Capítulo 3: La Revelación del Placer
Ichida, en los últimos días, había estado más comprometido con su tía, su relación alcanzando niveles de intensidad y pasión que ninguno de los dos había experimentado antes. Cada noche, al despedir a su esposo, la tía se transformaba en una mujer de deseo insaciable, sus gemidos llenando cada rincón de la casa, creando una sinfonía de lujuria y placer. "No pares, mi amor," gemía, su voz llena de necesidad y urgencia. "Sí, así, fóllame como si no hubiera un mañana. Quiero sentirte entero, quiero que me llenes por completo." Sus obsenidades, susurradas en su oído, lo volvían loco, creando una mezcla de placer y excitación que lo dejaba sin aliento.
Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedecía, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis. La tía, con cada movimiento, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigía, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedecía, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.
En uno de esos momentos de pasión desenfrenada, la tía, con una sonrisa pícara, le pasó a Ichida un juguete, un dilatador anal, su intención clara y explícita. "Ichida, mi amor, quiero probar algo que hacía con mi esposo. Quiero que me folles por el culo," murmuró, su voz llena de deseo y anticipación. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, asintió, su miembro palpitante y listo para explorar nuevos territorios de placer y tentación.
Mientras preparaban el terreno, la madre de Ichida, preocupada por no encontrarlo en casa, decidió pasar por el trabajo del esposo de su hermana. "¿Sabes dónde está tu esposa?" preguntó, su tono casual pero con un matiz de urgencia. "Sí, está en casa. Aquí tienes las llaves, por si las necesitas," respondió el esposo, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propio hogar.
La madre, con una mezcla de temor y excitación, se dirigió a la casa de su hermana, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Al acercarse, escuchó gemidos, gemidos profundos y guturales, llenos de deseo y pasión. Con el corazón acelerado, abrió la puerta con suavidad, sus pasos silenciosos mientras se dirigía al origen de los sonidos. Al llegar al cuarto de su hermana, se asomó con cuidado, sus ojos abiertos de par en par ante la escena que se desarrollaba ante ella.
Ichida, con su miembro erecto y palpitante, penetraba a su tía con fuerza y profundidad, cada embestida creando una fricción de placer y tentación. La tía, con los ojos cerrados y la boca abierta en un gemido constante, se movía debajo de él, sus caderas encontrándose con las suyas en un baile de pasión y deseo. "Ay, mi amor, sí, así, más fuerte," gemía, su voz llena de necesidad y urgencia. "Me encanta cómo me follas, cómo me llenas, cómo me haces sentir una puta en tus manos." Sus obsenidades, susurradas entre gemidos y jadeos, solo servían para aumentar la excitación de Ichida, quien se movía dentro de ella, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.
La madre, con el corazón latiendo con fuerza, observaba la escena, asombrada y excitada, incapaz de apartar la mirada. Veía cómo Ichida, con cada embestida, penetraba profundamente a su tía, cómo su miembro desaparecía dentro de ella, creando una fricción de placer y tentación. La tía, con cada movimiento, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigía, su voz teñida de necesidad y urgencia.
De repente, Ichida, con un gemido gutural, se vino dentro de ella, su semen caliente y espeso llenando su vagina, creando una sensación de placer y satisfacción que los dejó a ambos sin aliento. La tía, con una sonrisa de satisfacción, acarició su miembro, sus dedos jugando con los restos de su éxtasis. "Te amo, mi amor. Esto solo era tuyo," murmuró, sus palabras llenas de afecto y deseo, sabiendo que lo que habían compartido era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar.
La madre, con el corazón latiendo con fuerza, observaba cómo el semen goteaba de la vagina de su hermana, una visión que la dejó sin aliento, una mezcla de asombro y excitación recorriendo su cuerpo, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida, tras presenciar la escena de pasión entre su hijo y su hermana, se retiró con cuidado, su mente llena de preguntas y dudas. Al llegar a su casa, intentó concentrarse en la lectura, pero las imágenes de lo que había visto seguían apareciendo en su mente, creando una mezcla de asombro y confusión. “¿Cómo puede ser? Mi hermana, siempre tan cuerda y seria, ¿cómo puede involucrarse en algo así?” se preguntaba, su voz apenas un susurro, sabiendo que lo que había visto cambiaría su percepción de la realidad para siempre.
