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Fui la novia secreta de mis compañeros de cuarto (Parte I)

CAPITULO UNO: LA LLEGADA DEL CUARTO
Mi nombre es Leo N. Aunque en redes sociales se me conoce deotra forma y por otro rostro, pero de ello hablaremos después.
Afuera hacía algo de frío, acababa de llover, y mepreguntaba si no habría más lluvia al llegar. Me dirigía a mi nueva casa,mudándome, como ya era costumbre, a otra ciudad para comenzar de nuevo. Yahabía perdido hasta la cuenta de cuantas veces llevaba haciéndolo, aunque esono me preocupaba en lo absoluto, ya sabía lo que tenía que hacer.


Fui la novia secreta de mis compañeros de cuarto (Parte I)


Por suerte, lo del trabajo estaba arreglado. Gracias a misbuenas relaciones en mi trabajo anterior, pude conseguir un contacto en estanueva ciudad, quien me ayudó a enrolarme rápido. Era algo sencillo, un puestoen una oficina con horarios de siete de la mañana a cinco de la tarde, y solo mediodía los sábados. Pero lo de la casa era el verdadero meollo del asunto.
Y es que, si bien tenía ya un lugar apartado, laconvivencia era lo más complicado. Primero, antes de estar de camino a casa,estuve viviendo donde una amiga y su novio. Y sí bien hubo buena hospitalidadde su parte, su novio no era tan abierto a que hubiese otra persona de su mismosexo en la casa. Razón por la cual tuve que moverme rápido para encontrar unlugar, y ahí vinieron los inconvenientes.
En esta ciudad los alquileres son caros, y si bien escierto que mis trabajos me han dejado buenas ganancias, tampoco creo que dejarbuena parte de mi dinero en algo que no será mío, sea lo adecuado, sobre todosi hay arrendatarios que son un grano en el culo, cuyas únicas preocupacionesson cobrar la renta y que no arruinen los apartamentos o casas, sin estar altanto de que aquel lugar tenga, al menos, todas las necesidades cubiertas yesté en perfectas condiciones para exigir precios tan elevados.
Entonces tuve que verme en la necesidad de buscar algocómodo y que fuese digno para vivir en lo que podía comprarme una casa. Siendoesa la razón por la cual terminé donde terminé, bajo las circunstancias másextrañas que uno podría imaginar.
Llegué a casa al cabo de una hora de viaje. Llevaba en elauto todo lo que me era necesario, lo que consistía en unas cajas con ropa, unamaleta con mis especialidades, otro par de cosas en otras cajas, mi computadoray uno que otro documento personal. No hacía falta llevar una cama, la casa yatenía una, venía con el alquiler, junto con la refrigeradora, sofás, lavadora,estufa y otras cosas más. En fin, que estaba en la disposición de solohospedarme y ya.


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Era una casa grande, de dos pisos. Con la sala, cocina,lavandería y bodega abajo, y con cuatro cuartos arriba. Había un patiodelantero y otro trasero. Este sería mi nuevo hogar. Suspiré, tenía emocionesencontradas.
Bajé unas cuantas cosas, volvería por el resto después, yfui hasta la puerta para abrir con la llave que se me dio, y en cuanto entré,los vi ahí, a los tres, sentados en el sofá jugando al FIFA.
De izquierda a derecha, Julio, Mateo y Lucas. El blanco ycastaño, el trigueño y rizado y el moreno y calvo. Ellos, junto a su videojuegoy sus cosas, fueron la razón por la cual me mudé a esta casa de dos pisos casien las afueras de la ciudad por un buen alquiler, y es que, en pocas palabras,ellos serían mis compañeros de cuarto.
—Buenas tardes —dije tranquilo.
—Hey, Leo, ¿Qué tal? ¿Vas a jugar? —preguntó Julio mientrasjugaba con el mando.
—No creo, tengo varias cosas que hacer —dije cerrando laspuertas.
—¿Querés que te ayude? —consultó Lucas, quien no estabajugando, a lo mejor estaba esperando a que alguno de los dos terminara.
—Eh… no lo sé, ¿No interrumpo? —pregunté.
—Nah, no creo, estos vienen empezando y estoy aburrido.
