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El problema de los seis cuerpos (1)

este relato no tiene relación ni con la serie ni con los libros de "El problema de los tres cuerpos"

Todo empezó cuando Valentina cambió de pronto las vacaciones. Bueno, se las cambió su empresa, pero ya nos jodieron los planes. Nuestra idea era irnos quince días juntos a la playa, a desconectar y a echar un polvo tras otro en la habitación del hotel como si estuviéramos en celo. No es que seamos novios, es mi follamiga. Llevamos un año viéndonos con cierta frecuencia para tener sexo.

Pero al final, como digo, no pudo ser. Le pospusieron el viaje por unos asuntos de trabajo “muy importantes”, así que acordamos que aprovecharíamos nuestras respectivas ausencias (ella se iría más tarde, y si cancelaba el hotel, ya no nos devolvían el dinero) para follar con quien pudiéramos, y a la vuelta nos daríamos un revolcón.

Mis dos semanas en la costa fueron… bueno, bien. No es que me hinchase a follar, pero alguna cayó y lo pasamos muy bien. En el mejor contexto, además: fiesta, haciendo locuras, y sabiendo que no tiene que ocurrir nada después. Creo que no tengo que decir que, mientras, Valentina en nuestra ciudad follaba más que yo, pero la realidad es así.

De modo que, después de regresar a mi casa, a mi rutina, y que justo ese día Valentina se fuese a disfrutar de su tiempo de vacaciones, yo estaba salivando porque llegase el viernes por la noche, a ver si se daba bien la cosa. Bueno, al menos, a tomar una copa y escuchar música a todo volumen, pero si conocía a alguien, win-win. Me puse mi ropa (un polo blanco de buena marca y pantalones a juego) y fui al Copeo, un local a veinte minutos de mi casa.

Ni la ropa ni el local los elegí aleatoriamente, sino porque ya había comprobado que ese outfit hacía maravillas en aquel sitio de copas. La misma ropa no me funcionaba igual en otros sitios, ni lograba gran cosa en ese local cuando no la llevaba puesta. A Valentina la había conocido allí, así como a prácticamente todos mis ligues del último año, de modo que iba a intentar ir sobre seguro.

Pagué (a disgusto) el precio por entrar, y atravesé con cuidado a la gente que lo estaba dando todo en la pista de baile. Fui echando un vistazo. Me daba la impresión de que toda la ropa de tía era cada vez más corta. Vaya escotes, y vaya culos. Miré el reloj. No era tan tarde como para que una chica de pronto gritase eufórica y se arrancase la camiseta, mostrando sus tetas a todo el mundo. Pero ella se lo pasaba bien, y además las tenía bonitas.

Llegué a la barra, y alguien me llamó la atención. Una chica morena, de unos ojos verdes preciosos, estaba sentada tomándose un cubata. Llevaba puesto un vestido rojo de una sola pieza, que tenía pinta de ser nuevo (y de que no había acertado con su talla), y que mostraba un escote interesante. No eran las tetas más grandes del mundo, pero juraría que ese culazo que tenía lo compensaría con ganas. Y un bolsito, donde se guardó el móvil (y, por el tamaño, no cabía nada más).

Pedí mi gin-tonic y me fui acercando a ella. Despacio. Me entretuve con una canción que sonaba, y finalmente acabé a su lado, justo cuando daba el último trago.

“Otro cubata”, pidió al camarero, y tuvo que repetirlo gritando para que la oyera. Tenía una expresión serena, pero algo me indicaba que en realidad no le apetecía estar allí.

“¿Te invito?”, ofrecí de inmediato. A ver cómo se daba.

“No, gracias”, respondió ella, y se apresuró en acercar el billete para que le cobrasen.

“¿Y bailas?”

“Lo siento, pero no”

Chasco. Bueno. Empecé a otear el horizonte, a ver alguna…

“Qué pronto te rindes”, me dijo de pronto.

“¿Perdón?”

“Solo te he dicho que no quiero una invitación ni bailar. Pero no que no puedas quedarte”, sugirió.

Aquello me sorprendió, pero sonreí. Jueguecitos, pues a jugar. Localicé un taburete, que no se partió (la última vez en ese bar, la silla que quise ocupar se rompió la pata cuando me senté; obviamente aquel ridículo me hizo perder las oportunidades de sexo) y me quedé con ella.

