Esta es la historia de Juliana y Emilio. El agua y el aceite, según muchos. El uno para el otro, según todos.
Se conocieron durante su adolescencia, desde primer grado. En esa época el cuerpo empieza a sentir el impacto de las hormonas y en lo único que uno puede pensar es conchas y pijas.
Aunque se conocían desde primer grado, cuando ambos entraron al Colegio San Bernardo, y vivieron la casualidad de estar en la misma clase, no se llamaron la atención hasta que llegaron a cuarto grado. Todo el tiempo que pasó desde que se conocieron hasta que se enamoraron vivieron vidas bastante opuestas. Juliana dedicaba su tiempo a pasarla con amigas divirtiéndose en fiestas, y aprender centímetro a centímetro anatomía del cuerpo masculino de sus compañeros más grandotes y facheros, como le gustaban a ella. Por el otro lado, Emilio era un reconocido cerebrito dedicado a los libros, con una casi nula vida social. Era el típico pibe del que la mayoría de los populares se burlaba. Daba como ese estereotipo de hombre beta que suele no imponerse en ninguna situación de su vida.
El destino los obligó a que formaran, casualmente, una dupla para un trabajo de Matemáticas en el último trimestre de cuarto año. A ambos le cambió la perspectiva del otro por completo el tiempo que pasaron juntos haciendo esa tarea. Emilio dejó atrás el miedo que le tenía a una mujer que parecía inalcanzable para tipos como él, destinado solo a ser tocado por sus compañeros jugadores de rugby, de futbol, o de cualquier otro deporte. Por el contrario se encontró con una chica graciosa y bastante amable con él. Para un pibe con su poca experiencias con las mujeres, bastó para enamorarse por completo de esa chica, y entregarle el alma.
Esos días que compartieron, Emilio no paró de hacerla sentir bien. Dedicó toda su inteligencia para complacer necesidad que esa chica tuviese, que el pudiese cumplir, claro está. Estaba descartado poder cogerla. Sin embargo, la atendió como nadie lo había hecho.
Entonces Juliana descubrió su potencial. No le atraía para nada en lo físico, no lo calentaba como otros de sus compañeros de cole, pero la enternecía de sobremanera como este chico daba todo por ella.
La atracción inversa de ambos confluyó en una escena donde Emilio perdió su virginidad batiendo el record mundial de velocidad, dándole a ella nada más que risa.
Diez años después, cuando ambos estaban a punto de cumplir 26, la escena sucedía de nuevo.
- Perdón mi amor, perdón. Es que me calentás mucho - le dijo Emi a Juliana con cara de pollito mojado - .
- Tranqui mi amor, no te preocupes. Ya estoy acostumbrada.
- Perdón, perdón de verdad - suplicaba el pibe como si fuera un linyera pidiendo pan - .
- Yo sé lo que me da mi pijita - le dijo ella con un torno condescendiente, dándole un piquito en la cabeza acabada de la pequeña verga de Emilio, dejándole una sensación de calma, tal como sabía hacer ella - .
Acomodándose la ropa interior, se levantó y se fue al baño meneándole el culo partido por esa tanga negra pequeña, parándolo a más no poder, cruzando la habitación como una diosa flotando.
Él la miraba embobado sin poder entender su suerte.
Se dio una ducha. Cuando salió se vistió con el mismo conjunto de ropa interior, un short de jean bien ajustado y arriba, logrando un tremendo efecto óptico en su cola, ya de por sí redonda y parada por las horas de gimnasio, que hacían parecer sus nalgas como dos mini globos terráqueos tremendos. Emilio la vio pasar frente a él mientras aún estaba tirado en la cama sin reaccionar. Se lamentó de no poder verla también de frente, y contemplar como sus dos perfectas tetas se bamboleaban suavemente de un lado al otro con su caminar. Si bien estaban operadas, no eran lolas grandes, eran perfectas para el cuerpo menudo de Juliana, que con su metro sesenta y cinco las lucía con un muchísima seguridad dentro de ese top negro sin tiras, sostenido solo por la voluntad de esas tetas.
- Voy hasta el taller a buscar el auto que lo dejé en el service a la mañana - le dijo casi gritando con un tono despreocupado mientras abría la puerta de la calle - .
- ¡Bueno mi amor! ¡Dale saludos a Patricio! - le gritó él ya vistiéndose - .
