La mañana siguiente me llevé una mala sorpresa, Sofi no vino a cuidarme, me asignaron a la mojama, que era seca, fea y encima antipática.
Un día la rocé sin querer el trasero y me miró con cara de mala leche. En ese mismo instante me quedó todo muy claro “Sátur, se te acabó tocar culos y tetas”.
Intenté encontrar a Sofi para ver qué había pasado con ella, pero no la vi por ningún lado, así que fui directo al grano y me presenté ante el director de la residencia.
Cuando pregunté por qué ya no estaba, me respondió muy serio.
- La hemos echado por tomarse demasiadas libertades con los residentes.
El mundo se me vino abajo, la habían echado seguramente por mi culpa. La persona que nos vio desde la puerta se lo había dicho al director y éste había cortado nuestra relación drásticamente.
Intenté mediar por ella pero el muy cabrón se cerró en banda.
- Ya sabe usted sobradamente el motivo, don Saturnino, está prohibido que las enfermeras tengan relaciones sexuales con los internos.
Me fui a mi habitación y entré en barrena desde ese día, si el director hacia un informe de lo sucedido, Sofi iba a tener difícil encontrar trabajo, y por mis toqueteos y tonterías había jodido a la pobre muchacha quizás para toda la vida.
Dejé de comer, dejé de salir y cada vez que venía la mojama, la mandaba a la mierda, pensé que había sido ella la que nos vio y denunció a Sofi aquel maldito día.
Vinieron mis hijas a verme, vinieron mis nietas, pero mi estado de ánimo no cambió con ninguna visita.
Perdí varios kilos y entré en una depresión profunda, tuve un subidón de tensión y además tuvieron que operarme de la vista.
A la vuelta del hospital permanecí varios días en cama, tenía los ojos vendados y necesitaba cuidados continuos.
La primera noche noté que la enfermera me trataba con mucho cariño y pensé que era Sofía, me acariciaba el pelo y me besaba en la frente, pero yo estaba completamente empastillado y prácticamente no me enteraba de nada.
A pesar de eso, la llamé Sofi varias veces sin que ella me contestara en ningún momento.
El segundo día, que ya las pastillas me hacían menos efecto, cuando la enfermera me arropaba pasé la mano por su nalga, la apreté con toda mis ganas y la di un sonoro azote en el culo.
- Vaya culazo tienes, Sofi. – dije contento por su vuelta –
No respondió y supuse que era por si alguien la oía o estaba cerca.
Metí la mano bajo la bata y ella se apartó de inmediato. Vaya mierda, ahora iba a ir con más cuidado para que no la pillasen.
Esperé un poco, y cuando estaba tomándome la tensión, introduje la mano de nuevo, pasé los dedos por la braguita y los llevé directos a su coñito.
Resopló ligeramente y quiso cruzar las piernas, pero yo no solté mi presa y los deslicé por su rajita desde el clítoris al perineo.
Intentó zafarse otra vez pero mantuve la mano en su sitio, acaricié la vulva sobre la tela y presioné con los dedos.
- Ummmm. – gimió muy bajito –
“Ya te tengo”, pensé al escuchar su gemido, y moví los dedos despacio estimulando su clítoris.
Meció las caderas adelante y atrás frotándolo contra mi dedo.
- Ummm – suspiró agarrando con fuerza mi brazo –
Respiraba de forma profunda dejándome acariciar su sexo.
- Cierra la puerta, Sofi. – pedí loco de contento –
Oí como se alejaba y echaba el pestillo a la puerta.
- Ven corre, siéntate junto a mí como el otro día. – pedí golpeando la cama –
Se acercó y se sentó donde yo quería. Puse la mano en su pierna, la metí entre sus muslos y la fui subiendo despacio hasta llegar a la braguita.
Noté como su respiración se aceleraba al tiempo que mi verga crecía.
Pasé los dedos por la tela, recorriendo su rajita, y noté como su cuerpo temblaba y su coño empapaba poco a poco la braguita.