Durante las siguientes semanas, la madre se sumergió en la lectura de libros sobre incesto, intentando entender las motivaciones y consecuencias de tales relaciones. Cada página, cada testimonio, la llevaba a cuestionar aún más lo que había visto, creando una lucha interna entre la moral y el deseo. “¿Es posible que el amor y el deseo puedan superar los límites de lo aceptable?” se preguntaba, su mente llena de dudas y preguntas sin respuesta.
Mientras tanto, en casa de la tía, la vida seguía su curso, aunque con una tensión subyacente. El esposo de la tía, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propio hogar, intentó acercarse a su esposa, buscando un momento de intimidad. “Amor, quiero hacerte el amor,” murmuró, su voz llena de deseo y necesidad. La tía, con una sonrisa forzada, le dio excusas, su mente y su cuerpo aún consumidos por la pasión que compartía con Ichida. “No, amor. No me siento bien. Vamos a dormir,” respondió, su voz teñida de una mezcla de culpa y excitación, sabiendo que lo que sentía por su sobrino era algo que ninguno de los dos quería abandonar.
La madre de Ichida, aprovechando la ausencia de Ren, comenzó a explorar su propia sexualidad, buscando en su marido una conexión que le ayudara a entender lo que sentía. Mientras cabalgaba encima de él, sus movimientos lentos y deliberados, se sentía rara, su vagina húmeda pero sin la satisfacción que esperaba. “¿Qué me pasa?” se preguntaba, su mente llena de dudas y preguntas. Su esposo, con un gemido gutural, se vino dentro de ella, su semen caliente y espeso llenando su vagina, creando una sensación de placer y satisfacción que, sin embargo, le dejaba un vacío interior.

Mientras el semen goteaba de su vagina, la madre recordó la escena que había presenciado, la pasión y el deseo que había visto en los ojos de su hermana y su sobrino. “¿Será eso lo que me falta?” se preguntó, su mente llena de dudas y preguntas, sabiendo que lo que había visto había dejado una marca indeleble en su alma, una marca que ninguno de los dos quería abandonar.
Al día siguiente, la madre terminó de leer un libro sobre incesto, sus páginas llenas de testimonios y experiencias que la llevaron a reflexionar sobre lo que había visto y lo que sentía. En ese momento, su hermana la llamó, su voz llena de urgencia y necesidad. “Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos en mi casa?” preguntó, su tono serio y determinado. La madre, con una mezcla de temor y excitación, aceptó, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida, al llegar a la casa de su hermana, fue recibida con una mezcla de alivio y tensión. Sayong, con una taza de té en la mano, la invitó a sentarse en el sofá, su expresión seria pero cálida. “Gracias por venir, necesitaba hablar contigo,” comenzó, su voz teñida de una mezcla de urgencia y vulnerabilidad. La madre de Ichida, asintiendo, se preparó para escuchar lo que su hermana tenía que decir, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo.
“Mi relación con mi esposo va de mal en peor,” confesó Sayong, suspirando profundamente. “Cada día se siente más distante, y yo… yo me siento sola, incomprendida.” La madre de Ichida, con una mezcla de lástima y comprensión, respondió: “Lo siento mucho, Sayong. Mi relación con mi esposo es… diferente. Vamos bien, pero no me siento satisfecha.” Sayong, con una mirada inquisitiva, preguntó: “¿Por qué no te sientes satisfecha si tu relación es perfecta?” La madre de Ichida, con una respiración profunda, confesó: “Es complicado. Cuando estoy con mi esposo, me mojo, pero ya no me siento llena. Siento un vacío, una falta de adrenalina que antes me consumía.”
Sayong, analizando sus palabras, respondió: “Tal vez necesitas darle un espacio a tu mente y a tu cuerpo para conocer a otra persona, para satisfacerte a ti misma. No hay nada de malo en explorar, en buscar lo que te hace sentir completa.” La madre de Ichida, con una mezcla de duda y deseo, respondió: “No quiero ser infiel a mi esposo. Solo leo libros para olvidarme de todo, para encontrar una salida a este vacío que siento.” Sayong, con una sonrisa comprensiva, preguntó: “¿Qué tipo de libros lees?” La madre de Ichida, con una voz temblorosa, respondió: “Libros sobre relaciones y sexo. He estado leyendo sobre diferentes prácticas, intentando entender lo que siento.” Sayong, con una mirada de aceptación y comprensión, respondió: “El sexo anal, por ejemplo, puede ser una experiencia muy intensa. Tal vez deberías probarlo con tu esposo. A muchas parejas les ayuda a reconectar y a explorar nuevos niveles de intimidad.”
