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Siempretanga69 en el gimnasio

Holis, cómo están? Tanto tiempo, por aquí no he estado apareciendo mucho. Es un placer traerles después de tanto algo nuevo.

Pasaré a contarles una experiencia linda y reciente, espero la disfruten mucho y vuelen sus cabecitas ❤️ 

No arranqué el día de muy buen humor así que decidí ir al gimnasio a primerísima hora por el motivo de que sé que todos me miran. En general no me molesta, obviamente no es algo que busque… tampoco lo evito. La ropa ajustada por lo general me marca todo, y yo camino con esa seguridad que aprendí a usar como arma. Pero en esta ocasión sí quería evitar todo eso por una cuestión mía, del día y de las pocas ganas de aguantar eso. Sé que a esa hora no va nadie, es un gimnasio relativamente nuevo y la vez anterior que fui en ese horario tampoco había nadie (sólo el dueño).
Así que ahí estaba él. El dueño, mi entrenador. También casado al igual que yo. Su mujer suele estar por la tarde en el gimnasio, ella tiene otro trabajo por la mañana, con ella tenemos una relación "buena", hasta ahí nomás, cordial se puede decir.

Me fui con un top que hace notar incluso más mis grandes tetas, no quería justo ese día ir con algo tan "así" pero los otros seguían sucios, la cochinita se olvidó de lavar los demás y seguían transpirados.

Él conmigo siempre correcto, profesional, aunque sé que no puede evitar mirarme de reojo. Lo saludo y me devuelve una sonrisa que dura un poco más de lo normal. Esa sonrisa me dice más que mil palabras.

Empezamos con la rutina, como siempre. Pero esta vez siento sus manos bajando un poco más de lo necesario para “acomodarme la postura”. Me toca la cintura, la espalda baja… y yo lo dejo. Me inclino más, levanto un poco la cadera, como si no me diera cuenta. Sé lo que estoy haciendo.

Cuando paso a las sentadillas, él se pone detrás de mí. Siento su respiración cerca, sus dedos corrigiendo la posición de mis piernas. Me dice que baje más despacio. Yo obedezco, pero sé perfectamente qué imagen le estoy regalando. Lo escucho tragar saliva.

—Así está mejor —me dice, con una voz más grave, más lenta.

Yo me río, me muerdo el labio y lo miro por encima del hombro. Hay un silencio corto, pero cargado.

Después me lleva a la colchoneta. “Vamos a trabajar abdominales”, me dice, pero yo sé que ya no estamos pensando en abdominales. Cuando me acuesto, se agacha a mi lado y me sostiene los tobillos. Cada vez que subo, quedamos cerca, demasiado cerca. Siento el calor de su cuerpo, sus ojos clavados en mi pecho que sube y baja con el esfuerzo.

Ya no es disimulado. Ninguno de los dos quiere disimular.

En el descanso, me acerco a la botella de agua. Me seco el sudor lentamente, sabiendo que me está mirando. Lo miro fijo, y esta vez no aparto los ojos.

—¿Sabés que así no se puede entrenar? —me dice, apenas un susurro, como si estuviera confesando algo prohibido.

Sonrío. No contesto. Pero tampoco me alejo.

Me miró con la cara del mismísimo diablo y en ese momento me dí cuenta de que estaba a punto de cambiar todo.

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Parte 2:
Él da un paso hacia mí y siento cómo su cuerpo se acerca tanto que apenas queda aire entre los dos. Yo sigo con la toalla en la mano, pero ya no me estoy secando, ya no estoy haciendo nada… solo lo miro.

No dice nada más. Simplemente me agarra de la cadera y me gira contra la pared del gimnasio. Sus labios me buscan con una urgencia que no necesita permiso. Y yo no se lo niego. Al contrario: abro la boca, lo recibo, lo muerdo, le respondo con una ansiedad que tenía guardada desde el primer entrenamiento.

Sus manos recorren mi espalda, bajan sin prisa, pero con firmeza. Aprietan mi culo con descaro, como si hubiera estado esperando este momento desde siempre. Yo gimo suave, pero no de dolor… de puro placer.

Siento cómo me arrincona más contra la pared, cómo su cuerpo se pega al mío. Ya no es el entrenador corrigiendo posturas, es un hombre devorándome con la mirada, con la boca, con las manos.

Le paso mis manos por el cuello, por los hombros, y lo araño apenas. Me encanta sentir sus músculos tensos bajo mis dedos. Lo quiero más cerca, lo quiero adentro, y sé que él también.

Se arrodilla frente a mí sin pensarlo, como si no pudiera esperar. Sus labios se pierden entre mis piernas, y yo me agarro de su cabeza, lo guío, lo provoco. Cada movimiento suyo me arranca un gemido más fuerte, más descarado. Estoy empapada, estoy entregada, estoy disfrutando como la puta que soy y que a él tanto le excita.

Me mira desde abajo, con la boca brillando y los ojos encendidos. Y esa mirada me termina de romper cualquier freno. Ya no hay moral, ya no hay anillos en mis dedos, ya no hay esposa para él. Solo existe este instante. Solo existimos él y yo.

Lo agarro de los hombros para que se levante. Lo beso con sabor a mí misma, y mientras lo beso le bajo el short. Ahí está, duro, palpitando, como si me hubiera estado esperando todo este tiempo. Le sonrío con picardía y le susurro al oído:

—Esto no va a quedar en una simple clase de gimnasio.

Y me acomodo contra él, lista para que me haga suya.



Les gustaría leer la parte 3?
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Especial para mis fieles seguidores ❤️


3 comentarios - Siempretanga69 en el gimnasio

mopladsd
que hdp lo puta y morbosa que sos 10p
fito555
sos un fuego.. perrisima.!!
Diosa total..