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La loba

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La loba



Era nuestro aniversario. Llegué a casa pensando en una cena tranquila, una copa de vino, lo de siempre. Pero apenas crucé la puerta supe que esa noche no iba a ser como ninguna otra.

Ella me esperaba en el living, rodeada de velas, vestida con un camisón negro que apenas le cubría la piel. Su mirada no era la misma: brillaba con algo salvaje, un instinto contenido.

—Hoy no soy tu esposa —me dijo, con esa voz ronca que me cortó el aire—. Hoy soy tu loba.

El camisón cayó al suelo y quedé paralizado. Su cuerpo desnudo, firme y tenso, me dejó sin defensas. Se acercó despacio, con pasos seguros, hasta empujarme contra el sillón. Yo no decidía nada, ella mandaba.

Me arrancó la camisa de un tirón, me arañó el pecho con uñas afiladas mientras su boca me mordía el cuello. Cada beso era una marca, cada gemido un gruñido animal. Se montó sobre mí con una fuerza desconocida, hundiéndose sin esperar permiso, clavando las uñas en mi espalda mientras movía las caderas con un ritmo frenético.

—Obedecé —me ordenó al oído, apretándome la cara contra su pecho, ahogándome en su calor.

Yo solo podía gemir, rendido. Ella cabalgaba como una fiera desatada, gritando con placer, marcando su territorio en cada embestida. Me mordió el hombro, me arañó los muslos, me usó hasta dejarme temblando.

Cuando creí que había terminado, me tomó del pelo y me arrastró al dormitorio. Allí me ató las muñecas con su ropa interior, dejándome totalmente a su merced. No hubo pausa: me devoró una y otra vez, girando posiciones, exigiendo más, exprimiendo cada gota de mí. Yo era suyo, un juguete en sus garras.

Sus gritos llenaban la casa, sus gemidos eran aullidos. Me marcó el cuerpo con dientes y uñas, me desgarró la piel en un frenesí que parecía no tener fin. La loba estaba suelta, y yo, encadenado a su hambre.

Cuando al fin cayó agotada sobre mí, jadeando, sudada y satisfecha, me lamió el cuello como una fiera reclamando su presa.

Esa noche, mi esposa no me amó: me destruyó y me reconstruyó a su antojo.

Esa noche entendí que nunca había tenido una mujer en mi cama… siempre había dormido con una loba.

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pareja

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