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07: Infieles




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Compendio III


LA JUNTA 07: INFIELES

07: Infieles

• Marco, ¿Puedes venir? - preguntó Gloria con voz temblorosa al otro lado del teléfono.

Era un viernes por la noche. Yo estaba en casa. Acababa de leerles un cuento a mis hijos antes de acostarme y estaba a punto de complacer a mi esposa en la cama cuando sonó mi móvil. Curiosamente (aunque no es algo tan raro en mi esposa), Marisol se excitó mucho con la idea de que visitara a mi antigua asistente.

+ Me mantendré ocupada mientras no estés. – dijo mi ruiseñor con ese tono nervioso que significa que se va a masturbar en mi ausencia.

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Cuando me subía a la camioneta, suspiré. Sinceramente, me considero un buen padre. Y no estaría acostándome con tantas mujeres si Marisol no me lo permitiera.

No obstante, seguía esperando que fuera una noche normal. Un problema menor, fácil de resolver.

Llegué a la casa de Gloria, un pequeño complejo de apartamentos al otro lado de la ciudad. Las luces estaban encendidas, proyectando un cálido resplandor a través de las cortinas. La puerta estaba abierta y, al entrar, oí un leve sollozo que provenía de su dormitorio. El lugar estaba desordenado, con ropa esparcida por todas partes, maquillaje en el lavabo del baño y una botella de vino medio vacía en la mesa del velador. Estaba claro que llevaba horas allí, reflexionando sobre la situación.

cuernos

La encontré tumbada en la cama, con la cara hundida en una almohada y el cuerpo convulsionado por sollozos silenciosos. Levantó la vista cuando me acerqué, con los ojos rojos e hinchados.

• ¡Marco! – susurró. - ¡Te necesito!

Con un toque suave, me senté a su lado, y el colchón se hundió ligeramente bajo mi peso.

- ¿Qué pasa, Gloria? - le pregunté, aunque tenía una idea bastante clara de lo que la estaba consumiendo por dentro.

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• ¡Es Nelson! - sollozó, con la voz amortiguada por la almohada. - Creo que está saliendo con otra mujer. Encontré algunas... cosas en su teléfono.

Me puse nervioso. Gloria llevaba más de cinco años comprometida con Oscar, que es enfermero y probablemente estaba de turno en esos momentos en el hospital. No entendía por qué no se habían casado o separado.

Sin embargo, después de que rescatara a mi mejor amigo Nelson de una relación tóxica, Gloria comenzó una aventura romántica con él que, según me había contado Nelson, estaba llegando a su fin, ya que él notaba que Gloria se estaba distanciando.

Gloria me entregó el teléfono con la mano temblorosa. Era un pantallazo del teléfono de mi amigo, donde se veía una serie de llamadas entre Nelson y alguien llamada “Cristina”. Se me revolvió el estómago. Ese nombre nos resultaba muy familiar. Era la jefa de TI de la oficina central de nuestra empresa, donde trabajamos los tres.

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Pero eso no tenía sentido: Nelson es, literalmente, un niño explorador. Ni siquiera yo, que soy un “infiel serial” (gracias al respaldo de mi esposa), podía detectar en Nelson los signos habituales de un infiel: siempre es puntual, está donde dice que va a estar e, incluso cuando no está con Gloria, creo sinceramente que está solo.

07: Infieles

• Normalmente le llamo alrededor de medianoche, pero ya no contesta. - dijo, mostrándome su propio teléfono. - Su teléfono está constantemente ocupado.

Una vez más, me quedé desconcertado: Gloria tiene un prometido, que no es Nelson.

- Entiendo. - exclamé, aun un poco indeciso. - Pero ¿Qué más te hace pensar que Nelson te está engañando?

Gloria se incorporó y respiró hondo, sin apartar los ojos de los míos. Me contó lo que había pasado en las últimas semanas, detallando los momentos que le habían hecho sospechar: las cancelaciones repentinas de sus citas, la falta de afecto y la forma en que Nelson se había vuelto reservado sobre su horario de trabajo.

Sin embargo, las palabras de Nelson no dejaban de resonar en mi cabeza: hacía unas semanas, él había dicho que era Gloria quien se estaba alejando, ya que aparentemente le encontraba “un poco aburrido”.

Pero las pruebas estaban ahí, delante de mis narices, y tenía que admitir que eran sospechosas.