- Ummmm. – oí otro leve suspiro –
Presioné la telilla metiéndola entre los gajos y ella cerró de inmediato las piernas.
- Ábrelas Sofi. ¡No me jodas! – dije empujándolas para que las abriera –
Pero la jodida no quería.
La di un cachetazo en el muslo y las separó un poquito.
- Muy bien Sofi, así me gusta. – dije contento -
Presioné la vulva con los dedos y volví a recorrer la rajita.
- Ummmmmm. – se le escapó un largo gemido –
Masajeé su clítoris por encima de la tela y se estremeció de tal forma que pensé que la pobre se corría.
- Ummmmm. Ummmmm. Ummm. – enlazó un gemido tras otro mientras yo masturbaba su sexo –
Se echó hacia atrás en la cama, abrió por completo las piernas y apartó la braguita corriendo.
Sofi estaba entregada y me ofrecía su húmedo coño para que la follara con los dedos.
Los metí entre sus gajos y comencé a penetrarla, entraban, salían y ella subía y bajaba las piernas entre constantes gemidos. La jodida estaba disfrutando de lo lindo.
Metí la otra mano por el escote, aparté como pude el sostén y agarré una de sus tetas, no eran las mismas del otro día, parecían más pequeñas pero más suaves y tersas.
Seguramente el disgusto del despido le había pasado factura. Igual que a mí, que había perdido más de cuatro kilos en menos de quince días.
Tiré del pezón y noté que ella resoplaba y lo aproximaba a mi mejilla.
- Dámelo, Sofi. – pedí abriendo la boca – Déjame que te coma las tetas.
Se inclinó hacia mí y noté un pezoncito junto a mis labios, lo rocé con la lengua, lo rodeé con los dientes y lo mordí muy despacio.
- Ummmmm. – gimió tensando las piernas –
Pero no era como el de Sofi, era redondito y más pequeño, parecía un garbancito muy tierno.
Lo succioné como si fuera un bebé y noté que ella se estremecía.
- Me encantan tus tetas. – dije soltando un momento esa maravillosa presa –
Se le escapó un leve gemido y lo aproximó un poco más a mi boca, la jodida quería que se lo siguiera chupando.
Puso la mano en mi pelo, lo acarició como si fuera un niño y atrajo mi cabeza a su pecho. Lo mordí suavemente y tiré de él hacia afuera.
- Ayyy. – soltó pero no lo apartó de mi boca –
Continué mordiendo el pezón y la penetré más fuerte con los dedos, los dejé metidos en su coño y busqué el punto G empujándolos hacia arriba.
- Ufffffff. – soltó un fuerte gemido a la vez que su sexo expulsaba un reguero de flujos –
Parecía que se meaba, le temblaban las piernas y del coño salió un chorro de jugos que inundaron en un segundo mis dedos.
- Ummmmmmmm. – gimió sin parar, apretando mi cara contra sus tetas –
No sé si era Sofi o era otra enfermera, pero estaba teniendo un orgasmo bestial y disfrutaba de lo lindo.
Saqué mi verga corriendo, y cuando la vi relajada, tiré con fuerza de su coleta obligándola a doblar el cuerpo.
Continué tocando sus tetas pero bajé su cabeza a mi miembro.
- Chúpamela, Sofi. – dije aún sabiendo que no era ella –
Abrió la boca deprisa y se la tragó en cuestión de segundos. La chica mamaba y mamaba y yo seguía castigando sus pechos.
- Así, Sofi, así. Cómeme bien la polla.
La sacó de su boca, deslizó la lengua por el tronco y llegó hasta mis huevos. Los lamió una y otra vez y volvió a recorrer el tronco hacia arriba para meterse el capullo en la boca.
- Chupa, Sofi, chupa. – exclamé tirando de su coleta –
La enfermera mamaba con tantas ganas que me estaba poniendo cardíaco.