La madre de Ichida, con una expresión de duda, respondió: “Ya lo hemos intentado, pero no me siento cómoda. Siento que falta algo, que no es lo que realmente necesito.” Sayong, asintiendo, continuó: “Entiendo. A veces, encontrar lo que realmente necesitamos puede ser un proceso de ensayo y error. No te presiones a ti misma. Explora, experimenta, y verás que lo que sientes es solo el comienzo de un viaje de descubrimiento y placer.” La madre de Ichida, con una mezcla de excitación y temor, asintió, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolas a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida se despidió de su hermana con una mezcla de alivio y confusión. Al salir de la casa, Ichida, recién llegado de la universidad, se acercó a ella, su rostro serio pero cálido. “Hola, mamá. ¿Todo bien?” preguntó, su voz llena de preocupación. La madre, asintiendo, respondió: “Sí, todo está bien, mi amor. Vamos a casa.” Durante el trayecto en carro, la madre no podía sacar de su mente la imagen de Ichida penetrando a Sayong, un nudo formándose en su garganta con cada recuerdo, una mezcla de asombro y excitación recorriendo su cuerpo.
De vuelta en casa, la madre continuó su vida, reflexionando sobre las palabras de su hermana. Seguía leyendo, explorando diferentes prácticas y experiencias, buscando una salida a ese vacío que sentía. En una ocasión, mientras se probaba un vestido transparente que solía usar para follar con su esposo, comenzó a masturbarse. El vestido, de un color dorado intenso, realzaba cada curva de su cuerpo, creando una imagen de tentación y deseo. Con una mano, acarició suavemente su clítoris, sus dedos moviéndose en círculos lentos y deliberados, creando una fricción que la volvía loca. Con la otra mano, exploró su vagina, sus dedos penetrando profundamente, buscando ese placer que tanto anhelaba.
Mientras se excitaba, sus gemidos llenaban la habitación, su respiración entrecortada y profunda. “Sí, así, más fuerte,” se susurraba a sí misma, su voz llena de deseo y necesidad. Sus caderas se movían al ritmo de sus caricias, buscando esa liberación que la dejaba sin aliento. De repente, Ichida, al pasar por el pasillo, se dio cuenta de la situación, sus ojos abiertos de par en par ante la visión de su madre, su vestido transparente revelando cada detalle de su cuerpo, su mano moviéndose entre sus piernas en un ritmo frenético y apasionado. Quedó anonadado, su mente llena de asombro y excitación, incapaz de apartar la mirada de la vagina de su madre, húmeda y tentadora, invitándolo a explorar, a descubrir.


Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, se retiró sin que su madre se diera cuenta, su mente llena de imágenes y recuerdos que lo dejaban sin aliento. La familia, poco después, fue invitada a una fiesta, un evento lleno de luz, música y risas. La madre, con un hermoso vestido que realzaba su figura, se movía con gracia y elegancia, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y misterio. Ichida, a su lado, no podía olvidar la visión de su madre masturbándose, su mente llena de preguntas y deseos, incapaz de concentrarse en nada más.
La fiesta iba en apogeo, la música llenando cada rincón, creando una atmósfera de celebración y placer. La madre, con unos tragos encima, se movía con más libertad, su cuerpo siguiendo el ritmo de la música, sus caderas balanceándose en un movimiento sensual y tentador. Ichida, al verla, sintió una mezcla de excitación y protección, su deseo de acercarse a ella, de explorar esa conexión que sentía, creciendo con cada segundo.
Ren, con los tragos encima, se acercó a Ichida, sus movimientos llenos de confianza y seguridad. “Ichida, ¿bailamos?” preguntó, su voz llena de tentación y deseo. Ichida, asintiendo, la tomó de la mano, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música, creando una coreografía de deseo y tentación. Mientras bailaban, Ren, con una sonrisa pícara, comenzó a restregar sus nalgas contra el miembro de Ichida, el roce creando una fricción de placer y excitación. “Mi relación es un asco,” confesó Ren, su voz teñida de frustración y tristeza. “Mi novio se la pasa todo el tiempo en su entrenamiento, en el gym, con sus lecturas. No me dedica tiempo, y yo… yo me siento sola, incomprendida.”