- Obvio lindo - le aceptó ella - .
Cuando Juliana llegó al taller, la recibió uno de los ayudantes de Patricio.
- Martín, ¿dónde está Pato? Necesito preguntarle algo del auto - le dijo sosteniéndole lal mirada al pendejo
- Está en la oficina Juli. Anda en la compu haciendo andá a saber qué - le respondió el pibe muriéndose de ganas de mirarle las tetas, pero sintiendo que lo mejor era hacer el esfuerzo por no hacerlo. Juliana disfrutaba de esa sensación que generaba desde siempre con los tipos - .
Juliana le agradeció guiñandole el ojo con complicidad y un toque de sensualidad, y emprendió la caminata hacia el fondo del taller, como si estuviese en una pasarela de un desfile de verano y al final estuviese la puerta de la oficina de Patricio, su mecánico de confianza. Los otros dos ayudantes del taller dejaron lo que sacaron las cabezas que tenían hundidas en capots de autos para relojearle ese ojete espectacular e imaginarse las más sucias escenas porno con él rebotando encima de ellos.
Patricio era un tipo de más o menos 40 años. Era un tipo fornido, bien masculino. Un estereotipo de mecánico pero con la ausencia de grasa en sus ropas y en su cuerpo. Solía estar tan impecable que cualquiera que lo cruzase fuera del taller no pudiese adivinar jamás su profesión.
Desde que se habían mudado con Emilio al barrio le llevaban tanto el vehículo de Juliana como el de él para hacer los controles y esas cosas. Hacía ya como 3 años de eso, y ya tenían bastante confianza entre los 3.
Paula entró en la oficina sin golpear, cerrando la puerta tras ella, y parándose de frente al escritorio de Patricio como si hubiese llegado al final de la pasera y tuviese que posar para los flashes, el tipo se paró automáticamente ni bien la vio.
Paula se sacó el top en un movimiento, dejando al aire sus hermosas lolas, con los pezones apuntando directamente a la mente del mecánico.
- Necesito un service, señor - le dijo con una cara mezcla de puta regalada y nena inocente - .
- Otra vez el boludo de tu novio te dejó con las ganas, nena. - le dijo el tipo que se le abalanzó encima como un león a su presa - .
Le tiró la boca encima de la suya sin perder el tiempo, mientras no perdía el tiempo en rodearla con sus brazos apretándole las nalgas, llevándo su pelvis hacia la suya haciendo que las tetas que habían recuperado la libertad volvieran a aprisionar apretándose contra él.
- Sí, otra vez lo mismo - le respondió ella resignada cuando pudo zafar del chape que el tipo estaba proponiendo - Necesito pija, Pato - le dijo fingiendo rogarle - .
- Y vas a tener. Arrodillate preciosa. - le ordenó él con suavidad - .
Juliana obedeció y se puso de rodillas frente a él al instante. Las tetas rebotaron suavemente en su pecho cuando llegó al piso, el mecánico las miró con tanta atención que no se perdió ni un centímetro del trayecto. En un movimiento ninja se sacó una colita de pelo que tenía en la muñeca convenientemente, armándose una cola de caballo casi perfecta para alguien que no tiene un espejo en qué mirarse.
- Dejame desenvolver este regalo, porfa - le pidió ella mientras manipulaba el cierre del jean de Patricio, acercándo sus pechos un poquito hasta rozar sus piernas - .
- Todo tuyo, nena - le contestó él con tono baboso y condescendiente - .
Cuando terminó de abrirle el cierre del pantalón de par en par, el tremendo bulto del mecánico resaltaba como un paquete contenido por su boxer negro, como si fuera un cerro cerca de la playa en la noche. Juliana se relamió levemente los labios, anhelando ese pedazo de carne. Bajó el boxer hasta liberar completamente la pija mientras él la miraba desde la altura de su metro noventa anticipando la admiración por la habilidad que tenía esa mujer de chupar pija.
Ni bien la vio salir, gomosa, aún no parada del todo, la agarró con una mano, mientras que con la otra le sostenía los huevos, cada uno del tamaño de una ciruela, y le dedicó un beso amoroso y sostenido al costado del tronco, haciéndole sentir al tipo el primer calor de sus labios, como un pago previo a lo que se estaba por venir.
Paso siguiente abrió la boca por completo y sacando la lengua la metió de una en su boca, comiéndole toda la cabeza, llenándola de humedad.