- Ufffff. Deja que te folle, Sofi. – dije intentando levantarme –
Negó con la cabeza y siguió mamando mi verga.
Vaya lengua tenía, las babas salían de su boca y resbalaban desde el glande hacia abajo encharcando poco a poco mis huevos.
- Ufff. Venga, Sofi. – lo intenté de nuevo – Te la meto un poco en el coño y luego me corro fuera.
Noté que decía que no otra vez con la cabeza, mis ojos vendados no me dejaban ver quién era, pero sabía que era muy joven por la dureza de sus pechos y la estrechez de su sexo.
Envolvió el glande con los labios y excitó el frenillo con la lengua haciendo unas virguerías con la boca que me llevaron directamente al orgasmo.
- Voy a correrme, Sofi, voy a correrme. – avise para que preparara su boca –
Intentó apartarse de golpe pero la sujeté por el pelo.
- Chupa y abre la boca. ¡Joder! – dije muy excitado – Que voy a darte la leche que necesitas.
Siguió chupando deprisa hasta que notó que me corría, después apoyó la verga en sus labios y la sacudió con la mano.
- Ummmm. Joder, Sofi. Saca la lengua y chupa. – pedí tirando del pelo –
Lamió el capullo por debajo, para excitar el frenillo, y la leche salió disparada golpeando su boca y parte de su mejilla. No podía verlo, pero notaba cómo con la otra mano se limpiaba la cara apartando los mecos de la nariz y los ojos.
- Qué bien chupas, cabrona. – dije para tenerla contenta – Pero el próximo día voy a follarte ese coñito tan estrecho.
Chupó el capullo, pasó la lengua por el tronco y limpió por completo mi polla.
Se incorporó de la cama, entró un momento al servicio, y sin decir palabra alguna salió de mi habitación sin despedirse.
Vaya cuerpazo tenía, mejor que la Sofi sin duda, pechos pequeños pero tersos y firmes, y un coñito tan cerradito, que tenía que follármelo si o si la próxima vez que viniera.
Un día la rocé sin querer el trasero y me miró con cara de mala leche. En ese mismo instante me quedó todo muy claro “Sátur, se te acabó tocar culos y tetas”.
Intenté encontrar a Sofi para ver qué había pasado con ella, pero no la vi por ningún lado, así que fui directo al grano y me presenté ante el director de la residencia.
Cuando pregunté por qué ya no estaba, me respondió muy serio.
- La hemos echado por tomarse demasiadas libertades con los residentes.
El mundo se me vino abajo, la habían echado seguramente por mi culpa. La persona que nos vio desde la puerta se lo había dicho al director y éste había cortado nuestra relación drásticamente.
Intenté mediar por ella pero el muy cabrón se cerró en banda.
- Ya sabe usted sobradamente el motivo, don Saturnino, está prohibido que las enfermeras tengan relaciones sexuales con los internos.
Me fui a mi habitación y entré en barrena desde ese día, si el director hacia un informe de lo sucedido, Sofi iba a tener difícil encontrar trabajo, y por mis toqueteos y tonterías había jodido a la pobre muchacha quizás para toda la vida.
Dejé de comer, dejé de salir y cada vez que venía la mojama, la mandaba a la mierda, pensé que había sido ella la que nos vio y denunció a Sofi aquel maldito día.
Vinieron mis hijas a verme, vinieron mis nietas, pero mi estado de ánimo no cambió con ninguna visita.
Perdí varios kilos y entré en una depresión profunda, tuve un subidón de tensión y además tuvieron que operarme de la vista.
A la vuelta del hospital permanecí varios días en cama, tenía los ojos vendados y necesitaba cuidados continuos.
La primera noche noté que la enfermera me trataba con mucho cariño y pensé que era Sofía, me acariciaba el pelo y me besaba en la frente, pero yo estaba completamente empastillado y prácticamente no me enteraba de nada.
