You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Sexo, turismo sexual & desenfreno en Asia

Tocaba ponerse las pilas, nos habíamos quedado estancados y había que espabilarse, la única solución era mirar hacia un país concreto de Asia, que conocía muy bien, porque anteriormente ya habíamos hecho algo de forma esporádica. Había que hacer algo y por eso me adelanté yo, porque si aquí nos quejamos de la burocracia... llevo unos dieciocho años yendo todos los años, siempre para desconectar y hacer aquellos deportes que me gustan, desde bucear en lugares paradisíacos a explorar infinidad de islas despobladas, pasando por hacer paracaidismo.       

            Lo primero que hice fue ponerme en comunicación con Kamnan un hombre de un poco más de 60 años que tenía un hotel con más años que Matusalén, pero eso sí, limpísimo, donde se comía de cine y el trato era único. Con él hice amistad y nos hicimos favores mutuos. Me dijo que alucinaría como había modernizado todo. Fui el primero en llegar, mi equipo llegaría unos días después. Y alucine cuando llegue. El hotel era prácticamente nuevo y con todo tipo de detalles. Pero lo mejor era que en el lado izquierdo habían construido 32 villas de madera que eran una pasada. Viendo el mar en primera línea de playa, aguas cristalinas, arenas blancas y un intenso color turquesa y no muy lejos de ahí, a muy poca distancia una catarata impresionante por su belleza.       

            Aunque la mejor época para visitar ese país generalmente se extiende desde noviembre hasta marzo, merece venir cuando sea. Personalmente, tuve que estar en la capital durante tres días completos con el objetivo principal de realizar todos los trámites administrativos necesarios para los intereses que me llevaron ahí. Durante ese tiempo, pude experimentar de primera mano una realidad que, aunque no resulta sorprendente, sí resulta abrumadora: la famosa expresión de que "las cosas de palacio van despacio" se cumple a rajatabla en este país. La burocracia y los procedimientos administrativos parecen ser procesos largos, lentos y, en ocasiones, complicados, lo que puede resultar frustrante para quienes no están acostumbrados a ese ritmo. Sin embargo, también es una oportunidad para tomárselo con calma, entender mejor la cultura y las particularidades del sistema local, que en su esencia reflejan un ritmo de trabajo diferente al que quizás estamos acostumbrados en España. En definitiva, aunque la visita oficial para trámites fue breve, la espera iba a ser muy larga por lo que me comentaron los abogados que tramitarían todo. Paciencia y perseverancia que se requieren para navegar por el entramado administrativo de esta nación.      

            Qué mejor sitio que al que iba siempre desde la primera vez que fui a ese país. Playa, senderismo, buceo... todo aquello que me fascina. Mi amigo Kamnan y su esposa Hansa, bastante más joven que él, me trataban a cuerpo de rey, como si fuera un familiar al que llevaban mucho tiempo sin ver. Esta vez con ellos estaba Lamai la cuñada de Kamnan y hermana de Hansa. Se había quedado viuda, treinta y pocos años, delgada, de cara preciosa y con cara de rasgos muy juveniles, dulce y de apariencia tierna y delicada, 1.62, pecho pequeño, culito pequeño, con una forma muy bonita y de apariencia delicada. Siempre me gustó, pero siempre fui muy respetuoso y seguiría siéndolo.      

            Tenía cuatro barcos pequeños para hacer excursiones con los extranjeros que se hospedaban con ellos. Siempre utilizaban solo tres y dejaban el cuándo para urgencias o incidencias. Como no había mucho movimiento me dijo que me dejaba un barco y que fuese donde quisiera, lo único que me decía que tenía que indicarle dónde iba y dejarle cuando llegase las coordenadas por si me pasara algo. Varios días estuve yendo de buceo a distintas zonas que Kamnan me había indicado. Estuve varios días dedicándome a eso en exclusiva. Habían aparecido luces en algunas villas, lo que me indicaba que había llegado gente, pero no coincidíamos.      

            Una noche preparando los utensilios del día siguiente y por torpeza mía, pisé un arpón que no había visto estando descalzo. Tuvieron que darme varios puntos y estar en dique seco hasta que me dijese el médico. Fue cuando fui a ver el gimnasio que me había dicho que habían montado, ya que siempre le decía que tenía que montar uno que fuera perfecto. Kamnan siempre me contestaba lo mismo y en parte no le faltaba la razón... “Aquí la mayoría del turismo, vienen por el mar y el sexo, no nos engañemos, más por lo segundo que por lo primero”, aunque en esa zona en concreto y por problemas graves que sucedieron, la prostitución prácticamente había desaparecido. Pero había montado un gimnasio que no desmerece de ninguno de los que había visto en otros lugares.      

