¿Cómo va hermosa comunidad de Poringa? 🔥 Antes que nada, ¡espero que estén pasando un muy feliz día del amigo! 😍🩷✨ Y para morbosear bien rico en este día tan especial, les traigo uno de los relatos eróticos más calientes que he leído, tanto que le he dedicado su buena cantidad de pajas jaja 😂 Fue publicado originalmente por un usuario llamado “danieslav” para otro sitio web, y lo que yo hago es recuperar este trabajo que tanto gusto y placer me ha dado, con algunos retoques propios y las ilustraciones que ya sabemos que le aportan ese extra de picante 🥵🌶️. ¡Espero que lo disfruten!
Cuatro y media, momento álgido del jueves a la noche… O madrugada del viernes, es cuestión de perspectiva. En medio del humo y las luces estroboscópicas, me encontraba trabajando en una disco de capital donde me desempeño como barman, llenando de hielo, Campari y jugo de naranja el copón de un pibe que me esperaba con un billete de 10 mil pesos en la mano y la mirada perdida vaya uno a saber dónde, más duro que tapón de sidra sin gas. La que también estaba durísima era mi pija adentro del pantalón. Lo que me traía tan ansioso y excitado era la proposición que me había hecho Gimena, una mujer trans de 40 años, rubia, pechugona, que va a ese boliche todos los findes junto con sus amigas, también chicas trans.

Gime, como le digo en confianza ya que nos conocemos hace tiempo, me propuso que la acompañara a ella y dos amigas trans, a una escapada por las Sierras de Córdoba aprovechando que se venía el feriado largo. Cuando le pregunté cuanto tenía que poner para la nafta que me contestó:
–¿Qué? Ja, ja, ja –se rio a carcajadas–, te queremos para que nos vayas chupando la pija a las tres durante todo el viaje.
–¿Cómo? –Quedé atónito ante tales palabras
–Sí, lo que escuchaste Leopoldo. El viaje es re largo, y queremos tener algo con que divertirnos –Me dijo con sensualidad, pasando un dedo índice por mis pectorales tonificados.
–Em… No sé la verdad, yo… –Estaba re nervioso y tartamudeaba.
–¡Dale! –beboteó– ¿Qué tenés que pensarlo tanto? Yo sé que te encanta la idea…
–Bueno, pero es que yo nunca he estado con una chica trans, y…
–¡Y bueno! Es tu oportunidad de probar ¡y encima con tres!
–Sí, ya sé, pero…
–Ay, ya estás poniendo excusas, sos re cagón. Pero no importa, ya está decidido, venís o venís, porque ya le dije a las chicas que venías con nosotras y ellas están chochas con la idea, así que no me hagas quedar mal. Mañana a la medianoche te paso a buscar.
–¡Para Gimena! ¿Cómo que?...
–Chau, chau, cagoncito. Mañana nos vemos, y más vale que vengas en ayuno porque nosotras te vamos a alimentar bien ja, ja, ja…
La idea me parecía sumamente excitante, pero a la vez me sentía intimidado. Nunca había tenido sexo con chicas trans, y encima que la primera vez fuera con tres era un montón... Pero bueno, ya era demasiado tarde para echarme atrás. Gimena tenía razón, era la oportunidad única para hacer algo que capaz nunca más en la vida se me volvería a repetir. Como dice el dicho, el tren pasa una sola vez.

Y ahí estaba yo, tomándome un café a las once de la noche en el shop de una YPF, cuando llegó un Vento gris a cargar nafta. Eran ellas. Salí a saludarlas, y me encontré con Gimena, acompañada de otras dos chicas:
–¡Acá estas Leo! Te presento a Barbie y Débora.
–¡Holis, como va! –Me dio un beso Barbie
–¿Qué tal? Un gusto –Me saludé con Débora.
–Subí atrás con ella Leopoldo.
–Dale –Le dije un poquito tímido y nervioso.
Nos acomodamos en las plazas traseras del vehículo con Débora, que resultó ser un hembrón de unos 30 años, morenita, con piernas robustas y grandes pechos. Gimena le pagó al playero y se subieron adelante con Barbie. Nos abrochamos el cinturón de seguridad y Gimena puso primera, saliendo a la ruta para empezar nuestro viaje. Barbie, que iba de acompañante, puso un poco de Turreo con bluetooth desde su celu, como para crear algo de ambiente, y con DJ TAO sonando de fondo, Débora empezó a besarme y a meterme una mano en el bulto.
–Epa, ¿ya arrancaron ahí atrás? –Preguntó Gimena
–¡Vos concentrate en manejar boluda! –La reprendió Barbie.
Débora, que iba vestida con una infartante minifalda y una top que apenas le cubría los pechos, se subió un poco la mini y se bajó la tanguita por las rodillas, sacando una pija descomunal. De verla nada más, me entusiasme.

