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La tanga y el deseo en el fondo del bus


La tanga y el deseo en el fondo del bus


E
La tanga y el deseo en el fondo del bus" (Versión extendida)
Me subí al bus a media tarde, como casi todos los días, pero esa vez era distinto. Sentía una ansiedad deliciosa recorriéndome por dentro. Llevaba un vestido corto, ceñido al cuerpo, sin corpiño… y una tanga diminuta que ya empezaba a mojarse con solo pensar en jugar.
El colectivo iba casi vacío. Caminé lento, sintiendo las miradas en mi espalda. Sabía lo que provocaba. Me senté a la mitad del bus, crucé las piernas lentamente, dejando que la tela se subiera un poco más arriba de lo decente. Alcé la vista, y ahí estaba él: un hombre mayor, solo, a unos asientos de distancia. Me observaba como si no pudiera evitarlo. Tenía la mirada clavada en mis muslos, en mis pechos que se marcaban bajo el vestido sin sostén.
Me relamí los labios. Esa sensación me excitaba.
A los pocos minutos, lo sentí levantarse y acercarse, quedándose de pie cerca de mí, fingiendo mirar por la ventana. Me gustaba su nerviosismo. Ese deseo contenido que no sabía manejar.
Entonces, lo miré directo a los ojos y le dije en voz baja:
—¿Querés mirar más de cerca? Hay lugar en el fondo…
Él dudó. Pero yo me paré y caminé hacia atrás, mis caderas moviéndose sensualmente. Me senté en el último asiento y lo esperé con las piernas entreabiertas. Cuando llegó, se sentó a mi lado sin decir palabra, temblando un poco.
Me incliné hacia él y susurré en su oído:
—¿Te gusta lo que ves?
—Mucho… —respondió él, con voz ronca.
—¿Sabés lo que me gusta a mí? —le dije mientras pasaba un dedo por el borde de mi muslo—. Que un hombre se masturbe para mí. Que me mire a los ojos mientras lo hace… ¿Te animás?
Él tragó saliva. Su mano temblorosa bajó hacia su pantalón. Yo lo observaba, húmeda, caliente, con el pulso desbocado. Lentamente, se abrió el cierre y liberó su erección. Empezó a tocarse, al principio tímido… hasta que lo guié.
—Más fuerte… sí, así… mírame —le ordené, acariciándome por encima del vestido—. Imaginá que soy tuya, que me tenés encima, gimiendo en tu oído…
Saqué mi tanga despacio, muy mojada. Me la llevé a la nariz, saboreando mi propio aroma. Él gemía bajo, disimulando entre los ruidos del motor. Le tendí la tanga:
—¿La querés? Está empapada por vos…
—Dámela… —jadeó.
La tomó con desesperación, apretándola contra su cara. Y entonces acabó, con un gemido ahogado, temblando, manchando su propia camisa. Me encantó verlo rendido, vencido por el deseo.
Me acomodé el vestido, me incliné hacia él y le susurré:
—Quedátela. Para que me tengas presente cuando te pajees pensando en mí.
Me bajé del bus con una sonrisa maliciosa, el corazón latiendo fuerte y mis bragas ahora en los bolsillos de un hombre que jamás me olvidará.
FIN 

2 comentarios - La tanga y el deseo en el fondo del bus

elton_jurea
recaliente, la de pajas que se hará con esa tanga