- ¿Has... hablado con él? - le sugerí, aún sin poder creer que Nelson fuera infiel. - ¿Quizás... se trate de otra cosa?

• ¡Lo he intentado! - dijo con voz entrecortada. - Pero él simplemente... me ignora.

La abracé, tratando de consolarla. Pero la idea de que Nelson fuera infiel me resultaba extraña.

- Pensemos en esto con calma. - le tranquilicé, dando un paso atrás para darle espacio. -Quizás haya una buena explicación para todo esto.

Pero los sollozos de Gloria se hicieron más fuertes, y sus hombros se sacudían con cada uno de ellos. Estaba desesperada y, en ese momento, supe que tenía que hacer algo para ayudarla. Respiré hondo, tratando de dejar a un lado la culpa por mis propias infidelidades, y me concentré en ser el amigo que ella necesitaba.

- ¡Mira! - le calmé, tomándole la mano y razonando analíticamente. - No saquemos conclusiones precipitadas. Quizás solo esté ocupado con el trabajo. Ya sabes lo ajetreado que puede estar en la empresa.

Pero incluso eso me hizo sospechar. Nelson y yo trabajamos muy juntos y me habría dado cuenta si estuviera haciendo algo más por su cuenta si hubiera incumplido los plazos. Pero estaba limpio como un santo.

Gloria se apartó de mi abrazo y me miró a los ojos.

• ¿Puedes hablar con él? - me suplicó. - Eres su amigo, quizá te cuente la verdad.

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Asentí con la cabeza, sintiendo una mezcla de lástima y enfado.

- ¡Por supuesto! - Respondí, dándole una palmadita en la espalda. - Pero recuerda que Nelson es un buen tipo. Tenemos que estar seguros antes de hacer alguna acusación.

Los ojos de Gloria se iluminaron con esperanza y se inclinó para darme un beso en la mejilla. Su mano se quedó en mi hombro y, por un momento, sentí el peso de nuestra historia compartida. Ella había sido mi asistente y yo, su jefe. Había algo casi reconfortante en la familiaridad de la situación, a pesar del caos que habían provocado sus palabras.

Pero, por extraño que parezca, a ese beso le siguió otro. Luego, otro más. Entonces, nos abrazamos...

Y antes de darme cuenta, nuestros labios se encontraron.

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Fue como un soplo de aire fresco. Gloria y yo nos habíamos acostado un par de veces, pero cuando ella empezó a acostarse con Nelson (a ninguno de nosotros nos importaba Oscar), yo di un paso atrás.

Pero ahí estábamos, besándonos como adolescentes en pleno primer amor. Su cuerpo suave y tembloroso se apretaba contra mí, sus manos agarraban mi camisa como si fuera un salvavidas. Ambos estábamos perdidos en el momento, buscando consuelo y alivio en los brazos del otro.

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El beso se hizo más profundo, más intenso. La mano de Gloria se deslizó hasta la hebilla de mi cinturón y empezó a desabrocharme la camisa. Sentí una chispa de deseo encenderse dentro de mí, una sensación que no había experimentado con mi esposa en mucho tiempo. Nuestras respiraciones se mezclaron, calientes y desesperadas, mientras nos arrancábamos las capas de ropa. La habitación se llenó de pasión cuando caímos sobre la cama, con el colchón crujiendo bajo nosotros.

Una vez más, debo insistir en que estábamos en la cama de Gloria y Oscar. Que él estaba en el trabajo, haciendo el turno de noche en el hospital...

Y, sin embargo, Gloria y yo nos quitábamos desesperadamente la ropa interior.

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Su cuerpo era tal y como lo recordaba: suave, con curvas seductoras que parecían esculpidas por los propios dioses. La luz de la luna que entraba por la ventana pintaba su piel con un brillo plateado, haciéndola parecer una diosa de la tentación, cobrando vida ante mí.

Nos tumbamos en la cama, nuestros besos se volvían más fervientes, nuestras manos exploraban los contornos familiares de nuestros cuerpos. Podía sentir la tensión en sus músculos, la desesperación en sus caricias. Sus piernas se enroscaron alrededor de mí, atrayéndome hacia ella, y no pude evitar sentir el calor que emanaba de entre sus muslos.

• ¡Vaya, jefe! ¡El tuyo es aún más grueso y largo que el de Nelson! - dijo asombrada ante mi erección.