            Estaba en mi hamaca y vi varias parejas de distintas nacionalidades, pero había varias que eran españolas. De momento me llamaron la atención dos mujeres, que preguntando a Kamnan una era española y la otra no, da igual el país. La que no era española, la veía hacer ejercicio intensivo. Su cara era bastante normal, no había mucho que destacar. Un máximo de 32 años. Gran melena y recogida en una coleta. Lo que sí me gustaba era su físico. 1.70, cuerpo musculoso y tonificado, complexión atlética. Piernas fuertes y largas, eran prominentes y bien robustas. Brazos con musculatura tonificada. Por cómo se veía haciendo sus ejercicios, se le notaba resistencia y agilidad. Sus piernas eran como muelles fuertes y resistentes, se veía cuando hacía saltos y movimientos rápidos. Su pareja le cronometraba todo. Él no estaba con la buena forma física de ella. Me gustaba su físico porque era típico de las tenistas.      

            La española que llamaré Marisol, 1.77, 40 años, cara muy bonita y boca sensual, 95-61-89, 56 kg, castaña, melena, ojos avellana. Culito exageradamente bonito y bien puesto. Le gustaba tomar el sol siempre que se podía y que no caiga una tormenta tropical. Se bañaba constantemente y cuando salía del agua era como una visión deslumbrante. Las dos mujeres no se parecían en nada, salvo que estaban para comérselas. Sin embargos eran maridos que me lo confirmó mi amigo, si tenían algo en común, no eran cornudos, pero como disfrutaban cuando alguien clavaba los ojos en sus mujeres, me indicaba que nos les importaría serlo.       

            La bella Lamai se me acercaba todas las mañanas a mi hamaca, mientras estaba con mi portátil, para cambiarme el vendaje del pie. Como siempre y como el resto de su familia me hablaban en inglés, los españoles que estaban próximos a mí, nos miraban y nos podían escuchar. Yo siempre estaba únicamente un bañador tipo bóxer y ella con un bañador o bikini normal que dejaban entrever un bonito cuerpo. Llevaban una aplicación en el móvil que les traducía al inglés lo que querían y siempre que me veían me soltaban un “Hello” muy escandaloso por los gestos. No quise sacarles de su error y decirles que era español. Me suena el móvil y mi interlocutor sólo hablaba en inglés, por lo que la conversación fue en ese idioma, eso los llevó a la pareja española a tener su conversación particular, cuando termine de hablar y me quede medio traspuesto, pensando en el contenido de la conversación que acababa de tener.      

- No me digas que el inglesito no está bien.      

- ¡VENGA JAIME! no empecemos...      

- Marisol es que no me puedo creer que no te guste.      

- Quién ha dicho que no me guste. Claro que me gusta esta cañón, pero no quiere decir que me abriría de piernas para él.     

- ¿No te da curiosidad como tendrá el rabo?      

- Que cortito que eres, está claro que tiene un rabazo. Luego que sepa utilizarlo o no, es otra cosa.      

- Lo tuyo es preocupante, pareces frígida.     

- Lo único que es preocupante es que mi marido quiera que otro me la meta y le ponga cachondo entregarme el día de nuestra luna de miel. Para regalarle en esta luna unos señores cuernos, eso es lo que es preocupante.      

- Bueno mujer, es nuestra luna de miel, pero llevamos ya nueve años viviendo juntos.      

            Ella se reía diciéndole que nunca se imaginó que pudiera ser tan salido. Quería que fuese a cambiarse y ponerse el bikini amarillo o el pistacho, ella le decía que ni de coña. Por lo que deduje de su conversación, se los había comprado él. Llegó la hora de comer y Pedro que así se llamaba el marido de Marisol, se ofreció a ayudarme para ir al restaurante, le deje e insistió para que nos sentáramos juntos. Fue de lo más graciosos hablar por medio de esa aplicación y sobre todo los comentarios más que obscenos que le hacía Pedro a su mujer con supuestos que se le ocurrían. Como ella debajo de la mesa comiéndome la polla...     