Ichida, escuchando sus palabras, sintió una mezcla de lástima y comprensión. “Lo siento, Ren. No sabía que las cosas estaban tan mal,” respondió, su voz llena de afecto y preocupación. Ren, con una sonrisa forzada, continuó: “Es complicado. A veces siento que no soy suficiente para él, que mis necesidades y deseos no importan.” Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, asintió, sintiendo cómo su pene se endurecía, presionando contra el cuerpo de Ren, creando una sensación de tensión y anticipación.
Mientras continuaban bailando, Ren, con la calentura de los tragos, siguió moviendo su culo, pero con más sensualidad, un movimiento inocente pero lleno de tentación. Ichida, resguardando su erección, se acercó a su hermana para seguir el ritmo, sus cuerpos moviéndose en sincronía, creando una atmósfera de deseo y tentación. La canción llegó a su fin, y ambos se dirigieron a sentarse, Ren con una sonrisa satisfecha. “Bailas bien, hermano,” comentó, su voz llena de afecto y admiración.
Ichida, al sentarse, comenzó a dialogar con su madre, quien, con unos tragos encima, se movía con más libertad, su cuerpo siguiendo el ritmo de la música, sus caderas balanceándose en un movimiento sensual y tentador. “Mamá, ¿estás bien?” preguntó Ichida, su voz llena de preocupación. “Sí, mi amor. Solo tengo un poco de calor, ven vamos a bailar” respondió la madre, su voz teñida de una mezcla de excitación y mareo. “El lugar tiene la culpa,” añadió Ichida, su mente llena de imágenes y recuerdos que lo dejaban sin aliento, Ichida se levantó y comenzó a bailar con su madre.
De repente, un ritmo de baile un poco pasado de raya comenzó a sonar, y la madre, con una sonrisa pícara, se giró, comenzando a moverle el culo a su hijo, sintiendo el gran miembro de Ichida presionando contra ella, creando una fricción de placer y tentación. Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, siguió el ritmo, sus cuerpos moviéndose en sincronía, creando una atmósfera de deseo y tentación, un momento en el que todo era posible, en el que la línea entre lo permitido y lo prohibido se volvía borrosa, creando un aire de inocencia y excitación que ninguno de los dos quería abandonar.
La noche había sido intensa, llena de momentos de tensión y deseo que lo dejaban sin aliento. Mientras se dirigía a su coche, su mente estaba llena de recuerdos y sensaciones que lo excitaban, especialmente el recuerdo de su madre. La visión de ella bailando, su cuerpo moviéndose con una sensualidad que lo volvía loco, lo acompañaba en cada pensamiento, creando una mezcla de excitación y anticipación que lo dejaba sin aliento.
Conduciendo de vuelta a casa, Ichida tenía a su madre, su hermana y su padrastro en el coche. La conversación era ligera, llena de risas y comentarios sobre la fiesta, pero su mente estaba en otro lugar, reviviendo cada momento, cada roce, cada mirada. Su madre, a su lado, se veía relajada, su rostro iluminado por la luz de las farolas, creando una imagen de belleza y misterio que lo dejaba sin aliento. "Ichida, ¿estás bien?" preguntó su madre, notando su silencio. "Sí, mamá. Solo estoy un poco cansado," respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad.
Mientras avanzaban por las calles, Ichida no podía dejar de pensar en lo sucedido. La forma en que su hermana se había restregado contra él, la sensación de sus nalgas blandas y tentadoras, el olor a alcohol en su aliento, todo se mezclaba en su mente, creando una sinfonía de deseo y tentación. Y, por supuesto, el recuerdo de su madre, su cuerpo moviéndose con una sensualidad que lo volvía loco, su culo rozando contra él, creando una fricción de placer y excitación que lo dejaba sin aliento.
La conversación en el coche continuó, pero Ichida apenas prestaba atención, perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos, en sus deseos. "Ichida, ¿me escuchas?" preguntó su padrastro, sacándolo de su ensoñación. "Sí, perdón. ¿Qué decías?" respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad. "Nada importante. Solo comentaba sobre lo bien que lo pasamos," respondió su padrastro, con una sonrisa cálida.
Al llegar a casa, Ichida ayudó a su madre a bajar del coche, su mano rozando la suya, creando una chispa de electricidad que lo dejó sin aliento. "Gracias, mi amor," murmuró su madre, su voz suave y tentadora. "De nada, mamá," respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad, sabiendo que lo que había sucedido esa noche cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
Gracias amigos por leer mis relatos, continuamos con esto y pues espero su apoyo en mis redes y que comenten en mi blog, feliz día.