Le chupó la pija como si fuera el último alimento del mundo, con devoción. Se la metía en la boca hasta la mitad, la sacaba, y repetía una y otra vez, pajeándolo con la boca. Le pasaba la lengua de un extremo al otro. Le comía los huevos y los chupaba como si fueran una fruta. Con cada chupada de huevos, Patricio sentía que se le llenaban cada vez más de leche.
- ¡Qué hermosura como chupás la pija, pendeja! - le gritó Patricio sin cuidarse de si sus ayudantes escuchaban o no en el taller - .
- Shhhh. Callate que te van a escuchar. - le dijo ella fingiendo indignación, volviendo enseguida a chuparle la pija a su amante de turno - .
- ¿Qué pasa, pendeja? ¿Tenés miedo que se enteren que tu marido es flor de cornudo? Jajaj - le preguntó entre carcajadas - ¡Todo el mundo sabe que es una bolsa de cuernos, boluda! - siguió diciéndole el tipo - .
- ¿Deggis gue dodo eg mundo shabe?- le preguntó ella sin sacarse la pija de la boca, clavando la mirada en los ojos a él, en clara seña de ironía - .
El tipo no aguantó más y la levantó en el aire desde el piso, agarrándola por debajo de los brazos y calzandola encima de su cadera, como si pesara igual que una pluma, obligándola con el movimiento a entrelazar sus brazos tras la nuca de Patricio, y las piernas rodeandolo por la cintura, quedando la pija, dura como una piedra rozándola por fuera del short que ella aún tenía puesto. Mientras la chapaba en esa posición, la punteaba con la verga como si quisiera cogérsela perforando el short. Ella acompañaba el movimiento en sentido contrario, como si no le disgustara la idea.
Cuando él se cansó de intentar romperle la ropa con la pija, la bajó de una y la tiró encima del escritorio de la oficina. Los papeles que estaban encima parecían no tener demasiada importancia. Se tiró de cabeza a arrancarle el short de la piel, con brutalidad dejándola solamente con la tanga negra que llevaba puesta, completamente húmeda por la calentura que traía.
La corrió a un lado y agarró su pija, pasándole la cabeza por la raja completamente mojada, haciendo que Juliana se retuerza de ganas de que se la meta.
- Cogeme, porfa - le rogó ella - .
- ¿A qué viniste, putita? - le dijo él completamente envalentonado - .
- A coger contigo, Pato - le contestó ella con honestidad - .
- No, no viniste solo a eso. ¿A qué viniste? - le insistía mientras no dejaba de torearla sobándole la concha empapada con la cabezota de su pija - .
- ¡A hacer cornudo a mi esposo! ¡Dale, metemelá, porfa! - le dijo levantando bastante la voz, para su propia sorpresa - .
Una sonrisa soberbia se estampó en la cara de Patricio. De un simple envión metió toda la pija en la concha de Juli, hasta la base, haciendo que los huevos chocaran contra sus nalgas, apenas en el aire mientras su espalda estaba apoyada en el escritorio y sus piernas abiertas de par en par.
- ¡Tomá pija, puta! - le gritó completamente fuera de sí - .
- ¡Sí, sí! ¡Dame pija! ¡Quiero pija! ¡Cogeme! ¡Ah, ah, ah, ah aaaaahhh! - gritaba ella en respuesta - .
En el taller, los tres ayudantes de Patricio habían parado cualquier tipo de tarea, y cada uno en su posición, escondido de los otros detrás de algún auto, se tocaba imaginando como su jefe le dama masa a la esposa del vecino Emilio en su oficina.
Patricio le daba pija encima de su escritorio con fuerza, bombeando sin parar, hasta que rápidamente Juliana se acababa por primera vez. Las piernas le temblaban, como si quisieran cerrarse, pero Patricio las sostenía con los brazos impidiéndolo. Todo el cuerpo le temblaba.
- ¡Cómo te faltaba pija, Juli! Qué suerte que viniste - le decía Patricio regodeandose.
Siguió cogiéndola así durante un rato más. Lo suficiente para hacerla acabar dos veces más. Los gritos de Juliana se escuchaban claritos fuera de la oficina. A esta altura, a los tres ayudantes de Patricio les daba vergüenza ajena lo cornudo que era Emilio.
