You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Secretos de sangre cap 2

  Capítulo 2: El Despertar de la Pasión






La mañana llegó con una luz suave que se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor dorado. La tía se despertó lentamente, su mente aún envuelta en los recuerdos de la noche anterior. A su lado, su esposo se movía, preparándose para otro día de trabajo. Ella lo observó en silencio, sintiendo una mezcla de indiferencia y resentimiento. La infidelidad de su esposo, aunque no era un secreto, siempre dejaba un rastro de dolor y amargura. Pero esa mañana, algo era diferente. La tía se quedó en la cama, meditando sobre los eventos de la noche, y mientras lo hacía, sintió cómo su vagina comenzaba a humedecerse, una respuesta involuntaria a los recuerdos eróticos que invadían su mente. No había arrepentimiento, solo un deseo creciente y una curiosidad por explorar más.





El esposo se levantó y se dirigió al baño, el sonido del agua de la ducha llenando el silencio de la casa. La tía, ahora sola en la habitación, se permitió un momento de reflexión. La noche anterior había sido intensa, llena de emociones y sensaciones que nunca había experimentado con su esposo. La forma en que Ichida la había tocado, la manera en que su cuerpo había respondido, todo era nuevo y excitante. Se levantó de la cama, su cuerpo aún cálido y relajado, y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno.





Ichida, al despertarse, encontró a su tía ya en la cocina, su bata transparente revelando atisbos de su ropa interior. La visión de su tía, con su cabello suelto y su piel suave, lo dejó sin aliento. Recordó la noche anterior, los momentos de intimidad y deseo, y sintió cómo su miembro se endurecía bajo las sábanas. Se levantó, tratando de disimular su erección, y se dirigió a la cocina, donde su tía lo recibió con una sonrisa cálida y un beso en la cabeza. "Buenos días, mi amor," susurró, su voz llena de afecto y algo más, algo que Ichida no podía ignorar.





Mientras desayunaban, la conversación fluyó con una naturalidad que ambos apreciaban, pero también con una tensión subyacente que era palpable. "Te gustó la fiesta de anoche, ¿verdad?" preguntó la tía, su tono inocente pero con un matiz de provocación. Ichida, recordando los eventos de la noche, respondió con una sonrisa: "Me encantó, tía. Fue... inolvidable." La tía, con una mirada pícara, preguntó: "¿Te gustó el final?" Ichida, entendiendo su referencia, asintió lentamente. "Sí, me gustó mucho. Pero... ¿no crees que esto puede estar mal?" preguntó, su voz teñida de duda y excitación.





La tía, con una mezcla de excitación y determinación, se acercó a él, su bata abierta revelando más de lo que ocultaba. "Ichida, mi amor, no hay nada malo en lo que hicimos. Tu tío me es infiel, y tú... tú me das algo que nunca había sentido," murmuró, su voz suave pero firme. "Somos familia, y esto solo fortalecerá nuestro vínculo. ¿No sientes lo mismo?" preguntó, sus ojos fijos en los de Ichida, buscando una confirmación que sabía que encontraría. 





Ichida, atrapado en la intensidad de su mirada y la proximidad de su cuerpo, asintió lentamente. "Sí, tía. Pero... ¿y si alguien se entera?" preguntó, su voz apenas un susurro. La tía, con una sonrisa traviesa, se acercó aún más, su aliento cálido en su oído. "Nadie tiene por qué saberlo, mi amor. Esto es solo nuestro, un secreto que compartimos. Y mientras lo hagamos, nadie podrá separarnos," susurró, su voz llena de promesas y tentaciones.





La conversación continuó, con la tía convenciendo a Ichida de que lo que hacían estaba bien, de que su deseo era natural y justo. "Ichida, mi amor, déjate llevar. Deja que te muestre cuánto te deseo, cuánto te necesito," murmuró, su mano rozando suavemente su muslo. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, asintió, incapaz de resistir la tentación.





