Recién de novios, salida a comer por esos barrios con muchos bares y algunos raros. Ella 36 años y yo 35, nos conocimos en el trabajo y pegamos onda muy rápido. Chiste va, chiste viene, nos entendíamos a la perfección. Entramos a un bar, tomamos algo y mientras charlábamos un hombre de edad avanzada, diría unos 70 entra al bar y ella lo saluda afectuosamente. Es más, se le transformó la cara mientras ella tipo se acercaba a la mesa para saludar. Pensé que era el padre pero ella negó esa idea.
Pasaron algunos minutos, entre cerveza y algo de comer, le pregunto de nuevo. Porque todo había cambiado desde que entró ese tipo al bar. No quiso responder y cambié el tema drásticamente. Seguimos tomando y ella ya estaba algo mareada se veía. Volví a preguntar, para mi felicidad ella decidió responder.
Te voy a contar pero la condición es que no podes enojarte. Me resultó raro pero yo estaba intrigado. Se acercó más a mí y comenzó a contarme.
Se llama Juan y es un vecino de toda la vida, cuando yo tenía 20 años me invitó a su casa porque compartíamos el mismo gusto musical. A mi siempre me gustó el tango porque mis papás me lo hicieron escuchar y él me mostró otro lado del tango que yo desconocía. Con él salíamos a bailar y todo bien tanguero. Una noche, salimos y estaban sus amigos, imagínate 6 tipos de 60 años más o menos. Después de bailar con los seis, Juan invita a todos a su casa que quedaba cerca. Yo fui de curiosa para ver de qué hablaban y esas cosas. Mucho vino, mucho pucho y muchas charla. Uno empezó a contar cómo se cogia, le estaba enseñando, yo era uno más del grupo. Los tipos hablaban como si nada. Hasta que llegó un punto de inflexión. Dos empezaron a discutir, levantar el volumen de la voz, todo era porque uno sabía más que el otro coger bien. Entonces para terminar de dirimir la pelea, me preguntan a mí. Di mi punto de vista y el que “perdió “ se enojó y empezó a tratarme de puta. Esas palabras me empezaron a excitar de tal manera que retruque “yo seré puta pero Ud tiene el pito chico”. La reacción del viejo fue bajarse los pantalones y mostrármela. Era enorme, flácida pero enorme. “Veni y chúpala si te animas, puta”. Fui, me agaché y se la chupé, no había manera de decirle que no. Se le empezó a parar y era enorme. Los otros miraban sin decir nada. Yo seguía chupando como si nada y no sé por qué de la nada digo “dejen de mirar y vengan”. Tenía seis tipos de 60 años alrededor mío con la pija en la mano, esperando que yo se las chupe. Me desnudaron y la pasé muy bien.
Pasaron algunos minutos, entre cerveza y algo de comer, le pregunto de nuevo. Porque todo había cambiado desde que entró ese tipo al bar. No quiso responder y cambié el tema drásticamente. Seguimos tomando y ella ya estaba algo mareada se veía. Volví a preguntar, para mi felicidad ella decidió responder.
Te voy a contar pero la condición es que no podes enojarte. Me resultó raro pero yo estaba intrigado. Se acercó más a mí y comenzó a contarme.
Se llama Juan y es un vecino de toda la vida, cuando yo tenía 20 años me invitó a su casa porque compartíamos el mismo gusto musical. A mi siempre me gustó el tango porque mis papás me lo hicieron escuchar y él me mostró otro lado del tango que yo desconocía. Con él salíamos a bailar y todo bien tanguero. Una noche, salimos y estaban sus amigos, imagínate 6 tipos de 60 años más o menos. Después de bailar con los seis, Juan invita a todos a su casa que quedaba cerca. Yo fui de curiosa para ver de qué hablaban y esas cosas. Mucho vino, mucho pucho y muchas charla. Uno empezó a contar cómo se cogia, le estaba enseñando, yo era uno más del grupo. Los tipos hablaban como si nada. Hasta que llegó un punto de inflexión. Dos empezaron a discutir, levantar el volumen de la voz, todo era porque uno sabía más que el otro coger bien. Entonces para terminar de dirimir la pelea, me preguntan a mí. Di mi punto de vista y el que “perdió “ se enojó y empezó a tratarme de puta. Esas palabras me empezaron a excitar de tal manera que retruque “yo seré puta pero Ud tiene el pito chico”. La reacción del viejo fue bajarse los pantalones y mostrármela. Era enorme, flácida pero enorme. “Veni y chúpala si te animas, puta”. Fui, me agaché y se la chupé, no había manera de decirle que no. Se le empezó a parar y era enorme. Los otros miraban sin decir nada. Yo seguía chupando como si nada y no sé por qué de la nada digo “dejen de mirar y vengan”. Tenía seis tipos de 60 años alrededor mío con la pija en la mano, esperando que yo se las chupe. Me desnudaron y la pasé muy bien.
1 comentarios - La vecinita preferida