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joven acaba en la cama con su vecina casi 50 años

Cuando tienes 20 años un trabajo de verano supone dos cosas, una putada porque tienes responsabilidades en momentos que deseas ocio y también una enseñanza muy grande, porque tus padres se van y te dejan solo a cargo de todo demostrándoles y demostrándote a ti mismo que puedes ser responsable.
Pues en esa situación me encontraba yo, había aceptado un trabajo de verano en una fábrica de piezas metálicas desde julio hasta septiembre, puesto que sólo con lo que me iba a embolsar me podía sacar el carnet de conducir y pagarme medio curso de la carrera, así ayudaba a mis padres un poco, que las matrículas son caras. Se trataba de un trabajo duro y cansado, no me solía quedar cuerpo entre semana para ir ni a la piscina a relajarme con mis amigos. Mis padres se habían ido a la casa del pueblo, y setecientos kilómetros es bastante distancia como para cuidar del nene si la cagaba en algo. Mi padre opinaba que asi me convertiría en un hombre de provecho, porque aprendería a sacarme las castañas del fuego, y mi madre que era joven para ciertas cosas de casa… cosas de madres.
Ese día el turno había sido especialmente duro, por suerte era viernes, estar entre maquinaria pesada un día en el que había casi 40 grados en la calle se notaba mucho. Por suerte era viernes por fin, volvía a casa a pie desde la parada del autobús, sudaba a chorros y no podía con mi vida, me pesaba hasta la mochila en la que solamente llevaba la ropa del trabajo y el envase vacío de la comida. Faltaban unos metros para llegar al portal cuando un perro en miniatura empezó a ladrarme para llamar la atención, miré hacia abajo y vi al chihuahua de los vecinos de abajo, siempre que me veía venia para que lo acariciase, me agaché y empecé a jugar con el, hasta que una voz me hizo levantar la cabeza:
-Javi, hijo que calor, no corre un poco de brisa.
-Ah, hola Rosa, la verdad es que hace un día muy malo.
-Pues la tele dice que está ola de calor va a durar al menos una semana.
-Pues estamos apañados, porque si tienes frío te abrigas, pero con calor, aunque vayas en pelotas por la calle vas a seguir teniendo calor.
Mi vecina se rió con mi comentario. Rosa es mi vecina del segundo, yo vivo con mis padres justo encima de ella, es una señora de 69 años que ya tiene hasta nietos, a mi me conoce desde que era un crío, desde que nos mudamos allí. La observé un par de segundos, llevaba un vestido negro fresco de verano de esos que suelen usar las señoras tanto para casa como para salir a los recados cuando llegan a cierta edad y unas sandalias azules, mide un metro sesenta aproximadamente y de joven había tenido que ser una belleza, porque de mayor seguía siendo muy guapa, a pesar de unas marcadas arrugas en los ojos, frente y mejillas, se había teñido el pelo de rubio platino para disimula las miles de canas que tenia. No era una mujer gorda ni delgada, tenía un cuerpo normalito, con una tripa visible, fruto de haber parido cuatro hijos y que antes las mujeres no cuidaban la figura después de los partos.
Bajé un poco la mirada y noté que el vestido tenía bastante escote, no pude evitar ver cómo una gota de sudor que caía de su cuello bajaba por el canalillo, estaba más que claro que no llevaba sujetador y que de joven había tenido un buen par de melones, ahora mermados y caídos. No sé por qué me quedé embobado viendo las manchitas de su piel en la zona del escote.
-Hijo, ¿Estás bien?
-Si, si, tienes razón, este calor me está dejando aplatanado, vengo del curro y estoy roto, voy a darme una ducha y a ver si descanso algo.
-Vale, hijo, si necesitas algo ya sabes dónde estamos, bueno, a Manolo solo lo mueves del sofá si tienes cerveza, así que si necesitas algo estoy yo.