            Pedro desde ese momento fue como si se convirtiera en un lazarillo. A la mañana siguiente sucedió algo inesperado. Estaba en la cama y me estaba tomando un té con hielo y leche de coco, que me había traído Lamai y no sé cómo, ni de qué manera, Lamai con una velocidad inusitada, se apoderó de mi polla, dándole largos lametazos hasta que en segundos me la levanto completamente. Ahora al llegar a su máxima expresión mi polla, se hacía excitante ver que sus pequeñas manitas no lograban sujetarla. La mamada era gloriosa y cuando estaba en lo mejor, apareció Pedro, que sin avisar entró, venía a buscarme para desayunar. Lamai igual que llegó se marchó como avergonzada o esa impresión me dio y Pedro se quedó petrificado mirándome la polla. Pidió disculpas y se fue.     

            Cuando salgo veo que me está esperando y su mujer se está arreglando, teníamos que esperarla en el desayunador. Pedro se ofrece a traerme lo que quiera y así lo hace. Luego llega su mujer con un vestido playero. Ella le pregunta a su marido que le pasa y él dice que nada, pero ella lo conoce y sabe que pasa algo. Le insiste seriamente...     

- Luego te lo cuento que es de Charles y...     

- Pedro no seas tonto, el “gili” este no se entera... Venga... ¿Que has liado? Porque las has liado seguro. Si es lo que pienso yo, con decirle que se ha equivocado la aplicación ya está.     

- He entrado en su villa y le he pillado con Lamai que le estaba haciendo una felación.      

- Es que no se puede entrar en los sitios sin más, que siempre te tomas muchas confianzas. Te crees que sois amigos de toda la vida. Claro estarás muerto de vergüenza.      

- Lo que estoy es alucinado.     

- ¿Por qué?     

- Porque no es normal es como si tuviera una estaca gigante para clavársela a los vampiros. Claro este puto ingles se llevó lo suyo y lo de otros, que hijo puta, menudo mega pollón.      

- Que exagerado...     

- Te lo juro Marisol y sabes que cuando juro... En mi puta vida he visto algo igual.     

- Tus sí que eres malo, no sé si será verdad, pero no puedo negarlo me has puesto cantarina. Pero tranqui... no quiere decir que acepte lo que tú quieres.      

- Esta es nuestra oportunidad... estamos a nueve o diez mil kilómetros de nuestra casa, aquí no nos conoce nadie y a este tipo no lo vamos a volver a ver en nuestra puta vida.       

            Me tuve que aguantar en varios momentos no reírme y teniendo que poner cara de lerdo. Marisol aguantaba bien el tipo, pero su cara no era la de siempre. Su marido sin darse cuenta le había metido el gusanillo pervertidor. Nos fuimos a nuestras hamacas y cuando se quita el vestido, lleva un micro bikini, que le deja todo el culazo prácticamente a la vista, un pequeño trozo de tela que se tragan sus nalgas y por delante un micro triangulo. En la parte de arriba escasa tela para tapar sus tetas, porque lo único que tapaba eran sus pezones que se trasparentaban oscuros y los tenía completamente puntiagudos. Se notaba que antes de llegar ahí habían tomado bien el sol porque no se veían marcas de bikini, salvo un poco tono blanquecino en sus tetas.       

            Pedro se había venido arriba por la sorpresa del bikini de su mujer y la animaba a ponerme cachondo. A hacer que me empalmara para ver el bulto que se me formaba. A mitad de la mañana me tuve que ir al médico que me dijo que ya podía hacer vida normal, pero teniendo mucho cuidado. Regreso y pedro me pregunta que a que me dedico, le respondo que me he dedicado a ser masajista, pero le digo más o menos a lo que me dedicaba. Masajes había dado muchos, no mentía del todo y lo dije para ponérselo fácil, que seguro que su cabeza ya estaba en ebullición. El caso es que el tío consiguió que le diera un masaje a su mujer. Se lo daba, pero sin la intención de llegar a nada, solo era para ponerla cachonda y dejarla a medias. Parte de la conversación mientras se lo daba en la hamaca...      

- Marisol, cariño, que tal te da el masaje el inglés.     

- Pues que quieres que te diga... MUY BIEN.     

- Pero... ¿Como de bien?     

- UFFFF... que como nos descuidemos... no sé qué puede pasar.     

