La pastora Julia era una mujer única. Había sido la primera pastora ordenada de su denominación. Era una mujer muy devota, también muy inteligente, pero sobre todo, bonita. Tenía una mezcla de sangre italiana, alemana, que las hijas fueron diluyendo. Sus ojos eran claros, a veces parecían verdes, a veces grises o azules. Y tenía un buen cuerpo, aún siendo gordita, tenía buenas curvas y las tetas eran firmes.

Cuando la cogí ya llevaba 30 años de ministerio como misionera en mi estado. Pero no era muy mayor, todavía estaba lejos de los 60, había tenido hijas aún jóvenes y las hijas tuvieron hijos más jóvenes todavía. Esa calentura era cosa de familia, de hecho, mi novia Carla (su nieta), me contó que cuando recién llegados a mi ciudad, en una de sus primeras crisis matrimoniales, ella había traicionado al pastor. Las hijas y nietas hicieron lo mismo con sus esposos, fueron todos escándalos en la denominación. La pastora hablaba que su familia era muy atacada por el diablo en esa área.
Ella tenía una mentalidad moderna. Fue la primera pastora, la primera en usar pantalón, maquillaje, pintarse el cabello, blusa escotada, a vestirse bien y en cursos para parejas, defendía el sexo oral, usar lencerias para el esposo y todo eso, para escandalo de muchas hermanas más conservadoras.
Después de aquellas veces que la cogí, estuvimos un tiempo sin hacer nada. Yo estaba muy entretenido con sus nietas, como les vengo contando. Pero hubo un incidente que me dejó con ganas de cogerla otra vez, y fue culpa de Carla. La pastora le mandó comprar calzones en una feria que quedaba a la vueltita de la iglesia. No quería calzones normales, quería unos especiales para usar con el pastor, y es que en esa feria había un puesto de lencerías que estaba famoso en el barrio, y obviamente ella, como pastora reconocida, no podía ir allá a comprar, por las malas lenguas así que mandó a la nieta.
Y la nieta llevó al novio. Carla no tenía idea de que yo ya había cogido a su abuela. Pero resulta que allá en ese puesto, fui yo quien terminó escogiendo los calzones que más me gustaban, además de que también compré algunos para que Carla y Mariana usaran conmigo. Por cierto, ese trío seguía a full, pero voy a dejar esa parte para otro relato. Para la pastora compramos un conjunto negro, otro rojo y uno rosado más atrevido. Incluso compramos uno plus size para la madre de Carla y Mariana.
Pasados unos días, me tocó ir a un seguimiento de un curso de iglesia que yo había hecho. Ese seguimiento era una especie de discipulado y yo hacía directamente con el pastor o la pastora, esa vez fue con ella. Yo ya había tenido otro con ella, y pese a lo que ya habíamos tenido sexo, no había pasado nada, yo sabía respetar. Pero ese día no pude. La pastora no era de vestir provocativa ni nada de eso, pero el imagen de los calzones que le había comprado me vinieron a la mente y yo estuve medio curso con la verga erecta, pensando en cómo cambiar la charla.
Estuve distraído buena parte de la reunión, y cuando terminó, y ya me tenía que ir, yo decidí atacar de una vez. Y fui de la forma más tonta posible.
- Oye pastora, y cuando vamos hacer de nuevo? Ya toca ya.
Algo así, re tosco. Ella me miró muy seria, se quedó roja y empezó a darme un sermón. Yo aún traté de defenderme, diciendo que solo la había extrañado, pero fue peor. No me acuerdo exactamente que me dijo que me enojó, pero me acuerdo que le dije que si no me chupaba me iba a confesar al pastor y ella se quedó indignada.
No era mi intención amenazarla, para nada, me salió medio sin pensarlo. Me dijo que no podía creer que yo haría algo así. Yo me levanté pidiendo disculpas. Iba a irme, pero lo que hice fue revisar si la puerta estaba realmente cerrada y caminé hacía ella.
Estaba medio confuso. Ella me preguntó qué iba hacer. Y al ver su cara, no sé que me pasó y saqué la verga del pantalón.
- Solo un poquito, pastora, porfa.
- Como pues, no.
Pero no tuve que insistir mucho. Me preguntó si pensaba decir al pastor y yo le dejé con la duda. Ella se quejó, estaba decepcionada, pero pronto empezó a chuparme. Después yo me sentiría mal y me arrepentiría por haberla amenazado, pero la verdad es que valió la pena. Su boca suave se sentía riquísima.
Me pidió que le avise antes, que no quería en la boca como la otra vez, pero yo le dije que no había forma, que tenía que tragar sino se iba a hacer un desastre. Igual me dijo que le avise.