Se lo agradecí y me metí en el portal, ahí al fresco y mientras esperaba al ascensor me di cuenta de que me había empalmado, no sé por qué la vista de esas temas viejas me había excitado.
Entré en casa y cerré, según hice eso me desnudé completamente en el pasillo y me di una ducha fresca. El resto de la tarde pasó con rapidez en calzoncillos, con una camiseta de tirantes, tirado en el sofá con una cerveza fría y viendo concursos de gente construyendo cuchillos de forma tradicional.
A la mañana siguiente me desperté en el sofá, no había cenado ni nada, desayuné en la cocina y me convencí que se puede limpiar un domingo en vez de un sábado, llegado a esa conclusión me volví a ir al sofá. Estuve vegetando un rato ahí hasta que sonó el timbre, me levanté en piloto automático y fui a la puerta, abrí y ahí estaba Rosa, la vecina, con una cafetera de goteo en la mano.
-Buenos días, hijo, perdona que te moleste, pero es que no enciende.
-Pasa, no te preocupes.
A mi siempre se me ha dado bien arreglar cosas y los vecinos solían venir a que obrar milagros con cacharros que, en su mayoría, eran bastante antiguos. Fuimos a mi habitación y Rosa se sentó en una esquina de la cama y yo me fui a sentar en mi escritorio, me puse a observar la cafetera y casi de la misma encontré el fallo, justo donde el cable se une al cuerpo del enchufe se veía una mella con cobre que sobresalía. Abrí un cajón y con la tijera corté el cable, rebusqué en el fondo de otro cajón y encontré un repuesto rápidamente, en unos minutos ya lo tenía todo listo y quité el cargador del móvil del enchufe, enchufé la cafetera y el botón se iluminó. Me giré a la vecina y me sonrió al ver la licencia, yo le devolví la sonrisa.
La miré ahí sentada en mi cama, con una bata de estar en casa sin mangas rosa, tenía más escote que el día anterior.
-Pues ya lo tienes, ya sabes que no tengo problema en ayudarte.
-Muchas gracias Javi, de verdad, porque a pesar de este calor yo sin un café a la mañana no arranco.
-No, ni yo, de todos modos yo también tengo café, si no funciona puedes venir.
-En mi época se solía invitar a las chicas a cenar, no a café, cómo cambian los tiempos.
Se rió de la cara que puse y después me dio un beso en la mejilla en señal de agradecimiento, mi rabo despertó de nuevo. Me había criado prácticamente con esa mujer y desde el día anterior me estaba excitando demasiado rápido en su presencia. Creo que ella se dio cuenta porque sólo llevaba el calzoncillo, a diferencia del dia anterior. Desenchufé la cafetera e intenté que mi erección pasara desapercibida.
-En tu época los tendrías haciendo cola para invitarte a cenar.
-Más o menos, pero ya sabes, la edad no perdona y nos vamos marchitando.
-¿Qué dices? Ya querrían chicas de mi edad estar tan guapas como tú.
Ella se volvió a reír.
-Calla, zalamero, que cosas tienes.
Se levantó y cogió la cafetera con una mano, me dio otro beso en la mejilla, esta vez tardó un segundo más en separarse de mí y se encaminó hacia la entrada mientras yo la seguía por el pasillo.
-Entiendo que tengas todo cerrado para que no entre calor, pero a parte de que esto parece una cueva si dejas tirados tus calzoncillos por ahí te vas a tropezar.
Yo me ruboricé un poco avergonzado porque viera eso, yo estaba más entretenido viendo su culo, que, pese a una leve acumulación de grasa estaba espectacular, se le notaba a través del batín una braga grande blanca que le tapaba bastante la forma, la polla me dolía al presionar contra el calzoncillo, miré hacia abajo y hasta la goma se me había separado de la cintura, menos mal que el pasillo estaba casi a oscuras.
