En el último año mi vida dio un giro completo en que me obligué a soltar y a renacer. Les comparto esta inspiración mía:
"Entras en mi, una y otra vez"
La primera vez entraste en mis ojos. Los tuyos me veían desde muy dentro, desde hacía mucho. Era una mirada que yo llevaba buscando desde siempre. Me sorprendió encontrarla en un cuarto rojo con sillón tantra. Con tu verga elegante y oscura, con tus dedos varoniles lastimados por el deporte, te metías en mi, pero tus ojos ya me habían invadido, me habían recorrido toda. Ya habían entrado en mi.
Esa primera vez me hiciste el amor con tu mirada. Ya me habías cogido mil veces con solo verme. Fue intenso y al mismo tiempo tierno, con cuidado, preocupado porque yo estuviera bien. Era una mirada que yo conocía pero que hasta ese día la vi.
Yo casi no te escuchaba pues solo te veía, admirándote hermoso. Asimilando que tu cuerpo tiene otra edad, tu deseo, tu vivacidad, tus bromas, tus ganas, tienen otra edad. Es la edad en la que yo me quedé. Tenemos la misma edad.
Con tu mirada seguías mi mano para ver qué agarraba, de dónde trataba de sostenerme, mientras el placer que me dabas me hacía gruñir y retorcerme. Me ves para conocerme, para entenderme.
Yo no sabía quién eras pero te reconocí.
Me compartiste todo lo que en ese momento pasaba por tu mente mientras yo sentía que llevábamos décadas juntos, siendo que teníamos menos de diez horas de haber convivido en las últimas dos citas.
Cada vez que disfrutamos juntos entras en mi otra vez: me ves con esa profundidad, me hablas, usas palabras para prenderme, te das cuenta de mi ritmo, haces bromas, me haces gemir, llorar, reír, todo de placer, y sonríes, empezando a vislumbrar tu sonrisa en la comisura izquierda de tus labios que te hace tan sexy, y luego cambias a morderte los labios por el deseo intenso que sientes de poseerme, de hacerme gozar. Cuando veo ese gesto tuyo es el aviso de que seré presa, y empiezo a sentirme expuesta, suelta, entregada, lista para que hagas de mi lo que quieras. Como el venado que sabe que el león ya está por morder su cuello y deja de escapar, se detiene aceptando su destino.
En ese momento empiezo a sentirme ligera, feliz, despreocupada. Kinky, pues siento que seré castigada por disfrutar tanto. Empiezo a anhelar la penitencia sexual, necesito ese acto de contrición, que es perfecto pues lo mueve el amor. Y la muerte lo mueve también. Morir en tu abrazo, en tu mano que sostiene mi nuca mientras me penetras.
Siempre supe que esa sería la forma ideal en que alguien debería sostenerme con su mano durante el coito pues me hace sentir protegida, cuidada, deseada. Pero aunque explicara que así me gustaría, no sucedía. Y tú, sin explicarte, lo hiciste.
Cambiamos juntos fácilmente de un abrazo tierno a una embestida en que yo sumisa quiero que me domes, me doblegues, me castigues, me recuerdes que todo eso no es necesario pues me quieres sin más y luego cambiamos a platicar de cómo ser mejores personas.
Somos camaleones que van cambiando de color al estar juntos, como si nuestras células mutaran al estar cerca el uno del otro. Somos salamandras que renacen en cada encuentro.
Y me cuentas chistes mientras me penetras y no puedo evitar carcajearme y aprieto más mi vagina con mi risa..........
Se conecta todo cuando estoy contigo: alegría, sexualidad, espíritu, deseo, cuerpo, energía, sonidos, palabras, pensamientos, sensaciones, juego, música, tranquilidad, trascendencia...................
Tus dedos, tu pene, entran en mi resbalando, sin lastimar, como pistones perfectamente aceitados para generar la chispa que prende todo.
Lo que haces adentro, vanilla, tu magia, que te mueves y acaricias mi fondo, lo siento perfecto. Y luego de estar adentro un rato, amoroso, te sales rápido y me desdoblas, tu pene haciéndole un cariño a mi punto G como diciendo "ahorita regreso"..... Y gruño y mis pupilas yo creo que se abren, y me río y curveo mi espalda y quiero enterrar mis uñas en tu espalda por lo que me haces ..........
Cuando me llevas al límite te digo te odio, que en realidad es un te amo......
Recorro tu cuerpo apenas tocándote y huelo tu olor. Sí: cardamomo y miel. Sabes delicioso. Y tu pene después de penetrarme ¡sabe dulce!
Exprimes mis jugos con tu cadencia fálica, se escucha claramente cómo el líquido emerge de mi y al contacto con tu piel, es como maple o piloncillo. ¿Quién eres? ¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos cuando nuestros cuerpos se unen?
Tuviste que pasar de un cuerpo a otro, de una relación a otra, de un sentimiento de vacío a otro, de una decepción a otra, de un cariño a otro, de un adiós a otro, y yo tuve que despersonalizarme para sentir menos, como un objeto, en una única relación sin disponibilidad emocional, para que finalmente viviéramos esto juntos en este momento tan improbable, tan inesperado .......
Yo aprendí a tener orgasmos sin todo esto. Orgasmos desconectados, sin miradas, en silencio. Orgasmos a solas, imaginando que me usaban, que no sentía.
Ahora me toca aprender a tener orgasmos plenamente conectados en todos estos niveles de experiencia.
Te decía que escuché una explicación de que el sexo no es llegar al orgasmo ni a ningún lugar. El sexo es viajar, volar. Perder el tiempo, sin rumbo, sin sentido. Es para perderte.
