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En el Probador

La amable dependiente.

En el Probador

Una mujer entra en una tienda de modas y le atiende una guapa y amable dependienta.
Esta es una de las cosas más sorprendentes que me han ocurrido en mi vida. Soy una mujer madura, de cerca de 50 años, felizmente casada y con hijos. Mi físico es más o menos normal para mi edad, soy morena con media melena, ahora la llevo terminada en puntas, los ojos marrones, labios pequeños, no me gusta maquillarme demasiado. Mi cuerpo no está mal del todo, soy más bien bajita, mis pechos grandes y un poco caídos y un tanto ancha de trasero y un poco de caderas. 
Esta historia me sucedió un lunes por la mañana, en otoño, tenía unos días de fiesta en el trabajo y decidí aprovecharlos para hacer cosas que normalmente no puedo hacer, una de ellas, que me encanta, es renovar mi vestuario. Así que entre en una tienda de moda que habían abierto hace poco en el barrio y que me recomendó una vecina. La tienda era nueva y elegante. Era bastante amplia, con 2 pisos, uno para ropa masculina y otro, el de arriba, para la femenina. Yo tenía pensado, entre otras cosas, renovar mi ropa interior, así que empecé a curiosear por el piso de arriba de la tienda y fui seleccionando varias prendas. Había elegido unas camisetas interiores, una blusa y varias medias, cuando comencé a seleccionar conjuntos de braguitas y sujetadores. No sé cuánto tiempo estuve, pues no terminaba de decidirme por nada. Hasta a mí se acercó una dependienta, era de mediana edad, rubia con el pelo largo, guapa y con buen cuerpo. Vestía con el uniforme de la tienda, un pantalón ajustado azul oscuro y una blusa verde escotada. Ya digo que la chica era bastante atractiva. A mí eso no me importaba, lo que quería era encontrar algún conjunto de ropa interior que me gustase. 
- ¿Puedo ayudarle en algo? - me preguntó con una voz muy dulce que desprendía amabilidad. 
- No lo sé - respondí yo - Ya tengo seleccionadas varias cosas, pero las últimas se me resisten. 
- ¿Y qué son esas cosas? 
- Ropa interior, no logro encontrar nada que me convenza. 
- Igual yo consigo que lo encuentre - me sugirió con su dulce voz. 
- Si no tienes nada mejor que hacer... Cuando me pongo que no me decido, es complicado convencerme de nada. 
- No sé preocupe, ahora mismo estoy sola en la planta, mis compañeras están ocupadas en otras cosas. Y aquí no tengo mucho que hacer. Además, cómo es temprano, casi estamos usted y yo solas. 
- Vale, pero con una condición, que no me trates de usted que me hace muy mayor. 
- De acuerdo, jajaja, era sólo por educación, eres muy joven todavía. 
- Muchas gracias, eres muy aduladora. 
Así, ella me empezó a sugerir cosas, algunas eran muy sexys, pero no eran exactamente mi tipo. 
- No sé porque deshechas este conjunto, te tiene que quedar estupendo - me comentó mientras recogía un conjunto rosa un tanto escaso de tela 
- No creo, seguro que a mi marido no le gustaría verme así - le repliqué yo. 
- Todo lo contrario, mujer, tu marido quedaría encantado, te lo digo yo. 
- Sí ni el sujetador, ni las braguitas tapaban casi nada. 
- Te tapaban solo lo que te tenían que tapar. Los ojos de tu marido se hubiesen salido de sus órbitas. Y no solo los ojos. 
Yo le sonreí poniéndome un poco colorada, ella lo notó enseguida. 
- Espero que no te haya molestado mi comentario - se disculpó ella - Solo quería resaltar lo atractiva que hubieras estado con ese conjunto. 
- Ya lo sé - la tranquilicé yo - No pasa nada, ¿Por qué has pensado que me he podido sentir molesta? 
- Es que hay mujeres de tu edad que... bueno... han perdido la pasión con sus esposos y casi no hacen el amor. 
- Pues no es mi caso, mi marido es bastante fogoso y cumplidor. 
- Me alegro mucho, jajaja. 
Seguimos todavía unos minutos más, hasta que, por fin, encontré un par de conjuntos que me gustaron. 
- Muchas gracias por tu ayuda - le dije a la dependienta - No sé qué hubiera hecho sin ti. 
- De nada - respondió ella - He pasado un buen rato contigo, aunque seas un poco difícil eligiendo bragas, jajaja. 