Justo cuando la conversación comenzaba a tomar un giro más íntimo, escucharon el sonido de un coche parqueando fuera. La madre de Ichida había llegado, y la tía, con una sonrisa de despedida, se levantó de la mesa. "Ichida, mi amor, te extrañaré," susurró, dándole un beso suave en los labios antes de retirarse a su habitación, dejando a Ichida con una mezcla de excitación y anticipación, sabiendo que su relación con su tía había cambiado para siempre.





Ichida, desde la mañana en que su tía se había despedido con un beso lleno de promesas, no podía sacar de su mente los recuerdos de esa noche. Cada detalle, cada sensación, cada sonido, se reproducía en su mente una y otra vez, despertando en él un deseo intenso y una curiosidad insaciable. Mientras se encontraba solo en su habitación, su mano se movió instintivamente hacia su entrepierna, recordando la suavidad de la piel de su tía, el calor de su cuerpo, y la intensidad de su conexión. Se masturbó lentamente, imaginando cómo sería tocarla de nuevo, sentir su cuerpo contra el suyo, explorar cada curva y cada rincón de su ser.





La tía, consciente de la lucha interna de Ichida, decidió visitarlo en su casa. Al llegar, encontró a Ren ocupada con sus estudios, lo que le permitió tener un momento a solas con su sobrino. Ichida, al verla, sintió una mezcla de emociones: excitación, culpa, y una necesidad desesperada de entender lo que estaba sintiendo. "Hola, tía," saludó, su voz temblorosa. "Ichida, mi amor, ¿cómo has estado?" preguntó la tía, acercándose a él y sentándose a su lado en el patio. "He estado pensando mucho," comenzó Ichida, su voz seria y reflexiva. "Sobre lo que pasó, y... creo que todo esto está mal. El incesto no está bien."





La tía, notando la seriedad en su tono, se acercó más a él, hablando en voz baja para que nadie más pudiera escuchar. "Ichida, mi amor, entiendo tus dudas. Pero lo que sentimos, lo que compartimos, es natural y hermoso. No hay nada de malo en amarse así, en explorar este deseo que nos consume," murmuró, su voz suave pero firme. "Pero, tía, ¿y tu esposo? ¿No te importa lo que piense?" preguntó Ichida, su voz llena de incertidumbre. La tía suspiró, una sombra de tristeza cruzando su rostro. "Mi esposo es un pobre diablo, Ichida. Me da mala vida, y apenas me toca. Esto, lo que tú y yo compartimos, es un escape, una forma de encontrar la felicidad y el placer que me ha sido negado por tanto tiempo."





Ichida, escuchando sus palabras, sintió una mezcla de lástima y comprensión. "Pero, tía, ¿no crees que esto pueda complicar las cosas? ¿Y si alguien se entera?" preguntó, su voz teñida de preocupación. La tía, con una sonrisa tranquilizadora, tomó su mano entre las suyas. "Nadie tiene por qué saberlo, mi amor. Esto es solo nuestro, un secreto que compartimos. Y mientras lo hagamos, nadie podrá separarnos. Solo fortalecerá nuestro vínculo y nos sacará de la rutina," susurró, su voz llena de promesas y tentaciones.





La conversación continuó, con la tía convenciendo a Ichida de que lo que hacían estaba bien, de que su deseo era natural y justo. "Ichida, mi amor, déjate llevar. Deja que te muestre cuánto te deseo, cuánto te necesito," murmuró, su mano rozando suavemente su muslo. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, asintió, incapaz de resistir la tentación. "Tía, yo... quiero estar contigo. Quiero explorar esto contigo," admitió, su voz llena de deseo y determinación.





Justo cuando la conversación comenzaba a tomar un giro más íntimo, la madre de Ichida salió al patio, interrumpiendo el momento. "Ichida, ¿qué haces aquí fuera con tu tía?" preguntó, su tono curioso pero inocente. Ichida, recuperando la compostura, respondió: "Mamá, estaba pensando en ir a la casa de tía un par de días. Me queda cerca de la universidad, y así le hago compañía." La madre, sorprendida, miró a la tía. "Pero, Ichida, ¿no crees que incomodarás a tu tía?" preguntó, su voz llena de preocupación. La tía, con una sonrisa cálida, intervino. "No hay problema, Yumi. Ichida es siempre bienvenido. Lo espero con todo el gusto," aseguró, su voz llena de sinceridad y afecto.