Cuando se aburrió, se la sacó de la concha contemplando la cara de desilusión de Julieta por la interrupción del polvo. Se sentó en la única silla que había en la oficina, con la pija apuntando al cielo.
- Vení, sentate acá pendeja - le dijo agarrándose la verga con la mano derecha, apuntándola al techo - .
- Obvio, papi - le contestó ella, obedeciendo - .
Se subió encima de él, con una pierna a cada lado de sus caderas. Despacio, fue bajando mientras él le comía las tetas y la agarraba fuerte de la cintura.
Una vez que llegó a metérsela toda dentro, hizo movimientos circulares como sintiendo cada centímetro de su verga. Lo miró a la cara y no pudo evitar dar vuelta los ojos, en clara señal de éxtasis.
Se decidió a empezar un subibaja por esa pija que era digno de una olimpíada. Sin parar, mantuvo el movimiento hasta que ella misma se provocó un orgasmo. La pija del mecánico le gustaba tanto que no podía aguantarse.
El tipo la agarró del culo, apretándoselo, forzándole el movimiento. Era como si se estuviera pajeando con ella. La tuvo así hasta que la hizo acabar de nuevo.
- ¡Cómo me gusta meterle los cuernos a mi novio contigo! - le dijo cuando volvió en sí - .
- Se nota que te gusta - le respondió él con la pija ya al borde de explotar - A mí también me encanta - siguió - ¿Querés llevarle un regalito? - le terminó preguntando con una sonrisa sádica - .
- Siempre - le contestó ella bajándose de encima de él, y arrodillándose como si supiera exactamente a lo que se refería él - .
El tipo se pusó de pie frente a ella, con la pija a la altura de la cara y empezó a pajearse con una mano, mientras le sostenía la cara a Juliana con la otra. El rostro de ella era el de una puta, deseosa de leche. Y él se no se la iba a negar.
En segundos el cuerpo de Patricio se empezó a estremecer y ella, para nada lenta, supo exactamente qué hacer. Se metió su pija en la boca, y recibió toda la acabada que el mecánico tenía para ella. Sin embargo, era tanto que se le desbordaba por las comisuras de los labios, cayendo por su mentón.
- ¡Tomá, llevále la leche al cornudo de Emilio! - le dijo él mientras temblaba por el tremendo polvo que ella le había sacado - .
- Mmmmmhhhh, mmmmhhh - hacía ella saboreando cada mililitro de ese exquisito líquido - .
Después de terminado el show, se limpió el mentón con la mano, chupándose los dedos, dejando cero rastros de leche en su rostro. Todo dentro de su boca.
Ambos agarraron su ropa y volvieron a vestirse. Cuando pasaron unos minutos para quedar más o menos dignos, ella salió, mientras que él se quedó en la oficina.
Camino de vuelta en la pasarela desde la oficina de Patricio hasta la salida meneando la cola a más no poder, a sabiendas de que los pendejos ayudantes seguro estaban pendientes de ella.
- Chau chicos. Nos vemos. Gracias - les dijo tirándoles un besito con la misma mano cono la que se había limpiado la acabada de su jefe - .
Cuando regresó a su casa, Emilio estaba sentado en el zaguán, esperándola. Se sorprendió al verla regresar caminando, sin el auto, y le preguntó qué había pasado.
- Me dijo Patricio que tenía que volver mañana, que tenía que revisarlo más a fondo todavía. Y eso que hoy lo revisó bien a fondo - le contestó Juliana tratándolo con aparente ternura - .
- Ah, bueno mi amor. ¿Mañana tenés que volver entonces? - le preguntó él con una voz de pasmado tremenda - .
- Sí, lo más seguro es que sí. - le respondió - Me voy a dar una ducha. Es que me dio un calor caminando estas dos cuadras - le dijo sin preocupaciones - .
- Dale amor. Te amo. - le dijo él con una sonrisa de boludo tremenda que a ella la hizo sentir una lástima placentera - .
- Te amo, mi cosita - le respondió ella como quien le habla a un niño - Ah, me olvidaba - le dijo inclinándose hacia él y dándole un gran chupón, de esos que no le daba nunca, salvo cuando volvía cogida - Te mandó saludos Patricio - le agregó mientras se moría de risa y calentura por la situación por dentro - .
Acto seguido desapareció dentro de la casa, dejándole a Emilio la imagen de su hermosa cola yéndose, y un gusto extraño en la boca.