- Eso me dicen, jajaja. 
- Allí, al fondo, tienes los probadores, ahora que no hay nadie puedes aprovechar y ver si lo que has cogido te queda bien. 
- La ropa interior imagino que no puedo probármela. 
- No se puede, pero si te la vas a quedar seguro no hay problema, me has caído bien. 
- Si que me la voy a quedar, pero no estoy segura de que la talla sea la adecuada. 
- Entonces puedes hacer una cosa, te quitas las bragas que llevas y, con cuidado, las mides con las que vas a comprar. 
- No sé..., no te quiero causar molestias. 
- Tú hazlo así y no habrá problema, además, me has caído muy bien. 
La simpática dependienta se marchó hacia la zona dónde se encontraban las cajas, mientras yo lo hacía, en dirección contraria, hacia los probadores. Entré en el primero, cerré la puerta y comencé a probarme la ropa. El cuarto no era demasiado amplio, tenía un banco y un espejo grande. La puerta dejaba un poquito de margen por debajo, así se podía ver si estaba libre u ocupado. 
Me quité el vestido que llevaba puesto para que la ropa que había elegido fuera pasando sobre mi cuerpo, me miraba al espejo y me sentía satisfecha con ella, por último, llegó el turno de comprobar si las bragas se ajustaban a mi talla. Para comprobarlo realicé la maniobra que me propuso la dependienta. Así, me quedé con el sujetador como única prenda que cubría mi cuerpo. No me dio tiempo a comprobar la medida de la braga nueva sobre la vieja, de repente, la puerta del probador se abrió, había olvidado echar el pestillo, y se cerró rápidamente y alguien me sujeto por detrás. En el espejo que tenía frente a mí pude comprobar tenía detrás a la dependienta que sujetaba mis pechos. Yo quedé totalmente paralizada, sin saber que hacer o que decir, sin embargo, ella parecía tener bastante claro lo que buscaba. Sus manos comenzaron a acariciar con suavidad y dulzura mis pechos mientras su lengua recorría y besaba mi cuello. 
- ¡Tranquila, cielo! - susurró en mi oído - Verás como esto te encanta. 
- Yo... 
No acertaba a articular más palabras, seguía sorprendida y asustada. Mientras los dedos de la dependienta buscaban mis pezones, situados bajo el sujetador para pasar sobre ellos. Yo seguía paralizada, contemplando en el espejo las atenciones que la dependienta tenía conmigo. Sus manos retiraron un poco el sujetador, dejando visibles mis pezones, sus dedos los seguían acariciando y recorriendo despacio, jugando con ellos, pellizcándolos un poquito. Mientras su lengua seguía recorriendo mi cuello, incluso mi espalda, hasta volver a acercarse a mi oído. 
- Así, relájate... buena chica... - me volvió a susurrar. 
Sin que yo pudiera evitarlo mis pezones se iban poniendo duros y me estaba comenzando a excitar. Nunca me había atraído la idea de estar con otra mujer, ni con nadie más que no fuera mi marido, sin embargo, aquella dependienta estaba sacando algo diferente de mi interior. El miedo y la sorpresa anteriores comenzaban a desaparecer y se estaban transformando en desinhibición y ganas de sentir placer, mucho placer. La dependienta me hizo dar la vuelta para quedarse frente a mí, después comenzó a lamer mis pechos con su lengua, mientras una de sus manos acariciaba mis muslos, iba rozando mi sexo, pero sin llegar a tocarlo, consiguiendo así excitarme cada vez más. Sus labios mordían y succionaban mis pezones que ya estaban duros como piedras. Me subió al banco, dónde yo seguía de pie, y con sus labios estiró de golpe uno de mis pezones, consiguiendo que se me escapara un gran gemido de placer. Ella colocó su mano sobre mi boca. 
- ¡Chssst! Tienes que estar callada - me indicó con otro susurro. 
