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Su perro, su hermana y sus juguetes

Nuestra protagonista tiene miedo a ser penetrada, tiene miedo porque no se preocupen por ella, simplemente desconoce el sexo. Primero de forma  con su perro y luego con su hermana y sus juguetes, descubre los placeres del sexo.
 
Yo era,hasta hace unas horas, una chica normal, sin muchas preocupaciones, excepto las propias de una chica de 17 años recién cumplidos. Tengo una hermana mayor de casi 19 años, un perro, un reducido grupo de amigas y unos padres normales que aquel fin de semana estaban de viaje.
 
Con el únicochico que salí, corté hace casi dos años y nunca he conocido el sexo. Por eso,desde que corté con él y perdí la oportunidad de follar con el único chico quehe tenido a mi alcance, cada vez he sentido más y más interés por el sexo,sentía un hambre que no podía remediar, y por eso empecé a intentarmasturbarme.
 
Pero lo másgracioso es que no me atrevía ni tan siquiera a introducirme un dedo. Yo eramuy inexperta e inocente (demasiado quizás), y no me atrevía a abrir aquellatierna y rosadita vagina virgen para penetrarme yo misma con un dedo o concualquier otro objeto que, por aquel entonces, consideraba como algo agresivo yno como algo estimulante.
 
Mi únicaalternativa era intentar conseguir el orgasmo acariciándome el clítoris. Lointenté varias veces, y algunas tuve unos orgasmos muy placenteros, pero un parde veces casi me pilla mi padre en plena faena y poco a poco fui perdiendo lasganas de hacerlo a menudo. Recuerdo una vez que estaba cachondísima y justo esefin de semana toda la familia, menos yo, se fueron de excursión. Recuerdo queles mentí diciéndoles que tenía mucho que estudiar y que me tendría que quedaren casa. En cuanto se fueron, me fui al vídeo club y alquilé un par depelículas porno.
 
Al llegar denuevo a mi casa fui a la cocina a por un bote de lata líquida, me coloqué en elsuelo delante del televisor, puse una manta en el suelo, enchufé la peli pornoa bastante volumen (no tenemos vecinos cerca del chalé) y, cuando noté que misbragas de algodón estaban húmedas por ver aquellas penetraciones y aquellasmujeres que tanto disfrutaban comiéndose esa cremita blanca que tan lejos parecíaestar yo de probar, entonces llamé a mi perro.
 
Mi perro esun poco especial y se pirra por la nata líquida, parece que nunca se cansa decomerla. Cuando ya estuvo en la habitación, lentamente me bajé los húmedospantalones, me quité las mojadas bragas y empecé a verterme aquella fría nataalrededor de mi vello púbico. Al contacto con mi caliente piel, sentí untremendo escalofrío, pero luego seguí echándome la nata, que yo me imaginabaque era cremita como la que ansiaba degustar, me la eché por los alrededores demi sexo, en los tórridos labios que ansiaban cualquier tipo de contacto, en elclítoris que quería ser chupado, entonces mi perro olió el manjar que tanto legustaba y se acercó a probarlo.
 
Estaba tancaliente, ansiaba tanto un contacto que no fuera el de mi propia mano, que nome daba cuenta de lo que hacía. Al primer lametón de mi fiel can, cuandoaquella larga y húmeda lengua de perro se posó sobre mi caliente rajita, mecorrí.
 
El pobreanimalito seguía chupando y chupando. Su caliente y babosa lengua recorría todomi coño, de arriba a abajo, de arriba a abajo, y así continuó un rato hasta queme volví a correr por segunda vez. Entonces empecé a darme cuenta de que me loestaba montando con mi perro. De repente tuve una tremenda sensación devergüenza y eché al perro de allí. Me limpié toda la nata que quedaba, recogítodo y fui a ducharme. No lo había podido remediar porque NECESITABA tener sexocon alguien, pero lo que había hecho ese día no me lo perdoné en mucho tiempo.Tenía cierta sensación de culpabilidad y de vergüenza, pero a lo largo deltiempo la calentura cada vez más creciente que sentía en mi zona genital resultabauna razón muy poderosa para encontrar por fin ese alguien que me aliviase deello.
 
Tuve un parde oportunidades con chicos de mi instituto, pero también tenía miedo, porqueellos sólo querían follarme y despreocuparse de mi satisfacción, así queseguramente me harían bastante daño y, a pesar de todo, mi vagina seguía siendoalgo demasiado delicado. Así estuve hasta que esta tarde decidí contárselo todoa mi hermana Lorena.
 
Siempre noscontábamos todo, pero esto del perro no se lo había dicho a nadie, como tanpoco mi grado de hambre sexual. Yo sabía que mi hermana no era virgen y que yatenía bastante experiencia, así que dejé de hacerme la remolona por la casa yfui a su dormitorio para pedirle consejo.
 
Llegado aeste punto tengo que hacer una descripción de Lorena para en el futurorecordarla tal como yo la veo ahora. Mi hermana es una mujer de melena castaña largay con los ojos verdes, unos ojos grandes, que resaltan en cuanto te miran, conuna chispa de viveza e incluso de provocación, con una mirada cautivadora.
 
Tiene unoslabios carnosos y un dentadura blanca y perfecta. De lo que más envidia tengoes de sus tetas. Alguna vez se las había visto, pero nunca como hoy. Sonredondas y firmes, de un tamaño un poco grande, pero sin llegar a ser excesivo,con unos pezones no muy grandes, pero con una redondez casi perfecta. Su figuraes atlética y esbelta, tiene la forma ideal para atraer a los chicos. Su culoes redondito, suave y un poco respingón, pero eso no desentona en su conjunto,que para mí siempre ha sido una fuente de admiración, y últimamente de envidiay devoción.
 
Tal vez poreso ha ocurrido lo de esta tarde, porque mi devoción unida a mis desenfrenadasganas de sexo, convirtieron a mi hermana en un objeto de deseo carnal, y ella,con sus miradas provocativas y sus palabras suaves, también tuvo la culpa.
 
- Lorena,¿se puede pasar? -, le dije mientras entreabría la puerta y pasaba a suhabitación. Según la vi, tuve una sensación muy extraña, una mezcla entrefascinación, envidia y deseo. Hace mucho calor, estamos en verano, y siemprevamos por la casa medio desnudas. Yo misma, en este instante en el que escriboesta nota, estoy completamente desnuda y empapada en sudor. Cuando entré en lahabitación vi a mi hermana tumbada bocabajo, con las piernas abiertas, un pocoincorporada y apoyada sobre los codos.
 
Estabaocupada leyendo una revista. Llevaba una camiseta blanca que no le tapaba susbragas negras de encaje (le encanta la ropa interior provocativa), y sus bragasnegras, que casi eran un tanga, no le tapaban ni lo más mínimo su preciosoculito. No llevaba sujetador y el bulto de sus pechos se dejaba notar a travésde la fina y desgastada tela de la camiseta, y sus erectos pezones se dejabanver con toda claridad.
 