Me agaché hacia ella, se la empecé a chupar, y rápidamente noté como se le paró. Fui lamiéndole de la cabeza a los huevos, y en un movimiento brusco ella empujó y a mí me dio una arcada porque sentí que me ahogaba.
–Vamos chupapija, dale, chúpamela bien hasta el fondo –me decía–, hoy vas a tragar más leche que en toda tu infancia, ja, ja, ja.
Las 3 se reían y se burlaban de mí. Barbie me acariciaba la cabeza, me la empujaba contra la verga de Débora, y a veces bajaba para meterme la mano en el culo.
–¿Qué pasa Leopoldo? Espero que no se te acalambre la lengua de tanto usarla ja, ja, ja –Me gastaba Gimena.
No sé cuánto tiempo estuve chupándosela, y me detuve porque estábamos por llegar a un peaje. Débora se tapó con una toalla y me dijo:
–Uy lindo, yo ya estoy a punto eh. Preparate porque pasamos el peaje y acabo. Que no se te vaya a derramar ni una gota, porque mirá que hoy Gime lavó el auto.
–Si boludo, me arrancaron la cabeza en el lavadero, ¡ni se te ocurra manchar las alfombras! –Me advertía Gimena.
Pasamos el peaje y retomé mi tarea. Al poco tiempo sentí sus convulsiones y comenzó a largar chorros de semen que iban a parar a mi boca. Tragué lo que pude, y me encantó su sabor, era muy dulce, pero era tanta la carga, que un hilo de semen se me coló por la comisura de los labios y empezaba a fluir por su tronco en dirección al escroto. Fue entonces que ella me dio una cachetada y me gritó:
–¡Dale puto, tragatela toda! ¿No ves que se está volcando? ¡No dejes nada, límpiamela bien!

Yo, obediente y sumiso, cumplí con todo lo que me pedía.
–Umm lindo ¿te gusto? –Me preguntó Débora con sonrisita sensual
–Si hermosa, me encantó –Respondí entre suspiros.
–Que bien, porque esto es solo el comienzo, tenemos bastantes horas para que nos exprimas y te alimentes.
–¡Si, y ahora me toca a mí! –Dijo Barbie emocionada.
Gimena disminuyó la velocidad y paró en la banquina. Puso balizas y Barbie se bajó del Vento intercambiando lugares con Débora, quien ahora iría en el asiento del acompañante. Gimena se incorporó nuevamente en la ruta, mientras yo busque besar a Barbie, aunque ella me frenó en seco:
–¡Estás loco! Tenés toda la boca con leche de la otra turrita –Me dijo.
–¡Ey! –exclamó Débora– ¿A quién le decís turra, pendeja?
Barbie era la más joven de todas, unos 20 o 22 añitos, delgada, con pechos en formación, blanquita, menudita, pelo negro, y la verdad que bastante linda, es como una muñequita.