Ichida, sintiendo una mezcla de alivio y anticipación, asintió. "Gracias, tía. Iré mañana mismo," prometió, sabiendo que su decisión cambiaría el curso de su vida para siempre. La tía, con una mirada llena de promesas, se despidió, dejando a Ichida con una sensación de excitación y misterio, sabiendo que su relación con su tía había alcanzado un nuevo nivel de intimidad y complicidad.





Ichida llegó a casa de su tía con una mezcla de emociones: anticipación, nerviosismo y una excitación creciente. Al abrir la puerta, fue recibido por el esposo de su tía, quien, al enterarse de que Ichida tendría semanas de parciales y necesitaba llegar temprano a la universidad, no puso ninguna objeción. "Por supuesto, Ichida. Quédate el tiempo que necesites," dijo con una sonrisa, antes de retirarse a su habitación.





La tía, al escuchar la llegada de Ichida, salió a recibirlo, su rostro iluminándose con una sonrisa cálida y acogedora. "Ichida, mi amor, bienvenido," murmuró, acercándose a él y dándole un abrazo que duró un poco más de lo estrictamente necesario. Juntos, comenzaron a acomodar su habitación, la conversación fluyendo con una naturalidad que ambos apreciaban, pero también con una tensión subyacente que era palpable. Mientras trabajaban, el esposo de la tía se excusó, diciendo que iría a visitar a su madre. "No hay problema, ve tranquilo," respondió la tía, su voz firme pero con un matiz de alivio.





Ichida, al quedarse solo con su tía, sintió una mezcla de emociones. La anticipación de lo que podría suceder, la excitación de estar cerca de ella, y una curiosidad insaciable por explorar más de su relación. Se dirigió a la mesa para cenar, y al ver a su tía llegar con una bata transparente que revelaba atisbos de su ropa interior, su corazón comenzó a latir con fuerza. La visión de su tía, con su cabello suelto y su piel suave, lo dejó sin aliento. Mientras cenaban, Ichida no podía evitar mirar a su tía, sus ojos fijos en cada movimiento, en cada gesto. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de deseo y expectativa que llenaba cada rincón de la habitación.





Al terminar la cena, la tía comenzó a organizar los platos, y Ichida, sin poder contenerse, se acercó para ayudarla. Sus manos se rozaban, sus cuerpos se acercaban, y la tensión entre ellos crecía con cada movimiento. "Ichida, mi amor, ven conmigo," susurró la tía, tomando su mano y llevándolo al baño. Ichida, nervioso pero excitado, sintió un aire caliente recorrer su cuerpo, una sensación de anticipación que lo dejaba sin aliento.





En el baño, la tía se quitó lentamente la bata y la ropa interior, revelando su cuerpo desnudo. Su vagina, de un rosa suave y tentador, estaba ligeramente hinchada y brillante, invitando a ser explorada. "Desvístete, Ichida," ordenó suavemente, su voz teñida de deseo. Ichida, con manos temblorosas, se quitó la ropa, dejando al descubierto su cuerpo, su miembro ya erecto y palpitante. Juntos, entraron a la ducha, el agua cálida cayendo sobre sus cuerpos, creando una sensación de intimidad y placer.





Mientras se duchaban, Ichida comenzó a jabonar a su tía, sus manos explorando cada curva, cada rincón de su cuerpo. Sus dedos rozaban suavemente su piel, creando un contraste entre la suavidad del jabón y la firmeza de sus caricias. La tía, con un gemido suave, se presionó contra él, su cuerpo buscando el contacto. "Ichida, mi amor, déjame a mí," murmuró, tomando el control. Comenzó a jabonar su espalda, sus manos moviéndose con una lentitud tortuosa, creando una sensación de placer y anticipación. Se arrodilló frente a él, sus manos jabonando sus piernas, acercándose peligrosamente a su entrepierna.





Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, sintió cómo su tía tomaba su miembro en sus manos, comenzando a chuparlo con una intensidad que lo dejó sin aliento. Su lengua, cálida y húmeda, moviéndose en círculos alrededor de la cabeza de su pene, creando una sensación de placer indescriptible. Lo tomó profundamente en su boca, sus labios apretados alrededor de su eje, moviéndose arriba y abajo con una habilidad que solo la experiencia podía otorgar. Ichida, incapaz de contenerse, miró su rostro, viendo cómo sus ojos se cerraban de placer, cómo sus mejillas se hundían con cada movimiento.





La sensación era abrumadora, una mezcla de placer y excitación que lo dejaba al borde del éxtasis. Intentó contenerse, pero el ver a su tía, el sentir su boca, el escuchar sus gemidos, fue demasiado. Con un gemido gutural, se vino en su boca, su semen caliente y espeso llenando su cavidad. La tía, sin apartarse, se tragó cada gota, su garganta trabajando mientras lo miraba con una mezcla de satisfacción y lujuria. "Ay, que rico, mi amor. Me gusta mucho. Por eso tengo a mi esposo de pendejo, dame mucha leche," murmuró, su voz llena de placer y satisfacción, antes de sacarse el miembro de la boca y darle un beso suave en la punta, saboreando los restos de su semen.





Ichida, con el cuerpo temblando de placer, se apoyó en la pared de la ducha, sintiendo cómo el agua cálida lavaba los restos de su éxtasis. La tía, con una sonrisa satisfecha, se levantó y lo abrazó, sus cuerpos mojados y resbaladizos presionándose juntos. "Ichida, mi amor, esto es solo el comienzo," susurró, su voz llena de promesas y tentaciones, sabiendo que su relación había alcanzado un nuevo nivel de intimidad y complicidad, un nivel del que ninguno de los dos quería escapar.





El día siguiente amaneció con una luz suave que se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. La tía, al levantarse, eligió un vestido tipo bata de color rojo, que realzaba su figura y dejaba entrever su ropa interior a juego. Mientras se despedía de su esposo, este le dijo con una sonrisa: "Cuidate mucho, amor." La tía, con una mirada pícara, respondió: "Tranquilo, me voy a cuidar bien." El esposo, ajeno a la tormenta de deseo que se avecinaba, se marchó, dejando a la tía con una sonrisa de satisfacción y anticipación.





Ichida, al bajar a desayunar, encontró a su tía ya preparada, su vestido rojo y su ropa interior a juego creando una imagen que era a la vez sensual y tentadora. "Ichida, mi amor, hoy te haré un masaje," murmuró, su voz suave pero firme, llena de promesas y tentaciones. Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, asintió, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo. El desayuno transcurrió en un silencio cargado de tensión, cada mirada, cada gesto, lleno de significado y anticipación.





Al terminar, la tía comenzó a preparar la camilla, sus movimientos lentos y deliberados, creando una atmósfera de expectativa. Ichida, siguiendo sus instrucciones, se desnudó completamente, sintiendo cómo el aire frío de la habitación rozaba su piel, creando una sensación de vulnerabilidad y excitación. Se recostó en la camilla, su cuerpo tenso y preparado, mientras su tía se acercaba con un frasco de aceite en la mano.





El aceite, cálido y resbaladizo, se derramó sobre su espalda, creando un contraste entre el frío inicial y el calor que rápidamente se extendió por su piel. Las manos de su tía, firmes y suaves, comenzaron a masajearlo, sus dedos moviéndose con una habilidad que lo dejó sin aliento. La presión, perfecta, aliviaba la tensión en sus músculos, creando una sensación de relajación y placer. Ichida, cerrando los ojos, se permitió perderse en la sensación, en el momento, en la conexión que compartía con su tía.





