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Madre ingenua capitulo 9

Capítulo 9: Revelaciones y Tentaciones

Erica, al quedar con solo la ropa interior tras perder la última partida, se sintió vulnerable y excitada a la vez. Su conjunto, un brasier rosa con transparencia que dejaba ver sus pezones, y una tanga muy pequeña que hacía conjunto, revelaba su vagina, perfectamente rasurada. Miguel, con los ojos fijos en su madre, susurró: "Mamá, te ves espectacular. Es uno de los conjuntos de la revista." Erica se sonrojó y asintió, sin saber qué estaba haciendo, si seguir con el juego o terminarlo rápido.

Miguel repartió las cartas, y esta vez, perdió. Rápidamente, se quitó el pantalón, quedándose solo en boxer, mostrando su erección. Erica, sorprendida, no sabía qué pensar. "¿Es por el vino o ya estoy cayendo en el juego de mi hijo?" se preguntó, mientras seguía el juego y perdía nuevamente.

Miguel, con una sonrisa triunfal, pensó: "Por fin veré los pechos de mi madre." Erica, nerviosa, no sabía qué hacer. Desabrochó el sujetador y lo dejó caer, pero rápidamente se tapó los senos, grandes y espectaculares. Miguel tuvo un vistazo rápido, pero fue suficiente para encenderlo aún más. "Ya basta, hijo. Me dio sueño. Otro día jugamos algo más," dijo Erica, intentando recuperar la compostura.

Se levantó y se dirigió a su habitación, no sin antes dejar a la vista de Miguel su culo, con la tanga metida entre sus nalgas. Miguel, incapaz de contenerse, se masturbó, viviendo una de sus noches favoritas, imaginando a su madre en situaciones cada vez más eróticas.

Al día siguiente, Erica, con algo de pena, intentó seguir con la rutina de estar encerrados. Sin embargo, lo de la noche anterior ya había causado algo en ella que no quería dejar salir. Se movía por la casa, consciente de las miradas de su hijo, y a veces, se sorprendía a sí misma deseando que la tocara, que la besara, que la hiciera suya.

Erica, mientras se preparaba para el día, se miró al espejo, admirando su cuerpo. Se puso un conjunto de ropa interior que resaltaba sus curvas, y se preguntó si estaba jugando con fuego. "¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar?" se preguntó, mientras se acariciaba a sí misma, imaginando las manos de Miguel sobre su piel.

Miguel, por su parte, no podía dejar de pensar en su madre. Cada movimiento, cada mirada, cada roce accidental, lo encendía aún más. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía detenerse. Quería a su madre, y estaba dispuesto a todo para tenerla.

Esa noche, mientras cenaban, la tensión sexual entre ellos era palpable. Erica, con un vestido corto y ajustado, se movía con gracia, consciente de las miradas de su hijo. Miguel, intentando controlar su excitación, no podía quitarle los ojos de encima. Sabía que algo estaba a punto de cambiar, y estaba dispuesto a todo para que esa noche fuera inolvidable.

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