Capítulo 6: Revelaciones y Conflictos
Erica se miró al espejo, admirando su nuevo conjunto de ropa interior. La tanga era tan pequeña que apenas cubría su vagina, y el sujetador sin tirantes realzaba sus senos, haciendo que se vean aún más voluptuosos. Notó que algunos de sus vellos púbicos se asomaban por el borde de la tanga, algo que nunca le había preocupado antes. Decidió depilarse, algo que no había hecho en años. Se dirigió al baño, tomó sus herramientas de depilación y, con cuidado, removió cada vello, dejando su vagina completamente lisa y suave. Se miró nuevamente al espejo, satisfecha con el resultado. Su vagina, ahora sin vellos, se veía más vulnerable y erótica, lista para ser admirada.
Mientras tanto, Miguel, que había estado observando a su madre desde la puerta entreabierta, quedó sin aliento al verla completamente depilada. La visión de su madre, con su vagina lisa y sus senos firmes, lo dejó sin palabras. No pudo resistir la tentación y comenzó a masturbarse, sus ojos fijos en el cuerpo de Erica. Se imaginaba tocándola, besándola, y sintiendo su calor. Su excitación crecía con cada segundo, y su mente se llenaba de fantasías eróticas.
Erica, aunque sospechaba que Miguel la veía, nunca había imaginado que su hijo se atrevería a masturbarse mientras la observaba. Se sintió incómoda, pero también intrigada. "¿Qué hago? ¿Lo dejo seguir o lo detengo?" pensó, confundida. Decidió terminar de cambiarse y no traumatizar a su hijo, pero algo había cambiado en su cabeza. Ya no podía ignorar la tensión sexual que se había creado entre ellos.
Los días pasaron, y Miguel se volvió aún más atrevido. Abrazaba a su madre con más frecuencia, y a veces, Erica podía sentir su erección contra su trasero. No sabía cómo actuar, pero se estaba acostumbrando a esas situaciones. A veces, se preguntaba si debía detenerlo, pero la curiosidad y el deseo la mantenían en un estado de confusión constante.
Una noche, mientras se preparaban para dormir, Miguel se acercó a Erica y la abrazó por detrás. Ella podía sentir su erección presionando contra su trasero, y su respiración en su cuello. "Mamá, te amo," susurró Miguel, su voz llena de deseo. Erica se quedó quieta, sin saber qué hacer. Su mente se llenaba de pensamientos contradictorios, y su cuerpo respondía a la proximidad de su hijo de una manera que nunca había esperado.
Esa noche, mientras yacía en su cama, Erica no podía dejar de pensar en lo que había pasado. no está bien se decía pero no quiero dañar la mente de mi hijo que hago?
Erica se miró al espejo, admirando su nuevo conjunto de ropa interior. La tanga era tan pequeña que apenas cubría su vagina, y el sujetador sin tirantes realzaba sus senos, haciendo que se vean aún más voluptuosos. Notó que algunos de sus vellos púbicos se asomaban por el borde de la tanga, algo que nunca le había preocupado antes. Decidió depilarse, algo que no había hecho en años. Se dirigió al baño, tomó sus herramientas de depilación y, con cuidado, removió cada vello, dejando su vagina completamente lisa y suave. Se miró nuevamente al espejo, satisfecha con el resultado. Su vagina, ahora sin vellos, se veía más vulnerable y erótica, lista para ser admirada.
Mientras tanto, Miguel, que había estado observando a su madre desde la puerta entreabierta, quedó sin aliento al verla completamente depilada. La visión de su madre, con su vagina lisa y sus senos firmes, lo dejó sin palabras. No pudo resistir la tentación y comenzó a masturbarse, sus ojos fijos en el cuerpo de Erica. Se imaginaba tocándola, besándola, y sintiendo su calor. Su excitación crecía con cada segundo, y su mente se llenaba de fantasías eróticas.
Erica, aunque sospechaba que Miguel la veía, nunca había imaginado que su hijo se atrevería a masturbarse mientras la observaba. Se sintió incómoda, pero también intrigada. "¿Qué hago? ¿Lo dejo seguir o lo detengo?" pensó, confundida. Decidió terminar de cambiarse y no traumatizar a su hijo, pero algo había cambiado en su cabeza. Ya no podía ignorar la tensión sexual que se había creado entre ellos.
Los días pasaron, y Miguel se volvió aún más atrevido. Abrazaba a su madre con más frecuencia, y a veces, Erica podía sentir su erección contra su trasero. No sabía cómo actuar, pero se estaba acostumbrando a esas situaciones. A veces, se preguntaba si debía detenerlo, pero la curiosidad y el deseo la mantenían en un estado de confusión constante.
Una noche, mientras se preparaban para dormir, Miguel se acercó a Erica y la abrazó por detrás. Ella podía sentir su erección presionando contra su trasero, y su respiración en su cuello. "Mamá, te amo," susurró Miguel, su voz llena de deseo. Erica se quedó quieta, sin saber qué hacer. Su mente se llenaba de pensamientos contradictorios, y su cuerpo respondía a la proximidad de su hijo de una manera que nunca había esperado.
Esa noche, mientras yacía en su cama, Erica no podía dejar de pensar en lo que había pasado. no está bien se decía pero no quiero dañar la mente de mi hijo que hago?
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