Mi masturbación

Me llamo Nachu, tengo 25 años y soy de Buenos Aires. Después de un día largo, ya sea laburando o estudiando, nada me relaja más que dedicarme un momento bien a mí. Es mi ritual, mi forma de conectar conmigo y soltar toda la tensión. Mi manera favorita siempre empieza con un baño caliente. No uno rápido, sino uno bien pausado. Enciendo una velita con aroma a lavanda, pongo música suave y dejo que el agua casi hirviendo me recorra la espalda, destrabando cada músculo tenso. Me lavo el pelo, me enjabono con cuidado, y siento cómo el vapor va limpiando no solo el cuerpo, sino también la cabeza. Es como una purga, prepararme para lo que viene. Cuando salgo, toda en vapor y con la piel enrojecida, me envuelvo en el albornoz y voy directo a mi habitación. 
La luz ya está tenue, solo la lámpara de mi mesita de luz. Me seco sin apuro, me pongo una crema con olor a coco en todo el cuerpo y me tumbo en la cama, sobre las sábanas frescas. Ahí viene la parte que más me gusta. Abro el cajón de la mesita y elijo mi team de esta noche: mi plug de vidrio azul, que enfrié un poco con agua antes de ponérmelo, mi vibrador clásico, pequeño pero potente, y mi debilidad: el succionador de clítoris. Ese fue un descubrimiento que me cambió la vida. 
Empiezo por el plug. Uso un poco de lubricante y, recostada de lado, me lo voy introduciendo despacio. Esa sensación de presión y de relleno es increíble. No es dolor, para nada, es una presencia constante y deliciosa que me hace sentir… completa, poderosa. Una vez que está en su lugar, un pequeño escalofrío me recorre la espina dorsal. 
Luego, con las piernas ya un poco bamboleantes solo con la anticipación, prendo el vibrador. Lo coloco suavemente en mi entrada y enciendo la primera velocidad. Un zumbido bajo que hace que todo mi centro cobre vida. Pero me contengo, no quiero irme tan rápido. Ahora viene la estrella del show. Coloco la boca del succionador sobre mi clítoris, que ya está palpitando. Cuando lo enciendo, esa sensación de succión rítmica y concentrada es totalmente distinta a cualquier otra cosa. No es una vibración, es… un beso, un latido preciso justo en el punto exacto. Es imposible no gemir. La combinación es letal. 
La presión interna del plug, la vibración constante que me recorre por dentro y esa succión intensa y focalizada en el clítoris. Es una sinfonía de sensaciones que se van acumulando. Cierro los ojos, me dejo llevar por la música y solo siento. Muevo un poco las caderas, ajusto la presión del vibrador, y me concentro en ese calor que se expande desde mi bajo vientre. Suelo tener mi primer orgasmo bastante rápido con esta técnica. 
Es una ola de placer que me estremece de pies a cabeza, un espasmo intenso que me hace arquear la espalda y ahogar un grito en la almohada. Pero no paro. Bajo la intensidad del succionador por un momento, dejando que el vibrador y el plug mantengan el calor, y respiro hondo. Después de un minuto, vuelvo a subirla. Esta segunda vez es más lenta, pero más profunda. El placer se construye de nuevo, más fuerte, como si cada célula de mi cuerpo estuviera concentrada en ese punto. Y a veces, en estas segundas oportunidades, es cuando pasa. Siento que el calor se vuelve incontrolable, una presión que no puedo contener. Y sin querer, con un gemido largo y gutural, viene el squirt. 
Un chorro cálido que libera toda la tensión acumulada en una explosión húmeda y catártica. Es la parte más intensa, la que me deja sin aire, con el corazón a mil y, literalmente, con las piernas temblando de una manera que no puedo controlar. Apago todos los aparatos de golpe. El silencio que queda es absoluto, solo roto por mi respiración entrecortada. Me quito todo con cuidado, sintiendo cómo mi cuerpo todavía palpita con pequeños y deliciosos espasmos. Me limpio,y me quedo acostada desnuda en la cama, con una sonrisa de oreja a oreja y una paz mental absoluta. Es mi pequeño secreto, mi forma favorita de terminar el día, sintiéndome más yo misma que nunca.