Relato real que me contó una de las involucradas.
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Después de aquél primer incidente con mi hijo, nos quedamos unos días medio raros. No solo yo. Él también. Cambié la cerradura de mi cuarto. Lo trataba con un poco de frialdad. Pero mi cuerpo se acordaba muy bien. Su boca en mi boca, sus labios en mis pezones, los orgasmos y el sabor fuerte de su semen en mi lengua.
Poco a poco él volvió a sus intentos, recordando aquella noche, pidiendo que dejara la puerta abierta porque quería dormir conmigo.
-Ya le toca su lechita, ma.
Me molestaba su atrevimiento. Y peor porque me dejaba bien mojada, más molestia me daba.
Quería hablar con alguien. Pensé en decirle a mi hermana mayor, que de hecho estaba planeando venir de España para vivir conmigo, ella y sus dos hijas, dentro de un par de meses. No le conté. Le dije a mi cuñada nomás. No los detalles, pero sí que había vuelto a intentar. Ella me calmaba, pero un día me dijo sonriendo: “y porque no te dejas"?
-¿Estás loca? Cómo me voy a dejar.
Me contó de una conocida que se dejó, allá en el Chaco, y que se supo porque aparecieron fotos de ellos. Toda la ciudad lo supo y el padre cornudo lo mandó a la capital. Sigue con la mujer hasta ahora, pero le preñó a la hermana de ella para vengarse.
Era la peor historia para contarme en aquél momento.
Pero entonces hubo un junte de mi grupo de amigas de la U. Era la despedida de soltera de una de ellas. Estuvimos festejando en su casa, solo cuatro amigas y yo, y más un amigo que es gay. Mis amigas me hicieron beber un montón, hasta tequila. Cuándo estaba bien borracha ya me vino una calentura.
No pude manejar a casa. Mis amigas me llevaron. Él bajó a recogerme. Me ayudó a subir las escaleras, pues vivimos en el segundo piso. Yo estaba risueña. Sentía sus manos y me daba escalofríos.
-Gracias por cuidar a mami, mi amor.
No sé qué más le dije. Pero cuándo me echó en la cama, con vestido, tacones y todo, se vino sobre mí y yo le pregunté qué iba a hacer con mami.
-Pues a castigarla por llegar tarde y borracha.
Subió mi vestido hasta la cintura. Me bajó la bombacha. Traté de impedir, pero no pude
-No mi amor, no puedes castigar a mami. No me saques el calzón, mi amor, que haces.
Subió mis piernas y empezó a lamer mis muslos hasta que llegó a la cuevita prohibida que lo vió nacer. Bueno, solo lo vió, porque lo tuve por cesárea.
Cuándo sentí su boca allí estremecí. Mi cabeza giraba. Estaba borracha, pero consciente y muy caliente. Añadas que no me comían la concha y era justo mi hijo quebrando la racha. Confieso que al principio me preocupé. No tanto porque era mi hijo, sino porque había salido temprano y había estado varias horas con ellas, bailando, sudando, orinando, la concha peluda, qué olor debía tener. Creo que le dije, déjame ir al baño, mi amor.
Pero nada. A ellos no les importa nada. Empezó a comerme, lamerme toda, hasta morderme, con prisa y torpeza, pero todo lo que me hacía me gustaba y cuando me veo, yo estaba moviéndome en su boca y gimiendo, sin importar que la vecina de abajo nos escuche.
-Ay mí amor, cómo me comes. Ay, no pares. Ay carajo, porque me haces eso.
Me arqueaba de placer, cerraba las piernas y apretaba su cabeza, trataba de alejarme, quería venirme, estaba muy sensible, jadeando y gimiendo cuando de repente llegué y cuándo me ví me estaba orinando. Lo hice en él. No sé si era orín, después me dijo que no, pero la cosa es que fue un orgasmo potente y mojé todo.
Él no me dió tiempo para nada, cuándo ví ya estaba sobre mí, tanteando. Tenía experiencia, no mucho, pero tenía. ¿Con quién? Mientras mi cuerpo y mi mente aún viajaban, él la encajó.
Sentí su verga abriendo paso. Yo estaba muy mojada, pero aún así me costó acostumbrarme. No me la metían hace más de 7 años. La luz estaba encendida. Lo miré a los ojos. Era mi hijo. Mi hijo, carajo, me estaba follando. La puso hasta el fondo. La sentí como en mi panza. Lo miraba con terror. A la tercera clavada le dije “mi amor, tranquilo, me estás rompiendo, soy tu mami".
Entonces él se calmó y me besó un buen rato. Le limpié el rostro con la lengua. Yo estaba fuera de mi. Mis rodillas cerca de mis hombros, toda abierta y doblada, con el vestido negro y los tacones. Me tenía ensartada. Sentía sus huevos en mi cola.