Ichida, en los últimos días, había estado más comprometido con su tía, su relación alcanzando niveles de intensidad y pasión que ninguno de los dos había experimentado antes. Cada noche, al despedir a su esposo, la tía se transformaba en una mujer de deseo insaciable, sus gemidos llenando cada rincón de la casa, creando una sinfonía de lujuria y placer. "No pares, mi amor," gemía, su voz llena de necesidad y urgencia. "Sí, así, fóllame como si no hubiera un mañana. Quiero sentirte entero, quiero que me llenes por completo." Sus obsenidades, susurradas en su oído, lo volvían loco, creando una mezcla de placer y excitación que lo dejaba sin aliento.
Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedecía, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis. La tía, con cada movimiento, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigía, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedecía, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.
En uno de esos momentos de pasión desenfrenada, la tía, con una sonrisa pícara, le pasó a Ichida un juguete, un dilatador anal, su intención clara y explícita. "Ichida, mi amor, quiero probar algo que hacía con mi esposo. Quiero que me folles por el culo," murmuró, su voz llena de deseo y anticipación. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, asintió, su miembro palpitante y listo para explorar nuevos territorios de placer y tentación.
Mientras preparaban el terreno, la madre de Ichida, preocupada por no encontrarlo en casa, decidió pasar por el trabajo del esposo de su hermana. "¿Sabes dónde está tu esposa?" preguntó, su tono casual pero con un matiz de urgencia. "Sí, está en casa. Aquí tienes las llaves, por si las necesitas," respondió el esposo, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propio hogar.
La madre, con una mezcla de temor y excitación, se dirigió a la casa de su hermana, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Al acercarse, escuchó gemidos, gemidos profundos y guturales, llenos de deseo y pasión. Con el corazón acelerado, abrió la puerta con suavidad, sus pasos silenciosos mientras se dirigía al origen de los sonidos. Al llegar al cuarto de su hermana, se asomó con cuidado, sus ojos abiertos de par en par ante la escena que se desarrollaba ante ella.
Ichida, con su miembro erecto y palpitante, penetraba a su tía con fuerza y profundidad, cada embestida creando una fricción de placer y tentación. La tía, con los ojos cerrados y la boca abierta en un gemido constante, se movía debajo de él, sus caderas encontrándose con las suyas en un baile de pasión y deseo. "Ay, mi amor, sí, así, más fuerte," gemía, su voz llena de necesidad y urgencia. "Me encanta cómo me follas, cómo me llenas, cómo me haces sentir una puta en tus manos." Sus obsenidades, susurradas entre gemidos y jadeos, solo servían para aumentar la excitación de Ichida, quien se movía dentro de ella, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.
La madre, con el corazón latiendo con fuerza, observaba la escena, asombrada y excitada, incapaz de apartar la mirada. Veía cómo Ichida, con cada embestida, penetraba profundamente a su tía, cómo su miembro desaparecía dentro de ella, creando una fricción de placer y tentación. La tía, con cada movimiento, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigía, su voz teñida de necesidad y urgencia.
De repente, Ichida, con un gemido gutural, se vino dentro de ella, su semen caliente y espeso llenando su vagina, creando una sensación de placer y satisfacción que los dejó a ambos sin aliento. La tía, con una sonrisa de satisfacción, acarició su miembro, sus dedos jugando con los restos de su éxtasis. "Te amo, mi amor. Esto solo era tuyo," murmuró, sus palabras llenas de afecto y deseo, sabiendo que lo que habían compartido era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar.
La madre, con el corazón latiendo con fuerza, observaba cómo el semen goteaba de la vagina de su hermana, una visión que la dejó sin aliento, una mezcla de asombro y excitación recorriendo su cuerpo, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida, tras presenciar la escena de pasión entre su hijo y su hermana, se retiró con cuidado, su mente llena de preguntas y dudas. Al llegar a su casa, intentó concentrarse en la lectura, pero las imágenes de lo que había visto seguían apareciendo en su mente, creando una mezcla de asombro y confusión. “¿Cómo puede ser? Mi hermana, siempre tan cuerda y seria, ¿cómo puede involucrarse en algo así?” se preguntaba, su voz apenas un susurro, sabiendo que lo que había visto cambiaría su percepción de la realidad para siempre.