No pude verde qué iba la revista porque su formidable melena castaña le caía toda para ellado en que estaba en mi ángulo de visión. Enseguida me imaginé que tipo derevista era cuando vi que su respiración estaba acelerada y que hacíamovimientos sensuales y rítmicos de adelante a atrás con las caderas, acompañándolosde pequeños gemiditos. Entonces me fijé mejor en sus bragas y me di cuenta deque había dejado de apoyarse con un brazo y de que ahora con su mano se estabadando pequeños golpecitos en el coño. Su movimiento y su respiraciónaumentaban, ella gemía más, más y allí estaba yo, de pie, viéndolo todo, sindecir nada y sin saber qué hacer.
 
La actitudde cualquier otro hubiera sido darse la vuelta y hacer como si nada hubierapasado, pero yo estaba totalmente absorta en mi hermana, casi no me estabadando cuenta de que mis pezones estaban tan duros que podrían haber cortadocristal, no me enteraba de que mis bragas estaban tan mojadas que parecía queme había meado, sólo prestaba atención a los largos dedos de Lorena, a esosdedos que estaban explorando esa vagina que las bragas no me dejaban ver. Yoquería sentir unos dedos como esos en mi coño.
 
No. QueríaESOS dedos dentro de mi coño. Allí fue donde me di cuenta por primera vez deque quería tener sexo con mi hermana. Por un momento me miré de abajo a arriba.Observé mi estatura de uno sesenta, miré mis pequeños pies descalzos y fuirecorriendo con la mirada mis bien formadas piernas, me detuve más tiempo enlas caderas y en los muslos, por los que ya chorreaba mi fluido. Me acaricié elculo, un poco más redondo que el de mi hermana, y luego subí hasta mis tetas.Al rozarme los pezones (que no he tenido más duros en toda mi vida), a penasconseguí reprimir un suspiro de deseo. Me di cuenta de que mi larga melena rubiaestaba un poco húmeda por el sudor que mis tetas emanaban. La corta camisetaque llevaba puesta, antes blanca, estaba totalmente empapada y se me veían lastetas como si no llevara nada. La gente decía que yo me parecía bastante a mihermana, los ojos verdes, forma parecida de mirar éramos hermanas, nos teníamosque parecer. La diferencia más notable eran mis labios más finos, que yo teníael pelo rubio y mi incapacidad para masturbarme. A parte de eso, casi éramosidénticas. Entonces, si yo me gustaba a mí misma, si me gustaba mi propiocuerpo, ¿por qué no iba a gustarme mi hermana? Si tenía ganas de masturbarme a mímisma, ¿por qué no iba a querer acostarme con mi hermana?
 
Todo esto lopensé en un momento y entonces volví a mirarla a ella. Lorena no apartaba lavista de la revista, pero ahora estaba a cuatro patas metiéndose dos dedos.Entraban completamente en su coño, los mantenía un rato, jugaba un poco conellos en su interior y luego los sacaba y volvía a empezar. Yo seguía inmóvilobservándola.
Entoncesvolví a la realidad y, a pesar de los chorros de flujo que ya me resbalaban porlos muslos, pensé que yo no era lesbiana y que mi hermana tampoco, así quecuando me iba a ir de la habitación para ir corriendo a meterme lo que fuera enmi rajita (pues tenía la impresión de que ya no me importaría penetrarme),cuando escuchaba que mi hermana estaba a puntito de correrse, la puerta secerró de golpe por una corriente de aire. Me di la vuelta sobresaltada y cuandovolví a mirar a Lorena, ella me miraba fijamente con sus ojos verdes y la carasudorosa.
 
Por unmomento permanecimos de esa forma, mirándonos fijamente a los ojos sin decirnada. La situación era de lo más tensa, yo no sabía si darme la vuelta y salircorriendo de allí, intentar decirle algo a mi hermana o esperar a ver que hacíaesta. Yo creía que me iba a echar de su habitación, pero no ocurrió nada deeso. Cuando ya estaba reaccionando y me iba a marchar, Lorena, mientras sesentaba a lo indio en la cama y guardaba la revista debajo de la almohada, medijo:
 
- Merche, note vayas. No te había oído entrar. ¿Qué querías? - Y lo dijo con una voz muydulce y suave, como si yo no hubiera visto nada o como si fuera lo más normalhacerse un dedo delante de tu hermana, con una voz que tenía algo de picardía yde invitación. Me dejé embrujar por esos ojos que me absorbían y por lasoleadas de cabello que le caían para un lado cubriendo un pecho, pero dejandoel otro muy visible, también me fijé en la humedad que se denotaba en elinterior de sus muslos y en la forma disimulada que tenía de chupar los dedosque hasta hace unos instantes estaban cubiertos de fluido vaginal. Al final,después de dudar unos momentos y sin saber cómo iba a acabar aquella tarde,cerré la puerta y fui a sentarme al lado de Lorena, en su cama, pero no tuvevalor para decir nada. Tras unos minutos de silencio, y por mi parte bastantenerviosismo, al fin Lorena dejó de saborearse los dedos y me preguntó:
 
- ¿No tehabrás escandalizado por ver cómo me masturbo? - Me quedé por unos momentosconmocionada por la pregunta tan directa que me acababa de formular, peroenseguida reaccioné, aunque las palabras no me salieron muy bien al principio,le conté más o menos todo lo que ya he escrito, exceptuando la parte en la quela vi masturbarse, donde dije que me había sorprendido en lugar de decir que mehabía puesto cochinísima. A medida que le iba contando todo esto, se ibaacercando más y más a mí, su respiración empezaba a hacerse más fuerte y notabaque volvía a sudar. Cuando terminé, se acercó más a mí, se puso de rodillassobre la cama y me susurró al oído: "¿Quieres que yo te enseñe amasturbarte?". Yo estaba embobada porque, al ponerse de rodillas, sustetas quedaban a la altura de mi cara, excepto en el momento en el que me hizola pregunta, que también acompañó con un suave mordisco en el lóbulo de la oreja.
 
A continuación,se sentó sobre sus rodillas y me miró pícaramente a los ojos, mordiéndose undedo, con la cabeza un poco ladeada y jugueteando con la parte de abajo de lacamiseta, de forma que podía verle de vez en cuando el bonito encaje de susbragas; así estaba ella esperando mi respuesta. Mi respuesta no se hizo esperarmucho. No me planteé lo que podría pasar teniendo en cuenta mis ganas de corrermey las que debía tener Lorena después de que yo le hubiese cortado en el momentoen que iba a tener el orgasmo. Sólo pensé en las ganas que tenía de ver a mihermana haciéndose un dedo, porque antes no había llegado a ver la penetraciónde sus dedos, además pensé en que no hacíamos nada malo, lo único que iba apasar es que una chica iba a dar información sexual a su hermana pequeña. Asíque con un leve movimiento de cabeza le dije que sí. A partir de ese momentoempezó la experiencia más excitante de toda mi vida.
 
- Lo primeroque tienes que hacer - empezó a decirme - es perder el miedo a tu cuerpo. ¿Porqué temes ser penetrada?, hazme caso, es sólo psicológico. La primera vez queun chico me folló, la verdad es que me dolió mucho, pero a partir de entoncesdisfruto muchísimo del sexo. Tu hazme caso y pierde ese miedo.
 