No demoré mucho. Puse la mano en su nuca y la hice moverse más rápido, también toqué sus tetas, poniendo la mano por adentro de su blusa, y entonces exploté. Ni me acordé de decirle. Fue un montón de semen porque estaba un rato sin follar, y como nunca me gustó masturbarme, los huevos estaban llenos de esperma y ella hizo lo posible para no trasbordar. Después tomó un resto de té de la reunión y una pastilla para disfrazar el aliento, porque aún tenía seguimiento con otra persona después de mí. Mientras yo me fui pisando en nubes a la casa.
En la misma semana, cuatro días después de esa reunión, yo la volví a coger, empezando en la cocina de su casa. El problema es que percibí que ella moría de miedo de que yo me fuera a “confesar” con el pastor y así se me hizo más fácil cogerla. Yo ni siquiera tuve que amenazarla directamente, ella ya sabía lo que yo quería.
Lo que pasa es que, como ya les he contado, yo ya sabía que los viernes el pastor salía al mall y llevaba a las nietas y la pastora Jessica, su hija. La pastora se quedaba sola en la casa, a veces su yerno, el padre de Carla, también estaba en la casa de al lado, pero solía salir a taxear. Esa vez lo que hice fue entrar antes que el asistente pastoral cerrase la puerta. Me quedé esperando medio escondido, del otro lado de la avenida. Ni bien el pastor salió yo entré, y cuando el asistente salió y cerró el portón yo toqué la puerta de la pastora.
- Qué haces aquí?
- Vine a verla.

Ella se paró en la puerta para que no entrase, pero al final me dejó pasar. Empezó a darme una reprimenda, pero yo ya le fui agarrando el culo, y es que había que aprovechar el tiempo. Mientras ella seguía hablando, yo ya estaba con la mano adentro de su pantalón. Le dije que quería ver los calzones que había comprado con Carla. Le conté que yo los había escogido, ya que eso no le había contado Carla y ella se quedó sorprendida.
Poco a poco fui domesticando a la bestia, y el problema es que ella era una mujer con mucho deseo, de hecho solía masturbarse, y el pastor no la cogía como quería. En cambio yo, con mi fuego de joven le daba duro sin cansancio y la hacía venir. Tampoco tenía asco de chuparle el coño, que me encantaba. Ella como toda brasileña, ya desde aquél tiempo, lo traía bien rasurado, su coño era hermoso, rico y aprieto, pese a la edad.


Charlamos un rato, ella aún tratando de resistir. Yo le agarraba el culo como podía y llegué a levantar su falda para ver lo que traía puesto. Y me gustó. No era de los nuevos, pero era uno de encajes que veía hermoso. Entre elogios logré que se fuera a poner una de las nuevas. Volvió con la roja, que incluía la bata y allí mismo en la cocina empezamos a besarnos. Toqué su coño y estaba mojadisima. Le chupé las tetas, que me encantaban y fuimos al cuarto de visitas, le cogí la concha en un sofá. Después de esa primera tanda, la puse en cuatro y le chupé la concha y el culo hasta que se vino y después la cogí de nuevo. No quiso por el culo y no quise insistir.
Esos encuentros continuaron durante un tiempo. Y es que mismo siendo pastora y sintiendo culpa y todo lo que se siente en esos casos de traición, a ella le gustaba follar y gozaba un montón, y bueno, yo tuve la suerte de lograr hacerla caer. Y mierda que valió la pena. Fue como si ella hubiese tirado la toalla durante un tiempo. Incluso empezó a llamarme para confirmar si yo iba a ir, y se ponía por cuenta propia las lencerías que yo había escogido.
La última vez que la cogí fue en el balcón que había entre las dos casas, junto a la puerta de entrada de la casa de Carla. Estábamos solos, como siempre, ni siquiera Alderney (mi suegro) estaba en la suya. La pastora ya estaba con eso de que no quería más seguir, porque era errado y yo queriendo cogerla, y aprovechando que ella estaba sentada yo me paré y le saqué la verga para que me la chupe. Ella no se aguantó y lo hizo, pero antes de venir yo la puse apoyada contra la mureta, bajé su pantalón y la cogí. Desde allí podíamos vigilar si alguien pasaba a la cuadra que funcionaba de templo, pero no podíamos hacer ruido. Algunos líderes tenían la llave del portón. Le empecé a dar duro y ella empezó a chillar, y peor cuando la puse en el culo, porque hacía rato que no se dejaba. Ahí sí ella empezó a gemir fuerte y de repente, apenas pude taparle la boca cuando vi la sombra de alguien pasar al baño abajo. La arrastré fuera del campo de vista y nos quedamos tensos. Mi verga aún dentro de su recto. Nunca supe quien era. La pastora entró a su casa y yo me quedé allí esperando hasta poder salir, sin mirar atrás. Después de eso le dió miedo y ya no quiso hacer, pero yo ya estaba entretenido con otras, así que no insistí.