Durante las siguientes semanas, la madre se sumergió en la lectura de libros sobre incesto, intentando entender las motivaciones y consecuencias de tales relaciones. Cada página, cada testimonio, la llevaba a cuestionar aún más lo que había visto, creando una lucha interna entre la moral y el deseo. “¿Es posible que el amor y el deseo puedan superar los límites de lo aceptable?” se preguntaba, su mente llena de dudas y preguntas sin respuesta.
Mientras tanto, en casa de la tía, la vida seguía su curso, aunque con una tensión subyacente. El esposo de la tía, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propio hogar, intentó acercarse a su esposa, buscando un momento de intimidad. “Amor, quiero hacerte el amor,” murmuró, su voz llena de deseo y necesidad. La tía, con una sonrisa forzada, le dio excusas, su mente y su cuerpo aún consumidos por la pasión que compartía con Ichida. “No, amor. No me siento bien. Vamos a dormir,” respondió, su voz teñida de una mezcla de culpa y excitación, sabiendo que lo que sentía por su sobrino era algo que ninguno de los dos quería abandonar.
La madre de Ichida, aprovechando la ausencia de Ren, comenzó a explorar su propia sexualidad, buscando en su marido una conexión que le ayudara a entender lo que sentía. Mientras cabalgaba encima de él, sus movimientos lentos y deliberados, se sentía rara, su vagina húmeda pero sin la satisfacción que esperaba. “¿Qué me pasa?” se preguntaba, su mente llena de dudas y preguntas. Su esposo, con un gemido gutural, se vino dentro de ella, su semen caliente y espeso llenando su vagina, creando una sensación de placer y satisfacción que, sin embargo, le dejaba un vacío interior.

Mientras el semen goteaba de su vagina, la madre recordó la escena que había presenciado, la pasión y el deseo que había visto en los ojos de su hermana y su sobrino. “¿Será eso lo que me falta?” se preguntó, su mente llena de dudas y preguntas, sabiendo que lo que había visto había dejado una marca indeleble en su alma, una marca que ninguno de los dos quería abandonar.
Al día siguiente, la madre terminó de leer un libro sobre incesto, sus páginas llenas de testimonios y experiencias que la llevaron a reflexionar sobre lo que había visto y lo que sentía. En ese momento, su hermana la llamó, su voz llena de urgencia y necesidad. “Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos en mi casa?” preguntó, su tono serio y determinado. La madre, con una mezcla de temor y excitación, aceptó, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida, al llegar a la casa de su hermana, fue recibida con una mezcla de alivio y tensión. Sayong, con una taza de té en la mano, la invitó a sentarse en el sofá, su expresión seria pero cálida. “Gracias por venir, necesitaba hablar contigo,” comenzó, su voz teñida de una mezcla de urgencia y vulnerabilidad. La madre de Ichida, asintiendo, se preparó para escuchar lo que su hermana tenía que decir, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo.
“Mi relación con mi esposo va de mal en peor,” confesó Sayong, suspirando profundamente. “Cada día se siente más distante, y yo… yo me siento sola, incomprendida.” La madre de Ichida, con una mezcla de lástima y comprensión, respondió: “Lo siento mucho, Sayong. Mi relación con mi esposo es… diferente. Vamos bien, pero no me siento satisfecha.” Sayong, con una mirada inquisitiva, preguntó: “¿Por qué no te sientes satisfecha si tu relación es perfecta?” La madre de Ichida, con una respiración profunda, confesó: “Es complicado. Cuando estoy con mi esposo, me mojo, pero ya no me siento llena. Siento un vacío, una falta de adrenalina que antes me consumía.”
Sayong, analizando sus palabras, respondió: “Tal vez necesitas darle un espacio a tu mente y a tu cuerpo para conocer a otra persona, para satisfacerte a ti misma. No hay nada de malo en explorar, en buscar lo que te hace sentir completa.” La madre de Ichida, con una mezcla de duda y deseo, respondió: “No quiero ser infiel a mi esposo. Solo leo libros para olvidarme de todo, para encontrar una salida a este vacío que siento.” Sayong, con una sonrisa comprensiva, preguntó: “¿Qué tipo de libros lees?” La madre de Ichida, con una voz temblorosa, respondió: “Libros sobre relaciones y sexo. He estado leyendo sobre diferentes prácticas, intentando entender lo que siento.” Sayong, con una mirada de aceptación y comprensión, respondió: “El sexo anal, por ejemplo, puede ser una experiencia muy intensa. Tal vez deberías probarlo con tu esposo. A muchas parejas les ayuda a reconectar y a explorar nuevos niveles de intimidad.”