Barbie se inclinó un poco de lado, como mirando hacia la puerta de atrás y me pidió que le bajara la calza y la tanga.
–Ya que querías besarme, besame el hoyo.
Cuando la escuche decirlo de esa manera pensé que la pija me perforaría el pantalón. Volé de calentura al escuchar sus órdenes, y sin pensarlo más, enterré mi cara en su culo, penetrando con mi lengua su anito rosado de pendeja jovencita. Sabía dulce y saladito, exquisito.
–Ahhyy… –Suspiró Barbie con la más tierna y femenina de las voces.
Le chupe el orto con devoción absoluta, metía y sacaba mi lengua de su ano y le relamía la raya. Seguimos, así como por 15 minutos, hasta que Barbie se cansó de estar en esa posición y se sentó normal. Se terminó de bajar la calza y la tanga y pude por fin ver su pija, muy larga, pero finita, poquito más gruesa que un dedo, después de todo ella es de cuerpito delgado y muy joven aún.
–Mamamela igual de rico que como me chupaste el culo –Me exigió.
Corrí el prepucio con mi mano, y su verga ya estaba babosa, llena de liquido preseminal. Al chupársela noté que le sabia bastante salada, y eso porque mientras le chupaba el orto, ella se estaba humedeciendo con precum. A todo esto, yo ya estaba recaliente y con la pija a más no poder, y quise tocármela a través de los pantalones, pero recibí un sopapo en la cabeza por parte de Débora.
–¡No te toques, vas a acabar cuando nosotras te digamos! Nada de tocarte, tenés que chupar y nada más, si lo volves a hacer, te atamos las manos en la espalda.
Chupe y chupe un buen rato, mientras Barbie me sacó la remera y me pasaba sus filosas uñas por la espalda. Jugaba como una nena traviesa, con una sonrisa maliciosa. Aunque era la más calladita, se notaba que la pendeja era bastante morbosa y sádica. Mientras yo estaba a pleno haciéndole el pete, Barbie preguntó a las mujeres de adelante:
–Chicas adivinen cuanto hace que no me corro.
–¿Ayer? –Tiró Débora
–No –Respondió Barbie.
–¿3 días? –Sugirió Gimena
–No, tampoco. La última vez que tuve sexo fue hace 10 días.
–Ehh, ¿cómo aguantas tanto? ¿ni la paja te haces? –Se sorprendió Débora
–Trabajo y llego reventada a mi casa, ni ganas me da –Contó Barbie.
–Uh entonces le vas a tirar un camión de la Serenísima al amigo. –Anticipó Gimena
–Más o menos, ja, ja. –Se reía Barbie mientras me miraba con absoluta perversión.
Me detuvo e hizo que me pusiera boca arriba sobre la butaca. Ella en cambio se arrodilló en el asiento de tal manera que yo quede abajo y ella con su pija quedaron por arriba. Comenzaba a entender, hizo eso porque sabía que yo no iba a ser capaz de atajar con mi boca toda esa gran cantidad de leche acumulada que se estaba por venir, y si seguíamos en la posición anterior, mucha de la carga iría a parar al suelo. Barbie metía y sacaba su verga de mi boca de una manera muy suave y lenta, pues su glande ya estaba todo rojo e hinchado, y no necesitaba nada más que unos pequeños roces de mis labios para terminar de explotar. En eso, noté cómo se agitaba y sus ojos se iban para atrás. Lanzó un gemido de nena bien estruendoso, y me agarro de los pelos con fuerza. Empecé a sentir como mi boca se inundaba de semen, caliente, muy espeso, y bastante intenso de sabor. Su pija largaba un chorro continuado de leche, parecía una canilla al principio, y después si empezó a bombear y escupir hilos de esperma intercalados, uno tras otro, perdí noción de cuantos, pero todos ellos igual de pesados y cremosos como al principio. En un momento el auto pasa por un pequeño bache y la leche de Barbie se tambalea en mi boca abierta y casi se me cae por la barbilla, pero no podía cerrar la boca porque la verga de ella seguía goteando leche.
–Dale, ahora sí, trágatela. –Me dijo.

Tenía tanto semen en la boca, que cuando la cerré los cachetes tomaron forma de dos globos en mi cara. Tuve que hacer bastante esfuerzo con la garganta para que pasara semejante cantidad de leche, era demasiada y además muy viscosa, se estiraba, pero no fluía. Cuando abrí la boca para respirar, todavía tenía algo de leche mezclada con mi saliva, creándose una gran burbuja sobre el paladar. Volví a tragar y termino de pasar toda.
–Uy guacho, ahora si vas a saber lo que es bueno –Dijo Gimena mientras ponía el guiño a la izquierda en dirección a un parador.
Detuvo el Vento en el estacionamiento, y a esa hora de la madrugada no había nadie, así que nos bajamos y mientras Barbie y Débora iban al baño de mujeres a arreglarse un poco, Gimena y yo nos metimos tranquilamente al de hombres. Nos encerramos en uno de los cubículos individuales y Gimena me hizo sentar en el inodoro. Se levantó la pollera con lentejuelas, y se bajó la bombachita. Su verga no era tan grande, pero si se notaba gruesa. Tenía todo el aspecto de alguien de 40 años.