La habitación se llenó del aroma de la lujuria y la desesperación, mientras ambos nos rendíamos a la pasión prohibida que habíamos estado reprimiendo durante demasiado tiempo. Mi mano encontró sus pechos, sintiendo la firmeza y el calor bajo mis palmas, mientras besaba su cuello, dejando un rastro de calor que le provocaba escalofríos por la espalda.

07: Infieles

Las manos de Gloria estaban por todas partes, recorriendo las líneas de mi espalda, mi pecho, mis glúteos y, finalmente, envolviendo mi pene. Empezó a acariciarlo con un apetito que me tomó por sorpresa, con su pulgar provocando la sensible cabeza con cada pasada. No pude evitar soltar un gemido bajo, sintiéndome perdido en la sensación.

• ¡Es tan... grande! ¡No puedo rodearla con la mano! - comentó divertida mientras me iba haciendo una paja.

Sentí emociones encontradas al respecto...

Sus palabras no ayudaron a aliviar mi culpa, pero tenía razón: mi verga era significativamente más grande que la de Nelson. Lo sabía porque había visto la de Nelson una vez en un retiro de la empresa en el camerino.

Por desgracia, al parecer Nelson y yo la teníamos más grande que Oscar.

Me incliné y le susurré al oído:

- Gloria, ¿Estás segura de esto?

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Pero mi pregunta se vio ahogada por la necesidad que había en sus ojos. No dijo ni una palabra, solo me atrajo hacia ella, guiando mi verga con la mano hacia su húmeda feminidad.

Cuando la penetré, la realidad de lo que estábamos haciendo me golpeó como una bola de fuego. Pero el placer era demasiado intenso como para ignorarlo. Ella estaba tan apretada, tan caliente, y tan húmeda que lo único que pude hacer fue rendirme al momento. La sensación era diferente a cualquier otra que hubiera sentido en mucho tiempo. Sus pliegues me apretaban con fuerza y ella gemía suavemente mientras yo empujaba con mayor intensidad.

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Empecé a empujar lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se adaptaba de nuevo a mi tamaño. Ella agarró las sábanas, clavando las uñas en la tela mientras arqueaba la espalda. Verla así, perdida en el placer, era algo que no esperaba volver a ver. Sus pechos rebotaban suavemente con cada movimiento, sus pezones erectos y pidiendo atención.

• ¡Ahh, jefe! ¡Ahh, jefe! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Dámelo más fuerte! - suplicó.

No pude resistirme a sus súplicas. Empecé a empujar más fuerte, sintiendo cómo la punta de mi pene golpeaba el fondo de su concha con cada embestida. Gloria echó la cabeza hacia atrás y se mordió el labio para reprimir sus gemidos. El sonido de la piel golpeando contra la piel llenaba la habitación, puntuado por ocasionales jadeos en busca de aire.

• ¡Dios mío! - exclamó en un extraño crescendo apasionado. - ¡Me llenas incluso mejor que Nelson! ¡Ahh!

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Sus palabras no hicieron nada para aliviar mi culpa, pero me hicieron sentir más... vivo. Más como el hombre que solía ser.

Los ojos de Gloria se cerraron en éxtasis cuando aceleré el ritmo, cada embestida enviaba oleadas de placer que sacudían su cuerpo. Observé su rostro, un lienzo de pasión, sus mejillas se sonrojaron profundamente a medida que se acercaba al clímax. Su respiración se aceleró, sus gemidos se hicieron más fuertes y supe que estaba cerca.

Con una última y potente embestida, sentí cómo su sexo se apretaba a mi alrededor, su cuerpo convulsionando con la fuerza de su orgasmo. Echó la cabeza hacia atrás, gritando mi nombre, y yo ya no pude contenerme más. Con una última y profunda embestida, me vacié dentro de ella, sintiendo cómo el calor de mi eyaculación la llenaba.

Ella se rió al sentir mi verga hinchada atrapada en lo más profundo de ella.

• ¡Oh, jefe! ¡Por eso tu verga es la mejor! - dijo en tono cariñoso. - ¡Siempre la tienes tan dura!

Me quedé allí tumbado, sudoroso y agotado, mirando al techo. La culpa era ahora un peso enorme en mi pecho. Acababa de engañar a mi mujer otra vez, pero esta vez con la prometida de Oscar.

Cuando me retiré, ella lo miró fijamente. Lo agarró con las manos y empezó a chupármelo.

Sus ojos se clavaron en los míos, chupó con fuerza, ansiosa por saborear cada gota de mi semen.

