La semana pasada me mandé una de esas locuras que solo una puta como yo puede disfrutar a fondo, y que ahora está explotando en mi perfil de Poringa con las fotos que subí. Me metí un pepino por el culo, y no fue solo meterlo y listo, no: fue una experiencia que me tuvo al borde de la calentura todo el día, y que todavía me hace sonreír mientras escribo este relato para mis seguidores. Agárrense, porque esto va con todos los detalles, bien extenso, sin guardarme nada, como me piden y como me gusta.
Todo arrancó un martes por la mañana. Me desperté en mi depto, con la luz del sol colándose por la persiana y mi gorda ya en el cole, porque ese día tenía clases temprano. Estaba sola, en bolas en la cama, con esa sensación de libertad que me da saber que tengo el día para mí. Me estiré como gato, cosa que soy jaja, sintiendo las sábanas suaves contra mi piel, y de pronto me pintó una calentura de esas que no te dejan pensar en otra cosa. Me toqué un poco, solo para tantear el terreno, pasando las manos por mis tetas, apretándome los pezones, y bajando despacito hasta mi concha, que ya estaba húmeda sin siquiera esforzarme. Pero no quería una paja rápida; quería algo más zarpado, algo que me dejara temblando y que valiera la pena contar.
Me levanté, todavía desnuda, y fui a la cocina a prepararme un café. Mientras la cafetera hacía su magia, abrí la heladera para ver qué había. Entre las verduras, vi un pepino grande, de esos largos y gordos, con la piel brillante y lisa. Lo agarré, lo sostuve en la mano, y una sonrisa de petera me cruzó la cara. “Vos y yo vamos a hacer cosas ricas hoy”, le dije, como si el pepino pudiera entenderme. Lo lavé bien bajo el agua, lo sequé con un repasador, y lo dejé en la mesada mientras me tomaba el café, pensando en cómo iba a jugar con él.
Después del café, me metí al baño para darme una ducha y prepararme. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo me puso todavía más en modo puta. Me enjaboné despacio, dejando que la espuma resbalara por mis tetas, mi cintura, mi culo. Me detuve en la concha, acariciándome con la esponja, sintiendo cómo el roce me hacía suspirar. Pero lo mejor fue cuando me lavé el culo: metí un dedo con jabón, despacito, para dejar todo bien limpio y relajado. Sabía que el pepino iba a necesitar espacio, y yo quería estar lista para disfrutarlo a fondo. Salí de la ducha, me envolví en una toalla, y me miré al espejo. “Hoy vas a romperla, petera”, me dije, guiñándome un ojo.
Volví a la cocina, agarré el pepino y lo llevé a mi cuarto. Saqué mi caja de juguetes sexuales de abajo de la cama, donde guardo los plugs, los dildos y el lubricante. Elegí un lubricante de base acuosa, porque no quería que el pepino se pusiera resbaladizo de más. También saqué mi celu, porque desde el principio supe que esto iba a terminar en fotos para Poringa. Me tiré en la cama, todavía en toalla, y empecé a calentar el ambiente. Me puse un poco de música, una playlist con reggaetón lento que me pone a mil, y me saqué la toalla, quedándome en bolas.
Primero me toqué un rato para entrar en calor. Acaricié mis tetas, pellizcándome los pezones hasta que se pusieron duros como piedras. Bajé una mano a mi concha, abriendo los labios con los dedos, sintiendo lo empapada que estaba. Me metí un dedo, luego dos, moviéndolos despacio, mientras con la otra mano me acariciaba el clítoris en círculos. Gemía bajito, disfrutando cada roce, pero sin apurarme. Quería que la calentura creciera hasta que no pudiera más.