A pesar de eso, la llamé Sofi varias veces sin que ella me contestara en ningún momento.
El segundo día, que ya las pastillas me hacían menos efecto, cuando la enfermera me arropaba pasé la mano por su nalga, la apreté con toda mis ganas y la di un sonoro azote en el culo.
- Vaya culazo tienes, Sofi. – dije contento por su vuelta –
No respondió y supuse que era por si alguien la oía o estaba cerca.
Metí la mano bajo la bata y ella se apartó de inmediato. Vaya mierda, ahora iba a ir con más cuidado para que no la pillasen.
Esperé un poco, y cuando estaba tomándome la tensión, introduje la mano de nuevo, pasé los dedos por la braguita y los llevé directos a su coñito.
Resopló ligeramente y quiso cruzar las piernas, pero yo no solté mi presa y los deslicé por su rajita desde el clítoris al perineo.
Intentó zafarse otra vez pero mantuve la mano en su sitio, acaricié la vulva sobre la tela y presioné con los dedos.
- Ummmm. – gimió muy bajito –
“Ya te tengo”, pensé al escuchar su gemido, y moví los dedos despacio estimulando su clítoris.
Meció las caderas adelante y atrás frotándolo contra mi dedo.
- Ummm – suspiró agarrando con fuerza mi brazo –
Respiraba de forma profunda dejándome acariciar su sexo.
- Cierra la puerta, Sofi. – pedí loco de contento –
Oí como se alejaba y echaba el pestillo a la puerta.
- Ven corre, siéntate junto a mí como el otro día. – pedí golpeando la cama –
Se acercó y se sentó donde yo quería. Puse la mano en su pierna, la metí entre sus muslos y la fui subiendo despacio hasta llegar a la braguita.
Noté como su respiración se aceleraba al tiempo que mi verga crecía.
Pasé los dedos por la tela, recorriendo su rajita, y noté como su cuerpo temblaba y su coño empapaba poco a poco la braguita.
- Ummmm. – oí otro leve suspiro –
Presioné la telilla metiéndola entre los gajos y ella cerró de inmediato las piernas.
- Ábrelas Sofi. ¡No me jodas! – dije empujándolas para que las abriera –
Pero la jodida no quería.
La di un cachetazo en el muslo y las separó un poquito.
- Muy bien Sofi, así me gusta. – dije contento -
Presioné la vulva con los dedos y volví a recorrer la rajita.
- Ummmmmm. – se le escapó un largo gemido –
Masajeé su clítoris por encima de la tela y se estremeció de tal forma que pensé que la pobre se corría.
- Ummmmm. Ummmmm. Ummm. – enlazó un gemido tras otro mientras yo masturbaba su sexo –
Se echó hacia atrás en la cama, abrió por completo las piernas y apartó la braguita corriendo.
Sofi estaba entregada y me ofrecía su húmedo coño para que la follara con los dedos.
Los metí entre sus gajos y comencé a penetrarla, entraban, salían y ella subía y bajaba las piernas entre constantes gemidos. La jodida estaba disfrutando de lo lindo.
Metí la otra mano por el escote, aparté como pude el sostén y agarré una de sus tetas, no eran las mismas del otro día, parecían más pequeñas pero más suaves y tersas.
Seguramente el disgusto del despido le había pasado factura. Igual que a mí, que había perdido más de cuatro kilos en menos de quince días.
Tiré del pezón y noté que ella resoplaba y lo aproximaba a mi mejilla.
- Dámelo, Sofi. – pedí abriendo la boca – Déjame que te coma las tetas.
Se inclinó hacia mí y noté un pezoncito junto a mis labios, lo rocé con la lengua, lo rodeé con los dientes y lo mordí muy despacio.
- Ummmmm. – gimió tensando las piernas –
Pero no era como el de Sofi, era redondito y más pequeño, parecía un garbancito muy tierno.
Lo succioné como si fuera un bebé y noté que ella se estremecía.
