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Mariela: Deseo en la Oficina


Mariela: Deseo en la Oficina

Me gusta contar historias.

Me gusta ser deseada
por lo que pienso y expreso.
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Espero que te guste.
Capítulo 1: Llamas en la Oficina
Mariela acababa de llegar a la empresa y, desde el primer día, sintió la mirada penetrante de Tomás sobre ella. Sus ojos oscuros y la sonrisa pícara encendían una llama que no podía apagar.
En una tarde donde la oficina quedó vacía, Tomás se acercó con paso firme.
—¿Trabajando hasta tan tarde, Mariela? —susurró cerca de su oído.
Ella sintió un escalofrío.
—Sí... y tú, ¿no te cansas de mirarme así? —respondió con voz baja, juguetona.
Él se inclinó y rozó sus labios con los de ella, un roce suave que rápidamente se tornó urgente.
—Te deseo —murmuró Tomás.
Mariela cerró los ojos y se entregó al primer beso que cambió todo.
Capítulo 2: Piel y Susurros
En la sala de reuniones, con las luces apagadas, sus cuerpos se buscaron y encontraron.
—Quiero sentir cada parte de ti —dijo Tomás mientras desabrochaba lentamente la blusa de Mariela.
Ella suspiró, dejando que sus manos recorrieran el pecho firme de él.
—Hazme tuya —susurró ella.
Los gemidos comenzaron a mezclarse con sus respiraciones agitadas, mientras se perdían en el deseo.
—Mariela... —jadeó él—. No puedo esperar más.
Con cada caricia, cada beso, sus cuerpos ardían. La pasión se volvió un fuego imposible de apagar.

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Capítulo 3: Secretos Compartidos
Sus encuentros se hicieron clandestinos, llenos de urgencia y peligro. En los pasillos, en el baño, en cualquier rincón donde pudieran estar solos.
—Nos están mirando —susurró Mariela con sonrisa traviesa.
—Que miren —respondió Tomás—. No me importa nada más que tenerte.
Una noche, en el ascensor, sus labios se encontraron en un beso salvaje.
—No quiero que esto se acabe —dijo Mariela.
—Ni yo —contestó él—. Pero debemos ser cuidadosos.

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Capítulo 4: El Vínculo Profundo
Poco a poco, el juego se volvió algo serio.
—Siento que eres más que un deseo para mí —dijo Mariela una noche.
Tomás la miró, con la expresión que a ella le hacía temblar.
—Yo también lo siento —confesó—. Pero ¿qué pasará cuando esto termine?
Ella negó con la cabeza.
—No quiero que termine.
La incertidumbre se colaba entre ellos, pero la pasión seguía intacta.

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Capítulo 5: El Secreto Revelado
Mariela sintió náuseas y un cansancio extraño. Una prueba confirmó lo que temía y deseaba a la vez: estaba embarazada.
—Tomás... estoy esperando un hijo tuyo —le dijo con voz temblorosa.
Él la miró, y por un momento parecía que iba a sonreír. Pero entonces su rostro cambió.
—No puedo... no quiero ataduras —respondió con frialdad—. Para mí, solo fuiste una aventura.

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Capítulo 6: El Abismo del Desprecio
—¿Una aventura? —Mariela lo miró con furia—. Para mí fuiste mucho más.
Tomás se encogió de hombros.
—Eres solo una zorra más que ahora me complica la vida.
Sus palabras fueron puñales. Mariela sintió un dolor inmenso, pero también despertó algo dentro de ella.
—No soy lo que tú dices —le respondió con voz firme—. Soy mucho más.

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Capítulo 7: Renacer en Soledad
El abandono fue duro. Pero Mariela se levantó cada día con más fuerza.
Apoyada en su familia y amigas, encontró en su propio cuerpo y mente la fortaleza para seguir.
—Seré madre y mujer libre —se dijo—. No necesito que nadie me diga quién soy.
El bebé que crecía dentro de ella era su luz, su esperanza, su renacer.

Mariela: Deseo en la Oficina

Capítulo 8: Nació una Madre Zorra
Al dar a luz, Mariela sintió el poder que solo una mujer con cicatrices y lucha puede tener.
“Soy una madre zorra,” pensó con una sonrisa feroz. “Nadie me va a controlar ni usar.”
Su hijo era suyo, solo suyo, y ella decidió ser dueña de su cuerpo, su destino y su deseo.

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Capítulo 9: Nació una Hija, Nació una Guerrera
Con su hija, Mariela fue aún más fuerte.
—Hija, serás libre, fuerte y dueña de ti misma —le decía—. Nunca permitas que nadie te limite.
Transmitió a su hija la pasión por la vida, el amor propio y el valor de luchar.

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Capítulo 10: Mariela, zorra de noche, madre y esposa sumisa de día
Por las noches, Mariela retomaba su esencia más salvaje y libre.
En la penumbra, entre susurros y gemidos, se entregaba al deseo sin ataduras, dueña de su placer.
Pero al amanecer, vestía la máscara de esposa sumisa para el mundo que la esperaba.
Esa dualidad era su poder, su secreto, su manera de controlar la vida que la había querido controlar a ella.
Mariela era mucho más que lo que cualquiera imaginaba: una mujer que vivía sus reglas, amaba su cuerpo y gobernaba su destino, en todas las facetas de su vida.

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