Hoy fue uno de esos días que arrancan tranqui pero se convierten en una montaña rusa de sensaciones, y todo gracias al plug anal que me acompañó desde las 7:30 de la mañana hasta ahora, que ya es de noche y sigo con él metido en el culo. Esta petera no descansa, y este relato va para mis pajeros con todos los detalles, bien zarpado, para que mis seguidores se vuelen la cabeza imaginándome con ese juguete todo el día.
Me desperté a las 7:30 de la mañana con unas ganas terribles de mear, todavía medio dormida, pero con esa energía que te da saber que es sábado y tenés el día para vos. Estaba en bolas, como casi siempre duermo, con las sábanas enredadas en las piernas y el pelo hecho un desastre. Mi gorda estaba en su pieza, todavía durmiendo, así que aproveché para ir al baño antes de que se despertara. Mientras me sentaba en el inodoro para mear, miré mi caja de juguetes sexuales, que tenía a mano en el baño, y me pintó una idea loca. “Hoy vas a ser mi compañero todo el día”, le dije al plug anal de diamante plateado con forma de corazón que me encanta. Lo lavé bien, lo sequé con una toallita, y saqué el lubricante de la caja. Me paré frente al espejo del baño, con una pierna apoyada en el borde de la bañera, y me puse un poco de lubricante en los dedos. Me acaricié el culo, metiendo un dedo despacito para relajarme, sintiendo cómo mi cuerpo se abría con cada roce. El frío del plug contra mi piel me hizo estremecer, pero cuando lo empecé a meter, despacito, la presión me arrancó un gemido bajito. Lo empujé hasta que quedó bien adentro, con la joyita rozándome los cachetes del culo. Me moví un poco, caminando por el baño, y cada paso hacía que el plug se sintiera más presente, como un secreto que solo yo conocía. Mi concha ya estaba húmeda, y eso que el día recién arrancaba.
Salí del baño todavía en bolas, con el plug dándome esa sensación constante que me pone en modo puta. Fui a la pieza de mi gorda, que ya estaba despierta, frotándose los ojitos. “Mami, ¿puedo ir a tu cama?”, me dijo con su vocecita dulce. “Obvio, mi amor”, le contesté, y la llevé en brazos a mi cama. Nos tiramos juntas, ella con su peluche de unicornio, y puse unos dibujitos en la tele. Mientras mi gorda se reía con los dibujitos, yo estaba acostada boca abajo, con el plug apretándome el culo cada vez que movía las caderas. La sensación era increíble: esa presión rica, como si alguien me estuviera tocando todo el tiempo, me tenía la concha palpitando. Me mordía el labio para no gemir, porque mi gorda estaba al lado, pero cada tanto apretaba el culo para sentir el plug más profundo. Era como llevar un fuego adentro, sabiendo que la nena no sospechaba nada. Me reía sola, pensando en lo zarpada que soy, y le daba besos a mi gorda en la frente para disimular. "Estás contenta mamá", me dijo la gorda, "si mí amor" le contesté, y en mí mente decía "si supieras hija lo que tengo en culo".
Después de un rato, nos levantamos para desayunar. Me puse una bata finita, de esas que se traslucen un poco, porque en casa ando como reina. Preparé café para mí y un vaso de leche con galletitas para mi gorda. Mientras ponía la mesa, cada movimiento —agacharme a buscar el azúcar, estirarme para agarrar las tazas— hacía que el plug se moviera un poquito, mandándome oleadas de placer. Me senté con cuidado, porque cada vez que apoyaba el culo en la silla, la joyita del plug rozaba y me hacía suspirar. Mi gorda hablaba de sus dibujitos, y yo le seguía la corriente, pero por dentro estaba en otro mundo, con la concha empapada y el culo lleno. “Sos una puta de manual”, me dije, mientras untaba manteca en una tostada, sintiendo cómo el plug me recordaba mi lado más caliente.