- Me encantan tus tetas. – dije soltando un momento esa maravillosa presa –
Se le escapó un leve gemido y lo aproximó un poco más a mi boca, la jodida quería que se lo siguiera chupando.
Puso la mano en mi pelo, lo acarició como si fuera un niño y atrajo mi cabeza a su pecho. Lo mordí suavemente y tiré de él hacia afuera.
- Ayyy. – soltó pero no lo apartó de mi boca –
Continué mordiendo el pezón y la penetré más fuerte con los dedos, los dejé metidos en su coño y busqué el punto G empujándolos hacia arriba.
- Ufffffff. – soltó un fuerte gemido a la vez que su sexo expulsaba un reguero de flujos –
Parecía que se meaba, le temblaban las piernas y del coño salió un chorro de jugos que inundaron en un segundo mis dedos.
- Ummmmmmmm. – gimió sin parar, apretando mi cara contra sus tetas –
No sé si era Sofi o era otra enfermera, pero estaba teniendo un orgasmo bestial y disfrutaba de lo lindo.
Saqué mi verga corriendo, y cuando la vi relajada, tiré con fuerza de su coleta obligándola a doblar el cuerpo.
Continué tocando sus tetas pero bajé su cabeza a mi miembro.
- Chúpamela, Sofi. – dije aún sabiendo que no era ella –
Abrió la boca deprisa y se la tragó en cuestión de segundos. La chica mamaba y mamaba y yo seguía castigando sus pechos.
- Así, Sofi, así. Cómeme bien la polla.
La sacó de su boca, deslizó la lengua por el tronco y llegó hasta mis huevos. Los lamió una y otra vez y volvió a recorrer el tronco hacia arriba para meterse el capullo en la boca.
- Chupa, Sofi, chupa. – exclamé tirando de su coleta –
La enfermera mamaba con tantas ganas que me estaba poniendo cardíaco.
- Ufffff. Deja que te folle, Sofi. – dije intentando levantarme –
Negó con la cabeza y siguió mamando mi verga.
Vaya lengua tenía, las babas salían de su boca y resbalaban desde el glande hacia abajo encharcando poco a poco mis huevos.
- Ufff. Venga, Sofi. – lo intenté de nuevo – Te la meto un poco en el coño y luego me corro fuera.
Noté que decía que no otra vez con la cabeza, mis ojos vendados no me dejaban ver quién era, pero sabía que era muy joven por la dureza de sus pechos y la estrechez de su sexo.
Envolvió el glande con los labios y excitó el frenillo con la lengua haciendo unas virguerías con la boca que me llevaron directamente al orgasmo.
- Voy a correrme, Sofi, voy a correrme. – avise para que preparara su boca –
Intentó apartarse de golpe pero la sujeté por el pelo.
- Chupa y abre la boca. ¡Joder! – dije muy excitado – Que voy a darte la leche que necesitas.
Siguió chupando deprisa hasta que notó que me corría, después apoyó la verga en sus labios y la sacudió con la mano.
- Ummmm. Joder, Sofi. Saca la lengua y chupa. – pedí tirando del pelo –
Lamió el capullo por debajo, para excitar el frenillo, y la leche salió disparada golpeando su boca y parte de su mejilla. No podía verlo, pero notaba cómo con la otra mano se limpiaba la cara apartando los mecos de la nariz y los ojos.
- Qué bien chupas, cabrona. – dije para tenerla contenta – Pero el próximo día voy a follarte ese coñito tan estrecho.
Chupó el capullo, pasó la lengua por el tronco y limpió por completo mi polla.
Se incorporó de la cama, entró un momento al servicio, y sin decir palabra alguna salió de mi habitación sin despedirse.
Vaya cuerpazo tenía, mejor que la Sofi sin duda, pechos pequeños pero tersos y firmes, y un coñito tan cerradito, que tenía que follármelo si o si la próxima vez que viniera.
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