Después comenzó a besarme, mientras una de sus manos rozaba levemente mi sexo, que ya estaba empapado. Su dedo se acercaba poco a poco a la vez que su lengua penetraba dentro de mi boca. Yo acariciaba su espalda, mientras tenía que contenerme para no gritar y pedirle que no parara, que por favor continuase. Su boca dejó de besarme y descendió hasta mis muslos, abrió mis piernas y comenzó a lamer el lateral de uno de mis muslos, subiendo, poco a poco, acercándose a mi humedecido coño, sin embargo, cuando parecía que iba a llegar a él, se apartó y fue a lamer mi otro muslo, repitiendo la operación que había realizado con el primero. Y otra vez lo mismo, yéndose de nuevo hacia el primero. Todo esto provocaba dentro de mí un deseo casi imposible de resistir, necesitaba sentir aquella lengua tan esponjosa sobre mi empapado sexo. Tras volver a repetir, de nuevo, la operación con mi segundo muslo, esta vez ya no se hizo de rogar, abrió todavía más mis piernas y colocó su cabeza entre ellas, comenzando a pasar su lengua sobre mis labios vaginales, al sentirla tuve que tapar mi boca con las 2 manos para que mitigar un fuerte gemido de placer. Ella levantó un poco los ojos, observando mi rostro sonrió y volvió de nuevo a lamer los labios de mi coño, cada vez que sentía su lengua una fuerte oleada de placer invadía mi cuerpo, tenía que morderme la boca para no gemir, a veces me agarraba a la pared, otras a sujetaba su rubia melena para que su boca no se separara de mi coño y siguiera haciéndome sentir ese placer que solo ella había sabido darme. De repente, mordió y estiró mi clítoris, esta vez no pude contenerme y grité, aunque levemente, ella se levantó e hizo que nos sentásemos los 2 en el banco, allí me besó mientras 2 de sus dedos entraban dentro de mi coño con facilidad y comenzó a penetrarme con ellos, primero despacio, pero cada vez un poco más rápido. Yo la besaba con pasión, pues así lograba impedir que de mi boca se escapasen gemidos y gritos, realmente era lo que deseaba, gritar y pedirle que siguiera follándome con aquellos dedos mágicos y no se detuviera nunca, no sé cuánto tiempo estuvimos así, hasta que, por fin, sentía que iba a estallar de placer, estaba a punto de llegar a mi clímax, ella también lo noto y colocó la mano con la que no me penetraba cubriendo mi boca. Con todo, cuando llegó el momento del máximo placer, no pude contenerme y chillé muy fuerte y pese a que la mano de la dependienta cubría mi boca, no pudo atenuar el sonido. 
Fuera otra dependienta tocó a la puerta del probador. 
- ¿Ha pasado algo? ¿Va todo bien? 
- No te preocupes - contestó la dependienta a su compañera. Estoy ayudando a una clienta a probarse un sujetador y se ha pellizcado con un broche. Está todo controlado. 
- De acuerdo, cuando puedas ven que hay que vaciar unas cajas - le respondió su compañera. 
Ella me sonrió, me dio un beso en la boca y abandonó el probador dejándome sola y avergonzada. Me vestí rápidamente, coloqué la ropa lo mejor que pude y también salí del probador para dirigirme a la zona de cajas. Allí se encontraba una chica morena, más joven que la dependienta que me había hecho el amor minutos antes. Le di la ropa para que me la cobrara. 
- Perdona, ¿No se encuentra por aquí tu compañera, la chica rubia que me ha atendido? - me atreví a preguntarle yo. 
- Justo hace unos instantes la han llamado para preparar unos pedidos - me respondió ella mientras pasaba la ropa por el escáner. 
¿Ha tenido usted algún problema con ella? 
- No, para nada. Todo lo contrario, ha sido muy amable y quería darle las gracias por su ayuda. 
- No se preocupe, cuando vuelva le haré llegar su agradecimiento. 
Le sonreí, pagué con mi tarjeta de crédito y me marché pensativa de la tienda. ¿Qué me había sucedido? ¿Cómo podía haber hecho una cosa así con una desconocida? A mí que nunca me habían atraído las mujeres y que tenía una vida sexual plena con mi marido. No lo entendía, ¿Cómo había podido aquella chica hacer que disfrutara tanto? Estuve pensando en ello un tiempo, pero no encontré ninguna respuesta. Así que llegué a la conclusión de que solo fue un pequeño pecado, uno delicioso, eso sí. Nadie se Iba a enterar. Intenté retomar el rumbo de mi vida y alejarme lo más posible de aquella tienda de modas, no fuera que me encontrara de nuevo con aquella chica y volviese a sacar mis instintos lésbicos. 

3 comentarios - En el Probador

nukissy694
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