Suspiré y sonreí, pensé en lo que tenía en el auto y supeque me vendría bien algo de ayuda.
—Está bien, solo dejá que suba esto y vuelvo por lo demás—contesté.
—Dale, me avisás.
Tras eso, subí al segundo piso y eché un breve vistazo atodo el lugar. Era cómodo y agradable. Ya lo había visto por fotos y en unaocasión que el arrendador nos llevó a verlo. Las paredes estaban pintadas de uncolor crema y detalles en blanco. Había un balcón en el segundo piso con vistahacia al patio trasero. Caminé por el pasillo y llegué a la segunda puerta dellado derecho, la cual tenía mi nombre: Leo. Meses después ese detallecambiaría, pero no vayamos tan rápido.
Traté de abrir, pero la puerta estaba cerrada. Recordé lode las llaves y abrí con esta. En cuanto la puerta se hizo a un lado, vi lo quesería mi lugar de descanso durante un largo rato.
Tenía dos ventanas, una con vista al patio y otra con vistaa la casa de los vecinos. Dejé mis cosas sobre la cama, la cual estaba justodebajo de ambas ventanas. Miré que del lado izquierdo estaba el armario y unescritorio, y del lado derecho había un espejo y unos estantes. En el techohabía un ventilador, pero también había aire acondicionado. Sonreí. Justamenteaquí pasaría una parte de mi vida, una muy interesante.
Acto seguido y luego de algunos segundos de divagación,volví abajo.
Los chicos seguían jugando FIFA y Lucas continuabaesperando. Me fijé en el marcador y faltaba poco más de medio partido para queterminara el encuentro. Le pedí a Lucas que me ayudara y el chico aceptó.
Afuera continuaba nublado, dentro de poco volvería allover.
—¿Y qué te parece? —preguntó Lucas abriendo la cajuela paraver lo que había ahí.
—¿Qué cosa?
—Tu cuarto.
—Ah, pues me parece bien. Creo que está bien.
—Mateo dice que están buenos, dice que el otro fin desemana podemos organizar una fiesta e invitar a unas amigas…
Me quedé un momento pensando en eso. ¿Realmente quería quealgo así pasara? Y cuando fui a ver cómo estaba haciendo Lucas con las cajas,mientras me acomodaba el cabello a una cola, lo vi levantar una caja pesadapara subirla a su hombro como si nada, mostrando la musculatura y vascularidadde sus brazos.
Sus hombros se vieron anchos y su espalda igual y tomó unaposición que, aunque no lo creyera, me pareció muy atractiva. Sin embargo,cuando sentí que me estaba fijando mucho en esos detalles, aparté la mirada ymiré a otro lado.
—¿Está pesado? —pregunté con nervios.
—Sí, pero no tanto —contestó Lucas yendo hacia la casa. Ymientras se alejaba, miré su espalda y sus piernas y vaya que me pareció bello.Pero me golpeé la frente para apartar esas ideas de la cabeza. Ya no podíaseguir con lo mismo. Era hora de cambiar.
Fue así que, sin perder el tiempo, comencé a subir lascosas hasta mi habitación, mientras Lucas me ayudaba. Y al cabo de media hora,terminamos. Ambos estábamos en mi cuarto, mirando las cosas.
—¿Te ayudo a desempacar?
Y al recordar el contenido de algunas cajas, sonreí connervios.
—No, no te preocupés, yo puedo solo —dije dándole la mano.
El me dio la suya.
—No hay de qué —dijo y pude sentir la fuerza y la dureza desu piel y sentí un cosquilleo en mi interior. Y volví a preguntarme sirealmente estaba seguro de todo esto.
Nos soltamos las manos.
—¿Vas a desempacar ahorita o vas a venir a jugar connosotros?
—Eh, no, voy a desempacar ahorita. Es domingo, tengo queaprovechar.
—Cierto. Bueno, si querés venir, ahí vamos a estar abajo,tal vez pedimos pizzas.
—De acuerdo.
—Bien.
Y sin más que decir, salió de mi habitación dejándome solo.Cerré la puerta con llave y me dispuse a ordenar todo.
