mareado, solo atino a reírme con ella.

1 comentarios - esperando el bondi

SakmelaMilk
Hola, un gusto. Bienvenido a Poringa, una página donde se permiten relatos PORNO, SEXUALES, ERÓTICOS, donde se hablar de PENETRACIONES, BUCALES, LÍQUIDOS SEMINALES...me hablaste de todo como un rey pero no calienta a nadie. Te olvidaste lo más importante.