“Me llamo JP”, me presenté.

“Yo soy Dani… Daniela”, respondió ella. Pareció dudar y al final se decidió por echarse hacia adelante y darme dos besos en las mejillas.

“Creo que no te he visto mucho por aquí”

“Es la primera vez, sí. No suelo salir mucho de fiesta”

“¿Y eso?”

“Antes salía con mi novia, pero… desde que lo dejamos he estado un tiempo en casa”, me contó.

”Novia”. Es lesbiana. O, ¿tal vez bi?, pensé. Bueno. Había que intentarlo. Aunque había algo en Daniela que no me quitaba las ganas de charlar con ella, incluso si no acabábamos retozando.

“Y has decidido salir a pasarlo bien, entonces”

“Más o menos, aunque la verdad es que estos sitios no son mi rollo”

“Dani… perdón, Daniela…”

“Tranquilo, Dani está bien”

“A estos sitios se viene a ligar”

“Ya, bueno. Quizá eso era lo que andaba buscando”, me reveló. “Pero este sitio, tan… no sé. No me convence”

“Bueno. La noche es joven”, dije, mientras terminaba mi bebida. Le alcé el vaso de tubo vacío al camarero, para que me sirviera otro. “Si no estás aquí cómoda, puedes buscar donde te sientas más cómoda”

“Difícil. No conozco la noche en solitario”

“¿Y tu grupo de amigas?”, curioseé.

Daniela pareció pensarse la respuesta, y dio un trago. Apenas había bebido la segunda copa. Al menos, que yo le viera.

“Ahora mismo… están con mi ex”, respondió en tono melancólico. “No sé… Igual no ha sido buena idea venir”

“Bueno. Si te apetece compañía, yo estoy libre esta noche”, me ofrecí. Total, si no la iba a volver a verla, me daba igual arriesgarme. Si solo le gustaban las chicas, pues que se fuera a buscar alguna.

“¿No has quedado con nadie?”

“A veces vengo con una amiga, pero está de vacaciones”

“Oh, así que has venido de caza…”

“Puede”, respondí, y me acabé la bebida. Ella dejó su vaso, apenas tocado, en la barra. “Voy un momento al servicio”, le dije.

Me levanté y fui. En parte porque tenía ganas de mear. En parte por ver si me esperaba. Llegué a los servicios. Por supuesto, estaba prohibido follar y drogarse en ellos, y por supuesto, podía escuchar a una chica jadeando y contra la puerta de uno de los urinarios, además de haber un chaval preparándose una raya en el lavabo. Procurando no meterme en jaleos, hice lo que tenía que hacer, me lavé las manitas lejos del de la raya, y salí de allí mientras a la chica no le daban un respiro y juntaba el orgasmo con una segunda follada.

Y cuando salí del baño, Daniela me estaba esperando.

“¿Qué pasó?”

“Cuando te has ido ha venido otro tío y me ha entrado”

“Vaya. ¿Y qué has hecho?”

Y por toda respuesta, me sujetó las mejillas y me besó. La hostia, qué beso más rico. Sus labios tenían sabor a fresa. Y su técnica me gustaba mucho. No me gusta quejarme, pero Valentina respetaba mucho nuestro acuerdo de que estábamos para follar, y era raro que me diera un beso. Y esta chiquilla, de pronto, me comía la boca a las mil maravillas. Guau. Incluso su lengua llegó hasta mi boca.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, incluso algún gilipollas nos empujó para entrar o salir del servicio, pero ella y yo mantuvimos nuestro beso hasta que lo rompí con suavidad.

“Mi casa está a media hora en taxi…”, me soltó.

“La mía a veinte”, propuse. Ella pareció valorarlo antes de responder.

“Vamos”

Salimos de allí. Nos dimos la mano, o más bien lo intentamos, porque entre tanta gente era difícil moverse. No sé si alguien se confundió y quería magrearla, o le gusté yo, porque noté una mano restregándose en mi culo, pero me dio igual. Daniela parecía tirar de mi, y llegamos por fin a la calle.

Apenas nos montamos en el taxi y le di mi dirección, ella preguntó:

“¿Le importa si nos damos el lote aquí atrás?”

