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Compendio II
Antes de empezar, quiero desahogarme sobre algo que hizo mi hija y que me enfadó mucho.
😠
Estábamos viendo la televisión en familia, mientras nuestras niñas jugaban alrededor, mi esposo y yo hablábamos de todo y de nada, cuando él soltó esta perla:

“Estaba pensando que deberíamos renovar nuestros autos.” dijo con esa sonrisa suya. “No es como cuando vivíamos en Chile, donde podíamos usar el mismo auto durante diez años. Además, ahora tengo el dinero, por lo que quería preguntarte ¿Tienes algún deseo?”
🤔
Dudé. Porque sí, nuestros autos están viejitos.
Pero mi esposo los cuida tan bien que todavía parecen nuevos.
XD
¿Y la verdad? Sigo pensando que solo deberíamos cambiarlos cuando se echen a perder.
Y además... me encanta mi “Cooper”.
😍
Fue el primer auto que mi esposo me compró (que era su modelo favorito) y hemos vivido tantas aventuras juntos... no es solo un auto, es nuestro autito.
Pero antes de que pudiera abrir la boca, mi coquetona se adelantó.
😶
“¡Oh, sí! ¡Mami quiere un Tesla!” Sonrió y se lo dijo a mi esposo alegre como si hubiera resuelto un acertijo.
😠
Apreté las manos contra el cojín del sofá.
¿Once años y ya habla por mí?
¡Qué descarada!
😡
Porque, como dije antes, a ella le gustan las cosas lujosas.
Pero a mí no.
Me da igual el coche que elija mi esposo.
Por suerte, mi marido respondió por mí y la puso en su lugar.
😂
“Bueno... Podría comprarle a mamá un Tesla nuevo. De hecho, creo que incluso podría comprarme un lujoso Lamborghini para mí. Sin embargo... tú y tus hermanas no tendrían la boda de sus sueños. Ni podrían ir a sus universidades favoritas... por eso le pregunto qué auto quiere.” dijo con ese tono tan lindo de papá.
Deberían haber visto la cara de mi coquetona.
XD
Ella abrió los ojos como platos.
😳
“Ohhh...” Le respondió mi hija, entendiendo de golpe cuáles son nuestras prioridades.
Supongo que todas las niñas sueñan con su boda perfecta.
Pero su papá es tan práctico que, aunque a mi coquetona le encantan las cosas elegantes, también sabe que su papá siempre está cuidando de ellas.
😆
Mi esposo me apretó suavemente la rodilla con esa sonrisa dulce y tierna (¡lo quiero tanto!), esa tranquilidad silenciosa que me transmite cuando navegamos por los campos minados de ser papás.
😇
Abrí los puños lentamente, soltando mi enojo.
Es tan inteligente como papá.
Siempre sabe cómo ordenar las cosas sin aplastar los sueños.
😆
(Y todas las veces, me habría gustado que mi papá hubiese sido un poco como él)
Momentos como ese me recuerdan por qué lo amo tanto: siempre tiene los pies en la tierra, siempre nos lleva hacia lo que realmente importa.
XD
Y tal vez por eso me atreví a pedir algo para mí la semana pasada (lo que realmente quería decir): llevar mi vestido huasa chileno en la academia para nuestra fiesta nacional.
Si soy sincera, he estado sintiendo un poco de nostalgia, a pesar de que visitamos Chile a principios de año (y mi mejor amigo y yo vamos a volver en noviembre, porque mi prima está a punto de tener su primer bebé).
Pero lo que pasa es que quería llevar mi “traje de huasa” a la academia, durante el jueves y el viernes, como una celebración personal para mí.
😃
Así que primero hablé con la directora.
Es australiana, pero le encantan las cosas culturales, así que cuando le describí y le mostré mi vestido en su oficina, le encantó al instante.
😂
Una falda pollera fluida que se movía cuando caminaba y una blusa de tirantes con cuello redondo. Colores vivos y alegres, rojos y blancos y flores.