Rosa abrió la puerta y me volvió a agradecer el arreglo. Al girarse de nuevo su mano libre rozó mi paquete, yo imaginaba que fuera algo involuntario, pero al irse me guiñó el ojo sonriendo.
Nada más cerrar la puerta me tuve que hacer una paja ahí de pie en el pasillo para liberar un poco la tensión, me limpié con el calzoncillo que yacía ahí desde la tarde anterior y lo eché a lavar. Tras ese acto que me dio una relativa serenidad me pegué una ducha fría para despejarme.
El resto de la mañana transcurrió con relativa tranquilidad, intentaba no pensar en nada, estuve jugando con el ordenador mientras la lavadora hacía su trabajo, después de colgar la ropa comí algo ligero y me tiré en el sofá con el ventilador al lado, a pesar de que toda la programación de sábado por la tarde era una mierda no conseguía dormir un poco a cuenta del calor. De repente el móvil vibró, era un WhatsApp de Rosa.
=Gracias por lo de la cafetera, de verdad, si algún día necesitas algo llámame sin problema, y más ahora que estás tú solo a cargo de la casa.
=No ha sido nada, ya sabes que estoy encantado de ayudarte.
=Bueno, yo ahí te lo dejo, por si algún día vienes cansado de trabajar o así te puedes bajar a cenar.
=O puedes subir tu. Le dejas al marido la cena y te vienes.
=Qué bobo eres, además a los jóvenes no se os da tan bien cocinar.
=Vale, pues te invito a un helado.
=Eso me lo apunto, que me encantan y con este calor.
=De hecho, ahora que lo dices me voy a coger uno del congelador que no se puede ni echar una cabezada con este calor.
=Vale, pero guárdame.
=Puedes venir a por el cuando quieras.
=Me das 10 minutos?
=Si claro, wasapeame cuando quieras.
Se cortó así la comunicación, suponía que tendría que atender cosas de casa, me daba pereza hasta levantarme a la cocina. Habían pasado menos de diez minutos cuando el timbre sonó. Ahí sí que me tuve que levantar, miré por la mirilla y vi la cara de Rosa en el rellano. Inmediatamente abrí y la dejé pasar, venía vestida con su batín rosa claro de esta mañana y directamente descalza para absorber el fresco del suelo, pero había algo diferente. La invité a pasar y la acompañé a la sala, allí ella se sentó cerca del ventilador. A través de los huecos de luz de la persiana vi que llevaba los labios pintados, esa era la diferencia que no había captado al principio, era un rojo suave muy bien perfilado.
Argumentó que venía a por su helado, como había dicho yo.
Fui a la cocina y cogí dos cucuruchos de nata y chocolate, volví a la sala y le di uno, después me senté en una butaca frente a ella, para así también compartir el ventilador la observé comerse el helado con tranquilidad y mi vista no pudo evitar bajar, por un momento juraría que no llevaba nada debajo del batín, pero deseché esa idea porque no había demasiada luz y podría estar equivocándome a cuenta de mi mente calenturienta, comimos el helado con una cháchara banal de lo mas tranquila, hablando de que mis padres estaban en el pueblo, que una de sus hijas estaba de vacaciones en Alemania, que otro iba a ser padre en unos meses y que su marido era capaz de dormir una siesta de horas incluso a pesar del calor. Fui a tirar los envoltorios y volví para seguir charlando con ella, por suerte la oscuridad ocultaba mi nueva erección, volví a sentarme y me di cuenta de que Rosa me miraba el calzoncillo.
-Veo que te alegras de verme.
Me puse rojo como un tomate y tuve que agachar la cabeza avergonzado.
-Eh, no te preocupes, es algo natural, bueno, con alguien de mi edad no es tan habitual, pero no pasa nada, hasta me siento halagada.
-Es que eres muy guapa, y estás muy bien.
-Qué va, yo ya soy una vieja chocha, tu deberías fijarte en chicas de tu edad.
-Bueno, pero también puedo fijarme en ti. Tengo ojos.
