
Todo empezó con una mirada.
Una de esas madres que siempre saludaba con sonrisita, de esas que se visten bien para dejar a sus hijos, pero esconden fuego bajo la ropa. Se llama Lorena. Hermosa, unos cuarenta y algo, pelo oscuro, labios gruesos, mirada cargada de algo más que cortesía.
Después de una reunión del colegio, quedamos tomando vino con otras. Las demás se fueron. Quedamos solas. Y el aire cambió. Las risas se volvieron susurros. El silencio se llenó de tensión.
—¿Vos también estás casada? —me preguntó, jugando con la copa de vino.
—Sí… hace mucho. Muy… mucho.
—¿Y estás feliz? —me clavó la mirada.
Me reí bajito. Ella también. No hizo falta decir más.
Fue ella quien me besó primero. Su boca se hundió en la mía con hambre, con desesperación. Como si llevara años deseándolo. Me agarró del cuello, bajó la mano por mi espalda, me apretó fuerte. Yo me abrí. Me entregué. Gimiendo como perra en celo.
Terminamos en su auto. Oscuro, estacionado cerca del colegio. Atrás, donde nadie nos ve. Me sentó encima suyo, nos sacamos la ropa como dos adolescentes desesperadas. Su lengua recorría mis pezones, mientras sus dedos me abrían y me metían uno, luego dos… y yo me venía en su mano, mordiéndole el hombro.
La bajé del asiento, le abrí las piernas con el pantalón a medio bajar, y me metí entre sus muslos. Su aroma me enloqueció. Su sabor fue como droga. Me agarraba del pelo mientras yo la chupaba como una bestia, como si necesitara tragarme todo su dolor, todo su deseo escondido. Y me lo tragué. Todo. Ella temblaba, se venía contra mi lengua una y otra vez.
Después me tocó a mí. Me puso de espaldas sobre el asiento, me levantó las piernas y me comió el culo como una diosa. Lenta, profunda, sabiendo lo que hacía. Y cuando me metió los dedos, mientras me lamía el ano, acabé gritando, gimiendo fuerte, como una puta liberada.
Nos vestimos sin decir palabra. Solo nos miramos, con esa complicidad caliente de dos mujeres que cruzaron la línea. Dos madres insatisfechas que por fin encontraron placer… entre ellas.
3 comentarios - Diario sucio nº2