Cuando la cogí ya llevaba 30 años de ministerio como misionera en mi estado. Pero no era muy mayor, todavía estaba lejos de los 60, había tenido hijas aún jóvenes y las hijas tuvieron hijos más jóvenes todavía. Esa calentura era cosa de familia, de hecho, mi novia Carla (su nieta), me contó que cuando recién llegados a mi ciudad, en una de sus primeras crisis matrimoniales, ella había traicionado al pastor. Las hijas y nietas hicieron lo mismo con sus esposos, fueron todos escándalos en la denominación. La pastora hablaba que su familia era muy atacada por el diablo en esa área.
Ella tenía una mentalidad moderna. Fue la primera pastora, la primera en usar pantalón, maquillaje, pintarse el cabello, blusa escotada, a vestirse bien y en cursos para parejas, defendía el sexo oral, usar lencerias para el esposo y todo eso, para escandalo de muchas hermanas más conservadoras.
Después de aquellas veces que la cogí, estuvimos un tiempo sin hacer nada. Yo estaba muy entretenido con sus nietas, como les vengo contando. Pero hubo un incidente que me dejó con ganas de cogerla otra vez, y fue culpa de Carla. La pastora le mandó comprar calzones en una feria que quedaba a la vueltita de la iglesia. No quería calzones normales, quería unos especiales para usar con el pastor, y es que en esa feria había un puesto de lencerías que estaba famoso en el barrio, y obviamente ella, como pastora reconocida, no podía ir allá a comprar, por las malas lenguas así que mandó a la nieta.
Y la nieta llevó al novio. Carla no tenía idea de que yo ya había cogido a su abuela. Pero resulta que allá en ese puesto, fui yo quien terminó escogiendo los calzones que más me gustaban, además de que también compré algunos para que Carla y Mariana usaran conmigo. Por cierto, ese trío seguía a full, pero voy a dejar esa parte para otro relato. Para la pastora compramos un conjunto negro, otro rojo y uno rosado más atrevido. Incluso compramos uno plus size para la madre de Carla y Mariana.
Pasados unos días, me tocó ir a un seguimiento de un curso de iglesia que yo había hecho. Ese seguimiento era una especie de discipulado y yo hacía directamente con el pastor o la pastora, esa vez fue con ella. Yo ya había tenido otro con ella, y pese a lo que ya habíamos tenido sexo, no había pasado nada, yo sabía respetar. Pero ese día no pude. La pastora no era de vestir provocativa ni nada de eso, pero el imagen de los calzones que le había comprado me vinieron a la mente y yo estuve medio curso con la verga erecta, pensando en cómo cambiar la charla.
Estuve distraído buena parte de la reunión, y cuando terminó, y ya me tenía que ir, yo decidí atacar de una vez. Y fui de la forma más tonta posible.
- Oye pastora, y cuando vamos hacer de nuevo? Ya toca ya.
Algo así, re tosco. Ella me miró muy seria, se quedó roja y empezó a darme un sermón. Yo aún traté de defenderme, diciendo que solo la había extrañado, pero fue peor. No me acuerdo exactamente que me dijo que me enojó, pero me acuerdo que le dije que si no me chupaba me iba a confesar al pastor y ella se quedó indignada.
No era mi intención amenazarla, para nada, me salió medio sin pensarlo. Me dijo que no podía creer que yo haría algo así. Yo me levanté pidiendo disculpas. Iba a irme, pero lo que hice fue revisar si la puerta estaba realmente cerrada y caminé hacía ella.
Estaba medio confuso. Ella me preguntó qué iba hacer. Y al ver su cara, no sé que me pasó y saqué la verga del pantalón.
- Solo un poquito, pastora, porfa.
- Como pues, no.
Pero no tuve que insistir mucho. Me preguntó si pensaba decir al pastor y yo le dejé con la duda. Ella se quejó, estaba decepcionada, pero pronto empezó a chuparme. Después yo me sentiría mal y me arrepentiría por haberla amenazado, pero la verdad es que valió la pena. Su boca suave se sentía riquísima.
Me pidió que le avise antes, que no quería en la boca como la otra vez, pero yo le dije que no había forma, que tenía que tragar sino se iba a hacer un desastre. Igual me dijo que le avise.

