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una semana que mi padre se quedo en mi casa

 aún en pijama. Un pequeño vestido corto sencillo. De pronto sentí que mi papá se me pegaba y me decía al oído “hijita tienes las nalgas más grandes que antes”.
Sentí como sus manos recorrían mis nalgas por sobre el vestidito. El morbo escaló en segundos. Sentir sus manos fuertes apretujando mis nalgas fue más de lo que podía resistir. Entre suspiros solo dije “te he extrañado papá”.
Me cogió de la mano y me llevó hacia mi habitación conyugal. Me acostó boca abajo sobre la cama y sin más preámbulos me bajó la tanga y subió ligeramente el vestido. me dejaba hacer, sabiendo que él me llevaría placenteramente a su antojo y gusto.
Comenzó a besar mis nalgas. Con besos cortos y lascivos. Con mordiscos suaves. Yo suspiraba de deseo y repetía “papito como te he extrañado”. Tras unos minutos mordisqueándome, besándome, oliéndome, se concentró entre mis nalgas. Sentí sus resoplidos recorrer entre ellas hasta que sus manos, lentamente, las separaron.
Sentí su lengua recorrer despacito, tímidamente, los bordes de mi culito, pero fueron instantes, luego empezó a embestir mi culito con su lengua poderosa, que tanto me había hecho gozar varios años antes.
Estuvo varios minutos lamiéndome el culo, yo estaba desencajada de tanto placer y cada tanto él me decía “te ha crecido el culo hijita”. Me sentía plena y dichosa con papá, en su lengua tenía un placer intenso, profundo que no había tenido en tantos años con mi esposo.
Metió uno de sus brazos debajo de mi vientre y como antes, tantas veces, me acomodó en perrito sobre la cama. No me había dado cuenta, pero mientras me lamía, él ya se había desnudado completamente. Se puso de pie sobre la cama, detrás mío, sin más preámbulo, sabiendo que tenía el culo entregado a él, me penetró con su pene largo y grueso.
Sentí como entraba en mi y antes de tener todo adentro tuve un orgasmo que surgió lentamente y llegó a un clímax prolongado que se mantuvo por muchos segundos, ya con su pene completamente dentro, moviéndose suavemente en forma circular. Al terminar mi orgasmo, él empezó a moverse con violencia, tan distinto a la ternura de mi esposo y su sexo romántico y dulce.
La fuerza y ritmo de papá me hicieron tener pocos minutos después un segundo orgasmo. Cuando concluyó, me dio la vuelta, me movió al borde de la cama y me comenzó a penetrar, analmente, piernas al hombro. Ver su cara de placer me puso más loca y le pedí “papá bésame”. Volver a sentir sus labios y su lengua me hizo tener un tercer orgasmo. Como antes, como tantas veces, yo estaba exhausta y él seguía fresco, con la verga tan dura como siempre.
Me dio su mano. Me levantó de la cama. Me puso contra la pared y siguió usando mi colita. Sus embestidas me pegaban la mejilla a la pared. Sentía que me hablaba, muchas cosas, al oído, pero estaba completamente ida. En un nuevo orgasmo, él llegó conmigo.

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