Luego de tres arduas horas de trabajo y dejar todo en sulugar para su disposición inmediata, miré mi reloj y me percaté que faltabapoco para las ocho de la noche. Sentí un dolor en el estómago y pensé encomida. Recordé que Lucas dijo que verían si compraban una pizza o algo, yrezando que así fuera, salí de mi habitación y bajé, solo para encontrarme conque no estábamos solos, teníamos visitas, aunque no era a mí que me visitaban,sino a Julio y Mateo.
Eran dos chicas. Una de ellas era alta y de piernas largasy algo delgadas, la otra era bajita y de piernas gruesas. Se miraban bellas yllevaban licras y camisetas holgadas. Ambas tenían un hermoso culo, eranotable, sin embargo, no entiendo por qué, no me fijé del todo en eso, sino encómo las manos de ambos chicos estaban acariciando las nalgas de las chicas demanera casual y ordinaria.
Los cuatros estaban en el sofá para dos personas, con ambaschicas sentadas en los brazos del mismo.
Sus manos, fuertes y grandes, abarcaban una nalga de cadachica, y me preguntaba qué sentirían ellas. ¿Era obvio para ellas los interesesde los chicos? Y de ser así, ¿Sentían ellas ganas de ir más allá o solo lesbastaba con eso?
Al llegar abajo, Lucas notó mi presencia y me saludó.
—Hey, bajaste —dijo el chico con una sonrisa. Sus dientesblancos relucían en su rostro moreno.
—Sí, je, je, estaba algo cansado y tenía hambre —contestéyendo a la cocina, disimulando que me haría algo de comer. Llevaba puesto unpantalón deportivo bastante grande y una camiseta oversize, así ocultaba unpoco mi figura.
—Oh, si querés, ahí te dejamos algo de pizza en el micro—dijo Julio dejando de conversar un rato con las chicas.
Miré en el micro y ahí encontré tres pedazos de pizza.Busqué en el refrigerador enseguida y vi la coca cola.
—Gracias —solté desde la cocina.
Tomé la pizza y lo que quedaba de refresco en la botella yfui a sentarme, para no ser tan maleducado, en el sofá que quedaba paraacompañarlos un rato.
—Buenas, ahí disculpen —dije dirigiéndome a las chicas.Tenían un rostro agradable.
—Nah, no te preocupés —dijo Mateo—. Buen provecho.
—Buen provecho —secundaron todos.
—Gracias —dije algo apenado y me dispuse a cenar.
—Nos estaba diciendo Rebeca que quiere ir al Bar Dioniso—dijo Julio, mirando a Rebeca, la chica alta, a los ojos, esta sonrió.
—¿De verdad? —pregunté masticando la pizza.
—Sí, es que no he salido en toda la semana y, pues,aprovechando que todos estamos libres, quería salir un rato —dijo la chicaencogiéndose de hombros.
—Me parece bien —dijo Lucas asintiendo—. Con tal que nosconsigan a Leo y a mí unas amigas, no hay problema, ¿Verdad, Leo? Ja, ja, ja,ja —soltó el chico tirando la mano hacia mí. Me reí con él al chocar su mano,los demás también sonrieron.
—Veré qué podemos hacer, pero… ¿Se animan? —nos preguntóRebeca luego de reírse un momento.
Julio, la otra chica, Mateo y Lucas dijeron que sí, pero yodije que no.
—¿Por qué no? —me preguntó la otra chica.
—Mañana me toca levantarme temprano y no quiero desvelarme,además de que estoy cansado —dije sonriendo—. Pero si quedamos para el próximofin, yo voy —agregué con calma.
—Es cierto, leo se mudó hoy y acaba de terminar de arreglarsus cosas —dijo Lucas.
—Oh, es cierto —dijeron los otros chicos.
—Bueno, entonces será en otra ocasión —agregaron lasjóvenes, y de pronto, la chica bajita, me miró a los ojos y me guiñó un ojo. Yosonreí y le devolví el gesto. No sabía en lo que me estaba metiendo.
—Bueno, entonces… vamos nosotros. No te molesta, ¿Verdad,Leo? —preguntó Julio.
—No, para nada, vayan a divertirse —contesté encogiéndomede hombros.