-Ya, bueno, soy una mujer casada que te triplica la edad.
-No veo aquí a tu marido.
-Ya, pero en ciertas circunstancias esto no estaría bien.
-¿Ciertas circunstancias?
-¿Por qué no te sientas aquí a mi lado?
Me levanté de la butaca y senté a su lado, no intenté disimular la erección al caminar porque ya no merecía la pena, ya me había pillado. Rosa puso la mano sobre mi muslo desnudo, le temblaba un poco, así que deduje que ella también estaba nerviosa.
-Javi, hace tiempo que nadie me mira como me miras tu y hace mucho que no levantó tantas pasiones, y verte ayer con el pitilin alegre me hizo sentir como una chavalita de nuevo.
-Siento si te ha incomodado, no fue a propósito. Pensé que no te habías dado cuenta.
-No, no, que va, si me siento halagada, con el tiempo que hace que no estoy con un hombre al final hasta me hizo ilusión.
-¿Y Manolo?
-Hace años que dormimos en camas separadas, cuando llegues a una edad lo entenderás.
Puse mi mano sobre su pierna, a la espera de que dijera algo y no lo hizo. Subí la mano, metiéndola bajo el batín y ella seguía en silencio. Cuando llegué al final del muslo descubrí que, efectivamente, no llevaba bragas. Rosa había cerrado los ojos y se notaba que se había dejado llevar. Cuando mi mano se empezó a deslizar hacia la entrepierna su mano me paró en seco.
-Perdón, me he pasado, lo siento.
-No, no es eso, tranquilo, me ha gustado, pero tienes que tener presente algo, esto no puede saberlo nadie.
-Si, lo entiendo, no te preocupes por eso.
-Vale, ahora quiero que hagas algo por mi.
-Dime.
-Quítate la camiseta y el calzoncillo, por favor, quiero verte.
Me puse de pie y con una mano me quité la camiseta, después liberé mi aprisionado rabo al quitarme el calzoncillo, estaba justo al pie del sofá, Rosa extendió su mano y acarició mi pecho hasta mi vientre.
-La verdad es que te conozco desde que era un crío, y ahora tengo ante mí a un hombre hecho y derecho.
Entonces ella también se levantó y abrió los cinco botones que cerraban el batín, lo separó un poco para dejar entrever su cuerpo, era mejor de lo que pensaba, a pesar de la edad tenía unas tetas grandes y un poco caídas, no eran del estereotipo de vieja que parecen dos calcetines llenos de arena, sí que era verdad que tenía arrugas también por el pecho y el vientre, eso era normal, y su coño apenas tenía pelo, cuatro pelillos canosos alrededor de los labios vaginales y en el monte de venus.
-No soy lo que te esperabas, ¿verdad?
Miró hacia el suelo con una pequeña mueca de vergüenza en su cara, yo me acerqué a ella, hice que el batín se deslizara por sus hombros hasta caer al suelo, le cogí la barbilla con el dedo para alzar su rostro y la besé en los labios. Ella al principio se dejó hacer, como si no supiera cómo reaccionar, después ya cogió confianza y me siguió el beso, su lengua se encontró con la mía dentro de su boca, nos besamos como dos enamorados, desnudos y abrazados, acariciándonos el uno al otro, estaba claro que ella estaba aún más cortada que yo, a pesar de ese pequeño acto de rebeldía que la había llevado hasta ahí, acaricié su espalda hasta el culo y ella dio un pequeño respingo, le indiqué que se volviera a sentar en el sofá, cosa que ella hizo, separé sus piernas.
Me acuclillé frente a ella y seguí besando sus labios, ella lamió mi boca. Bajé un poco besando su cuello, Rosa gimió suavemente y después lamí sus tetas mientras ella acariciaba mi espalda mientras se dejaba hacer, tras mordisquearle los pezones y estrujarle los perros seguí bajando por su vientre con la lengua, hasta llegar a su coño, ella se tensó en ese momento.
