Holiii soy su puta en entrenamiento cristel, voy a crear una serie llamada mente de una sissy , donde contare cosas que me pasaron o que pienso como mis gusto , facetas mias para llegar a donde estoy , espero lo disfruten

Cada día siento menos vergüenza de lo que quiero ser: una mujercita sissy. Y, al mismo tiempo, siento más vergüenza de lo que fui: una excusa de hombre beta que se disfrazaba de “normal” para encajar.

Antes escondía, botaba o rompía mi ropita femenina, mis tangas baratas, mis medias rotas, mis juguetes. Cada vez, después de vestirme de golfa, de prostituta barata que ruega por semen, terminaba arrojando todo a la basura o escondiéndolo entre la ropa de mi mamá. Los dildos improvisados con los que me dilataba, los objetos con los que me excitaba chupando y comparando con mi minipene… todo acababa escondido.

Me alejaba de eso diciéndome que “esa no era yo”, que “era solo una fase”. Me lo repetía mientras me limpiaba, mientras tiraba mis tangas a la basura, mientras me prometía “no volver a hacerlo”.
Pero siempre volvía. Siempre volvía a vestirme, a chupar, a dilatarme, a humillarme peor que antes.

Hasta que un día pasó algo maravilloso: mi mente se quebró. La parte “seria” que me quedaba se hizo añicos. Y me encantó.

Ese día dejé de ver algo malo en ser una perra total. Dejé de sentir culpa por ser un objeto, una muñeca, una puta rota. Ese día lo empecé a ver con ojitos de deseo. Ese día me di cuenta de que no quería “curarme”… quería hundirme.

Ahora cada vez busco formas de ser más sissy, de destruir poco a poco al “hombre” que fui. Cosas que antes me daban pena, vergüenza y arrepentimiento —como usar tangas, gatear en el suelo, mirar juguetes para dilatarme— ahora las hago feliz, ansiosa, mojada.
Ya no me dilato con un lápiz delgado… ahora me meto mis dedos en mi “vagina” hasta dos de ellos, sintiendo cada vez que me ensancho y me rompo un poco más. Me miro en el espejo mientras lo hago y sonrío.


De hecho, el otro día hice algo que jamás pensé hacer: me toqué el clítoris y mis mini tetas, totalmente desnuda, en un baño de la universidad, en el piso de rodillas. Estaba allí porque un macho de verdad, de esos fuertes, vergudos, que saben cuál es su lugar y cómo ponerme a mí en el mío, me lo ordenó.
Sentí miedo de ser atrapada, gemí en voz baja, temblando… pero seguí. Seguí hasta correrme. Sentí la mezcla de vergüenza, miedo, deseo y felicidad que solo una verdadera sissy puede sentir.
Ese día entendí algo: yo no soy una fase. Yo soy una sissy. Soy una perra, una muñeca, un objeto. Y cada vez que destruyo un pedacito del “hombre” que fui, nazco un poquito más en la piel de la sissy que necesito ser

.

Cada día siento menos vergüenza de lo que quiero ser: una mujercita sissy. Y, al mismo tiempo, siento más vergüenza de lo que fui: una excusa de hombre beta que se disfrazaba de “normal” para encajar.

Antes escondía, botaba o rompía mi ropita femenina, mis tangas baratas, mis medias rotas, mis juguetes. Cada vez, después de vestirme de golfa, de prostituta barata que ruega por semen, terminaba arrojando todo a la basura o escondiéndolo entre la ropa de mi mamá. Los dildos improvisados con los que me dilataba, los objetos con los que me excitaba chupando y comparando con mi minipene… todo acababa escondido.

Me alejaba de eso diciéndome que “esa no era yo”, que “era solo una fase”. Me lo repetía mientras me limpiaba, mientras tiraba mis tangas a la basura, mientras me prometía “no volver a hacerlo”.
Pero siempre volvía. Siempre volvía a vestirme, a chupar, a dilatarme, a humillarme peor que antes.

Hasta que un día pasó algo maravilloso: mi mente se quebró. La parte “seria” que me quedaba se hizo añicos. Y me encantó.

Ese día dejé de ver algo malo en ser una perra total. Dejé de sentir culpa por ser un objeto, una muñeca, una puta rota. Ese día lo empecé a ver con ojitos de deseo. Ese día me di cuenta de que no quería “curarme”… quería hundirme.

Ahora cada vez busco formas de ser más sissy, de destruir poco a poco al “hombre” que fui. Cosas que antes me daban pena, vergüenza y arrepentimiento —como usar tangas, gatear en el suelo, mirar juguetes para dilatarme— ahora las hago feliz, ansiosa, mojada.
Ya no me dilato con un lápiz delgado… ahora me meto mis dedos en mi “vagina” hasta dos de ellos, sintiendo cada vez que me ensancho y me rompo un poco más. Me miro en el espejo mientras lo hago y sonrío.


De hecho, el otro día hice algo que jamás pensé hacer: me toqué el clítoris y mis mini tetas, totalmente desnuda, en un baño de la universidad, en el piso de rodillas. Estaba allí porque un macho de verdad, de esos fuertes, vergudos, que saben cuál es su lugar y cómo ponerme a mí en el mío, me lo ordenó.
Sentí miedo de ser atrapada, gemí en voz baja, temblando… pero seguí. Seguí hasta correrme. Sentí la mezcla de vergüenza, miedo, deseo y felicidad que solo una verdadera sissy puede sentir.
Ese día entendí algo: yo no soy una fase. Yo soy una sissy. Soy una perra, una muñeca, un objeto. Y cada vez que destruyo un pedacito del “hombre” que fui, nazco un poquito más en la piel de la sissy que necesito ser

.

2 comentarios - 🖤Mente de una Sissy Capítulo1:De la vergüenza al éxtasis🖤