Después de explicarle las Fiestas Patrias de Chile, me dijo que debía disfrutar de mis festividades y llevar mi vestido con orgullo.
Y las niñas de mis clases fueron muy amables y comprensivas. Les hablé de nuestro día de la independencia y sonrieron. A estas alturas ya me conocen bien.
😆
Lo llevé puesto el jueves por la mañana, sintiendo un cosquilleo en el estómago mientras caminaba por los pasillos.
Estaba nerviosa y tensa.
😰
Era la primera vez que me vestía así en el trabajo.
Y sí, gracias a Jacintito, mi vestido me queda más ajustado tanto en el trasero como en el pecho, pero sigo teniendo un aspecto bastante respetable.
😅
La falda se mecía tan rico contra mis piernas, un ruido familiar que me recordaba a mi hogar: la primavera y el sol.

Las cabezas se giraron, siguieron los susurros.
😳
No eran maliciosos, solo curiosos.
Una de mis alumnas de décimo curso, Melanie, dio un gritito ahogado.
😍

“¡Señorita! ¡Parece una princesa!” Tenía los ojos muy abiertos, mirando las flores bordadas en mi blusa.
Me reí, sintiendo una rica sensación se extendía por mi pecho.
😆
No era un vestido de princesa, era un vestido de huasa, modesta, como la mujer que se casó con mi marido, pero su alegría era lindísima.

XD
Durante todo el día, las niñas no dejaban de mirar mi atuendo y algunas me hacían tímidas preguntas sobre Chile durante los descansos.
Su interés me resultaba calmante, porque echaba de menos el bullicio de Santiago en septiembre.
😆
El viernes pasó de forma muy similar y el vestido se convirtió en casi una segunda piel reconfortante.
Pero al volver a casa y colgar el vestido en el closet, la punzada volvió con más fuerza.
😟
Las calles de Melbourne me parecían demasiado silenciosas y tranquilas, muy heladas de la música de cueca y el aroma ahumado de los asados que deberían llenar el aire.
Recorrí con los dedos las flores bordadas en mi falda pollera doblada y suspiré.
😕
Pero no me di cuenta de que mi marido había notado mi extraño malestar durante toda la semana.
😍
Mi esposo llegó a casa el viernes por la tarde temprano, con los brazos cargados de bolsas de la compra abultadas.
😮
Me besó en la frente mientras yo ordenaba la ropa sucia.

“¡Tengo una sorpresa para ti!” me dijo, con ese brillo juguetón en los ojos que sé que significa una aventura.
😳
“Llamé a la mamá de Bastián y accedió a traerlo junto con Elena. Mañana tendremos un auténtico dieciocho. Empanadas, anticuchos... todo lo que te puedas imaginar.” dijo con una sonrisa orgullosa.
0.0
Me sentí muy feliz. Y, por supuesto, le pagué amablemente varias veces durante esa noche, obviamente...

😩 😖 😩 😖 😩 😖
A la tarde siguiente, nuestro patio trasero se transformó.
Mi esposo sacó una parrilla de carbón, el olorcito ahumado ya me prometía comodidad.

