No sé en qué momento empecé a calentarme con la idea de mostrarme. Tal vez fue después de abrir esa cuenta anónima y ver cómo reaccionaban desconocidos a mis fotos. O capaz fue porque con Lucas siento que no tengo límites, que puedo ser todo lo que quiera y él siempre va a prenderse.
Esa noche estaba en mi pieza, en bombacha, sentada en la cama mientras Lucas me miraba con esa sonrisa de cabrón que me enloquece. No sé cómo, pero terminé diciéndole:
—Che, ¿viste Poringa?
Se me escapó. Y apenas lo dije, me agarró un calor en la cara.
—Si sí —me contestó él, medio sorprendido—. ¿Por?
—Estuve pensando en subir algo nuevo. Pero quiero que me ayudes.
Él me miró fijo, con esa mezcla de risa y morbo. Me acerqué, me puse de rodillas frente a él y le susurré:
—Quiero que me pongas la "P!". Que se vea que no soy cualquiera.
Lucas abrió grande los ojos. No se lo esperaba.
—¿Cómo?
Me di vuelta, me puse en cuatro y le moví la cola frente a la cara. Agarré un fibrón verde que tenía en el cajón del escritorio y se lo pasé.
—Escribime una P acá —le dije, mirándolo por arriba del hombro—. Una P bien grande, de Poringa… de putita.
Sentí cómo me tocó suave, después el frío del fibrón y ese cosquilleo caliente en la piel. Me dibujó la letra despacio, con cuidado, como si fuera un tatuaje.
—Listo… —me dijo con voz grave—. Quedaste divina.
Me reí, excitada y nerviosa a la vez. La sensación de humillación me mojaba aún más.
—Sacame fotos. Que se vea. Quiero que todos lo vean.
Lucas agarró el celular y empezó a disparar. Yo posaba, jugaba con los dedos, me abría más, me tocaba, todo para la cámara.
—Dios… Andrea, sos tremenda. ¿Sabés qué es lo mejor? Que cuando todos se calienten con esto… yo te estoy cogiendo.
Lo miré y me reí, caliente como nunca.
Y después cogimos un rato, y obvio saco fotos...









Díganme… ¿qué parte de mí les calienta más?
¿Quién me usaría así también?
Y si pudieran escribirme una letra en el cuerpo, ¿cuál sería y dónde la pondrían?
Dejen puntitos y comenten. Así subo más.
Llegaremos a entrar en el top?
Esa noche estaba en mi pieza, en bombacha, sentada en la cama mientras Lucas me miraba con esa sonrisa de cabrón que me enloquece. No sé cómo, pero terminé diciéndole:
—Che, ¿viste Poringa?
Se me escapó. Y apenas lo dije, me agarró un calor en la cara.
—Si sí —me contestó él, medio sorprendido—. ¿Por?
—Estuve pensando en subir algo nuevo. Pero quiero que me ayudes.
Él me miró fijo, con esa mezcla de risa y morbo. Me acerqué, me puse de rodillas frente a él y le susurré:
—Quiero que me pongas la "P!". Que se vea que no soy cualquiera.
Lucas abrió grande los ojos. No se lo esperaba.
—¿Cómo?
Me di vuelta, me puse en cuatro y le moví la cola frente a la cara. Agarré un fibrón verde que tenía en el cajón del escritorio y se lo pasé.
—Escribime una P acá —le dije, mirándolo por arriba del hombro—. Una P bien grande, de Poringa… de putita.
Sentí cómo me tocó suave, después el frío del fibrón y ese cosquilleo caliente en la piel. Me dibujó la letra despacio, con cuidado, como si fuera un tatuaje.
—Listo… —me dijo con voz grave—. Quedaste divina.
Me reí, excitada y nerviosa a la vez. La sensación de humillación me mojaba aún más.
—Sacame fotos. Que se vea. Quiero que todos lo vean.
Lucas agarró el celular y empezó a disparar. Yo posaba, jugaba con los dedos, me abría más, me tocaba, todo para la cámara.
—Dios… Andrea, sos tremenda. ¿Sabés qué es lo mejor? Que cuando todos se calienten con esto… yo te estoy cogiendo.
Lo miré y me reí, caliente como nunca.
Y después cogimos un rato, y obvio saco fotos...









Díganme… ¿qué parte de mí les calienta más?
¿Quién me usaría así también?
Y si pudieran escribirme una letra en el cuerpo, ¿cuál sería y dónde la pondrían?
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