Al igual que la pija de Barbie, la de Gimena ya estaba toda llena de preseminal saladito, pero a diferencia de la jovencita, Gimena me sostuvo la cabeza y me empezó a coger salvajemente hasta la garganta. Tenía arcadas y mi saliva empapo todo su miembro.
–¿Te gusta putito? ¿Te gusta que mami te garche por la boca? –Me decía.
–¡Me encanta Gi…! –No me dejó terminar y me la enterró de nuevo en la boca.
–No sabes las ganas que te tenía, desde la primera vez que nos vimos. Me pasan cosas re fuertes por vos, me vuelvo loca cuando nos vemos, y ahora por fin te puedo hacer mío. ¡Pero mira todo lo que tuve que hacer!
¡Epa! ¿Y esa confesión? Jamás pensé que un minón como ella se sintiera así respecto de mi. Con sus manos sosteniéndome la cara, ella bombeó y bombeo levantando sus caderas y metiéndome la pija hasta la nuez de Adán. A veces me soltaba y yo respiraba casi asfixiado. Encima, Gimena fue la que más duró. Ya me dolía la mandíbula, pero recién habíamos empezado. Siguió cogiéndome por la boca un rato largo, hasta que el chorro de semen me llegó directamente a la garganta.

Me ahogué y solté todo manchando sus pantimedias. Ella me pegó un sopapo y me gritó:
–¡Boludo, me ensuciaste toda! ¡Mira el enchastre que hiciste! Vamos, límpiame con la lengua.
Me lloraban los ojos de la tremenda atragantada de pija que me pegó. Me arrodillé frente a ella y la lamí todo el semen de los cancanes. Al terminar le pregunté si ya me podía venir, y ella me dio permiso. Así que, ahí nomás me bajé el cierre de la bragueta y me saqué la pija. No hizo falta más que unas jaladas, el solo recordar la pija de Débora, la leche de Barbie y la cogida de Gimena, fue suficiente para que me corriera con fuerza sobre el inodoro. Manche la tabla, el tazón, el piso, la pared… Un desastre, pero quede exhausto y satisfecho. Con mis últimas fuerzas limpié todo y aproveché para lavarme la cara. Noté que tenía manchones de semen en la remera ¿de quién? Podía ser de cualquiera de ellas o las tres juntas. Salí con Gime del baño, Débora estaba fumando y Barbie se pintaba los labios de fucsia con un espejito.
Subimos al auto de nuevo y esta vez iba con Barbie en el asiento de atrás. Ella sentada y yo recostado sobre .sus piernas. Me acariciaba la cabeza y a mí me estaba dando sueño. En eso me pregunta
–¿Te gusta venir con nosotras turrito?
–Uff, me siento en la gloria.
–¡Ah cierto! Enderezáte un poquito –Me pidió.
Cuando lo hice, Barbie me agarró la cara y me dio un rico e increíble beso en la boca.
–Te lo debía, ja, ja.

Gime, como le digo en confianza ya que nos conocemos hace tiempo, me propuso que la acompañara a ella y dos amigas trans, a una escapada por las Sierras de Córdoba aprovechando que se venía el feriado largo. Cuando le pregunté cuanto tenía que poner para la nafta que me contestó:
–¿Qué? Ja, ja, ja –se rio a carcajadas–, te queremos para que nos vayas chupando la pija a las tres durante todo el viaje.
–¿Cómo? –Quedé atónito ante tales palabras
–Sí, lo que escuchaste Leopoldo. El viaje es re largo, y queremos tener algo con que divertirnos –Me dijo con sensualidad, pasando un dedo índice por mis pectorales tonificados.
–Em… No sé la verdad, yo… –Estaba re nervioso y tartamudeaba.
–¡Dale! –beboteó– ¿Qué tenés que pensarlo tanto? Yo sé que te encanta la idea…
–Bueno, pero es que yo nunca he estado con una chica trans, y…
–¡Y bueno! Es tu oportunidad de probar ¡y encima con tres!
–Sí, ya sé, pero…
–Ay, ya estás poniendo excusas, sos re cagón. Pero no importa, ya está decidido, venís o venís, porque ya le dije a las chicas que venías con nosotras y ellas están chochas con la idea, así que no me hagas quedar mal. Mañana a la medianoche te paso a buscar.
–¡Para Gimena! ¿Cómo que?...
–Chau, chau, cagoncito. Mañana nos vemos, y más vale que vengas en ayuno porque nosotras te vamos a alimentar bien ja, ja, ja…
La idea me parecía sumamente excitante, pero a la vez me sentía intimidado. Nunca había tenido sexo con chicas trans, y encima que la primera vez fuera con tres era un montón... Pero bueno, ya era demasiado tarde para echarme atrás. Gimena tenía razón, era la oportunidad única para hacer algo que capaz nunca más en la vida se me volvería a repetir. Como dice el dicho, el tren pasa una sola vez.