No demoré mucho. Puse la mano en su nuca y la hice moverse más rápido, también toqué sus tetas, poniendo la mano por adentro de su blusa, y entonces exploté. Ni me acordé de decirle. Fue un montón de semen porque estaba un rato sin follar, y como nunca me gustó masturbarme, los huevos estaban llenos de esperma y ella hizo lo posible para no trasbordar. Después tomó un resto de té de la reunión y una pastilla para disfrazar el aliento, porque aún tenía seguimiento con otra persona después de mí. Mientras yo me fui pisando en nubes a la casa.
En la misma semana, cuatro días después de esa reunión, yo la volví a coger, empezando en la cocina de su casa. El problema es que percibí que ella moría de miedo de que yo me fuera a “confesar” con el pastor y así se me hizo más fácil cogerla. Yo ni siquiera tuve que amenazarla directamente, ella ya sabía lo que yo quería.
Lo que pasa es que, como ya les he contado, yo ya sabía que los viernes el pastor salía al mall y llevaba a las nietas y la pastora Jessica, su hija. La pastora se quedaba sola en la casa, a veces su yerno, el padre de Carla, también estaba en la casa de al lado, pero solía salir a taxear. Esa vez lo que hice fue entrar antes que el asistente pastoral cerrase la puerta. Me quedé esperando medio escondido, del otro lado de la avenida. Ni bien el pastor salió yo entré, y cuando el asistente salió y cerró el portón yo toqué la puerta de la pastora.
- Qué haces aquí?
- Vine a verla.

Ella se paró en la puerta para que no entrase, pero al final me dejó pasar. Empezó a darme una reprimenda, pero yo ya le fui agarrando el culo, y es que había que aprovechar el tiempo. Mientras ella seguía hablando, yo ya estaba con la mano adentro de su pantalón. Le dije que quería ver los calzones que había comprado con Carla. Le conté que yo los había escogido, ya que eso no le había contado Carla y ella se quedó sorprendida.
Poco a poco fui domesticando a la bestia, y el problema es que ella era una mujer con mucho deseo, de hecho solía masturbarse, y el pastor no la cogía como quería. En cambio yo, con mi fuego de joven le daba duro sin cansancio y la hacía venir. Tampoco tenía asco de chuparle el coño, que me encantaba. Ella como toda brasileña, ya desde aquél tiempo, lo traía bien rasurado, su coño era hermoso, rico y aprieto, pese a la edad.


Charlamos un rato, ella aún tratando de resistir. Yo le agarraba el culo como podía y llegué a levantar su falda para ver lo que traía puesto. Y me gustó. No era de los nuevos, pero era uno de encajes que veía hermoso. Entre elogios logré que se fuera a poner una de las nuevas. Volvió con la roja, que incluía la bata y allí mismo en la cocina empezamos a besarnos. Toqué su coño y estaba mojadisima. Le chupé las tetas, que me encantaban y fuimos al cuarto de visitas, le cogí la concha en un sofá. Después de esa primera tanda, la puse en cuatro y le chupé la concha y el culo hasta que se vino y después la cogí de nuevo. No quiso por el culo y no quise insistir.
Esos encuentros continuaron durante un tiempo. Y es que mismo siendo pastora y sintiendo culpa y todo lo que se siente en esos casos de traición, a ella le gustaba follar y gozaba un montón, y bueno, yo tuve la suerte de lograr hacerla caer. Y mierda que valió la pena. Fue como si ella hubiese tirado la toalla durante un tiempo. Incluso empezó a llamarme para confirmar si yo iba a ir, y se ponía por cuenta propia las lencerías que yo había escogido.
La última vez que la cogí fue en el balcón que había entre las dos casas, junto a la puerta de entrada de la casa de Carla. Estábamos solos, como siempre, ni siquiera Alderney (mi suegro) estaba en la suya. La pastora ya estaba con eso de que no quería más seguir, porque era errado y yo queriendo cogerla, y aprovechando que ella estaba sentada yo me paré y le saqué la verga para que me la chupe. Ella no se aguantó y lo hizo, pero antes de venir yo la puse apoyada contra la mureta, bajé su pantalón y la cogí. Desde allí podíamos vigilar si alguien pasaba a la cuadra que funcionaba de templo, pero no podíamos hacer ruido. Algunos líderes tenían la llave del portón. Le empecé a dar duro y ella empezó a chillar, y peor cuando la puse en el culo, porque hacía rato que no se dejaba. Ahí sí ella empezó a gemir fuerte y de repente, apenas pude taparle la boca cuando vi la sombra de alguien pasar al baño abajo. La arrastré fuera del campo de vista y nos quedamos tensos. Mi verga aún dentro de su recto. Nunca supe quien era. La pastora entró a su casa y yo me quedé allí esperando hasta poder salir, sin mirar atrás. Después de eso le dió miedo y ya no quiso hacer, pero yo ya estaba entretenido con otras, así que no insistí.












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