Decidimos salir a comprar unas cosas, porque la heladera estaba más vacía que mi paciencia en un lunes. Me puse un jean ajustado que me marcaba todo y una remera suelta, pero sin corpiño, porque me gusta sentir las tetas libres. La tanga era una negra chiquita, que dejaba la joyita del plug bien a la vista si alguien me mirara de cerca estando en tanga. Mientras ayudaba a mi gorda a ponerse sus zapatillas, cada agachada era una tortura deliciosa. El plug se movía justo lo suficiente para mantenerme al borde, y yo apretaba los muslos para calmar la calentura. Salimos al súper del barrio, con mi gorda de la mano, cantando una canción de la escuela. El sol pegaba fuerte, y el día estaba perfecto, pero yo solo podía pensar en el plug, que con cada paso se sentía más intenso. En el súper, mientras empujaba el carrito, el roce del jean contra mi concha y la presión del plug me hacían caminar más despacio, como si estuviera saboreando cada segundo. Una mina en la caja me miró raro, y yo le tiré una sonrisa de “si supieras, querida”.
Volvimos a casa con las bolsas, y mientras guardaba todo, el plug seguía haciendo de las suyas. Me agaché a poner la leche en la heladera, y la presión me arrancó un gemido que tuve que disimular con una tos. Mi gorda estaba jugando en el living, así que aproveché para sentarme un segundo en la cocina, cruzando las piernas y apretando el culo para sentir el plug más adentro. La concha me chorreaba, y la tanga ya no daba abasto. “Que pedazo de puta que soy”, pensé, riéndome sola.
Para el almuerzo, preparé unas milanesas con puré, porque a mi gorda le encanta. Mientras cortaba papas y apanaba la carne, el plug me mantenía en un estado de calentura constante. Cada vez que me movía por la cocina, sentía esa presión rica, como si el plug me estuviera cogiendo despacito. Me imaginaba subiendo las fotos de esto a Poringa, con un título como “Un día entero con un plug en el culo” o algo así, y eso me hacía mojarme más. Almorzamos con mi gorda, que no paraba de hablar de sus amigas del cole y cuánto quería volver de las vacaciones, y yo asentía con una sonrisa, pero por dentro estaba en llamas, apretando el culo contra la silla para intensificar la sensación. Mientras mí hija me hablaba yo me movía en la silla para que el plug me cogiera.
El día estaba tan lindo que decidimos ir al parque del barrio. Mi gorda quería las hamacas, así que allá fuimos. La ayudé a subirse, empujándola mientras ella se reía a carcajadas. Cada empujón hacía que el plug se moviera, y yo tenía que morderme el labio para no gemir en medio del parque. Después nos fuimos al tobogán, y cuando me tiré con ella, el impacto al bajar me hizo sentir el plug tan profundo que casi me mojo toda ahí mismo. Terminamos jugando a la mancha, corriendo por el césped, con mi gorda gritando “¡Te toqué, mami!”. Correr con el plug era una locura: cada paso era una mezcla de placer y desafío, porque la concha me palpitaba y la tanga estaba empapada. Me tiré en el pasto a descansar, con el plug recordándome que esta puta no descansa nunca. La nena me quería levantar para seguir corriendo sin saber que yo me estaba masturbando analmente.
Después del parque, fuimos a visitar a mis viejos, que viven a unas pocas cuadras. Mi gorda se puso a jugar con sus juguetes en el living, y yo me senté con mis papás en el patio a tomar mate. El mate pasaba de mano en mano, y yo charlaba de cualquier cosa, pero el plug me tenía en otro planeta. Cada vez que me movía en la silla, la joyita rozaba, y la concha se me mojaba tanto que tuve que ir al baño a ponerme un protector diario. Me miré en el espejo de mis viejos, con la cara colorada y una sonrisa de “nadie sabe lo que traigo puesto”. Me toqué un poco por encima del jean, solo para calmar el fuego, pero no quería arriesgarme a más con mi gorda y mis padres en la casa.
Volvimos a casa cuando ya estaba anocheciendo. Bañé a mi gorda, la puse en pijama y le leí un cuento hasta que se durmió. Ahora estoy sola, sentada en el sillón, escribiendo esto con el plug todavía en el culo. La sensación después de todo el día es increíble: mi cuerpo está sensible, la concha me palpita, y cada movimiento me recuerda que soy una puta que vive para esto. Me voy a dar una ducha ahora, y recién ahí me voy a sacar el plug, despacito, disfrutando cada segundo mientras lo hago. Me imagino tocándome bajo el agua, con el plug en la mano o en la boca mejor jeje, pensando en cómo mis seguidores de Poringa van a pajearse con este relato.
Este día fue una obra maestra. Llevar el plug desde la mañana hasta la noche, sintiéndolo en cada paso, cada risa, cada juego con mi gorda, fue como llevar un secreto caliente que nadie más conoce. Poringueros, espero que se pajéen a lo loco con esto, porque esta puta no para, y no importa si estoy jugando con mí hija o tomando mates con mis viejos, siempre puedo tener algo metido en los agujeros.