De repente, sintió el peso de su tía sobre su espalda, sus piernas a cada lado de su cuerpo, su calor envolviéndolo. La sensación de su ropa interior, húmeda y tentadora, rozando su piel, lo excitó aún más. Ichida, incapaz de contenerse, se dio la vuelta, sus ojos fijos en los de su tía, viendo cómo sus pupilas se dilataban de deseo. La tía, con una sonrisa lenta y sensual, se quitó el vestido, quedando casi desnuda, su ropa interior roja contrastando con su piel suave y tentadora.







Se subió sobre él, su cuerpo presionando contra el suyo, su vagina, apenas cubierta por la tela de su ropa interior, rozando su pene erecto. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, sintió cómo su tía comenzaba a moverse, sus caderas balanceándose en un ritmo lento y tentador. La fricción, el roce, la sensación de su cuerpo contra el suyo, lo llevaron al borde del éxtasis. La tía, con una voz suave y sensual, comenzó a susurrarle al oído, sus palabras llenas de deseo y lujuria.





"Te sientes bien, mi amor," murmuró, su aliento cálido en su oído. "Sí, tía. Esto se siente increíble," respondió Ichida, su voz teñida de placer y necesidad. La tía, con una sonrisa pícara, continuó moviéndose, sus caderas girando, creando una fricción que lo volvía loco. "Ichida, mi amor, quiero sentirte dentro de mí. Quiero que me llenes, que me completes," susurró, su voz llena de deseo y urgencia.





Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, asintió, incapaz de contenerse más. "Tía, por favor. Te necesito," murmuró, su voz apenas un susurro. La tía, con una sonrisa de satisfacción, se levantó ligeramente, sus manos tirando de su ropa interior, revelando completamente su vagina, húmeda y lista para él. Se posicionó sobre él, su entrada rozando la cabeza de su pene, creando una sensación de anticipación y placer que lo dejó sin aliento.







En ese momento, con la tensión en su máximo punto, la tía se detuvo, sus ojos fijos en los de Ichida, creando un momento de conexión y complicidad. "Ichida, mi amor, esto es solo el comienzo. Déjate llevar, déjame mostrarte cuánto te deseo," murmuró, su voz llena de promesas y tentaciones, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría su relación para siempre, llevándolos a un nivel de intimidad y complicidad que ninguno de los dos quería abandonar.





La tía, con su cuerpo aún aceitado y resbaladizo, se posicionó sobre Ichida, su vagina húmeda y tentadora a escasos centímetros de su miembro erecto. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, se detuvo un momento, sus ojos fijos en los de su tía, buscando una confirmación que sabía que encontraría. "Tía, y tu marido..." comenzó, su voz teñida de duda y excitación. La tía, con una sonrisa traviesa y una mirada llena de lujuria, respondió: "Qué se muera ese desgraciado. Hoy solo existes tú, mi amor." Sus palabras, duras y llenas de desprecio, solo sirvieron para aumentar el deseo de Ichida, haciendo que su miembro palpitara con anticipación.





Con una mano firme, la tía tomó el pene de Ichida, guiándolo hacia su entrada vaginal. La cabeza de su miembro, húmeda y palpitante, rozó sus labios vaginales, creando una sensación de anticipación y placer que los dejó a ambos sin aliento. Con un movimiento lento y deliberado, la tía se dejó caer sobre él, su vagina apretando y abrazando su miembro, creando una fricción que lo volvía loco. Ichida, con los ojos cerrados y la respiración entrecortada, sintió cómo su pene abría paso a través de sus paredes vaginales, cada centímetro una delicia de placer y tentación.





La tía, con un gemido gutural, comenzó a cabalgar sobre él, sus caderas moviéndose en un ritmo lento y sensual. Cada movimiento, cada balanceo, creaba una fricción que enviaba oleadas de placer a través de sus cuerpos. "Ay, que rico, mi amor," murmuró, su voz llena de satisfacción y deseo. "Me encanta sentirte dentro de mí, llenándome, completándome." Sus palabras, llenas de lujuria y obsenidades, solo servían para aumentar la excitación de Ichida, quien se movía debajo de ella, sus caderas encontrándose con las suyas en un baile de placer y pasión.