Paraempezar, tienes que acostumbrarte a ti misma y yo creo que lo mejor será unaclase práctica. - Dicho esto se recostó delante de mí y, siempre sin dejar demirarme, se bajó lentamente las bragas. Cuando llegó a los pies, no las tirócomo yo creía que iba a hacer, si no que me cogió una mano, la abrió, me pusosus bragas calentitas y húmedas y empezó a susurrarme: " Notas la humedad,¿verdad?, ese fluido también es parte de tu cuerpo y tienes que aprender que esbueno, tienes que quererlo como al resto de tu cuerpo. Si produces mucho flujo,la penetración será más suave y te gustará más." Al oír la forma en que medijo aquellas palabras y al sentir su líquido entre mis manos, volví a teneresas ganas tremendas de ver como se hacía un dedo, me di cuenta que desde quehabía empezado a hablar, yo había vuelto a mojar más mis bragas, que ya estabanbastante empapadas de antes, y ella también se debió dar cuenta porque empezó aacercarse a mí. Como yo me había puesto de rodillas hace un rato y mis líquidosya chorreaban por los muslos, era inevitable que los vaqueros, que era muycortos y ajustados, con tanto calor, tanta excitación y tanto sudor, suhubieran puesto de un tono más oscuro por la zona de mi tórrido coño.
 
Al acercarsemás y llevar las piernas por delante no tuvo más remedio que abrirse para queyo quedara entre ellas y poder recostarse para seguir con la explicación. Ahoramis caderas estaban a menos de veinte centímetros de su coño, sus piernas meabrazaban y sentía su calor. Mis sentidos estaban absortos en ella, mis pezoneseran pura erección, mi coño en un mar de líquido caliente, yo estaba totalmentebañada en sudor y mi hermana solamente se había abierto de piernas delante demí. Ya lo tenía claro, había perdido el miedo, pero me iba a seguir haciendo laingenua para que mi dulce hermanita Lorena me lo enseñara todo.
 
- Ves como tútambién tienes un buen flujo. Si no te metes nada es porque no quieres, pero siquisieras. Dejó la frase a medias y me acarició en la zona húmeda del pantalóncon una mano, mientras que con la otra empezó a acariciarme una teta. Entonces,intentando reprimir las terribles ganas de gemir que tuve cuando me pellizcó elduro pezón, mientas le acariciaba los sudorosos muslos por su parte interna, ledije intentando poner la voz más ingenua que pude:
 
- No estaríabien que yo intentase masturbarme sin tu supervisión y sin que hallas terminadola demostración práctica que me ibas a hacer.
 - Aquí yo ya estaba lanzada y mientras ledecía esto mis manos le acariciaban los muslos y se iban aproximando más y mása su ardiente coñito, a aquella puerta a mis deseos más ocultos, a aquellajoven rajita que expulsaba un líquido que yo también poseía y que ansiabadegustar, como si del vino más selecto se tratara. Quería bebérmelo todo,sentirlo por mi cara y en mi boca, pero haciendo un gran esfuerzo para nolanzarme a devorarle el coño, esperé a ver como terminaba la demostraciónpráctica que quería hacer.
 
Lorena sehabía dado cuenta, por mi mirada y por como mis manos le acariciaban a dosmilímetros de su fuente de mayor placer, de que yo buscaba lo mismo que ella, yempezó a seguirme el juego. Ella era la maestra y yo la alumna. "Aprende amasturbarte", y dicho esto se abrió completamente de piernas delante de mí,me desabrochó los botones del vaquero, metió una mano dentro de ellos y meacarició la almejita por encima de las bragas.
 
Yo, mientrasintentaba aguantar el incipiente orgasmo y empezaba a jadear, me quité lacamiseta, mostrando unos senos firmes y locos por ser acariciados. Empecé arozarme suavemente los pezones y a apretarme las tetas a la vez que gozaba conel contacto de la tierna mano de mi hermanita. Ella seguía haciendo movimientosdentro de mis vaqueros y por encima de las empapadas bragas. Sin previo avisometió la mano dentro de las mismas. Yo me quedé perpleja un instante, pues era laprimera vez que otro ser humano me acariciaba esa parte tan íntima, pero luegoesa perplejidad dio paso a la sensación de placer más intensa que había tenidojamás, empecé a excitarme de un modo que no puedo describir y cuando mejorsentía sus dedos acariciando mi clítoris, cuando casi no faltaba nada para correrme,sacó sus dulces dedos y yo me quedé a las puertas del mayor orgasmo que podíahaber tenido en toda mi corta vida.
 
Con la caramarcada por la expresión de haberme quedado con la miel en la boca, quiseterminar yo de hacer el trabajo que Lorena había empezado, así que me apresuréa meter un par de dedos en mi inexplorada caverna y cuando estaba a punto deintroducirlos, ella me detuvo. Alcanzó mi mano y entrelazó sus dedos con losmíos, pronunciando unas palabras que en aquel momento parecían salir de la bocade un diablo vestido de ángel:
"TranquilaMerche, no tengas prisa. Todavía no te he enseñado nada. Sólo me estabahumedeciendo los dedos para demostrarte como se hace un dedo. Tu mira a tumaestra que luego tienes que pasar un examen".
 
Con muchadelicadeza soltó su mano, que pude comprobar que estaba completamente cubiertacon mi esencia, y empezó a acariciarse los ardientes labios vaginales, en loscuales ríos de su propio néctar se mezclaron con mi esencia, dando lugar al másansiado manjar que en ese momento yo podía desear. Le hice caso y no toqué misexo, me limité a observarla mientras me acariciaba con deseo los pezones y lastetas, relamiéndome sólo de ver el espectáculo que tenía delante. Los dedosacariciaban sus labios haciendo pequeños movimientos circulares, los apretaba hastaque gemía de dolor, entonces se mantenía un poquito así y luego con toda lamano empezaba a rozarse fuertemente todo el coño, para después darse suavespalmaditas en el clítoris, mientras, jadeaba ruidosamente, daba grititos deplacer y pronunciaba una palabra que me ponían todavía más cachonda: pronunciabami nombre entre jadeo y grito. Yo no sabía si podría aguantar sin masturbarmehasta que ella acabara, pero parecía que tampoco le quedaba mucho, porque cadavez movía las caderas más rápido y sus jadeos aumentaban de intensidad. Derepente se paró, me miró lascivamente, se llevó dos dedos a la boca, los chupóintensamente y se los metió enteritos en su precioso conducto mientras me decía" Ves así es como se hace, hermanita, quiero que aprendas y disfrutes comoyo !!Quiero que aprendas a follarte a ti misma!!", y empezó a moverse másy a gritar mi nombre como una loca.
 
Me puse amirar como una boba como esos dedos entraban y salían una y otra vez, comoestaban mojados y con que facilidad se escurrían dentro de Lorena. No pudesoportarlo más y por el simple roce de mis bragas y la propia situación, tuvemi primer orgasmo de verdad. Un escalofrío tremendo me sacudió de arriba a abajo,una inacabable oleada de mis líquidos me volvió a inundar, sentí como mi cuerpose estremecía ante una nueva sensación indescriptible; un infinito sentimientode amor nació en mi mente, amor hacia todo aquello que me hiciera sentir unbuen orgasmo, una nueva dimensión de amor hacia mi hermana, un amor físico ysexual. Mis gritos no se hicieron esperar y, en mi agonía de placer, pude vercomo mi dulce e inocente hermanita sonreía de placer mientras me observaba yvolvía a chuparse los dedos empapados de su sexo. Ella había llegado al orgasmoa la vez que yo.
 
