Nos acomodamos en el sillón, transpirados, calientes. Las chicas se miran, con esas caras traviesas que ya no necesitan palabras. Se acercan entre ellas, mientras cada una está arrodillada entre las piernas de su chico.
Flor sigue chupándomela, firme, mostrándonos a todos sus mejores habilidades, con movimientos suaves y profundos. La morocha hace lo mismo con su novio, se la traga como si no hubiera un mañana, los labios apretados, la mirada en alto.
Poco a poco se van acercando. Entre ellas se atraen, se nota que se gustan. En un momento se miran fijamente, se sonríen y sus bocas se conectan, se empiezan a dar un beso de lengua hermoso que prendió fuego todo, mal. Se comen, se devoran, se dan besos cargados de lengua, de saliva, de deseo, de fuego. Es una escena de otro mundo, se estaban comiendo la boca mientras nos tienen agarrados de la pija.
Flor le chupa la lengua mientras le acaricia las tetas. La morocha le agarra la cara a Flor y le mete un beso profundo, mojado, caliente, sin dejar de pajear a su novio con la otra mano. Están hechas fuego. Se desean. Nos desean. El ambiente es puro infierno sexual.
—¿Te calienta esto, amor? —me pregunta Flor con la voz caliente, ahora adelante mío, con la pija rozándole los labios.
—Me vuelve loco… —le digo, sin poder sacarle los ojos de encima a ese cuadro divino.
Flor me sonríe con la boca brillando de saliva, y vuelve a metérsele en la boca, cuando de repente la morocha pregunta:
—¿Puedo agarrarle pija a tu novio? —le dice a Flor. Se la come con los ojos.
Flor la mira, le devuelve esa mirada cómplice que solo tiene cuando está en modo puta, asiente despacito, con una sonrisa cargada de fuego.
—Sí… quiero ver esto.
Y en ese instante, siento la mano de la morocha envolverme la pija con una suavidad que me hace temblar. Su palma tibia, húmeda, empieza a subir y bajar con un ritmo que me prendía fuego vivo. Me mira con una mezcla de calentura y juego, mientras Flor no se pierde un detalle.
Me late el cuerpo entero. El morbo me atraviesa como un rayo. Uno de los momentos mas calientes de mi vida. Ver a Flor compartiéndome así, jugando, calentándose con la escena, me explota el pecho. Todo se enciende.
Flor no pierde un segundo y hace lo mismo: le agarra la pija a su novio y empieza a pajearlo sin soltarle la mirada a la morocha, están jugando con fuego. Cuatro cuerpos cruzando miradas, manos, saliva, gemidos. Un volcán a punto de estallar,
Cada una le está haciendo la paja al otro. Lento. Cruel. Morboso.
Se miran entre ellas. Se ríen, cómplices. Se desean. Nos desean.
Y de repente, se besan. De nuevo. Pero esta vez es más profundo. Más caliente. Se acarician la cara mientras se comen la boca, con nuestras pijas duras en sus manos, pajeándonos despacio, caliente, morboso al límite.
Y de pronto, la morocha vuelve a subir la apuesta con una bomba:
—¿Querés darle un beso en la pija a mi novio?
Flor me mira, hay un brillo en sus ojos que ya me dice todo. Asiento en silencio, con la respiración temblando del morbo.
Intercambian, Flor se arrodilla frente a él, mirándolo a los ojos, con una lentitud asesina, le da un beso suave en la punta de la pija. Después, sin romper el contacto visual, le pasa la lengua de arriba abajo por toda la pija, él gime al toque. Todos la miramos. Ella lo sabe. Y se luce.
—Ahora vos… —dice Flor redoblando, mirando a la morocha—. Dale un beso a mi novio.
La morocha me clava la mirada. Una sonrisa diabólica se le dibuja en la cara mientras me agarra de la pija y se acerca a mi boca.
Sin soltarme la verga me besa. Primero roza mis labios, jugando. Después, me muerde el labio y se mete entera en mi boca, lengua húmeda, profunda, desesperada. Me besa con ganas, con fuego.
La pija me late como loca entre sus dedos.
No hay besito. No. Me devora.
La morocha arrodillada frente a mí con esa mirada cargada de lujuria, se la mete en la boca sin dudar. Los labios se cierran apretados, calientes, y su lengua empieza a moverse de una forma que me enloquece.
Me la chupa lento al principio, saboreando cada centímetro, mojándola toda. Me mira desde abajo mientras mete y saca, dejando un hilo de baba brillante que le cuelga del labio. La saca, me la chupa de la base a la punta con la lengua bien estirada, y después se la vuelve a tragar con fuerza, profunda, sin manos, gimiendo bajito con la pija enterrada.
Me chupa la pija como si no hubiera un mañana. Boca caliente, labios apretados, lengua inquieta. Me traga la cabeza entera y después se la mete hasta la garganta como si fuera un dulce. Me babosea, me escupe, me acaricia los huevos. Me mira con los ojos llenos de calentura.
Flor nos mira. Se muerde el labio. Le brillan los ojos.