La tía, con una sonrisa pícara, se inclinó hacia él, sus labios encontrándose en un beso profundo y apasionado. Su lengua, cálida y húmeda, exploraba su boca, enredándose con la suya en un duelo de deseo y lujuria. "Ichida, mi amor, eres todo lo que siempre he soñado," murmuró, sus palabras apenas audibles entre besos y gemidos. "Tu pene es perfecto, grande y fuerte, justo como a mí me gusta." Sus obsenidades, susurradas en su oído, lo volvían loco, creando una mezcla de placer y excitación que lo dejaba al borde del éxtasis.





Ichida, incapaz de contenerse más, decidió tomar el control. Con un movimiento rápido y seguro, se levantó, tomando a su tía por las caderas y colocándola en cuatro patas sobre la camilla. La visión de su tía, con su cuerpo aceitado y resbaladizo, su vagina húmeda y tentadora, lo dejó sin aliento. Se posicionó detrás de ella, su miembro erecto y palpitante listo para penetrarla. Con una mano firme, guió su pene hacia su entrada, sintiendo cómo sus paredes vaginales se abrían para recibirlo, abrazándolo con una presión que lo volvía loco.





Con un movimiento firme y decidido, Ichida entró en ella, su pene llenando completamente su vagina, cada centímetro creando una fricción de placer y tentación. La tía, con un gemido gutural, mordió el acolchado de la camilla, sus caderas moviéndose hacia atrás para encontrarse con las embestidas de Ichida. "Así, mi amor, no te vayas a bajar," gimió, su voz llena de deseo y urgencia. "Yo soy solo tuya, mi vida. Fóllame como si no hubiera un mañana." Sus obsenidades, susurradas entre gemidos y jadeos, solo servían para aumentar la excitación de Ichida, quien se movía detrás de ella, sus caderas chocando contra las suyas en un ritmo frenético y apasionado.









El sonido de sus cuerpos encontrándose, el choque de piel contra piel, creaba una sinfonía de placer y lujuria que llenaba la habitación. La tía, con cada embestida, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Más, Ichida, más fuerte. Quiero sentirte entero, quiero que me llenes por completo," exigió, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedeció, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.





La tía, con cada movimiento, se apretaba contra él, sus músculos vaginales abrazando su miembro, creando una presión que lo volvía loco. "Ichida, mi amor, me vienes a llenar, me vienes a dar toda tu leche," gimió, su voz llena de deseo y anticipación. "Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo." Sus palabras, llenas de lujuria y obsenidades, lo llevaron al borde del éxtasis, creando una sensación de placer y tentación que lo dejaba sin aliento, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría su relación para siempre, llevándolos a un nivel de intimidad y complicidad que ninguno de los dos quería abandonar





La tía, con su cuerpo aún temblando de excitación, se acostó en la camilla, su posición abierta y tentadora, invitando a Ichida a explorarla. Ichida, con una mezcla de deseo y anticipación, se posicionó entre sus piernas, su rostro a escasos centímetros de su vagina. Con un movimiento lento y deliberado, comenzó a chupar su clítoris, su lengua moviéndose en círculos, creando una fricción que la volvió loca. La tía, con un gemido gutural y profundo, arqueó su espalda, sus caderas moviéndose hacia arriba para encontrar su boca.





"Ay, mi amor, sí, así, chúpame esa concha," gimió, su voz llena de lujuria y obsenidades. "Me encanta sentir tu lengua, me vuelves loca, quiero que me comas toda, que me dejes seca." Sus palabras, duras y explícitas, solo servían para aumentar la excitación de Ichida, quien se movía entre sus piernas, su lengua explorando cada rincón, cada pliegue, creando una sinfonía de placer y tentación.