😋
La mamá de Bastiáncito llegó temprano con su pareja, Elena, trayendo bandejas de carne de vacuno y chanchito sazonado para anticuchos.
Me sorprendió que mi esposo hubiera aprendido a hacer empanadas rellenas de pino envueltas en masa y las estuviera colocando en el horno para nuestros invitados.
0.0
Sus voces, con su marcado acento chileno, me hicieron sentir aún más en casa de lo que ya estaba.
Incluso mi coquetona nos ayudó, poniendo sillas de plástico con muchas ganas, mientras que mi señorita perseguía a Alicia y, más tarde, se unieron al pequeño Bastián, chapoteando en nuestra piscina.
Entonces, mi esposo desapareció en el interior y regresó no con sus habituales jeans y camiseta, sino transformado.
😳
Se me cortó la respiración.
Allí estaba él, de pie en la puerta, bañado por la luz del atardecer que se filtraba por la ventana de nuestra cocina.
😍
Mi esposo, vestido de pies a cabeza como un sexy “huaso”.
🤤
Camisa blanca impecable, poncho de lana marrón perfectamente colocado sobre sus anchos hombros.
Sus pantalones de siempre sustituidos por unos pantalones de montar negros, ajustados y a la medida (que me dejaron sin aliento con su traserito rico 🤤 ), metidos dentro de unas relucientes botas negras.
Incluso tenía un sombrero de “chupalla” de ala ancha ladeado en su cabeza, haciéndolo ver más mino todavía.
😋

Parecía salido directamente de un viñedo chileno, increíblemente guapo y totalmente inesperado.
La madre de Bastián y yo nos quedamos con la boca abierta.
😱
Incluso Elena le echó un vistazo, porque estaba increíble: está en forma, tiene unos brazos fuertes y creo que todas podíamos imaginárnoslo domando un caballo o una vaca como un auténtico huaso.
Sentí que se me enrojecían las mejillas y un familiar cosquilleo en el estómago.
😊
Mi esposo captó mi mirada al otro lado del patio, sus ojos oscuros se fijaron en los míos con esa mirada cómplice y tan ardiente que siempre me mata y me termina desarmando enterita.
Se ajustó el poncho, y el movimiento resaltó la poderosa línea de sus hombros bajo la lana.
🤤
Mi pulso se aceleró cuando se acercó a mí, con sus botas haciendo un suave clic sobre las baldosas del patio.
El familiar aroma de su colonia mezclado con el humo del carbón me prendió entera.
“¿Quieres bailar una cueca?” me preguntó con esa increíble sonrisa de caballero.
0.0
Me quedé sin palabras.
Mi mejor amigo ahora baila un poco, pero la cueca nunca ha sido su fuerte.
😆
Sin embargo, por mí, hizo el esfuerzo, como siempre.

Seguía estando rígido y sus movimientos eran un poco torpes, pero lo estaba dando todo y yo lo quería aún más.
😍
Me reí y aplaudí mientras me hacía girar por el patio, con mi falda revoloteando contra sus piernas.
El ritmo era irregular, sus pasitos vacilantes, pero la calidez de sus ojos me mantenía firme.
😂
Nuestros amigos nos animaban, mi coquetona se reía mientras intentaba imitarnos junto con Bastián, que seguía zapateando fuerte como lo hacía el hombre de mi vida.
El olorcito rico de los anticuchos a la parrilla se combinaba con la colonia de mi esposo, terrosa y embriagadora.
🤤
Por un momento, Melbourne desapareció, cambiando por la polvorienta calidez de una fonda chilena.
😆
Su mano se deslizó con firmeza alrededor de mi cintura, acercándome lo suficiente como para sentir el calor que irradiaba su cuerpo bajo el poncho.
🤤
“Mi amor...” mi voz salió entrecortada y suavecita, apenas escuchable por las risas que llegaban desde el patio.
Su pulgar acarició mi mejilla, su piel tibia rozando tan rico.
😍
“Has estado echando de menos tu hogar, a tu mamá, tus hermanas...” Me dijo casi en secreto, como para que nadie nos escuchara. “Pensé en traerte un pedacito de eso.”
Sus ojitos se fijaron en mis labios, luego más abajo, deteniéndose donde se hundía el escote de mi blusa…
😈
El calor de su mirada no era solo de la parrilla…