(Continuará?)
Se conocieron durante su adolescencia, desde primer grado. En esa época el cuerpo empieza a sentir el impacto de las hormonas y en lo único que uno puede pensar es conchas y pijas.
Aunque se conocían desde primer grado, cuando ambos entraron al Colegio San Bernardo, y vivieron la casualidad de estar en la misma clase, no se llamaron la atención hasta que llegaron a cuarto grado. Todo el tiempo que pasó desde que se conocieron hasta que se enamoraron vivieron vidas bastante opuestas. Juliana dedicaba su tiempo a pasarla con amigas divirtiéndose en fiestas, y aprender centímetro a centímetro anatomía del cuerpo masculino de sus compañeros más grandotes y facheros, como le gustaban a ella. Por el otro lado, Emilio era un reconocido cerebrito dedicado a los libros, con una casi nula vida social. Era el típico pibe del que la mayoría de los populares se burlaba. Daba como ese estereotipo de hombre beta que suele no imponerse en ninguna situación de su vida.
El destino los obligó a que formaran, casualmente, una dupla para un trabajo de Matemáticas en el último trimestre de cuarto año. A ambos le cambió la perspectiva del otro por completo el tiempo que pasaron juntos haciendo esa tarea. Emilio dejó atrás el miedo que le tenía a una mujer que parecía inalcanzable para tipos como él, destinado solo a ser tocado por sus compañeros jugadores de rugby, de futbol, o de cualquier otro deporte. Por el contrario se encontró con una chica graciosa y bastante amable con él. Para un pibe con su poca experiencias con las mujeres, bastó para enamorarse por completo de esa chica, y entregarle el alma.
Esos días que compartieron, Emilio no paró de hacerla sentir bien. Dedicó toda su inteligencia para complacer necesidad que esa chica tuviese, que el pudiese cumplir, claro está. Estaba descartado poder cogerla. Sin embargo, la atendió como nadie lo había hecho.
Entonces Juliana descubrió su potencial. No le atraía para nada en lo físico, no lo calentaba como otros de sus compañeros de cole, pero la enternecía de sobremanera como este chico daba todo por ella.
La atracción inversa de ambos confluyó en una escena donde Emilio perdió su virginidad batiendo el record mundial de velocidad, dándole a ella nada más que risa.
Diez años después, cuando ambos estaban a punto de cumplir 26, la escena sucedía de nuevo.
- Perdón mi amor, perdón. Es que me calentás mucho - le dijo Emi a Juliana con cara de pollito mojado - .
- Tranqui mi amor, no te preocupes. Ya estoy acostumbrada.
- Perdón, perdón de verdad - suplicaba el pibe como si fuera un linyera pidiendo pan - .
- Yo sé lo que me da mi pijita - le dijo ella con un torno condescendiente, dándole un piquito en la cabeza acabada de la pequeña verga de Emilio, dejándole una sensación de calma, tal como sabía hacer ella - .
Acomodándose la ropa interior, se levantó y se fue al baño meneándole el culo partido por esa tanga negra pequeña, parándolo a más no poder, cruzando la habitación como una diosa flotando.
Él la miraba embobado sin poder entender su suerte.
Se dio una ducha. Cuando salió se vistió con el mismo conjunto de ropa interior, un short de jean bien ajustado y arriba, logrando un tremendo efecto óptico en su cola, ya de por sí redonda y parada por las horas de gimnasio, que hacían parecer sus nalgas como dos mini globos terráqueos tremendos. Emilio la vio pasar frente a él mientras aún estaba tirado en la cama sin reaccionar. Se lamentó de no poder verla también de frente, y contemplar como sus dos perfectas tetas se bamboleaban suavemente de un lado al otro con su caminar. Si bien estaban operadas, no eran lolas grandes, eran perfectas para el cuerpo menudo de Juliana, que con su metro sesenta y cinco las lucía con un muchísima seguridad dentro de ese top negro sin tiras, sostenido solo por la voluntad de esas tetas.
- Voy hasta el taller a buscar el auto que lo dejé en el service a la mañana - le dijo casi gritando con un tono despreocupado mientras abría la puerta de la calle - .
- ¡Bueno mi amor! ¡Dale saludos a Patricio! - le gritó él ya vistiéndose - .
- Obvio lindo - le aceptó ella - .
Cuando Juliana llegó al taller, la recibió uno de los ayudantes de Patricio.