Contigo vuelo y contigo me pierdo acompañada.
"Entras en mi, una y otra vez"
La primera vez entraste en mis ojos. Los tuyos me veían desde muy dentro, desde hacía mucho. Era una mirada que yo llevaba buscando desde siempre. Me sorprendió encontrarla en un cuarto rojo con sillón tantra. Con tu verga elegante y oscura, con tus dedos varoniles lastimados por el deporte, te metías en mi, pero tus ojos ya me habían invadido, me habían recorrido toda. Ya habían entrado en mi.
Esa primera vez me hiciste el amor con tu mirada. Ya me habías cogido mil veces con solo verme. Fue intenso y al mismo tiempo tierno, con cuidado, preocupado porque yo estuviera bien. Era una mirada que yo conocía pero que hasta ese día la vi.
Yo casi no te escuchaba pues solo te veía, admirándote hermoso. Asimilando que tu cuerpo tiene otra edad, tu deseo, tu vivacidad, tus bromas, tus ganas, tienen otra edad. Es la edad en la que yo me quedé. Tenemos la misma edad.
Con tu mirada seguías mi mano para ver qué agarraba, de dónde trataba de sostenerme, mientras el placer que me dabas me hacía gruñir y retorcerme. Me ves para conocerme, para entenderme.
Yo no sabía quién eras pero te reconocí.
Me compartiste todo lo que en ese momento pasaba por tu mente mientras yo sentía que llevábamos décadas juntos, siendo que teníamos menos de diez horas de haber convivido en las últimas dos citas.
Cada vez que disfrutamos juntos entras en mi otra vez: me ves con esa profundidad, me hablas, usas palabras para prenderme, te das cuenta de mi ritmo, haces bromas, me haces gemir, llorar, reír, todo de placer, y sonríes, empezando a vislumbrar tu sonrisa en la comisura izquierda de tus labios que te hace tan sexy, y luego cambias a morderte los labios por el deseo intenso que sientes de poseerme, de hacerme gozar. Cuando veo ese gesto tuyo es el aviso de que seré presa, y empiezo a sentirme expuesta, suelta, entregada, lista para que hagas de mi lo que quieras. Como el venado que sabe que el león ya está por morder su cuello y deja de escapar, se detiene aceptando su destino.
En ese momento empiezo a sentirme ligera, feliz, despreocupada. Kinky, pues siento que seré castigada por disfrutar tanto. Empiezo a anhelar la penitencia sexual, necesito ese acto de contrición, que es perfecto pues lo mueve el amor. Y la muerte lo mueve también. Morir en tu abrazo, en tu mano que sostiene mi nuca mientras me penetras.
Siempre supe que esa sería la forma ideal en que alguien debería sostenerme con su mano durante el coito pues me hace sentir protegida, cuidada, deseada. Pero aunque explicara que así me gustaría, no sucedía. Y tú, sin explicarte, lo hiciste.
Cambiamos juntos fácilmente de un abrazo tierno a una embestida en que yo sumisa quiero que me domes, me doblegues, me castigues, me recuerdes que todo eso no es necesario pues me quieres sin más y luego cambiamos a platicar de cómo ser mejores personas.
Somos camaleones que van cambiando de color al estar juntos, como si nuestras células mutaran al estar cerca el uno del otro. Somos salamandras que renacen en cada encuentro.
Y me cuentas chistes mientras me penetras y no puedo evitar carcajearme y aprieto más mi vagina con mi risa..........
Se conecta todo cuando estoy contigo: alegría, sexualidad, espíritu, deseo, cuerpo, energía, sonidos, palabras, pensamientos, sensaciones, juego, música, tranquilidad, trascendencia...................
Tus dedos, tu pene, entran en mi resbalando, sin lastimar, como pistones perfectamente aceitados para generar la chispa que prende todo.
Lo que haces adentro, vanilla, tu magia, que te mueves y acaricias mi fondo, lo siento perfecto. Y luego de estar adentro un rato, amoroso, te sales rápido y me desdoblas, tu pene haciéndole un cariño a mi punto G como diciendo "ahorita regreso"..... Y gruño y mis pupilas yo creo que se abren, y me río y curveo mi espalda y quiero enterrar mis uñas en tu espalda por lo que me haces ..........
Cuando me llevas al límite te digo te odio, que en realidad es un te amo......
Recorro tu cuerpo apenas tocándote y huelo tu olor. Sí: cardamomo y miel. Sabes delicioso. Y tu pene después de penetrarme ¡sabe dulce!
Exprimes mis jugos con tu cadencia fálica, se escucha claramente cómo el líquido emerge de mi y al contacto con tu piel, es como maple o piloncillo. ¿Quién eres? ¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos cuando nuestros cuerpos se unen?
Tuviste que pasar de un cuerpo a otro, de una relación a otra, de un sentimiento de vacío a otro, de una decepción a otra, de un cariño a otro, de un adiós a otro, y yo tuve que despersonalizarme para sentir menos, como un objeto, en una única relación sin disponibilidad emocional, para que finalmente viviéramos esto juntos en este momento tan improbable, tan inesperado .......
Yo aprendí a tener orgasmos sin todo esto. Orgasmos desconectados, sin miradas, en silencio. Orgasmos a solas, imaginando que me usaban, que no sentía.
Ahora me toca aprender a tener orgasmos plenamente conectados en todos estos niveles de experiencia.
Te decía que escuché una explicación de que el sexo no es llegar al orgasmo ni a ningún lugar. El sexo es viajar, volar. Perder el tiempo, sin rumbo, sin sentido. Es para perderte.
Contigo vuelo y contigo me pierdo acompañada.
1 comentarios - Entras en mi, una y otra vez