Yo todavíajadeaba y mis pezones todavía estaban duros cuando mi hermana me dijo,"Merche, ha llegado el momento de que pases el examen. Soy tu maestra y laprueba que te pongo es que me hagas sentir el mejor orgasmo de toda mivida.", y una vez dichas esas palabras, se quitó la mojada camiseta y porprimera vez pude ver al descubierto sus dos grandes tetas.
 
Nunca habíavisto unos pezones tan bonitos ni tan erectos (más incluso que los míos), conuna aureola oscura y de una redondez perfecta. Al verlos y ver como Lorena seagarraba las tetas, las movía suave y coquetamente, al ver cómo se las acercabaa la boca y se chupaba ella misma los pezones sacando toda la lengua y saboreándoloscon deleite, al fijarme en su coño afeitadito y todavía excitado por el orgasmoque acababa de experimentar y al mirar a aquellos ojazos verdes que estabanclavados en mí como flechas, sucumbí al deseo y al morbo que me producía mihermana.
 
Después derelamerme los labios y mostrarle, con una mirada provocativa, mis tetascubiertas de sudor, me lancé a devorarle los pezones. Me tumbé totalmenteencima de ella, abrazándome a sus tetas y hundiendo mi cara entre ellas,mientras, sus piernas me envolvían y sentía su ardiente chochito a la altura demi ombligo. Lorena empezó a moverse apretando su calentita almejita contra mipiel, untándome de su flujo y excitándome hasta cotas insospechadas. Mientrasque yo le daba pequeños tironcitos en sus sabrosos pezones, ella me acariciabacon extrema suavidad y ternura la melena que le hacía cosquillitas en el estómago;luego empecé a meterme un pezón en la boca, a morderlo sensualmente.
 
Sentínecesidad de meterme toda la teta en la boca y lo intenté, profiriendo mihermanita un grito de placer. Yo seguí intentando absorberla hasta que me pidióque parará de hacérselo en esa teta, pero también me dijo que le comiese laotra. Así empecé a hacerlo a la vez que ella gemía y aumentaba el movimiento desus caderas, dejando de acariciarme el pelo para buscar la cintura de mispantalones. Yo suponía que me los intentaría quitar y hacerme un dedo, pero enlugar de eso empezó a tirar de los pantalones hacia ella, de modo que lacostura interna de los vaqueros y las bragas me apretaron el coño y mesepararon los labios vaginales, introduciéndose parcialmente en la propiavagina.
 
Al sentiresa nueva sensación que mezclaba un placer salvaje y un poco de dolor, respondíapretando las mandíbulas y, en consecuencia, aumentando la intensidad delmordisco. Lorena resopló violentamente y volvió a tirar más fuerte de losvaqueros, aflojando luego un poco para volver a tirar más fuerte. Yo sentí queme iba a correr dentro de muy poco, pero quería conseguirle un buen orgasmo ami compañera antes de tenerlo yo. Dejé de acariciarle un seno y llevé mi manohasta su coño, sin dejar nunca de mamarle las tetas. Yo estaba empapada en misudor, en el suyo y su chochito estaba expulsando tanto líquido que me había empapadoel vientre con tanto movimiento.
 
Era laprimera vez que iba a tocarle el coño y estaba nerviosa y ansiosa, pero condecisión puse mi mano encima de su dulce sexo. Lorena volvió a gemirintensamente cuando le rocé el clítoris y más aún cuando le di unos golpecitoscomo ella había hecho antes. Después de acariciarle todo el exterior de susexo, sin previo aviso le introduje mi dedo corazón todo lo que pude dentro deella, sintiendo por primera vez sus mojadas paredes vaginales y deleitándomerecorriendo con mi dedo su lugar más privado. Era increíble lo fácilmente queentraba y salía mi dedo. Se deslizaba suavemente sin causarle ningún daño, sóloplacer, y por el modo en que respiraba, se movía y tiraba de mis pantalones,supuse que un placer muy intenso.
 
Yo seguíajugando con su almejita: le separaba los labios, le habría la vagina, tiraba desu clítoris, me dieron ganas de meterle algo más grande, pero como no teníanada a mano decidí meterle dos dedos más. Así lo hice y cuando mi hermanasintió tal distensión de su vagina, elevó sus caderas levantándome a mítambién, gritó mi nombre y se volvió a dejar caer, penetrándola yo en eseinstante todo lo que pude con mis dedos. Animada por lo bien que se lo estabahaciendo pasar a Lorena y por lo bien que me lo estaba pasando yo, aumenté elritmo de penetración de mi mano, volví a cambiar de teta y la mano que teníalibre la utilicé para agarrar su culo y masajearlo firmemente.
 
Ellarespondía a esto tirando con más violencia y luego relajando un poquito. La verdades que me lo estaba haciendo muy fuerte y me dolían los labios, pero era esetipo de dolor que te hace disfrutar, así que, entre chupada y chupada a sussenos, me daba tiempo a pedirle que siguiera, que me lo hiciera más fuerte, yeso era lo que hacía. Llegó un momento en que mis dedos la penetraban a todavelocidad, en que ella tiraba del pantalón todo lo fuerte que podía y que ambasestábamos al borde de un gran orgasmo. De repente, cuando yo ya no podía más,Lorena empezó a gritar como nunca antes la había oído, y por su vagina seprecipitó un torrente caliente que mis dedos sintieron con gran placer.
 
Acto seguidoempezó a mover las caderas como queriendo que la penetrara más y entonces añadíel dedo meñique a su interior. Ahora cuatro dedos surcaban su interior a todavelocidad y Lorena, jadeando y cubierta de sudor, se corrió como nunca antes lohabía hecho, gritándome que la siguiera follando y tirando tanto de mispantalones que creía que iba a explotar de placer. Así lo hice en el momento enque Lorena estaba terminando su bestial orgasmo. Saqué mis cuatro dedos, quegoteaban, y me los llevé a la boca, degustando por primera vez el sabor de mihermana. Con gran placer me tragué todo lo que cubría mis dedos, a la vezmiraba a mi hermana y le acariciaba los pezones. Con violencia me sacudió el orgasmo.Moví mis caderas todo lo que pude, me restregaba el coño en las bragas y sentíaalgo distinto al orgasmo de antes. Me vino un orgasmo, luego otro y, cuandoparecía que todo había acabado, Lorena tiró por última vez del pantalón y mecorrí otra vez más. Yo estaba exhausta y ella también. Nos mirábamos a los ojoscon una mezcla de pasión, amor y morbo. Cuando me quise dar cuenta me habíaacercado a dos centímetros de la boca de Lorena. Acto seguido le metí la lenguatodo lo que pude dentro de su boca, disfrutando del contacto suave y húmedo desu lengua. Yo estaba sorprendida por lo que estaba haciendo, pero más aun loestaba Lorena, que no tardó en responderme metiendo su lengua en mi boca.
 