-¿Todo bien?
-Nunca me han hecho eso.
-¿Nunca?
-Soy de otra época, por aquel entonces no se hacían ciertas cosas.
-¿Quieres que parece?
-No, por favor.
Me arrodillé en el suelo de madera, moviendo un poco la mesita del centro, le hice separar las piernas un poco más para tener espacio, le pedí que se echara un poco más hacia adelante, ella se colocó como pedí y pude meter la cabeza entre sus piernas, lamí la cara interior de su muslo y sentí cómo se estremecía, desde ahí pude oler su sexo, tenía un leve aroma a gel de ducha, y el inconfundible olor a coño, pero muy apagado. Sin dudarlo, me abalancé sin miramientos a comerse el coño, Rosa se retorcía de placer mientras mi lengua jugaba con sus labios, subiendo y bajando por ellos, entrando alguna vez en su interior, lo cual le provocaba algún leve gemido, decidí meterme un poco dentro de ella, salivando su hueco, puesto que estaba algo seco, cuando vi que empezaba a arquearse ataqué su arrugado clítoris con mi lengua, Rosa empezó a revolverse sin control, estaba claro que estaba disfrutando y que el orgasmo estaba por llegar, cuando pasó puso las dos manos en mi cabeza y me apretó con tal fuerza que creí que me iba a meter dentro de su vagina, explotó entre gritos jadeantes en un potente orgasmo.
Después conseguí que me soltara y pude coger aire, la miré satisfecho, estaba con todo el pelo revuelto en la cara, recostada contra el respaldo con los ojos cerrados y tratando de respirar con normalidad, boqueaba como un pez.
-¿Te ha gustado?
-Me ha encantado, nunca había sentido algo así.
-Te dejaré descansar un poco.
-Gracias, ahora me vendía bien tumbarme un poco.
-Ven.
La cogí de las manos y la guié hacia mi cama, ahí íbamos a estar más cómodos los dos, ella dejó que la llevara, puesto que las piernas le temblaban una barbaridad. La habitación tenía la persiana un pelín más levantada, así que teníamos algo más de luz, ese lado daba hacia el este, así que el sol a esa hora no pegaba en ese lado.
Cuando se tumbó se deslizó un poco hacia un lado para dejarme sitio, mi cama es grande, así que no había problemas de espacio, me tumbé a su lado, los dos boca arriba con las cabezas giradas en la almohada para mirarnos a los ojos.
-Estamos mejor aquí.
-Si, es más espacio que el sofá.
-No, me refiero a que prefiero estar aquí, la habitación de tus padres está justo encima de la mía, y Manolo está echando la siesta, no creo que sea buena idea que nos pueda llegar a oír.
-¿Oír de qué?
-Por favor, no me tomes por tonta, sé por qué un hombre lleva a una mujer a la cama. Sé lo que va a acabar pasando.
-Tienes razón, por cierto, ¿Qué coño le has dicho a él?
-Que subía a ayudarte a limpiar, porque estás solo y los jóvenes sois muy dejados. Además, así te agradezco que hayas arreglado la cafetera.
-Ya… y vienes con los labios pintados y sin bragas…
-Te queda mucho por aprender, a estas alturas de la vida no se fija, para nada, en esas cosas.
-Pues por mi puedes subir las veces que quieras sin bragas.
Rosa tuvo la iniciativa de besarme esta vez. Yo le correspondí automáticamente, me coloqué sobre ella para poder tener mejor ángulo, ella puso las manos en mis caderas mientras mi polla iba frotándose contra su coño al ritmo de los besos, Rosa volvía a gemir de gusto, imaginaba que era por eso de que llevaba tanto tiempo sin estar con un hombre.
Sin pensar demasiado me separé un poco de ella y estiré el brazo para poder abrir el primer cajón de la mesilla de noche, rebusqué, un bote de lubricante cayó al suelo y por fin encontré una caja de condones. Rosa me miró perpleja.