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Me desperté a las 7:30 de la mañana con unas ganas terribles de mear, todavía medio dormida, pero con esa energía que te da saber que es sábado y tenés el día para vos. Estaba en bolas, como casi siempre duermo, con las sábanas enredadas en las piernas y el pelo hecho un desastre. Mi gorda estaba en su pieza, todavía durmiendo, así que aproveché para ir al baño antes de que se despertara. Mientras me sentaba en el inodoro para mear, miré mi caja de juguetes sexuales, que tenía a mano en el baño, y me pintó una idea loca. “Hoy vas a ser mi compañero todo el día”, le dije al plug anal de diamante plateado con forma de corazón que me encanta. Lo lavé bien, lo sequé con una toallita, y saqué el lubricante de la caja. Me paré frente al espejo del baño, con una pierna apoyada en el borde de la bañera, y me puse un poco de lubricante en los dedos. Me acaricié el culo, metiendo un dedo despacito para relajarme, sintiendo cómo mi cuerpo se abría con cada roce. El frío del plug contra mi piel me hizo estremecer, pero cuando lo empecé a meter, despacito, la presión me arrancó un gemido bajito. Lo empujé hasta que quedó bien adentro, con la joyita rozándome los cachetes del culo. Me moví un poco, caminando por el baño, y cada paso hacía que el plug se sintiera más presente, como un secreto que solo yo conocía. Mi concha ya estaba húmeda, y eso que el día recién arrancaba.
Salí del baño todavía en bolas, con el plug dándome esa sensación constante que me pone en modo puta. Fui a la pieza de mi gorda, que ya estaba despierta, frotándose los ojitos. “Mami, ¿puedo ir a tu cama?”, me dijo con su vocecita dulce. “Obvio, mi amor”, le contesté, y la llevé en brazos a mi cama. Nos tiramos juntas, ella con su peluche de unicornio, y puse unos dibujitos en la tele. Mientras mi gorda se reía con los dibujitos, yo estaba acostada boca abajo, con el plug apretándome el culo cada vez que movía las caderas. La sensación era increíble: esa presión rica, como si alguien me estuviera tocando todo el tiempo, me tenía la concha palpitando. Me mordía el labio para no gemir, porque mi gorda estaba al lado, pero cada tanto apretaba el culo para sentir el plug más profundo. Era como llevar un fuego adentro, sabiendo que la nena no sospechaba nada. Me reía sola, pensando en lo zarpada que soy, y le daba besos a mi gorda en la frente para disimular. "Estás contenta mamá", me dijo la gorda, "si mí amor" le contesté, y en mí mente decía "si supieras hija lo que tengo en culo".
Después de un rato, nos levantamos para desayunar. Me puse una bata finita, de esas que se traslucen un poco, porque en casa ando como reina. Preparé café para mí y un vaso de leche con galletitas para mi gorda. Mientras ponía la mesa, cada movimiento —agacharme a buscar el azúcar, estirarme para agarrar las tazas— hacía que el plug se moviera un poquito, mandándome oleadas de placer. Me senté con cuidado, porque cada vez que apoyaba el culo en la silla, la joyita del plug rozaba y me hacía suspirar. Mi gorda hablaba de sus dibujitos, y yo le seguía la corriente, pero por dentro estaba en otro mundo, con la concha empapada y el culo lleno. “Sos una puta de manual”, me dije, mientras untaba manteca en una tostada, sintiendo cómo el plug me recordaba mi lado más caliente.
Decidimos salir a comprar unas cosas, porque la heladera estaba más vacía que mi paciencia en un lunes. Me puse un jean ajustado que me marcaba todo y una remera suelta, pero sin corpiño, porque me gusta sentir las tetas libres. La tanga era una negra chiquita, que dejaba la joyita del plug bien a la vista si alguien me mirara de cerca estando en tanga. Mientras ayudaba a mi gorda a ponerse sus zapatillas, cada agachada era una tortura deliciosa. El plug se movía justo lo suficiente para mantenerme al borde, y yo apretaba los muslos para calmar la calentura. Salimos al súper del barrio, con mi gorda de la mano, cantando una canción de la escuela. El sol pegaba fuerte, y el día estaba perfecto, pero yo solo podía pensar en el plug, que con cada paso se sentía más intenso. En el súper, mientras empujaba el carrito, el roce del jean contra mi concha y la presión del plug me hacían caminar más despacio, como si estuviera saboreando cada segundo. Una mina en la caja me miró raro, y yo le tiré una sonrisa de “si supieras, querida”.