- Jajaja... o sea que te está poniendo cachondona. ¿A que no me equivoco?     

- Pues te equivocas, porque no me está poniendo, me tiene.     

- Pero le veo cortado, a este es de lo que hay que animarle. Me parece a mí.   

            La contestación de ella a esto último fue muy significativa, porque dijo que lo único que le faltaba, que ella ya tenía bastante con tener que animar a uno como para tener que animar a dos. Cuando la respiración de ella estaba a muy buen nivel, paré en seco diciendo que ahí no se podía dar bien un masaje, entre otras cosas porque faltaban aceites esenciales y añadí que cuando quieran se lo podía dar en mi villa, ya que había una mesa de masajes y aceites. Porque si querías podías solicitar un masaje y si estás hospedado en una villa iban ellos y no tenías que ir tú. En principio no aceptaron, aunque suponía por lo que les iba conociendo, que él le diría que acudieran y ella diría que no, aunque la tentación fuera grande. Seguro que no me equivocaba, tengo un sexto sentido con las parejas que quieren explorar nuevas situaciones o ya las han explorado. A los primerizos se les nota mucho más.    

            Luego estaba la que digo que tenía cuerpo de tenista, esta era diferente, se la veía muy segura, poco habladora, no trataba mucho con nadie, aunque siempre muy educada en el saludo. Viéndola con su marido era un poema, ella hablaba y él normalmente asentía. Escuche a unos hablar en español de ella, que le pondré nombre español para ser más fácil la narración, aunque no es española y si pusiera un nombre típico de donde es, serían demasiadas pistas. Así que pasaré a llamarla Amaya. Tenía una mirada desafiante y lo que me mataba era verla en las cenas. Vestía como si fuera de fiesta, falda bastante corta y lo que más me mataba, tacones de aguja clásicos. Era imponente, aunque la cara no acompañase al cuerpo, ojo, es mi opinión, que otras personas de alrededor decían que era muy guapa.    

            Una de las nuevas costumbres de Kamnan era hacer cenas como si fueras en un crucero, colocando estratégicamente a los comensales de las mesas a la hora de cenar, aunque podías rechazar, algo que por lo que se ve no hacía nadie y ya le había dicho que tratara de colocarme en la misma mesa, aunque se excedió y colocó también a Marisol con su marido Jaime. Como los primeros en sentarnos fuimos Amaya con su marido y yo, saqué conversación con ellos rápidamente. A pesar de que cuando la había visto parecía un perro de presa, Amaya tenía una sonrisa preciosa y era de risa fácil. Algo quedó demostrado, que igual que yo los había “fichado” ellos a mí también. Porque sabían de mis excursiones a bucear, a otras islas... de tal manera que, ya estando Marisol y Jaime, invité a Amaya y su marido a que me acompañaran a una de mis excursiones y fue el que me dijo que me tomaba la palabra. 

            Era curioso ahora él no parecía ser un “manso” como aparentaba y era una pena. Era un tío muy correcto, con buena conversación y un verdadero especialista, diría más, una eminencia en temas físicos del deporte. Antes de las doce de la noche se retiraron como hacían siempre. La mirada de despedida de Amaya fue profunda, pero contenida. Jaime llevaba azuzando a su mujer para que entrara en conversación y ella sin cortarse le decía que era un coñazo andar con la aplicación para poder entendernos. Lo que sí pudimos bailar suavemente porque toda la música que ponían era de las míticas orquestas americanas de los años 50 o eso decían, eso sí era música en directo y reconozco que lo hacían muy bien.     

            Quise bailar con Marisol y Jaime ante la duda que tuvo, animó a su mujer y esta accedió. Poco tardé en empalmarme con tanto roce profundo por parte de ambos. Me puse a hablarle suavemente y ella como no entendía nada de lo que le decía, susurraba como quien no quiere la cosa... “Si, Si... di lo que quieras que no te entiendo nada, pero debe ser verdad lo que vio mi marido, porque se te nota un señor vergajo y como sigas así me lo vas a acabar clavando en mitad de la pista” y eso si me soltaba una sonrisa. Luego me decía mirando a los ojos... “MADRE MÍA, HIJO MÍO... tenías que ser inglés, porque que parado que eres, tanto cuerpo, tanta... y tan atontolinado, te pasa como a mi marido majete, no sabéis tratar a una mujer... DÉJALO” y nueva sonrisa, hasta que regresamos a la mesa y voy al aseo.    