XD
Era puro deseo, intenso, del tipo que me hacía temblar las rodillas y me cortaba la respiración.
La mano de mi esposo se apretó sobre mi cintura, posesiva y firme.
😳
“Creo... que voy a necesitar tu ayuda en la cocina...” dijo con ese tono ronco y varonil.
La mamita de Bastiáncito nos pilló y me dio guiño, diciéndome que se encargaría de cuidar a nuestros hijos.
😋
Seguí a mi esposo para adentro, y el alegre ruido del patio desapareció tras la puerta corredera.
La cocina todavía olía a ajo y comino, del relleno de las empanadas que se horneaban a fuego lento en la cocina.
🤤
Mi esposo se giró, su poncho rozó la encimera y me atrajo hacia él sin decir nada.
😚
Su besito fue profundo, urgente, con saborcito rico a su jugo de durazno favorito y a anticuchos ahumados, sus dedos haciéndome cariñito rico suavemente en mi pelo.
😍
“Estás...” Me dijo en secreto al oído. “...tan linda.”
Su mano se deslizó por mi espalda, apretándome contra él.
Las risas de afuera me parecían lejanas, sin importancia.
😫
Sus labios recorrieron mi cuello, su barba cortita me rozaba la piel y me daba escalofríos.
Me acerqué hacia él, agarrándome a su poncho con los dedos.
😩 😖
Su muslo se presionó entre los míos a través de mi falda, firme y exigente.
Se me escapó un gemido suave de lo rico que se sentía.
😩 😲
“Mi amor...” logré decirle mientras me derretía cuando me iba besando el cuello de la forma que sabe que me vuelve loca.
XD
Sus manos se deslizaron bajo mi blusa, sus palmas tibias rozando mis costillas, haciéndome jadear.
😫 😵
Ese calor familiar se acumuló en lo más profundo de mi vientre cuando me levantó y me puso sobre la encimera de la cocina, mi falda pollera arremangada alrededor de mis muslos.
El mármol helado del mueble contra mi piel desnuda contrastaba tan rico con la calidez de su cuerpo presionándome.
😫 😖
Sus dedos forcejearon con los diminutos botones de mi blusa, la urgencia lo hacía torpe.
“¡Malditos botones!”, gruñó contra mi clavícula, con su aliento caliente sobre mi piel.
XD
Me reí despacito mientras le ayudaba a desabrochármelos, con los dedos temblando de la emoción.
Afuera, escuchaba el grito de alegría de Alicia mientras salpicaba a Bastián en la piscina, un sonido lejano pero que me devolvió brevemente a la realidad.
Entonces, la boca de mi esposo volvió a encontrar la mía, ahogando mi jadeo mientras sus manos deliciosas se deslizaban bajo mi blusa desabrochada.
😵 😲
Sus pulgares rozaron el bulto de mis pechos por encima de mi sostén de encaje, las yemas de sus deditos enganchándose en mi piel suavecita y fresca.
Me arqueé hacia él, clavando mis dedos en la gruesa lana de su poncho.
😖😲
El olor a humo de carbón se aferraba a él tan rico, mezclándose con el sudor y esa colonia terrosa me estaba calentando.
Durante esos minutos mágicos, no éramos la pareja enamorada que solemos ser.
En cambio, éramos un huaso cachondo y una huasita calentona, deseosos de hacer el amor en la cocina.
😈
Sus labios recorrieron mi cuello, su barbita picándome deliciosamente mientras sus manos acariciaban mis pechos a través del encaje.
Un gemido grave retumbó en su pecho.
😩 😲
“Vaya, Marisol...” me dijo despacito, cuando sus pulgares acariciaban mis pezones endurecidos a través de la tela.
La sensación me recorrió todo el cuerpo, haciéndome retorcerme contra él.
😫 😖
Afuera, se oían risas: Mi coquetona le gritaba algo a Bastián, pero se desvanecieron en un ruido de fondo.
Las manos de mi esposo estaban por todas partes, ásperas y posesivas, deslizándose por mi cintura para agarrarme las caderas.