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La intensidad de su mirada me provocó un escalofrío y, a pesar de la culpa, no pude evitar sentir una punzada de excitación. Su boca era cálida y acogedora, y sabía exactamente cómo hacerme sentir como un rey. La forma en que me acogió completamente hambrienta era algo parecido al estilo de Marisol por las mañanas.

Mientras Gloria tragaba mi semen, se lamía los labios con una sonrisa de satisfacción. Se subió encima de mí y se sentó a horcajadas, con los pechos rebotando con el movimiento.

07: Infieles

• ¡Es tu turno! - murmuró, deslizando las manos hacia mi pecho.

Empezó a besarme y morderme el cuello, rozándome la piel con los dientes y provocándome una oleada de placer que me recorrió la espalda.

Su tacto era febril, su deseo desenfrenado. Y en ese momento, la culpa se desvaneció bajo la ola de necesidad. La agarré por las caderas y la acerqué a mí, sintiendo su humedad contra mi estómago.

-¡Gloria! - murmuré, con la voz cargada de pasión. - ¡Eres bellísima!

Su sonrisa se hizo más amplia y comenzó a frotarse contra mí, su sexo resbaladizo dejando un rastro de humedad en mi piel. La visión era demasiado para soportar y sentí que mi verga volvía a la vida, a pesar de la intensidad de nuestro encuentro anterior.

•¡Gracias! - susurró, inclinándose para besarme una vez más.

Nuestro beso se volvió más urgente y, antes de que me diera cuenta, ella se había colocado sobre mi verga dura una vez más. La sensación de su estrecho y cálido sexo rodeándome era embriagadora, y supe que me esperaba otra ronda. La agarré por las caderas, guiando sus movimientos, observando cómo tomaba el control.

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Los ojos de Gloria se enfocaron en los míos mientras me cabalgaba, con movimientos cada vez más frenéticos. La habitación se llenó con los sonidos de nuestra pasión, el golpe de nuestros cuerpos al unirse, la humedad de nuestra piel. Sus pechos rebotaban con cada embestida, y no pude evitar inclinarme para tomar uno de sus pezones erectos en mi boca. Ella jadeó, echando la cabeza hacia atrás, con el pelo sacudiéndose alborotado sobre su espalda.

El placer era diferente a todo lo que había sentido con Marisol en mucho tiempo. Quizás fuera por lo tabú de nuestro encuentro, o quizás fuera simplemente por la química que compartíamos, pero había algo en ello que me parecía... correcto.

Mientras me cabalgaba, Gloria me miraba a los ojos, y entre nosotros se estableció una conversación silenciosa. Ambos sabíamos que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero ninguno de los dos era capaz de detenerse. Sus manos recorrieron mi cuerpo, sus uñas arañaron mi espalda, dejando un rastro de fuego a su paso. Sentí una mezcla de placer y dolor, una combinación embriagadora que solo sirvió para llevarme más cerca del límite.

Nuestros cuerpos se movían con un ritmo que parecía tan antiguo como el tiempo mismo, nuestros corazones latían al unísono mientras nos entregábamos a la pasión. El mundo exterior se desvaneció y lo único que importaba era el aquí y ahora, la sensación de su estrecho sexo exprimiéndome hasta sacarme todo lo que tenía.

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Gloria se inclinó hacia delante, su aliento caliente contra mi cuello mientras me susurraba palabras dulces al oído. Sus palabras eran como una droga, alejando los últimos restos de duda y culpa. No pude evitar perderme en la sensación, mi verga se endurecía más con cada caricia de su lengua.

Nuestros cuerpos se movían en perfecta armonía, cada embestida de mis caderas se encontraba con su ansioso descenso. El calor entre nosotros era palpable, la habitación parecía hacerse más pequeña con cada momento que pasaba. Nuestra piel brillaba por el sudor, la fricción creaba una sinfonía de sonidos que resonaba en el silencioso apartamento.

Mientras recuperábamos el aliento durante un rato, le pregunté a Gloria:

- ¿A qué hora termina el turno de Oscar?

Ella sonrió.

• Alrededor de las 8 de la mañana. - Ya no parecía triste.

Nos quedaban 7 horas...

asistenta

Gloria se echó hacia atrás, sus pechos rebotando al ritmo de mis embestidas.

• ¡Mhm, me encanta cómo me llenas! - murmuró, con los ojos entrecerrados por el placer.