            Fui al aseo para darle tiempo a ella a responder a las preguntas que, seguro que le estaba haciendo su marido, porque en situaciones así no falla. Cuando regresara sabría si ella le había contado algo, ya no digo todo, por la cara de él, si tenía ojos vidriosos llenos de lujuria, es que algo le había contado y si era así, ya fue con la complicidad de ella o no, el intentaría algo. Su cara era de puro vicio y nada más sentarse me dijo que a Marisol le había dado en ese momento un tirón la espalda. La cara de su mujer era un poema, porque se quedó a cuadros, pero lo que dijo a continuación la remató. Porque me dijo si no me importaría darle un masaje como en la playa, me mostré comprensivo y les dije que en mi villa había de todo. Ella medio tartamudeando decía que si con la cabeza, hasta que Jaime le dice que hable bien ya que yo no me voy a enterar.    

- Eres un gilipollas. No sé de qué vas, le metes a él en un compromiso, a mí ya no te digo y todo para luego hacer como un puto pajillero.    

- Yo te lo pongo a huevo y tú decides qué hacer. Jamás lo has tenido tan a huevo.    

- Eres un puto enfermo, te pondría los cuernos, pero como es lo que quieres no lo hare, porque no te jodería.    

- Si yo soy un puto enfermo tu eres una puta calentona, porque seguro que estas encharcada del fregoteo que te has dado bailando.  

- Pedazo de gilipollas, te aviso una cosa y mírame bien porque no lo repetiré, cuando diga nos vamos, te pones formes y nos vamos, porque si no te corto los cojones. ¿A que si atontolinado?   

            Esto último me lo dijo sonriendo y afirmando con su cabeza y siguiéndole el juego le respondía afirmativamente y ella le decía a Jaime... “Ves... un atontolinado y con este quieres tú que te haga cornudo, no estoy para enseñar, para torpe ya te tengo a ti”, seguimos andando, ella quería ir a su villa a cambiarse de vestuario, Jaime cono quería, que decía que no hacía falta, después de una intensa discusión, cedió en no ir a cambiarse. Una vez estábamos dentro de la villa, ella fue al baño y le dije a Jaime... “Tienes que decirle a tu esposa que el vestido molesta, pero que hay una toalla grande para taparse, que de momento la ropa interior no molesta y sobre todo, quédate sentado en los sillones porque si te acercas seguro que se pone en tensión”, la mesa de masaje estaba detrás de algo muy parecido a un biombo, con aberturas que permitían ver la parte que era una sala, donde se quedaría su marido.   

            Al salir ella del baño, su marido le explicó todo y le dijo que cuando estuviera avisase. Música asiática de fondo, Jaime sentado bebiendo y Marisol que llama a su marido, haciéndolo de no muy buenas maneras... “Pringado ven a colocarme la toalla” y él fue de forma diligente a hacer lo que le había dicho su mujer. A mí también me dedicó varios “piropos” y acudí a darle el que iba a ser el mejor masaje de su vida. Después de los primeros cinco minutos de masaje, estire un brazo para coger un bote de aceite, tirón de toalla y se quedó solo con unas braguitas estilo culotte, que resaltan su culito, no llevaba sujetador, fue a decir algo, pero noto como le caía el chorro de aceite perfumado justo en su columna. Ahora mis manos se deslizaban mejor y mis dedos empezaban a hacer sus diabluras, primero sobre los hombros, luego la espalda, la zona lumbar y me fui a las piernas, que, si bien cuando empecé con ellas estaban tan juntas que parecían pegadas, fue abriéndose según sentía mis dedos. Jaime le preguntaba que cómo lo hacía y ella le respondía jocosamente... “Si te pusiera los cuernos seria con un empotrador y este me parece que le vas tú más que yo” y se echaron a reír.    