La tía, con cada lamida, gemía y jadeaba, sus obsenidades llenando el aire, creando una atmósfera de lujuria y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte, quiero sentir tu lengua dentro de mí, quiero que me folles con ella," exigió, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedeció, su lengua penetrando profundamente en su vagina, creando una fricción que la volvía loca.





De repente, la tía lo tomó por los hombros, guiándolo hacia arriba, sus ojos fijos en los de él, llenos de deseo y anticipación. "Ichida, mi amor, fóllame, quiero sentirte dentro de mí, quiero que me llenes por completo," murmuró, su voz suave pero firme, llena de promesas y tentaciones. Ichida, con el corazón latiendo frenéticamente, se posicionó entre sus piernas, su miembro erecto y palpitante listo para penetrarla.





Con un movimiento firme y decidido, Ichida entró en ella, su pene llenando completamente su vagina, cada centímetro creando una fricción de placer y tentación. La tía, con un gemido gutural, envolvió sus piernas alrededor de él, sus caderas moviéndose para encontrarse con las suyas. Ichida, con una mano firme, tomó sus piernas y las colocó sobre sus hombros, penetrando más profundamente, creando una presión que los volvía locos a ambos.





"Ay, mi amor, sí, así, más fuerte, quiero sentirte entero," gimió, su voz llena de deseo y urgencia. "Me encanta cómo me follas, cómo me llenas, cómo me haces sentir una puta en tus manos." Sus obsenidades, susurradas en su oído, lo volvían loco, creando una mezcla de placer y excitación que lo dejaba sin aliento. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, se movía dentro de ella, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.











La tía, con cada embestida, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Más, Ichida, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigió, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedeció, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.











De repente, Ichida, con un gemido gutural, salió de ella, su pene palpitante y húmedo, y se vino en su barriga, su semen caliente y espeso cubriendo su piel. La tía, con una sonrisa de satisfacción, acarició su miembro, sus dedos jugando con los restos de su éxtasis. "Amor, debiste echarme lo adentro," murmuró, su voz llena de deseo y anticipación, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría su relación para siempre, llevándolos a un nivel de intimidad y complicidad que ninguno de los dos quería abandonar.







Justo en ese momento, el celular de la tía comenzó a sonar, el timbre rompiendo la burbuja de placer y tentación que los envolvía. La tía, con una mirada de sorpresa y preocupación, se levantó ligeramente, sus ojos fijos en la pantalla. "Es mi esposo," murmuró, su voz teñida de una mezcla de temor y excitación, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.

La tía, con una sonrisa forzada, contestó la llamada de su esposo, sus ojos fijos en los de Ichida, una mezcla de excitación y temor reflejada en su mirada. "Hola, amor. ¿Cómo estás?" preguntó, su voz temblando ligeramente, intentando mantener la compostura. "Bien, gracias. ¿Y tú?" respondió el esposo, su tono casual y despreocupado. La tía, con una respiración entrecortada, respondió: "Bien, muy bien." Ichida, aprovechando la distracción, tomó a su tía por la cintura, posicionándola de lado, su miembro erecto y palpitante listo para penetrarla de nuevo.

Con un movimiento lento y deliberado, Ichida entró en ella, su pene llenando completamente su vagina, creando una fricción de placer y tentación. La tía, conteniendo los gemidos, se mordió el labio, sus ojos cerrados con fuerza, intentando mantener la concentración en la conversación. "Sí, amor. Todo está bien por aquí," murmuró, su voz teñida de deseo y necesidad. "Genial, entonces nos vemos más tarde," respondió el esposo, antes de colgar, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propia casa.

La tía, con un suspiro de alivio, dejó caer el teléfono, sus ojos fijos en los de Ichida, llenos de lujuria y anticipación. "Ichida, mi amor, fóllame, quiero sentirte entero," gimió, su voz llena de deseo y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedeció, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.