Volvimos a casa con las bolsas, y mientras guardaba todo, el plug seguía haciendo de las suyas. Me agaché a poner la leche en la heladera, y la presión me arrancó un gemido que tuve que disimular con una tos. Mi gorda estaba jugando en el living, así que aproveché para sentarme un segundo en la cocina, cruzando las piernas y apretando el culo para sentir el plug más adentro. La concha me chorreaba, y la tanga ya no daba abasto. “Que pedazo de puta que soy”, pensé, riéndome sola.
Para el almuerzo, preparé unas milanesas con puré, porque a mi gorda le encanta. Mientras cortaba papas y apanaba la carne, el plug me mantenía en un estado de calentura constante. Cada vez que me movía por la cocina, sentía esa presión rica, como si el plug me estuviera cogiendo despacito. Me imaginaba subiendo las fotos de esto a Poringa, con un título como “Un día entero con un plug en el culo” o algo así, y eso me hacía mojarme más. Almorzamos con mi gorda, que no paraba de hablar de sus amigas del cole y cuánto quería volver de las vacaciones, y yo asentía con una sonrisa, pero por dentro estaba en llamas, apretando el culo contra la silla para intensificar la sensación. Mientras mí hija me hablaba yo me movía en la silla para que el plug me cogiera.
El día estaba tan lindo que decidimos ir al parque del barrio. Mi gorda quería las hamacas, así que allá fuimos. La ayudé a subirse, empujándola mientras ella se reía a carcajadas. Cada empujón hacía que el plug se moviera, y yo tenía que morderme el labio para no gemir en medio del parque. Después nos fuimos al tobogán, y cuando me tiré con ella, el impacto al bajar me hizo sentir el plug tan profundo que casi me mojo toda ahí mismo. Terminamos jugando a la mancha, corriendo por el césped, con mi gorda gritando “¡Te toqué, mami!”. Correr con el plug era una locura: cada paso era una mezcla de placer y desafío, porque la concha me palpitaba y la tanga estaba empapada. Me tiré en el pasto a descansar, con el plug recordándome que esta puta no descansa nunca. La nena me quería levantar para seguir corriendo sin saber que yo me estaba masturbando analmente.
Después del parque, fuimos a visitar a mis viejos, que viven a unas pocas cuadras. Mi gorda se puso a jugar con sus juguetes en el living, y yo me senté con mis papás en el patio a tomar mate. El mate pasaba de mano en mano, y yo charlaba de cualquier cosa, pero el plug me tenía en otro planeta. Cada vez que me movía en la silla, la joyita rozaba, y la concha se me mojaba tanto que tuve que ir al baño a ponerme un protector diario. Me miré en el espejo de mis viejos, con la cara colorada y una sonrisa de “nadie sabe lo que traigo puesto”. Me toqué un poco por encima del jean, solo para calmar el fuego, pero no quería arriesgarme a más con mi gorda y mis padres en la casa.
Volvimos a casa cuando ya estaba anocheciendo. Bañé a mi gorda, la puse en pijama y le leí un cuento hasta que se durmió. Ahora estoy sola, sentada en el sillón, escribiendo esto con el plug todavía en el culo. La sensación después de todo el día es increíble: mi cuerpo está sensible, la concha me palpita, y cada movimiento me recuerda que soy una puta que vive para esto. Me voy a dar una ducha ahora, y recién ahí me voy a sacar el plug, despacito, disfrutando cada segundo mientras lo hago. Me imagino tocándome bajo el agua, con el plug en la mano o en la boca mejor jeje, pensando en cómo mis seguidores de Poringa van a pajearse con este relato.
Este día fue una obra maestra. Llevar el plug desde la mañana hasta la noche, sintiéndolo en cada paso, cada risa, cada juego con mi gorda, fue como llevar un secreto caliente que nadie más conoce. Poringueros, espero que se pajéen a lo loco con esto, porque esta puta no para, y no importa si estoy jugando con mí hija o tomando mates con mis viejos, siempre puedo tener algo metido en los agujeros.

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24 comentarios - Jugando con mí hija mientras uso un plug anal