—¿Te gusta, mi amor? —me pregunta Flor, con la voz cargada de morbo.
—Me están matando… —le digo, sin poder creer lo que estaba pasando.
Y así con esa carita inocente, Flor vuelve a chuparle la pija al otro pibe, tragándosela como tanto le gusta. Lo mira desde abajo con esa cara de putita sumisa que me hace derretir. Le chupa la cabeza, lo lame, lo aprieta con los labios, se deja coger la boca con total entrega.
Le agarra de la base con una mano, le da un par de lengüetazos suaves en la punta, como saboreándolo, y después se la mete despacio, muy despacio, hundiéndosela hasta el fondo, como si la estuviera midiendo con la garganta. Se deja usar, y le encanta.
La morocha esta cada vez más entregada, más atrevida. Me mira con la boca llena, y después levanta la vista hacia Flor para ver lo que le esta haciendo a su novio.
Entonces la morocha se la saca de la boca, se limpia la boca con la lengua y le dice a Flor, con una sonrisa perversa:
—Vení… vamos a chuparsela entre las dos a tu novio.
Flor no lo duda. Se agacha enseguida y se arrodilla al lado de ella, las dos frente a mi pija empapada, dura como una roca, palpitando de calentura y morbo.
Me van a volver loco. Y lo hacen.
Las dos se turnan, se besan, se la chapan, se la pasan entre ellas. Primero una chupa la cabeza mientras la otra le da besos en el tronco. Después se cruzan, la escupen, la acarician con la lengua, se la meten de a poco. Me miran, me sonríen, se dan besos con la pija entre medio, mirándose, riéndose. Y no se apuran. Me hacen sufrir. Manejan una coordinación perfecta, como si lo hubieran hecho mil veces juntas.
—¿Te gusta amor? —me pregunta Flor mientras me pasa la lengua por la pija antes de metérsela de nuevo, lento, hasta la garganta.
No puedo ni hablar. Me tiembla la respiración. Ella tampoco necesitaba mi respuesta, ya la sabía.
El rubio está sentado al lado, con las piernas abiertas, mirándonos fascinado. Se pajea lento, sin sacarle los ojos de encima a toda la escena. Tiene la pija brillante, parada, lista. Se lame los labios, sin perderse un solo detalle.
Es un delirio.
Y justo cuando pensaba que no podía calentarme más, la morocha abre la boca y hace esa pregunta que empieza a hacer realidad todo lo que siempre quise pero nunca dije.
—¿Te queres sentar en la pija de mi novio?
Y acá, todo se va al carajo una vez mas.
Flor sigue chupándomela, firme, mostrándonos a todos sus mejores habilidades, con movimientos suaves y profundos. La morocha hace lo mismo con su novio, se la traga como si no hubiera un mañana, los labios apretados, la mirada en alto.
Poco a poco se van acercando. Entre ellas se atraen, se nota que se gustan. En un momento se miran fijamente, se sonríen y sus bocas se conectan, se empiezan a dar un beso de lengua hermoso que prendió fuego todo, mal. Se comen, se devoran, se dan besos cargados de lengua, de saliva, de deseo, de fuego. Es una escena de otro mundo, se estaban comiendo la boca mientras nos tienen agarrados de la pija.
Flor le chupa la lengua mientras le acaricia las tetas. La morocha le agarra la cara a Flor y le mete un beso profundo, mojado, caliente, sin dejar de pajear a su novio con la otra mano. Están hechas fuego. Se desean. Nos desean. El ambiente es puro infierno sexual.
—¿Te calienta esto, amor? —me pregunta Flor con la voz caliente, ahora adelante mío, con la pija rozándole los labios.
—Me vuelve loco… —le digo, sin poder sacarle los ojos de encima a ese cuadro divino.
Flor me sonríe con la boca brillando de saliva, y vuelve a metérsele en la boca, cuando de repente la morocha pregunta:
—¿Puedo agarrarle pija a tu novio? —le dice a Flor. Se la come con los ojos.
Flor la mira, le devuelve esa mirada cómplice que solo tiene cuando está en modo puta, asiente despacito, con una sonrisa cargada de fuego.
—Sí… quiero ver esto.
Y en ese instante, siento la mano de la morocha envolverme la pija con una suavidad que me hace temblar. Su palma tibia, húmeda, empieza a subir y bajar con un ritmo que me prendía fuego vivo. Me mira con una mezcla de calentura y juego, mientras Flor no se pierde un detalle.
Me late el cuerpo entero. El morbo me atraviesa como un rayo. Uno de los momentos mas calientes de mi vida. Ver a Flor compartiéndome así, jugando, calentándose con la escena, me explota el pecho. Todo se enciende.
Flor no pierde un segundo y hace lo mismo: le agarra la pija a su novio y empieza a pajearlo sin soltarle la mirada a la morocha, están jugando con fuego. Cuatro cuerpos cruzando miradas, manos, saliva, gemidos. Un volcán a punto de estallar,
Cada una le está haciendo la paja al otro. Lento. Cruel. Morboso.