“Mientras no manchéis nada…”, respondió el taxista de voz ronca, y se puso en marcha hacia mi casa. Así que Dani y yo aprovechamos para volver a besarnos. Yo intentaba ser comedido, pero ella parecía querer absorberme el alma. Sentía su lengua recorriendo mis labios antes de volver a frotarse contra la mía. El trayecto se me hizo corto (a pesar de que vigilaba por el retrovisor, y el taxista parecía desaprobar nuestra conducta), y por fin llegamos a mi calle.

Justo antes de entrar al portal, me detuvo, sujetándome la mano. No sería la primera vez que se me echan para atrás, pero normalmente prefiero que lo hagan antes incluso de venir a mi casa.

“JP, ¿esto te parece bien?”, me preguntó, un tanto preocupada.

“¿El qué?”

“Esto que estamos haciendo. Que vamos a hacer…”

“Tía, después de ese beso, no puedo pensar en otra cosa”

Ella sonrió, y entramos al portal. En el ascensor, volvió a preguntarme.

“¿Seguro que no tienes novia?”

“Me habría dado cuenta si la tengo”, bromeé.

Llegamos a mi piso. No era lo mejor del mundo, pero era mío. Todo tipo loft. Nada más entrar, te topabas con el sofá, la mesita para comer, y la televisión, así como un mueble donde guardaba algo de menaje, y a mano izquierda estaba la “cocina” (una encimera, una vitrocerámica con el horno debajo, un microondas, una cafetera, el fregadero, todo en fila y seguido). Había usado dos biombos para separar así mi cama (al lado de un armario empotrado, que sí era bastante espacioso) y mi escritorio de trabajo. Al fondo estaba el servicio.

“Bienvenida”, dije.

Daniela pareció recuperar la pasión y la confianza en ese momento. Volvió a besarme. Yo la alcé con cuidado (aprovechando para tocarle el culo) y ella cerró las piernas en mi cintura mientras la llevaba a la cama. Cuando la dejé sobre el colchón, ella dejó caer su bolso al suelo y luego me quitó el polo. Parecía valorarme, pero sonrió complacida. Se puso de rodillas en el colchón, de espaldas a mi, ofreciéndome la cremallera de su vestido. Me puse tras ella y se la fui bajando mientras probaba el sabor de su cuello. Cuando el vestido había bajado lo suficiente, le sujeté las tetas por encima del sujetador. Ella gemía. Puso sus manos sobre las mías, invitándome a seguir.

“Quítamelo”, pidió, y le desabroché el sujetador. Ahora podía tocarla con las manos desnudas. “Aaaaah, los tengo sensibles…”

“¿Y si hago esto?”, pregunté, haciéndola girar y echarse en la cama. Me quedé sobre ella y empecé a lamer sus tetas, jugando mucho con sus pezones, lo cual la hacía gemir. Terminé de apartar su vestido, y ella juntó las piernas, un tanto avergonzada. Parecía luchar entre la lujuria y el miedoY yo me iba a ocupar de que no tuviera más miedo. Ella misma me había puesto las manos en las mejillas, instándome a seguir, y luego reclamó otro beso con nuestras lenguas luchando con fiereza.

“Oye… ¿tienes gomas?”, preguntó en ese momento.

Me levanté y me acerqué a la mesilla de noche, donde las guardaba. Separé una de la ristra, y me puse frente a ella. Daniela, nuevamente, parecía asustada, pues me volvió a tomar las manos cuando fui a quitarme el pantalón.

“¿Estás segura de esto?”, le pregunté. Joder, como me diga que no, ni diez pajas me van a bajar la erección, pensé.

“No tengo experiencia… con hombres”, me dijo, muy despacio. ”Solo con mi ex-novia. ¿Es eso… un problema para tí?”, preguntó, con la voz quebrada.

“Claro que no. La pregunta es si tú quieres que siga”, respondí, mientras en mi cabeza daba a gracias a Dios por aquella chica.

“Quiero hacerlo. Pero por favor, con calma…”

“Claro”, dije, y me bajé los pantalones. Mi picha agradeció liberarse de la presión. Daniela abrió bastante los ojos, y más aún cuando me quité el boxer. Mi polla erecta apuntaba directamente hacia ella, pero lo tomé con calma y me senté en la cama.