- Martín, ¿dónde está Pato? Necesito preguntarle algo del auto - le dijo sosteniéndole lal mirada al pendejo
- Está en la oficina Juli. Anda en la compu haciendo andá a saber qué - le respondió el pibe muriéndose de ganas de mirarle las tetas, pero sintiendo que lo mejor era hacer el esfuerzo por no hacerlo. Juliana disfrutaba de esa sensación que generaba desde siempre con los tipos - .
Juliana le agradeció guiñandole el ojo con complicidad y un toque de sensualidad, y emprendió la caminata hacia el fondo del taller, como si estuviese en una pasarela de un desfile de verano y al final estuviese la puerta de la oficina de Patricio, su mecánico de confianza. Los otros dos ayudantes del taller dejaron lo que sacaron las cabezas que tenían hundidas en capots de autos para relojearle ese ojete espectacular e imaginarse las más sucias escenas porno con él rebotando encima de ellos.
Patricio era un tipo de más o menos 40 años. Era un tipo fornido, bien masculino. Un estereotipo de mecánico pero con la ausencia de grasa en sus ropas y en su cuerpo. Solía estar tan impecable que cualquiera que lo cruzase fuera del taller no pudiese adivinar jamás su profesión.
Desde que se habían mudado con Emilio al barrio le llevaban tanto el vehículo de Juliana como el de él para hacer los controles y esas cosas. Hacía ya como 3 años de eso, y ya tenían bastante confianza entre los 3.
Paula entró en la oficina sin golpear, cerrando la puerta tras ella, y parándose de frente al escritorio de Patricio como si hubiese llegado al final de la pasera y tuviese que posar para los flashes, el tipo se paró automáticamente ni bien la vio.
Paula se sacó el top en un movimiento, dejando al aire sus hermosas lolas, con los pezones apuntando directamente a la mente del mecánico.
- Necesito un service, señor - le dijo con una cara mezcla de puta regalada y nena inocente - .
- Otra vez el boludo de tu novio te dejó con las ganas, nena. - le dijo el tipo que se le abalanzó encima como un león a su presa - .
Le tiró la boca encima de la suya sin perder el tiempo, mientras no perdía el tiempo en rodearla con sus brazos apretándole las nalgas, llevándo su pelvis hacia la suya haciendo que las tetas que habían recuperado la libertad volvieran a aprisionar apretándose contra él.
- Sí, otra vez lo mismo - le respondió ella resignada cuando pudo zafar del chape que el tipo estaba proponiendo - Necesito pija, Pato - le dijo fingiendo rogarle - .
- Y vas a tener. Arrodillate preciosa. - le ordenó él con suavidad - .
Juliana obedeció y se puso de rodillas frente a él al instante. Las tetas rebotaron suavemente en su pecho cuando llegó al piso, el mecánico las miró con tanta atención que no se perdió ni un centímetro del trayecto. En un movimiento ninja se sacó una colita de pelo que tenía en la muñeca convenientemente, armándose una cola de caballo casi perfecta para alguien que no tiene un espejo en qué mirarse.
- Dejame desenvolver este regalo, porfa - le pidió ella mientras manipulaba el cierre del jean de Patricio, acercándo sus pechos un poquito hasta rozar sus piernas - .
- Todo tuyo, nena - le contestó él con tono baboso y condescendiente - .
Cuando terminó de abrirle el cierre del pantalón de par en par, el tremendo bulto del mecánico resaltaba como un paquete contenido por su boxer negro, como si fuera un cerro cerca de la playa en la noche. Juliana se relamió levemente los labios, anhelando ese pedazo de carne. Bajó el boxer hasta liberar completamente la pija mientras él la miraba desde la altura de su metro noventa anticipando la admiración por la habilidad que tenía esa mujer de chupar pija.
Ni bien la vio salir, gomosa, aún no parada del todo, la agarró con una mano, mientras que con la otra le sostenía los huevos, cada uno del tamaño de una ciruela, y le dedicó un beso amoroso y sostenido al costado del tronco, haciéndole sentir al tipo el primer calor de sus labios, como un pago previo a lo que se estaba por venir.
Paso siguiente abrió la boca por completo y sacando la lengua la metió de una en su boca, comiéndole toda la cabeza, llenándola de humedad.