-¿En serio?
-Es para evitar sustos.
-Cariño, la menopausia es el mejor anticonceptivo que existe. Pero coge el lubricante.
-¿Qué quieres hacer?
-Quiero que me tomes, pero las mujeres mayores ya no lubricamos como las jóvenes, si no te importa prefiero que no haya roces.
Entendí a qué se refería, cogí el bote y me eché un chorretón directamente en el rabo, después eché sobre su coño y ayudé con un par de dedos a extenderlo un poco y a hacer que le entrase dentro, Rosa estaba muy excitada.
-Gracias, cariño, ahora hazme sentir mujer otra vez, por favor.
Dicho y hecho, coloqué la punta a la entrada de su coño y, entre lo de hacía un rato y el gel a chorro, entró con facilidad, Rosa cerró los ojos esbozando una sonrisa triunfal, estaba recibiendo polla después de tantos años. Se notaba que estaba saboreando ese momento como si fuera un chute de juventud. Le di un movimiento suave de mi cadera para que se fuera acostumbrando, gemía con cada movimiento, nos besábamos mientras nuestros cuerpos abrazados se movían casi al compás, era algo suave, con cariño, me encantaba esa sensación, al abrir los ojos vi que los de ella me miraban con una sonrisa muy dulce, me encantaba verla así, me encantaba ver sus pechos caídos moviéndose al ritmo de los envites. Aumenté el ritmo un poco más, Rosa gemía y me pedía que no bajase el ritmo, así que aceleré un poco más, sus uñas se clavaron en mi espalda, provocando un dolor agradable, me faltaba muy poquito y noté que no era el único, así que mantuve el ritmo. Cuando Rosa gritó sentí dos cosas, sus uñas habían atravesado mi piel y mi polla había vaciado su contenido dentro de ella.
Me desplomé sobre ella y la besé, en ese momento mi mundo se reducía a esa cama y a ella, no existía nada más que el goce de nuestros cuerpos.
Después de eso dejé que mi polla saliera de su interior y me hice a un lado para no darle tanto calor. Me di cuenta de que estábamos sudando a chorros, entre el sexo y el calor que había en la casa estábamos empapados. Rosa se recostó sobre mi pecho con el pelo pegado en la cara, se lo aparté para poder ver sus ojos color miel.
-Pues sí que te gustan las maduras.
-Me gustas tú.
-Lástima que no seas más mayor o yo más joven.
-Eres perfecta como eres.
-Zalamero.
-Es verdad, eres preciosa, eres genial y estás para darte por todas partes.
-Exagerado. Además, la única parte usada es la que has usado tú.
-¿Nunca te has comido una polla?
-No.
-¿Nunca has follado por el culo?
-Por eso has hecho el comentario del lubricante, claro. Date cuenta de que en mi época esto también era para divertirnos, pero se usaba para hacer hijos, las otras partes como tú dices son una para comer y otra para cagar.
-Bua, pues si me dejaras yo te daría por todas partes.
-¿Y quién te ha dicho que no te deje?
-¿De verdad?
-Veamos, le acabo de ser infiel a mi marido con el hijo de los vecinos de encima y encima he disfrutado. ¿Acaso va a cambiar algo?
-No, supongo que no.
Estuvimos un rato así tumbados. Rosa me dijo que le apetecía un café, le dije que podíamos tomar uno. Nos levantamos y Rosa se fue para la sala, la seguí y le pregunté qué quería, respondió que ponerse el batín, le dije que lo dejara donde estaba, ella argumentó que le daba vergüenza ir en pelotas por la cada, le dije que estaba mejor así, ella sonrió y decidió seguir como estaba, fuimos a la cocina, allí le dije que se sentara en una silla, que me iba ocupando yo, eché café en polvo en la cafetera, rellené el agua y la puse en marcha, Rosa no pudo estarse quieta y se puso a trastear en los armarios en busca de tazas, me quedé embobado viendo ese culo, no pude evitarlo e hice un viaje rápido a la habitación, cuando volví ella había localizado las tazas y las tenía en la mesa, volvía a ella con las cucharillas, aproveché que se encontraba frente a la mesa para cogerla suavemente de los hombros para empujarla un poco, ella comenzó a inclinarse un poco sobre ella, hasta que entendió que la estaba haciendo recostarse sobre ella.