Asípermanecimos bastante tiempo, no sabría decir cuánto. Nos besábamos, acariciábamoslos pechos de la otra y no pronunciábamos palabra, sólo disfrutábamos delcuerpo de otra mujer. Las dos estábamos extenuadas por la experiencia tanestimulante que acabábamos de tener y ninguna queríamos que aquello terminase,por eso seguíamos acariciándonos la una a la otra y probando la boca de laotra. En el mismo instante en que me había corrido también había tenido gransensación de paz y felicidad, pero a los pocos minutos de besarme con Lorena,esa sensación había desaparecido dando paso a más deseo y más ganas de sentir ami hermana dentro de mí. Me parece que ella sentía lo mismo porque cada minutoque pasaba nuestros cuerpos se acercaban más y más, volvíamos a tocarnos conmás energía, nuestros dedos dejaron de estar entrelazados y buscaron laalmejita de la otra, a la vez yo pensaba en lo que pasaría cuando me quitaralas encharcadas bragas, porque si había conseguido cuatro orgasmos y habíadescubierto que era multiorgásmica, no quería perderme lo que pasaría cuando mequedase tan desnuda como Lorena.
 
Ella en esteinstante me metía mano en la parte interna del culo y yo con una mano leacariciaba la zona genital, pero sin llegar a tocarle el coño y con la otra letocaba la cabellera. Todavía no nos habíamos dicho nada, pero cuando medisponía a decirle que quería comerle el coño, Lorena se levantó y dijo que ibaa por una cosita. Yo aproveché y me tumbé. Me disponía a quitarme lospantalones de una puñetera vez, cuando me quedé atontada viendo una hermosapolla de grandes proporciones que traía mi inocente hermana entre las manos.Era un consolador de unos veinticinco o treinta centímetros, de bastante diámetro;estaba tan bien hecho que casi parecía real. Yo estaba convencida de que eso nole entraba a nadie por ningún orificio corporal, pero también me sorprendípensando que me gustaría comprobar si a mí me entraba. Lorena se paró frente ala cama y empezó a acariciarse con la polla mientras no me apartaba la vista.Instintivamente me abrí de piernas mostrando una gran mancha oscura en el lugardonde se encontraba mi virgen conducto. Lorena se llevó la polla a la boca y lachupó como si fuera de verdad.
 
Eso me poníatodavía más caliente, pero creo que la que de verdad se había puesto totalmenteardiente era ella al verme en esa posición y al ver el tamaño de la mancha. Sesacó el consolador de la boca y me dijo mientras se acercaba y se ponía derodillas frente a mí:" Te lo voy a comer todo, te voy a dejar seca y luegomi pequeña amiga te va a follar hasta que te mate a orgasmos", y una vezdichas estas palabras, dejó la gran herramienta que ella llamaba "supequeña amiga", y empezó a bajarme lentamente los pantalones. Yo deseabaque empezara de una vez, y ella lo sabía, así que para incrementar mi deseo lo hacíatodo pausadamente y sin prisa. Antes de quitarme los vaqueros fue besándome y lamiéndomehasta que llegó a la tela que me oprimía, entonces metió los largos dedos pordebajo y acarició la parte interna de mis muslos, haciéndome suspirar de ansia,sacándolos mojados y chupándolos.
 
Me comentóque yo emanaba muchísimo flujo, cosa que a ella le ponía a cien, me dijo que leiba a costar mucho bebérselo todo para dejarme seca, pero que no me preocuparaque sorbería y chuparía largo rato. Así lo esperaba yo, porque con mi condiciónde multiorgásmica me lo pasaría a lo grande, de hecho, tanta palabra provocativay tanto chupeteo me estaban calentando una burrada. Yo ya empezaba aacariciarme las tetas y Lorena por fin empezó a bajarme los vaqueros, que a supaso por la piel iban dejando un reguero de mis líquidos. Cuando llegó a lospies, tiró del pantalón mirándome con un gesto lascivo y divertido. Se volvió amis piernas y las volvió a recorrer de abajo a arriba chupando todo el rastroque habían dejado los pantalones, yo abrí de nuevo las piernas para que lamieramejor entre los muslos y para que viera el coño rosadito y casi sin vello quele esperaba en la meta.
 
En esemomento, todo el bajo de mis bragas de algodón blancas estaba arrugado y metidoentre mis colorados labios vaginales, uno de los cuales estaba parcialmenteintroducido en el virginal conducto. Vi como a mi hermana se le encendían dosllamas de ardiente deseo en los ojos y decidí vengarme por cómo se habíademorado quitándome aquel inútil trozo de tela. Mientras ella estaba embobada amenos de cinco centímetros de su objetivo, yo cogí la parte superior de lasbragas, las agarré fuerte y empecé a tirar hacia mí, tal como ella había hechoantes. Mis suspiros y gemidos no se hicieron esperar, me movía exageradamente apropósito para calentarla más, y la verdad es que funcionaba, porque no tardóen morderme los muslos y empezar a masturbarse. Cogí con la otra mano la partede atrás de las bragas, las arrugué de modo similar y comencé a mover lasbragas como si fueran una cuerda que tuviese metida en el coño.
 
El roce meproducía una sensación increíble y no tarde en llegar al orgasmo. Lorena, alverlo todo de tan cerca y pillarle por sorpresa, se corrió enseguida.
 
"Yapuedes quitármelas y comerme lo que quieras", y casi antes de queterminara de decírselo, las bragas habían dejado de estar dentro de mi coñopara estar en las manos de Lorena. Me suponía que las tiraría como lospantalones, pero ella siempre lograba sorprenderme. Cogió las bragas, quellevaban mojándose desde hacía un par de horas, se las llevó encima de su cara,ya que ahora estaba incorporada las escurrió en su boca. Unas gotas de mi néctarentraron directamente en ella y cuando no cayó más, se las restregó por todo sucuerpo, en especial por su coño, gimiendo y diciendo que yo sabía muy bien. Despuésde esto se las puso. Dijo que ella también quería mojarlas y metérselas pordentro, que le ponía muy caliente sentir el contacto de una prenda intimamojada por mí, y una vez puestas, se las metió tal como yo había hecho antes.Cuando ya nos habíamos puesto lo suficientemente calientes, Lorena empezó acomerme el coño.
 
Se aproximópor el interior de mis muslos como antes lo había hecho, pero ahora iba másdeprisa, se veía que estaba más ansiosa por llegar a la fuente de la que iba a beber.Por fin llegó a mi rajita. Primero se detuvo a olerme un poco, a contemplar mishinchados y colorados labios vaginales, a observar con atención todo aquelloque iba a estar dentro de su boca en unos instantes. Empezó por acariciar elsuave y escaso vello púbico que coronaba mi monte de venus. Parecía que legustaba entretenerse en esos filamentos rubios como los que ella se habíaafeitado. Después de eso pasó al ataque. Primero hundió su hambrienta lenguaentre mis jóvenes labios, moviéndola muy lentamente de abajo a arriba, contanta calma y maestría que parecía que llevaba años haciéndolo. Sus movimientoseran tan lentos que parecía que estaba quieta, pero yo sentía su movimiento perfectamente.
 
