Este es el inicio de una nueva serie, espero les guste, y si no donarán lo agradecería mucho, los amo.
Capítulo 1: La Confesión Ardiente
Esa noche, todo cambió.
Eran las 2:37 AM y yo no podía dormir. Mi cuerpo ardía, como siempre, con ese calor húmedo que nunca se iba. Necesitaba tocarme, pero no me atrevía. No con *ella* durmiendo a solo metros de mí.
Mi hermana mayor, **Valentina (22 años)**, era perfecta. Dominante, segura, la favorita de papá y mamá. La chica que todos admiraban. Y yo… solo su sombra. Su hermanita obediente.
Pero esa noche, el destino jugó a mi favor.
Un gemido ahogado rompió el silencio.
Al principio, pensé que lo había imaginado. Pero entonces, lo escuché de nuevo. Un jadeo femenino, suave pero inconfundible.
*¿Valentina…?*
Con el corazón acelerado, giré lentamente la cabeza hacia su cama. La luz de la luna entraba por la ventana, iluminando su figura bajo las sábanas.
Y ahí estaba.
**Mi hermana mayor estaba masturbándose.**
Sus muslos se tensaban, sus caderas se arqueaban levemente, y su respiración era agitada. Tenía una mano bajo el camisón, moviéndose con un ritmo que me hizo tragar saliva.
*Dios…*
No podía apartar la mirada. Mi entrepierna palpitaba, mis dedos se clavaban en el colchón. Quería tocarme, pero estaba paralizada. ¿Y si me descubría? ¿Y si se daba cuenta de que la estaba viendo?
Entonces, como si me hubiera escuchado pensar, **Valentina abrió los ojos.**
Nuestras miradas se encontraron.
El mundo se detuvo.
Ella no dejó de tocarse. *Al contrario.* Sus dedos se movieron más rápido, sus labios se separaron en un gemido audible.
—*¿Te gusta lo que ves, Daniela?* —susurró, su voz cargada de lujuria.
Yo no pude responder. Solo sentía cómo mi tanga se empapaba, cómo mi cuerpo le rogaba que no parara.
Valentina sonrió, maliciosa, y entonces hizo lo imposible: **se quitó el camisón.**
Sus pechos perfectos quedaron al descubierto, sus pezones duros, su vientre marcado. Y entre sus piernas… *Dios, entre sus piernas*, sus dedos jugueteaban con su clítoris, brillante de excitación.
—*Ven aquí* —ordenó.
Y yo obedecí.
No lo pensé. Me levanté de la cama, temblorosa, y caminé hacia ella. Mis piernas flaqueaban, mi respiración era un caos.
—*Arrodíllate* —dijo Valentina, señalando el suelo frente a su cama.
Lo hice.
El aroma de su sexo me mareó. Estaba *tan mojada*, tan irresistible…
—*¿Cuántas veces te has tocado pensando en mí, hermanita?* —preguntó, pasando sus dedos por sus labios y luego acariciando mi boca.
El sabor de Valentina explotó en mi lengua. Salado, dulce, *perfecto.*
—*Contesta.*
—T-Todas las noches —confesé, avergonzada pero demasiado excitada para mentir.
Valentina rió, satisfecha, y entonces **me tomó del pelo.**
—*Pues hoy no vas a usar tus dedos. Hoy vas a usar tu lengua.*
Y sin darme tiempo a reaccionar, me empujó contra su sexo.
**Y yo devoré a mi hermana como una hambrienta.**
Lamí, chupé, bebí de ella como si fuera mi última comida. Sus gemidos llenaban la habitación, sus caderas empujaban contra mi boca.
—*Así… Así, perrita… No pares…*
Y no lo hice. No hasta que su cuerpo se tensó, hasta que sus muslos me aplastaron contra su piel, hasta que gritó mi nombre y su néctar inundó mi boca.
Cuando finalmente me soltó, jadeando, yo estaba temblando, mi entrepierna empapada, mi mente borrosa de deseo.
Valentina me miró, sus ojos oscuros llenos de poder.
—*¿Quieres venirte, Daniela?*
—S-Sí… —supliqué.
Ella sonrió.
—*Pues pídelo bien.*
—¡Por favor, Valen! ¡Necesito venirme! ¡Te necesito! —gemí, sin dignidad, sin vergüenza.
Valentina se bajó de la cama, me tomó de la muñeca y me tiró sobre el colchón. En segundos, **sus dedos estaban dentro de mí**, penetrándome con fuerza, retorciéndose en ese punto que me volvía loca.
—*Eres mi putita ahora, ¿entendiste?* —gruñó, mientras su pulgar frotaba mi clítoris.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Soy tuya! —grité, sintiendo el orgasmo acercarse.
—*Ven para mí.*
Y obedecí.
Mi cuerpo explotó, sacudido por oleadas de placer tan intensas que vi estrellas. Valentina no se detuvo, siguió follándome con los dedos hasta que el éxtasis se convirtió en sobresaturación, hasta que supe que ya no podría caminar al día siguiente.
Cuando finalmente me soltó, yo era un desastre. Jadeante, sudorosa, con las piernas abiertas y el sexo palpitando.
Valentina se lamió los dedos, sonriendo como una depredadora.
—*Esto solo fue el principio, hermanita.*
Y supe, en ese momento, que mi vida nunca volvería a ser igual.