Entonces empezó a follarme rítmicamente, sacando toda y volviendo a poner. Yo gemía sincronizado en su boca, mientras él me decía que era suya, que era su mujer y me mandaba decir que sí. Y yo que me escuchaba decir que sí, que lo era, pero no me de tan duro y sobretodo que no se venga adentro que me podía preñar y pa que le dije eso.
Empezó a decirme que sí me iba a preñar, que me iba hacerle una hermanita y yo le decía que no y que no y creo que me vine de nuevo, por el morbo y él también se vino. Sentí el calor de su leche, y mi coño más mojado y pegajoso. Rico. Pero él no se frenó y siguió dándome. Ahora ya no me dolía y disfruté más. Pero cuando se puso a chuparme las tetas. Me di cuenta de que ellas lo extrañaban.
De repente se sale de mi concha y siento un vacío, pero se sube sobre mí y pone la verga húmeda, toda pringada y cremosa entre mis labios. Yo no pensé dos veces y abrí la boca. La sentí en mi garganta. No me lo esperaba. Me vinieron arcadas. Me acomodé. Su verga seguía entrando, deslizando, invadiendo, empujando mi campanilla. Sentí nuestros sabores. Sentí como se hinchó y explotó. Casi me atraganté. Tragué lo más que pude y siguió viniéndose. Era un grifo. Ya no pude y me empezó a escurrir por la comisura de los labios.
Terminó de vaciarse completamente. Aún recuerdo que pensé que debía ir al baño, pero el cuerpo no me obedeció y me dormí.
Cuando desperté, me estaba cogiendo nuevamente, de ladito. La luz del sol entraba por la ventana. Mi primer mañanero después de años y fue con mi hijo. Me estrujaba las tetas y empujaba fuerte y rápido, como siempre. “Despacio bebé, no tan duro, me vas a romper". Enlacé mi pierna con la de él para controlarlo un poco, pero luego era yo la que iba al encuentro de su verga, moviendo mis caderas, hasta que se vino otra vez, sin importar mis súplicas de que no lo hiciera adentro.
Después, sentada en la taza, viendo aquél montón de esperma salir por mi concha, pensé que tendría que ir a la farmacia a comprarme una píldora sino me iba a quedar preñada de mi hijo, que locura. Y luego, ya vestida, aún alcancé a verlo desde la ventana yendo al cole. No sé por qué, no debía, pero sentí una puntita de orgullo.
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Después de aquél primer incidente con mi hijo, nos quedamos unos días medio raros. No solo yo. Él también. Cambié la cerradura de mi cuarto. Lo trataba con un poco de frialdad. Pero mi cuerpo se acordaba muy bien. Su boca en mi boca, sus labios en mis pezones, los orgasmos y el sabor fuerte de su semen en mi lengua.
Poco a poco él volvió a sus intentos, recordando aquella noche, pidiendo que dejara la puerta abierta porque quería dormir conmigo.
-Ya le toca su lechita, ma.
Me molestaba su atrevimiento. Y peor porque me dejaba bien mojada, más molestia me daba.
Quería hablar con alguien. Pensé en decirle a mi hermana mayor, que de hecho estaba planeando venir de España para vivir conmigo, ella y sus dos hijas, dentro de un par de meses. No le conté. Le dije a mi cuñada nomás. No los detalles, pero sí que había vuelto a intentar. Ella me calmaba, pero un día me dijo sonriendo: “y porque no te dejas"?
-¿Estás loca? Cómo me voy a dejar.
Me contó de una conocida que se dejó, allá en el Chaco, y que se supo porque aparecieron fotos de ellos. Toda la ciudad lo supo y el padre cornudo lo mandó a la capital. Sigue con la mujer hasta ahora, pero le preñó a la hermana de ella para vengarse.
Era la peor historia para contarme en aquél momento.
Pero entonces hubo un junte de mi grupo de amigas de la U. Era la despedida de soltera de una de ellas. Estuvimos festejando en su casa, solo cuatro amigas y yo, y más un amigo que es gay. Mis amigas me hicieron beber un montón, hasta tequila. Cuándo estaba bien borracha ya me vino una calentura.
No pude manejar a casa. Mis amigas me llevaron. Él bajó a recogerme. Me ayudó a subir las escaleras, pues vivimos en el segundo piso. Yo estaba risueña. Sentía sus manos y me daba escalofríos.
-Gracias por cuidar a mami, mi amor.
No sé qué más le dije. Pero cuándo me echó en la cama, con vestido, tacones y todo, se vino sobre mí y yo le pregunté qué iba a hacer con mami.
-Pues a castigarla por llegar tarde y borracha.
Subió mi vestido hasta la cintura. Me bajó la bombacha. Traté de impedir, pero no pude
-No mi amor, no puedes castigar a mami. No me saques el calzón, mi amor, que haces.