Agarré el pepino, lo miré como si fuera mi nuevo amante, y le puse un poco de lubricante, esparciéndolo con las manos hasta que quedó brilloso. Me puse en cuatro en la cama, con el culo en pompa y las piernas abiertas, y me mojé los dedos con lubricante para prepararme. Me acaricié el culo, metiendo un dedo despacito, sintiendo cómo se relajaba. Luego metí otro, abriéndome más, mientras gemía cada vez más fuerte. El reggaetón de fondo me hacía mover las caderas, como si estuviera bailando para alguien. Cuando sentí que estaba lista, agarré el pepino y lo apoyé contra mi culo.
La primera sensación fue intensa. La punta, fría y dura, me hizo estremecer. Lo empujé despacio, dejando que mi cuerpo se acostumbrara. Al principio costó un poco, porque el pepino era más gordo que mis plugs, pero la lubricación ayudó. Respiré hondo, relajándome, y lo fui metiendo más, centímetro a centímetro. Cuando pasó el primer tramo, sentí una presión riquísima que me arrancó un gemido largo. “La concha tuya, qué rico”, murmuré, mientras lo movía suave, entrando y saliendo, probando hasta dónde podía llegar.
Me quedé un rato en cuatro, metiéndome el pepino cada vez más profundo, disfrutando cómo me llenaba. Cada movimiento era un placer nuevo, y mi concha chorreaba sin que siquiera la tocara. Me puse una mano entre las piernas, frotándome el clítoris con dos dedos, mientras con la otra seguía manejando el pepino. Los gemidos ya no eran bajos; estaba gritando como loca, perdida en el vicio. Cambié de posición, me tiré de espaldas con las piernas abiertas y levantadas, como si estuviera ofreciéndome a alguien. Así podía meterme el pepino más fácil, y la sensación era todavía más intensa.
Agarré el celu y empecé a sacar fotos. Primero unas del pepino entrando en mi culo. Después me saqué unas en las que se veía mi cara de puta, con los ojos entrecerrados y la boca abierta, gimiendo mientras me lo metía (esas preferí no subirlas). Me puse creativa: me arrodillé, me abrí el culo con una mano para que el pepino se viera clarito, y saqué una foto desde abajo. Cada click me calentaba más, porque sabía que esas fotos iban a volver locos a mis seguidores en Poringa. Después cuando ví las fotos elegí las que me parecieron más publicables.
Volví a concentrarme en el pepino, metiéndolo más rápido, más profundo. La mezcla de la presión en mi culo y los dedos en mi concha me tenía al borde. Me imaginaba a los pibes de Poringa pajeándose con mis fotos, y eso me llevaba al cielo. “Miren cómo me meto este pepino por el orto, pajeros”, decía en voz alta, como si estuviera grabando un video. El orgasmo empezó a construirse, primero como un cosquilleo en la concha, después como una ola que me subía por todo el cuerpo. Froté el clítoris más fuerte, metí el pepino hasta el fondo, y exploté. El orgasmo me hizo temblar, grité como si no hubiera vecinos, y mi concha se contrajo tanto que casi me duele. Me quedé un segundo quieta, con el pepino todavía adentro, respirando agitada, sintiendo las pulsaciones en todo el cuerpo.
Lo saqué despacito, disfrutando la sensación de vacío que dejó. Me limpié con unas toallitas húmedas, porque estaba toda chorreando, y me tiré en la cama, todavía temblando. Miré las fotos en el celu y me reí sola. “Sos una bestia, putita”, me dije. Subí las mejores a Poriga. En menos de una hora, los comentarios empezaron a llegar. Cada mensaje me hacía sentir más orgullosa de mi locura.
El resto del día lo pasé en una nube, con el cuerpo todavía sensible y la cabeza llena de ideas para la próxima. Este pepino no fue solo un juguete; fue una experiencia que me recordó quién soy: una puta que no le tiene miedo a nada, que disfruta cada segundo de su cuerpo, y que siempre va por más. Poringa, prepárense, porque esta trola petera tiene muchas más locuras para compartir.