Su lengua meamaba, lo podía sentir; no era como la de mi perro, que sólo buscaba comerse lanata y yo no era más que el plato, Lorena disfrutaba con mi sexo y con suslíquidos y lo demostraba muy bien. Sentí sus carnosos labios besando a mislabios vaginales, noté su jugosa lengua intentando introducirse en mí. Ellaapretaba su boca contra mi vagina, quería meterme toda la lengua, pero yo eravirgen y ella necesitaba algo más contundente para penetrarme, aunque a pesarde ello noté una parte de su inquieta lengua dentro de mi virgen caverna. Yo nome podía creer el placer tan intenso que una simple lengua me podía llegar aproducir, de hecho, estaba empezando a llegar al orgasmo y el ver a Lorenacubierta por mi néctar, con mis bragas empapadas puestas y con su boca en micoño intentando penetrarme con la lengua, era lo único que necesitaba paracorrerme, y así lo hice, exagerándolo un poco para que Lorena se animara acontinuar.
 
Al sentircomo me corría y su lengua se impregnaba de un nuevo rio que provenía de miinterior, Lorena me dijo que iba a bebérselo todo como había prometido antes.Pegó sus labios a los míos de modo que la vagina quedaba en el interior de su boca,y acto seguido sorbió todo lo que de ahí salía, y lo que no salía ella losacaba con su poder absorbente, porque su boca actuaba como una estupendaventosa. Cuando hubo calmado su sed, yo le pedí que me hiciera un dedo y ellame dijo que me metería dos. Después de pronunciar estas palabras y antes demeterme nada, volvió a lamerme todo de arriba a abajo, de un lado a otro, nodejando recoveco entre mis labios que ella no hubiera chupeteado y, comodespedida de su boca, en último lugar mordió suavemente uno de mis labiosinteriores y tiró y tiró hasta el límite de lo que se podía estirar, lo cual me
produjo unaagradable sensación de dolor.
 
Su boca noquería marcharse y se dedicó a tironear mi clítoris y a chuparlo violentamente,haciendo que me sacudiera de placer en la cama, que no pudiera mantener quietasmis caderas. Yo ansiaba terriblemente que metiera ya los dedos, queríasentirlos moverse dentro de mí. Miré a las bragas que llevaba puestas y me dicuenta de que se estaba masturbando. Sacó los dedos de su interior ydirectamente los introdujo en el mío. El dolor que sentí cuando sus dedoslargos penetraron completamente en mí, era algo que no me esperaba. Sabía queme dolería, pero no creía que tanto. Le dije que parará y ella, lejos dehacerlo, añadió un tercer dedo a los que ya estaban dentro. Pegué un pequeñosalto en la cama y Lorena siguió con los tres dedos dentro mirándome con airede superioridad, como una profesora a la alumna que no se sabe la lección. Medijo que me tranquilizara que vería lo bien que lo iba a pasar.
 
Lo intenté, pero,aunque el dolor persistía, una chispa de algo nuevo surgía en mí. Una vez queestaba calmada y relajada en la cama, mi hermana empezó a hacer suaves movimientoscon la mano y yo sentía como mi virgen vagina se amoldaba al nuevo elemento queme invadía. El ritmo de penetración fue aumentando y los tres dedos salían yentraban más rápidamente. En el momento en el que el ritmo era más veloz, sentíun gran dolor y noté como se mojaba la sábana con lo que era mi sangre. Measusté terriblemente. Lorena me calmó diciéndome que mi himen se había roto,que había perdido la virginidad. "Dios mío", pensé " he perdidola virginidad con mi hermana"; el morbo que eso me producía empezó a hacérmelopasar bien, empecé a disfrutar del dolor que la penetración me producía ytambién este dolor fue desapareciendo para dejar paso al placer vaginal quenunca antes había sentido.
 
Volví aacariciarme los pezones y Lorena continuó chupando el clítoris.
 
Me concentréen como mi vagina se abría paso ante los dedos, en lo suave que resultaba porla cantidad de líquido que tenía, sabía que iba a vivir un gran orgasmo de unmomento a otro y se lo dije a mi hermana, así que añadió el último dedo y volvía sentir dolor, lo cual aumento mi excitación y me llevó a una serie deorgasmos increíblemente profundos y fuertes. Después de que me hubiera corrido,Lorena siguió con los cuatro dedos dentro moviéndolos cada vez más fuerte, haciéndomesentir cosas increíbles, pero sin llegar al orgasmo.
 
Se lo estabapasando en grande, mientras me penetraba, ella se metía el consolador, y comoestaba llegando al clímax, no podía dejar de hacérmelo ni estarse quieta.Finalmente, cuando tenía el consolador metido hasta el fondo, apretó todavíamás la mano y me la metió casi entera, dejando la mitad de la palma y el dedogordo fuera, pero todo lo demás bien dentro. Yo me acababa de correr y hacíaunos momentos que me había dolido la vagina por tener dentro un dedo, y ahoratenía toda una mano. Me acaricié el clítoris y luego le empecé a dar golpecitosque me producían dolor, que unido al que me venía de la vagina y mezclado conun placer inigualable, formaban los ingredientes necesarios para conseguirnuevos orgasmos, que no tardaron mucho en llegar. Percibí que mi hermanatambién lo había conseguido y antes de que pudiera reaccionar, se había abalanzadosobre mí y me devoraba la boca con su ansiosa lengua. Me mordía los labios y lalengua y yo le correspondía de la misma forma.
 
Nunca antesme había planteado el sexo con otra mujer, pero puedo asegurar que esfantástico, es increíble porque mientras más intensas son las relaciones quemantienes, más ganas tienes de continuar, y mientras la lengua y las manos teaguanten, puedes tener todo el sexo que quieras, además, un consolador nuncapierde la erección. En ese momento era en el que estábamos mi hermana y yo: acabábamosde corrernos y ya nos estábamos buscando para continuar con nuestra orgía desexo lésbico.
 
En uno delos momentos en que su boca me dejó respirar, pude decirle estaspalabras:" Lorena, quiero comerte el coño, quiero que este día no terminenunca, quiero que me metas el consolador hasta que me reviente, quiero…",y la excitación de sentir sus tetas contra las mías, pezón contra pezón, y susojos frente a los míos, devorándome, no me dejaron acabar la frase. Abracé aLorena fuertemente para sentir mejor sus durísimos pezones y su sudor contra míy nos fundimos en el beso más profundo que nunca había tenido. Nuestras melenasestaban envolviéndonos, nuestros brazos y manos se entrelazaban continuamente yluego se deshacía ese lazo para buscar el resto del cuerpo de la otra, yo abrílas piernas para sentir a mi hermana entre ellas, disfrutando con la posición ycon el ocasional roce de las bragas cubiertas de su líquido y de mi fluidocontra mi bajo vientre.
 