            Su respiración ya estaba a un nivel importante, Jaime le preguntaba si se había quedado dormida y ella haciendo un verdadero esfuerzo para que le saliera una voz normalizada, le dijo que no. Recogí sus braguitas y se las introduje entre sus nalgas, para dejarlas más liberadas. Le empecé a dar un masaje suave y fui subiendo de intensidad, hasta amasar con dureza sus nalgas. Cuando note que estaba en su punto adecuado, agarre sus braguitas por ambos costados y empecé a bajarlas, ella se revolvió un poco y con un susurro casi imperceptible me dijo en forma de amenaza... “PARA, NI SE TE OCURRA, aunque no me entiendas STOP, STOP...” acerco mi boca a su oreja, le doy un lametazo intenso y le digo... “TE PIENSO FOLLAR, ME TIENES LA POLLA COMO UNA BARRA DE ACERO. Y compórtate que el que está hasta los mismísimos cojones de que me llames atontolinado soy yo” giró la cabeza del todo y aunque la luz era escasa, se podía ver su cara de asombro, sorpresa y susto.   

            Lo que hizo a continuación, fue pedirme la toalla y tumbarse boca abajo. Empezaba lo mejor, morbo a raudales para los tres, ella recibiendo placer extremo de un hombre que hasta hace unos días era desconocido y teniendo a su marido a muy pocos metros que lo mismo no se enteraba de nada. Su marido más que sabiendo, imaginando o tratando de imaginar cómo sería si su mujer cediese y yo sintiendo como se “derrite” esa bellísima mujer entres mis manos y saboreando sus mieles. Cuando empecé a jugar con su coñito y comprobar lo mojada que estaba, hice que se girara, quería probarla. Me puse entre sus piernas, fui lamiendo y comiendo sus muslos hasta que llegué a su mojado coñito. Ella se llevó la toalla a la boca, pero de todas maneras algo se le escapaba y Jaime hablaba con ella con descaro.    

- Que putilla, ¿Te pone cachonda o no?    

- Que tonterías dices (Con la voz contenida)   

- Que pena que no quieras ver el tronco que tiene entre sus patas. Te morirías de gusto solo de verlo.      

- Pues lo mismo le meto mano y se la levanto.   

- JODER... solo de escucharte me empalmo, aunque sé que lo dices para provocarme.     

            Me comía su coñito y ella levantaba su cuerpo, se doblaba como si le fuera la vida. Me daba la sensación de que se iba a ahogar con la toalla. Jaime seguía con sus provocaciones y ella no contestaba, no porque no quisiera, sino porque estaba a punto de tener un orgasmo tremendo, es más trato de que me parara, pero eso no tenía parada y casi vomita porque se atragantó con la toalla. Entonces Jaime intervino.    

- Tesoro ¿Te encuentras bien? Si no te encuentras bien lo dices, que lo mismo algo de la cena te sentó mal.   

- No te preocupes cielo, no ha sido nada, me atraganté con la saliva.     

- ¿Segura? Que nos vamos y ya te quito la calentura si es necesario.    

- Que no... que me estoy pensando si te pongo los cuernos o no.    

- O sea, que te está poniendo cachonda.   

- No lo sabes tu bien.   

- Pero ¿Cachonda simplemente? O ¿Putilla, putilla?    

- Pues con el pollón que me ha rozado... PUTÓN, PUTÓN.   

- Ahora sí que me tienes a mí en plan guerrero.     

- (Me saco la polla, la ve la agarra) Amor decidido, hoy vas a estrenarte como cornudo, ninguno de los dos va a olvidar este viaje.    

- Que cerda que eres, me estás tratando de poner cachondo. Me voy a acercar.   

- QUIETO... si te acercas, no pasará nada. Y tenías razón, no sé si esto me va a entrar por ningún sitio.     

- Ojalá te diera por culo bien dada, que siempre me dices que la mía ni la notas. Pero no te creas que soy tonto, con lo escandalosa que tú eres, no se te escucha nada, salvo la respiración.      

            Mientras Jaime seguía dale que te pego con las vulgaridades que le decía a su mujer, empecé a follármela y ella aguantaba la respiración mordiendo la toalla. No podía follarla con demasiada fuerza porque la mesa de masajes sonaba demasiado. Lo que hacía era sacar mi polla lentamente y cuando prácticamente la tenía fuera de su coñito, se la volvía a meter de un solo golpe de caderas. No se escuchó un gemido como tal, pero si se le escapó como un bufido y a la pregunta de su marido, sin pensárselo dijo que le había tocado en un músculo y dolía mucho. Mientras la follaba boca abajo, logré meterle un dedo en su culito sin mucha dificultad y lo recibió con gozo.  