Y ahí estaba yo, tomándome un café a las once de la noche en el shop de una YPF, cuando llegó un Vento gris a cargar nafta. Eran ellas. Salí a saludarlas, y me encontré con Gimena, acompañada de otras dos chicas:
–¡Acá estas Leo! Te presento a Barbie y Débora.
–¡Holis, como va! –Me dio un beso Barbie
–¿Qué tal? Un gusto –Me saludé con Débora.
–Subí atrás con ella Leopoldo.
–Dale –Le dije un poquito tímido y nervioso.
Nos acomodamos en las plazas traseras del vehículo con Débora, que resultó ser un hembrón de unos 30 años, morenita, con piernas robustas y grandes pechos. Gimena le pagó al playero y se subieron adelante con Barbie. Nos abrochamos el cinturón de seguridad y Gimena puso primera, saliendo a la ruta para empezar nuestro viaje. Barbie, que iba de acompañante, puso un poco de Turreo con bluetooth desde su celu, como para crear algo de ambiente, y con DJ TAO sonando de fondo, Débora empezó a besarme y a meterme una mano en el bulto.
–Epa, ¿ya arrancaron ahí atrás? –Preguntó Gimena
–¡Vos concentrate en manejar boluda! –La reprendió Barbie.
Débora, que iba vestida con una infartante minifalda y una top que apenas le cubría los pechos, se subió un poco la mini y se bajó la tanguita por las rodillas, sacando una pija descomunal. De verla nada más, me entusiasme.

Me agaché hacia ella, se la empecé a chupar, y rápidamente noté como se le paró. Fui lamiéndole de la cabeza a los huevos, y en un movimiento brusco ella empujó y a mí me dio una arcada porque sentí que me ahogaba.
–Vamos chupapija, dale, chúpamela bien hasta el fondo –me decía–, hoy vas a tragar más leche que en toda tu infancia, ja, ja, ja.
Las 3 se reían y se burlaban de mí. Barbie me acariciaba la cabeza, me la empujaba contra la verga de Débora, y a veces bajaba para meterme la mano en el culo.
–¿Qué pasa Leopoldo? Espero que no se te acalambre la lengua de tanto usarla ja, ja, ja –Me gastaba Gimena.
No sé cuánto tiempo estuve chupándosela, y me detuve porque estábamos por llegar a un peaje. Débora se tapó con una toalla y me dijo:
–Uy lindo, yo ya estoy a punto eh. Preparate porque pasamos el peaje y acabo. Que no se te vaya a derramar ni una gota, porque mirá que hoy Gime lavó el auto.
–Si boludo, me arrancaron la cabeza en el lavadero, ¡ni se te ocurra manchar las alfombras! –Me advertía Gimena.
Pasamos el peaje y retomé mi tarea. Al poco tiempo sentí sus convulsiones y comenzó a largar chorros de semen que iban a parar a mi boca. Tragué lo que pude, y me encantó su sabor, era muy dulce, pero era tanta la carga, que un hilo de semen se me coló por la comisura de los labios y empezaba a fluir por su tronco en dirección al escroto. Fue entonces que ella me dio una cachetada y me gritó:
–¡Dale puto, tragatela toda! ¿No ves que se está volcando? ¡No dejes nada, límpiamela bien!

Yo, obediente y sumiso, cumplí con todo lo que me pedía.
–Umm lindo ¿te gusto? –Me preguntó Débora con sonrisita sensual
–Si hermosa, me encantó –Respondí entre suspiros.
–Que bien, porque esto es solo el comienzo, tenemos bastantes horas para que nos exprimas y te alimentes.
–¡Si, y ahora me toca a mí! –Dijo Barbie emocionada.
Gimena disminuyó la velocidad y paró en la banquina. Puso balizas y Barbie se bajó del Vento intercambiando lugares con Débora, quien ahora iría en el asiento del acompañante. Gimena se incorporó nuevamente en la ruta, mientras yo busque besar a Barbie, aunque ella me frenó en seco:
–¡Estás loco! Tenés toda la boca con leche de la otra turrita –Me dijo.
–¡Ey! –exclamó Débora– ¿A quién le decís turra, pendeja?
Barbie era la más joven de todas, unos 20 o 22 añitos, delgada, con pechos en formación, blanquita, menudita, pelo negro, y la verdad que bastante linda, es como una muñequita.