Se miran entre ellas. Se ríen, cómplices. Se desean. Nos desean.
Y de repente, se besan. De nuevo. Pero esta vez es más profundo. Más caliente. Se acarician la cara mientras se comen la boca, con nuestras pijas duras en sus manos, pajeándonos despacio, caliente, morboso al límite.
Y de pronto, la morocha vuelve a subir la apuesta con una bomba:
—¿Querés darle un beso en la pija a mi novio?
Flor me mira, hay un brillo en sus ojos que ya me dice todo. Asiento en silencio, con la respiración temblando del morbo.
Intercambian, Flor se arrodilla frente a él, mirándolo a los ojos, con una lentitud asesina, le da un beso suave en la punta de la pija. Después, sin romper el contacto visual, le pasa la lengua de arriba abajo por toda la pija, él gime al toque. Todos la miramos. Ella lo sabe. Y se luce.
—Ahora vos… —dice Flor redoblando, mirando a la morocha—. Dale un beso a mi novio.
La morocha me clava la mirada. Una sonrisa diabólica se le dibuja en la cara mientras me agarra de la pija y se acerca a mi boca.
Sin soltarme la verga me besa. Primero roza mis labios, jugando. Después, me muerde el labio y se mete entera en mi boca, lengua húmeda, profunda, desesperada. Me besa con ganas, con fuego.
La pija me late como loca entre sus dedos.
No hay besito. No. Me devora.
La morocha arrodillada frente a mí con esa mirada cargada de lujuria, se la mete en la boca sin dudar. Los labios se cierran apretados, calientes, y su lengua empieza a moverse de una forma que me enloquece.
Me la chupa lento al principio, saboreando cada centímetro, mojándola toda. Me mira desde abajo mientras mete y saca, dejando un hilo de baba brillante que le cuelga del labio. La saca, me la chupa de la base a la punta con la lengua bien estirada, y después se la vuelve a tragar con fuerza, profunda, sin manos, gimiendo bajito con la pija enterrada.
Me chupa la pija como si no hubiera un mañana. Boca caliente, labios apretados, lengua inquieta. Me traga la cabeza entera y después se la mete hasta la garganta como si fuera un dulce. Me babosea, me escupe, me acaricia los huevos. Me mira con los ojos llenos de calentura.
Flor nos mira. Se muerde el labio. Le brillan los ojos.
—¿Te gusta, mi amor? —me pregunta Flor, con la voz cargada de morbo.
—Me están matando… —le digo, sin poder creer lo que estaba pasando.
Y así con esa carita inocente, Flor vuelve a chuparle la pija al otro pibe, tragándosela como tanto le gusta. Lo mira desde abajo con esa cara de putita sumisa que me hace derretir. Le chupa la cabeza, lo lame, lo aprieta con los labios, se deja coger la boca con total entrega.
Le agarra de la base con una mano, le da un par de lengüetazos suaves en la punta, como saboreándolo, y después se la mete despacio, muy despacio, hundiéndosela hasta el fondo, como si la estuviera midiendo con la garganta. Se deja usar, y le encanta.
La morocha esta cada vez más entregada, más atrevida. Me mira con la boca llena, y después levanta la vista hacia Flor para ver lo que le esta haciendo a su novio.
Entonces la morocha se la saca de la boca, se limpia la boca con la lengua y le dice a Flor, con una sonrisa perversa:
—Vení… vamos a chuparsela entre las dos a tu novio.
Flor no lo duda. Se agacha enseguida y se arrodilla al lado de ella, las dos frente a mi pija empapada, dura como una roca, palpitando de calentura y morbo.
Me van a volver loco. Y lo hacen.
Las dos se turnan, se besan, se la chapan, se la pasan entre ellas. Primero una chupa la cabeza mientras la otra le da besos en el tronco. Después se cruzan, la escupen, la acarician con la lengua, se la meten de a poco. Me miran, me sonríen, se dan besos con la pija entre medio, mirándose, riéndose. Y no se apuran. Me hacen sufrir. Manejan una coordinación perfecta, como si lo hubieran hecho mil veces juntas.
—¿Te gusta amor? —me pregunta Flor mientras me pasa la lengua por la pija antes de metérsela de nuevo, lento, hasta la garganta.
No puedo ni hablar. Me tiembla la respiración. Ella tampoco necesitaba mi respuesta, ya la sabía.
El rubio está sentado al lado, con las piernas abiertas, mirándonos fascinado. Se pajea lento, sin sacarle los ojos de encima a toda la escena. Tiene la pija brillante, parada, lista. Se lame los labios, sin perderse un solo detalle.
Es un delirio.
Y justo cuando pensaba que no podía calentarme más, la morocha abre la boca y hace esa pregunta que empieza a hacer realidad todo lo que siempre quise pero nunca dije.
—¿Te queres sentar en la pija de mi novio?
Y acá, todo se va al carajo una vez mas.
3 comentarios - 2. Noche de intercambio en Telo de San Telmo