La culpa seguía ahí, pero cada vez era más difícil concentrarse en ella mientras nuestros cuerpos se movían al unísono.

• ¡Te necesito, Marco! - susurró con voz ronca por la pasión. - ¡Necesito que me hagas sentir viva de nuevo!

También vale la pena mencionar que la palabra “condón” nunca se nos pasó por la cabeza durante ese periodo...

Las horas pasaban mientras explorábamos nuestros cuerpos, traspasando los límites de lo que se consideraba apropiado entre un jefe y una antigua asistente. Probamos diferentes posiciones, cada una de las cuales nos acercaba más al límite del placer. Observé cómo su rostro se contraía de pasión, cómo sus ojos se revolvían en éxtasis y cómo gemía mi nombre. Era como si nada más importara excepto ese momento, esa conexión que compartíamos.

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Finalmente, eran alrededor de las 6 de la mañana cuando le pedí que me dejara penetrar su culo. Para entonces, Gloria estaba sudorosa, cubierta de semen y pidiendo un respiro.

Sí... bueno, soy un mal padre que pasó la noche fuera con su antigua amante. La vida no siempre es justa.

07: Infieles

Pero allí estábamos, con mi verga enterrada profundamente en su culo, la habitación resonando con sus gemidos y mis gruñidos. Era una pasión salvaje y animal que ninguno de los dos había experimentado en mucho tiempo. El tipo de pasión que nos dejaba a ambos desnudos y expuestos, con nuestras almas al descubierto para que el otro las viera.

Sé que Nelson es demasiado tímido para pedirlo y que Oscar no tiene el equipo necesario. Pero puedo decir que Gloria me amaba mientras yo profanaba su culo.

Sus gemidos se hicieron más fuertes mientras la penetraba, la luz de la madrugada la bañaba en un suave resplandor. Su cuerpo estaba sonrojado, su piel cubierta de un fino brillo de sudor que la hacía resplandecer. Se echó hacia atrás, su mano agarró mi cadera, instándome a ir más profundo, más rápido. No pude resistir la demanda, la forma en que me lo suplicaba, la forma en que se entregaba a mí tan completamente.

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Nos movíamos al unísono, nuestros cuerpos hablaban un lenguaje que no necesitaba palabras. El sonido de mi verga entrando y saliendo de su culo llenaba la habitación, testimonio de la depravación en la que nos habíamos sumido. Pero en ese momento, no me parecía mal. Me parecía natural, como si fuéramos dos animales en celo, impulsados por una necesidad primitiva de liberarnos.

Los gemidos de Gloria se hicieron más fuertes y ella comenzó a empujar contra mí, respondiendo a cada una de mis embestidas. Cerró los ojos con fuerza, apretó los dientes y echó la cabeza hacia atrás en un grito silencioso. Verla así, tan perdida en el placer, era casi insoportable. Sentí el familiar cosquilleo en los testículos, precursor de un orgasmo explosivo.

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Cuando empezó a amanecer, nos derrumbamos sobre la cama, con nuestros miembros entrelazados. Nos quedamos allí tumbados, jadeando y sudorosos, con el silencio del apartamento envolviéndonos como una manta. Por un breve instante, el mundo exterior dejó de existir. Solo estábamos nosotros dos, atrapados en un torbellino de pasión que ninguno de los dos había visto venir.

La ayudé a limpiar la habitación y a ventilar el olor a sexo. Sentí pena por Oscar. Venía de un turno de 18 horas y yo llevaba casi 7 tirándome a su prometida.

Me di una ducha y me di cuenta de que Gloria me miraba fijamente. Quería unirse a mí, pero no había excusa para que “una novia cariñosa” estuviera tan recatada y linda a primera hora de la mañana para recibir a su prometido saliente del trabajo.

Una vez que salí de la ducha y me vestí, nos besamos una vez más antes de irme.

• ¡Muchas gracias! - dijo ella mientras me despedía en la puerta, aunque yo no estaba seguro de si debía estar tan agradecida.

asistenta

Una vez que terminó el fin de semana, hablé con Nelson de inmediato.

No sabía cómo abordar el tema con él. Era su amigo, pero también me había acostado con su novia. Varias veces...

- Hola, Nelson, tenemos que hablar. - le dije al acercarme a su oficina el lunes siguiente.

Levantó la vista de sus papeles, con una expresión de leve sorpresa en el rostro.

> ¿Está todo bien?