Barbie se inclinó un poco de lado, como mirando hacia la puerta de atrás y me pidió que le bajara la calza y la tanga.
–Ya que querías besarme, besame el hoyo.
Cuando la escuche decirlo de esa manera pensé que la pija me perforaría el pantalón. Volé de calentura al escuchar sus órdenes, y sin pensarlo más, enterré mi cara en su culo, penetrando con mi lengua su anito rosado de pendeja jovencita. Sabía dulce y saladito, exquisito.
–Ahhyy… –Suspiró Barbie con la más tierna y femenina de las voces.
Le chupe el orto con devoción absoluta, metía y sacaba mi lengua de su ano y le relamía la raya. Seguimos, así como por 15 minutos, hasta que Barbie se cansó de estar en esa posición y se sentó normal. Se terminó de bajar la calza y la tanga y pude por fin ver su pija, muy larga, pero finita, poquito más gruesa que un dedo, después de todo ella es de cuerpito delgado y muy joven aún.
–Mamamela igual de rico que como me chupaste el culo –Me exigió.
Corrí el prepucio con mi mano, y su verga ya estaba babosa, llena de liquido preseminal. Al chupársela noté que le sabia bastante salada, y eso porque mientras le chupaba el orto, ella se estaba humedeciendo con precum. A todo esto, yo ya estaba recaliente y con la pija a más no poder, y quise tocármela a través de los pantalones, pero recibí un sopapo en la cabeza por parte de Débora.
–¡No te toques, vas a acabar cuando nosotras te digamos! Nada de tocarte, tenés que chupar y nada más, si lo volves a hacer, te atamos las manos en la espalda.
Chupe y chupe un buen rato, mientras Barbie me sacó la remera y me pasaba sus filosas uñas por la espalda. Jugaba como una nena traviesa, con una sonrisa maliciosa. Aunque era la más calladita, se notaba que la pendeja era bastante morbosa y sádica. Mientras yo estaba a pleno haciéndole el pete, Barbie preguntó a las mujeres de adelante:
–Chicas adivinen cuanto hace que no me corro.
–¿Ayer? –Tiró Débora
–No –Respondió Barbie.
–¿3 días? –Sugirió Gimena
–No, tampoco. La última vez que tuve sexo fue hace 10 días.
–Ehh, ¿cómo aguantas tanto? ¿ni la paja te haces? –Se sorprendió Débora
–Trabajo y llego reventada a mi casa, ni ganas me da –Contó Barbie.
–Uh entonces le vas a tirar un camión de la Serenísima al amigo. –Anticipó Gimena
–Más o menos, ja, ja. –Se reía Barbie mientras me miraba con absoluta perversión.
Me detuvo e hizo que me pusiera boca arriba sobre la butaca. Ella en cambio se arrodilló en el asiento de tal manera que yo quede abajo y ella con su pija quedaron por arriba. Comenzaba a entender, hizo eso porque sabía que yo no iba a ser capaz de atajar con mi boca toda esa gran cantidad de leche acumulada que se estaba por venir, y si seguíamos en la posición anterior, mucha de la carga iría a parar al suelo. Barbie metía y sacaba su verga de mi boca de una manera muy suave y lenta, pues su glande ya estaba todo rojo e hinchado, y no necesitaba nada más que unos pequeños roces de mis labios para terminar de explotar. En eso, noté cómo se agitaba y sus ojos se iban para atrás. Lanzó un gemido de nena bien estruendoso, y me agarro de los pelos con fuerza. Empecé a sentir como mi boca se inundaba de semen, caliente, muy espeso, y bastante intenso de sabor. Su pija largaba un chorro continuado de leche, parecía una canilla al principio, y después si empezó a bombear y escupir hilos de esperma intercalados, uno tras otro, perdí noción de cuantos, pero todos ellos igual de pesados y cremosos como al principio. En un momento el auto pasa por un pequeño bache y la leche de Barbie se tambalea en mi boca abierta y casi se me cae por la barbilla, pero no podía cerrar la boca porque la verga de ella seguía goteando leche.
–Dale, ahora sí, trágatela. –Me dijo.

