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Ultimo Capitulo

La semana pasada, después de contarle mis fantasías con el chofer del colectivo, mi cabeza no paraba de darle vueltas a Lucas, el chofer. Ese mediodia, al subirme, había algo diferente en el aire. El colectivo estaba casi vacío de nuevo, y cuando pagué, el roce de nuestras manos fue más largo, intencional. Me miró por el espejo y esta vez le sostuve la mirada con una sonrisa. Él me guiñó un ojo. Mi corazón empezó a latir como un tambor de guerra en mi pecho, y sentí un calor subiendo por mis muslos.
Al bajarme, me quedé un segundo más de lo habitual. Él me preguntó, "¿Siempre bajás acá, seño?" Y yo, con una audacia que me sorprendió, le dije, "Solo si me llevás vos." Él sonrió, una sonrisa ancha que le iluminó la cara. Y ahí, justo antes de bajar, le susurré, "Si alguna vez querés charlar, te dejo mi número." Se lo escribí rápido en un papelito y se lo dí, sintiendo el leve roce de sus dedos al tomarlo.
Esa misma tarde, recibí un mensaje: "Hola, profe. Soy Lucas. ¿Estás libre para un café?"
Acepté, por supuesto. Nos encontramos al día siguiente en un bar discreto en la terminal. La charla fluyó, y de repente, estábamos tan cerca que podía sentir su aliento tibio en mi cara. Y ahí fue cuando pasó: me besó. Fue un beso suave al principio, exploratorio, con sus labios tanteando los míos, y luego se intensificó. Sentí su lengua pidiendo permiso, y se la di sin dudar. Sus labios, su barba suave rasposa, y ese perfume... oh, Dios, su perfume. Una mezcla amaderada, con un toque dulce, que se me metió por cada poro de la piel, embriagándome. Mis manos se fueron a su nuca, y las suyas se posaron firmes en mi cintura, apretando apenas, acercándome más. Podía sentir la dureza imponente de su erección contra mi cadera, incluso a través de la ropa. La excitación me subió por la garganta, una humedad que ya me calaba la ropa interior.
Luego, con los días, sentí un impulso que me tomó por sorpresa, me llevó a un motel cercano, de esos que se pagan por hora. Entramos a la habitación y el aire se volvió pesado, cargado de una expectativa cruda. Lucas no dijo mucho. Sus ojos me recorrieron de arriba abajo con una mirada de desdén calculada, una mirada que me decía que era suya en ese momento, sin preguntas. No me pidió, me tomó. Me empujó suavemente contra la pared y sus manos firmes se metieron bajo mi blusa, desabrochando mi sostén con una brusquedad que me hizo gemir. El tacto de sus dedos ásperos en mi piel era una descarga. Cuando mis bragas cayeron al suelo, expuesta, sentí su miembro, más rígido y grueso de lo que imaginaba, rozando mi entrepierna. Me aferré a su cuello mientras él me levantaba un poco y me penetraba con una fuerza que me dejó sin aliento. No había dulzura, solo una posesión cruda que me excitaba más allá de lo imaginable. Sus embestidas eran profundas, rítmicas, casi como si me estuviera castigando, y cada impacto me hundía más en un placer oscuro. Sus gruñidos me decían lo que sentía, sin palabras. Me sentí completamente sometida y deseada, una combinación explosiva que me llevó al clímax en una explosión de sensaciones.
Cuando volví a casa, Fer ya me estaba esperando. No tuve que decir nada, mi sonrisa y mis ojos brillantes me delataban. Me senté a su lado, lo abracé y quizas sin decirlo le susurré en el oído, "Fer, hoy conocí el perfume de Lucas, y su boca, y todo lo demás." Y len mi imaginación le conté cada detalle: el gesto en su mirada, la brusquedad con la que me tomó, la sensación de su miembro duro y grueso dentro de mí, la forma en que me hizo suya sin pedir permiso. Pensé que el me escuchaba con atención, que su respiración se aceleraba, y hasta sentí cómo su erección crecía bajo su pantalón, dura y ansiosa. Pensé que no había celos, que era solo esa curiosidad oscura y adictiva que tanto le gusta, viéndose reflejada en mi libertad desatada y en el placer que me provoca la transgresión. Pero si había celos, y quizás hubo traición, esa noche cambió nuestro amor.



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