Capítulo 18: El extra que no entendía
Esa tarde no dio para nada. Después de la resaca y los mensajes de la mañana, intercambié un par con Nico, contándole algo de la fiesta: que había buena música, que tomamos unos tragos con las chicas, pavadas así. Obvio que no le conté lo más importante, jaja, ni loca le iba a decir lo del pete en el galpón con Matías. La charla quedó ahí, tranqui, como si nada, y él no preguntó más. Pasaron un par de días normal, todo en piloto automático, hasta que fui a su casa. Nos vimos, hablamos un rato, y terminamos cogiendo, como siempre. Pero ahí debo decir que no fue ni bueno ni malo, fue normal, un polvo de esos que hacés porque sí, sin chispa, sin nada que te vuele la cabeza.
Y eso me hizo pensar. Nico estaba ahí, desnudo al lado mío en la cama, respirando pesado después de acabar, y yo miraba el techo, todavía con el cuerpo tibio pero la cabeza en otro lado. Las cosas que hacía a sus espaldas, como lo de Matías, me daban un extra, un subidón que no sentía con él en ese momento. Pero no lo tenía claro: ¿me daban ese extra por la situación, por el morbo de saber que estaba rompiendo las reglas? ¿O era por lo que Nico me había hecho con esa mina en la plaza, ese cagazo que todavía me quemaba por dentro? No sabía si era venganza, calentura o las dos cosas juntas.
Quiero decir, si hubiera estado sin novio, sin Nico en la ecuación, ¿lo de Matías hubiera sido lo mismo? ¿Ese pete en la chacra me hubiera prendido tanto sin el peso de saber que estaba traicionando a alguien? ¿O era el morbo lo que me llevaba a eso, esa adrenalina de hacerlo a escondidas? No lo tenía claro. La leche de Matías en mi boca, su lengua entre mis piernas, todo eso me había calentado como loco, pero con Nico, esa tarde, fue solo un trámite. Me quedé mirando las frazadas deshechas, escuchando su respiración mientras él se dormía, y pensé “¿Qué mierda estoy haciendo?”. No tenía respuesta, pero el extra seguía ahí, latiendo bajito, y no sabía si quería que se fuera o no.
Esa tarde no dio para nada. Después de la resaca y los mensajes de la mañana, intercambié un par con Nico, contándole algo de la fiesta: que había buena música, que tomamos unos tragos con las chicas, pavadas así. Obvio que no le conté lo más importante, jaja, ni loca le iba a decir lo del pete en el galpón con Matías. La charla quedó ahí, tranqui, como si nada, y él no preguntó más. Pasaron un par de días normal, todo en piloto automático, hasta que fui a su casa. Nos vimos, hablamos un rato, y terminamos cogiendo, como siempre. Pero ahí debo decir que no fue ni bueno ni malo, fue normal, un polvo de esos que hacés porque sí, sin chispa, sin nada que te vuele la cabeza.
Y eso me hizo pensar. Nico estaba ahí, desnudo al lado mío en la cama, respirando pesado después de acabar, y yo miraba el techo, todavía con el cuerpo tibio pero la cabeza en otro lado. Las cosas que hacía a sus espaldas, como lo de Matías, me daban un extra, un subidón que no sentía con él en ese momento. Pero no lo tenía claro: ¿me daban ese extra por la situación, por el morbo de saber que estaba rompiendo las reglas? ¿O era por lo que Nico me había hecho con esa mina en la plaza, ese cagazo que todavía me quemaba por dentro? No sabía si era venganza, calentura o las dos cosas juntas.
Quiero decir, si hubiera estado sin novio, sin Nico en la ecuación, ¿lo de Matías hubiera sido lo mismo? ¿Ese pete en la chacra me hubiera prendido tanto sin el peso de saber que estaba traicionando a alguien? ¿O era el morbo lo que me llevaba a eso, esa adrenalina de hacerlo a escondidas? No lo tenía claro. La leche de Matías en mi boca, su lengua entre mis piernas, todo eso me había calentado como loco, pero con Nico, esa tarde, fue solo un trámite. Me quedé mirando las frazadas deshechas, escuchando su respiración mientras él se dormía, y pensé “¿Qué mierda estoy haciendo?”. No tenía respuesta, pero el extra seguía ahí, latiendo bajito, y no sabía si quería que se fuera o no.
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