Postdata: Para los que querían saber que fue del pepino, LO HICE ENSALADA JAJA, lo comimos con mí hija y una amiga.
Siganme en mí instagram, quiero empezar a hablar de sexo. No va a ser un instagram porno pero va a estar interesante. LOS AMO PAJEROS 😘
https://www.instagram.com/abbi__sanchez
Todo arrancó un martes por la mañana. Me desperté en mi depto, con la luz del sol colándose por la persiana y mi gorda ya en el cole, porque ese día tenía clases temprano. Estaba sola, en bolas en la cama, con esa sensación de libertad que me da saber que tengo el día para mí. Me estiré como gato, cosa que soy jaja, sintiendo las sábanas suaves contra mi piel, y de pronto me pintó una calentura de esas que no te dejan pensar en otra cosa. Me toqué un poco, solo para tantear el terreno, pasando las manos por mis tetas, apretándome los pezones, y bajando despacito hasta mi concha, que ya estaba húmeda sin siquiera esforzarme. Pero no quería una paja rápida; quería algo más zarpado, algo que me dejara temblando y que valiera la pena contar.
Me levanté, todavía desnuda, y fui a la cocina a prepararme un café. Mientras la cafetera hacía su magia, abrí la heladera para ver qué había. Entre las verduras, vi un pepino grande, de esos largos y gordos, con la piel brillante y lisa. Lo agarré, lo sostuve en la mano, y una sonrisa de petera me cruzó la cara. “Vos y yo vamos a hacer cosas ricas hoy”, le dije, como si el pepino pudiera entenderme. Lo lavé bien bajo el agua, lo sequé con un repasador, y lo dejé en la mesada mientras me tomaba el café, pensando en cómo iba a jugar con él.
Después del café, me metí al baño para darme una ducha y prepararme. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo me puso todavía más en modo puta. Me enjaboné despacio, dejando que la espuma resbalara por mis tetas, mi cintura, mi culo. Me detuve en la concha, acariciándome con la esponja, sintiendo cómo el roce me hacía suspirar. Pero lo mejor fue cuando me lavé el culo: metí un dedo con jabón, despacito, para dejar todo bien limpio y relajado. Sabía que el pepino iba a necesitar espacio, y yo quería estar lista para disfrutarlo a fondo. Salí de la ducha, me envolví en una toalla, y me miré al espejo. “Hoy vas a romperla, petera”, me dije, guiñándome un ojo.
Volví a la cocina, agarré el pepino y lo llevé a mi cuarto. Saqué mi caja de juguetes sexuales de abajo de la cama, donde guardo los plugs, los dildos y el lubricante. Elegí un lubricante de base acuosa, porque no quería que el pepino se pusiera resbaladizo de más. También saqué mi celu, porque desde el principio supe que esto iba a terminar en fotos para Poringa. Me tiré en la cama, todavía en toalla, y empecé a calentar el ambiente. Me puse un poco de música, una playlist con reggaetón lento que me pone a mil, y me saqué la toalla, quedándome en bolas.
Primero me toqué un rato para entrar en calor. Acaricié mis tetas, pellizcándome los pezones hasta que se pusieron duros como piedras. Bajé una mano a mi concha, abriendo los labios con los dedos, sintiendo lo empapada que estaba. Me metí un dedo, luego dos, moviéndolos despacio, mientras con la otra mano me acariciaba el clítoris en círculos. Gemía bajito, disfrutando cada roce, pero sin apurarme. Quería que la calentura creciera hasta que no pudiera más.
Agarré el pepino, lo miré como si fuera mi nuevo amante, y le puse un poco de lubricante, esparciéndolo con las manos hasta que quedó brilloso. Me puse en cuatro en la cama, con el culo en pompa y las piernas abiertas, y me mojé los dedos con lubricante para prepararme. Me acaricié el culo, metiendo un dedo despacito, sintiendo cómo se relajaba. Luego metí otro, abriéndome más, mientras gemía cada vez más fuerte. El reggaetón de fondo me hacía mover las caderas, como si estuviera bailando para alguien. Cuando sentí que estaba lista, agarré el pepino y lo apoyé contra mi culo.