—Está bien, dennos unos minutos y bajamos por ustedes,¿Bien? —les dijo Julio a las chicas, estas asintieron y vieron cómo los treschicos subían a cambiarse, dejándome solo con ellas.
Al principio, ninguna de la chica dijo nada, supongo queverme ahí, quieto y viendo mi celular, hacía que me viera como alguieninaccesible, pedo cuando llamas la atención, hacen lo que sea para voltees. Yeso sucedió.
—Y… ¿Entonces te mudaste hoy? —me preguntó la chica bajita.Miré a Rebeca y esta sonrió con tranquilidad.
—Sí, me mudé hoy.
—¿Y trabajás en una oficina? —preguntó de nuevo la chicabajita.
—Así es —contesté sin más para evitar que la conversacióncontinuara.
—Tenés un rostro lindo, y tu cabello también —dijo la chicabajita de pronto.
Aquello llamó bastante mi atención y me hizo mirarla. Ysupongo que me puso nervioso, porque ambas se sonrieron entre sí.
—Gracias.
—¿Desde hace cuanto no te lo cortás?
—Desde hace 10 meses —dije.
—Se te ve bien —contestó. Y esta vez si se calló, pero enese momento bajaron los chicos.
Las chicas se sorprendieron al verlos, incluido yo. Estabanmuy bien vestidos. Julio llevaba una camiseta de botones, Mateo una camisetatipo polo y Lucas solo era una camiseta distinta a la que tenía más temprano,pero que marcaba bien su figura. De pronto, sus apariencias me llamaron muchola atención y sus fragancias dispararon alfo en mi sistema que me hizo mirarlosde pies a cabeza.
Sin embargo, ellas fueron las únicas que pudieronreaccionar, quienes se sorprendieron al verlos y expresaron comentarios sobresus olores. Pronto, todos estaban despidiéndose de mí, a lo que reaccioné de lamisma manera, pidiendo que se cuidaran y que no hicieran nada malo. Y entoncesla chica bajita se me acercó para decirme que, si quería, me podía portar malcon ella. Solamente sonreí y dije que estaría bien. Nos guiñamos un ojo antesde que saliera y luego se fueron.
Me quedé solo. Y cuando supe que ya estaban losuficientemente lejos como para volver, supe que podía hacer lo mío, lo que estuveesperando todo el día y que solo estaba siendo relegado a mi habitación. Ymientras subía por las escaleras, no dejaba de pensar en los brazos de Lucas,el cabello de Julio y la sonrisa de Mateo.
Así es, subí a bañarme y a cambiarme de ropa. Ahora queestaba solo, podía dejar de lado mi ropa varonil y utilizar cualquiera de lascosas que había en las cajas. Era hora de dejar a un lado al chico que todosconocían y dejar salir a la niña que habitaba en mí. Era hora de ser unamujercita, la que quería ser.


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Me bañé de la mejor manera posible, quitando todo el sucioque hubiese en mi cuerpo. Me rasuré el cuerpo, desde las piernas hasta lasaxilas, incluido el ano, y cualquier indicio de vello facial. Me unté crema portodo el cuerpo y me dejé la piel lo más tersa posible. Quedé preciosa.
Salí del baño tapada en toalla y con una más secando micabello. Fui al armario y vi el cajón secreto donde tenía tangas, calzones de encajey uno que otro conjunto de lencería. Tomé uno en color negro, con liguero,medias de red y un sostén. Sonreí al verlo sobre mi cama y como quien ha estadoesperando toda la tarde para comerse una porción de pastel, me lancé a esaropita con mucha emoción.
Corrí las cortinas de las ventanas, por si había algúnmirón, y me vestí con tranquilidad. Y cuando terminé, me vi en el espejo yadmiré a la chica que había frente a mí.
Era un chico, el pene entre mis piernas me lo recordabatodo el tiempo, pero esas caderas y esas piernas qué resaltaban mis curvas, mehacían recordar todo el empeño que puse en formar mi figura. No tenía pechos,pero el sostén daba la impresión de tenerlos. Me giré y vi mis nalgas redondasy paraditas y me di una nalgada qué sonó muy fuerte, y pensé en cómo sería sila mano de uno de esos chicos me nalgueara.