“Con permiso”, dije, y me estiré para quitarle las bragas. Ella se dejó hacer, aunque luego le tuve que apartar las manos suavemente, pues se tapaba el coñito. “¿Qué tal si hago esto?”, pregunté mientras empezaba a acariciarle el chocho. Fui deslizando un dedo entre sus labios inferiores. Ella echó la cabeza hacia atrás, disfrutando.

“Muy bien… ¡oh!”, encontré un poco de resistencia para meterle el dedo, pero Dani relajó su cuerpo y pude seguir. “Dios, qué bueno…”

“Tócamela”, pedí. “A ver si te gusta”

Ella siguió mis instrucciones y empezó a hacerme una paja. La hostia. Para no haber probado nunca una picha me masturbaba de maravilla. Yo seguí jugando con su coño, asegurándome de que quedaba bien mojadita.

Cuando ya no podía aguantar más, rasgué el envoltorio brillante y me puse el condón. Ella se puso para mi en misionero, separando bien las piernas. Con cuidado, froté su chochito con mi picha, suavemente, mientras ella gimoteaba.

“¿La quieres?”, pregunté juguetón.

“Por favor… hazlo…”, temblaba ella debajo de mi.

Y suavemente, empujé mi polla dentro de ella. Solo la punta. Suficiente para hacerla gemir. Su respiración se agitó más. Con cuidado, hacia atrás… y otra vez hacia adelante. Hasta que me topé con un poco de resistencia. Dani jadeaba. Se la saqué, y ella volvió a murmurar “sigue…”. Volví a metérsela, un poco más. Llegué más profundo. Qué coñito más apretado, por Dios. Guau, ahora deslizaba mejor. Y me hundí completamente dentro de ella.

“Aaaaah…”, gimió.

“¿Te duele?”, pregunté, y se la fui a sacar.

“Espera… Es grande”, suspiró. “Pero… Dios, no entiendo…”

“¿El qué?”

“Que se sienta tan bien…”

“Así que te gusta”, dije, y le acaricié la mejilla. “¿Y si hago esto?”, se la metí y se la saqué, no entera, apenas un poco, lo justo para que me sintiera moverme dentro de ella. Daniela estaba completamente roja. Intentaba contener sus gemidos mientras se la metía.

“JP, espera… no haces eso”, me pidió. Me detuve en ese momento, pensando que se había acabado. “Házmelo bien… por favor”

“¿En serio?”

“Quiero que me folles”

Y me encorvé sobre ella y empecé a follarla. Empecé despacio, su coño aún se estaba acostumbrando a mi falo. Qué rico lo apretado que lo tenía. Pero se adaptaba bien al ritmo. Y de pronto noté que tiraba de mi hacia ella, y me volvió a besar. Así, nuestras lenguas bailaron juntas mientras yo se la metía una y otra vez. Noté que su cuerpo se iba liberando con cada movimiento, y la sentía gemir contra mi boca cada vez que entraba por completo dentro de ella.

“Quiero ir más rápido”, le pedí. Ella me detuvo por un momento.

“No hables… solo… hazlo hasta el final, ¿vale?”, preguntó.

“¿Y si me corro?”

“Tienes la goma… y ahora sigue, por favor, necesito esto”, pidió y volvimos a besarnos.

De modo que continué más rápido. Ese ritmo me gustaba más. Nuevamente encontré un poco de resistencia que se fue pasando mientras la embestía. Ella no parecía dispuesta a dejar de besarme. No estaba acostumbrado yo a tanto, pero me daba igual. Busqué sus tetas con una mano y las acaricié mientras la follaba. Cuando separamos la boca para respirar, ella siguió buscando mi lengua con sus labios.

Y en ese momento, sentí algo húmedo en mi pelvis. Daniela parecía asustada. Increíble. Se había corrido y había chorreado sobre mi.

“Di-Di-Dios… lo sien-sien…”, intentó disculparse, pero yo seguía penetrándola.

“Me encanta que te hayas corrido”, le dije.

“¿De ver-verdad?”, preguntó. Parecía a punto de llorar.

“Eso es que estás disfrutando…”

“¿Y tú no te corres porque no disfrutas?”, balbuceó.

“Claro que me gusta… ¿Puedo seguir?”

“¡Hazlo!”

