Holiiii soy una sissy en crecimiento hoy les voy a contar cómo toqué "fondo" deje de considerarme hombre y por qué ya no quiero volver.

Nunca tuve una relación real ni con alfas ni mujeres. Empeze sola, en mi cuarto con la masturbación. Al principio eran videos “inocentes”, imágenes todo muy "heterosexual" en la noche; me masturbaba con vergüenza, pensando que era solo un gusto pasajero. Con el tiempo la curiosidad se volvió obsesión. Me pasaba horas mirando, guardando links y pajeandome hasta 3 o5 veces al dia.

Seguí un trayecto: primero pajero, luego gooner —pasaba horas repitiendo el mismo clip hasta quedar vacío—, después femdom, practicando obedecer órdenes que leía en relatos, y NTR, aprendiendo a excitarme con la pérdida y la humillación ajena. El yaoi me dio paisajes emocionales donde el poder cambiaba de manos, y todo eso me llevó al sissy: una suma de rituales solitarios que me enseñaron a humillarme y desearlo.
Intenté salir de todo: borré cuentas, prometí no volver, traté de ser fuerte. Pero siempre volví arrastrada. Volvía más necesitada, más urgida, más lujuriosa: primero con dedos, después con juguetes, hasta que mis prácticas se volvieron rutinas sacadas de mis peores fantasías. Me veía al espejo y practicaba gemidos, ensayaba disculpas y me forzaba a decir “sí, señor” hasta que sonaba real.

llegue al punto ponerme la ropa de mi mama aunque me regañaban; esos regaños no hicieron otra cosa que empujarme a esconderme más y a alimentar mis deseos en secreto. a comprarme ropita propia(aunque en un arrebato de redimirme la bote) , Aprendí a mentir, a fingir normalidad, mientras por dentro era una esponja que absorbía imágenes, palabras y escenas que me moldearon.

La primera vez que supe que estaba en el punto más bajo no fue por un hombre; fue por lo que me hice a mí misma después de un video. El sabor salado en mi boca cuando repetía lo que veía, el olor pegajoso en la almohada, ese hormigueo que no se fue. Me transformé en un agujero que pide, me había corrido encima en condones y jugado con ellos en una muñeca que se excita con las palabras crueles que yo misma practiqué.
Me encanta que me humillen aunque sea en mi mente. Me excita el recuerdo del lubricante que compro, el olor de la tela usada, la sensación de la garganta entrenada para tragar. Me imagino manos que nunca estuvieron allí y me derrito. Quiero que me nombren, que me desprecien con cariño, que me pongan en fila y me usen como una cosa.

No busco redención. No quiero dejarlo. Quiero caer más profundo, que me nombren maricona, que me obliguen a limpiar su semen con la lengua y después me llamen “basura” con voz baja. Llegué al punto más bajo porque aprendí sola a caer —y ahora lo abrazo: soy una sissy que aprendió en soledad a arrodillarse y a desear ser rota en público.

Nunca tuve una relación real ni con alfas ni mujeres. Empeze sola, en mi cuarto con la masturbación. Al principio eran videos “inocentes”, imágenes todo muy "heterosexual" en la noche; me masturbaba con vergüenza, pensando que era solo un gusto pasajero. Con el tiempo la curiosidad se volvió obsesión. Me pasaba horas mirando, guardando links y pajeandome hasta 3 o5 veces al dia.

Seguí un trayecto: primero pajero, luego gooner —pasaba horas repitiendo el mismo clip hasta quedar vacío—, después femdom, practicando obedecer órdenes que leía en relatos, y NTR, aprendiendo a excitarme con la pérdida y la humillación ajena. El yaoi me dio paisajes emocionales donde el poder cambiaba de manos, y todo eso me llevó al sissy: una suma de rituales solitarios que me enseñaron a humillarme y desearlo.
Intenté salir de todo: borré cuentas, prometí no volver, traté de ser fuerte. Pero siempre volví arrastrada. Volvía más necesitada, más urgida, más lujuriosa: primero con dedos, después con juguetes, hasta que mis prácticas se volvieron rutinas sacadas de mis peores fantasías. Me veía al espejo y practicaba gemidos, ensayaba disculpas y me forzaba a decir “sí, señor” hasta que sonaba real.

llegue al punto ponerme la ropa de mi mama aunque me regañaban; esos regaños no hicieron otra cosa que empujarme a esconderme más y a alimentar mis deseos en secreto. a comprarme ropita propia(aunque en un arrebato de redimirme la bote) , Aprendí a mentir, a fingir normalidad, mientras por dentro era una esponja que absorbía imágenes, palabras y escenas que me moldearon.

La primera vez que supe que estaba en el punto más bajo no fue por un hombre; fue por lo que me hice a mí misma después de un video. El sabor salado en mi boca cuando repetía lo que veía, el olor pegajoso en la almohada, ese hormigueo que no se fue. Me transformé en un agujero que pide, me había corrido encima en condones y jugado con ellos en una muñeca que se excita con las palabras crueles que yo misma practiqué.
Me encanta que me humillen aunque sea en mi mente. Me excita el recuerdo del lubricante que compro, el olor de la tela usada, la sensación de la garganta entrenada para tragar. Me imagino manos que nunca estuvieron allí y me derrito. Quiero que me nombren, que me desprecien con cariño, que me pongan en fila y me usen como una cosa.

No busco redención. No quiero dejarlo. Quiero caer más profundo, que me nombren maricona, que me obliguen a limpiar su semen con la lengua y después me llamen “basura” con voz baja. Llegué al punto más bajo porque aprendí sola a caer —y ahora lo abrazo: soy una sissy que aprendió en soledad a arrodillarse y a desear ser rota en público.

9 comentarios - Cómo llegué a ser una sissy al punto más bajo de mi vida