-¿Qué haces?
-Shhhh, tu a partir de ahora intenta relajarte lo máximo posible.
-Contigo es bastante difícil.
-Tranquila.
Rosa pegó la cara contra la mesa y yo me agaché tras ella, vi ese esplendoroso culo de nalgas arrugadas ante mi, se las separé con las manos y metí la lengua en su culo, ella gimió porque le gustó ese contacto y porque no se lo esperaba. Le di varios lametones en la raja y me concentré en ampliar el tamaño de su ojete con la lengua. Después abrí el lubricante que había ido a recoger a mi cuarto y le aplique en el culo como si fuera un ungüento, después me eché en el índice y presioné el dedo en su culo hasta que este empezó a aceptarlo, cuando pude mover el dedo con libertad en su culo añadí más lubricante y sumé un segundo dedo que rápidamente ya tuvo dentro, Rosa agarraba el mantel con fuerza mientras gemía, cuando vi que estaba listo acerqué un taburete y puse un pie en la barra del medio para darme un poco de altura cómoda en el pie. Embadurné mi polla en lubricante y la coloqué en la entrada de su ano, un ano virgen a los casi 70 años y que ahora era para mí. Mi capullo empezó a desaparecer dentro del culo de la vecina. Rosa lanzó un gritito ahogado.
-¿Estás bien?
-Si, duele un poco.
-¿Quieres que pare?
-No, ni se te ocurra, quiero que lo hagas.
Fui empujando más la polla, añadiendo lubricante en abundancia, no quería que le doliera en exceso. Fui entrando muy poquito a poco, para que se acostumbrara. Cuando estuvo toda dentro y se lo dije su cuerpo se relajó, entonces empecé a mover la polla hacia fuera y después de nuevo hacia dentro. Me movía suavemente adelante y atrás, Rosa gemía, le caía una lágrima y estaba roja.
-¿Todo bien, querida?
-Todo bien. Sigue.
-¿Te gusta?
-Me encanta.
Seguí tal y como ella me pidió, puse las manos en sus nalgas y se las masajeé mientras seguía follándome su delicioso culo, preferí no aumentar el ritmo porque no quería hacerle daño, estuvimos unos minutos así hasta que noté que flaqueaba un poco, signo de lo que venía , Rosa lo notó y me animó:
-Vamos, semental, lléname el culo de tu leche caliente.
Al oír esas palabras salir de la boca de la simpática y afable señora que vivía en el piso de abajo me excité más y dejé que mis huevos vaciaran de nuevo su contenido, esta vez dentro de su culo. Estaba agotado y muerto de calor, así que me dejé caer sobre ella, la cual se giró un poco y me besó la mejilla. Después me separé de ella y la ayudé a girarse, después la senté en la mesa mirando hacia mi y nos besamos abrazados.
Tras eso acerqué el azucarero, fui a la cafetera y vertí café en las tazas que Rosa había vuelto a colocar en el centro de la mesa. Tomamos café desnudos hablando de temas triviales. Después ella se limpió un poco los fluidos que caían por sus orificios y se volvió a vestir, tras eso se fue a su casa caminando un poco arqueada.
Aquella fue la primera vez.
Pero no la última.

1 comentarios - joven acaba en la cama con su vecina casi 50 años

JosephineHot1
Muy bien relato... espectacular tener una vecina asi... Y poder meterle la Verga por todos lados, sacarle la Puta que lleva adentro....