Y aumenté el ritmo. Ya no tenía sentido contenerme más. Además tenía el condón puesto, así que bombeé dentro de ella, bien sujeto a sus caderas, hasta que me corrí. Aguanté unos momentos más, estirando mi orgasmo mientras vaciaba mi picha dentro de la goma. Ella gimoteaba, y respiraba agitadamente.

Jadeamos, y se la saqué con cuidado, antes de quitarme el condón y hacerle un nudito. Luego lo dejé caer al suelo y me tendí sobre ella, quien parecía muy alterada.

“¿Qué tal?”, pregunté.

“Raro…” respondió ella. “O sea, se ha sentido genial… pero ¿por qué?”

“¿Por qué? ¿Eso importa?”, pregunté, extrañado. “Lo has disfrutado, de eso se trata”

“Pero yo…”

“¿Eres lesbiana?”

“Yo… creía que solo me gustaban las mujeres”, me contó. “Pero llevo días pensando… hoy había salido pensando que no me iba a gustar nadie y se me quitaría la tontería. Pero besarte fue… fue la hostia, ¿vale? Y pensé que en cualquier momento iba a necesitar parar, pero lo he disfrutado mucho, y ahora me siento mal por haberte utilizado, y…”

“Espera, espera, espera”, dije, y le puse las manos sobre los hombros, con cariño. “Tú no me has utilizado. Es más, me halaga si dices que te he gustado lo suficiente como para llegar al final. Tu habías roto con tu novia, ¿verdad?”

“Sí…”

“Entonces no hay nada de malo en lo que hemos hecho”

“Ya… ¿Y en querer repetir?”, preguntó.

“¿Quieres echar otro?”

“Sí, pero… no sé como. Aunque me ha gustado, no… no estoy preparada para hacer otras cosas…”

“Bueno, haz una cosa. Date la vuelta”

“¡No vas a follarme el culo!”, dijo, indignada.

“Claro que no. Tú date la vuelta”, dije, mientras me hacía una paja. No tardé mucho en volver a tener una erección. Volví a la mesilla a por otro condón, me lo puse, y volví con ella al colchón. Se había puesto en cuatro. Dios, qué culo. Y qué pena perdérselo esa noche. Pero al menos podría tocarlo mucho.

Separé sus piernas suavemente para tener acceso a su coñito. Con cuidado, volví a penetrarla. Esta vez su cuerpo me aceptó con más facilidad.

“¡Aaaah! ¡Se siente distinto!”, gimió Daniela.

“¿Distinto bien?”

“Dis… Distinto muy bien”, reconoció. “¿Tantas ganas tenías de probar mi culo?”, preguntó, pues mis manos lo recorrían entero. “Por favor, no”, pidió cuando notó mi dedo acariciando su ano. “No lo estropees…”

“Tranquila, Dani. No pienso hacerte nada en el culo si no quieres. Porque lo prefieres así, ¿verdad?”, pregunté mientras empezaba a moverme dentro y fuera de ella.

“Ah, sí… sigue…” pidió mientras curvaba su espalda y me dejaba hacer. Me sujeté a su culito para follarla. Ella liberaba la tensión que sentía en las nalgas, y se las pude reparar para ver su rosado ano. Qué lástima, siempre tenía lubricante para follar bien en anal. Pero no me podía quejar de su coñito, ni de la forma en que su cuerpo empezaba a responder, a acostumbrarse a mis movimientos y a seguirlos.

“¿Te gusta, nena?”, pregunté. “Quiero ir más deprisa…”

“Espera… antes sácamela”, pidió.

No entendí nada. Pero cuando se la saqué, ella se giró para poder besarme nuevamente. Dejamos que nuestras lenguas hicieran lo que más les gustaba aquella noche, y luego volvió a ponerse en cuatro para mi. Yo apoyé un pie en el colchón y la arirmé más a mi, logrando penetrarla con más ganas. Increíble, cuando se la voy a meter, ella misma echa el culo hacia atrás, pensé. Quise azotarla, pero me contuve, no lo iba a estropear en ese momento. A punto de acabar…

Aumenté la velocidad de mis embestidas, y cuando me corrí, volví a sentir algo húmedo en mis piernas. Mantuve el ritmo, follándome Daniela mientras ella chorreaba sobre mi pierna (la otra la tenía levantada, apoyando el pie en la cama) mientras yo llenaba el preservativo con mi lefazo.