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Cerré mis ojos y me reí con picardía. En serio que me encantabasentirme así. Eché llave a la puerta y encendí la computadora, revisé micelular en lo que esperaba a que la máquina estuviese lista. Vi notificacionesde FB, Insta y de X, incluso de WhatsApp y lo que tenían que decir de losgrupos del trabajo, pero a la que más le puse interés, fue a Poringa, la redsocial para quienes exploramos nuestros gustos y deseos sexuales. Un nicho paraamantes del sexo en todas sus presentaciones, desde las fotografías, hasta losrelatos y experiencias, el hogar de heterosexuales, bisexuales y demás, y elsitio donde me sentía más que deseada.
Muchas de las cosas que despertaron mi interés sexual hacialos chicos, vinieron de aquí, desde relatos, hasta fotografías y comicscompartidos por artistas del medio.
Sentí una pequeña cosquilla en mi pecho al recordarlo ysonreí con picardía. La computadora lanzó un pitido y me di cuenta de que ya estabalista. Encendí el aire acondicionado, sentía algo de calor debido a lalencería, y me senté frente a la máquina. Abrí el navegador y busqué el sitio.Y con una interfaz parecida a algunas redes sociales famosas, sencilla de usar,aunque algo engorrosa en momentos por los anuncios, vi mi perfil y lasnotificaciones. Tenía más de doscientos mensajes y como setenta campanitas.Revisé primero las campanitas y vi que eran puntos en mis posts, agregados afavoritos y uno que otro comentario.
Vi algunos de esos posts y me emocioné y me excité al vermeen lencería. Siempre que lo hacía me prendía, no entiendo por qué, quizás esporque me deseo tanto que, de poder hacerlo, tendría sexo conmigo misma. Ymientras revisaba y revisaba, tuve una erección e inmediatamente mi mano selanzó a mi pene y comencé a acariciarlo sin darme cuenta. De esa forma entré alos chats y vi los primeros diez, los cuales me decían cosas guarras y muysubidas de tono. No negaré que me dejaron más caliente, porque, como pude y conuna mano, alcancé a responder a muchos de ellos. Sin embargo, ya no pude seguirhaciéndolo porque me vi en la necesidad de utilizar ambas manos en mí.
Mi diestra acariciaba mi pene, bajando y subiendo por eltallo con suavidad, mientras me tocaba y apretaba mis pechos planos con laotra. Pasaba mi mano por mi cuello, por mi cabello, por mi pecho y abdomen,hasta llegar a mis piernas y desde ahí bajé hasta mis nalgas. No dejaba debajar y subir por mi pene, mientras mi dedo alcanzaba a rozar mi ano,haciéndolo palpitar. Gemí y suspiré al sentir las caricias en mi entrada, memordí los labios cuando presioné con mi índice en mi culito para meterlo, yahogué un pequeño gemido de placer cuando lo sentí tocando mi interior.
Pronto me vi buscando “captions sissy”, imágenes porno demariquitas vistiendo lencería, o mujeres culonas sentadas en vergas duras ygruesas, con textos de humillación o deseo sexual intenso para chicos conansias de ser niñas. Aquello me hizo imaginarme en situaciones realmentecalientes, como yo siendo visitada por un chico con una verga grande, o siendotocada en algún lugar público para luego ser llevada a un lugar privado paratener sexo, o disfrutando de la compañía de algún amigo con ganas de follarme.Me excitó a sobremanera que sentía que podía acabar en cualquier momento, ydándome cuenta de que aquello podía terminar de una mejor manera, me detuve yfui a uno de los cajones del armario y saqué un dildo y un lubricante.
Mi culo ya estaba abierto y dilatado, pero no quería que eldildo me lastimase. Unté un poco del lubricante sobre el glande del pene y lodejé en la mesa esperándome un momento. Busqué en Xvideos, una página de videospornográficos, algo sobre Ellie Nova, una actriz que me encanta bastante, ydejé correr lo primero que encontré. Era un video sobre ella yendo a visitar aun chico negro para una entrevista. Me senté en la silla con las piernasabiertas y mi culo al aire y tomé el dildo y con ambas manos, puse la cabeza enmi culo y lo deslicé lentamente en mi interior. Al principio me dolió un poco,pero luego de meterlo y sacarlo lentamente, se deslizó con facilidad y entrómás de la mitad. Mi dildo tenía la característica de ser delgado en la cabecitay grueso en la base. Me gustaba mucho eso, aunque era de preferir más un tamañohomogéneo y grueso.