Mi hermaname susurró al oído que quería sentir mis labios, que quería besarme. Yo le dijeque eso era precisamente lo que estábamos haciendo, y ella me dijo que no eranlos labios de la boca los que se tenían que besar. Una vez dicho esto, comenzóa recorrer con la lengua mi cuerpo en un infinito lametón que yo no quería queacabara. Cuando llegó a mi coño, dejó de lamer y se recostó en la cama. Seabrió de piernas enseñándome esas bragas que yo antes tenía metidas en el coñoy que ahora tenía metidas ella. Se acarició un poco por encima de ellas y luegose las quitó rápidamente, tirándomelas a la cara y mojándome de un zumito queyo no tardé en chupetear. Luego se puso de costado, abriendo lentamente suslargas piernas y mostrándome sus hinchados labios vaginales. Se quedó así unmomento antes de que me diera cuenta de cuál era su idea, pero rápidamente loentendí.
 
Me acerqué aella y fui acoplándome entre sus piernas hasta que nuestros sexos estuvieron juntos.Era fascinante. Con la zona más sensitiva de mi cuerpo estaba sintiendo sufluido y su calor en mí. Apretaba mi clítoris contra sus labios, sintiendo algototalmente nuevo, y ella hacía lo mismo, así que las dos notábamos el coño dela otra. Después de un rato en esa posición, totalmente quietas palpándonos, empezóel movimiento de nuestras caderas. Primero nos movimos lentamente, pero luegonuestro roce aumentó de ritmo. Me estaba pringando de su líquido y ella del mío,mis labios vaginales se abrían haciendo que mi vagina se encontrase con la suyay de ese modo nos mojábamos directamente. Cuando el ritmo era más frenético,entrelazamos nuestros dedos y empezamos a tirar de la otra, de forma que nuestrossexos se unieron más estrechamente. Nos movíamos como una sola persona, parecíaque nos estábamos fundiendo, y por el calor que Lorena desprendía de su coño,así me lo parecía. No tardamos ni tres minutos en llegar a un orgasmosimultaneo,
 
Por lo frenéticodel movimiento y por la cantidad de orgasmos que llevábamos ya, estábamosrealmente agotadas, pero yo quería más y tenía una estupenda idea. Trasdescansar unos minutos en la misma posición, con la respiración todavíaacelerada, me estiré un poco para coger el consolador que antes había usado mihermana. Lo chupé un poco: todavía sabía a ella. Mi hermana estaba exhaustamirando al techo, acariciándose el pelo y relajándose. Yo, sin que ella meviese, me separé un poco y, sin previo aviso, le metí más de la mitad delconsolador de una vez. Lorena se sobresaltó mucho y gritó, pero yo no se losaqué y lo apreté un poquito más, penetrándola y haciendo que gritara que se losacara. Yo solo la miré y le dije que quería follar. Solté el consolador demodo que sobresalía de su vagina unos diez centímetros, le sujeté a mi hermanala pierna que había bajado y me volví a meter entre sus perfectas caderas, meseparé los labios, de modo que la parte de atrás del consolador (la más ancha)caía justo en la puerta de mi pequeña y cerrada vagina. Al ver lo que queríahacer, Lorena se animó y me ayudó sujetando el consolador mientras que yo, conlas dos manos, abría el conducto.
 
No me costómucho por los cuatro dedos que habían estado antes en mi interior, así quecuando estuvo abierto, Lorena se acercó y me penetró con esa falsa polla hastaque los diez centímetros que a ella le quedaban fuera, estuvieron dentro de mí.Nos quedamos unos minutos totalmente paradas identificando todas lassensaciones que nos llegaban. Al fin, yo inicié el movimiento. Llevaba lacadera de adelante a atrás, sacándomelo casi hasta la punta y luego volviéndoloa meter, sintiendo un profundo dolor porque ese miembro llegaba mucho más adentroque lo que me había penetrado antes Lorena con los dedos. Ella estaba quietadeleitándose con la visión de mi cara angustiada por la primera penetraciónseria que tenía, y también disfrutaba de esa polla que entraba y salía de mimojado coño. Ella disfrutaba con mi movimiento cada vez que yo me la metía porquecuando yo apretaba, a Lorena le entraba un poquito más la polla. Al finreaccionó y empezó a apretarse contra mí para penetrarme y para penetrarse. Laverdad es que el consolador era muy ancho por la parte que yo tenía dentro y mecostaba moverme y metérmelo, pero Lorena empujaba muy fuerte y cada vez estábamosmás penetradas y más juntas. Llegó un momento en el que el consolador estaba totalmentedentro y no se veía nada de él desde fuera.
 
Nuestrasvaginas estaban muy abiertas, chorreantes (un charco de líquidos vaginales deambas nos cubría y mojaba la cama), y excitadas. Volvíamos a estar en contacto,pero ahora nos unía algo que nos daba placer a las dos. La sensación en esepunto era increíble. Una polla nos penetraba muy profundamente y nuestrosclítoris volvían a rozar el suave sexo de la otra. Entonces nos pusimos excitadasde verdad. Yo agarré sus caderas de forma que la atraía hacia mí y a la vez yopodía empujar mucho mejor. Lorena se abrió más y movió sus tetas incitándome aque empezara. Así lo hice. Me retiré un poco y el consolador salió de mí, despuésarremetí todo lo fuerte que pude contra mi hermana. Ella me correspondió conotro movimiento igual de potente hacia mí y así continuamos un buen rato.Nuestros coños chocaban entre sí y nuestras vaginas estaban ardiendo de pasión.El consolador casi salía por completo de nosotras para luego volver a entrarhasta el fondo y repetir la operación una y otra vez.
 
Tuvimos muchísimosorgasmos, pero no a la vez, lo cual fue mejor, porque cuando Lorena tenía uno,yo seguía moviéndome, aunque ella parara, y cuando yo tenía otro, ella seguía metiéndomelo.Así ocurrió que llegamos a un estado de excitación continua y estábamosverdaderamente fuera de control. Me empecé a cansar de la posición y quisemeter mi cara entre sus piernas, pero también quería seguir siendo follada. Sinavisarla, agarré el consolador y se lo saqué. Lorena se quedó a punto de unorgasmo y yo le dije que mi lengua quería terminar ese trabajo.
 
Mi hermanapareció disfrutar con la idea y no tardé más en lanzarme a la fuente de susfluidos. Me di la vuelta y me puse a cuatro patas encima de ella, como para hacerun sesenta y nueve, pero solo era yo la que chupaba. Lorena sacó la polla que aúnseguía insertada en mí, le dio la vuelta para metérmela por la punta y continuócon la bestial penetración. Yo tuve una serie de orgasmos enseguida, pero másque por la penetración, fue por sentir sus labios vaginales, su clítoris, todosu sexo colorado y jugoso acariciado por mi lengua. Me coloqué en su abierta vaginay bebí todos los fluidos que pude, paseé mi lengua por todo su coño y aun porsu culo, le mordí los labios interiores, jugué con mis dedos en su vagina, en fin,me lo pasé a lo grande, pero más aun disfrutó Lorena. De repente el consoladorque estaba en mi coño desapareció de mi interior porque Lorena quería que se lovolviera a meter.
 