Tenía tanto semen en la boca, que cuando la cerré los cachetes tomaron forma de dos globos en mi cara. Tuve que hacer bastante esfuerzo con la garganta para que pasara semejante cantidad de leche, era demasiada y además muy viscosa, se estiraba, pero no fluía. Cuando abrí la boca para respirar, todavía tenía algo de leche mezclada con mi saliva, creándose una gran burbuja sobre el paladar. Volví a tragar y termino de pasar toda.
–Uy guacho, ahora si vas a saber lo que es bueno –Dijo Gimena mientras ponía el guiño a la izquierda en dirección a un parador.
Detuvo el Vento en el estacionamiento, y a esa hora de la madrugada no había nadie, así que nos bajamos y mientras Barbie y Débora iban al baño de mujeres a arreglarse un poco, Gimena y yo nos metimos tranquilamente al de hombres. Nos encerramos en uno de los cubículos individuales y Gimena me hizo sentar en el inodoro. Se levantó la pollera con lentejuelas, y se bajó la bombachita. Su verga no era tan grande, pero si se notaba gruesa. Tenía todo el aspecto de alguien de 40 años.

Al igual que la pija de Barbie, la de Gimena ya estaba toda llena de preseminal saladito, pero a diferencia de la jovencita, Gimena me sostuvo la cabeza y me empezó a coger salvajemente hasta la garganta. Tenía arcadas y mi saliva empapo todo su miembro.
–¿Te gusta putito? ¿Te gusta que mami te garche por la boca? –Me decía.
–¡Me encanta Gi…! –No me dejó terminar y me la enterró de nuevo en la boca.
–No sabes las ganas que te tenía, desde la primera vez que nos vimos. Me pasan cosas re fuertes por vos, me vuelvo loca cuando nos vemos, y ahora por fin te puedo hacer mío. ¡Pero mira todo lo que tuve que hacer!
¡Epa! ¿Y esa confesión? Jamás pensé que un minón como ella se sintiera así respecto de mi. Con sus manos sosteniéndome la cara, ella bombeó y bombeo levantando sus caderas y metiéndome la pija hasta la nuez de Adán. A veces me soltaba y yo respiraba casi asfixiado. Encima, Gimena fue la que más duró. Ya me dolía la mandíbula, pero recién habíamos empezado. Siguió cogiéndome por la boca un rato largo, hasta que el chorro de semen me llegó directamente a la garganta.

Me ahogué y solté todo manchando sus pantimedias. Ella me pegó un sopapo y me gritó:
–¡Boludo, me ensuciaste toda! ¡Mira el enchastre que hiciste! Vamos, límpiame con la lengua.
Me lloraban los ojos de la tremenda atragantada de pija que me pegó. Me arrodillé frente a ella y la lamí todo el semen de los cancanes. Al terminar le pregunté si ya me podía venir, y ella me dio permiso. Así que, ahí nomás me bajé el cierre de la bragueta y me saqué la pija. No hizo falta más que unas jaladas, el solo recordar la pija de Débora, la leche de Barbie y la cogida de Gimena, fue suficiente para que me corriera con fuerza sobre el inodoro. Manche la tabla, el tazón, el piso, la pared… Un desastre, pero quede exhausto y satisfecho. Con mis últimas fuerzas limpié todo y aproveché para lavarme la cara. Noté que tenía manchones de semen en la remera ¿de quién? Podía ser de cualquiera de ellas o las tres juntas. Salí con Gime del baño, Débora estaba fumando y Barbie se pintaba los labios de fucsia con un espejito.
Subimos al auto de nuevo y esta vez iba con Barbie en el asiento de atrás. Ella sentada y yo recostado sobre .sus piernas. Me acariciaba la cabeza y a mí me estaba dando sueño. En eso me pregunta
–¿Te gusta venir con nosotras turrito?
–Uff, me siento en la gloria.
–¡Ah cierto! Enderezáte un poquito –Me pidió.
Cuando lo hice, Barbie me agarró la cara y me dio un rico e increíble beso en la boca.
–Te lo debía, ja, ja.
1 comentarios - Fiesta de leche (relato trans ilustrado)