Jadeando, Daniela se dejó caer hacia adelante en el colchón. Yo me quité la gomita y tras asegurarme de que no había fugas, me tumbé en la cama a su lado.

“¿Te quieres quedar a dormir?”, le ofrecí.

“¿Es que pensabas echarme?”, murmuró. “Después de haberme follado…”

“Claro que no. Me gusta tu compañía”

“Y algo más”, dijo ella. Y reptó hacia mi, y apoyó la cabeza sobre mi pecho. “Oye, perdona… es que estoy muy confusa…”

“Lo entiendo. No te preocupes. Tú pensa lo que necesites pensar”.

Ella asintió. Se estiró para darme un último beso y cerró los ojos sobre mi pechoi. Miré el reloj. No era mala hora. Me acomodé para dormir.

“JP…”

“Dime”

“¿Es necesario que me pongas la mano en la teta para dormir?”

“¿Te molesta mucho?”

“... La verdad es que no. Pero intenta que no me ponga cachonda”, pidió.

Y así, nos quedamos dormidos.

Por la mañana, Daniela se había movido, y ahora descansaba a mi lado. Miré su hermosa carita. Luego salí de la cama con cuidado, rescaté mis pantalones, y saqué mi teléfono móvil. Me tumbé de nuevo en la cama, mientras mi compañera dormía, y me puse a revisar los mensajes.

La verdad es que no tenía muchos. Un grupo de amigos (con los que solo podía quedar como una vez al mes o así), un compañero de trabajo con problemas para dormir y que pensó que le podía responder a las dos de la mañana para enviarle ui fichero, y Valentina. Eso me sorprendió, no era habitual en ella escribirme de noche.

Pero tenía mensajes suyos… por la hora, empezó a escribirme cuando estaba en el taxi con Dani. Me puse a revisar los mensajes. “Joder, vaya mierda de noche, todos aquí eran parejas, o gays”. Una fototetas. “¿No las echas de menos?” Un nude. “Vamos, cariño, si te vas a tocar, al menos dame algo para mi”. Otro nude, pero con primer plano de su coño. “Mira qué mojadito está por recordarte…”

“Me dijiste que no tenías novia”, dijo una vocecita a mi lado. Dani se había despertado y se había asomado a ver mi teléfono.

“No es mi novia. Es una follamiga”, respondí con calma.

“Tú sabrás. Sobre todo la engañas a ella…”, suspiró.

“No pareces muy enfadada. Pero te aseguro que entre Valentina y yo solo hay sexo. A ver, me cae bien y eso, pero no hay nada formal. Simplemente, lo pasamos bien”

“¿Y no quieres algo más serio con ella?”

“¿Por qué lo preguntas?”

“Por nada… Por saber si en algún momento te vas a ir con ella y me vas a dejar tirada, supongo”

Miré a Daniela. Ella me devolvió la mirada, muy seria.

“Valentina y yo solo follamos. Y ella, además, está de vacaciones. E incluso si estuviera aquí, no te daría de lado ahora mismo para follar con ella…”

“¿Por qué no? Ella tendrá más experiencia… te la podrá chupar, le podrás dar por culo si quieres…”

“¿Por qué te comparas con ella? No querías hacer esas cosas…”

“No lo sé… Mira, JP, eres un tío de puta madre, ¿vale? Pero tengo unas inseguridades terribles ahora mismo. Y estar aquí, contigo, no creo que me ayuden a aclararme… Lo siento…”

“No te preocupes…”

“Mejor me voy”, dijo ella. Yo me quedé quieto mientras ella se ponía la ropa interior y luego el vestido por encima. Un poco arrugado, pero bueno. Buscó su bolso, lo localizó, y pidió un taxi.

“¿No quieres al menos tomar un café?”, le ofrecí.

“Lo siento…”

Y se marchó de allí. Yo me quedé en bolas un rato más en la cama hasta que decidí ponerme en marcha. Con lo bien que había acabado la noche, y lo mal que empezaba la mañana…

CONTINUARÁ

Este primer relato se puede leer de manera independiente. En posteriores capítulos también habrá escenas de sexo entre hombres y entre mujeres.

Y recuerda, todos los relatos que he publicado en Poringa! puedes revisarlos en este enlace 🙂

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