Subió mis piernas y empezó a lamer mis muslos hasta que llegó a la cuevita prohibida que lo vió nacer. Bueno, solo lo vió, porque lo tuve por cesárea.
Cuándo sentí su boca allí estremecí. Mi cabeza giraba. Estaba borracha, pero consciente y muy caliente. Añadas que no me comían la concha y era justo mi hijo quebrando la racha. Confieso que al principio me preocupé. No tanto porque era mi hijo, sino porque había salido temprano y había estado varias horas con ellas, bailando, sudando, orinando, la concha peluda, qué olor debía tener. Creo que le dije, déjame ir al baño, mi amor.
Pero nada. A ellos no les importa nada. Empezó a comerme, lamerme toda, hasta morderme, con prisa y torpeza, pero todo lo que me hacía me gustaba y cuando me veo, yo estaba moviéndome en su boca y gimiendo, sin importar que la vecina de abajo nos escuche.
-Ay mí amor, cómo me comes. Ay, no pares. Ay carajo, porque me haces eso.
Me arqueaba de placer, cerraba las piernas y apretaba su cabeza, trataba de alejarme, quería venirme, estaba muy sensible, jadeando y gimiendo cuando de repente llegué y cuándo me ví me estaba orinando. Lo hice en él. No sé si era orín, después me dijo que no, pero la cosa es que fue un orgasmo potente y mojé todo.
Él no me dió tiempo para nada, cuándo ví ya estaba sobre mí, tanteando. Tenía experiencia, no mucho, pero tenía. ¿Con quién? Mientras mi cuerpo y mi mente aún viajaban, él la encajó.
Sentí su verga abriendo paso. Yo estaba muy mojada, pero aún así me costó acostumbrarme. No me la metían hace más de 7 años. La luz estaba encendida. Lo miré a los ojos. Era mi hijo. Mi hijo, carajo, me estaba follando. La puso hasta el fondo. La sentí como en mi panza. Lo miraba con terror. A la tercera clavada le dije “mi amor, tranquilo, me estás rompiendo, soy tu mami".
Entonces él se calmó y me besó un buen rato. Le limpié el rostro con la lengua. Yo estaba fuera de mi. Mis rodillas cerca de mis hombros, toda abierta y doblada, con el vestido negro y los tacones. Me tenía ensartada. Sentía sus huevos en mi cola.
Entonces empezó a follarme rítmicamente, sacando toda y volviendo a poner. Yo gemía sincronizado en su boca, mientras él me decía que era suya, que era su mujer y me mandaba decir que sí. Y yo que me escuchaba decir que sí, que lo era, pero no me de tan duro y sobretodo que no se venga adentro que me podía preñar y pa que le dije eso.
Empezó a decirme que sí me iba a preñar, que me iba hacerle una hermanita y yo le decía que no y que no y creo que me vine de nuevo, por el morbo y él también se vino. Sentí el calor de su leche, y mi coño más mojado y pegajoso. Rico. Pero él no se frenó y siguió dándome. Ahora ya no me dolía y disfruté más. Pero cuando se puso a chuparme las tetas. Me di cuenta de que ellas lo extrañaban.
De repente se sale de mi concha y siento un vacío, pero se sube sobre mí y pone la verga húmeda, toda pringada y cremosa entre mis labios. Yo no pensé dos veces y abrí la boca. La sentí en mi garganta. No me lo esperaba. Me vinieron arcadas. Me acomodé. Su verga seguía entrando, deslizando, invadiendo, empujando mi campanilla. Sentí nuestros sabores. Sentí como se hinchó y explotó. Casi me atraganté. Tragué lo más que pude y siguió viniéndose. Era un grifo. Ya no pude y me empezó a escurrir por la comisura de los labios.
Terminó de vaciarse completamente. Aún recuerdo que pensé que debía ir al baño, pero el cuerpo no me obedeció y me dormí.
Cuando desperté, me estaba cogiendo nuevamente, de ladito. La luz del sol entraba por la ventana. Mi primer mañanero después de años y fue con mi hijo. Me estrujaba las tetas y empujaba fuerte y rápido, como siempre. “Despacio bebé, no tan duro, me vas a romper". Enlacé mi pierna con la de él para controlarlo un poco, pero luego era yo la que iba al encuentro de su verga, moviendo mis caderas, hasta que se vino otra vez, sin importar mis súplicas de que no lo hiciera adentro.
Después, sentada en la taza, viendo aquél montón de esperma salir por mi concha, pensé que tendría que ir a la farmacia a comprarme una píldora sino me iba a quedar preñada de mi hijo, que locura. Y luego, ya vestida, aún alcancé a verlo desde la ventana yendo al cole. No sé por qué, no debía, pero sentí una puntita de orgullo.

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