Le chupó la pija como si fuera el último alimento del mundo, con devoción. Se la metía en la boca hasta la mitad, la sacaba, y repetía una y otra vez, pajeándolo con la boca. Le pasaba la lengua de un extremo al otro. Le comía los huevos y los chupaba como si fueran una fruta. Con cada chupada de huevos, Patricio sentía que se le llenaban cada vez más de leche.
- ¡Qué hermosura como chupás la pija, pendeja! - le gritó Patricio sin cuidarse de si sus ayudantes escuchaban o no en el taller - .
- Shhhh. Callate que te van a escuchar. - le dijo ella fingiendo indignación, volviendo enseguida a chuparle la pija a su amante de turno - .
- ¿Qué pasa, pendeja? ¿Tenés miedo que se enteren que tu marido es flor de cornudo? Jajaj - le preguntó entre carcajadas - ¡Todo el mundo sabe que es una bolsa de cuernos, boluda! - siguió diciéndole el tipo - .
- ¿Deggis gue dodo eg mundo shabe?- le preguntó ella sin sacarse la pija de la boca, clavando la mirada en los ojos a él, en clara seña de ironía - .
El tipo no aguantó más y la levantó en el aire desde el piso, agarrándola por debajo de los brazos y calzandola encima de su cadera, como si pesara igual que una pluma, obligándola con el movimiento a entrelazar sus brazos tras la nuca de Patricio, y las piernas rodeandolo por la cintura, quedando la pija, dura como una piedra rozándola por fuera del short que ella aún tenía puesto. Mientras la chapaba en esa posición, la punteaba con la verga como si quisiera cogérsela perforando el short. Ella acompañaba el movimiento en sentido contrario, como si no le disgustara la idea.
Cuando él se cansó de intentar romperle la ropa con la pija, la bajó de una y la tiró encima del escritorio de la oficina. Los papeles que estaban encima parecían no tener demasiada importancia. Se tiró de cabeza a arrancarle el short de la piel, con brutalidad dejándola solamente con la tanga negra que llevaba puesta, completamente húmeda por la calentura que traía.
La corrió a un lado y agarró su pija, pasándole la cabeza por la raja completamente mojada, haciendo que Juliana se retuerza de ganas de que se la meta.
- Cogeme, porfa - le rogó ella - .
- ¿A qué viniste, putita? - le dijo él completamente envalentonado - .
- A coger contigo, Pato - le contestó ella con honestidad - .
- No, no viniste solo a eso. ¿A qué viniste? - le insistía mientras no dejaba de torearla sobándole la concha empapada con la cabezota de su pija - .
- ¡A hacer cornudo a mi esposo! ¡Dale, metemelá, porfa! - le dijo levantando bastante la voz, para su propia sorpresa - .
Una sonrisa soberbia se estampó en la cara de Patricio. De un simple envión metió toda la pija en la concha de Juli, hasta la base, haciendo que los huevos chocaran contra sus nalgas, apenas en el aire mientras su espalda estaba apoyada en el escritorio y sus piernas abiertas de par en par.
- ¡Tomá pija, puta! - le gritó completamente fuera de sí - .
- ¡Sí, sí! ¡Dame pija! ¡Quiero pija! ¡Cogeme! ¡Ah, ah, ah, ah aaaaahhh! - gritaba ella en respuesta - .
En el taller, los tres ayudantes de Patricio habían parado cualquier tipo de tarea, y cada uno en su posición, escondido de los otros detrás de algún auto, se tocaba imaginando como su jefe le dama masa a la esposa del vecino Emilio en su oficina.
Patricio le daba pija encima de su escritorio con fuerza, bombeando sin parar, hasta que rápidamente Juliana se acababa por primera vez. Las piernas le temblaban, como si quisieran cerrarse, pero Patricio las sostenía con los brazos impidiéndolo. Todo el cuerpo le temblaba.
- ¡Cómo te faltaba pija, Juli! Qué suerte que viniste - le decía Patricio regodeandose.
Siguió cogiéndola así durante un rato más. Lo suficiente para hacerla acabar dos veces más. Los gritos de Juliana se escuchaban claritos fuera de la oficina. A esta altura, a los tres ayudantes de Patricio les daba vergüenza ajena lo cornudo que era Emilio.
Cuando se aburrió, se la sacó de la concha contemplando la cara de desilusión de Julieta por la interrupción del polvo. Se sentó en la única silla que había en la oficina, con la pija apuntando al cielo.