😩😫
Me atrajo hacia él, con su enorme bulto presionando a través de la lana de sus pantalones de montar.
Se me cortó la respiración.
X.X
“¿Aquí?”, susurré, mirando hacia la puerta del patio. “Podrían...”
Intenté brevemente ser “la mamita buena”. Pero tener a mi esposo para mí sola, con ese aspecto, hizo que saliera la “Marisol putita”.
😵 😲
“¡Cierra la puerta y échale llave!” le pedí, quitándome las sandalias.
Mis pies descalzos tocaron las baldosas frías mientras mi mejor amigo se abalanzaba sobre la manija de la puerta corrediza y la cerraba con un clic suave.
@.@
La alegre escena del patio desapareció en colores apagados a través del cristal, con la mamita de Bastián agitando una empanada para enfriarla, ajena a todo.
Mi esposo se volvió hacia mí, con los ojos llenos de deseo, y esa ridícula chupalla todavía ladeado con aire desenfadado.
🤤
Se lo quitó de un tirón y lo tiró sobre la encimera, cayendo junto al lado de un pote de salsa pebre.
Luego se abalanzó sobre mí de nuevo, con manos ásperas y urgentes, y me apartó de la encimera.
😖😲
Mi espalda golpeó la puerta del refrigerador con un suave golpe sordo, y el frío del metal atravesó mi blusa.

La rodilla de mi esposo separó mis muslos, sus pantalones de montar rozaban mi piel desnuda mientras su boca reclamaba la mía.
😚 😵 😍
El sabor de la carne ahumada y el dulce jugo de durazno inundó mis sentidos, mezclado con la sal de su sudor.
Agarré la lana de su poncho, desesperada por sentir su piel, pero él me inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza con una mano.
😫 😖
Su otra mano se deslizó bajo mi pollera, y sus dedos recorrieron el borde de encaje de mi ropa interior.
Pero entonces, su boca se desplazó hacia el sur, dirigiéndose a la hendidura entre mis pechos.
😩😫
Me besó suavemente, de forma provocativa, mientras sus dedos recorrían el borde de encaje de mi ropa interior bajo la falda.
Mi amor empezó a tocarme el trasero con los dedos, mientras seguía lamiéndome entre los pechos, volviéndome loca.
😵 😲
Su verga enorme seguía atrapada bajo esos malditos pantalones, mientras yo luchaba por desabrocharle el cinturón.
Mis dedos temblaban contra el rígido cinturón de cuero, resbaladizo por el sudor, mientras la boca de mi esposo bajaba, con los dientes rozando mi pezón a través del encaje húmedo.
🤤
Un gritito ahogado se escapó de mi garganta cuando su otra mano deslizó mis bragas a un lado (¡Su técnica especial! XD) y sus dedos se hundieron hasta el fondo sin previo aviso.
😖😲
El estiramiento repentino me hizo arquearme sobre el refrigerador, con los dedos de los pies curvándose contra las frías baldosas.

Afuera, la risa de mi señorita atravesó la neblina, demasiado cerca, pero el gruñido calenturiento de mi esposo vibró contra mi piel.
😵 😲
“¡Silencio!” me ordenó, mordiéndome la clavícula mientras sus dedos me trabajaban sin piedad, curvándose justo en el punto adecuado.
X.X
Las estrellas estallaron detrás de mis párpados; me mordí el labio hasta sangrar para ahogar el grito.
Los dedos de mi esposo se retiraron resbaladizos y brillantes con mis jugos, sustituidos al instante por la gruesa cabeza de su verga presionando contra mi entrada apretada.

😮 😲
Sin preámbulos, sin delicadeza, solo la brutal y exigente embestida que me empujó contra la nevera.
El impacto hizo vibrar las botellas que había dentro, un fuerte estruendo que se perdió bajo mi jadeo ahogado.

