Bitácora Interna – VK-991
[Registro Personal – Archivable]
Hora estimada: 8:14 am:
Hoy crucé el umbral como testigo voluntaria. La sala estaba dispuesta para un Protocolo del Fósforo. No hubo aviso ceremonial, tampoco discursos. Sólo la tensión contenida de quienes saben que lo que va a ocurrir es definitivo.
El candidato ingresó sabiendo que no habría retorno. No se trataba de un espectáculo, sino de un acto irreversible de anulación simbólica. Lo observé entregarse, aunque primaba la duda, se mostraba con entereza con la calma de quien acepta el fuego que lo consume. Se trató de una auto-Xeremía, guiada pero no forzada: un tránsito hacia el otro lado que duró poco más de seis minutos. No puedo poner los detalles acá porque me bannearian.
Me sorprendí a mí misma disfrutando cada instante. No del sufrimiento, no era eso lo que se respiraba sino de la certeza. Certeza de que estaba presenciando el momento exacto en que un ser humano se extingue como individuo y a la vez se inscribe como miembro. El lenguaje dejó de servirle. Sus gestos se volvieron símbolos, y en ese apagarse yo descubrí belleza. Sentí lujuria.
El tiempo se fracturó: seis minutos parecieron eternos y, a la vez, instantáneos. Cuando todo terminó, la sala estaba impregnada de un silencio distinto, como si el aire mismo hubiese sido marcado.
Salí fascinada, casi en paz. El Fósforo me dio satisfacción, como si también a mí me hubiera quemado por dentro. Comprendí que ese ardor compartido es lo que sostiene nuestro círculo.
Hoy confirmé mi pertenencia no sólo como observadora: confirmé mi deseo de seguir siendo parte. El Fósforo me habló, y yo lo escuché.
Hoy roce la ataraxia.
VK-991
[Fin de la entrada]
[Registro Personal – Archivable]
Hora estimada: 8:14 am:
Hoy crucé el umbral como testigo voluntaria. La sala estaba dispuesta para un Protocolo del Fósforo. No hubo aviso ceremonial, tampoco discursos. Sólo la tensión contenida de quienes saben que lo que va a ocurrir es definitivo.
El candidato ingresó sabiendo que no habría retorno. No se trataba de un espectáculo, sino de un acto irreversible de anulación simbólica. Lo observé entregarse, aunque primaba la duda, se mostraba con entereza con la calma de quien acepta el fuego que lo consume. Se trató de una auto-Xeremía, guiada pero no forzada: un tránsito hacia el otro lado que duró poco más de seis minutos. No puedo poner los detalles acá porque me bannearian.
Me sorprendí a mí misma disfrutando cada instante. No del sufrimiento, no era eso lo que se respiraba sino de la certeza. Certeza de que estaba presenciando el momento exacto en que un ser humano se extingue como individuo y a la vez se inscribe como miembro. El lenguaje dejó de servirle. Sus gestos se volvieron símbolos, y en ese apagarse yo descubrí belleza. Sentí lujuria.
El tiempo se fracturó: seis minutos parecieron eternos y, a la vez, instantáneos. Cuando todo terminó, la sala estaba impregnada de un silencio distinto, como si el aire mismo hubiese sido marcado.
Salí fascinada, casi en paz. El Fósforo me dio satisfacción, como si también a mí me hubiera quemado por dentro. Comprendí que ese ardor compartido es lo que sostiene nuestro círculo.
Hoy confirmé mi pertenencia no sólo como observadora: confirmé mi deseo de seguir siendo parte. El Fósforo me habló, y yo lo escuché.
Hoy roce la ataraxia.
VK-991
[Fin de la entrada]
1 comentarios - Protocolo del Fósforo