La primera sensación fue intensa. La punta, fría y dura, me hizo estremecer. Lo empujé despacio, dejando que mi cuerpo se acostumbrara. Al principio costó un poco, porque el pepino era más gordo que mis plugs, pero la lubricación ayudó. Respiré hondo, relajándome, y lo fui metiendo más, centímetro a centímetro. Cuando pasó el primer tramo, sentí una presión riquísima que me arrancó un gemido largo. “La concha tuya, qué rico”, murmuré, mientras lo movía suave, entrando y saliendo, probando hasta dónde podía llegar.
Me quedé un rato en cuatro, metiéndome el pepino cada vez más profundo, disfrutando cómo me llenaba. Cada movimiento era un placer nuevo, y mi concha chorreaba sin que siquiera la tocara. Me puse una mano entre las piernas, frotándome el clítoris con dos dedos, mientras con la otra seguía manejando el pepino. Los gemidos ya no eran bajos; estaba gritando como loca, perdida en el vicio. Cambié de posición, me tiré de espaldas con las piernas abiertas y levantadas, como si estuviera ofreciéndome a alguien. Así podía meterme el pepino más fácil, y la sensación era todavía más intensa.
Agarré el celu y empecé a sacar fotos. Primero unas del pepino entrando en mi culo. Después me saqué unas en las que se veía mi cara de puta, con los ojos entrecerrados y la boca abierta, gimiendo mientras me lo metía (esas preferí no subirlas). Me puse creativa: me arrodillé, me abrí el culo con una mano para que el pepino se viera clarito, y saqué una foto desde abajo. Cada click me calentaba más, porque sabía que esas fotos iban a volver locos a mis seguidores en Poringa. Después cuando ví las fotos elegí las que me parecieron más publicables.
Volví a concentrarme en el pepino, metiéndolo más rápido, más profundo. La mezcla de la presión en mi culo y los dedos en mi concha me tenía al borde. Me imaginaba a los pibes de Poringa pajeándose con mis fotos, y eso me llevaba al cielo. “Miren cómo me meto este pepino por el orto, pajeros”, decía en voz alta, como si estuviera grabando un video. El orgasmo empezó a construirse, primero como un cosquilleo en la concha, después como una ola que me subía por todo el cuerpo. Froté el clítoris más fuerte, metí el pepino hasta el fondo, y exploté. El orgasmo me hizo temblar, grité como si no hubiera vecinos, y mi concha se contrajo tanto que casi me duele. Me quedé un segundo quieta, con el pepino todavía adentro, respirando agitada, sintiendo las pulsaciones en todo el cuerpo.
Lo saqué despacito, disfrutando la sensación de vacío que dejó. Me limpié con unas toallitas húmedas, porque estaba toda chorreando, y me tiré en la cama, todavía temblando. Miré las fotos en el celu y me reí sola. “Sos una bestia, putita”, me dije. Subí las mejores a Poriga. En menos de una hora, los comentarios empezaron a llegar. Cada mensaje me hacía sentir más orgullosa de mi locura.
El resto del día lo pasé en una nube, con el cuerpo todavía sensible y la cabeza llena de ideas para la próxima. Este pepino no fue solo un juguete; fue una experiencia que me recordó quién soy: una puta que no le tiene miedo a nada, que disfruta cada segundo de su cuerpo, y que siempre va por más. Poringa, prepárense, porque esta trola petera tiene muchas más locuras para compartir.
Postdata: Para los que querían saber que fue del pepino, LO HICE ENSALADA JAJA, lo comimos con mí hija y una amiga.
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13 comentarios - Les relato como fue la experiencia del pepino
.,...toda la actitud de una buena perra