La madre de Ichida, con una expresión de duda, respondió: “Ya lo hemos intentado, pero no me siento cómoda. Siento que falta algo, que no es lo que realmente necesito.” Sayong, asintiendo, continuó: “Entiendo. A veces, encontrar lo que realmente necesitamos puede ser un proceso de ensayo y error. No te presiones a ti misma. Explora, experimenta, y verás que lo que sientes es solo el comienzo de un viaje de descubrimiento y placer.” La madre de Ichida, con una mezcla de excitación y temor, asintió, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolas a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
La madre de Ichida se despidió de su hermana con una mezcla de alivio y confusión. Al salir de la casa, Ichida, recién llegado de la universidad, se acercó a ella, su rostro serio pero cálido. “Hola, mamá. ¿Todo bien?” preguntó, su voz llena de preocupación. La madre, asintiendo, respondió: “Sí, todo está bien, mi amor. Vamos a casa.” Durante el trayecto en carro, la madre no podía sacar de su mente la imagen de Ichida penetrando a Sayong, un nudo formándose en su garganta con cada recuerdo, una mezcla de asombro y excitación recorriendo su cuerpo.
De vuelta en casa, la madre continuó su vida, reflexionando sobre las palabras de su hermana. Seguía leyendo, explorando diferentes prácticas y experiencias, buscando una salida a ese vacío que sentía. En una ocasión, mientras se probaba un vestido transparente que solía usar para follar con su esposo, comenzó a masturbarse. El vestido, de un color dorado intenso, realzaba cada curva de su cuerpo, creando una imagen de tentación y deseo. Con una mano, acarició suavemente su clítoris, sus dedos moviéndose en círculos lentos y deliberados, creando una fricción que la volvía loca. Con la otra mano, exploró su vagina, sus dedos penetrando profundamente, buscando ese placer que tanto anhelaba.
Mientras se excitaba, sus gemidos llenaban la habitación, su respiración entrecortada y profunda. “Sí, así, más fuerte,” se susurraba a sí misma, su voz llena de deseo y necesidad. Sus caderas se movían al ritmo de sus caricias, buscando esa liberación que la dejaba sin aliento. De repente, Ichida, al pasar por el pasillo, se dio cuenta de la situación, sus ojos abiertos de par en par ante la visión de su madre, su vestido transparente revelando cada detalle de su cuerpo, su mano moviéndose entre sus piernas en un ritmo frenético y apasionado. Quedó anonadado, su mente llena de asombro y excitación, incapaz de apartar la mirada de la vagina de su madre, húmeda y tentadora, invitándolo a explorar, a descubrir.


Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, se retiró sin que su madre se diera cuenta, su mente llena de imágenes y recuerdos que lo dejaban sin aliento. La familia, poco después, fue invitada a una fiesta, un evento lleno de luz, música y risas. La madre, con un hermoso vestido que realzaba su figura, se movía con gracia y elegancia, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y misterio. Ichida, a su lado, no podía olvidar la visión de su madre masturbándose, su mente llena de preguntas y deseos, incapaz de concentrarse en nada más.
La fiesta iba en apogeo, la música llenando cada rincón, creando una atmósfera de celebración y placer. La madre, con unos tragos encima, se movía con más libertad, su cuerpo siguiendo el ritmo de la música, sus caderas balanceándose en un movimiento sensual y tentador. Ichida, al verla, sintió una mezcla de excitación y protección, su deseo de acercarse a ella, de explorar esa conexión que sentía, creciendo con cada segundo.
Ren, con los tragos encima, se acercó a Ichida, sus movimientos llenos de confianza y seguridad. “Ichida, ¿bailamos?” preguntó, su voz llena de tentación y deseo. Ichida, asintiendo, la tomó de la mano, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música, creando una coreografía de deseo y tentación. Mientras bailaban, Ren, con una sonrisa pícara, comenzó a restregar sus nalgas contra el miembro de Ichida, el roce creando una fricción de placer y excitación. “Mi relación es un asco,” confesó Ren, su voz teñida de frustración y tristeza. “Mi novio se la pasa todo el tiempo en su entrenamiento, en el gym, con sus lecturas. No me dedica tiempo, y yo… yo me siento sola, incomprendida.”