😩 😖
Me llenó por completo, estirándome hasta el límite, la deliciosa quemazón mezclándose con el dolor de mis muñecas inmovilizadas.
Su poncho me arañó la mejilla cuando enterraba su rostro en mi cuello, con la respiración entrecortada.
😩 😲
Afuera, mi coquetona gritó algo sobre helado, un recuerdo lejano, distante de que no estábamos solos, pero las caderas de mi esposo se movieron hacia adelante de nuevo, penetrando aún más adentro.
Mi jadeo se disolvió en un gemido.
😫 😖
“¡Sí!” gruñó victorioso contra mi garganta, la palabra vibrando a través de mí. “¡Siempre estás tan estrecha!”
X.X
Su mano se deslizó de mis muñecas, sus dedos enredándose en mi cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás para exponer mi garganta.

Sus embestidas eran implacables, cada una sacudiendo la puerta de la nevera detrás de mí, haciendo vibrar los frascos con aceitunas, pepinillos y, por supuesto, mis pechos.
😩😫
El ritmo era salvaje, posesivo, como si me estuviera marcando.
El sudor le empapaba la frente y goteaba sobre mi clavícula.
😖😲
“¡Eres mía!” dijo con voz ronca, rozándome el pulso con los dientes. “¡Mi huasa!”
Su pulgar encontró mi botón, haciendo círculos bruscos y exigentes que destrozaron mi mente.
😵 😲
El placer se enroscó con fuerza, al rojo vivo, borrando la lejana charla de mi señorita, el chisporroteo de los anticuchos.
Mis uñas arañaron el refrigerador, puntos de anclaje desesperados con el mundo cuando la cocina se difuminaba.
😩 😖
“¡Mi amor!” El grito de advertencia se me escapó, agudo y fino, mientras mis caderas se empujaban contra las suyas.
Él lo ahogó con un beso, brutal y hambriento, entrelazando su lengua con la mía, saboreando la desesperación y el jugo de durazno.
😵 😲
Su mano se cerró sobre mi boca, amortiguando mi grito mientras el orgasmo me atravesaba, violento, cegador.
Mis músculos se tensaron a su alrededor sintiéndolo tan adentro de mi colita, arrancándole un gemido entrecortado del pecho.
Él no se detuvo, empujando contra los espasmos, persiguiendo su propio alivio.
😖😲
La manija de la nevera se me clavaba en la cara, un dolor agudo y refrescante que contrastaba con el placer embriagador.
Entonces se tensó, y un sonido gutural se le escapó mientras se derramaba profundamente dentro de mí, caliente y posesivo.
💦 💦 💦 💦 💦 💦



Su frente se apoyó en mi espalda, nuestros alientos se coordinaron, resbaladizos por el sudor.
Afuera, Bastián chilló, a un mundo entero de distancia.
Silencio, salvo por nuestra respiración agotada.
😩😫
Su pulgar rozó mi labio hinchado, ahora sensible.
“¿Entendido?” me preguntó con una voz rota pero demandante.
Asentí, temblando.
😍
Nos quedamos allí, pegados un poco más.
Luego dio un paso atrás lentamente, dejándome fría contra el metal.
La humedad resbalaba por mi muslo.
🤤
Se ajustó los pantalones, haciendo sonar la hebilla del cinturón.
😩😫
El sombrero yacía abandonado junto al pebre.
La realidad volvió a golpearme: risas, humo, la voz de mi coquetona pidiendo más limonada.
Los ojos de mi esposo se clavaron en los míos: oscuros, satisfechos.
😍
Un mensaje silencioso.
“¡Lo sé!”
Abrió la puerta deslizándola.
Aire fresco, olor a anticuchos, Alicia gritando:
“¡Papá! ¡Se está quemando la carne!” Desapareció en el patio, con el poncho ondeando.
😍
Me desplomé contra la encimera, con las piernas temblorosas y el trasero empapado de sus fluidos.
Mi reflejo en la puerta del microondas: colorada, con la blusa abierta y la falda deshecha.
Una lenta sonrisa se dibujó en mis labios.
😅

Estaba en mi hogar.
😉
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