Por lomojado que tenía el coño, fue de lo más sencillo metérselo. Ella se lo sacó yse colocó la punta del consolador en la abertura de su culo. "Quiero algomás fuerte, así que esmérate y ábreme el culo, que por ahí todavía soyvirgen." Yo ni siquiera me había planteado la posibilidad de unapenetración anal, pero la idea me atraía. Recordaba las películas porno quehabía visto y en ellas casi siempre daban por el culo a la chica protagonista,que parecía quejarse del dolor y a la vez pedía más penetración. Pensé quepodía ser divertido y, aprovechando lo mojado que estaba el consolador, abrí unpoco su abertura anal, que estaba muy apretada, y coloqué la punta en ella.Apreté hasta que un par de centímetros estuvieron dentro de su culo. La verdades que de momento Lorena no gritaba ni hacía nada salvo iniciar una exploraciónpor los recodos de mi vagina.
 
Empecé adisfrutar con su par de dedos, sin embargo, quería oírla gritar, y ella estabacallada. La penetración que acababa de iniciar en su culo era bastante dura, yotenía que apretar bastante porque tenía el culo muy cerrado, así que apreté másfuerte para oírla gritar, y dio resultado. De un fuerte empujón, los doscentímetros de consolador se convirtieron en cinco, luego en cinco más y despuésen otro par más. Ahora Lorena gritaba como una vaca en el matadero, pero yosabía que tarde o temprano empezaría a disfrutar. Dejé el consolador en suinterior sin moverlo y a la vez le lamía el coño sin parar. Parecía que se iba acostumbrandoal tamaño y la forma del nuevo objeto del mismo modo que yo me acostumbraba alos cuatro dedos que ya tenía dentro de mí, así que suavemente tiré de él hastasacárselo y luego se lo metí enterito hasta el mismísimo fondo de su abiertavagina.
 
Cuando losaqué volvía a estar completamente mojado y esta vez entró en su culo un pocomejor. En esta ocasión lo hice de otro modo. Hacía un movimiento de adentro aafuera, cada vez metiéndoselo un poquito más y más, de forma que ahora fue másprogresivo. Lorena ya empezaba a disfrutar con ello y yo ya disfrutaba muchocon la mano que surcaba mi interior. Me estaba dando cuenta de que Lorena meiba a meter toda la mano hasta la muñeca, y yo quería que lo hiciese, queríasentir mi coño al máximo de su distensión y quería correrme muchas veces. Conla excitación que yo tenía en ese momento, decidí penetrar a lo bestia aLorena. Dejé el suave movimiento que estaba haciendo y se lo volví a sacar.Lorena creía que iba a repetir la operación de antes, pero lo que hice fuemetérselo más profundamente que antes. Luego se lo volví a sacar hasta fuera yse lo volví a meter a lo bestia. No bajé el ritmo ni la fuerza de lapenetración y Lorena chillaba, jadeaba y tan pronto me decía que siguiera comoque se lo sacara. Yo no le tocaba el coño para que disfrutara puramente de lapenetración. De repente llegó a un orgasmo, el más intenso de todos los que habíatenido y lo había conseguido solo con la excitación que le había causado elconsolador que tenía muy dentro de
su culito.
 
En esemomento ella tenía el culo tremendamente abierto, yo no creía que fuera posibleestirarlo tanto ni que causara placer, y menos aún que se podría llegar alorgasmo por ese sitio. Lorena seguía con el consolador metido dentro, y yoestaba a punto de llegar al orgasmo. Se lo saqué y le dije que quería experimentaruna penetración anal como la que le acababa de hacer yo. Lorena chorreaba muchopor el coño, y yo empecé a jugar otra vez con el consolador en él, parahumedecerlo. Sólo pensaba mojarlo un poco, pero como iba a llegar al orgasmo,me animé y empecé a darle muy fuerte con el consolador. La penetré hasta elfondo directamente y sin avisar, y luego repetí la misma operación que cuandola había dado por culo. Mi hermana estaba gritando que yo era una bestia, peroque se lo hiciera más fuerte todavía, y en ese momento metió su dedo pulgartambién en mi abierta vagina.
 
Llegué alorgasmo y cuando Lorena también se corrió, casi a la vez que yo, saqué elgoteante consolador y me lo metí un poquito en la cerrada puerta de mi culo,incitando a Lorena a que siguiera ella. Yo volví a devorar el clítoris de mihermana mientras que esperaba sentir como la casi entera mano que estaba en midolorido coño salía de allí para empujar el consolador hasta mi interior. Loque sentí fue como la mano me quería penetrar más y como unos cinco centímetrosde consolador se introducían en mi culo produciéndome mucho dolor. Yo dejé dechuparle el sabroso coño para pedirle que parara, que al menos sacase la mano oque me hiciera primero una cosa y luego otra. Lejos de hacerme caso sentí comootros cinco centímetros me atacaban y como su mano estaba en mí hasta lamuñeca. Sentía un dolor increíble, pero me estaba dando mucho morbo el hecho deque mi hermana tuviera su mano entera en mí y que a la vez me diese por elculo. Yo ya no podía hablar ni chupar ni hacerle nada en el coño, solo podíagemir y gritar. Ahora estaba empezando a meter y sacar la mano y a la vez meseguía dando muy fuerte y profundo por detrás. Yo creía que iba a reventarporque cada vez aumentaba más el ritmo y el dolor cada vez era mayor. Perocuando el consolador estaba metido hasta el fondo sentí un primer orgasmo.
 
Fue increíblementefuerte e inesperado. Luego llegó otro que provenía del coño y después otro másvino del culo. Ahora era yo la que empujaba y la que quería más penetración.Una lluvia de orgasmos se cebó sobre mí y volví a comerle todo a Lorena, queestaba cachondísima por lo que me estaba haciendo no tardó en sentir algoparecido a lo que yo sentía...
 
Allí estábamoslas dos, en un charco de sudor y flujo vaginal, dos hermanas que llevaban horasfollando la una con la otra, totalmente agotadas y satisfechas, abrazadas ydisfrutando con un larguísimo beso en el que nuestras lenguas, que sabían asexo femenino, se fundían en un largo y húmedo lazo que sellaba una relaciónmuy especial que acababa de empezar pero que tendría muchos y muy excitantesencuentros.
 
Estahistoria que acabo de escribir es lo que me acaba de suceder hace unas horas.Me he despertado en el húmedo lecho de mi hermana de madrugada. Estaba abrazadaa Lorena, que dormía apaciblemente y todavía tenía el consolador en una mano.
 
Me separé deella y fui a mi habitación a escribir todo tal como la había sentido para noolvidar nada. No pude resistirlo y al recordar y al escribirlo todo de nuevotuve que masturbarme varias veces, sobre todo porque todavía estoy impregnadadel olor a fluidos de mi hermana.
 
Ya iba adejar de escribir, pero acabo de sentir algo húmedo y ágil que me está lamiendoel coño. Mi hermana acaba de llegar y me lo está volviendo a chupar. Como estoyboca abajo en mi cama no la veo, pero siento su rica lengua. Un momento. Algoduro me invade por detrás. Otra vez me está dando con el consolador. Me encantaque me lo haga por ahí.
 
 Lo siento, pero ya terminaré de escribir otro día...

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