Pronto estaba fallándome el culo con una mano mientras conla otra me masturbaba. El video seguía corriendo y solo me imaginaba estar enel lugar de ella, siendo follada por aquella verga larga, gruesa y venosa.Deseaba tenerla dentro de mí removiendo mis entrañas, haciéndome gemir y gritarsu nombre, suspirando de placer para que lo hiciese más fuerte y más rápido.Sin darme cuenta, estaba alcanzando el orgasmo, y la chica también. Y entonces,cuando menos acordé, estaba eyaculando sobre mi mano y mi abdomen, mientras miculo se contraía con fuerza, atrapando mi dildo y expulsándolo con fuerza.
Las piernas me temblaban y los ojos también, suspiraba deplacer y trataba de recuperar el aliento. El video acabó con ella siendo bañadaen el culo por el semen de aquel macho. Yo acabé con mi propio semen en miabdomen y con el culo dilatado. No estaba mal para ser la primera vez en esacasa, en ese cuarto, sola y rodeada de machos hermosos a la vez.
Me quedé así unos momentos, disfrutando de laspalpitaciones de mi culito, mirando cómo otro video se reproducía, esta vez deAJ Applegate, la mujer que se comía penes negros enormes como cereal con lecheen el desayuno. Y mientras la miraba siendo seducida por Mandingo, me apeé dela silla y me acomodé mejor, pensando en buscar algo de papel para limpiarme,limpiar el piso y todo lo demás. Por suerte tenía algunas toallitas húmedas.Ordené todo y tiré la basura en un basurero que tenía bajo el escritorio. Luegome senté frente a la computadora y seguí revisando los mensajes.
Contesté los que pude, vi uno que otro contenido, quizásalguna actualización de Oscar Papi, un usuario que subía muchos relatos GenderBender, o Paola_600, cuyas captions si que eran bastante salvajes y de buenacalidad, como las de Chucky123 o Rogormortis, cuyos trabajos estaban siendocada vez más buenos en ese ámbito. Pero no vi nada que me llamara la atención.En ese momento bostecé y sentí un cansancio dulce, el ligero cansancio que daluego de tener buen sexo o hacerse una buena paja.
Cerré todo en la computadora, apagué la misma y ordené lasilla bajó el escritorio, miré mi cama y me tiré en ella, lista para dormir,pero justo cuando ya estaba dispuesta a hacerlo, sentí un pequeño ardor en lagarganta y una sequía algo intensa. Tenía sed. Maldije la necesidad, no podíaquedarme sin satisfacerla. Fue así que, sin pensarlo, me levanté de la cama ysalí de la habitación rumbo a la cocina por algo de agua. Dejé la puertacerrada, por cualquier cosa.
La casa estaba vacía y afuera en la calle todo estaba ensilencio. Los chicos no habían regresado, lo que me dio más seguridad de salirvestida en lencería por la casa. Bajé las escaleras moviendo mis caderas cualputa por pasarela, y llegué a la cocina en segundos. Una vez ahí, fui alrefrigerador y tomé agua en un vaso, vi si había algo para masticar, pero no vinada. Y entonces ocurrió.
Un carro se detuvo en la entrada de la casa y presa de lasorpresa y el miedo, escuché como la puerta se abrió y vi entre la rendija aLucas entrando. Se reía de algo que dijeron los chicos y en mitad de laoscuridad, vestida con lencería, me escondí en la cocina mientras ellosentraban a la casa, charlando sobre la noche y lo que pasó en la discoteca. Mepregunté por qué volvieron tan temprano y, echando un vistazo al reloj de lacocina, me di cuenta de que eran las dos de la madrugada. Había estado casicuatro horas dándome cariño y amor propio. Y ahora, por una estupidez y por nomedir las consecuencias, estaba a punto de ser descubierta por mis compañerosde cuarto. Estaban por descubrir que era una mariquita deseosa de vergasgruesas.


Continuará...

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