- Vení, sentate acá pendeja - le dijo agarrándose la verga con la mano derecha, apuntándola al techo - .
- Obvio, papi - le contestó ella, obedeciendo - .
Se subió encima de él, con una pierna a cada lado de sus caderas. Despacio, fue bajando mientras él le comía las tetas y la agarraba fuerte de la cintura.
Una vez que llegó a metérsela toda dentro, hizo movimientos circulares como sintiendo cada centímetro de su verga. Lo miró a la cara y no pudo evitar dar vuelta los ojos, en clara señal de éxtasis.
Se decidió a empezar un subibaja por esa pija que era digno de una olimpíada. Sin parar, mantuvo el movimiento hasta que ella misma se provocó un orgasmo. La pija del mecánico le gustaba tanto que no podía aguantarse.
El tipo la agarró del culo, apretándoselo, forzándole el movimiento. Era como si se estuviera pajeando con ella. La tuvo así hasta que la hizo acabar de nuevo.
- ¡Cómo me gusta meterle los cuernos a mi novio contigo! - le dijo cuando volvió en sí - .
- Se nota que te gusta - le respondió él con la pija ya al borde de explotar - A mí también me encanta - siguió - ¿Querés llevarle un regalito? - le terminó preguntando con una sonrisa sádica - .
- Siempre - le contestó ella bajándose de encima de él, y arrodillándose como si supiera exactamente a lo que se refería él - .
El tipo se pusó de pie frente a ella, con la pija a la altura de la cara y empezó a pajearse con una mano, mientras le sostenía la cara a Juliana con la otra. El rostro de ella era el de una puta, deseosa de leche. Y él se no se la iba a negar.
En segundos el cuerpo de Patricio se empezó a estremecer y ella, para nada lenta, supo exactamente qué hacer. Se metió su pija en la boca, y recibió toda la acabada que el mecánico tenía para ella. Sin embargo, era tanto que se le desbordaba por las comisuras de los labios, cayendo por su mentón.
- ¡Tomá, llevále la leche al cornudo de Emilio! - le dijo él mientras temblaba por el tremendo polvo que ella le había sacado - .
- Mmmmmhhhh, mmmmhhh - hacía ella saboreando cada mililitro de ese exquisito líquido - .
Después de terminado el show, se limpió el mentón con la mano, chupándose los dedos, dejando cero rastros de leche en su rostro. Todo dentro de su boca.
Ambos agarraron su ropa y volvieron a vestirse. Cuando pasaron unos minutos para quedar más o menos dignos, ella salió, mientras que él se quedó en la oficina.
Camino de vuelta en la pasarela desde la oficina de Patricio hasta la salida meneando la cola a más no poder, a sabiendas de que los pendejos ayudantes seguro estaban pendientes de ella.
- Chau chicos. Nos vemos. Gracias - les dijo tirándoles un besito con la misma mano cono la que se había limpiado la acabada de su jefe - .
Cuando regresó a su casa, Emilio estaba sentado en el zaguán, esperándola. Se sorprendió al verla regresar caminando, sin el auto, y le preguntó qué había pasado.
- Me dijo Patricio que tenía que volver mañana, que tenía que revisarlo más a fondo todavía. Y eso que hoy lo revisó bien a fondo - le contestó Juliana tratándolo con aparente ternura - .
- Ah, bueno mi amor. ¿Mañana tenés que volver entonces? - le preguntó él con una voz de pasmado tremenda - .
- Sí, lo más seguro es que sí. - le respondió - Me voy a dar una ducha. Es que me dio un calor caminando estas dos cuadras - le dijo sin preocupaciones - .
- Dale amor. Te amo. - le dijo él con una sonrisa de boludo tremenda que a ella la hizo sentir una lástima placentera - .
- Te amo, mi cosita - le respondió ella como quien le habla a un niño - Ah, me olvidaba - le dijo inclinándose hacia él y dándole un gran chupón, de esos que no le daba nunca, salvo cuando volvía cogida - Te mandó saludos Patricio - le agregó mientras se moría de risa y calentura por la situación por dentro - .
Acto seguido desapareció dentro de la casa, dejándole a Emilio la imagen de su hermosa cola yéndose, y un gusto extraño en la boca.
(Continuará?)
5 comentarios - Cornudo de toda la vida. Cap I