            Marisol estaba muy cachonda y quería provocarse más excitación por eso le dijo a su marido... “Me estoy fijando en sus manos y su dedo índice es más grande que tu polla y su me apuras hasta el meñique. Es que no tiene dedos tiene pollas” y su marido le decía que se metiera uno. Ella le decía que antes se metería su polla. Le dije al oído... “Ahora vamos a ir junto a tu marido y le vas a decir que quieres que te azote, que me lo diga a mí”, ella me decía con la cabeza que no, que se moriría de vergüenza. No tuve más que agarrar sus pezones y entendió que tenía que hacerlo. Me senté junto a Jaime que me preguntaba qué tal había ido y le decía que todo bien. Su cara no era de alegría con mi respuesta y al llegar Marisol, que lo hizo con la toalla enroscada le hizo la misma pregunta.   

- La verdad que ha ido muy bien, pero me he quedado con ganas...  

- ¿Con ganas de qué?  

- De que me azote con esas manos gigantes.  

- Lo dices en broma, te estás quedando conmigo como siempre.  

- Escucha bien y traduce lo que te diga. Dile que estoy muy perra y quiero que me azote.   

- Pero Marisol, así en frío lo mismo se asusta.  

- Mira y traduce. De lo demás me encargo yo.     

            Nos dio la espalda, se quitó la toalla quedándose desnuda y se puso apoyada en un mueble, dejando el culo en disposición de recibir unos buenos azotes. Puse cara de extrañado mirando a Jaime y esté nervioso me traducía como podía lo que había dicho su mujer. Primero empecé a azotarla suavemente, pero poco a poco fui aumentando la fuerza de los azotes y ella se dirigía a mi... “CORTATE que me haces daño... NO SEAS ANIMAL... azotes suaves” Jaime le recordaba que no le entendería. La verdad que protestaba, pero no se apartaba, no quería demostrar a su marido lo que estaba disfrutando. Toda la sangre se había acumulado en sus nalgas, que estaban al rojo vivo.   

            Cuando dijo algo que ni Jaime ni yo esperábamos, Jaime se quedó alucinando... “Castígueme, azóteme, soy toda suya, puede hacer conmigo lo que quiera”, Jaime lo tradujo boquiabierto y le dije si estaba segura, él me contestó que sí. Entonces cogí un junco que había dentro de una vasija y con él, azoté más vehementemente el culito de Marisol. No se lo esperaba y sabía que el culo le estaría ardiendo. Le caían goterones de sudor, entre la humedad ambiental y sus esfuerzos no lo podía evitar, sudábamos los dos. No se ellos, pero perdí la cuenta de los azotes que le había dado. Mando a Jaime por un frasco de aceite que he dejado en una estantería en concreto. Una vez lo trae me lo quiere dar y le digo que no, que le ponga un poco en el culito a su mujer, pero le aviso que muy poquito, que no se pase.   

            Le digo a Jaime que le meta los dedos en el coñito a su mujer y que me diga como esta. Con voz alucinada me dice que jamás la había visto así, que parecía un grifo abierto. Me acerco acaricio sus nalgas y están tan sensibles que noto sus escalofríos de placer. Introduzco un dedo en su culito y noto que el aceite que le puso su marido ha sido prácticamente nada. Quito mi dedo y coloco mi pola en la entrada de su culito, ella se tensa un poco y a Jaime los ojos se le iluminan de vicio. Según empiezo noto como se tensa, su marido se acerca a ella, le ofrece una mano que ella agarra y con la otra le acaricia, le caen unas lágrimas que pueden ser de placer, de susto o una mezcla de ambas.   

            Poco a poco voy logrando mi propósito, es más el susto que tenía por ver el tamaño que por el dolor. Sin prisas, sabiendo que hacer y al final su culito tenía toda mi polla dentro. Se nota como cada vez se está poniendo más cachonda y llega un momento que suelta la mano de su marido y la lleva a su coñito para tocárselo mientras empiezo a embestir mi polla dentro de su culito. Nos corrimos los dos a la vez y esta vez sí fue como decía su marido, escandalosa a nivel superior. Me fui a asear y pude escuchar como ella no le confesaba que yo era español pero lo que le decía a su marido cuando él le decía que le había hecho muy feliz, ella le decía que la próxima me tendría que comer la polla. La cara de él no era para dar saltos de alegría.

Síguenos en nuestra 👉 RED SOCIAL para mas contenido original

0 comentarios - Sexo, turismo sexual & desenfreno en Asia

Los comentarios se encuentran cerrados