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Lucia 2 (el boliche)

Lucía se despertó al mediodía con el celu vibrando como loco sobre la mesa. La noche anterior había sido un torbellino: la bronca, el video con Marcos, la satisfacción de saber que Pablo se estaba comiendo el garrón de su vida.
El pelo negro le caía desordenado por la cara, y los ojos oscuros tenían un brillo nuevo, medio salvaje, como si se hubiera sacado un peso de encima.
Agarró el celular y vio las notificaciones: mensajes de amigos, audios de conocidos, y un par de capturas del video que había subido antes de bloquear a Pablo. "¡Grande, Lu, lo hiciste mierda!" decía uno. "Ese cornudo se lo buscó" tiraba otro. Ella sonrió, todavía con la adrenalina de la venganza corriendo por las venas. Sabía que Pablo lo había visto —un amigo en común le había mandado un "está llorando como gil"—, y eso le llenaba el pecho de una alegría oscura. Pero también había algo más, una sensación rara, como si ahora que lo había humillado, necesitaba encontrar qué hacer con toda esa energía que le quedaba.
Se levantó, se puso una tanguita y una remera suelta, y fue a la cocina a hacerse un mate. Mientras el agua hervía, pensó en cómo se sentía. La traición de Pablo con las fotos de Camila le había dolido en el alma, pero no era solo eso. Era el desprecio, el sentirse invisible mientras él babeaba por otra. El video había sido su manera de gritarle al mundo que ella valía, que no era una mina más para dejar pasar. Pero ahora, con el celu lleno de "bien, Lu" y el silencio de Pablo, se dio cuenta de que no quería parar. Si había recuperado el control, iba a seguir manejando el juego.
Esa tarde, Marcos le mandó un mensaje: "¿Cómo estás después de anoche, loca? ¿Querés repetir?". Lucía se rio sola, chupando la bombilla del mate. Marcos había sido un fierro, pero no era solo por él que lo había hecho. Era por ella, por sentirse viva otra vez. Le contestó: "Tranqui, lindo, pero hoy no va a poder ser. Nos vemos en la semana". Después dejó el mate en la mesada y se miró en el espejo del pasillo. La remera apenas le tapaba el culo, y las tetas se le marcaban sin corpiño. "Si Pablo me quiso cagar, que se joda", pensó. "Voy a vivir como se me canta".
Esa noche, Lucía salió. Se puso un vestido negro cortito que le apretaba todo, unas botas altas y se pintó los labios de rojo fuego. Fue a un boliche en Palermo con amigas, pero no estaba ahí para charlar nomás. Quería sentir el poder que había agarrado con el video, llevarlo más lejos. En la pista, un tipo se le acercó: Nico, alto, morocho, con pinta de guacho copado. Bailaron pegados, el calor de los cuerpos subiendo con la música, y Lucía dejó que sus manos le rozaran el culo mientras ella le pasaba las uñas por el cuello.
No tardaron en ir al baño del fondo, ese que todos saben que no es solo para lavarse las manos. Nico la empujó contra la pared, el vestido subiéndole por los muslos mientras le metía la lengua en la boca. Lucía respondió con ganas, sacándose la bronca y el deseo acumulado en cada beso. Él le bajó un tirante, dejando una teta al aire, y se mandó a chuparla como si no hubiera mañana, la lengua dando vueltas al pezón mientras ella gemía fuerte, sin importarle si alguien escuchaba.
—Mmmm, y que tenes aca abajo? —le dijo mientras le apretaba el bulto sobre el pantalon, Nico no la hizo esperar se bajó los pantalones en un segundo, sacando una pija dura y lista. Lucía se agachó, arrodillándose en el piso sucio del baño, y se la metió en la boca sin vueltas, chupándola con una furia que era puro desahogo. La lengua le recorrió todo, bajando hasta el fondo mientras lo miraba fijo, como diciendo "esto es mío ahora". Nico gruñó, agarrándole el pelo negro, y ella lo llevó con ese pete casi hasta acabar sientiendo en su boca ese liquido preseminal que saboreo, y sacándosela de la boca justo antes de que explotara.
Se paró, se subió el vestido y se bajo la tanga de un tirón. —Cogeme ya —le ordenó, y Nico no se hizo rogar. La giro, ella apoyando sus manos contra la pared, y sacando colita, no la hizo esperar y la metió entera de un saque. Ella gritó, el placer pegándole como un cachetazo mientras él la embestía con todo, las tetas saltándole con cada golpe. No era solo sexo; era Lucía tomando lo que quería, demostrándose a sí misma que no necesitaba a Pablo ni a nadie para sentirse entera.
Cuando se vino, fue como un incendio: el cuerpo le tembló, los gritos resonando en el baño mientras Nico le seguía, largando todo adentro con un "¡la puta madre!" que la hizo reír. Se giro hacia el volviendose a agachar hasta su pija y dandole unas chupaditas se la dejo limpia saborando los fluidos de ambos en esa pija, volvio a incorporarse y le dio un pico y ajustándose el vestido con mucha calma y el pelo negro pegado a la cara por el sudor, le digo, que linda cogida me diste.
—Sos una bestia, flaca —le dijo Nico, todavía jadeando.
—Y vos no sabés ni la mitad —le contestó ella, guiñándole un ojo antes de salir del baño como si nada, dejando al tipo atorado en el lugar.
De vuelta en la pista, Lucía se sintió más viva que nunca. La venganza con Pablo había sido el arranque, pero esto era otra cosa: era ella eligiendo, mandando, disfrutando sin pedir permiso. Después de esa noche, supo que no iba a parar. Si Pablo la había querido cagar, ahora iba a ver cómo ella se comía el mundo, un polvo a la vez.

3 comentarios - Lucia 2 (el boliche)

flucildeka1976
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