Así termina el cap 1 de mi nueva serie y espero se hayan venido, besos en la cabecita.
Capítulo 1: La Confesión Ardiente
Esa noche, todo cambió.
Eran las 2:37 AM y yo no podía dormir. Mi cuerpo ardía, como siempre, con ese calor húmedo que nunca se iba. Necesitaba tocarme, pero no me atrevía. No con *ella* durmiendo a solo metros de mí.
Mi hermana mayor, **Valentina (22 años)**, era perfecta. Dominante, segura, la favorita de papá y mamá. La chica que todos admiraban. Y yo… solo su sombra. Su hermanita obediente.
Pero esa noche, el destino jugó a mi favor.
Un gemido ahogado rompió el silencio.
Al principio, pensé que lo había imaginado. Pero entonces, lo escuché de nuevo. Un jadeo femenino, suave pero inconfundible.
*¿Valentina…?*
Con el corazón acelerado, giré lentamente la cabeza hacia su cama. La luz de la luna entraba por la ventana, iluminando su figura bajo las sábanas.
Y ahí estaba.
**Mi hermana mayor estaba masturbándose.**
Sus muslos se tensaban, sus caderas se arqueaban levemente, y su respiración era agitada. Tenía una mano bajo el camisón, moviéndose con un ritmo que me hizo tragar saliva.
*Dios…*
No podía apartar la mirada. Mi entrepierna palpitaba, mis dedos se clavaban en el colchón. Quería tocarme, pero estaba paralizada. ¿Y si me descubría? ¿Y si se daba cuenta de que la estaba viendo?
Entonces, como si me hubiera escuchado pensar, **Valentina abrió los ojos.**
Nuestras miradas se encontraron.
El mundo se detuvo.
Ella no dejó de tocarse. *Al contrario.* Sus dedos se movieron más rápido, sus labios se separaron en un gemido audible.
—*¿Te gusta lo que ves, Daniela?* —susurró, su voz cargada de lujuria.
Yo no pude responder. Solo sentía cómo mi tanga se empapaba, cómo mi cuerpo le rogaba que no parara.
Valentina sonrió, maliciosa, y entonces hizo lo imposible: **se quitó el camisón.**
Sus pechos perfectos quedaron al descubierto, sus pezones duros, su vientre marcado. Y entre sus piernas… *Dios, entre sus piernas*, sus dedos jugueteaban con su clítoris, brillante de excitación.
—*Ven aquí* —ordenó.
Y yo obedecí.
No lo pensé. Me levanté de la cama, temblorosa, y caminé hacia ella. Mis piernas flaqueaban, mi respiración era un caos.
—*Arrodíllate* —dijo Valentina, señalando el suelo frente a su cama.
Lo hice.
El aroma de su sexo me mareó. Estaba *tan mojada*, tan irresistible…
—*¿Cuántas veces te has tocado pensando en mí, hermanita?* —preguntó, pasando sus dedos por sus labios y luego acariciando mi boca.
El sabor de Valentina explotó en mi lengua. Salado, dulce, *perfecto.*
—*Contesta.*
—T-Todas las noches —confesé, avergonzada pero demasiado excitada para mentir.
Valentina rió, satisfecha, y entonces **me tomó del pelo.**
—*Pues hoy no vas a usar tus dedos. Hoy vas a usar tu lengua.*
Y sin darme tiempo a reaccionar, me empujó contra su sexo.
**Y yo devoré a mi hermana como una hambrienta.**
Lamí, chupé, bebí de ella como si fuera mi última comida. Sus gemidos llenaban la habitación, sus caderas empujaban contra mi boca.
—*Así… Así, perrita… No pares…*
Y no lo hice. No hasta que su cuerpo se tensó, hasta que sus muslos me aplastaron contra su piel, hasta que gritó mi nombre y su néctar inundó mi boca.
Cuando finalmente me soltó, jadeando, yo estaba temblando, mi entrepierna empapada, mi mente borrosa de deseo.
Valentina me miró, sus ojos oscuros llenos de poder.
—*¿Quieres venirte, Daniela?*
—S-Sí… —supliqué.
Ella sonrió.
—*Pues pídelo bien.*
—¡Por favor, Valen! ¡Necesito venirme! ¡Te necesito! —gemí, sin dignidad, sin vergüenza.
Valentina se bajó de la cama, me tomó de la muñeca y me tiró sobre el colchón. En segundos, **sus dedos estaban dentro de mí**, penetrándome con fuerza, retorciéndose en ese punto que me volvía loca.
—*Eres mi putita ahora, ¿entendiste?* —gruñó, mientras su pulgar frotaba mi clítoris.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Soy tuya! —grité, sintiendo el orgasmo acercarse.
—*Ven para mí.*
Y obedecí.
Mi cuerpo explotó, sacudido por oleadas de placer tan intensas que vi estrellas. Valentina no se detuvo, siguió follándome con los dedos hasta que el éxtasis se convirtió en sobresaturación, hasta que supe que ya no podría caminar al día siguiente.
Cuando finalmente me soltó, yo era un desastre. Jadeante, sudorosa, con las piernas abiertas y el sexo palpitando.
Valentina se lamió los dedos, sonriendo como una depredadora.
—*Esto solo fue el principio, hermanita.*
Y supe, en ese momento, que mi vida nunca volvería a ser igual.
Así termina el cap 1 de mi nueva serie y espero se hayan venido, besos en la cabecita.
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