Iba impecablemente vestido, como siempre, con la corbata perfectamente anudada y ni un solo pelo fuera de lugar. Sentí una punzada de culpa por lo que estaba a punto de decir, pero tenía que ser sincero con él.

- Es sobre Gloria. - empecé, con voz firme pero amable. - Creo que puede estar pasando por algo.

La expresión de Nelson se volvió preocupada.

> ¿Qué le pasa? - preguntó, dejando a un lado sus papeles. - ¿Está todo bien?

- Físicamente, sí. - le aseguré, sentándome frente a su escritorio. - Pero emocionalmente, no estoy tan seguro. - Hice una pausa para ordenar mis pensamientos. - Me llamó el fin de semana, muy alterada. Cree que estás viendo a otra persona.

Nelson se rió levemente.

> Es por Cristina ¿Cierto? - me preguntó.

Asentí con la cabeza, sin saber muy bien cómo proceder sin traicionar la confianza de Gloria.

- Creo que solo se siente insegura, Nelson. Quizás podrías hablarlo.

> ¡No, no pasa nada, amigo! - dijo, tan sincero como siempre. - A decir verdad, he estado hablando con ella por culpa tuya.

- ¿Por mí? - me sorprendió. - ¿Qué quieres decir?

Nelson empezó a contarme que, tras la última reunión corporativa, Cristina lo estaba preparando. Al parecer, Cristina creía que la clave de mi éxito era él, por lo que quería convertir a Nelson en parte de su equipo. Nelson, como buen amigo leal que es, empezó a seguirle el juego, solo para ver qué se traía Cristina entre manos.

> Pero no es así. - insistió, mirándome directamente a los ojos. - Nunca te traicionaría de esa manera.

Le creí. Me di cuenta de que estaba siendo sincero.

> Sobre Gloria... - suspiró. - Ella misma pidió un poco de distancia. Para serte sincero, llevamos casi un mes sin tener sexo... y quizá todo este asunto de Cristina la haya alterado.

Casi me atraganto. Nelson no solo había sido fiel a Gloria y a mí todo este tiempo, sino que nosotros, por otro lado, habíamos tenido sexo a sus espaldas.

> ¡Verás, compañero! - continuó Nelson. - Me di cuenta de que ella se estaba enfriando. Así que pensé que tal vez deberíamos tomarnos un descanso, ¿Entiendes? Ha estado actuando de forma rara y no quiero presionarla para que haga algo que no quiere.

La revelación me golpeó como un costalazo en la cara. Ahí estaba yo, sintiéndome como el mayor imbécil del mundo, mientras que Nelson había sido el que realmente había intentado ser la mejor persona. Sentí una mezcla de ira y alivio por el hecho de que él siguiera de mi lado, de que no me hubiera dado la espalda.

- ¡Ya veo! - logré decir, con una voz apenas superior a un susurro. - Lo... lo siento, Nelson. No tenía ni idea.

Él se volvió a reír y hasta me animó.

> ¡No te preocupes, Marco! - dijo, jocoso como siempre. - Sé que Oscar ha estado haciendo turnos largos en el hospital últimamente, así que quizá Gloria y yo podamos divertirnos un poco para que se calme.

Asentí con la cabeza, sintiendo que la culpa se aliviaba ligeramente.

- ¡Estoy seguro de que eso ayudará! - le dije, tratando de parecer comprensivo a pesar de la sensación de vacío en el estómago. - ¡Gracias por contármelo, Nelson!

Mientras llevaba a Gloria a casa, le expliqué toda la situación.

- Nelson dijo que se ha estado reuniendo con Cristina porque ella lo está preparando para algo... y él ha estado siguiéndole el juego para tenerla vigilada. - le revelé, sintiendo el peso de la situación en mi pecho.

Gloria abrió mucho los ojos y se afirmó al volante con más fuerza.

• ¿Qué quieres decir? - preguntó con voz temblorosa.

- La ha estado vigilando porque cree que ella quiere sacarme de mi puesto. - respondí, sintiéndome como el mayor idiota del mundo. - Y dijo que tú has estado distante, pidiendo espacio.

Mientras ella se limpiaba con una toalla higiénica y se volvía a poner el sostén y yo me subía los pantalones y me abrochaba la camisa, empezamos a sentir un poco de pena por todo el asunto.

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Sin embargo, no podía negar que volver a acostarme con Gloria seguía sintiéndose increíble.


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