Ichida, escuchando sus palabras, sintió una mezcla de lástima y comprensión. “Lo siento, Ren. No sabía que las cosas estaban tan mal,” respondió, su voz llena de afecto y preocupación. Ren, con una sonrisa forzada, continuó: “Es complicado. A veces siento que no soy suficiente para él, que mis necesidades y deseos no importan.” Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, asintió, sintiendo cómo su pene se endurecía, presionando contra el cuerpo de Ren, creando una sensación de tensión y anticipación.
Mientras continuaban bailando, Ren, con la calentura de los tragos, siguió moviendo su culo, pero con más sensualidad, un movimiento inocente pero lleno de tentación. Ichida, resguardando su erección, se acercó a su hermana para seguir el ritmo, sus cuerpos moviéndose en sincronía, creando una atmósfera de deseo y tentación. La canción llegó a su fin, y ambos se dirigieron a sentarse, Ren con una sonrisa satisfecha. “Bailas bien, hermano,” comentó, su voz llena de afecto y admiración.
Ichida, al sentarse, comenzó a dialogar con su madre, quien, con unos tragos encima, se movía con más libertad, su cuerpo siguiendo el ritmo de la música, sus caderas balanceándose en un movimiento sensual y tentador. “Mamá, ¿estás bien?” preguntó Ichida, su voz llena de preocupación. “Sí, mi amor. Solo tengo un poco de calor, ven vamos a bailar” respondió la madre, su voz teñida de una mezcla de excitación y mareo. “El lugar tiene la culpa,” añadió Ichida, su mente llena de imágenes y recuerdos que lo dejaban sin aliento, Ichida se levantó y comenzó a bailar con su madre.
De repente, un ritmo de baile un poco pasado de raya comenzó a sonar, y la madre, con una sonrisa pícara, se giró, comenzando a moverle el culo a su hijo, sintiendo el gran miembro de Ichida presionando contra ella, creando una fricción de placer y tentación. Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, siguió el ritmo, sus cuerpos moviéndose en sincronía, creando una atmósfera de deseo y tentación, un momento en el que todo era posible, en el que la línea entre lo permitido y lo prohibido se volvía borrosa, creando un aire de inocencia y excitación que ninguno de los dos quería abandonar.
La noche había sido intensa, llena de momentos de tensión y deseo que lo dejaban sin aliento. Mientras se dirigía a su coche, su mente estaba llena de recuerdos y sensaciones que lo excitaban, especialmente el recuerdo de su madre. La visión de ella bailando, su cuerpo moviéndose con una sensualidad que lo volvía loco, lo acompañaba en cada pensamiento, creando una mezcla de excitación y anticipación que lo dejaba sin aliento.
Conduciendo de vuelta a casa, Ichida tenía a su madre, su hermana y su padrastro en el coche. La conversación era ligera, llena de risas y comentarios sobre la fiesta, pero su mente estaba en otro lugar, reviviendo cada momento, cada roce, cada mirada. Su madre, a su lado, se veía relajada, su rostro iluminado por la luz de las farolas, creando una imagen de belleza y misterio que lo dejaba sin aliento. "Ichida, ¿estás bien?" preguntó su madre, notando su silencio. "Sí, mamá. Solo estoy un poco cansado," respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad.
Mientras avanzaban por las calles, Ichida no podía dejar de pensar en lo sucedido. La forma en que su hermana se había restregado contra él, la sensación de sus nalgas blandas y tentadoras, el olor a alcohol en su aliento, todo se mezclaba en su mente, creando una sinfonía de deseo y tentación. Y, por supuesto, el recuerdo de su madre, su cuerpo moviéndose con una sensualidad que lo volvía loco, su culo rozando contra él, creando una fricción de placer y excitación que lo dejaba sin aliento.
La conversación en el coche continuó, pero Ichida apenas prestaba atención, perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos, en sus deseos. "Ichida, ¿me escuchas?" preguntó su padrastro, sacándolo de su ensoñación. "Sí, perdón. ¿Qué decías?" respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad. "Nada importante. Solo comentaba sobre lo bien que lo pasamos," respondió su padrastro, con una sonrisa cálida.
Al llegar a casa, Ichida ayudó a su madre a bajar del coche, su mano rozando la suya, creando una chispa de electricidad que lo dejó sin aliento. "Gracias, mi amor," murmuró su madre, su voz suave y tentadora. "De nada, mamá," respondió, su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad, sabiendo que lo que había sucedido esa noche cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.
Gracias amigos por leer mis relatos, continuamos con esto y pues espero su apoyo en mis redes y que comenten en mi blog, feliz día.
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