La tía, con cada embestida, gemía y jadeaba, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, mi amor, así, más fuerte. Quiero sentir cómo te vienes dentro de mí, quiero sentir tu semen caliente llenándome por completo," exigió, su voz teñida de necesidad y urgencia. Ichida, con el cuerpo temblando de excitación, obedeció, sus embestidas volviéndose más fuertes, más profundas, creando una fricción que los llevaba al borde del éxtasis.





Con un gemido gutural, Ichida se vino dentro de ella, su semen caliente y espeso llenando su vagina, creando una sensación de placer y satisfacción que los dejó a ambos sin aliento. La tía, con una sonrisa de satisfacción, acarició su miembro, sus dedos jugando con los restos de su éxtasis. "Te amo, mi amor. Esto solo era tuyo," murmuró, sus palabras llenas de afecto y deseo, sabiendo que lo que habían compartido era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar.





Juntos, se dirigieron a la ducha, el agua cálida cayendo sobre sus cuerpos, lavando los restos de su pasión y lujuria. La tía, con una sonrisa pícara, tomó el jabón, sus manos moviéndose sobre el cuerpo de Ichida, creando una sensación de placer y tentación. "Ichida, mi amor, hoy ha sido increíble," murmuró, su voz suave pero firme, llena de promesas y tentaciones. "Sí, tía. Ha sido perfecto," respondió Ichida, su voz teñida de satisfacción y deseo, sabiendo que lo que habían compartido era solo el comienzo de una aventura de placer y pasión.





La tarde llegó, y con ella, el esposo de la tía. Al entrar en la casa, le dio un beso suave en los labios, su tono casual y despreocupado. "Hola, amor. ¿Cómo estuvo tu día?" preguntó, sus ojos fijos en los de ella, buscando una respuesta que sabía que encontraría. La tía, con una sonrisa forzada, respondió: "Muy bien, amor. Estuve muy enérgica," su voz teñida de una mezcla de culpa y excitación, sabiendo que lo que había hecho con Ichida había dejado una marca indeleble en su cuerpo y en su alma.





Mientras se sentaba en el sofá, el esposo de la tía notó una mueca de dolor en su rostro, una señal de que algo no estaba bien. "¿Te duele algo, amor?" preguntó, su tono lleno de preocupación y afecto. La tía, con una sonrisa forzada, respondió: "No, amor. Solo es un poco de cansancio," su voz teñida de una mezcla de mentira y verdad, sabiendo que lo que sentía era el eco de su pasión y lujuria, una sensación que ninguno de los dos quería abandonar.





La noche cayó, y con ella, la promesa de un nuevo día, un nuevo capítulo en la historia de pasión y deseo que Ichida y su tía habían comenzado. Mientras se acostaban en la cama, la tía, con una sonrisa de satisfacción, acarició el rostro de Ichida, sus dedos trazando sus líneas y contornos. "Ichida, mi amor, hoy ha sido perfecto," murmuró, su voz llena de afecto y deseo, sabiendo que lo que habían compartido era solo el comienzo de una aventura de placer y pasión que ninguno de los dos quería abandonar.





En la casa de Ichida, su madre, con una mirada de preocupación y sospecha, observaba el techo, su mente llena de preguntas y dudas. "¿Dónde estuvo Ichida toda la tarde?" se preguntó, su voz apenas un susurro, sabiendo que algo no estaba bien. Al pasar por el trabajo del esposo de su hermana, lo había visto, ajeno a la tormenta de lujuria y deseo que se desataba en su propia casa. Al llamar por la noche, Ichida le había respondido, su voz teñida de una mezcla de culpabilidad y satisfacción, sabiendo que lo que había hecho con su tía había dejado una marca indeleble en su cuerpo y en su alma.





La madre de Ichida, con una mezcla de temor y excitación, se preguntó qué estaría pasando, qué secretos se escondían detrás de esas paredes, sabiendo que lo que estaba por venir podría cambiarlo todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones. 



Gracias por el apoyo, los invito a seguirme en las redes y comentar la foto que subiré animada del relato.

0 comentarios - Secretos de sangre cap 2